Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos mensuales: marzo 2016

24 03, 2016

LIBRO «ESPAÑA, VIEJA PATRIA» Y LA MONARQUÍA. Por D. Francisco Ortiz Lozano.

Por |2020-11-13T03:39:56+01:00jueves, marzo 24, 2016|

LIBRO «ESPAÑA, VIEJA PATRIA» Y LA MONARQUÍA.

Autor: D. Francisco Ortiz Lozano.

LA CUBIERTA DEL LIBRO

   El libro presenta en portada un denario del emperador romano Adriano, del año 136 después de Cristo, con la alegoría (y el texto) de «HISPANIA».

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  Su fondo es la bandera, senyera o senyal reial que se encuentra en el museo municipal de Daroca (Zaragoza), considerada la bandera española (en este caso catalano-aragonesa) más antigua de las que se conservan en España; de nada menos que el año1239; donación del gran Jaime I o Jaume I, rey de Aragón y conde de Barcelona. Tanto el gran tamaño de la palabra «España» del título, como el fondo (por aparentar la bandera española) han sido los causantes, según me manifestaron al menos tres distribuidoras, de que no les gustase ni la portada ni el libro a los censores de lo políticamente correcto. En cuanto a la contraportada, lleva la reseña o resumen del contenido del libro y una magnífica fotografía (cuyo derecho de reproducción adquirí) de un espectacular toro de Miura en el campo, obra de los fotógrafos Gorka Azpilicueta y Arsenio Ramírez (2013). También esta fotografía ha sido objeto de crítica por editoriales y distribuidores, alertados y acomplejados ante el discurso antitaurino que hoy impera, sin pararse a atender que sólo es representación del MITO Y RITO DEL TORO, como constante símbolo cultural y trimilenario del propio concepto de España.

CONTENIDO DEL LIBRO

Quien aborde la lectura de este libro, hallará:

1) Un preámbulo (calificado de «magnífico» por el catedrático de Historia Medieval, ex-rector y ex-decano Rafael Sánchez Saus) sobre el concepto de España, su puesta en entredicho actual, la distorsión nacionalista, su estudio (Unamuno, Ortega, Dolores Franco, Rocío Quintanilla…), las polémicas visiones, como patria, como nación y el lúcido paso al frente del filósofo Julián Marías del año 1978, tan desconocido como providencial.

2) Un capítulo 0, con datos actualizados, sobre los mitos de pre-España (Atlántida, Hércules, el toro), que se remontan a la Edad del Bronce.

3) El cuerpo principal del libro, sus 20 capítulos, que van desde las poblaciones preindoeuropeas e indoeuropeas de la península y Tartessos y el nacimiento y conformación de los términos Iberia e Hispania, hasta el año 1516, cuando, con el comienzo del reinado de Carlos I, España volvió a verse unificada, como antes del 711.

4) Encontramos un capítulo como el 5, titulado «Euskal Herria, esencia de España. El euskera, legado y patrimonio de la remota pre-España», en el que ofrezco un pormenorizado estudio filológico (con datos sorprendentes) sobre la plena identificación entre lo vasco y lo ibero-hispano.

5) Un compendio o repertorio documental, difícil de hallar en otro libro, que seguro será muy sorpresivo para muchos, con los textos literarios romanos e hispanogodos que describen, glosan y certifican a Hispania como algo vivo, con identidad propia, unido y como proyecto de futuro. El rescate y ofrecimiento al lector de hoy de los textos de los sabios antiguos y medievales, siempre con los textos originales en latín a pie de página.

6) Un estudio concienzudo sobre los ORÍGENES Y DESARROLLO DE LA MONARQUÍA HISPANOGODA, que sé seguro que hará las delicias de los estudiosos de la genealogía (con numerosos esquemas genealógicos), pues disecciona todas las fuentes coetáneas hasta ofrecer nuevas hipótesis, que rescatan datos inéditos o muy poco conocidos de la historia de Hispania.

7) Un estudio concienzudo y muy argumentado sobre los muy desconocidos primeros pasos de los hispani cristianos que tomaron sobre sí la difícil tarea de rescatar y recuperar la Hispania caida en poder de la Dár-al-Islám, con la continuación detallada de la estirpe regia hispana, incluyendo hipótesis inéditas sobre aquellos reyes, sitos en cortes montañesas asturianas y pamplonesas.

8) La gran obra de la recuperación de Hispania, debida a los equipos de monjes intelectuales que rodearon a los reyes Alfonso II y Alfonso III, en las montañas asturianas, y a los reyes Sancho Garcés I y Sancho III (injerto y brote de todos los reyes de Hispania), en Pamplona. La gran obra reunificadora de Alfonso VI y Alfonso VII, por un lado, o Ramón Berenguer IV y Petronila, por otro, siempre ilustrado con los textos originales.

9) La pre-Cataluña ibera y romana como cogollo de Hispania-España: el nacimiento, muy tardío, del concepto de Cataluña, el origen de los recientes términos «Cataluña» y «catalán» y su absoluta inserción dentro del concepto de España, siempre.

10) Al final de cada capítulo, a modo de broche del período de tiempo que desarrolla cada uno de ellos, una recopilación de documentos originales sobre el RITO DEL TORO: un rito que Platón rescata en el mito de Atlántida, que representan machaconamente los vestigios artísticos protohistóricos, tartésicos, celtas e iberos, que difunden los romanos, que combate la Iglesia siempre, que permanece milagrosamente entre la gente rústica en medio de invasiones norteñas o sureñas, y que se practica a lo largo de toda la Edad Media y hasta hoy, entre lo mágico-religioso (el bien y el mal, el hombre y el demonio, la fertilidad o la esterilidad, la vida y la muerte) y lo guerrero (como manifestación de la valentía y la destreza y como desprecio del daño y la muerte). No me corresponde a mí decirlo, pero considero que no podrá encontrarse en ningún otro sitio (salvo artículos muy concretos y no generales) un compendio con mayor número de datos históricos y documentos sobre la HISTORIA DEL RITO DEL TORO entre 1000 años antes de Cristo y el año 1516 después de Él.

11) El último capítulo, el 20, estudia lo más significativo acerca del logrado rescate y del empuje dado a la andadura de España, a manos de los Reyes Católicos. Las guerras civiles catalana y navarra. La concreción de los símbolos de la patria.

12) Un epílogo de 46 páginas, que recuerda lo más importante y, sin embargo, desconocido, de la historia del concepto de España después de su reunificación del año 1516, con especial atención a tres aspectos: a) La gran HAZAÑA exploradora, conquistadora, evangelizadora y civilizadora, a través de los nuevos continentes y océanos descubiertos (sin olvidar a personajes más recientes, como Lezo o Churruca); b) La españolidad de los vascos y los certificados de vizcainía; y c) Los dos choques habidos en Cataluña en torno a 1640 y a 1714, que torticeramente aprovechan los secesionistas para pretender descuartizar España hoy, y que, sin embargo, certifican los pronunciamientos en favor de la hispanidad de Cataluña, por boca de los propios héroes, hoy homenajeados por la Generalitat.

13) Una «addenda» o «añadido», bajo el título «CATALONIA IS SPAIN», que reúne una serie de artículos míos, que suponen una contundente y razonada réplica, desde el ámbito de la Historia, a la actual revolución secesionista.

Y 14) Un anexo, que ofrece al amante de la historia de España y de la genealogía, la conclusión final del gran e ininterrumpido árbol genealógico de los reyes de España, desde Alarico (año 395): dieciséis siglos de unidad y aliento de España.

DATOS MATERIALES DEL LIBRO «ESPAÑA, VIEJA PATRIA»

-820 páginas. -170 fotografías y dibujos. -37 mapas. -13 árboles genealógicos (con filiaciones en parte inéditas). -Precio: 23 euros.

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ACERCA DE LA DIFUSIÓN DEL LIBRO

   Me informan de que el libro «España, vieja patria» ya está distribuido. Sin embargo, no todas las librerías lo tienen en sus estanterías. Hay librerías que sí lo tienen físicamente, pero otras, no. Éstas sólo solicitarán ejemplares a las distribuidoras si se los piden los lectores-clientes. Por ejemplo, mis estimadas librerías Babel, de Granada, y Polifemo, de Madrid (que vendieron bastantes ejemplares de mi libro «Bobastro. La ciudad de la perdición»), me comunican que no han recibido el «España, vieja patria», pero que sí les consta que las distribuidoras de sus zonas lo tienen para el caso de que se les solicite. En Málaga capital sí está presente en casi todas las librerías, aunque El Corte Inglés, siempre muy parco en cuanto al número de libros exhibidos en sus estantes, después de vender dos o tres decenas del «España, vieja patria», devolvió los restantes a la editorial, diciendo uno de sus dependientes que sólo los servirán a sus clientes en caso de encargo.

Todo esto es un muy desalentador, ya que si el libro «no se ve», difícilmente se sabrá que existe y mucho más problemático será poder adquirirlo y poder leerlo. Esto se agrava con un hecho que me ha desmoralizado bastante. Y es que, a pesar de que tanto la editorial Arguval, por su cuenta, como yo mismo, por la mía, hayamos realizado un gran derroche de envíos de comunicados y notas de prensa a los principales medios informativos malagueños y nacionales, la única respuesta que hemos obtenido es el silencio absoluto. En concreto yo remití el día 1 de febrero notas de prensa sobre los actos de presentación, reseñas del contenido e incluso un buen número de envíos gratuitos de ejemplares del libro; y, admitiendo yo con naturalidad que ninguno de ellos haya estimado oportuno ni interesante publicar nada sobre él (no soy tan pretencioso), lo que me indigna es que ni siquiera haya tenido ni uno solo de esos medios la educación de contestar por e-mail para acusar el recibo. Por ahora, sólo he merecido el humillante silencio de quienes lo han recibido. Hace tiempo, en ocasiones similares, con otros libros míos, nadie callaba y todos contestaban aunque sólo fuese una cortés nota negativa. Quizá me equivoco y es que se lo están leyendo para publicar un reportaje…

Peor ha sido lo ocurrido con algunas distribuidoras, desde alguna que se negó simplemente a recibirme hasta otra que se negó a distribuirlo en Cataluña, al considerar «AGRESIVA» su cubierta, ya que lleva la palabra «España» a tamaño grande y porque el fondo es una bandera a listas rojas y amarillas, que «parece la bandera de España». No sé. Quizá esto, que me dijeron hace dos meses, ya se ha corregido y el libro esté disponible también en Cataluña.

PRESENTACIONES DEL LIBRO

-Por ahora, el libro ha sido presentado en dos actos: en Málaga (El Corte Inglés, 18-12-2015) y en Ardales (Centro Cultural de la Villa, 2-1-2016). -La próxima presentación será en Cabra (Córdoba), el sábado 5 de marzo, dentro de un ciclo de conferencias sobre historia de España. -La siguiente, un viernes de abril por especificar, en Barcelona. -Está pendiente poner fecha a la presentación en Sevilla, seguramente en el Ateneo. -También quiero ir con mi libro a la entrañable localidad de Guareña (Badajoz).

   Colabora para romper el silencio sobre este libro y el desconocimiento de su existencia con el boca a boca, con el mensaje a mensaje, a través de la redes internáuticas.

   Quien desee adquirir el libro con dedicatoria del autor, puede solicitarlo en el e-mail ortiz@olibros.es (23 euros+7’70 de gastos de envío).

Gracias,

Francisco Ortiz Lozano.

23 03, 2016

Ferrer-Dalmau pinta el descubrimiento español del Cañón del Colorado

Por |2020-11-13T03:39:56+01:00miércoles, marzo 23, 2016|

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Ferrer-Dalmau pinta el descubrimiento español del Cañón del Colorado

La escena recoge el momento en el que López de Cárdenas se asoma al enorme tajo («entonces vimos una gran barranca») e intenta llegar al río, en 1540

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J. G. C.– calerojeMadrid – 18/03/2016

Solo 48 años después de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, y apenas 19 años después de la conquista de México, los exploradores españoles aún trataban de conocer la dimensión de América del Norte. En otra muestra más de su esfuerzo por crear una imaginería de la historia que España no ha sabido siempre reivindicar como debía, el pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, acaba de terminar un lienzo dedicado al descubrimiento español del cañón del Colorado, asesorado por el historiador David Nievas Muñoz.

Tras la misión de Hernando de Soto que partió de Florida y atravesó territorio que hoy pertenece a diez Estados, Francisco Vázquez de Coronado parte en 1540 de Compostela (hoy Jalisco, en México) y tras pisar Arizona y Nuevo México decidió enviar pequeñas partidas exploratorias, en busca de las míticas «siete ciudades de Cíbola». Un puñado de españoles, bajo el mando de García López de Cárdenas, se encontró con indios hopi, que les hablaron de un gran río, al que llamaron Tizón. Pronto llegaron a un paisaje inhóspito, según sus notas: «Vimos una gran barranca», y el río al fondo, que a esa distancia adivinaban pequeño.

Ese es el momento que recoge el cuadro de Ferrer-Dalmau, de técnica magistral. Desafiando al sol abrasador, los españoles quisieron bajar para abastecerse de agua, pero cuanto más bajaban, más sed, debido a la temperatura hirviente que se agudiza en el fondo del Cañón. Solo entonces supieron la verdadera dimensión de la hondonada, y el caudal del río, que era para ellos «como el Gualdalquivir». Fracasaron en su intento, hubieron de regresar sin lograr beber, asombrados por la profundidad del tajo que el río había hecho en el paraje.

22 03, 2016

La revista de la Orden del Santo Sepulcro ya está en línea

Por |2020-11-13T03:39:56+01:00martes, marzo 22, 2016|

Armas de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalen

Armas de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalen

Fuente: http://es.lpj.org/2016/03/22/la-revista-de-la-orden-del-santo-sepulcro-ya-esta-en-linea/

Noticias de la Orden, Orden del Santo Sepulcro,

 La revista de la Orden del Santo Sepulcro ya está en línea

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 LECTURA – Descubra la revista internacional de la Orden del Santo Sepulcro, que narra el compromiso de millares de hombres y mujeres en el mundo al servicio de la cultura del encuentro en Tierra Santa.

El último número ya está en línea, en italiano, inglés, español, francés y alemán: info.oessh.va (rúbrica Annales). 120 páginas para revivir doce meses de proyectos hacia el diálogo y la paz en los territorios bíblicos.

Una lectura para acompañar su meditación y su oración con la luz del Cristo Resucitado.

 ENLACE DIRECTO A LA REVISTA:

http://www.vatican.va/roman_curia/institutions_connected/oessh/ad/annales2015/annales2015_sp.pdf

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21 03, 2016

XVI Xornadas de Xenealoxía Heráldica e Nobiliaria de Galicia. Organiza la Asociación de Genealogía Heráldica y Nobiliaria de Galicia‎

Por |2020-11-13T03:39:57+01:00lunes, marzo 21, 2016|

D. Carlos Acuña Rubio, nos remite esta noticia para su publicación en el Blog de la Casa Troncal; lo que hacemos con mucho gusto.

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Asociación de Genealogía Heráldica y Nobiliaria de Galicia‎

XVI Xornadas de Xenealoxía Heráldica e Nobiliaria de Galicia

-Fecha: del 6 al 8 de abril de 2016. -Inauguración: 17:00 horas. -Lugar: en la Escola de Cantería de Poio. Lugar de Boavista, Poio, Pontevedra, Galicia, España. -Inscripción en: galiciagen@gmail.com

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20 03, 2016

GALERÍA DE MONÁRQUICOS ESPAÑOLES: JOSÉ MARÍA PEMÁN; por D. Daniel Jesús García Riol

Por |2020-11-13T03:39:57+01:00domingo, marzo 20, 2016|

 D. Daniel Jesús García Riol, Honorable Caballero de esta Casa Troncal de Los Doce Linajes de Soria y  Caballero de la Hermandad Nacional Monárquica de España (entre otras muchas distinciones), nos ofrece este magnífico ensayo sobre D. José María Pemán, publicado en su estupendo blog «SALÓN DEL TRONO» (que recomendamos) y que amablemente nos cede para su reproducción en esta su Casa Troncal.

El original (en su propio blog) consta de dos partes, que hemos unificado en una sola entrada en el blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.

 Fuentes:

http://salondeltrono.blogspot.com.es/2016/03/galeria-de-monarquicos-espanoles-vi.htmlón del Trono

http://salondeltrono.blogspot.com.es/2016/03/galeria-de-monarquicos-espanoles-vi_19.html

Sin título

 

 GALERÍA DE MONÁRQUICOS ESPAÑOLES (VI): JOSÉ MARÍA PEMÁN (1ª y 2ª parte)

1

José María Pemán y Pemartín, nació en Cádiz el 8 de mayo de 1897, en el seno de una familia de la alta sociedad. Su padre fue el abogado en ejercicio y diputado conservador gaditano Juan Gualberto Pemán y Maestre (1859-1922), y su madre María Pemartín y Carrera Laborde Aramburu, de entronque jerezano.

Placa conmemorativa en la casa natal de José María Pemán Foto: Acisclo

Placa conmemorativa en la casa natal de José María Pemán
Foto: Acisclo

De niño, José María recibió educación católica en el colegio del Oratorio de San Felipe Neri (marianistas), orden que venía huyendo de las leyes laicistas francesas y que se había asentado en Cádiz.

En su adolescencia, Pemán tuvo un contacto decisivo con los jesuitas de la Residencia de Cádiz a través de la congregación mariana de La Inmaculada y San Luis Gonzaga, conocida como Los Luises (organizada en Cádiz en 1906 por el P. Mariano Carlos S.J.).

La impronta que los hijos de San Ignacio dejaron en la conciencia del joven Pemán pervivió en su vida y en su obra literaria. Hizo el servicio militar en Cádiz, en el cuartel de artillería de La Bomba, junto al parque Genovés. A Sevilla irá a estudiar Derecho, carrera necesaria para todo joven con aspiraciones, doctorándose en Madrid con la tesis Ensayo sobre las ideas filosófico-jurídicas de La República de Platón (1921). 

Durante dos años trabajó como penalista pero como auténtico hidalgo, humanista y ciudadano libre.

Su inicio literario fueron las justas poéticas belle époque. Obtuvo el primer premio en su ciudad natal, cantando en su centenario al beato fray Diego José de Cádiz. En los Juegos Florales de Sanlúcar de Barrameda (agosto de 1922) en los que fue mantenedor el patriarca del periodismo José Ortega Munilla, obtuvo la «flor natural» con una composición titulada El Viático, que se hizo muy famosa y con lo que comenzaría su carrera de escritor. Por estos méritos, a los 23 años fue elegido académico de número de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz, en la que leyó un discurso de ingreso sobre La poesía hispano-americana. En 1924 comenzó a colaborar asiduamente en la Revista del Ateneo de Jerez de la Frontera. Escribió obras de tema costumbrista andaluz (De la vida sencilla, 1923; Nuevas poesías, 1925; A la rueda, rueda, 1929; El barrio de Santa Cruz, 1931, y otras muchas). Su estética pinturera a veces incidía en lo social.

Desde muy joven adquirió la costumbre de enviar ejemplares dedicados de sus libros recién publicados a personalidades que podían ayudarlo. De esta manera conoció a Ángel Herrera Oria, que le permitió escribir en El Debate. Por esta época Pemán no era aún conocido dentro del ambiente literario nacional. Su «ethos» le impedía aparecer en tertulias literarias más o menos irreverentes o colaborar en revistas de poesía relevantes. En 1926 fue obviado como uno de los suyos por sus compañeros de generación, en los actos de homenaje a Góngora que marcó a la llamada «Generación del 27».

Heredó una «finca de recreo» con viñedo en Jerez de la Frontera (el Cerro de Santiago) adonde se retiraba a escribir. A los veinticinco años contrajo matrimonio con María del Carmen Domecq Rivero Núñez de Villavicencio y González, de familia prócer jerezana.

De la Monarquía, admiraba la augusta quietud de la realeza y la substancialidad elitista de la nobleza española y, en particular, envidiaba su «poder social sobre el tiempo»; es decir, el poseer y dominar todo lo «antiguo», las cosas presentes que pertenecen al pasado: la Historia acumulada, atesorada, cristalizada, los refinados cultos religiosos, los títulos de nobleza y nombres nobles, castillos, residencias históricas, cuadros y colecciones, vinos añejos, las bibliotecas y muebles antiguos.

A la muerte de su padre el diputado Juan Gualberto Pemán y Maestre en 1922, la prensa se hizo eco inmediato del relevo natural, por lazo familiar, en su hijo José María, cuyas aptitudes para la práctica política en la oligarquía liberal vigente había venido preparando éste con todo cuidado. Pero un golpe de estado cambió abruptamente el destino de Pemán.

José María Pemán entró desde joven a formar parte de la  Asociación Católica Nacional de Propagandistas de Cádiz. En 1928 ya era presidente de ACNdeP en Cádiz. Su acendrado celo proselitista eclosionó vivamente y su militancia religiosa parecía superar en un principio a su interés político. Siempre decía que no se consideraba un político aunque realmente, aun expresándose como solía en el versátil «lenguaje del alma», se aprestase a un apoyo apasionado al regeneracionismo pretendido por la Dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1929) y a su régimen autoritario.

José María Pemán y su primo José Pemartín, estaban emparentados con el dictador y se constituyeron entre los principales propulsores de la doctrina oficial de la Dictadura.  Elaboraron todo un canon patriótico, católico ortodoxo y antiliberal que fue propagado con profusión a través de las páginas de «La Nación», el diario oficioso del régimen, Unión Patriótica, la revista quincenal del partido único creado por Primo de Rivera, y de sus propios libros apologéticos. Pemán creía que la Unión Patriótica (UP) era una fachada democrática necesaria para que la dictadura monárquica no se convirtiera en despotismo.

El 11 de octubre de 1927 fue elegido secretario de la Asamblea Nacional Consultiva primorriverista y, un poco antes, fue confirmado como Jefe Local de Unión Patriótica en Cádiz, con lo que se convirtió en uno de los principales poderes fácticos de la región. En este sentido recomendó a Ramón de Carranza y Fernández de la Reguera (marqués de Villapesadilla) para su designación como alcalde de Cádiz en 1927. Hacia el final de la Dictadura el asambleísta de UP era ya un personaje público consolidado que aparecía con mucha frecuencia en la prensa nacional.

La devoción que Pemán sentía por la Monarquía y Alfonso XIII se acrecentó aún más cuando Palacio tuvo la condescendencia de nombrarlo Gentilhombre de Cámara con ejercicio, a propuesta de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz.

 Por la misma época, en atención a sus méritos y cumpliendo a satisfacción los requisitos exigidos, fue armado caballero y tomó el hábito de la Orden de Montesa en la iglesia madrileña de la Concepción Real de Calatrava por Real Decreto de 1 de agosto de 1927, concediéndosele Merced de Hábito de Caballero. Más tarde, envió al rey un libro suyo dedicado que despertó la curiosidad del monarca.

En su declive parece que el dictador Primo de Rivera le había ofrecido sucesivamente los cargos políticos de director general de lo Contencioso, de Bellas Artes y el Ministerio de Instrucción Pública. Ofertas estas a las que intuitivamente Pemán se mostró elusivo.

José María Pemán junto al compositor Manuel de Falla

José María Pemán junto al compositor Manuel de Falla

A la caída de Primo de Rivera, Pemán se mostró inquieto por su futuro político. Con la llegada de la República, y tras una primera desorientación de los que habían colaborado con la monarquía, vino su reagrupamiento en Unión Monárquica Nacional, bajo la jefatura del conde de Guadalhorce, en la que se integraron Ramiro de Maeztu, los ex-ministros José Calvo Sotelo y Antonio Goicoechea; José Antonio Primo de Rivera y José Mª Pemán entre otros.

El prestigio de Pemán decayó en Cádiz. Durante la etapa anterior había sido designado presidente del Ateneo Gaditano desde 1927, pero en 1930 fue cesado como reacción antiprimorriverista. A principios de 1931 llegó a ser expulsado del salón por el público joven en una lectura poética de Rafael Alberti en el Ateneo de Cádiz. Desde el periódico gaditano La Información había defendido su paradigma ideológico antiliberal, construido sobre el tetralema «Familia, Patria, Religión y Monarquía». Posteriormente empezó a cultivar el periodismo político a mayor escala, escribiendo primero en El Debate y luego en el ABC.

La Ley de Defensa de la República, vigente desde el 21 de octubre de 1931 vigilaba y castigaba «la difusión de noticias que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz o el orden público; toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado; y también la apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación». En su artículo “Cuando quemaron la República” publicado en La Información el día 12 de mayo de 1933 Pemán infringió esta ley y fue multado con 500 ptas. por el Gobernador Civil de Cádiz.

Pemán establece el paradigma de la España y la anti-España: la España hermosa, nacional, católica, una, social, espiritual, de un lado, y la anti-España fea, internacional, irreligiosa, secesionista, antisocial, materialista, de otro. Emerge así en la escena política como un decidido antirrepublicano, monárquico y contra-revolucionario.

En agosto de 1932 se produjo el fallido golpe de Estado conocido como la «Sanjurjada». A pesar de que la policía conocía su activismo «de afirmación derechista», la complicidad de Pemán no pudo probarse aunque, para evitar represalias, huyó a Gibraltar un tiempo.

Otro hito importante en la vida de Pemán fue su adscripción a la Sociedad Cultural y a la revista «Acción Española», inspiradas en su homónimo francés, fundadas ambas con el patrocinio de la aristocracia bajo la advocación de la Cruz de Santiago. La revista se definiría como «partidaria del mando único, de la tradición, de la autoridad, de la organización corporativa y enemiga del parlamentarismo demo-liberal». Uno de los primeros actos celebrados en los locales de Acción Española, fue una conferencia de Pemán sobre «La traición de los intelectuales», incidiendo en su idea de los falsos intelectuales. La República era contemplada por estos sectores aristocráticos como el resultado de la liberación vengativa de los resentimientos pequeño-burgueses de una clase media intelectual de vida oscura y pobre que, de pronto, se veía en lugar de los antiguos amos.

En enero de 1933 Pemán participa en la fundación de Renovación Española, un partido político defensor de la restauración de Alfonso XIII (del que serían líderes Antonio Goicoechea y José calvo Sotelo), con apoyos importantes entre la aristocracia y el caciquismo rural. Tanto sus pensadores como sus hombres de acción orientarían sus esfuerzos hacia un mismo objetivo: el derribo del régimen republicano y la construcción de un nuevo orden político católico y monárquico.

En un multitudinario banquete-homenaje que le tributaron sus amigos de Acción Española en el Hotel Ritz en febrero de 1933, Eugenio Vegas Latapie,  entre otros muchos elogios, expresó un sentir común: «la derecha esperaba mucho de Pemán».

El 8 de diciembre de 1934 Pemán firmaba su adhesión al Bloque Nacional de los partidos más a la derecha. 

A finales de 1935 aparecieron sus famosas «Cartas a un escéptico en materia de formas de gobierno» en las que reprobaba tanto a la monarquía liberal y parlamentaria como al accidentalismo que propugnaba la CEDA.

Se presentó a las elecciones generales de 1931 como candidato por Badajoz, y a las de 1933 por Cádiz, obteniendo escaño en esta segunda oportunidad, como monárquico independiente en la minoría de Acción Popular.

Desde el inicio de la Guerra Civil, Pemán fue consecuente con sus ideas y se comprometió apasionadamente con el levantamiento militar, como tantos otros autores reconocidos. En su faceta de propagandista, se cree que Pemán inspiró dos expresiones del bando sublevado: «Cruzada» y «Movimiento Nacional». Desde un principio Pemán adquirió el sobrenombre de «Poeta alférez, que siente, canta y vive la nueva Epopeya Nacional».

Pemán sirviendo como alférez en el ejército de Franco

Pemán sirviendo como alférez en el ejército de Franco

 Provisto de un considerable capital simbólico (prestigio, reputación) adquirido durante sus años mozos, Pemán se convirtió enseguida en el bardo del «Alzamiento Nacional», en su respetado legitimador y en el fomentador de entusiasmos a través de su encendido verbo.

Pemán participaba en actos de exaltación religiosa y patriótica con arengas y discursos, recorriendo aquí y allá las zonas tomadas por los sublevados; debido a la precariedad logística de éstos se desplazó en ocasiones por su cuenta en el «Rolls» de su pariente, el jerezano José Domecq de la Riva, un enamorado de la velocidad que lo acompañaba gustoso como chófer. Desde el comienzo de la guerra acompañó como orador habitual al general Queipo de Llano en sus rondas por la Andalucía liberada. Tras el acto religioso, el general y sus amigos solían enardecer a las gentes de la población con sendas alocuciones patrióticas cívico-militares.

Como ejemplo sorprendente de su plasticidad literaria, citamos el Romancero carlista (serie de poemas que Pemán publicó en un álbum con el título de Por Dios, por la patria y el rey, con ilustraciones de Carlos Sáenz de Tejada, a pesar de su proclamada militancia monárquica alfonsina.

Pemán fue un entusiasta reportero de guerra destacando junto a El Tebib Arrumi (Víctor Ruiz Albéniz) y al que después fuera famoso locutor de radio, el chileno Bobby Deglané. En el culmen de su carisma, fue elegido por Franco para la misión de anunciar a las Españas la inminente conquista de Madrid. Por orden del Generalísimo iba en el mismo coche del coronel Eduardo Losas Camaña, el primer jefe que se aventuró a entrar en la capital de España el 28 de marzo de 1939. Tras la entrega se dirigió una vez más por Unión Radio a los madrileños tras los coroneles Losas Camaña (que se había convertido en alcalde) y Joaquín Ríos Capapé.

Su encendida narración de la entrada en Madrid de las fuerzas franquistas la recogió en tres artículos que se publicaron en una cadena de diarios de España y América y fueron luego reunidos en un folleto titulado Historia de tres días.

Con categoría de ministro, dependiente de Nicolás Franco, fue nombrado presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junjta Técnica del Estado con sede en Burgos.

Allí, Pemán desempeñó un papel destacado en la definición y eliminación de lo que consideraron la «Anti-España». Se empezó por la depuración del personal funcionarial docente, estableciéndose los cimientos del sistema educativo nacional-católico.

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Pemán fue también responsable, durante cuatro meses, de la Oficina de Prensa y Propaganda. Los libros en general fueron clasificados como buenos o malos y éstos expurgados. La enseñanza de la Historia como vía de transmisión de valores fue uno de los pilares de la escuela del franquismo. En 1942 Pemán fue presidente del tribunal de oposiciones a catedráticos del Instituto de Historia de España.

Junto a Joaquín Arrarás,  José María Pemán se encargó de la publicación de la «Historia de la Cruzada Española», con la dirección artística del dibujante y pintor carlista Carlos Sáenz de Tejada. 

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 Fusionadas por Franco todas las fuerzas políticas favorables al alzamiento en una sólo, los componentes de Renovación Española se reagruparon en un influyente grupo «Acción Española» cuyo líder era Pemán como último presidente que fue de la revista, y quien al parecer dio su conformidad al Generalísimo a la hora de aceptar el Decreto de Unificación de abril de 1937. Pemán se integró con su grupo en FET de las JONS y, así, valiosos contingentes monárquicos alfonsinos y otros de la CEDA, que no habían tenido milicias y que habían quedado dispersos por la guerra, ingresaron colectivamente en el Movimiento.

En octubre de 1937 Franco creó el Consejo nacional de FET y de las JONS, integrando en él como consejero a José María Pemán.

Considerado por todos como «el ingenio del Régimen», en toda la zona nacional proliferaron asociaciones pemanistas, cuyos miembros acudían a sus estrenos.

Nombrado Alférez provisional Honorífico, recorrió los frentes y pronunciaba discursos, cumplimentaba a los generales en sus puestos de mando, daba conferencias y visitaba en los hospitales a los heridos.

En mayo de 1938 viajó a Roma junto a Millán Astray. A su vuelta, en el barco escribió un artículo titulado «Esto os traigo de la Fuente misma…».

En palabras de Carmen, su mujer, durante la guerra, en un año, y en repetidas permanencias, sólo estuvo dos meses en casa. Según él mismo declarará más tarde en su «Confesión General»: «…y yo creí entender cuál tenía que ser mi parte de esclavitud y de responsabilidad. Había pasado la hora de las crónicas ligeras y de los romances cortos. Yo creí entender que había llegado la hora de intentar un poema épico…».

En 1938 y en la revista Jerarquía, dirigida por el Padre Fermín Yzurdiaga, publicó su monumental Poema de la Bestia y el Ángel. La redacción de este largo poema, lleno de alegorías, le llevó un año entero. El Poema de la Bestia y el Ángel llegó a ser considerado como el paradigma épico de la Nueva España y de la Cruzada. Pemán se elevó a la literatura apocalíptica y al providencialismo histórico.

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Pemán habla y escribe de todo. Es un torrente de productividad. Colabora también con los departamentos de propaganda de Falange en cuantas ocasiones fue requerida su pluma.

Aunque no destacó como orador parlamentario, Pemán pronunció centenares de brillantes discursos políticos, académicos, panegíricos y de circunstancias. 

Logró que el genial músico gaditano Manuel de Falla adaptara el «Canto de los Almogávares», de  Felipe Pedrell a su «Poema de la Guerra» como un Himno Marcial (para voz, piano y tambor) dedicado al ejército del generalísimo Franco.

Terminada la guerra, Pemán se entregó a la serenidad. Momento era llegado de homenajes. Compuso un «Soneto a José Antonio» en una corona junto a otros poetas significados en un volumen primoroso.

Él mismo recibió un homenaje literario por su liderazgo poético de guerra en el libro Antología Poética del Alzamiento (1936-39), que le fue dedicado.

El 17 de julio de 1939 la ciudad de Cádiz y la Sociedad Gaditana de Fomento, con su Ayuntamiento al frente, le tributaron un homenaje clamoroso como uno de sus hijos más preclaros. Inmortalizados quedaron en el bronce del escultor Vassallo la cabeza las manos y el lugar del nacimiento del vate. Por la tarde en el Gran Teatro Falla, fue el homenaje nacional; cuarenta jóvenes hermosas procedentes de todas las provincias de España le hicieron entrega cada una de un artístico pergamino dedicado.

En 1940 abrió casa en Madrid en una calle cercana a la Real Academia, que usaba intermitentemente en sus labores literarias. Pero nunca mudó el hogar familiar de Cádiz/Jerez de la Frontera, probablemente por la influencia femenina de su esposa y de sus siete hijas.

En 1943 José María Pemán decidió donar una nueva imagen de la Virgen a la Hermandad del Nazareno de Santa María de Cádiz que había quedado destruida en 1936. Pemán, muy vinculado a la Cofradía (de la que fue su Prioste desde 1931 a 1981), encargó al también gaditano escultor Juan Luis Vassallo  la hechura de la nueva Dolorosa, que se conserva hasta nuestros días. 

En sus obras dejó clara su afición al carnaval gaditano («Las viejas ricas», «La Viudita Naviera»), la forja de tópicos como el de Lola la Piconera («Cuando las Cortes de Cádiz») o «Señorita del mar» (1934), su mito como Gloria de las letras, y su apego a las tradiciones de Cádiz le convirtieron en un héroe local. El pueblo gaditano lo adoraba, y siempre tuvo en su bonhomía un claro valimiento cerca de las alturas del poder.

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 En diciembre de 1939 leyó Pemán su discurso de admisión y tomó posesión del sillón «i» como nuevo Académico de la Lengua. Pocos días después, en la sesión de 6 de enero de 1940, tomó posesión de su cargo de director de la misma. En esta su primera etapa se editó la 16.ª edición del Diccionario de la ya Real Academia de la Lengua Española.

El monarquismo alfonsino al que pertenecía Pemán, iba tomando distancias del excesivo protagonismo falangista. Los monárquicos parecían hechos de otra pasta. El 13 de julio de 1940, en la última de una serie de conferencias sobre José Calvo Sotelo, en un acto solemne celebrado con asistencia de Ramón Serrano Súñer en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Pemán pronunció un intencionado discurso jaleado por los asistentes monárquicos. Explicó a su manera que el auténtico artífice del Nuevo Estado español había sido José Calvo Sotelo y que José Antonio Primo de Rivera habría aportado simplemente los gestos, los símbolos y la retórica. Suscitó una reacción airada entre los dirigentes del Régimen y la indignación de Miguel Primo de Rivera (cuarto marqués de Estella), hermano de José Antonio, que dirigió una carta muy injuriosa al director de la Real Academia Española acusándolo de «desafección al régimen». Inopinadamente, Pemán le contestó retándole a duelo. Los padrinos serían Camilo Alonso Vega y Ricardo Rada por Pemán y Manuel Mora-Figueroa y Manuel Halcón (marqués de Villar de Tajo) por Miguel Primo. Los padrinos no podrían solicitar la presencia de un sacerdote, dado que todas las iglesias condenaban el duelo con firmeza. Ante el escándalo que suponía para el Régimen, todo se arregló y no hubo nada. Pero el nombre de Pemán fue apeado del III Consejo Nacional de FET y de las J.O.N.S.

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Lo que más le dolió, fue que José Ibáñez Martín (conde de Marín), a la sazón Ministro de Educación Nacional, por Orden publicada en el Boletín Oficial de 24 de julio de 1940 le cesara del cargo de director de la Real Academia. Por si fuera poco, se le prohibió escribir en ABC durante dos años. Pemán sufrió un colapso. Tras este baldón, comprendió y, se prometió subordinar sus ambiciones políticas a sus ambiciones literarias.

En 1941 recorre Argentina, Chile, Perú, etc. pronunciando conferencias sobre espiritualidad histórica hispanoamericana (una sola fe en una sola lengua). Sus viajes americanos siempre tuvieron como razón de ser una conferencia o una embajada política, lo que condicionó el tono de sus intervenciones públicas, que se pueden resumir en títulos como «Mensaje a la América española≫ (3 de junio de 1941) o en afirmaciones como que él sólo respondía a «mi Fe, mi Patria y mi Arte». A la muerte de Rodríguez Marín, Pemán es nombrado de nuevo director de la Real Academia aunque en diciembre de 1947 debe renunciar a la reelección para que le fuera devuelto en justicia el cargo a Ramón Menéndez Pidal (desplazado por Pemán en 1939 como director legítimo que había sido durante la República) y que había regresado de su breve exilio.

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En tal que nuevo director de la Real Academia, durante algunos años de la posguerra Pemán fue Procurador en Cortes y estuvo obligado a escribir, presidir y hablar en numerosos actos oficiales de propaganda del Régimen, esta vez con una oratoria escarmentada «de orfebrería fina». 

Fue presidente de la Asamblea Cervantina de la Lengua Española (1947-1948). 

En 1948, fue elegido miembro de la Academia Argentina de Letras. Su periplo en Buenos Aires se inició con un ciclo de conferencias pronunciadas en el Teatro Cómico, donde los periodistas argentinos admiraron su retórica y oratoria.

Los títulos de las conferencias: «Panorama de España y del mundo», «Hacia una nueva cristiandad», «Pensamiento y poesía de San Juan de la Cruz», «La cuarta salida de Don Quijote» y «La mujer y la familia en el mundo español». Aprovechó para estrenar allí tres de sus obras de teatro tituladas «La Casa», «El Río se entró en Sevilla» y «Toda la Verdad». En un tercer viaje por Centroamérica fue agasajado por Trujillo y Perú le concedió la Gran Cruz de la Orden del Sol.

Elegido miembro de la Real Academia de Jurisprudencia, el 16 de enero de 1967,  leyó su discurso de ingreso titulado: La idea de justicia en las letras clásicas españolas.

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Se comprometió siempre, en sus actos y en sus escritos, en la sucesión de Franco por una monarquía restauracionista sustentada en el pretendiente natural al trono de España, exilado en Estoril (Portugal), don Juan de Borbón y Battemberg, conde de Barcelona. 

Como Procurador en Cortes que era, en junio de 1943 Pemán no se había adherido, al parecer, al grupo de 27 procuradores que presentó al Jefe del Estado una petición formal conocida como el Manifiesto de los Veintisiete en favor de una rápida restauración monárquica. Hizo la finta de dimitir de la presidencia de la Academia con lo que perdía momentáneamente su calidad de procurador. Si bien algunos monárquicos se exiliaron (Pedro Saínz Rodríguez, Vegas Latapie, Quintanar y otros) Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena (marqués de Luca de Tena), Alfredo Escobar Ramírez (marqués de Valdeiglesias) y otros formaron una corriente monárquica contemporizadora. Consistía en estar a bien con el Movimiento y con Estoril hasta que el general Franco declinase. 

Proponían una monarquía sobria cuyos titulares mostrasen una «popular españolidad» en punto a protocolo, énfasis, pompa o séquitos. Les gustaba aquel régimen católico, sin partidos y sin revolucionarios, pero todo aquello tenía que estar regido por el rey don Juan III, a lo que Franco se oponía sistemáticamente.

Presidió el Consejo Privado del Conde de Barcelona entre 1960 y 1964. Se consultaban, emitían comunicados y manifiestos y todos los años se reunían a almorzar en Villa Giralda. Pemán fue desactivado de sus funciones de forma poco clara.

A pesar de ello, seguiría dedicando sus esfuerzos a la causa monárquica procurando, mediante un prudente colaboracionismo con el franquismo, el acercamiento a modelos políticos occidentales.

La causa juanista fracasó en julio de 1969 al ser instaurado por Franco el príncipe Juan Carlos como futuro rey. El Consejo privado y el Secretariado político fueron disueltos. Para Pemán aquello no fue más que una mutación.

A los dos días de fallecer Franco, las Cortes procedieron a la solemne jura de Juan Carlos I. Pemán, a sus 78 años, estaba presente en el acto, alegre.

Los años pasaban y quien tanto gustó del lustre de la nobleza y la grandeza de España no obtenía título nobiliario ni pontificio, ni de Franco ni de la dinastía, a los que sirvió con lealtad.

La queja fue oída. Dos meses antes de su muerte, S.M. el rey Juan Carlos I, decidió concederle el Toisón de Oro.. El acto de imposición se celebró en el palacio de la Zarzuela, con asistencia de la familia real y familiares del escritor. Un muy quebrantado Pemán, fotografiado sostenido por Juan Carlos y su augusto padre, declaró recibir el premio sin mucha emoción («A mi edad, es difícil emocionarse»), aunque con agradecimiento al Rey y al conde de Barcelona.

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El anciano venerable, con un libro en la mano, cortés, alto y de pelo blanco; todo un mito cuya elegante figura quedó plasmada en el imaginario colectivo popular tal como lo estilizó en 1982 el retratista gaditano Hernán Cortés Moreno para la Casa Pemán: vestido de oscuro, sentado en un sillón de oficina, con su Toisón sobre el pecho, sobre un equívoco suelo ajedrezado que parecía alejarlo hasta el infinito… Existe otro retrato mayestático de Pemán en hábito de Montesa, realizado por el pintor vallisoletano Francisco Prieto Santos, depositado en la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz.

Pemán se especializó en periodismo de gabinete: «el artículo de fondo». Convertido en cronista político del tardofranquismo, instalado definitivamente en la importante tercera página sepia de ABC, devino en amable creador de opinión y en orientador de espíritus turbados por la posguerra, a través de una importante masa de artículos periodísticos, didácticos, simpáticos, bien construidos, salpicados de anécdotas pretendidamente crípticas, en los que hablaba poco de su pasado y donde raramente se arrepintió de algún error. En ocasiones los artículos de Pemán parecían surrealistas, tanto por la elección del tema como por su desarrollo sintáctico al vaciar de su genuino contenido los vocablos para esterilizar la potencia subversiva de lo que quería decir.

En sus relaciones con el extranjero aplicó sabiamente la máxima «Conviene ser políglota para saber callar en siete idiomas».

En muchas ciudades y pueblos de España hay calles con su nombre. Tiene una calle con el nombre matizado por una placa anexa explicativa de «Escritor José Mª Pemán» en la ciudad de Sevilla, nominada por el Ayuntamiento democrático en 1995 «por ayudar a restaurar la Monarquía en España».

La Universidad de Sevilla lo nombró en 1974 doctor honoris causa de la Facultad de Filosofía en Cádiz. Pemán amaba el simbolismo y el ceremonial de la tradición. El Rector procedió a la toma de juramento haciéndole entrega de un bonete laureado, un libro de la ciencia, un anillo (usado antiguamente para sellar documentos), una medalla (símbolo del corazón) y unos guantes blancos (símbolo de la pureza) y terminando con el simbólico abrazo.

Desde 1952 presidió el Consejo de la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista de Cádiz. Sus últimos años los pasó muy quebrantado por una enfermedad neurodegenerativa que limitó grandemente su actividad. 

Murió cristianamente en su casa de Cádiz el 19 de julio de 1981, con un crucifijo entre las manos. Sus últimos gestos fueron para pedir que se leyera su poema «Al Cristo de la buena muerte».

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Enterrado inicialmente junto a su esposa en el cementerio de Cádiz, en la actualidad sus restos reposan en la cripta de la Catedral de dicha ciudad, junto a los de Manuel de Falla, en una tumba reservada para él desde muchos años antes. En su último domicilio, «Casa Pemán» hay una Fundación que alberga su legado y que incluye más de 16.000 volúmenes de los siglos XVII al XX, así como manuscritos, revistas y correspondencia del escritor gaditano.  Para honrar su memoria la Fundación Unicaja de Málaga instituyó el Premio anual Pemán de artículos periodísticos (actualmente denominado simplemente Premio Unicaja de Periodismo).

En el parque Genovés de Cádiz hay un teatro al aire libre (actualmente derruido) con el nombre de «Teatro de Verano José María Pemán». En el mismo lugar existe un monumento mandado erigir por suscripción popular con un busto de Pemán realizado por Juan de Ávalos (1967). 

Nombrado Hijo Adoptivo de Jerez de la Frontera, tenía un busto erigido en el Paseo de la Rosaleda del parque González Hontoria. Trece años después el busto de Pemán ha desaparecido del parque. El monumento se desmontó y el busto fue colocado, con alguna controversia, en el teatro Villamarta. En 2015 fue retirado.

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La ignorancia y el odio de los conglomerados populistas que actualmente han alcanzado algunas alcaldías españolas, han hecho de la figura y de la memoria de don José María Pemán, blanco de sus dislates. Dios les perdone.

Y a nosotros nos siga bendiciendo con el recuerdo y relectura de «El Divino Impaciente» y de tantos bellos artículos y obras literarias con que nos regaló en su prolífica vida, este señero autor español.

     ORACIÓN A LA LUZ

Señor: yo sé que en la mañana pura

de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.

Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.

Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río:

por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, Señor, el dolor mío
por llegar a Ti se hizo soneto.

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19 03, 2016

Hernán Pérez del Pulgar. Llamado el de las Hazañas; por D. José M. Huidobro

Por |2020-11-13T03:39:57+01:00sábado, marzo 19, 2016|

Artículo de fecha 19-02-2016 de D. José Manuel Huidobro 

Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 55 libros y más de 700 artículos.

Hernán Pérez del Pulgar. Llamado el de las Hazañas

    Los hombres de Carlos V hallaron a Hernán Pérez del Pulgar, viejo hidalgo que dejó su cortijo para acudir a la corte en Granada. Allí redactaría, para el emperador, “Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán”. Debido al título de su obra más destacada, es conocido como «el de las hazañas».

   Hernán (o Hernando) Pérez del Pulgar y García Osorio fue un hidalgo y militar al servicio de los Reyes Católicos, además de historiador y escritor, nacido, casi con toda probabilidad, en Ciudad Real el 27de julio de 1451 y fallecido el 11 de agosto de 1531 en Granada. Casó tres veces (con Doña Francisca Monte de Isla, con Doña Elvira de Sandoval y con lvira Pérez del Arca) y de sus matrimonios tuvo varios hijos, varones y hembras, siendo en su hijo Hernando, tras la muerte temprana de su hermano Rodrigo, en quién recayó los sendos mayorazgos fundados por su padre, tras refundirlos en uno.

Hernán Pérez del Pulgar

Hernán Pérez del Pulgar

   Por parte paterna (su padre fue Rodrigo Pérez del Pulgar), descendía de un antiguo solar de Asturias, en el lugar de Cortina, Concejo de Lena, donde era tenido su linaje por uno de los buenos entre los mejores; y, por el costado materno, de la esclarecida estirpe de los Osorio, pues no menos que su propia madre, Doña Constanza García y Osorio, era hija del comendador de Socabos y nieta del Marqués de Astorga.

    Dedicado desde muy joven a la carrera de las armas (en su juventud, en 1475, junto a su padre, destacó por defender Ciudad Real cuando la invasión del Maestre de Calatrava), combatió contra las fuerzas portuguesas de Alfonso V durante la guerra de Sucesión de Castilla (1474-1479). En 1481 fue nombrado gentilhombre por los Reyes Católicos, tras lo cual se trasladó a Andalucía para luchar contra los nazaríes granadinos. Destacó en las campañas de Granada(1481-1492), logrando importantes éxitos militares en Alhama, el castillo de Salar, el sitio de Baza y Salobreña.

    Su primera gran hazaña tuvo lugar en 1486, durante el cerco de Loja (Granada), cuando conquistó el castillo del Salar con sólo ochenta hombres. En recompensa, los reyes lo nombraron alcalde de la fortaleza y, más tarde, a sus herederos, se les nombré marqueses del Salar. En 1487 participó en el asedio de Vélez-Málaga, y dos años después en el sitio de Baza (Granada), durante el cual dio muerte a Ibn Za’id, caudillo del ejército musulmán.

    En 1490, durante el asedio de Salobreña por parte de Boabdil el Chico, último emir nazarí, Hernán Pérez del Pulgar precipitó el ataque de los musulmanes (que esperaban que la ciudad se rindiese por falta de agua y alimento) arrojando un cántaro de agua por la muralla como muestra del abastecimiento de la plaza. Sin embargo, su acción más recordada fue la entrada en Granada en diciembre de 1490 junto a quince caballeros: logró llegar a la mezquita mayor y clavó en su puerta un cartel donde se leía “Ave María”.

Escudo de Armas de Hernán Pérez del Pulgar

Escudo de Armas de Hernán Pérez del Pulgar

   Curiosamente, tras haber contribuido tanto a la victoria final, no formó parte de las tropas que tomaron definitivamente la ciudad de Granada en 1492. En 1494 ayudó a sofocar la sublevación de los moriscos en Las Alpujarras.

   Más tarde en Italia junto con Gonzalo Fernández de Córdoba, “el Gran Capitán”, y siendo su lugarteniente reformaron las tácticas de la infantería española en Ceriñola, las cuales darían lugar a los celebres Tercios Españoles invictos, gracias a sus enseñanzas, durante más de 150 años.

Cuadro en Casa del Marqués del Salar

Cuadro en Casa del Marqués del Salar

   En sus últimos años, cuando contaba 74, recibió el encargo, por parte del emperador Carlos I, de poner por escrito los principales episodios bélicos protagonizados por Gonzalo Fernández de Córdoba («El Gran Capitán»), tanto en la Guerra de Granada como en el transcurso de sus célebres campañas en Nápoles. Fruto de este encargo fue la magnífica crónica de Pérez del Pulgar titulada Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán, (publicado en 1527 por un editor alemán, Jacobo Cromberg, que vivía en Sevilla) obra que recoge no sólo los méritos militares del protagonista, sino también la relación de sus títulos y privilegios. La redacción de esta obra por parte de Pérez del Pulgar ha dado lugar a que se le confunda con el cronista de los Reyes Católicos, Hernando del Pulgar.

   Por sus hazañas y en especial por la de Granada, los Reyes Católicos le concedieron el privilegio de estar enterrado junto a ellos en la Capilla Real de la Catedral de Granada, privilegio muy de destacar, pues no se ha repetido en la Historia de España y no era un miembro de la Casa Real.

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   En la Guerra de Granada sería la hazaña del Ave María la que le daría inmortalidad; partiendo de Alhama, en un asalto nocturno a Granada acompañado de otros 15 caballeros, y guiado por un moro renegado, llegó hasta la puerta de la Mezquita Mayor y clavó con su daga la oración del Ave María en la misma puerta de la mezquita.

  Para perpetuar la memoria de aquellos hidalgos, mandaron los Reyes Católicos extender una real cédula en que se les menciona uno por uno, prometiéndoles grandes mercedes para cuando se tomase Granada. El documento está firmado a «treinta días del mes de diciembre de mil e quatrocientos e noventa años», y se dirige a Pulgar, y a sus quince compañeros, cuyos nombres son: Gerónymo de Aguilera, Francisco de Bedmar, Diego de Jaén, Álvaro de Peñalver, Diego Ximénez, Pedro de Pulgar, Montesino de Ávila, Ramiro de Guzmán, Cristóbal de Castro, Tristán de Montemayor, Diego de Baena, Alfonso de Almería, Luis de Quero, Rodrigo de Velázquez, y Torre.

 Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro

 http://hidalgosenlahistoria.blogspot.com.es/

18 03, 2016

España y las Órdenes Dinásticas del Reino de las Dos Sicilias; por D. Alfonso Ceballos-Escalera y Gila, Marqués de la Floresta

Por |2020-11-13T03:39:58+01:00viernes, marzo 18, 2016|

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España y las Órdenes Dinásticas del Reino de las Dos Sicilias

Una peculiaridad institucional histórico-jurídica

Autor:  Exc.mo Sr Dr D. Alfonso Ceballos-Escalera y Gila,  Marqués de la Floresta, Cronista de Armas de Castilla y León

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   Hace ya quince años largos, el sesenta aniversario del nacimiento de Su Alteza Real el Serenísimo Señor Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Duque de Calabria e Infante de España (q.D.g.), me proporcionó sobrado motivo para acometer un estudio histórico y jurídico sobre una particularidad que de siempre me ha llamado la atención: me refiero a la especialísima posición institucional de que han gozado en España las Órdenes Reales de la Monarquía napolitana, no sólo durante su efectiva vigencia, sino con posterioridad al fatídico año de 1860, y hasta el punto de alcanzar a nuestros días presentes.

   En efecto, son muchas las Órdenes dinásticas pertenecientes a las Monarquías europeas que, al desaparecer estos regímenes, dejaron de ser reconocidas por España, que tampoco autorizó el uso de sus insignias en el territorio nacional. Este desdén afecta incluso a las Órdenes Reales de Francia (Saint-Èsprit, Saint-Michel y Saint-Louis), proscritas en España mediante la real orden de 11 de agosto de 1803

[1] a consecuencia de la voluntad del Primer Cónsul, que no deseaba ver las extintas Órdenes Reales ostentadas en el extranjero -son conocidas las protestas de Bonaparte al respecto, cursadas a través del Ministerio de Relaciones Exteriores-. La verdad es que no sería fácil para los Borbones españoles ostentar la placa del Espíritu Santo después de la paz de Basilea (22 de julio de 1795) mediante cuyo tratado Don Carlos IV reconoció a la República francesa. Estas Órdenes francesas solamente fueron reconocidas y autorizadas de nuevo entre 1814 y 1830, pero no posteriormente, a pesar de ser la Casa de Francia la cuna de la Dinastía española. Igual suerte han corrido en España todas y cada una de las restantes Órdenes dinásticas de las Monarquías europeas, con la única y particularísima excepción de las pertenecientes a la Real Casa de las Dos Sicilias, como a continuación voy a exponer.

[1]. Se imprimió como circular del Consejo: Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección de Diversos, Reales Cédulas, número 4.035 (los originales en Consejos Suprimidos, libro 1.498, número 68). También se transcribió en la Novísima Recopilación, como nota a la ley XII del libro VI.

 Las Órdenes Reales de las Dos Sicilias

 

   La Monarquía napolitana contaba, casi desde sus orígenes en 1734, con varias Órdenes, unas dinásticas y otras estatales; a saber: la Insigne Orden de San Genaro (1738), la Real Orden de San Ferdinando e Mérito (1800), la Real y Militar Orden de San Jorge de la Reunión (1819),  la Orden de Francesco I (1829), y la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, cuyo gran magisterio fue heredado de la familia Farnese y cuya constitución deriva de la bula papal Militantis Ecclesiae, dada en 1718. Sobre todas ellas han tratado in extenso varios autores, en especial el Marqués de Villarreal de Álava en su obra La Maison Royale des Deux Siciles, l’Ordre Constantinien de Saint Georges et l’Ordre de Saint Janvier (Madrid, 1964), y más recientemente el magistrado Ettore Gallo, presidente de la Corte Constitucional italiana, en su espléndido Il Gran Magistero del Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio (Roma, 2002), así como Andrea Borella y Giovanni Grimaldi en diversos artículos. No es del caso repetir ahora estos relatos, aunque sí glosar brevemente los orígenes de estas Órdenes, con particular mención de las dos que han obtenido el secular reconocimiento de las autoridades españolas: la Orden de San Genaro, y la Orden Constantiniana de San Jorge.

   La Insigne y Real Orden de San Genaro fue fundada en la ciudad de Nápoles el 3 de julio de 1738 por el entonces Rey de Nápoles y de Sicilia Don Carlos VII -Infante de España como hijo del Rey Don Felipe V, Duque soberano de Parma en 1732 y, desde 1759, Rey de las Españas con el nombre de Carlos III-. Se trata de la más importante de aquella Monarquía, y consiste en una Orden de carácter dinástico y familiar, instituida por un Soberano y formada por una confraternidad de caballeros nobles que no hacían voto alguno de carácter religioso o caballeresco. Probablemente el fundador se inspiró en la francesa Orden del Saint-Ésprit, cuyas normas y modelo de insignia se traslucen en la napolitana. El rango y prestigio que enseguida le reconocieron los monarcas europeos -señaladamente los de Francia y de España- la proporcionaron la misma consideración que la aludida Orden del Espíritu Santo francesa, y que la Insigne del Toisón de Oro española.

   Los Estatutos fundacionales determinan las insignias -una placa plateada semejante a la del Saint-Ésprit francés pero con la imagen del Santo Patrono, una banda roja, y un manto ceremonial-; fijan el número de caballeros en sesenta; exigen para ser condecorado la nobleza de los cuatro abolorios -requisito frecuentemente dispensado a muchos de ellos por el gran maestre-; y regula el gobierno corporativo por medio de cuatro oficiales, titulados canciller, maestro de ceremonias, tesorero y secretario -hoy solamente pervive este último, y es siempre un caballero de la Orden-. El tratamiento de Excelencia les fue reconocido en 24 de marzo de 1817.

   El fundador gobernó la Orden desde 1738 hasta el fin de su reinado napolitano en el otoño de 1759; pero, aunque entonces abdicó aquella Corona en su hijo Don Ferdinando, quiso conservar el gran maestrazgo de San Genaro, y así lo hizo, siendo ya Rey de España, hasta que en 1766 lo renunció también en su mencionado hijo y sucesor el Rey de Nápoles y de Sicilia. Los monarcas sucesores continuaron sin novedad discerniendo esta prestigiosa Orden, incluso después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias en 1860, pues hasta nuestros días los sucesivos Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias, grandes maestres de esta Orden, la han venido otorgando a sus más fieles.

   La historia de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge tiene un origen mucho más remoto, y en parte legendario puesto que se atribuye nada menos que a Constantino, Emperador de Roma, convertido al cristianismo en el año 312; desde entonces perduraría, según estas mismas leyendas, hasta llegar a los días del Imperio Romano de Oriente, durante la dinastía de los Ángelos bizantinos -Imperio acabado a manos de los turcos en 1453-. Más seguramente, esta Orden fue fundada por los Ángelos de Drivaste, cerca de Scutari, que se declaraban príncipes de origen bizantino, a mediados del siglo XVI. Poco después, la Orden Constantiniana de San Jorge y sus grandes maestres se transfirieron a Venecia, al amparo de la Santa Sede y de otros príncipes católicos. Los pontífices Calixto III, Pío II, Pablo II, Sixto IV, Inocencio VIII, Pablo III, Julio III, Pablo IV, Sixto V y Clemente VIII favorecieron a la Orden Constantiniana mediante varias bulas, las primeras datas en 1575 y 1576; también recibió protección por parte de Don Felipe II de España (1595) y del Emperador Fernando II (1630).

   Por acta de 26 de julio de 1697, firmada en Venecia, el entonces gran maestre Juan An-drea Flavio Ángelo Comneno hizo cesión de su cargo a favor de Francisco I Farnese, Duque soberano de Parma y Plasencia; acta aprobada por el pontífice Inocencio XII mediante la bula Sincerae Fidei de 29 de octubre de 1699. Notemos que la cesión se hizo a la familia Farnese co-mo tal, y no en su cualidad de Duques de Parma y Piacenza; la Orden Constantiniana mantuvo así su carácter eminentemente familiar. Los nuevos grandes maestres revitalizaron mucho esta antigua Orden, dotándola de medios y de una relevante posición social. Acabada la di-nastía parmesana de Farnese en 1731, recayó su sucesión en Don Carlos de Borbón, Infante de España, hijo primogénito de la Reina Doña Isabel de Farnesio, hermana del último Duque de Parma y Piacenza, estados heredados entonces por el Infante. Cuando Don Carlos conquistó los Reinos de Nápoles y de Sicilia en 1734, trasladó la Orden Constantiniana a su nueva capital; y cuando llegó en 1759 a ser Rey de España, abdicó la  dignidad de primogenito leggitimo farnesiano en su hijo Don Ferdinando el 16 de octubre de  aquel año (diez días después de la Pragmática de 6 de octubre de 1759 por la que abdicaba la Corona napolitana), en la cual se incluía el Gran Magisterio de la Orden Constantiniana[2]. Sus sucesores los Reyes de las Dos Sicilias conservaron esta Orden, mantenida luego de la desaparición de la Monarquía siciliana en 1860 -el Reino de Italia no intentó su abolición- por los Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias hasta nuestros días. Recordemos que a ella perteneció desde su juventud el Papa Pío XII, entre otras muchas personalidades relevantes de Italia y de España.

[2]. Notemos, pues, el carácter dinástico y no territorial del Gran Magisterio de esta Orden. Las bulas papales Sincerae Fidei de1699, y Militantis Ecclesiae de 1718, se confería el Gran Magisterio ac tuis … natis … aliisque Familiae tuae Farnesiae … successoribus Parma ducibus pro tempore existentibus…, y en un breve papal de 20 de abril de 1701 cum confir-matione concessionis & assignationis Muneris Magni Magistri ejusdem Militiae factae … ad favorem Serenissimi Francisco Farnesi Ducis Parmae &c ejusque familiae …seu Munseris magni Magistri, seu perpetuo Administratoris dictae Militiae dicto Francisco Duci, ac ejus post ipsum Natis Nepotibus & Descendentibus, alliisque ejus Familiae Farnesiae Successoribus… (Guy S. SAINTY, op. cit., página 27 y nota 24). Los Estatutos de  1705 expresan que Gran Ma-estro dell’Ordine … ed esercitato dalli serenissimi primogeniti discendenti dalla famiglia nostra Farnese quali saranno attualmente duchi di Parma e Piacenza  … al padre adunque, che avra amministrato la Carica del Gran Maestro, succeda il di lui figlio primogenito …. il quale discendendo dal nostro medesimo congiunton del defunto (ibidem, página 29, nota 27). En una carta datada en julio de 1749, el Marqués Giuseppe Gioacchino di Mont’allegra escribía al Gran Prior en Parma: e cio per l’inconstrastabile evidente ragione che il Gran Magistrato suddetto non e annesso, o connesso ai ducati di Parma, e di Piacneza, ma’ proprio, e particolare della Ser.ma Casa Farnese, come appare alle Bolle de Sommi Pontefice e consequentemento di S. M.ta, che ne el’ciede (ibidem, página 35, nota 35). Esto es importantísimo, porque aclara que la Orden Constantiniana no está ligada a ninguna dignidad temporal, sino sólo a la representación primogénita de la familia Farnese.

    Respecto de las tres restantes Órdenes del Reino de las Dos Sicilias, su historia es mucho más reducida. La Reale Ordine di San Ferdinando e Merito fue fundada en 1 de abril de 1800 por el Rey Ferdinando IV -entonces refugiado en Sicilia, tras la invasión francesa-, para premiar méritos militares y civiles, preferentemente hechos por sus súbditos sicilianos. La insignia consiste en un círculo que muestra al Santo Rey de Castilla, patrono de la dinastía, rodeado de seis lises blancas, todo puesto sobre un rafagado de oro; la banda era roja con los cantones azules. Abolida por los piamonteses en septiembre de 1860, apenas se concede desde 1894, en que falleció el último Monarca siciliano; pero su hermano y sucesor la otorgó en 1895 a sus dos hijos, entonces oficiales del Ejército español, que fueron autorizados a usar las insignias en España, como enseguida diré.

   La Reale e Militare Ordine di San Giorgio della Reunione fue establecida el 1º de enero de 1819, para sustituir a la Orden de las Dos Sicilias creada en 1808 por el intruso José Bonaparte. Se trata de una distinción destinada a premiar servicios militares, y contaba con siete u ocho grados; la insignia tomaba sus motivos y lema de la Orden Constantiniana; pero la banda era azul celeste con los cantos amarillos. Suprimida por los italianos en 1860, sobrevivió sin embargo hasta después de la muerte del Rey Francisco II (1894), datándose la última concesión documentada en 1909; también los príncipes napolitanos Don Ferdinando y Don Carlo Tancredo, oficiales del Ejército Español, fueron autorizados a lucir las insignias sobre su uniforme militar.

   Por fin, la Reale Ordine di Francesco I fue establecida por el monarca homónimo el 28 de septiembre de 1829, como un premio al mérito civil en general, particularmente en los campos del servicio público, la ciencia, las artes, la agricultura, la industria y el comercio. Contaba en su origen con los sólitos cinco grados de gran cruz, comendador, caballero, y medalla de oro y plata; pero en 1858 estos grados se aumentaron. La insignia consistía en una cruz maltesa blanca cantonada de lises doradas, sumada de la corona real, y en cuyo centro se mostraba un círculo de oro con la cifra del soberano fundador rodeada de la leyenda De Rege Optimo Merito; la banda era de color rojo oscuro, con los cantos azul marino. Al igual que las precedentes, fue abolida oficialmente por las nuevas autoridades italianas en 1860, pero lo cierto es que ha perdurado hasta nuestros días.

 La Corona de España y las Órdenes Reales napolitanas

   Una vez expuestos tan someramente los orígenes y la evolución histórica de las instituciones premiales napolitano-sicilianas, procede ahora examinar, desde el punto de vista de los hechos, su secular relación con la Corona de España -es decir con el Estado español-.

   Digamos, en primer lugar, que desde el mismo momento de la restauración de la Monarquía napolitana en 1734, los súbditos del Rey Católico reciben y gozan numerosas condecoraciones de las aludidas Órdenes Constantiniana y de San Genaro -desde 1738 en este último caso-. De hecho, en las disposiciones fundacionales de la primera el Rey de Nápoles y de Sicilia reservó a su padre el Rey de España la facultad de nombrar manu regia hasta seis caballeros de la nueva Orden -Don Felipe V nombró hasta nueve[3]-. Pero es que la intervención española fue mucho mayor: de la documentación conservada en España, resulta que la fundación de la Orden de San Genaro se gestó en gran medida en la Corte española, hasta el punto de que probablemente los Estatutos se redactaron en Madrid; y el Rey Católico fue consultado acerca de todos y cada uno de los caballeros que su hijo deseaba investir al tiempo de la fundación[4]. Además, la primera impresión de los Estatutos, hecha en Nápoles por Francesco Ricciardo en aquel mismo año de 1738, se realizó en las dos lenguas, italiana y española; lo mismo se verificó en la tercera reedición de los mismos hecha en 1764[5]. Para más honrar la nueva institución napolitana creada por su hijo, el Rey Don Felipe V concedió a todos los caballeros españoles el tratamiento de Excelencia, en justa correspondencia de lo que en la Corte napolitana se observaba con los del Toisón de Oro[6].

[3]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 471.

[4]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpetas 1 y 4 (en esta última hay antecedentes desde 1735, que permiten afirmar que efectivamente los Estatutos se redactaron en Madrid).

[5]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 465.

[6]. En fecha de 28 de julio de 1738: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Notemos que no fue hasta 1817 que el Rey de las Dos Sicilias reconoció este tratamiento a los caballeros italianos de la Orden: Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 469.

   La influencia española en la nueva Orden de San Genaro fue muy intensa durante los primeros años de vida de la institución: en el reinado napolitano de Don Carlos (desde 1738 a 1759), recibieron la preciada banda encarnada hasta 57 súbditos del Rey Católico, sobre un total de 141 concesiones -es decir, que los españoles obtuvieron el 40% de todas las bandas concedidas entonces-. La Corte española celebró frecuentemente capítulos de la Orden de San Genaro -y la fiesta del Santo-, en los que recibieron la investidura de mano del Rey Católico varios agraciados residentes aquí[7]. Desde el mismo momento de la fundación de esta Orden, los generales y oficiales españoles -muchos de ellos habían hecho las campañas de Nápoles, en 1734- fueron autorizados a lucir sus insignias sobre el uniforme militar: así nos lo demuestran numerosos retratos conservados[8], y porción de hojas de servicios militares conservadas en el Archivo General Militar de Segovia.

[7]. Por ejemplo el celebrado en la real cámara el 19 de septiembre de 1739: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 3.

[8]. Sin ir más lejos, en el Museo Naval se conservan los retratos del Marqués de la Ensenada, del almirante Marqués de la Victoria (dos), y del teniente general don Ricardo Wall, todos con la placa y banda de San Genaro sobre el uniforme.

   La proclamación de Don Carlos como Rey de España en 1759 produjo una situación institucional interesantísima, y muy honrosa para la Orden de San Genaro: porque el nuevo Monarca, que había abdicado de la Corona napolitana y siciliana, se reservó sin embargo el gran maestrazgo de dicha Orden, y lo mantuvo, siendo ya Rey de España, por espacio de siete años, o sea desde 1759 hasta fines de 1766[9]. Durante este periodo, pues, la Orden de origen italiano pasó a ser institución propia de la Corona de España, y es por ello que las concesiones de bandas se publicaban regularmente en la Gaceta de Madrid[10]. Por añadidura, en el primer proyecto de las Armas Reales del nuevo Soberano se ibncluyeron los collares napolitanos de San Genaro y de San Jorge, y así no fue infrecuente que el collar de San Genaro acompañase a los del Toisón de Oro y del Saint-Ésprit rodeando las Armas Reales españolas: así se muestra, por ejemplo, en el soberbio ejemplar que adorna la fachada de la Real Casa de Aduana -edificada en 1761-, hoy Ministerio de Hacienda, en la madrileñísima calle de Alcalá[11]. Esta peculiar circunstancia no se dio jamás respecto de ninguna otra Orden europea en tiempo alguno. Es más, el propio Monarca solicitó y obtuvo del Papa Clemente XVI en 1759 la celebración en todos los Reinos de España e Indias de la fiesta y octava del Santo Obispo de Benevento[12].

[9]. Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado (Reino de las Dos Sicilias), libro 136, folio 136; libro 320, folios 49, 51, 77; libro 324, folio 101v; libro 331, folios 38 y 70; libro 336, folios 41 y 86; libro 339, fol. 4; legajo 6096, doc. 17, folios 242-243; legajo 6099, fol. 35; legajo 5878, folio 139. Archivo Histórico Nacional, legajo 6349. Sobre todo este asunto, véase cuanto relata el  Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 63-68, 473, y 554-577.

[10]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 475.

[11]. Son más frecuentes las representaciones documentales de esta clase: por ejemplo en la obra de Martínez Compañón titulada Trujillo del Perú en el siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca de Palacio. También figuran los collares napolitanos en el primer proyecto para las Armas Reales de Carlos III, que finalmente no se llevó a efecto: documentos y dibujos en el Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 2.941; y Mapas, Planos y Dibujos, número 778. Hallados por el autor de estas líneas, y citados y estudiados por Fernando GARCÍA-MERCADAL, El Escudo Grande de Carlos III (2), en “Emblemata”, III (1997), página 229.; y recientemente también por Faustino MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, El Escudo, en la soberbia obra colectiva Símbolos de España (Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999), páginas 208-209.

[12]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 6.

   Es necesario recordar, porque su olvido es muy general, la  conocida circunstancia de que, en virtud del artículo 2º del Tratado de Nápoles, suscrito en 3 de octubre de 1759 entre Carlos III y la Emperatriz María Teresa -por cierto todavía vigente-, y de los preceptos de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, las Familias Reales de España y de las Dos Sicilias son y forman una sola y única Casa[13]. Por esta razón los Reyes de España se han venido considerando siempre -al menos en los ámbitos moral y familiar- como cabeza de la Casa de las Dos Sicilias. Por eso el título de Rey de las Dos Sicilias ha formado parte siempre del llamado título largo de los Reyes de España, desde Don Carlos III -que sin embargo había abdicado aquella Corona en su hijo Don Ferdinando- hasta Don Alfonso XIII. Y, en fin, por eso mismo en las denominadas Armas Grandes de España se han integrado hasta la actualidad los emblemas heráldicos napolitano-sicilianos[14].

[13]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 42 y 50. Esta circunstancia, olvidada de buena o de mala fe, es fundamental a mi juicio para la solución definitiva del conflicto dinástico que aqueja a la Casa Real de las Dos Sicilias.

[14]. Fernando GARCÍA-MERCADAL, Los Títulos y la Heráldica de los Reyes de España (Bosch, Barcelona 1995), páginas 163-204, y 351-376. Para las armerías debe consultarse el tratado de don Faustino MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, Heráldica medieval española. I. La Casa Real de León y Castilla (Madrid 1982).

    Restituido el maestrazgo de la Orden de San Genaro al Rey de Nápoles y de Sicilia por los años de 1766, la Corona española continuó reconociendo y autorizando el uso de sus insignias en todo el territorio de la Monarquía, tanto a los propios súbditos españoles como a los extranjeros. Por eso es frecuente encontrar las insignias de las principales Órdenes de las Dos Sicilias en los retratos de militares y de empleados civiles españoles, durante la primera mitad del siglo XIX, puesto que ya entonces estaba expresamente autorizado su uso público sobre toda clase de uniformes, militares y civiles[15].

[1]. Recordemos tres retratos debidos al pincel de Vicente López, que adornan estas páginas: los de los ministros don Pedro Labrador y don Manuel González Salmón, y el del general Navarro Sangrán, Conde de Casa Sarriá.

   De hecho, los propios Monarcas y sus familiares hicieron un uso frecuente de estas insignias, como nos muestran los retratos conservados del Rey Don Carlos IV con la roja banda de San Genaro y la placa de San Ferdinando e Merito[16]; de Don Fernando VII con la banda de San Genaro y la placa de San Ferdinando e Merito[17]; del Cardenal Borbón con las bandas y veneras de ambas Órdenes[18]; y por último del Infante Don Francisco de Asís, que fue retratado con la placa de la gran cruz de la Orden de San Ferdinando e Merito en una fecha tan tardía como septiembre de 1846, en vísperas de su boda con la Reina Doña Isabel II[19]. Notemos que estas Personas Reales, después de 1814, jamás lucieron otras insignias que las de las Órdenes Reales españolas -Toisón de Oro, Carlos III, Isabel la Católica, San Fernando…-, con la única y particular excepción de éstas de las Dos Sicilias, circunstancia que nuevamente pone de relieve la peculiaridad institucional de que han venido gozando en España, donde sin duda se consideraban entonces Órdenes de familia casi propias.

[16]. De este Monarca conozco al menos cinco retratos de nuestro interés para este asunto: el de Vicente López, con ocasión del homenaje de la Universidad de Valencia, hoy en el Museo del Prado; el de Goya, en el Museo del Prado, con uniforme de coronel de Reales Guardias; el del mismo Goya, en el Palacio Real, ecuestre, con uniforme de Reales Guardias; y, en fin, el celebérrimo del mismo artista titulado La familia de Carlos IV, en el Prado. Además, es muy notable el que le hizo José de Madrazo en Roma cuando ya estaba exiliado, en 1813 -hoy conservado en el Palacio Real de Aranjuez-. En todos ellos, el Rey luce la placa o la banda roja de San Genaro, y la placa de San Ferdinando e Merito.

[17]. Con la banda de San Genaro está en el ya aludido de La familia de Carlos IV, por Goya. Con la banda y placa en el que le hizo Goya, vistiendo de capitán general, que está en el Prado. También en el retrato ecuestre pintado por el mismo Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando. Por fin, en el bonito retrato de Vicente López Portaña, en el Museo Naval (inv.2.679), luce la placa de la Orden de San Ferdinando e Merito.

[18]. Lo retrató Goya, y la pintura se conserva en el Museo del Prado.

[19]. El retrato, obra de José de Madrazo, se conserva en la colección del Ministerio de Economía y Hacienda. Véase el catálogo publicado de la reciente exposición celebrada sobre este pintor en Santander y en Madrid, obra de don José Luis Díez, en las páginas 340-341. En la página 243 figura también el de Don Carlos IV al que acabo de referirme.

    La caída y desaparición del Reino de las Dos Sicilias a manos de los piamonteses, en 1859-1860, no modificó un ápice de la situación aludida, hasta el punto de que los ciudadanos españoles condecorados por el exiliado rey Francisco II fue-ron autorizados a usar las insignias en España, como nos muestran los dos libros de registro de autorizaciones de uso de condecoraciones extranjeras que se conservan en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores[20]: entre 1860 y 1877 fueron autorizados los siguientes españoles a usar en España las insignias de Órdenes Reales napolitanas: uno, las de la Orden de San Genaro; tres, las de la Constantiniana de San Jorge; veintiuno, las de la Orden de Francisco I; y otros dos, las de la Orden de San Ferdinando e Merito. Y notemos que España reconoció el nuevo Reino de Italia ya desde el año de 1865; sin embargo de lo cual continuó reconociendo y autorizando el uso de las insignias de las Órdenes Reales de la derrocada Monarquía de las Dos Sicilias.

[20]. Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos-Ministerio de Asuntos Exteriores, libros 354 (años 1850-1866), 355 (años 1867-1884) y 356 (años 1875-1899).

   Y, de hecho, lo siguió haciendo durante muy largos años, toda vez que todavía en 1900 el embajador de Italia protestaba sobre el uso de las insignias de la Orden de San Genaro, sobre el uniforme militar español, por parte de los Príncipes Don Ferdinando y Don Carlo de Borbón-Dos Sicilias, hijos del Conde de Caserta[21]. Del primero, futuro Duque de Calabria, conocemos además un retrato fotográfico anterior al 1900, que lo muestra como capitán de Artillería luciendo sobre su pecho la insignia de la Orden de San Jorge de la Reunión. Un año después, en 1901, se autorizaba al mismo Don Carlos, ya Infante de España, el uso sobre el uniforme militar de la gran cruz de la Orden de San Ferdinando e Merito, que le había concedido su padre el Conde de Caserta, Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, por los méritos militares contraídos durante la campaña de Cuba, unos años antes[22]. Existen también testimonios fotográficos del uso de las cruces napolitanas sobre su uniforme militar español por parte de los Príncipes Rainiero y Felipe de Borbón-Dos Sicilias, precisamente de sus bodas, en 1916 y 1923. Y notemos también que, si durante el reinado del último Alfonso apenas se conservan antecedentes de esta clase de autorizaciones a favor de particulares, más bien ha de deberse a que entonces no se verificaron concesiones a favor de ciudadanos españoles -y no a un cambio de criterio del Gobierno español-.

[21]. Sobre ello interpeló un diputado: sesiones de las Cortes del 3 al 20 de diciembre de 1900. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 115.

[22]. Archivo General Militar de Segovia, 1ª sección (Personal), legajo B-14: expediente personal y hoja de servicios del interesado.

   Hay, además, una noticia de aquellos días por cierto sugestiva: todavía en una época tan tardía como 1928 -hacía ya casi setenta años que el Reino de las Dos Sicilias había sido destruido- el Rey Don Alfonso XIII conservaba entre sus condecoraciones la siguiente: Orden de San Fernando de Nápoles. Cruz y banda con venera, cinta azul marino y roja[23].

[23]. Inventario de las condecoraciones extranjeras de S.M. el rey Nuestro Señor (q.D.g.) hecho en 14 de junio de 1928. AGP, Alfonso XIII, caja 15.771, expediente 2. Ha sido publicado por este autor: «Un inventario de condecoraciones de Don Alfonso XIII», en Cuadernos de Ayala, 2 (abril-junio 2000), págs. 15-18.

   Tras las turbulencias del periodo que corrió desde 1931 a 1939, el Gobierno español mantuvo el secular reconocimiento de las Órdenes Reales de las Dos Sicilias. Aparte de la tácita tolerancia gubernativa al uso público en ceremonias oficiales de dichas insignias napolitanas, tres hechos más especiales así nos lo evidencian: me refiero a la pública ostentación de las respectivas insignias durante los funerales de Estado de los Infantes Don Carlos de Borbón (Sevilla, 1949), y de su hijo Don Alfonso de Borbón-Dos Sicilias (Madrid, 1964), éste último por cierto titulado Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias. Pero, sobre todo, la invitación oficial a la Orden Constantiniana española para la asistencia en El Escorial a los capítulos bianuales de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo. Efectivamente, al menos desde 1961 la Cancillería de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y de San Hermenegildo, siguiendo instrucciones del Gobierno español, ha venido cursando oficialmente las invitaciones para que la  Orden Constantiniana de San Jorge española acudiese y se hallase presente, por medio de una representación, a los solemnes capítulos que cada dos años celebran dichas instituciones españolas en el Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, ocupando allí un lugar de honor expresamente reservado a ella. De hecho, ha sido muy frecuente que los propios pretendidos grandes maestres de las Órdenes Reales napolitanas -o sea, los Infantes Don Alfonso y Don Carlos-, hayan acudido allí por sus propias personas, y luciendo las insignias correspondientes a su alta dignidad -como también lo han hecho siempre los dignatarios de la Orden Constantiniana comisionados al mismo efecto-. Notemos que en dichas ocasiones solemnes lo representantes constantinianos han ostentado siempre públicamente las insignias de su rango e incluso, en los últimos años, el manto capitular azul. El caso de que a dicho capítulo escurialense sea invitada y acuda una representación de la Orden Constantiniana de San Jorge es único, pues ninguna otra Orden dinástica o estatal extranjera goza de esta especialísima consideración.

   Desde el mes de febrero de 1960, y hasta su fallecimiento en 1993, el Augusto Señor Conde de Barcelona (q.S.G.h.), Jefe de la Casa Real Española, lució en varias ocasiones públicamente los collares de las Órdenes de San Genaro y Constantiniana de San Jorge -con los que había sido condecorado por su primo el Infante Don Alfonso-, como nos muestran algunos testimonios gráficos. Notemos de nuevo que dicho Augusto Señor jamás lució las insignias de ninguna otra Orden extranjera -salvo en ceremonias de Estado muy señaladas, en que estaba obligado a ello por razones de cortesía y de etiqueta-, lo que podemos interpretar como una recuperación del criterio tradicional respecto de la jefatura y patronato que la Corona de España ha venido ejerciendo sobre su filial la Casa de las Dos Sicilias, a tenor del vigente Tratado de Nápoles de 3 de octubre de 1759 y de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, a que antes nos hemos referido. De hecho, es en tal cualidad como se dirigió a su tío Don Raniero de Borbón-Dos Sicilias en julio de 1960, para mediar en la disputa que desde aquel año afecta a la Real Casa de las Dos Sicilias[24]. También es muy demostrativo del profundo aprecio que la Casa Real de España ha sentido hacia su filial la Casa Real de las Dos Sicilias, el hecho de que fuese precisamente la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge española la primera gran cruz que ostentó el Rey Don Juan Carlos, desde el 19 de febrero de 1960, como consta del libro registro o inventario oficial de las condecoraciones recibidas por Su Majestad a lo largo de su vida, que obra en poder de la propia Casa del Rey[25].

[24]. Carta reproducida por el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 626.

[25]. Debo esta noticia al teniente coronel don Rodolfo Diaz Lussnigg, quien ha incluido dicho inventario oficial en su estudio Reales Órdenes de los actuales reinos de Europa, de próxima publicación.

    Restaurada la Monarquía española en 1975, resulta que se han producido importantes novedades que han venido precisamente a consolidar esta particular consideración institucional  de las Órdenes Reales napolitanas en España, hasta desembocar en un reconocimiento oficial expreso.

    De una parte, notemos que el uso de las insignias está no solamente aceptado por costumbre en España -se lucen públicamente tanto en las audiencias ante el Rey en Palacio[26], como en el ámbito de la Diplomacia[27]-, sino que es más bien autorizado oficial y expresamente: por ejemplo, en el ámbito castrense, donde el Ministerio de Defensa autoriza mediante orden comunicada o resolución, que se publican en el Boletín Oficial de Defensa, el uso de las insignias napolitanas sobre el uniforme militar de los oficiales condecorados con ellas[28]. Por eso hace pocos meses mi buen amigo el comandante Crespo-Francés me comunicaba que estaban ya incluidos en el Sistema Informático del Personal del Ministerio de Defensa los códigos 8753 al 8761, correspondientes a los nueve grados de la Orden Constantiniana (de bailío gran cruz de justicia, a capellán) conque están condecorados muchos oficiales españoles.

[26]. Son muchas las personas condecoradas que traen las insignias en ceremonias y audiencias palatinas; conservamos testimonio fotográfico, por ejemplo, del Duque de Huéscar luciendo la banda y placa de la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge española al tiempo de saludar a SS.MM. durante una audiencia en el Palacio Real de Madrid, hacia 1985.

[27]. El 23 de abril de 1997, los dos embajadores españoles ante la Santa Sede y ante el Gobierno italiano, hallándose juntos durante una misa solemne convocada por la Orden Constantiniana de San Jorge en la iglesia romana de Santa María al Flaminio, lucían ambos sobre el uniforme diplomático las insignias de dicha Orden, con las que ambos están condecorados.

[28]. Por ejemplo, y por tratarse de casos recientes, recordemos las autorizaciones concedidas a don José Antonio Crespo-Francés Valero, comandante de Infantería, mediante resolución del Jefe del Estado Mayor del Ejército fechada en 22 de enero de 1997; y a don Fernando García-Mercadal y García-Loygorri, comandante auditor, mediante resolución del Subsecretario de 20 de octubre de 1998 (B.O.D. número 2210, de 28 de octubre, página 8422).

   También el Ministerio de Asuntos Exteriores, a quien corresponde conceder la autorización de uso en España de las Órdenes y condecoraciones de Estado extranjeras, viene otorgando esas licencias a los miembros de la Orden Constantiniana que lo solicitan; en este caso a los de ambas Órdenes Constantinianas, la antigua radicada en Nápoles, y la moderna radicada en Madrid.

   De otra parte, y esto es lo más importante en el contexto de que tratamos, Su Majestad el Rey Don Juan Carlos, por medio del Jefe de Su Casa -lo era entonces el General Marqués de Mondéjar, caballero del Toisón de Oro- solicitó en 1983 el parecer y dictamen del Consejo de Estado, del Ministerio de Justicia, del Ministerio de Asuntos Exteriores, y de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, acerca de la  Jefatura de la Real Casa de las Dos Sicilias, y del gran maestrazgo de la Orden Constantiniana de San Jorge. Notemos que el caso es insólito, toda vez que las autoridades españolas jamás se han interesado por las pretensiones dinásticas de ninguna Casa Real europea -ni siquiera la de Francia, tan vinculada históricamente-, y menos aún por las Órdenes correspondientes a ellas. Es de destacar que el Rey de España intervino así en la disputa que divide a la Real Casa de las Dos Sicilias desde 1960 precisamente al amparo de lo prevenido en el Tratado de Nápoles de 1759, y la subsiguiente Pragmática de 6 de octubre del mismo año. Pues bien, los dictámenes solicitados a los organismos públicos españoles fueron unánimes en sus conclusiones: tanto la condición de Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, como la de gran maestre de la Orden Constantiniana, corresponden legítima y legalmente a S.A.R. Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, a quien S.M. confirió la dignidad de Infante de España en 16 de diciembre de 1994. Consecuentemente, el Jefe de la Casa del Rey así lo comunicó por escrito a S.A.R. el Duque de Calabria con fecha de 8 de marzo de 1984. Notemos que se trata, esta vez, de un reconocimiento expreso, indubitado, y sobre todo oficial, de la Orden Constantiniana española -e indirectamente de la Orden de San Genaro española, por estar íntimamente vinculada a la Jefatura de la Real Casa napolitana-, expresado de un modo solemne y público por las  autoridades españolas del máximo rango cual son el Jefe de la Casa el Rey, los Ministerios de Justicia y de Asuntos Exteriores, o el Consejo de Estado.

   No es de olvidar que Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I es caballero de la Insigne Orden de San Genaro española, y bailío gran cruz de Justicia, condecorado con el collar, de la Orden Constantiniana española -ya he advertido que ésta fue la primera gran cruz que obtuvo el Monarca-; porque recibió ambos collares el 19 de febrero de 1960, por disposición de su tío el Infante Don Alfonso, Duque de Calabria -no siendo costumbre de S.M. aceptar ni usar condecoraciones dinásticas de Casas no reinantes, incluida la Casa de Francia-. De hecho, la Familia Real española ha utilizado frecuentemente y en público las insignias de la Orden Constantiniana, incluso en tiempos recientes: por ejemplo, durante la cena ofrecida por los Condes de Barcelona para festejar sus bodas de oro, en 1985, la Condesa de Barcelona lució la insignia de dama gran cruz de justicia, entre otras condecoraciones que posee.

 Conclusiones

   Examinando los hechos relatados en las páginas antecedentes a la luz de las disposiciones legales españolas, y de la costumbre secular, resulta:

– Que el Rey de España intervino activa y notoriamente en la gestación y fundación de la Orden de San Genaro entre 1735 y 1738, redactando los Estatutos y aprobando las primeras concesiones;

– Que el mismo Rey Católico se reservó y ejerció la concesión de un determinado número de bandas de la misma a favor de súbditos españoles;

– Que el Rey de España concedió tratamiento de excelencia a los caballeros de San Genaro en 1738;

– Que el gran maestrazgo de la Orden Insigne de San Genaro permaneció unido a la Corona de España desde 1759 a 1766;

– Que en la misma época el collar de San Genaro ornó frecuentemente las Armas Reales españolas;

– Que desde 1759 la fiesta y octava de San Genaro fueron festivos en todos los Reinos de España y de las Indias;

– Que los Monarcas españoles lucieron con frecuencia -casi cotidianamente-,  desde 1738 a 1833, las insignias de las Órdenes Reales napolitanas;

– Que los súbditos y ciudadanos españoles fueron siempre autorizados a lucir estas insignias, incluso muchos años después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias tras la invasión piamontesa de 1859;

– Que la S. y M. Orden Constantiniana de San Jorge viene siendo invitada de un modo oficial, desde hace cuarenta años al menos, a los capítulos de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo;

– Que los militares españoles están autorizados por el Ministerio de Defensa a lucir sobre el uniforme las respectivas insignias de ambas Órdenes napolitanas;

– Que los ciudadanos españoles son autorizados por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, cuando lo solicitan, a usar en España las insignias de la Orden Constantiniana;

– Que las mismas insignias se lucen libremente en actos públicos palatinos y diplomáticos;

– Que Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, como antes su Augusto Padre, ha aceptado y ostentado los collares de las Órdenes de San Genaro y Constantiniana de San Jorge -no teniendo por costumbre aceptar condecoraciones dinásticas de Casas no reinantes-; y, en fin,

– Que algunos organismos públicos del Estado español han reconocido en 1984, de un modo oficial y expreso al Infante Don Carlos, Duque de Calabria, su doble condición de Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias -y en consecuencia gran maestre de la Real e Insigne Orden de San Genaro-, y de gran maestre de la Orden Constantiniana de San Jorge -como primogénito farnesiano-.

   ¿Existen hechos o antecedentes semejantes en relación con alguna otra Orden dinástica o estatal extranjera? En modo alguno. Ni la Corona de España ni el Gobierno español -ningún Gobierno español desde 1833 a nuestros días- han reconocido jamás ni han autorizado nunca el uso de las insignias de Órdenes dinásticas o estatales pertenecientes a Monarquías o regímenes derrocados o extinguidos -ni siquiera en lo tocante a la Casa de Francia, raíz de la Dinastía española-. Las circunstancias atinentes a las Órdenes Reales napolitanas en España son, pues, evidentemente únicas y extraordinarias.

  En conclusión, resulta acreditado el hecho cierto de que desde los mismo orígenes del Reino de las Dos Sicilias (1734), hasta su extinción en 1860, e incluso después hasta nuestros días, las Órdenes Reales napolitanas -en particular las de San Genaro y Constantiniana de San Jorge-, han gozado siempre en España de una consideración jurídico-institucional peculiar y privilegiada, y de un reconocimiento oficial expreso por parte de las más altas autoridades españolas -caso único y extraordinario respecto de otros  análogos-, y por consiguiente lo cierto es que está autorizado en España, tanto por varias disposiciones legales como por una costumbre secular -que también es fuente del Derecho español-, el uso de las respectivas insignias en actos oficiales, y en toda ceremonia pública o privada.

Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio

1. Novísima Recopilación, .. Puede verse en impreso circular en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, .., Reales Cédulas, número 4..

2. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 471.

3. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpetas 1 y 4 (en esta última hay antecedentes desde 1735, que permiten afirmar que efectivamente los Estatutos se redactaron en Madrid).

4. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 465.

5. En fecha de 28 de julio de 1738: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Notemos que no fue hasta 1817 que el Rey de las Dos Sicilias reconoció este tratamiento a los caballeros italianos de la Orden: Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 469.

6. Por ejemplo el celebrado en la real cámara el 19 de septiembre de 1739: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 3.

7. Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado (Reino de las Dos Sicilias), libro 136, folio 136; libro 320, folios 49, 51, 77; libro 324, folio 101v; libro 331, folios 38 y 70; libro 336, folios 41 y 86; libro 339, fol. 4; legajo 6096, doc. 17, folios 242-243; legajo 6099, fol. 35; legajo 5878, folio 139. Archivo Histórico Nacional, legajo 6349. Sobre todo este asunto, véase cuanto relata el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 63-68, 473, y 554-577.

8. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 475.

9. Son más frecuentes las representaciones documentales de esta clase: por ejemplo en la obra de Martínez Compañón titulada Trujillo del Perú en el siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca de Palacio. También figuran los collares napolitanos en el primer proyecto para las Armas Reales de Carlos III, que finalmente no se llevó a efecto: documento y dibujos en el Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo .. Citado y estudiado por Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..El Escudo Grande de Carlos III, en «Emblemata», III (1997), pág. 229.

10. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 6.

11. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 42 y 50.

12. Cf. Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..

13. De este Monarca conozco al menos cuatro retratos: el de Mengs, en el Museo del Prado, con traje de cazador -era entonces Príncipe de Asturias-; el de Goya, en el mismo Museo, con uniforme de coronel de Reales Guardias; el del mismo Goya, en el Palacio Real, ecuestre, con uniforme de Reales Guardias; y, en fin, el celebérrimo del mismo artista titulado La familia de Carlos IV, en el Prado.

14. Por .., en el Museo Naval.

15. Con la banda está en el ya aludido de La familia de Carlos IV, por Goya. Con la banda y placa en el que le hizo Goya, vistiendo de capitán general, que está en el Prado. También en el retrato ecuestre pintado por el mismo Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando. Por fin, en el bonito retrato de Vicente López Portaña, en el Museo Naval (inv.2.679), luce la placa de la Orden de San Ferdinando e Merito.

16. AGMAE, Condecoraciones, libros 354 (años 1850-1866), 355 (años 1867-1884) y 356 (años 1875-1899).

17. Sobre ello interpeló un diputado: sesiones de las Cortes del 3 al 20 de diciembre de 1900. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 115.

18. Ha sido publicado por Guy S. SAINTY en su obra citada, página 102.

19. Archivo General Militar de Segovia, 1ª sección (Personal), legajo B-14: expediente personal y hoja de servicios del interesado.

20. Carta reproducida por el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 626.

21. Son muchas las personas condecoradas que traen las insignias en ceremonias y audiencias palatinas; recordamos, por ejemplo, al Duque de Huéscar luciendo la banda y placa de la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge durante una audiencia con SS.MM. en el Palacio Real de Madrid, en ..

22. El 23 de abril de 1997, los dos embajadores españoles ante la Santa Sede y ante el Gobierno italiano, hallándose juntos durante una misa solemne convocada por la Orden Constantiniana de San Jorge en la iglesia romana de Santa María al Flaminio, lucían ambos sobre el uniforme diplomático las insignias de dicha Orden, con las que ambos están condecorados.

23. Por ejemplo, y por tratarse de casos recientes, recordemos las autorizaciones concedidas a don José Antonio Crespo-Francés, comandante de Infantería, mediante Orden comunicada de ..; y a don Fernando García-Mercadal y García-Loygorri, comandante auditor, mediante .., en febrero de 1998.

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