Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos mensuales: abril 2016

21 04, 2016

Portada de la revista «ATAVIS ET ARMIS», número 39 Mayo 2016

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00jueves, abril 21, 2016|

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 D. José María Montells y Galán, Vizconde de Portadei, amablemente nos hace llegar digitalmente el último número publicado (el nº 39 Mayo de 2016) de la revista «ATAVIS ET ARMIS» del Gran Priorato de España de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén.

    Reproducimos su portada y a buen seguro que tras la lectura atenta del mismo encontraremos algún/os artículo/s que será de interés su reproducción en el blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.

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21 04, 2016

D. MANEL GÓNZALEZ Y LÓPEZ, recibe la CREU DE SANT JORDI «Pro méritis», durante los actos de recibimiento de nuevos miembros en el INSIGNE CAPITUL DE L´ALMOINA DE SANT JORDI DE CAVALLERS DEL CENTENAR DE LA PLOMA.

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00jueves, abril 21, 2016|

Artículo remitido para su publicación por D. Feliciano Riestra, Caballero de esta Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.

D. MANEL GÓNZALEZ Y LÓPEZ, recibe la CREU DE SANT JORDI «Pro méritis», durante los actos de recibimiento de nuevos miembros en el INSIGNE CAPITUL DE L´ALMOINA DE SANT JORDI DE CAVALLERS DEL CENTENAR DE LA PLOMA.

Sin título

   El pasado 14 de abril de 2016 tuvo lugar, en la iglesia de Sant Joan de la Creu de Valencia, la ceremonia de recibimiento de los Señores  Sir Robert George Alexander Balchin, Barón Lingfield y Lord del Reino, D. Vicent Boluda y Crespo, D.Carlos Villaverde y Bargues y D. Iván Escrivà y Roig como nuevos miembros de L’Insigne Capítul de l’Almoina de Sant Jordi de Cavallers del Centenar de la Ploma, en un acto cargado de simbolismo y emotividad.

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En el transcurso de los actos, el redactor de este blog y miembro de los Caballeros Hijosdalgo de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, D. Manel González y López, recibió por sus muchos méritos la Creu de Sant Jordi «pro méritis», que otorga esta antigua corporación a destacadas personalidades.

Momento de la Imposición al Caballero de esta Casa Troncal,  D. Manel González

Momento de la Imposición al Caballero de esta Casa Troncal, D. Manel González

  Aunque la tradición nos señala el nacimiento de esta milicia en los tiempos de Jaime I, la institución es heredera de la Companyia de Ballesters del Centenar de la Ploma, creada en 1365 por Pedro el Ceremonioso como unidad de combate para custodia de la Senyera.

 En la actualidad integra a cerca de un centenar de caballeros bajo el ideario y consigna de la defensa de la bandera, de la lengua y de las demás señas identitarias que distinguen a este antiguo Reino  de Valencia dentro del contexto de la España del siglo XXI.

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   Con esta reseña queremos felicitar a D. Manel por tan merecida recompensa y agradecer al Govern de l´Insigne Capitull de l´Almoina de Sant Jordi de Cavallers del Centenar de la Ploma todas sus deferencias para con los miembros de esta casa Troncal.

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Oració Capitular a Sant Jordi

Senyor Sant Jordi

Tú que eres perfecte model 

de la Noblea, de l’Heroisme

i de la Cavallerositat cristianes,

Ajuda-nos en la teua intercessió

per a que conseguim

mantindrer-nos fidels 

ad eixos ideals per a la major

Gloria de Deu

del Regne de Valéncia 

I del nostre

Insigne Capítul de Cavallers

Amen 

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D. Feliciano Riestra, Caballero de esta Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria

19 04, 2016

La Inmaculada Concepción, Patrona de la Hermandad Nacional Monárquica de España

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00martes, abril 19, 2016|

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Artículo de D.  Emilio Mora Lorenzo y Beaumier (HNME-Madrid), publicado en el periódico «EL MONÁRQUICO» de la Hermandad Nacional Monárquica de España.

 http://www.elmonarquico.com/texto-diario/mostrar/429159/la-inmaculada-concepcion-patrona-de-la-hermandad-nacional-monarquica-de-espana

 

La Inmaculada Concepción, Patrona de la Hermandad Nacional Monárquica de España

Editorial | Domingo, 17 de abril de 2016

La Inmaculada Concepción, fue designada en unanimidad por la Junta Directiva Nacional en Asamblea Ordinaria celebrada el pasado día 2 de abril, en Madrid, a propuesta del Presidente Nacional de la Hermandad Nacional Monárquica de España D. Francisco Rodríguez Aguado. 

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Tal designación se apoya en:

 La Inmaculada Concepción de María es la Patrona de España.

 El gran amor que el católico pueblo español ha tenido siempre por la Virgen María, que es tal, que es imposible encontrar un templo en España que no tenga una imagen de María; casi imposible encontrar un hogar en donde no se venere y se invoque a la Reina de los Cielos con el dulce nombre de Madre.

 El dogma de la Inmaculada no hace referencia a la virginidad de María. Significa que María nunca tuvo pecado original, ni siquiera en el instante de su concepción.

   Los reyes españoles y el misterio de la Concepción Inmaculada

 En 1384, don Juan I, rey de Aragón, mandó que se celebrase la fiesta de la Concepción Inmaculada en todas las provincias de España liberadas del yugo del islamismo. En el real decreto dice: «Así, Nos honramos con un corazón puro el misterio de la bienaventurada y feliz Concepción de la Santísima. Virgen, Madre de Dios; y Nos y todos los miembros de la real casa celebramos cada año la fiesta con toda solemnidad, del mismo modo que la han celebrado nuestros excelsas predecesores, quienes establecieron una Cofradía perpetua., Por ésta ordenamos que la fiesta de la Inmaculada Concepción se celebre todos los años perpetuamente con gran solemnidad y respeto en todos los Estados de nuestra obediencia.»

 El rey don Martín, hermano de don Juan I, impuso la pena de muerte a los que hablaran contra los créditos y pureza de la Concepción si no salen “en el término de diez días de la ciudad, villa o aldea en que pecaron, y en el de treinta días, a contar desde entonces, se marchen de nuestras tierras sin esperanza alguna de volver a ellas».

 Los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel eran cofrades de la Cofradia de la Purísima Concepción de la Preservada Virgen, y lo fueron igualmente su nieto Carlos I de España yV de Alemania y, entre otros reyes de España; Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Car1os IV y Fernando VII.

 Fueron tan grande la devoción y entusiasmo de los españoles por la Concepción Inmaculada de María Santísima, que se fundó en España la orden militar con el titulo de Milicia Cristiana de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Fué instituida esta Orden el año 1624. Sus fundamentos son el juramento de obediencia a la Santa Iglesia Romana para la exaltación de la fe contra los herejes y conquista de Tierra Santa. Llevaba por hábito una cruz azul del centro de ella salía unos rayos de oro, y sobre ellos la Virgen como nos la describe el Apocalipsis, vestida del sol y coronada de estrellas con la luna debajo, de sus pies.

 El rey Felipe II impuso ya como obligatorio a las Universidades españolas, por decreto de 24 de enero de 1604, que es la ley 17, título I, libro I de la Novísima Recopilación, el hacer voto de defender el misterio de la Concepción Inmaculada. El mismo voto o juramento hacían los demás estamentos, tanto civiles como militares, de España.

 El rey Carlos III, accediendo a los deseos manifestados por las Cortes; tomó como universalPatrona de toda la monarquía a la Santísima Virgen en su Inmaculada Concepción; A instancias de este monarca, el Papa Clemente XIII, por Breve de 8 de noviembre de 1760, confirma este Patronato de María en todos los dominios de España; manda que todo el clero, secular y regular, celebre la fiesta de la Inmaculada Concepción bajo el rito doble de primera clase y con octava y concede indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados a los fieles que, debidamente dispuestos, visiten aquel día cualquier templo dedicado a Dios en honor de su Santísima Madre.

 La Tradición 

 En las Navas de Tolosa, dice la tradición que el Arzobispo de Toledo intervino con sus soldados, luchando con valentía y denuedo, y que en el estandarte que llevaba aparecía la imagen de la Virgen en su Inmaculada Concepción. 

El vencedor de Granada, estando para dar el asalto a esta plaza, «mandó erigir un altar en medio del campamento dedicado a María en su Concepción. Antes de descargar el último golpe a los enemigos del nombre cristiano, hace voto de consagrar la Mezquita de la ciudad a María concebida sin mancha. Dase el asalto entre arroyos de sangre y entra después triunfador el rey don Fernando con su esposa, doña Isabel, a coger los laureles de la victoria». 

El 8 de diciembre de 1585 por aclamación fue nombrada la Inmaculada Concepción Patrona de todos los Tercios de Flandes e Italia, fundándose una Cofradía bajo el título de «Soldados de la Virgen, concebida sin mancha. Algo más tarde Alonso Vázquez estableció en su Legión la misma Cofradía en España. Desde entonces la Inmaculada Concepción es Patrona de la gloriosa Infantería española, pues es sabido que el nombre de Tercio se cambió por el de Regimientodespués del Tratado de Utrecht. 

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 Oración a la Inmaculada Concepción creada por D. Emilio Mora:

  Virgen de la Inmaculada, Patrona de la HNME,

bajo tu amorosa protección nos acogemos.
Mantén firme nuestra fe, esperanza e ideales.

Danos las fuerzas necesarias,
para defender hasta el último aliento
nuestra gloriosa historia, cultura y monarquía
y así como en la batalla de Empel cubriste con tu manto a nuestros Tercios,
y les mostraste la luz de la fe y de la verdad,
y el camino de la victoria,
muéstranos a nosotros el camino de los más altos ideales monárquicos.

Que el desaliento no llene nuestros corazones,
ni que las dificultades mermen nuestra determinación y
que tu constante ayuda y protección no nos falte nunca.

Se tú nuestra guía y nuestra Madre;
nuestra consejera y protectora,
guarda con amor de madre a España, a nuestros Reyes,
y nuestros hermanos para que con honor y el deber cumplido
al final de nuestros días, nos presentemos ante el Juez supremo y Rey eterno
con el corazón lleno de amor y con la certeza de que nuestra dedicación
a la causa monárquica es fruto de nuestro amor y lealtad, esperanza e ideales.

Ora pro nobis filios vestros ut digni efficiamur promissionibus
Christi Domini nostri Iesu Christi:
Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculorum. Amen.

 Emilio Mora Lorenzo y Beaumier
HNME-Madrid

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19 04, 2016

Garcilaso de la Vega. Poeta y militar del Siglo de Oro; por D. José M. Huidobro

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00martes, abril 19, 2016|

Artículo de fecha 04-03-2016 de D. José Manuel Huidobro  Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 55 libros y más de 700 artículos.

 Garcilaso de la Vega.

Poeta y militar del Siglo de Oro

 Apodado «Príncipe de los poetas». Fue un verdadero hombre renacentista, hombre de armas y a la vez literato; caballero heridos en mil batallas, pero con ánimo para rimar versos entre cada campaña militar. Este noble toledano defendió al Emperador en la guerra de las Comunidades (1520-1522), y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago por combatir en Rodas a los turcos. Al año siguiente. Fue regidor en Toledo y, en 1526, conocería a su musa: la portuguesa Isabel Freyre. 

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Perteneciente a una noble familia (hidalga) castellana, Garcilaso nació en Toledo, hacia 1501 y falleció en Niza en octubre de 1536. Fue el tercer hijo (segundo varón) de Garcilaso de la Vega*, señor de Arcos y comendador mayor de León en la Orden de Santiago, y de Sancha de Guzmán, señora de Batres y de Cuerva. Sus abuelos paternos: Pedro Suárez de Figueroa, hijo de Gómez  Suárez de Figueroa y Elvira Lasso de Mendoza, hermana del primer marqués de Santillana, y Blanca de Sotomayor. Su madre, Sancha de Guzmán, fue hija de Pedro de Guzmán, señor de Batres. Quedó huérfano de padre a la edad de 11 años y se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero Juan Boscán.

Aunque en la mayoría de los retratos a él atribuidos (como el mostrado), porta la cruz de Alcántara, El poeta Garcilaso de la Vega no vistió el hábito de dicha orden. Ello se debe, según el  Marqués de Laurencín, a una errónea atribución de su retrato, que en realidad corresponde a su sobrino, del mismo nombre.

Si encarnó el arquetipo de poeta-soldado no lo fue por propia voluntad sino por la fuerza de las circunstancias. Dentro de su armadura de maestre de campo y capitán él se describió como un “conducido mercenario” y sus versos están llenos del lamento de quien se sentía forzado a ser soldado.

Una primera circunstancia determinó su futuro: Nació segundón, en el seno de una familia de la mediana aristocracia castellana, y, al uso de la época, sus padres organizaron su destino orientándolo hacia el servicio del rey. Su vida parecía abocada a brillar en una corte refinada como correspondía a la época del esplendor renacentista; pero sobre su existencia gravitará determinantemente la personalidad militarista e itinerante de Carlos V, menos humanista que soldado, que arrastró la biografía de nuestro poeta por los campos de batalla, persiguiendo un sueño de imperio al que Garcilaso terminará sacrificando su vida.

Garcilaso de la Vega participó ya desde muy joven en las intrigas políticas de Castilla. En 1510 ingresó en la corte del emperador Carlos I y tomó parte en numerosas batallas militares y políticas. Participó en la expedición a Rodas (1522) junto con Boscán y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago**. Garcilaso fue armado caballero en Pamplona por el comendador de Monreal don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, y asignado como novicio al convento de Uclés.

 En 1525 el emperador le casó con doña Elena de Zúñiga, rica y noble dama de Leonor de Austria, hermana de Carlos I, a la que Garcilaso no amó nunca pero de la que tendrá tres hijos, y se establecieron en casa de su madre, doña Sancha, en Toledo, pues al poeta lo nombraron regidor de la ciudad. En 1526, el emperador se casa con Isabel de Portugal, y Garcilaso acude a la boda, donde conoce a la que será la reina de su corazón a partir de ese día: doña Isabel Freyre, dama de compañía de la nueva reina.

En 1530 Garcilaso se desplazó con Carlos I a Bolonia, donde éste fue coronado. Permaneció allí un año, hasta que, debido a una cuestión personal mantenida en secreto, fue desterrado a la isla de Schut, en el Danubio, y después a Nápoles, donde residió a partir de entonces. Herido de muerte en combate, durante el asalto de la fortaleza de Muy, en Provenza, Garcilaso fue trasladado a Niza, donde murió. Dos años más tarde fue trasladado y enterrado en Toledo.

Primera edición de las obras de Juan Boscán y Garcilaso

Primera edición de las obras de Juan Boscán y Garcilaso

Su escasa obra conservada, escrita entre 1526 y 1535, fue publicada póstumamente junto con la de Boscán, en Barcelona, bajo el título de Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543), libro que inauguró el Renacimiento literario en las letras hispánicas. Sin embargo, es probable que antes hubiera escrito poesía de corte tradicional, y que fuese ya un poeta conocido.

Garcilaso se sumó rápidamente a la propuesta de su amigo Juan Boscán de adaptar el endecasílabo italiano a la métrica castellana, tarea que llevó a cabo con mejores resultados, puesto que adoptó un castellano más apto para la acentuación italiana y la expresión de los nuevos contenidos poéticos, de tono neoplatónico, propios de la poética italiana renacentista.

Muchas de sus composiciones reflejan la pasión de Garcilaso por la dama portuguesa Isabel Freyre, a quien el poeta conoció en la corte en 1526 y cuya muerte, en 1533, le afectó profundamente. Los 40 sonetos y las 3 églogas que escribió se mueven dentro del dilema entre la pasión y la razón que caracteriza la poesía petrarquista y en ellos el autor recurre, como el mismo Petrarca, al paisaje natural como correlato de sus sentimientos, mientras que las imágenes de que se sirve y el tipo de léxico empleado dejan traslucir la influencia de Ausias March. Escribió también cinco canciones, dos elegías, una elegía a Boscán y tres odas latinas, inspiradas en la poesía horaciana y virgiliana.

 Para saber más: http://www.garcilaso.org/

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* En su época, nombres y apellidos se cambiaban a voluntad; no había una norma establecida. Su padre, que se llamó Pedro Suárez de Figueroa, decidió en cierto momento cambiar su nombre por el de “Garcilaso de la Vega”, que ya habían llevado algunos ilustres antepasados.

 ** La Orden de Santiago era una de las cuatro órdenes militares españolas de la Edad Media. Fue creada, durante el reinado de Alfonso VIII de Castilla, por Pedro Fernández, que sería su primer gran maestre, y un grupo de caballeros castellano-leoneses. Su finalidad era luchar contra los musulmanes defendiendo los límites fronterizos, acudiendo a luchar allí donde fuese necesario si eran reclamados por el Rey. Fundaron dos conventos base, el de Uclés para el reino castellano y el de San Marcos de León para el leonés. Más tarde levantarían un tercero en Palmela, en el frente portugués.

 La Orden de Santiago aceptaba en sus filas clérigos y seglares. Los primeros se regían por la regla agustina y los segundos debían recibir votos de obediencia, pobreza y castidad. Más tarde se aceptó la entrada de caballeros casados, que sustituían el voto de castidad por el de fidelidad conyugal. Estos caballeros ingresaban con sus mujeres, que podían alojarse en conventos gestionados por religiosas, miembros también de la orden con idéntica profesión de votos, aunque sin obligaciones guerreras.

 

 Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro

 http://hidalgosenlahistoria.blogspot.com.es/

18 04, 2016

VIDA Y OBRA DE DON FRANCISCO FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE; artículo de El Dr. Vizconde de Ayala C. de la Real Academia de la Historia

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00lunes, abril 18, 2016|

Armas del Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

Armas del Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

Artículo del  Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

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VIDA Y OBRA DE DON FRANCISCO FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT

EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE

      Al cumplirse el primer centenario de la muerte de don Francisco Fernández de Bethencourt (1851-1916), numerario de la Real Academia de la Historia, a quien sin exageración calificamos del primero y más ilustre de los genealogistas españoles de los siglos XIX y XX, tal y como, doscientos años antes, lo fue en el suyo don Luis de Salazar y Castro, hemos querido traer a las páginas de los Cuadernos de Ayala las que hace un siglo publicó la Revista de Historia y Genealogía Española, insertando los textos de los académicos don Joaquín Argamasilla de la Cerda -otro excelente nobiliarista-; don Juan Pérez de Guzmán y Gallo; el Conde de Doña Marina; mi tío don Jerónimo López de Ayala Álvarez de Toledo y del Hierro, Conde de Cedillo; el Marqués de Rafal; y don Santiago Otero Enríquez.

   Creemos cumplir así con el obligado deber de gratitud a la grata memoria de quien tanto debemos todos cuantos, después de él, nos hemos dedicado a los estudios sobre la Nobleza española, y sobre la Genealogía en general.

El Dr. Vizconde de Ayala

C. de la Real Academia de la Historia

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FERNÁNDEZ DE BÉTHENCOURT

Don Francisco Fernández de Bethencourt ha terminado su existencia corporal en este mundo, del que todos somos huéspedes fugaces, para comenzar a vivir la verdadera, única y eterna vida. Razones hay para creer firmemente que, por la misericordia de Dios, la fe que en Él puso y las virtudes que practicó, su patria actual será la de los escogidos junto a Cristo Nuestro Señor y Padre.

Nosotros, los que fuimos sus amigos y deudores de tanta gratitud, no podemos sobreponernos, sin embargo, a la debilidad de la Naturaleza, que clama y llora al sentirse herida por el desgarramiento de la muerte que en incesante acarreo nos separa de los seres queridos. Llenos, pues, de dolor escribimos estos renglones, con los que en vano intentaríamos diseñar en las páginas de nuestra revista, tan amada por él, y que en él reconoce a su principal propulsor y maestro, la figura amable y meritísima de tan docto historiógrafo e intachable caballero. Otras plumas con mayor autoridad y menores trabas de cariño que puedan embarazar la acción de una crítica reposada habrán de hacer justicia su trabajo perseverante de tantos años, durante los cuales exploró con raro acierto y minuciosidad la biografía y la genealogía española, frondosas ramas de la Historia, siendo el verdadero restaurador de una escuela que, con fugaces y escasas excepciones, carecía de maestro desde la ya lejana muerte del portentoso don Luis de Salazar y Castro.

Lo que no podemos dejar de ponderar aquí es la admirable correspondencia, la no como una armonía que resplandece o, no sólo en su obra literaria y científica, sino en su vida particular y relaciones sociales. Todo en él fue noble, levantado y español; las materias objeto de sus estudios, sus ideas políticas y religiosas, hasta el estilo peculiar de su pluma, tan pulcra, castiza y señoril, pero no exenta de vehemencias y galas, que envolvía en emocionante fuerza oratoria la serenidad clásica del periodo.

No era menos conforme a este carácter caballeroso y digno de su palabra el trato afable, complaciente y correctísimo que sostenía con cuantos a él se acercaba. Muchos fueron los que, pertenecientes a las altas clases de la sociedad, le buscaron en demanda de luces, conocimientos y consejos en las materias de su mayor competencia; pero con el mismo interés y amabilidad atendió siempre a las personas más humildes y desvalidas, demostrando con ello lo hidalgo de su espíritu.

Fue otra de sus cualidades, confirmatoria de esta misma nobleza de su alma, la independencia y energía con que fustigó los defectos y desviaciones actuales de las clases nobiliarias y la santa libertad con que habló repetidas veces delante de los Príncipes, no el lenguaje cortesano y servil, sino el verídico y justiciero, lleno de patriotismo y de amor hacia las grandes instituciones de nuestra Historia; que no era capaz él, monárquico y aristócrata de corazón, de formular las lisonjas y adulaciones que tantos demócratas prodigan.

Pocos llegaron con más méritos a ocupar los puestos académicos que él ocupó. Ninguno fue mejor amigo de sus amigos. Nadie en mayor grado que el señor Fernández de Bethencourt ajustó su vida a los principios que profesa. ¿Cabe para un escritor y un caballero mayor honra? El poder, los honores y las riquezas, con no ser cosas despreciables, poco significan al lado de este juicio veraz que con nosotros han formulado ya cuantos tuvieron la suerte de conocerle. Su ejemplo no se borrará de nuestra memoria. Que Dios quiera sepamos imitarlo.

Joaquín Argamasilla de la Cerda

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La pérdida del ilustre escritor académico Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de Bethencourt afecta dolorosamente a cuantos nos consagramos al ramo de la Historia patria, que constituye la ciencia del Blasón y encierra el archivo de toda nuestra Genealogía Histórica. Cuantos de esta especialidad de la Historia escribimos, cuantos nos hemos formado en su estudio y cultivo, le considerábamos como nuestro maestro; y en realidad, merecía tal nombre el que, limpiando la Genealogía de la Heráldica de las sofisticaciones en que traían tan remota herencia, que parecía casi imposible desterrarlas, elevando la crítica a las más puras cimas de la verdad y de la realidad, proclamando por base regeneradora de tan difíciles estudios la fe y la testificación exclusiva del documento, ha impreso nuestro país un rumbo nuevo estos estudios y hecho más firmes los fundamentos en que se asienta. Por esto su pérdida se hace más sensible y abarca el dolor que produce no sólo a los que con él estábamos en la intimidad de antiguas y amistosas relaciones, sino cuantos se interesan por el útil progreso de lo que en la ciencia histórica la Genealogía y la Heráldica representan.

El Boletín de la Real Academia de la Historia, al dar cuenta, en su número del mes corriente de abril, del fallecimiento de su digno miembro y censor el señor Fernández de Béthencourt, aunque limitándose a reseñar lo que puede llamarse su mera biografía académica, nos suministra datos interesantes de su laboriosa vida. Nacido en Arrecife de Lanzarote (Canarias) el 27 de julio de 1851, en su propio país natal hizo sus primeros estudios y despertó sus primeras inclinaciones hacia la ciencia que había de ser la gloriosa ocupación intelectual de toda su vida. Allí publicó sus primeros ensayos, en que desplegó todas sus facultades de investigador y toda su seguridad en la crítica, al dar a la estampa su Nobiliario blasón de Canarias, que puede decir se completó después con su Diccionario histórico, biográfico, genealógico y heráldico de la misma provincia, en cuyas obras, con el homenaje de amor tributado a la tierra que le dio vida, descolló ya la superioridad que presentía en el género de literatura a que se consagraba. Joven, muy joven era cuando por estas obras daba su nombre a conocer en el mundo de las letras y a recomendarse a la estimación distinguida con que las islas afortunadas le declararon siempre hijo de predilección; pero aún en edad tan juvenil, y sin otros títulos que aquellos dos meritorios ensayos, ya recibió las primera recompensas que más podían halagarle, pues en Madrid, en la capital de la Monarquía, resonando el mérito de aquellas dos obras, ya fueron base para que en abril de 1879 la Real Academia de la historia, a propuesta de los señores don Pedro Sabau, don Vicente de Lafuente y don Juan Facundo Riaño, le propusieran para Correspondiente, siendo elegido, en efecto, el día 12 de dicho mes.

Este título de honor equivalía un verdadero llamamiento, al que Fernández de Bethencourt no tardó en responder con su presencia en Madrid. En el Nobiliario y Blasón de Canarias se había ocupado desde 1878 hasta 1887; pero desde su llegada a esta capital en 1880 comenzó a publicar otro Anuario de la Nobleza de España, del que en diez años, hasta 1890, publicó once tomos, y aunque con esta publicación prestó un gran servicio a las elevadas clases que en la descripción de sus familias comprendía y a la intimidad de las relaciones sociales que este género de publicaciones facilita, la dilatación que ya hubo de practicar en sus estudios para purificar y condensar las noticias que el Anuario demandaba, abriole ampliamente el campo para empresa de otra magnitud que, aunque hubiese estado halagada en su mente de mucho tiempo atrás, era difícil acometerla hasta tomarla bien el pulso en el yunque de sus investigaciones.

El material que los escritores heráldicos nos dejaron acumulado desde los siglos medios, más que en las obras que tenemos impresas en el sin número de repletos archivos que existen en la biblioteca de la Casa Real, en la Nacional, en la Academia de la Historia, en los archivos particulares de los Grandes de España y Títulos de Castilla, en los de los reyes de armas, en los de las Órdenes Militares y en los de todos los Cuerpos e Instituciones de vario carácter, donde toda clase de aspirantes, hasta el segundo tercio del siglo antecedente, tenían necesidad de hacer pruebas documentadas de nobleza; es tan inmenso, que miedo debía infundir el intentar manejarlo sin haber verificado en ellos inteligentes tanteos, y sin haber trazado un método eficaz para la investigación y una suma bien coordinada de reglas para su crítica. inútil era apelar a las enseñanzas que nos dejaran los pocos que, como Salazar de Castro, pudo los trabajos que desempeñó iniciar un sistema que tantos aplausos ha merecido y tanta autoridad ha dado sus obras y a su nombre. El mismo Salazar y Castro no había tenido que difundir su atención a la innumerable multitud de fondos, antes ocultos, que las desamortizaciones del siglo pasado en la Iglesia, en las Casas tituladas, en los institutos militares, en los institutos jurídicos, y en otras mil dependencias, han hecho salir al palenque de la exploración y del estudio. El de la ciencia de la Genealogía y de la Heráldica se abrió a un nuevo mundo, y en el obscuro océano que para llegar a él estos hechos ofrecían, era en el que tenía que dirigir sus naves el que, como Fernández de Béthencourt, se propusiera plantar en su costa arenosa la cruz y la enseña de la regeneración.

Esta cruz y esta enseña Fernández de Béthencourt, en efecto, las enarboló audaz y gloriosamente en 1897 al dar a luz el primer volumen de su Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española. Su mera Introducción revela cuán sólidamente había dispuesto su mente para la alta labor a que se lanzaba, y cuán acertadamente, haciendo la crítica profunda de sus antecesores, desde Fernán Pérez de Guzmán, Señor de Batres, en sus Generaciones y Semblanzas, en el siglo XV, hasta los regeneradores del siglo XVI, Pedro Jerónimo de Aponte, fray Prudencio de Sandoval, Pedro Salazar de Mendoza, Gonzalo Argote de Molina, Jerónimo de Zurita y Esteban de Garibay, dilatándose después en la memoria de Alonso López de Haro, don José Pellicer de Osau y el ya citado don Luis de Salazar y Castro; entraba en un orden más compacto de regularización en el conocimiento y en la apreciación de las cosas, de modo que, haciendo pasar su crítica por un más estrecho tamiz que todos los citados, la Historia pareciese más esclarecida, la documentación más selecta, y la individualización de los personajes y la generación de las descendencias, más correctas y más ilustradas, a fin de que ningún título de verdadero honor pasase desapercibido o indenominado.

Como era natural, todo el primer volumen de la Historia genealógica y heráldica lo ocupo nuestra Casa Real en su origen y prerrogativas, en todos los grados de sus agrupaciones y bifurcaciones, y en todos los rangos de sus jerarquías sucesivas, y ya esta parte de la obra quedó bajo su pluma, a pesar de su extraordinaria complejidad en tan definitiva resolución, que en lo sucesivo ningún problema que se plantee en cualquiera de sus infinitos términos, dejará de encontrar en su texto la luz clara, meridiana, que lo aclare y lo resuelva; es decir, el tomo I de la Historia genealógica y heráldica, de Fernández de Bethencourt, se constituye en el archivo abierto pero definitivo, para toda consulta y para toda sentencia en cuanto atañe a la materia de que trata.

El mismo criterio puso en los ocho siguientes, únicos a que la vida y el sano vigor de su salud pudieron dar cima; porque, evidentemente, una obra de este género no da una vida entera fuerza bastante para superar la toda. Bien quisiéramos poder resumir el contenido de cada uno de los ocho tomos publicados; pero se necesitaría de un espacio muchísimo mayor que el que pueden prestar los límites de una revista.

La Época, en su número del día 3 de abril, resumía así, en breves palabras, el acertado concepto de lo que la Historia genealógica y heráldica de Fernández de Bethencourt, representa y es en realidad: Es una obra verdaderamente monumental, de alta importancia histórica, indispensable para la consulta de cuanto se dediquen a estudios de esta naturaleza. A nosotros nos parece más; nos parece, en lo que abarca, una obra definitiva, por la cual el nombre de Fernández de Béthencourt quedará a la posteridad, al menos, con el mismo realce y con la misma autoridad del de Zurita y del de Salazar y Castro, a los que, si no supera, iguala.

Juan Pérez de Guzmán

de la Real Academia de la Historia

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Cristianamente, como había vivido; dando testimonio de su arraigada fe y de su completo abandono a la voluntad divina; dejando en esta vida buenos ejemplos de Honor de buena fama, se ha separado física y temporalmente de nosotros el que fue y seguirá siendo nuestro maestro los estudios de investigación genealógica, el cumplido caballero don Francisco Fernández de Bethencourt.

Dios nuestro señor, que no deja sin premio la más insignificante de las acciones, y aún de los íntimos movimientos del alma, inspirados en su mayor gloria, habrá recompensado aquella laboriosa vida ya que el trabajo incesante por mantener el fuego de la tradición entre las personas que más han menester de ella. Béthencourt confesó a Cristo, y Cristo Nuestro Señor le habrá confesado él. Nunca le faltarán las oraciones de los que le amábamos…

Tuve el gusto de conocerle a poco de venir de su querida Canarias, que justifica de hoy más su título de Afortunadas, pues fortuna, y no pequeña, es ser madre de hijos insignes. Traía recomendaciones para persona tan de mi familia como el Marqués de Heredia (q.D.h.), y pronto la comunidad de nuestras aficiones nos hizo contraer amistad que no ha roto la muerte. Fui de los primeros en llamar la pública atención sobre su labor meritísima, y en la Revista Contemporánea del ya lejano 30 de enero de 1884, y en la Revista de Archivos de veinte años después, consignados están mis modestos juicios. Comparéle con nuestro incomparable don Luis Salazar y Castro y con el Padre Anselmo. no he de regatearle hoy tales elogios. Lo que importa es que los que nos honramos con el título de sus discípulos, los que recibieron de su bondad y de su ciencia consejos y estímulos, no dejemos de cultivar el fértil campo en el que tan rica y abundante cosecha recogió, mucha de ella aún en los trojes, mi bondadoso amigo el doctor académico don Francisco Fernández de Bethencourt (q.s.g.h.).

El Conde de Doña-Marina

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En la primera junta de la Academia de la Historia, habida después del fallecimiento del señor Fernández de Béthencourt, nos lo dijo el respetable padre Fita, director de la Academia, loando en breve y sentido discurso necrológico al ilustre muerto. Y las dos afirmaciones capitales del discurso venían a ser estas:

–  Con la muerte de Bethencourt, la Historia de España y las Letras españolas están de luto.

– Piadosamente pensando, Bethencourt ya goza de Dios, ya ya en la altura no dejará de rogar por el desenvolvimiento de los estudios históricos, para el tan queridos.

De acuerdo yo con ambas proposiciones, hago votos porque, en conformidad con lo que en la segunda se contiene, de entre los que en la nueva orientación dada por Bethencourt a nuestra Historia genealógica se inspiraron, salga el continuador de su gran obra, surja luego el tercer Salazar y Castro español.

El Conde de Cedillo,

de la Real Academia de la Historia

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Los ideales del señor Fernández de Bethencourt

No han faltado nuestra Patria desde los primeros años del siglo XVIII, que vio extinguirse con el gran Salazar y Castro al maestro y restaurador de la ciencia genealógica, varones doctos o de votos, más o menos afortunados de esa interesante rama de la Historia que escudriña los orígenes y vicisitudes de las familias que al través del tiempo han dejado rastro en ella, merced a los hechos de sus más esclarecidos hijos. Ninguno, sin embargo, hasta nuestros días, ha podido creerse con méritos bastantes para ser de justicia tenido como digno continuador de aquel insigne maestro como el señor Bethencourt y así lo ha proclamado a una la crítica docta desde la aparición de los primeros volúmenes de su monumental Historia genealógica y heráldica de la Casa Real y Grandes de España, y así lo reconoció la Academia al abrirle sus puertas precisamente a título de benemérito restaurador de los estudios genealógicos en nuestra Patria.

Inapreciable ha sido, en efecto, el caudal que aportará su obra a la Historia con las múltiples y concienzudos investigaciones sobre las familias que en el transcurso del tiempo han formado el patriciado español; pero con ser tan meritoria esa labor que hoy se ve por desgracia interrumpida, aún debemos lamentar más con su pérdida los que comulgamos en los que fueron sus más caros ideales, la del paladín esforzado y mantenedor perenne de cuanto ha sido la tradición gloriosa y savia fecunda de nuestra incomparable secular Historia.

Los tiempos son de lucha (decía en uno de sus discursos leídos ante la Academia), en que tienen el primer puesto, no los que se divierten, sino los que piensan, los que saben, los que estudian, los que trabajan; no los frívolos ni los inconscientes, sino los cultos y los fuertes, a los cuales está cometida la defensa de las sociedades amenazadas; y en otra ocasión análoga daba testimonio de su acendrado amor patrio al hacer observar a su auditorio que el estudio profundo de nuestra Historia ha avivado, engrandecido y purificado nuestro patriotismo y que mientras más se penetra en las profundidades de nuestro ayer… Mientras más se alcanza el conocimiento de la raza, de una raza que ha sabido tejer la urdimbre maravillosa de nuestro extraordinario pasado, mientras más convivimos con las generaciones que fueron, más españoles somos.

De su amor a la institución monárquica si no fueron pruebas suficientes todos sus libros consagrados a hacer resplandecer las glorias de aquellas familias deudoras por sus heroicos hechos que la Monarquía al otorgar las títulos y honores les diera vida secular, bastarían los varoniles apóstrofes que brotaran de su pluma ya ante el triste espectáculo de un vecino Trono derruido, o ante el melancólico vagar de una realeza desterrada, o cuando hacía resaltar como un legítimo triunfo de su caro ideal los no amortiguados destellos de gloria y prestigio que, pese a la demagogia, que a la sazón imperaba en Francia, aún hacía en ella que la pública atención contemplará con complaciente orgullo y veneración el desfile de los grandes nombres de sus viejas razas al acudir estas a formar el señoril cortejo que había de acompañar a sus proscritos Soberanos en actos solemnes de su vida, cual lo hacía observar ante la esplendorosa ceremonia de la boda del Duque de Orleáns, augusto representante de la Monarquía Cristianísima, verificada en nuestros días con igual pompa, majestad y prestigio don que hubiera podido celebrarse bajo los dorados artesonados de Versalles en pleno apogeo de la Monarquía.

Varón como el señor Béthencourt que a tan alto grado amaba su Patria, a la Monarquía y a cuanto hizo grande nuestra histórica personalidad como nación, no podía por menos de ser un fervoroso creyente que no contento con practicar en el recinto privado de su vida las enseñanzas y mandamientos que la divina ley de Dios impone, y rendir fervoroso culto a las dos grandes y españolísimas devociones de la vieja tierra hispana: la Eucaristía (que me consta visitaba diariamente) y la Santísima Virgen, no dejaba pasar la solemnes ocasiones que le ofreciera su cargo de académico de la Historia y de la Lengua para testimoniar su fe y arraigadas convicciones.

El Dios de los españoles, decía al contestar el discurso de recepción del señor Novo y Colson, todavía no ha sido echado de esta tierra querida, como pretenden otras partes una demagogia estúpida y salvaje, cuando se jacta de querer apagar las luces de lo alto, y si lo echaran de la tierra no le echarían de los cielos, de nuestro cielo azul incomparable, donde parece estar más particularmente reinante.

Y cuando tuvo el señalado honor de recibir el nombre de la Academia de la Historia a nuestro actual y dignísimo Prelado, nombrado académico de la misma, dirigiéndose a él y entre los murmullos de simpática aprobación de la mayoría del selecto público que asistiera, pronunció con la viril entonación quedaba sus discursos, esta hermosísima profesión de fe: en casi todos los miembros de esta Academia encontraréis reunidas con lazos misteriosos y sólidos, la ciencia del sabio y la fe del carbonero. Sólo yo no puedo ostentar más que la última, la fe del campesino bretón que proclamaba ante el París moderno el gran Pasteur, la fe bendita que heredé de mis padres y en la que, gracias a Dios, he de morir.

Tales son los ejemplos de firmeza de convicciones que nos legal señor Fernández de Béthencourt, junto con el caudal de ciencia genealógica que en su benedictina labor de treinta años, aportara como fruto de sus pacientes investigaciones en los archivos en busca siempre de nuevos y desconocidos datos familiares; de esa rama de la Historia que, pese a la envidia y al despecho de la ignorancia, siempre ocupara el digno lugar que merece; pues su prestigio va unido al de aquellos a que se refería el eximio pensador y gran Pontífice León XIII cuando decía que sean las que fueren las vicisitudes de los tiempos un hombre ilustre jamás dejará de tener una grande eficacia para que el que sepa dignamente llevar; palabras, por cierto, citadas con frecuencia por nuestro llorado amigo.

El Marqués de Rafal,

Correspondiente de la Real Academia de la historia

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Su vida y sus obras

El domingo, 2 de abril, falleció en esta corte nuestro querido amigo don Francisco Fernández de Béthencourt, después de sufrir con resignación cristiana un año de terrible enfermedad, sin que su fuerte naturaleza pudiese vencerla. La primera y terrible manifestación de ella fue el fuerte ataque de hemiplejia que sufrió el domingo 21 de febrero del pasado año en la Real Academia de la Historia, al contestar al discurso de recepción del nuevo académico el general don Francisco Martín Arrúe, que también, para desgracia de las armas y las letras españolas, falleció pocos meses después. Tras un año de grandes alternativas y de crueles sufrimientos, un nuevo ataque que le dio a principios de marzo no lo ha podido resistir y le ha conducido al sepulcro en pocos días.

Nació don Francisco Fernández de Béthencourt en el puerto de Arrecife de Lanzarote (Canarias) el 27 de julio de 1851. Pertenecía por su cuna a una de las familias más ilustres de las islas Afortunadas, descendiente de aquel noble Maciot de Béthencourt, que se tituló Rey y Señor de las islas de Canarias, casado con la Princesa Teguisa de Lanzarote, hija del Rey Guardarfía, y él sobrino primo del célebre Juan de Béthencourt, Señor de Béthencourt y de San Vicente de Rouvray, Barón de Saint-Martin-le-Gaillard, chambelán del Rey de Francia Carlos VIII, conquistador, Señor y Rey feudatario de las islas Canarias, de que hizo homenaje al Rey Don Enrique III de Castilla. Dotado de un talento clarísimo, de una inteligencia privilegiada y de una memoria portentosa, desde los primeros años de su niñez sobresalió entre sus condiscípulos, dedicándose por inclinación decidida e irresistible vocación a los estudios históricos, en los que tan alto había de colocar su nombre. Comenzó sus estudios para dedicarse a la Iglesia en el seminario de Las Palmas; más tarde en La Laguna, en esa ciudad histórica, y llena, a través de los siglos, de los recuerdos de la Tenerife legendaria y española. Viviendo allí constantemente en el recuerdo de los que fueron, estudiando en las aulas con profesores como Vargas, Fernández de Brito, Rodríguez de los Ríos, Febles y Álvarez Pinto; compañero inseparable de las obras de Viera y de don Juan Nuño de la Peña, cronista de Castilla, que tuvieron verdadero influjo en los derroteros de su vida, principalmente el segundo, que fue quien lo inició en los estudios histórico-genealógicos, pasó los años de su niñez y los albores de su juventud. En La Laguna hizo Béthencourt sus primeras armas en los combates del espíritu. Muestras de su precoz ingenio fueron multitud de artículos y poesías esparcidos en periódicos canarios. Sus poesías tenían un sabor patriótico, una noble sencillez y una sinceridad, unida a la galanura en el decir y a la fluidez de su rica rima, que si sus decididas irresistibles aficiones a los estudios históricos no le hubieran apartado de ellas, hubiera dado días de gloria al Parnaso español.

Mas pronto sus estudios toman otros derroteros y comienzan esa obra inmensa que ocupa toda su vida y que había de darle imperecedera gloria, llevando su nombre a la altura de los grandes genealogistas de los siglos XVI y XVII. No cumplidos todavía los veinticinco años, publicó el primer tomo de su Nobiliario y Blasón de Canarias, Diccionario histórico biográfico genealógico y heráldico de la misma provincia, que en sus siete tomos comprende toda la historia de su Patria, y es un canto en loor de aquellos héroes que con la espada, con la pluma y en los Concejos de los Ayuntamientos, ponen toda su valía, todo su entusiasmo por el engrandecimiento de su nobilísima tierra, que más tarde, en una solemnidad académica, llamó Béthencourt, publicando su amor y su recuerdo: aquella tierra mía encantada y lejana, mitad rosas, mitad jardines, a ratos desierto, a ratos Paraíso. La publicación de su primera obra, que se terminó el año 1879, le reveló a los ojos de los amantes de nuestro glorioso pasado y de nuestras tradiciones seculares como el digno continuador de aquel coloso de la genealogía del siglo XVII y XVIII, don Luis de Salazar y Castro, superior a los más grandes genealogistas de Europa, D’Hozier, Imhof, Sousa Faria, el Padre Anselmo, cuyas obras no morirán jamás, y que son la historia viviente de un pasado más risueño. La obra de Béthencourt toda se inspira en su glorioso predecesor, y desde sus principios en la depuración más completa de la verdad, despreciando todo lo que no se prueba documentalmente, todo lo que no se encuentra fundamentado en autores de reconocida seriedad; y así sus fuentes principales son Salazar y Castro, el noble Argote de Molina, Garibay, Zurita, Ambrosio de Morales, Salazar de Mendoza; todos los grandes historiadores de nuestras glorias y de nuestro pasado durante los siglos XVI y XVII.

A poco traslado sea Madrid, y empezó a publicar el año 1880 sus Anales de la Nobleza Española, que fueron recibidos con entusiasmo, pues venían a llenar una verdadera necesidad histórica, ya que aquí nuestra Nobleza, de historia tan brillante y antigua, cual ninguna otra de Europa, y cuyos hechos formaban la historia de nuestra grandeza, no tenía, desde los lejanos días que murió Salazar y Castro, un historiador que, con completa imparcialidad, libre de prejuicios y exento de adulación, narrase sus hechos y escribiese sus hazañas, procurando hacer luz en aquel caos informe de mentiras, patrañas y hechos fabulosos, en mescolanza informe, con noticias ciertas y hechos comprobados, producto de genealogistas asalariados, sin cultura científica alguna, aduladores y predicadores de todo género de vanidades que habían conducido los estudios genealógicos a su más completo descrédito. Si se exceptúa la obra de don Augusto de Burgos, Blasón de España, escrita muy a la ligera, con errores de bulto, es cierto, pero hecha con alteza de miras y con seriedad, no había producido todo el siglo XIX obra alguna genealógica que verdaderamente mereciesen el nombre de tal. Cuando Francia contaba con genealogistas como La Chesnaye de Bois, continuador del Padre Anselmo; con Borel d’Auterive, que funda el Anuario de la Nobleza de Francia; Italia, con Crollalanza, que en su Diccionario de las familias italianas, eleva un monumento a la Nobleza de aquella nación; e Inglaterra, Alemania y hasta los Estados Unidos, de formación como nación tan reciente, daban a los estudios genealógicos y heráldicos la importancia que tienen como fuente auxiliar y principalísima de la Historia; España se conforma con su Nobiliario de Piferrer y con el Diccionario de Vilar y Pascual, cuya exactitud histórica todos conocemos, en los que, cualquier familia, que ni siquiera sus antepasados estuvieran contenidos en los padrones de hidalguía de sus lugares, figura emparentada con la Nobleza más alta de España, ¡con ascendientes que se remontan a los primeros años de la Reconquista, siempre descendientes de compañeros de Pelayo, cuando no de algún Cónsul romano o un descendiente de Túbal!.

La aparición de los Anuarios de Bethencourt, en los que en forma compendiada y clara iba historiando las primeras Casas de nuestra Nobleza, en sus tres clases: Grandeza de España, Títulos del Reino y Nobleza no Titulada, dando como cierto lo que estaba positivamente comprobado por documentos fehacientes o fundamentado en autores de toda seriedad y probidad histórica, rechazando aquellas noticias que no tuvieren una fuente verdad de origen, cerrando totalmente sus columnas a la vanidad nobiliaria de los advenedizos, produjo verdadero entusiasmo entre los amantes y aficionados a este género de estudios, y cada año era recibido el Anuario con favor más creciente, viéndose desde el primero de ellos que su autor era el digno continuador de Salazar y Castro, y que se separaba por completo de la turbamulta de genealogistas de oficio que durante tantos años habían enmarañado y desacreditado la Genealogía y la Heráldica española.

Once tomos comprende la primera serie de los Anales de la Nobleza, desde el año 1880 a 1890, y en ellos asombra la labor que representa de estudio, de trabajo y de erudición, fruto casi todo de investigación propia en los archivos públicos y en los riquísimos de nuestras primeras Casas de la Grandeza, y conteniendo infinidad de datos preciosos y de noticias inéditas que hacen sean de continua consulta para todos los que se dedican a este género de estudios. Su valor histórico no desmerece en nada porque algunas personas, deseando toda costa figurar al lado de las familias de rancio abolengo nobiliario y sin tener timbres algunos para ello, abusando de la inexperiencia del autor y de sus pocos años, lograsen sorprender su buena fe y figurar en donde por ninguna causa les correspondía, pero este pequeñísimo defecto está compensado largamente con el valor histórico inapreciable de toda la obra.

Otra labor de más empuje: labor colosal para la que era necesario las condiciones de talento, laboriosidad y erudición y el profundo amor que a los estudios históricos y genealógicos profesaba nuestro llorado amigo, absorbió todo su tiempo y le hizo suspender la publicación de los Anuarios, con harto sentimiento de sus numerosos lectores en España y en el extranjero, donde ya su nombre era conocido y estimado en lo que merecía por sus valiosos trabajos, que tanto habían elevado los estudios genealógicos. La obra que Salazar y Castro no se había atrevido a hacer, una historia general de la Nobleza española, asustado por el trabajo y el esfuerzo que suponía, a pesar de tener a su completa disposición, como cronista general del Reino y de las tres Órdenes Militares, los archivos riquísimos suyos y los de las grandes Casas de nuestra Nobleza, todavía no desperdigados muchos de ellos y dados al viento por la ruina que la bárbara desvinculación había llevado a muchas de ellas, lo que hace mucho más difícil la investigación, la emprendió Béthencourt con toda la energía de su carácter y la fe de sus convicciones, amparado de sus vastísimos conocimientos, y después de concienzuda preparación durante muchos años dedicados todos al estudio profundo de nuestra Historia nobiliaria y a la más depurada investigación documental. La Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española, Casa Real y Grandes de España, empezada a publicar el año 1897, es un verdadero monumento histórico y literario levantado en loor de nuestra Aristocracia de Sangre. En sus nueve grandes tomos publicados se encierra completísima la historia genealógica, heráldica y biográfica de las grandes Casas de Acuña, Téllez Girón, Aragón, Cardona, Borja, Pacheco, La Cerda y Fernández de Córdoba, y admira al portentoso trabajo de erudición, de conocimiento de la Historia general, de investigación propia que representa, y es verdaderamente portentoso que un hombre sólo haya podido realizar semejante esfuerzo sin ayudarlo. Desgraciadamente, la muerte ha venido a cortar la continuación de obra tan vasta, que ha de quedar incompleta, pues no hay en España, hoy día, quien tenga condiciones para terminarla. La muerte ha sorprendido a Béthencourt cuando ya tenía terminado y casi impreso el tomo X de su obra, que historiaba la Casa de la Cueva, y muy adelantado el que había de narrarnos los hechos de los Enríquez, Almirantes de Castilla, Condes de Melgar, Duques de Medina de Rioseco.

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La publicación del primer tomo de su magna obra le abrió las puertas de la Real Academia de la Historia como académico de número en la vacante de don Vicente Barrantes, siendo propuesto el 18 de noviembre de 1898 por don Antonio Rodríguez Villa, don José María Asensio y don Joaquín Maldonado Macanaz; pero entonces no obtuvo la plaza, que fue concedida al Marqués de Monsalud. Dos años después, a la muerte del académico don Celestino Pujol y Camps y del electo para sucederle, el Marqués de Hoyos, fue propuesto de nuevo, en 25 de mayo de 1900, por don Antonio Sánchez Moguel, el Marqués de Laurencín, don Antonio Rodríguez Villa y don Juan Catalina García, verificándose su elección el 1 de junio, tomando posesión de su silla el 29 del mismo mes y año, leyendo un hermoso y erudito discurso, La Genealogía y la Heráldica en la Historia, que fue contestado en nombre de la Corporación por el Marqués de Laurencín.

Al mismo tiempo que la Academia de la Historia de abrió sus puertas como académico de número, los Centros y Corporaciones de provincias y extranjeros se honraban poniendo su nombre al frente de ellos, y así era nombrado académico correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, de la Academia General de Ciencias, Bellas Letras y nobles artes de Córdoba, miembro honorario de la Academia Imperial y Real Adler de Viena, y de la Real Academia Heráldica de Pisa, presidente de honor del Collegio Araldico de Roma y presidente de honor y delegado general del Consejo Heráldico de Francia.

Era Gentilhombre de Cámara con ejercicio de S.M. el Rey desde el 13 de enero de 1895, y estaba en posesión de las grandes cruces de la Concepción de Villaviciosa de Portugal y de la Orden de San Olaw, de Noruega.

El año 1903 publicó un tomo de poesías, discursos y artículos, titulado Para cuatro amigos, en el que recopiló varios trabajos de los primeros años de su juventud; su primer artículo periodístico en La Lealtad, de Santa Cruz de Tenerife, y su primer discurso, pronunciado en la Sociedad Instructiva de La Laguna, cuando no contaba aun veinte años, y en los que palpita el más puro patriotismo y el más acendrado amor a su Dios, a su Patria y a su Rey. Unidos a estos primeros trabajos literarios de Fernández de Béthencourt, figuran una porción de artículos desperdigados aquí allá en periódicos y revistas, llenos de erudición y de cultura histórica, entre los que descuellan los que publicó en La Época con motivo del casamiento del Infante Don Carlos con la malograda Princesa de Asturias Doña Mercedes, rompiendo curiosas lanzas en defensa de este matrimonio; los que escribió por el matrimonio de Don Carlos de Borbón con Doña Berta de Rohan, y otros muchos más, que hacen del libro una verdadera joya histórica y literaria, a más de su extraordinaria amenidad.

El año de 1908, a ruego de los muchísimos que deseaban la continuación de sus Anuarios y que habían sentido verdaderamente su desaparición, empezó la publicación de la segunda serie, de los que iban ya dados a luz cuatro tomos, que comprendían desde el año 1908 a 1914, dándoles forma distinta los primitivos, depurando con cuidado exquisito todas las noticias que contienen, siendo como una ampliación de su Historia genealógica, dando lugar en ellos a nuevas familias que, perteneciendo la más linajuda Nobleza, no habían de tener cabida en aquellas o habían de tenerla muy tarde.

Su última obra fue el primer tomo de sus obras completas, Príncipes y Caballeros, publicada el año 1913, recopilación de 50 trabajos suyos, muchos inéditos, de asuntos históricos, genealógicos o heráldicos.

Ocho discursos leyó en la Real Academia de la Historia, que están impresos en sus Colecciones; el suyo de recepción, otro que hizo el 9 de mayo de 1905 para conmemorar el tercer centenario del Quijote, y seis de contestación en las recepciones de los académicos señores Novo y Colson, Duque de T’Serclaes, Marqués de Polavieja, Marqués de Villaurrutia, Obispo de Madrid-Alcalá y General Martín Arrúe, en cuya recepción, verificada el día 21 de febrero del año pasado al leer su discurso de contestación, no pudo terminarlo por caer herido por un fuerte ataque de hemiplejia que un año después le ha conducido al sepulcro.

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El año 1903 publicó un folleto, La Corona y la Nobleza de España, en forma de exposición a Su Majestad, abogando por la necesidad de una legislación nobiliaria, acometida seriamente, que desterrase los abusos imperantes y defendiendo los intereses de toda su vida.

Las obras de Béthencourt, además de su mérito intrínseco, encierran el no menor de ser verdaderas obras literarias, escritas en un castellano limpio y correcto, que hace pierdan toda la aridez que suponen las extensas genealogías y que se lean con verdadero deleite. Sus escritos literarios le llevaron a la Real Academia Española de la Lengua, siendo elegido académico de número el 27 de noviembre de 1913, habiendo tomado posesión de su silla el 10 de mayo de 1914 leyendo su hermoso discurso Las Letras y los Grandes, canto en loor de la cultura y del amor a los estudios literarios de los representantes de la primera dignidad nobiliaria de la Nación; discurso que fue contestado por el señor Cotarelo.

El acendrado amor que tenía la Nobleza, no le impidió conocer los defectos que, como todo lo humano, tiene, y fustigar con noble y digna sinceridad todo lo que consideraba digno de censura. No fue un apologista de la Nobleza, sino un historiador, y donde encontró motivos para censurar, lo hizo sin detenerle mal entendidas consideraciones que han sido, en no pequeña parte, mucha causa de lo desacreditados que estaban los estudios genealógicos en España, pues los que en los últimos tiempos se dedicaban a ello, no lo hacían por el noble empeño de depurar la verdad histórica y de relatar los verdaderos orígenes de las Casas nobles, sino más bien por idea de lucro, falseando la Historia, acogiendo todo género de patrañas para halagar la vanidad de los advenedizos.

Una de las cualidades más admirables en Bethencourt era su prodigiosa actividad y su fuerza de voluntad para el trabajo; todos los días invariablemente, trabajaba siete horas: desde las ocho de la mañana a las doce, y de las cinco de la tarde a las ocho de la noche. En su tranquila casa del Paseo de la Castellana, donde ha acabado sus días, pasaba la mayor parte del día, al cuidado de un fiel servidor, rodeado de recuerdos íntimos y de sus amados libros, poseyendo una selectísima biblioteca de obras históricas y genealógicas, la primera que de estas últimas había seguramente en España, ocupado en sus múltiples trabajos históricos, continuando sus obras, escribiendo informes para la Real Academia de la Historia, de cuya docta Corporación ejerció durante varios años el cargo de Censor, contestando amablemente, de palabra o por escrito, a cuantas consultas le dirigían los muchos aficionados que, merced a sus trabajos, existen de los estudios genealógicos, cuyo florecimiento y resurgimiento en España a él se debe, o los informes que le pedían las muchas Corporaciones extranjeras a que pertenecía.

A pesar de ser un trabajador infatigable, todavía le restaba tiempo para frecuentar la sociedad más elevada, a lo que era muy aficionado, disputándose las principales Casas en tenerle como contertulio o sentarle a su mesa, pues unía a un agradabilísimo trato social, su erudición extraordinaria, una memoria prodigiosa, que le hacía recordar con todo género de detalles, hechos, personas, sucedidos, anécdotas que hacían su conversación amenísima y fuente siempre de enseñanza. Fue gran amigo de la Duquesa Ángela de Medinaceli, más tarde Duquesa de Denia, a cuyas reuniones jamás faltaba. Gran amigo también de la Marquesa de Squilache, fue uno de sus contertulios habituales, así como de la Marquesa de Bolaños, que le profesaba gran afecto y cuya muerte, ocurrida pocos días antes de su fallecimiento hubo que ocultarle por temor a la impresión que pudiera producirle.

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Estuvo afiliado al Partido Conservador, y si los primeros años de su juventud tuvo algún entusiasmo por la política, sus aficiones, su carácter estaban en contraposición con las condiciones que se necesitan para hacer carrera en ella. Fue Diputado provincial por Santa Cruz de Tenerife, Diputado a Cortes y Senador, también por sus amadas islas, pero estos cargos se debieron más a requerimientos cariñosos de la amistad que ha verdadero deseo de ostentar la representación parlamentaria por su parte.

Su muerte, sentidísima por todos sus innumerables amigos, ha sido una pérdida irreparable para los que nos considerábamos como sus discípulos por la comunidad de aficiones, y por dedicar también parte de nuestra actividad al cultivo de los estudios genealógicos de los que él era maestro indiscutible. A sus exhortaciones, a sus deseos se debió principalmente la fundación de esta Revista; él nos animó con sus consejos y nos ayudó con sus trabajos, y continuamente elogiaba nuestros modestos artículos, recomendándosela constantemente a sus relaciones y procurando con todos sus esfuerzos que prosperase y tuviese vida. Mientras su salud fue perfecta, colaboró con asiduidad en ella, en su Revista como cariñosamente la llamaba, animándonos con su ejemplo a proseguir una obra que él consideraba utilísima para el cultivo de nuestra Historia nobiliaria.

¡Que Dios haya acogido en su seno a nuestro querido y llorado amigo, cuyo recuerdo no se borrará jamás de los que nos consideramos sus discípulos!

Santiago Otero Enríquez

18 04, 2016

El Burgo de Osma (SORIA) acogerá la II recreación sobre los Comuneros de Castilla

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00lunes, abril 18, 2016|

 D. Francisco García, nos remite este interesante artículo sobre programación de actos en el Burgo de Osma (Soria), sede del Obispado Osma-Soria.

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CONMEMORACIÓN

El Burgo de Osma (SORIA)  acogerá la II recreación sobre los Comuneros de Castilla

Javier Solé
17/04/2016

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La asociación la Santa Compaña, de El Burgo de Osma, celebrará los días 14 y 15 de mayo la segunda edición de su evento de recreación sobre los Comuneros de Castilla.

La agrupación burgense apuesta nuevamente por este medio para «reivindicar y poner en valor la historia de esta tierra, en el que el entorno es un personaje más de la teatralización», según aseguró su presidente, Armando García.

 Una segunda edición en la que abundan las novedades, tanto por el cambio de fecha, anteriormente el evento se celebraba en marzo, como por las actividades a realizar. Se ha ampliado el programa de actos a dos días completos que incluirá la recreación de tres batallas entre las tropas imperiales y los sublevados comuneros. Además, como ya ocurriera en la pasada edición, el evento estará arropado por la instalación de un mercado de época en la plaza de la Catedral, que reunirá a medio centenar de artesanos.

La programación arrancará el sábado a las 11.30 horas con la apertura del mercado y la proclamación del alzamiento comunero. Durante el evento se integrará la tradicional procesión de San Isidro, que irá acompañada por la guardia comunera y campesinos castellanos. Será a mediodía cuando los ejércitos imperiales traten de asaltar la villa episcopal y se enfrenten a la resistencia comunera que se hará fuerte en el puente viejo de la localidad.

Llegada la tarde, la apertura del mercado estará seguida por la participación de los más pequeños en los talleres y actividades infantiles que se organizarán para ellos. A las 19.30 horas, se recreará una encamisada, un ataque de tipo guerrilla muy utilizado en la época, sobre el campamento de asedio imperial que se instalará frente a las murallas del Burgo. «Nuestra intención siempre es que haya una parte didáctica, no solamente es recrear soldados, damos mucha importancia a la parte civil. Cuidamos el vestuario y tratamos de seguir un guión histórico, aunque nos aprovechemos de las lagunas para dar cabida a nuestra teatralización», explicó García.

La jornada del domingo tendrá como primeros actos un pasacalles con animación musical. Estará seguido por actividades infantiles que tendrán como escenario la plaza de la Catedral. A las 13.30 horas, las tropas sublevadas establecerán su última resistencia contra el ejército de Carlos I. «Preferimos no desvelar el final», bromeó el presidente de la asociación. 

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Desde la Santa Compaña quisieron agradecer el apoyo del Ayuntamiento de El Burgo, la Diputación y al Servicio Territorial de Educación de la Junta «por su implicación en que esta actividad pueda tener una continuidad y consolidarse como el principal evento de recreación comunera con que cuenta la provincia de Soria», significaron desde el colectivo burgense.
Participación vecinal.

El presidente de la Santa Compaña explicó que el objetivo fundamental es conseguir «la mayor implicación de los vecinos que sea posible». Si bien en otras ocasiones los esfuerzos de la asociación han ido encaminados a buscar la participación de agrupaciones foráneas, este año quieren que la inmensa mayoría de las personas que formen parte de los actos sean vecinos de El Burgo.

Para ello «se ha hecho una apuesta crucial por la adquisición de material de calidad que permita caracterizar correctamente a ambos ejércitos, así como personajes civiles y eclesiásticos», señaló García. La asociación burgense quiere convocar en las próximas semanas a los vecinos para que se enrolen en las filas Imperiales o se unan a la revuelta comunera.

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17 04, 2016

LOS SEÑORÍOS DE TEJADA Y VALDEOSERA, MÁS ALLÁ DE LA LEYENDA (II); por Antonio de Castro García de Tejada

Por |2020-11-13T03:39:46+01:00domingo, abril 17, 2016|

Publicamos con mucho gusto, esta segunda entrega, que contiene como primicia, documentos inéditos y desconocidos sobre el señorío de Tejada y sus siete solares, que nos remite como autor del mismo, D. Antonio de Castro y García de Tejada, sobre el «Los Señoríos de Tejada y Valdeosera».

LOS SEÑORÍOS DE TEJADA Y VALDEOSERA, MÁS ALLÁ DE LA LEYENDA (II)

 por Antonio de Castro García de Tejada

Señor del Solar de Tejada

Interpretación de las armas del señorío de Tejada

Interpretación de las armas del señorío de Tejada

Dice un proverbio chino,Corrige a un sabio y lo harás más sabio. Corrige a un necio y lo convertirás en tu enemigo.

(Cita del autor)

Conocer el origen y evolución de los señoríos de Tejada y Valdeosera no se encuentra al alcance de cualquier aficionado a la nobiliaria que en ocasiones, todo lo banaliza. La Historia es otra cosa. Cuando acreditados especialistas como los profesores Juan Carlos Galende y José María de Francisco han dado por auténticos unos documentos hay que considerar que lo son. Estos dos distinguidos especialistas, concluyeron en un detallado estudio1 realizado sobre el mismo que …” la Carta de Privilegio y Confirmación, con el añadido de la última hoja con la lista de confirmantes salió de la Cancillería de los Reyes Católicos en julio de 1491, y es un documento auténtico en su formalidad y realización…” más claro no se puede decir.  Es auténtico y realizado en la propia cancillería. En el orden legal no tiene discusión alguna.  Que el privilegio se encuentre rodeado de sospechosos misterios no significa que sea falso, como algún aficionado al estudio de los señoríos pretende.

Dibujo de un tejo

Dibujo de un tejo

Como mencioné en el artículo anterior, en algunos aspectos, la historia del señorío de Tejada  se encuentra hoy sin escribir2. Para acercarnos a conocer el verdadero origen del señorío de Tejada es fundamental situarse a cierta distancia de los privilegios que fabuladamente señalan su origen y  como en tantos otros procesos históricos, liberarnos de posturas preconcebidas que aun sin querer, nos conducen fácilmente a criterios subjetivos de valoración3. El utilizar hechos fabulosos y legendarios para adornar la historia y el origen de familias y linajes era algo común en la época. Tejada y Valdeosera resultan conspicuos representante de este proceder. Tal circunstancia  ha impedido durante siglos acercarnos a conocer el verdadero origen de estos señoríos. La falta de conocimientos de muchos de los que se han acercado a  su historia ha generado una equivocada interpretación de las fuentes. Últimamente, con la aparición de nueva documentación sobre el señorío de Tejada4 se abren caminos ciertos para acercarnos a conocer su génesis y evolución.  Para interpretar estas fuentes es indispensable tener los mayores conocimientos sobre la organización espacial, política, administrativa y económica de la Edad Media, que resulta una de las épocas más compleja e inestable de la historia de España, en la que muchos de los conceptos y términos necesarios para comprender la época tenían un significado diferente y a veces indefinido y otras solapado según se refiriesen a diferentes ámbitos. Un ejemplo claro es el término solar5, que significaba en lo gentilicio casa de señor que tiene vasallos solariegos poblados en su territorio pero, también, los terrenos que pertenecían al término de la misma casa; o  descendiendo al plano particular, designaba al solar individualmente considerado, tenido y comúnmente reputado por noble desde tiempo inmemorial. Como también se encontraba entre sus significados la división espacial donde  se podía construir una casa en un término concejil

[generalmente propiedad de los hidalgos diviseros].  Lo mismo sucede con el término divisa6 que es claramente polisémico pues no sólo era todo aquello que se podía compartir o dividir y que en el orden gentilicio acreditaba una ascendencia común, sino también el derecho de poder ejercer un poder político de índole señorial sobre las heredades. Pudiéndose también encontrar este término aplicado al derecho que tenían los vecinos de aprovechar los montes comunales. No olvidemos el término villa7, que se aplicaba no sólo a una organización territorial constituida en un concejo con una parroquia sino también a los términos que conformaban una unidad productiva. Los lazos clientelares, conocimientos sobre tierra y sociedad en Castilla, organización espacial,  formas sociales y del poder en la Edad Media y, en el caso que nos ocupa, el complejísimo y hasta hace poco tiempo, desconocido mundo de los señoríos de behetría y lo colectivo, son materias que se deben aplicar al estudio de estos dos señoríos sino se quiere investigar con ligereza o confundirse a la hora de interpretar las fuentes de su historia.

Ministerio de Cultura. Gobierno de EspañaArchivo de la Real Chancillería de Valladolid

Ministerio de Cultura. Gobierno de EspañaArchivo de la Real Chancillería de Valladolid

Don Luis Pinillos y Lafuente, en su libro Valdeosera el Solar de las Trece Divisas8, una obra que debe  ser revisada en la mayoría de sus propuestas y afirmaciones,  vuelca  los comentarios que don Ernesto Reinares Martínez realiza sobre el señorío de Velandia9, y haciéndolos suyos copia a la letra…” Ninguno de los documentos que pasan por fundamentales para conocer su origen [el del señorío de Tejada] hacen mención de un cuerpo extraño, que en plena reacción señorial del siglo XVII, viene a perturbar la Casa solariega y a dividir su coto redondo”, que cambió su nombre por el de señorío de Velandia por deseo de … “ don Iñigo de Velandia Arce y Arellano, marqués de Tejada de San Llorente” , “Señalemos por ahora que su acceso a Tejada se verifica sin derecho por linaje…”,  prosigue Pinillos aportando pruebas para intentar acreditar que la separación de la parte que privatizó Alonso de Arellano, a quien según estos autores, no asistía derecho alguno sobre el solar y el señorío, era prueba irrefutable de la inexistencia del solar de Tejada. Recuerda entonces el señor  Pinillos la existencia de Sancho de Librán del que menciona era consuegro del señor de los Cameros y se pregunta ¿Qué hace viviendo en la casa de Tejada [Sancho de Librán], ¿Acaso pertenece Tejada al señorío de Cameros que ostenta dicho conde? Tanto el señor Reinares como el señor Pinillos desconocían que Sancho de Librán fue hijo y heredero de Martín Sanz o Sánchez Peón…”Sepades que Alonso de Vergara, veçino desta dicha çibdad, por sý e en nonbre de Teresa López, su muger legítima, nos fiso relaçión por su petiçión, que ante nos en el nuestro Consejo fue presentada, disyendo que Martín Sánchez Peón, vecino de la villa de Sant Román, que es del conde de Aguylar, fallesçió desta presente vida, e Juan Librán e Sancho Librán, sus hijos e hermanos de la dicha Teresa López,muger del dicho Alonso de Vergara, se apoderaron en todos los bienes muebles e raýzes que quedaron de Martín Sánchez Peón que perteneçían a la dicha Teresa López como hija del dicho Martín Sánchez Peón10.”También que Martín Sanz Peón,acreditado por testigos…” siendo ya viejo y viudo, vecino de San Román y señor de San Llorente, que haría cincuenta años que falleció, “que Martín Sanz tenía el sobrenombre de Peón, por una gentileza que había hecho en una guerra en Navarra, e que él oyó decir que el dicho Martín Sanz e su padre eran descendientes de la casas e solares de Tejada e Valdeosera que eran en aquella tierra e tenían parte en las devisas de Valdeosera e tenido parte de Tejada.”11 Estos datos, sacados de dos documentos que tanto los señores Reinares como Pinillos no conocían, demuestra  primero, que Arellano, al que señalan como usurpador no lo fue. Segundo, que cuando Arellano privatiza judicialmente cuatro de los siete solares de los que se componía Tejada a finales del siglo XV, lo hacía sobre unos bienes heredados por su mujer. Tercero, todos los testigos que deponen en el pleito de hidalguía mencionan los solares de Tejada y Valdeosera como solares de hidalgos. Lo que acredita que estos dos solares eran diferentes y que lo único que los relacionaba era el estar en aquel tiempo bajo el señorío de un mismo grupo de nobles. De este documento se desprenden muchos e interesantes datos que convendrá utilizar cuando convenga. Pero sobre todo demuestra que el señor Pinillos no conocía estos documentos y que al no conocerlos se equivoca  en sus conclusiones cuando interpreta las fuentes.

Ministerio de Cultura. Gobierno de EspañaArchivo de la Real Chancillería de Valladolid

Ministerio de Cultura. Gobierno de EspañaArchivo de la Real Chancillería de Valladolid

Insiste el señor Pinillos en que Tejada…” no hubiera podido dividirse o segregarse de haber sido solar”. Parece que el señor Pinillos desconoce también la polisemia y la indefinición que sufrió el término solar en la Edad Media… “el primer problema con el que nos encontramos al abordar este tema, [la hidalguía de solar conocido] radica en la ausencia de una definición jurídica del solar, ausencia que fue denunciada por nuestros tratadistas, tanto en relación con el derecho castellano, como con el derecho común.12También parece desconocer que Velandia o Belandia, no se separó del término de Tejada13 hasta que no fueron promulgadas las leyes desvinculadoras. Belandia fue, durante siglos, sólo el nombre con el que se conocía a esa parte de Tejada que quedó en poder de los herederos de Martín Sanz Peón y aunque el señor Pinillos se afana en intentar demostrar que Tejada era un término sin calidad ni prestigio alguno y aporta indicios que quiere convertir en pruebas. La documentación histórica nos ofrece en cambio pruebas de lo contario pues la posesión de derechos señoriales sobre el solar de Tejada, y San Llorente, derechos heredados por Iñigo de Belandia de Martín Sanz Peón, justificaron junto con su carrera militar, la concesión del título de Castilla14.Lo que demuestra algo que el señor Pinillos parece nunca contemplar y es lo  fundamental que es a la hora de valorar correctamente las fuentes, apreciar la indefinición que cualquier dato puede sufrir en función de donde proceda y para qué pretenda ser utilizado. Así como la importancia de contrastar los mismos y sus contrarios para de esa manera ajustar la realidad.

La privatización de cuatro de los siete solares que conformaban el solar de Tejada, es una circunstancia que parece significar un casus belli para el señor Pinillos, que utiliza este aspecto para negar la calidad noble del solar de Tejada. E intenta negarla básicamente, porque parece no conocer la habitual solapación de derechos que en la Edad Media afectaba a heredades y señoríos. Así como que resultó  práctica habitual que los diviseros reorganizaran y agruparan sus heredades cuando se veían afectadas por la acción de un poder superior, fuera o no ajeno al mismo.15

El señorío sobre el término de Tejada lo ejercían colectivamente los miembros de un grupo familiar de hidalgos. El término estaba compuesto por siete solares. Cada solar tenía un dueño y a cada solar correspondían unas heredades –no todas eran iguales-. Todos los señores y herederos de cada solar, por ser propietarios, les correspondía el derecho de divisa, en este caso entendido como la capacidad de aprovechar comúnmente los montes comunales del término. Como todos los solares particulares eran propiedad de hidalgos, todo el término amplio era considerado solar de hidalgos. Por esta razón y por ser de propiedad  particular los solares que componían el término señorial, Sancho de Librán [varonía Sanz/Sánchez Peón] pudo vincular las propiedades recibidas -más las adquiridas por compra a sus parientes- y privatizarlas. Tales propiedades, aunque privatizadas, siguieron formando parte del mismo término o solar en sentido amplio, como tengo probado y se desprende de la atenta lectura del Catastro del Marqués de la Ensenada [Vid.cit.13].

Otra prueba que demuestra la contumacia en equivocarse, el desconocimiento de muchas materias y la utilización sesgada de las que conoce, lo tenemos cuando obvia un dato que se encuentra al alcance de todos y es como hubo una época en la que algunos caballeros tuvieron derechos en ambos señoríos y otros sólo en uno. Sirva como ejemplo el ya nombrado Martín Sanz Peón que a finales del siglo XV tenía derechos sobre ambos solares. Mientras que un siglo después los miembros de la poderosa familia de los Cabazón Dicastillo, con amplia y conocida descendencia en Cabezón, Logroño y Albelda  sólo poseyeron derechos sobre el solar de Valdeosera lo que demuestra, de nuevo, la independencia de ambos términos.

Vuelve el señor Pinillos a ofrecer un dato inconsistente al señalar que el fiscal de la Real Chancillería de Valladolid se opuso a una Demanda de un tal  Pedro Martínez de Tejada vecino de Laguna, que decía descender de Tejada, resultando según el fiscal que…“la casa de Tejada que no era solariega sino de Pecheros llanos.” El colmo del desconocimiento de la materia que trata o del uso torticero de las fuentes es, en primer lugar, el no conocer que entre las obligaciones de los fiscales de la real Chancillería  se encontraba el oponerse de oficio en los pleitos de hidalguía. Negando las calidades de las personas y solares de su procedencia. La razón por la que este  individuo, junto con su hijo, no lograron la declaración de hidalguía no fue por que quedase probada la afirmación del fiscal sino porque no demostraron estar asentados convenientemente en los libros del solar. En el orden del método historiográfico apuntar la cita de una ejecutoria de hidalguía custodiada en la Real Chancillería de Valladolid, registrando sólo una fecha y obviando la signatura que facilite su valoración define el modus operandi de quien de esa manera se conduce.

Nuevamente aporta el señor Pinillos datos que nada significan y que pretende utilizar como prueba de sus equivocadas conclusiones. Me refiero al hecho de estar ciertos caballeros de Tejada empadronados como pecheros en alguna población comarcana, queriendo demostrar señalando esa circunstancia, que Tejada no era una casa solar de nobles e hijosdalgo. Cualquiera que se haya acercado a estudiar los procesos de hidalguía habrá encontrado ejecutorias en las que los postulantes o sus padres ganaron las hidalguías tras años o generaciones  de haber estado empadronados como pecheros16.

Posteriormente  el señor Pinillos subraya y afirma con sorpresa, que los caballeros del solar de Tejada no eran dueños ni diviseros del término, por cuanto el alcalde comisionado por la Real Chancillería de Valladolid señaló no encontrar libro en el que se acreditaran las divisas de la casa. Nada de extraño tiene este particular pues cuando el alcalde visitó Tejada, el señorío  ya estaba compuesto por un único solar17.

Al respecto del particular y para acreditar todo lo expuesto vuelco ahora una sentencia dictada por la justicia real, hasta ahora desconocida e inédita, que desmorona  y tira por los suelos todo lo que desde hace años  viene argumentando el señor Pinillos sobre el señorío del solar de Tejada… “A veinte y dos de mayo año de mil cuatrocientos y setenta y ocho años, en las casas de Diego de Castro, que se encontraban en la posada del señor Corregidor Álvarez de Villaseñor, corregidor en la ciudad de Logroño se dictó sentencia por la que la justicia real declaraba encontrarse el término de Tejada dividido en siete solares propiedad de sus señores y diviseros. En la misma sentencia se ordenaba…”Otrosí para recostar en tal costumbre inmemorial de los dichos señores devisores de la dicha Tejada y alguno de ellos que no puedan vender ni trocar ni hacer donación ni dar en ninguna manera traspasar ni enajenar cosa de lo que así tuviere en la dicha Tejada y sus términos a ninguna persona de ninguna ley, estado ni condición, ninguna que sea salvo al natural o naturales o señor o señores de la dicha Tejada18.”En la mencionada sentencia queda visto como…” de inmemorial tiempo el dicho lugar y solar de Tejada y términos y montes y dehesas y ejidos y pagos y heredades y casas de los dichos Diego Sánchez y Juan González de Tejada y Sancho Sánchez de Tejada, vecino de Jalón, y Diego Martínez, vecino de Pinillos, y Sancho Sánchez de Tejada, vecino de Cabezón, y Diego Sánchez de Tejada, vecino de Rabanera, y Sancho Sánchez y Pedro Sánchez, vecinos de Velilla e Íñigo González, vecino de Valdeosera y de otros señores (…) naturales de la dicha Tejada y no de otros muchos [es decir, y no de otros] de tanto tiempo a esta parte que no es memoria de hombres en contrario, los señores de la dicha Tejada y visto como se halla de inmemorial tiempo a esta parte en la dicha Tejada haber siete solares y no más ni menos y estos dichos solares iguales en el gozar de los términos y montes y pastos y tajos [derechos de divisa] y así mismo para pacer algunas costas y misiones cuando el caso lo requiere los dichos siete solares por ninguno el uno como el otro que son iguales en gozar y contribuir entonces / tiene en los términos y montes de Tejada que es cuanto a las heredades de pan llevar y herranes y huertos cada uno de los siete solares tienen como (…) suyo y de aquello goza cada solar según tiene la heredad así tienen la renta un solar más que otro porque tiene más heredad y piezas uno solo que otros Item se halla que en la dehesa, boyada y ejido y pagos de la dicha Tejada no han de pacer los dichos señores ni alguno de ellos salvo los caseros que viven en el dicho lugar de Tejada o los renteros sino al tiempo de las mieses caídas cuando  cada uno de los dichos señores pueda comer y gozar con sus puercos la dicha miés y entrar el solar por la dicha dehesa y ejido y pagos guardando los panes…”.Apreciese que este documento se encuentra fechado en el año 1478, tres años antes de que los Reyes Católicos concedieran a Valdeosera su carta de seguro para proteger a sus diviseros del conde de Aguilar.

Tejada nevada

Tejada nevada

El lugar de Tejada se encontraba ya habitado en el siglo XI19. En los siglos XIV y XV era un término compuesto por siete solares [en uno de esos siete solares se  erguiría las casa solar de Tejada] a cada solar le correspondía unas heredades que al tiempo eran iguales en gozar de la divisa, entendido aquí el término divisa como el espacio común que gozaban mancomunadamente los propietarios de los solares. También existía una dehesa y ejido de aprovechamiento principal de los renteros en los que llegada la temporada de la derrota de mieses podía ser aprovechada también por los señores.

De este mismo proceso se desprende también la existencia del solar de Tejada entendido aquí solar como origen de un linaje, Diego Sánchez y Juan Sánchez de Tejada, vecinos de la ciudad de Calahorra, Por sí y en nombre del común del resto de los señores de Tejada…”sabed que nosotros tenemos en Tejada que es en el Camero Viejo nuestro solar y términos y montes y somos señores de él ciertos parientes nuestros y otros hidalgos naturales de la dicha Tejada….” La importancia de este proceso y de la sentencia señalada es trascendental para desbaratar las propuestas últimamente publicadas por el señor Pinillos, sobre ser Tejada un término  dependiente de Valdeosera. Este proceso demuestra que el libro que escribió con casi el único objetivo de desacreditar a Tejada es un tremendo engendro. Utilizando las palabras que el dedicó al solar  de Tejada, podemos ahora afirmar que su libro y sus tesis no son más que un intento de trasmitir unos criterios que no son más que una superchería inconsistente, sin valor alguno para alumbrar la historia de ambos señoríos.

Últimamente, en la revista número 65 de Cuadernos de Ayala de nuevo, el señor Pinillos, hace gala de utilizar sólo argumentos sustentados más que por sus personalísimos conocimientos {sic}, que ya han quedado convenientemente contrastados. Entre las muchas dudas  que le siguen persiguiendo y que él presenta como pruebas irrefutables de los que pretende acreditar. Manifiesta el señor Pinillos que el señorío de Valdeosera nunca fue un señorío de behetría por cuanto los diviseros de Valdeosera no “argumentan ser behetría para defenderse del de Arellano”. No aporta  ningún otro elemento de juicio. Por tal acreditado motivo niega tal calidad jurídica al señorío en la época medieval.

Don Pedro Luis Beltrán  Onofre, señor de Valdeosera y durante años encargado de su archivo, realizó un trabajo metódico y   ocupó setenta y una página de la primera parte de su libro20 en señalar los aspectos de toda índole que caracterizaron a Valdeosera como un señorío con behetría que evolucionó desde el siglos XV y XVI hacia formas de solariego colectivo. Sobre este particular abundaré en los argumentos esgrimidos por el señor Beltrán Onofre y aportaré además el motivo por el que considero que quizá Tejada pero seguro Valdeosera fue un señorío con behetría y las razones por las cuales se vieron obligados a modificar tal condición. Pero esto lo dejaré para la próxima entrega.

Tejada y Valdeosera, en su casi o milenaria, acreditada existencia, sufrieron infinidad de visicitudes. Tuvieron que evolucionar. Cambiar de estatus en más de una ocasión.  Sufrir intentos de imposición jurisdiccional y apropiación por compras en contra de  fueros y ordenanzas consuetudinarios. Pleitear por sus derechos. Ganar a veces y, perder otras.  Establecer acuerdos con los concejos limítrofes. Sufrir enfrentamientos y discordias entre los propios diviseros. Realizar señalamiento de derechos señoriales. Fijar diviseros y dejar una pléyade de naturales sin derechos. Recibieron mujeres y por línea de mujer y tuvieron que dejar de hacerlo para preservar la hidalguía de la casa. Padecer el declive señorial y la recuperación institucional hasta conseguir, en el caso de Tejada, el reconocimiento contemporáneo y oficial de la corona y los poderes públicos cuando años después estos mismos poderes públicos negaban a Valdeosera lo que a Tejada confirmaban. Tejada además, clavó una pica en Flandes cuando de nuevo recibió mujeres en una España caracterizada por un acreditado machismo. En fin, esa es la compleja historia  que pretendo acercarme a conocer y esa es la verdadera historia que debe ser investigada. La fábula sobre el origen de Tejada y Valdeosera forma parte de una hermosa leyenda que debe ser recordada para preservar la tradición y trasmitirla a las generaciones venideras. En los Cameros, Tejada y Valdeosera, esas dos ancianas  señoras que presumen de viejas, lo merecen.

 

1 HIDALGUÍA,Ediciones Hidalguía,año LX,nº,356,pp19-39.

2 Don PEDRO LUISBELTRÁN ONOFRE, ha sido el autor de una original y documentada monografía sobre las divisas y diviseros de Valdeosera. Vid. Devisas y deviseros del solar y villa de Valdeosera,Ediciones Hidalguía, Madrid 2012, pp13-430.

3SALVADOR MOXÓ, LOS SEÑORÍOS: cuestiones metodológicas…. P,272.

4  El señor de Tejada, don Romualdo Sáenz Matienzo, tuvo la amabilidad de enviarme desde Argentina un interesantísimo proceso judicial, transcrito parcialmente por el historiador y paleógrafo,  también señor de Tejada, don Fernando Hidalgo Lerdo de Tejada, para que realizase una valoración e interpretación de la fuente. Junto con la documentación encontrada y estudiada por el autor de este artículo se ha podido avanzar notablemente en el conocimiento del origen y evolución del señorío.

 5 JUAN GUTIERREZ: Practicarum quaestionum civilium, super quinque prioribus libris primae partis legum Novae Collectionis Regiae Hispaniae, colonia,  Perachon & cramer, 1730, libro iii, quaestio Xvi, núms. 30 y  31, nt.16, Vid.JULIO GARCÍA GABILÁN SANGIL,La hidalguía del solar conocido: normas jurídicas y doctrina,pp,334 y siguientes.

6 IÑAKI MARTÍN VISO, Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la península ibérica, siglos VI al XIII. Ediciones Universidad de Salmanca,p194.

7 Op.cit.p,197.

8 LUIS PINILLOS LA FUENTE, Valdeosera,el solar de las trece divisas.Logroño,2008.Obra que contiene tal cantidad de datos equívocos y sesgados que termina resultando una obra inconsistente.

9 ERNESTO REINARES MARTÍNEZ, El Marquesado de Tejada de San Llorente y los Velandia, I.E.R.:Berceo, nº 140, año 2001.

10 Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150002,283. Documento encontrado por el autor de este artículo que realizó el estudio paleográfico dirigido por doña María Teresa Díez Martín. Licenciada en Geografía e Historia, investigadora, documentalista y paleógrafa profesional.

11 ANTONIO DE CASTRO GARCÍA DE TEJADA, El señorío del Solar de Tejada, nueva documentación para alumbrar su historia.Boletín A.R.G.H., ISSN-e 1889-3503, Nº. 7, 2015, págs. 189-198. Vid.Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.  REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 962,26 1559. Ejecutoria también encontrada y estudiada por quien escribe este artículo e inédita hasta su transcripción.

12 Julio García-Gabilán San Gil. La Hidalguía de Solar Conocido. Uned. Revista de Derecho Uned,núm.11,p,334. 2012.

13 Catastro del Marqués de la Ensenada. Villas de Tejada y Belandia.Respuetas Generales,nº.9.

14CONSEJOS,4453,A.1682,Exp.76.Vid.A.H.N.Signatura:OMSAN_JUAN_DE_JERUSALEN,Exp.23646).

15 CARLOS ESTEPA DÍEZ-CRISTINA JULAR PÉREZ ALFARO, Las behetrías castellanas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,P,41.

16 Por poner sólo un ejemplo de los muchos catalogados, Juan García de Bañuelos, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, SALA DE HIJOSDALGO,CAJA 371,8

17 Sobre la división del señorío e integración en uno sólo de los tres restantes, tras la particularización realizada por el matrimonio Arellano-Librán ver: Fernández de Tejada y Lerdo de Tejada, Martín, caballero de Santiago, Archivo Histórico Nacional, Consejo de Ordenes. Exp. Orden de Santiago, nº. 3028, Fol, 63. (Este dato me lo proporcionó don José María San Martín Pérez, Señor de la villa de Tejada e investigador riojano).

18 PL CIVILES,MORENO (OLV),CAJA 634,1, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid

19 www.docelinajes.org/2016/04/los-senorios-de-tejada-y-valdeosera. En el artículo anterior señalaba como el origen del término de Tejada era incierto y apunté la ocupación del mismo por un grupo de caballeros emparentados en algún momento de inestabiliadad, pues la apropiación de tierras vacantes, villas, aldeas, lugares y solares por miembros de la nobleza fue habitual desde la Edad Media. No obstante el tamaño del mismo, parecido al de los términos colindantes de Cabezón y Pinillos y la mención que se hace de Tejada como lugar habitado ya en el siglo XI,Vid. JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ, Laguna de Cameros y Santo Domingo de Silos. I.E.R. 2006, apunta a que Tejada pudo ser también, como Valdeosera, una antigua behetría que se despobló o la despoblaron sus señores, por intereses que en otro momento trataremos.

20 PEDRO LUIS BELTRÁN ONOFRE, Op.cit.pp,31-107.

Nota: El blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, simplemente publica el artículo, no haciéndose responsable del contenido ni de las opiniones vertidas por los autores de los artículos, delegando cualquier responsabilidad en éstos.

15 04, 2016

Una reflexión crítica sobre el primer exlibris portugués; por el Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila

Por |2020-11-13T03:39:47+01:00viernes, abril 15, 2016|

Armas del Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

Armas del Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

Artículo del Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta

 

Una reflexión crítica sobre el primer exlibris portugués

 Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala

da Academia Portuguesa da Historia

e da Academia Portuguesa de Ex-Libris

 

Esta es una cuestión polémica, toda vez que el debate sobre cuál pueda ser y considerarse el primer exlibris portugués es largo en el tiempo, y todavía no se ha resuelto definitivamente.

   Para Francisco de Sousa Viterbo, el primero que usó un exlibris en Portugal habría sido el bibliófilo quinientista João Vasquez, maestresala de la Duquesa Isabel, esposa desde 1430 del Duque Felipe el Bueno de Borgoña. Por su parte, Antonio Leandro Bouza afirma que el primer ex libris lusitano conocido perteneció a Jorge de Almeida (1531 a 1585), arcediano de Évora (considerada la patria portuguesa del género). En cambio, Martinho da Fonseca afirma que el exlibris no se usó en Portugal hasta el siglo XVII, considerando el más antiguo el de un chantre de la catedral de Évora, del que más adelante haré mención. Moreira Rato estima que ese exlibris más antiguo podría ser la lámina heráldica grabada con las armas del obispo de Coimbra, dom Afonso de Castelo Branco (1522-1615); pero no consta que esa lámina se utilizase jamás como un exlibris.

   Los autores modernos, grandes autoridades en materia de exlibris lusitanos, concuerdan en que el uso del exlibris en Portugal no se remonta más atrás del siglo XVII, es decir, que la moda tardó casi ciento cincuenta años en llegar hasta Portugal desde el centro de Europa, donde nació hacia el 1450; y cien años en atravesar la Península Ibérica, en cuyo extremo nororiental ya tengo dicho al tratar del exibris del canónigo barcelonés Francisco Tarafa (1495-1556), que se usaron exlibris desde mediados del siglo XVI.

    Esos mismos autores modernos, tales los egregios Segismundo Pinto y Sergio Avelar, con otros muchos, vienen considerando que el primer exlibris portugués fue el que usó don Manuel de Moura e Corte Real, II Marqués de Castelo Rodrigo.

   Yo, con toda humildad, porque soy un simple aficionado al exlibrismo; pero con toda contundencia, porque tengo alguna experiencia y algunos conocimientos en los campos de la Historia en general, y de la Heráldica en particular, debo combatir esa atribución. Y ello por varias razones que voy a relatar enseguida; pero diré, antes de pasar adelante, algo acerca de la trayectoria vital del propietario, y también describiré la pieza en cuestión y su ubicación.

11

      Don Manuel de Moura e Corte Real, II Marqués de Castelo Rodrigo y I Conde de Lumiares, nacido en Lisboa en 1582 y muerto en Madrid el 28 de enero de 1651, fue también señor de las capitanías de Angra y São Jorge, comendador mayor de la Orden de Alcántara, comendador mayor de la Orden de Cristo, gentilhombre de cámara de Su Majestad, embajador en Roma (1639-1641) y en Viena (1641-1644), y gobernador general de Flandes (1644-1648). Se mantuvo fiel a su Rey y Señor natural tras la rebelión del 1º de diciembre de 1640, y vio luego confiscados todos sus bienes en Portugal por los rebeldes. Vuelto a España desde Flandes en 1648, fue nombrado en aquel año consejero de Estado y desde 1649 fue mayordomo mayor del Rey Católico, el supremo cargo palatino de la Monarquía Universal hispánica, que jamás hasta entonces se había dado a un Grande que no fuese castellano. Por entonces fue retratado por el gran Velázquez -de origen también lusitano-.

     Y vamos ahora a su presunto exlibris. Se trata de un grabado al buril y aguafuerte sobre cobre (calcografía), de gran tamaño (la hoja en que está impresa mide 204x311mm), que dentro de una orla cuadrangular sencilla nos muestra un escudo de armas timbrado por dos cimeras, a la manera germánica, que se blasona así: sobre cruz de Alcántara, cuartelado: 1º y 4º, de Moura; 2º y 3º, de Corte Real. El timbre diestro con cimera de Moura y corona de Conde; el siniestro, de Corte Real y corona de Conde.

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      El único ejemplar conocido se encuentra adherido a las guardas de la obra de Damião de Goes, Livro de Linhagens (copia manuscrita sacada por orden del Marqués), en la Biblioteca Nacional lisboeta, códice 977. Ha sido descrito por Segismundo Pinto y Luis Farinha Franco en Ex-libris: colecções (Lisboa, 1998), número 101. Solamente se equivocan levemente al atribuir la cruz acolada a la Orden de Calatrava, cuando ciertamente el Marqués propietario de las armerías fue comendador mayor de la Orden Militar de Alcántara, cuya cruz es muy semejante, pero de color verde.

     La lámina aparece firmada por Jan Schorkens, un conocido grabador flamenco cuya labor se documenta en el Madrid filipino, en donde por entonces trabajaban también otros ilustres colegas y compatriotas suyos. En Madrid castellanizó su nombre, al uso de la época, firmándose Juan Schorquens. Nacido en Amberes  hacia 1595 y muerto en Madrid hacia 1630, fue uno de los grabadores más prolíficos de su tiempo, y un fino pintor retratista. Establecido en Madrid a partir de 1617-1618, trabajó con impresores y libreros de la Corte y de Alcalá de Henares, Lisboa, Huesca, Uclés y Barcelona. Abrió las láminas para las portadas e ilustraciones de las obras de Alonso de Herrera, Consideraciones de las Amenazas de Iuicio (Sevilla, 1617); de Melchor Prieto, Psalmodia Eucharistica (1622); de João Baptista de Lavanha, Viagem da Catholica Magestade del Rey D. Filipe II N.S. ao Reyno de Portugal (Madrid, 1621 o 1622; en esta obra se insertan sus mejores obras, como la gran vista de Lisboa según la pintura de Domingos Vieira, y los arcos triunfales); y de Gil González Dávila, Teatro de las grandezas de la villa de Madrid (Madrid, 1623). Sobre su vida en Madrid, véase la referencia de Javier Blas Benito en sus Grabadores extranjeros en la Corte española del Barroco (Madrid, Biblioteca Nacional, 2011).

     Y ahora ya es el momento de hacer la reflexión crítica que el título de mi oración promete.

     En primer lugar, me llama la atención el tamaño de la lámina, que es a todas luces desmesurado para un verdadero exlibris, máxime en una época en la que la mayor parte de los libros eran de dimensiones reducidas, es decir que se imprimían en 8º o en 4º. Un exlibris tan grande apenas hubiera sido de utilidad para su propietario.

     En segundo lugar, notemos la falta de atribución al propietario o a su librería; es decir, que nada en la lámina hace alusión ni al nombre del Marqués de Castel Rodrigo, ni tampoco a su librería, que la tuvo y buena, en parte heredada de su padre y en parte muy aumentada por él.

      En tercer lugar, también me llama la atención que el ejemplar conservado sea único, pues no se conoce otro alguno sino el que ya he dicho se conserva en Lisboa. Esta circunstancia hace muy sospechoso que esa lámina fuese un exlibris, pues naturalmente quien se mandaba confeccionar un exlibris, lo reproducía en buen número de ejemplares y lo colocaba en todos sus libros, que solían ser también numerosos. Pues bien: ya he dicho que no hay más que un ejemplar de esta lámina heráldica, y me parece muy raro que solamente uno de los libros del Marqués haya llegado hasta nosotros. Esto sería muy extraño.

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    Además, debo hacer notar la coincidencia del tamaño de la lámina heráldica del Marqués de Castel Rodrigo, con la que el mismo grabador Jan Schorkens abrió para ilustrar la portada de la edición portuguesa de la conocida obra del cronista y cosmógrafo regio João Baptista de Lavanha (Lisboa 1555-Madrid 1624), titulada Viagem da Catholica Magestade del Rey D. Filipe II N.S. ao Reyno de Portugal e rellaçao do Solene recebimiento que nelle se lhe fez a S. Magestade (impresa en Madrid, por Tomás de Junti, en 1621). Ciertamente, he examinado en Madrid, en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca Real, cuatro ejemplares distintos de esta obra, y creo que no solamente coincide la disposición de la orla, sino sobre todo sus dimensiones, pues en esta obra la portada nos muestra una huella de plancha de 196×292 mm, sobre unas hojas de 235×340 mm; mientras que doce de los quince grabados insertos, igualmente obra de Schorkens, tienen una huella semejante: entre 195-200×290-315 mm. Es decir, que la mayor parte de los grabados de Schorkens insertos en ese Viagem de Lavanha, tienen unas dimensiones muy semejantes a las de la única lámina conocida de Schorkens con las armas del Marqués de Castel Rodrigo (204×311 mm), conservada en la Biblioteca Nacional lisboeta. Naturalmente, convendría examinar con mayor detenimiento ambas obras, sobre todo la lámina en cuestión, para confirmar las dimensiones exactas, y las calidades y marcas del papel utilizado en cada una, y para compararlas.

    Recordemos que los Marqueses de Castel Rodrigo figuraron en esa famosa Jornada Real de Lisboa de 1619, acompañando al Rey y ocupando lugares destacados en todos los actos públicos allí celebrados, en particular durante las Cortes allí celebradas para jurar al Príncipe, y por eso les cita reiteradamente el cronista del Viagem, João Baptista de Lavanha.

     Pero es que hay más, mucho más, en cuanto a la estrecha relación que unió a nuestro segundo Castel Rodrigo, con el cosmógrafo y cronista Lavanha, como tiene demostrado el profesor Bouza Álvarez: Castel Rodrigo encomendó a Lavanha la copia y transcripción de muchos códices y manuscritos genealógicos portugueses, e incluso patrocinó la edición romana del Nobiliario del Conde de Barcelos (1640) y en otras publicaciones. Parece ser que Castel Rodrigo quiso enaltecer sus orígenes familiares, y para ello contrató al cronista-mor Lavanha, quien no siempre fue un fiel copista de los manuscritos antiguos obtenidos en la Torre do Tombo que transcribió para su patrocinador durante años -véase en Fernando Bouza, Corre manuscrito: una historia cultural del siglo de oro (Madrid, 2001), en el capítulo dedicado a la circulación de manuscritos en España y en Portugal, páginas 70-80. También se ocupó Lavanha, bajo la protección del segundo Castel Rodrigo, en ciertas gestiones en Lisboa, sobre asuntos y reformas navales.

    En conclusión, yo creo que el llamado y considerado exlibris del Marqués de Castel Rodrigo, ni fue ni es en verdad un exlibris, ni fue concebido como tal ni para tal fin. Se trata de una lámina heráldica de considerable tamaño, probablemente abierta por Jan Schorkens para ilustrar la edición en castellano y en portugués del Viagem da Catholica Magestade del Rey D. Filipe II N.S. ao Reyno de Portugal. Esa lámina heráldica, soberbia por cierto, no llegó jamás a integrarse en el libro de Lavanha, sospecho que por decisión del propio Rey, que quiso que tan importante edición fuese solamente suya -y así la lámina preparada en memoria del fallido mecenazgo de Castel Rodrigo no llegó a reproducirse-. Y, casualmente o por circunstancias que ignoramos, una prueba de artista -porque obviamente la conservada en Lisboa es una prueba de tórculo, a la vista de su escaso entintado-, fue pegada y adherida a un ejemplar manuscrito del Livro de Linhagens de Damião de Goes, hoy conservado en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Así de sencillas creo yo que pudieron ser las cosas en lo atinente a esta lámina heráldica, que jamás fue un verdadero exlibris.

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     A la vista de estas circunstancias, considero que el más antiguo exlibris portugués pasaría a ser, esta vez sin duda alguna y con todo derecho, el que usó a mediados del siglo XVII el diplomático Francisco de Melo e Torres, I Marqués de Sande y I Conde da Ponte (1620-1667), por cierto, uno de los conspiradores de diciembre de 1640 que, rebelados contra el Rey de ambas coronas, lograron la independencia de Portugal.

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Le habrían seguido en el tiempo los exlibris del eximio canónigo evorense Manuel Severim de Faria (1583-1655), gran escritor y gran bibliófilo, cuyo exlibris fue grabado por Andreas Paulus;

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el de don Francisco de Mascarenhas, I Conde de Conculim (1662-1685), grabado por João Gomes hacia 1680;

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 y el de Luis José de Vasconcelos e Azevedo (1671-1713), grabado por Clemente Bellinque hacia 1695, en tres láminas de distintos tamaños, para distintos formatos de libros.

   Portugal, integrado desde tiempos remotos en el movimiento artístico-cultural del uso de exlibris, muy desarrollado aquí durante los siglos XVIII al XX, posee hoy un numeroso grupo de coleccionistas, una vasta y muy solvente bibliografía, y hasta revistas especializadas sobre el asunto. Y es que el exlibrismo portugués, junto con el catalán, han sido y son los más desarrollados de toda la Península Ibérica. Pero la tradición lusitana es mucho más larga en el tiempo -la catalana se inicia solo durante el Modernismo, hacia 1900, teniendo su auge en las décadas de 1930 a 1970-.

El Dr. Vizconde de Ayala

Alfonso-de-Ceballos

14 04, 2016

ACTOS DEL REAL ESTAMENTO MILITAR DEL PRINCIPADO DE GERONA Y COFRADÍA DE SAN JORGE

Por |2020-11-13T03:39:47+01:00jueves, abril 14, 2016|

Real Estamento-Militar del Principado de Gerona y Cofradía de San Jorge

Real Estamento-Militar del Principado de Gerona y Cofradía de San Jorge

ACTOS DEL REAL ESTAMENTO MILITAR DEL PRINCIPADO DE GERONA Y COFRADÍA DE SAN JORGE

Agradeciendo mediante el presente, la invitación personal a este redactor del Blog de la Casa Troncal, que ha cursado el Veguer-Presidente de la misma.

Sin título-1

 

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14 04, 2016

Invitación al V Seminário Internacional de Falerística de la Sociedade de Geografia de Lisboa

Por |2020-11-13T03:39:47+01:00jueves, abril 14, 2016|

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O Presidente da Sociedade de Geografia de Lisboa tem a honra de convidar V. Exª a assistir ao V Seminário Internacional de Falerística da Sociedade de Geografia de Lisboa, intitulado:

 «Falerística – Moderna por Tradição – História e Cientificidade»

 promovido pela Secção de Genealogia, Heráldica e Falerística que se realiza no próximo dia  19 de Abril de 2016, pelas 15h00 no Auditório Adriano Moreira.

(Progrma em anexo)

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