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España y las Órdenes Dinásticas del Reino de las Dos Sicilias

Una peculiaridad institucional histórico-jurídica

Autor:  Exc.mo Sr Dr D. Alfonso Ceballos-Escalera y Gila,  Marqués de la Floresta, Cronista de Armas de Castilla y León

Sin título

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   Hace ya quince años largos, el sesenta aniversario del nacimiento de Su Alteza Real el Serenísimo Señor Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Duque de Calabria e Infante de España (q.D.g.), me proporcionó sobrado motivo para acometer un estudio histórico y jurídico sobre una particularidad que de siempre me ha llamado la atención: me refiero a la especialísima posición institucional de que han gozado en España las Órdenes Reales de la Monarquía napolitana, no sólo durante su efectiva vigencia, sino con posterioridad al fatídico año de 1860, y hasta el punto de alcanzar a nuestros días presentes.

   En efecto, son muchas las Órdenes dinásticas pertenecientes a las Monarquías europeas que, al desaparecer estos regímenes, dejaron de ser reconocidas por España, que tampoco autorizó el uso de sus insignias en el territorio nacional. Este desdén afecta incluso a las Órdenes Reales de Francia (Saint-Èsprit, Saint-Michel y Saint-Louis), proscritas en España mediante la real orden de 11 de agosto de 1803

[1] a consecuencia de la voluntad del Primer Cónsul, que no deseaba ver las extintas Órdenes Reales ostentadas en el extranjero -son conocidas las protestas de Bonaparte al respecto, cursadas a través del Ministerio de Relaciones Exteriores-. La verdad es que no sería fácil para los Borbones españoles ostentar la placa del Espíritu Santo después de la paz de Basilea (22 de julio de 1795) mediante cuyo tratado Don Carlos IV reconoció a la República francesa. Estas Órdenes francesas solamente fueron reconocidas y autorizadas de nuevo entre 1814 y 1830, pero no posteriormente, a pesar de ser la Casa de Francia la cuna de la Dinastía española. Igual suerte han corrido en España todas y cada una de las restantes Órdenes dinásticas de las Monarquías europeas, con la única y particularísima excepción de las pertenecientes a la Real Casa de las Dos Sicilias, como a continuación voy a exponer.

[1]. Se imprimió como circular del Consejo: Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección de Diversos, Reales Cédulas, número 4.035 (los originales en Consejos Suprimidos, libro 1.498, número 68). También se transcribió en la Novísima Recopilación, como nota a la ley XII del libro VI.

 Las Órdenes Reales de las Dos Sicilias

 

   La Monarquía napolitana contaba, casi desde sus orígenes en 1734, con varias Órdenes, unas dinásticas y otras estatales; a saber: la Insigne Orden de San Genaro (1738), la Real Orden de San Ferdinando e Mérito (1800), la Real y Militar Orden de San Jorge de la Reunión (1819),  la Orden de Francesco I (1829), y la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, cuyo gran magisterio fue heredado de la familia Farnese y cuya constitución deriva de la bula papal Militantis Ecclesiae, dada en 1718. Sobre todas ellas han tratado in extenso varios autores, en especial el Marqués de Villarreal de Álava en su obra La Maison Royale des Deux Siciles, l’Ordre Constantinien de Saint Georges et l’Ordre de Saint Janvier (Madrid, 1964), y más recientemente el magistrado Ettore Gallo, presidente de la Corte Constitucional italiana, en su espléndido Il Gran Magistero del Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio (Roma, 2002), así como Andrea Borella y Giovanni Grimaldi en diversos artículos. No es del caso repetir ahora estos relatos, aunque sí glosar brevemente los orígenes de estas Órdenes, con particular mención de las dos que han obtenido el secular reconocimiento de las autoridades españolas: la Orden de San Genaro, y la Orden Constantiniana de San Jorge.

   La Insigne y Real Orden de San Genaro fue fundada en la ciudad de Nápoles el 3 de julio de 1738 por el entonces Rey de Nápoles y de Sicilia Don Carlos VII -Infante de España como hijo del Rey Don Felipe V, Duque soberano de Parma en 1732 y, desde 1759, Rey de las Españas con el nombre de Carlos III-. Se trata de la más importante de aquella Monarquía, y consiste en una Orden de carácter dinástico y familiar, instituida por un Soberano y formada por una confraternidad de caballeros nobles que no hacían voto alguno de carácter religioso o caballeresco. Probablemente el fundador se inspiró en la francesa Orden del Saint-Ésprit, cuyas normas y modelo de insignia se traslucen en la napolitana. El rango y prestigio que enseguida le reconocieron los monarcas europeos -señaladamente los de Francia y de España- la proporcionaron la misma consideración que la aludida Orden del Espíritu Santo francesa, y que la Insigne del Toisón de Oro española.

   Los Estatutos fundacionales determinan las insignias -una placa plateada semejante a la del Saint-Ésprit francés pero con la imagen del Santo Patrono, una banda roja, y un manto ceremonial-; fijan el número de caballeros en sesenta; exigen para ser condecorado la nobleza de los cuatro abolorios -requisito frecuentemente dispensado a muchos de ellos por el gran maestre-; y regula el gobierno corporativo por medio de cuatro oficiales, titulados canciller, maestro de ceremonias, tesorero y secretario -hoy solamente pervive este último, y es siempre un caballero de la Orden-. El tratamiento de Excelencia les fue reconocido en 24 de marzo de 1817.

   El fundador gobernó la Orden desde 1738 hasta el fin de su reinado napolitano en el otoño de 1759; pero, aunque entonces abdicó aquella Corona en su hijo Don Ferdinando, quiso conservar el gran maestrazgo de San Genaro, y así lo hizo, siendo ya Rey de España, hasta que en 1766 lo renunció también en su mencionado hijo y sucesor el Rey de Nápoles y de Sicilia. Los monarcas sucesores continuaron sin novedad discerniendo esta prestigiosa Orden, incluso después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias en 1860, pues hasta nuestros días los sucesivos Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias, grandes maestres de esta Orden, la han venido otorgando a sus más fieles.

   La historia de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge tiene un origen mucho más remoto, y en parte legendario puesto que se atribuye nada menos que a Constantino, Emperador de Roma, convertido al cristianismo en el año 312; desde entonces perduraría, según estas mismas leyendas, hasta llegar a los días del Imperio Romano de Oriente, durante la dinastía de los Ángelos bizantinos -Imperio acabado a manos de los turcos en 1453-. Más seguramente, esta Orden fue fundada por los Ángelos de Drivaste, cerca de Scutari, que se declaraban príncipes de origen bizantino, a mediados del siglo XVI. Poco después, la Orden Constantiniana de San Jorge y sus grandes maestres se transfirieron a Venecia, al amparo de la Santa Sede y de otros príncipes católicos. Los pontífices Calixto III, Pío II, Pablo II, Sixto IV, Inocencio VIII, Pablo III, Julio III, Pablo IV, Sixto V y Clemente VIII favorecieron a la Orden Constantiniana mediante varias bulas, las primeras datas en 1575 y 1576; también recibió protección por parte de Don Felipe II de España (1595) y del Emperador Fernando II (1630).

   Por acta de 26 de julio de 1697, firmada en Venecia, el entonces gran maestre Juan An-drea Flavio Ángelo Comneno hizo cesión de su cargo a favor de Francisco I Farnese, Duque soberano de Parma y Plasencia; acta aprobada por el pontífice Inocencio XII mediante la bula Sincerae Fidei de 29 de octubre de 1699. Notemos que la cesión se hizo a la familia Farnese co-mo tal, y no en su cualidad de Duques de Parma y Piacenza; la Orden Constantiniana mantuvo así su carácter eminentemente familiar. Los nuevos grandes maestres revitalizaron mucho esta antigua Orden, dotándola de medios y de una relevante posición social. Acabada la di-nastía parmesana de Farnese en 1731, recayó su sucesión en Don Carlos de Borbón, Infante de España, hijo primogénito de la Reina Doña Isabel de Farnesio, hermana del último Duque de Parma y Piacenza, estados heredados entonces por el Infante. Cuando Don Carlos conquistó los Reinos de Nápoles y de Sicilia en 1734, trasladó la Orden Constantiniana a su nueva capital; y cuando llegó en 1759 a ser Rey de España, abdicó la  dignidad de primogenito leggitimo farnesiano en su hijo Don Ferdinando el 16 de octubre de  aquel año (diez días después de la Pragmática de 6 de octubre de 1759 por la que abdicaba la Corona napolitana), en la cual se incluía el Gran Magisterio de la Orden Constantiniana[2]. Sus sucesores los Reyes de las Dos Sicilias conservaron esta Orden, mantenida luego de la desaparición de la Monarquía siciliana en 1860 -el Reino de Italia no intentó su abolición- por los Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias hasta nuestros días. Recordemos que a ella perteneció desde su juventud el Papa Pío XII, entre otras muchas personalidades relevantes de Italia y de España.

[2]. Notemos, pues, el carácter dinástico y no territorial del Gran Magisterio de esta Orden. Las bulas papales Sincerae Fidei de1699, y Militantis Ecclesiae de 1718, se confería el Gran Magisterio ac tuis … natis … aliisque Familiae tuae Farnesiae … successoribus Parma ducibus pro tempore existentibus…, y en un breve papal de 20 de abril de 1701 cum confir-matione concessionis & assignationis Muneris Magni Magistri ejusdem Militiae factae … ad favorem Serenissimi Francisco Farnesi Ducis Parmae &c ejusque familiae …seu Munseris magni Magistri, seu perpetuo Administratoris dictae Militiae dicto Francisco Duci, ac ejus post ipsum Natis Nepotibus & Descendentibus, alliisque ejus Familiae Farnesiae Successoribus… (Guy S. SAINTY, op. cit., página 27 y nota 24). Los Estatutos de  1705 expresan que Gran Ma-estro dell’Ordine … ed esercitato dalli serenissimi primogeniti discendenti dalla famiglia nostra Farnese quali saranno attualmente duchi di Parma e Piacenza  … al padre adunque, che avra amministrato la Carica del Gran Maestro, succeda il di lui figlio primogenito …. il quale discendendo dal nostro medesimo congiunton del defunto (ibidem, página 29, nota 27). En una carta datada en julio de 1749, el Marqués Giuseppe Gioacchino di Mont’allegra escribía al Gran Prior en Parma: e cio per l’inconstrastabile evidente ragione che il Gran Magistrato suddetto non e annesso, o connesso ai ducati di Parma, e di Piacneza, ma’ proprio, e particolare della Ser.ma Casa Farnese, come appare alle Bolle de Sommi Pontefice e consequentemento di S. M.ta, che ne el’ciede (ibidem, página 35, nota 35). Esto es importantísimo, porque aclara que la Orden Constantiniana no está ligada a ninguna dignidad temporal, sino sólo a la representación primogénita de la familia Farnese.

    Respecto de las tres restantes Órdenes del Reino de las Dos Sicilias, su historia es mucho más reducida. La Reale Ordine di San Ferdinando e Merito fue fundada en 1 de abril de 1800 por el Rey Ferdinando IV -entonces refugiado en Sicilia, tras la invasión francesa-, para premiar méritos militares y civiles, preferentemente hechos por sus súbditos sicilianos. La insignia consiste en un círculo que muestra al Santo Rey de Castilla, patrono de la dinastía, rodeado de seis lises blancas, todo puesto sobre un rafagado de oro; la banda era roja con los cantones azules. Abolida por los piamonteses en septiembre de 1860, apenas se concede desde 1894, en que falleció el último Monarca siciliano; pero su hermano y sucesor la otorgó en 1895 a sus dos hijos, entonces oficiales del Ejército español, que fueron autorizados a usar las insignias en España, como enseguida diré.

   La Reale e Militare Ordine di San Giorgio della Reunione fue establecida el 1º de enero de 1819, para sustituir a la Orden de las Dos Sicilias creada en 1808 por el intruso José Bonaparte. Se trata de una distinción destinada a premiar servicios militares, y contaba con siete u ocho grados; la insignia tomaba sus motivos y lema de la Orden Constantiniana; pero la banda era azul celeste con los cantos amarillos. Suprimida por los italianos en 1860, sobrevivió sin embargo hasta después de la muerte del Rey Francisco II (1894), datándose la última concesión documentada en 1909; también los príncipes napolitanos Don Ferdinando y Don Carlo Tancredo, oficiales del Ejército Español, fueron autorizados a lucir las insignias sobre su uniforme militar.

   Por fin, la Reale Ordine di Francesco I fue establecida por el monarca homónimo el 28 de septiembre de 1829, como un premio al mérito civil en general, particularmente en los campos del servicio público, la ciencia, las artes, la agricultura, la industria y el comercio. Contaba en su origen con los sólitos cinco grados de gran cruz, comendador, caballero, y medalla de oro y plata; pero en 1858 estos grados se aumentaron. La insignia consistía en una cruz maltesa blanca cantonada de lises doradas, sumada de la corona real, y en cuyo centro se mostraba un círculo de oro con la cifra del soberano fundador rodeada de la leyenda De Rege Optimo Merito; la banda era de color rojo oscuro, con los cantos azul marino. Al igual que las precedentes, fue abolida oficialmente por las nuevas autoridades italianas en 1860, pero lo cierto es que ha perdurado hasta nuestros días.

 La Corona de España y las Órdenes Reales napolitanas

   Una vez expuestos tan someramente los orígenes y la evolución histórica de las instituciones premiales napolitano-sicilianas, procede ahora examinar, desde el punto de vista de los hechos, su secular relación con la Corona de España -es decir con el Estado español-.

   Digamos, en primer lugar, que desde el mismo momento de la restauración de la Monarquía napolitana en 1734, los súbditos del Rey Católico reciben y gozan numerosas condecoraciones de las aludidas Órdenes Constantiniana y de San Genaro -desde 1738 en este último caso-. De hecho, en las disposiciones fundacionales de la primera el Rey de Nápoles y de Sicilia reservó a su padre el Rey de España la facultad de nombrar manu regia hasta seis caballeros de la nueva Orden -Don Felipe V nombró hasta nueve[3]-. Pero es que la intervención española fue mucho mayor: de la documentación conservada en España, resulta que la fundación de la Orden de San Genaro se gestó en gran medida en la Corte española, hasta el punto de que probablemente los Estatutos se redactaron en Madrid; y el Rey Católico fue consultado acerca de todos y cada uno de los caballeros que su hijo deseaba investir al tiempo de la fundación[4]. Además, la primera impresión de los Estatutos, hecha en Nápoles por Francesco Ricciardo en aquel mismo año de 1738, se realizó en las dos lenguas, italiana y española; lo mismo se verificó en la tercera reedición de los mismos hecha en 1764[5]. Para más honrar la nueva institución napolitana creada por su hijo, el Rey Don Felipe V concedió a todos los caballeros españoles el tratamiento de Excelencia, en justa correspondencia de lo que en la Corte napolitana se observaba con los del Toisón de Oro[6].

[3]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 471.

[4]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpetas 1 y 4 (en esta última hay antecedentes desde 1735, que permiten afirmar que efectivamente los Estatutos se redactaron en Madrid).

[5]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 465.

[6]. En fecha de 28 de julio de 1738: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Notemos que no fue hasta 1817 que el Rey de las Dos Sicilias reconoció este tratamiento a los caballeros italianos de la Orden: Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 469.

   La influencia española en la nueva Orden de San Genaro fue muy intensa durante los primeros años de vida de la institución: en el reinado napolitano de Don Carlos (desde 1738 a 1759), recibieron la preciada banda encarnada hasta 57 súbditos del Rey Católico, sobre un total de 141 concesiones -es decir, que los españoles obtuvieron el 40% de todas las bandas concedidas entonces-. La Corte española celebró frecuentemente capítulos de la Orden de San Genaro -y la fiesta del Santo-, en los que recibieron la investidura de mano del Rey Católico varios agraciados residentes aquí[7]. Desde el mismo momento de la fundación de esta Orden, los generales y oficiales españoles -muchos de ellos habían hecho las campañas de Nápoles, en 1734- fueron autorizados a lucir sus insignias sobre el uniforme militar: así nos lo demuestran numerosos retratos conservados[8], y porción de hojas de servicios militares conservadas en el Archivo General Militar de Segovia.

[7]. Por ejemplo el celebrado en la real cámara el 19 de septiembre de 1739: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 3.

[8]. Sin ir más lejos, en el Museo Naval se conservan los retratos del Marqués de la Ensenada, del almirante Marqués de la Victoria (dos), y del teniente general don Ricardo Wall, todos con la placa y banda de San Genaro sobre el uniforme.

   La proclamación de Don Carlos como Rey de España en 1759 produjo una situación institucional interesantísima, y muy honrosa para la Orden de San Genaro: porque el nuevo Monarca, que había abdicado de la Corona napolitana y siciliana, se reservó sin embargo el gran maestrazgo de dicha Orden, y lo mantuvo, siendo ya Rey de España, por espacio de siete años, o sea desde 1759 hasta fines de 1766[9]. Durante este periodo, pues, la Orden de origen italiano pasó a ser institución propia de la Corona de España, y es por ello que las concesiones de bandas se publicaban regularmente en la Gaceta de Madrid[10]. Por añadidura, en el primer proyecto de las Armas Reales del nuevo Soberano se ibncluyeron los collares napolitanos de San Genaro y de San Jorge, y así no fue infrecuente que el collar de San Genaro acompañase a los del Toisón de Oro y del Saint-Ésprit rodeando las Armas Reales españolas: así se muestra, por ejemplo, en el soberbio ejemplar que adorna la fachada de la Real Casa de Aduana -edificada en 1761-, hoy Ministerio de Hacienda, en la madrileñísima calle de Alcalá[11]. Esta peculiar circunstancia no se dio jamás respecto de ninguna otra Orden europea en tiempo alguno. Es más, el propio Monarca solicitó y obtuvo del Papa Clemente XVI en 1759 la celebración en todos los Reinos de España e Indias de la fiesta y octava del Santo Obispo de Benevento[12].

[9]. Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado (Reino de las Dos Sicilias), libro 136, folio 136; libro 320, folios 49, 51, 77; libro 324, folio 101v; libro 331, folios 38 y 70; libro 336, folios 41 y 86; libro 339, fol. 4; legajo 6096, doc. 17, folios 242-243; legajo 6099, fol. 35; legajo 5878, folio 139. Archivo Histórico Nacional, legajo 6349. Sobre todo este asunto, véase cuanto relata el  Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 63-68, 473, y 554-577.

[10]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 475.

[11]. Son más frecuentes las representaciones documentales de esta clase: por ejemplo en la obra de Martínez Compañón titulada Trujillo del Perú en el siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca de Palacio. También figuran los collares napolitanos en el primer proyecto para las Armas Reales de Carlos III, que finalmente no se llevó a efecto: documentos y dibujos en el Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 2.941; y Mapas, Planos y Dibujos, número 778. Hallados por el autor de estas líneas, y citados y estudiados por Fernando GARCÍA-MERCADAL, El Escudo Grande de Carlos III (2), en “Emblemata”, III (1997), página 229.; y recientemente también por Faustino MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, El Escudo, en la soberbia obra colectiva Símbolos de España (Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999), páginas 208-209.

[12]. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 6.

   Es necesario recordar, porque su olvido es muy general, la  conocida circunstancia de que, en virtud del artículo 2º del Tratado de Nápoles, suscrito en 3 de octubre de 1759 entre Carlos III y la Emperatriz María Teresa -por cierto todavía vigente-, y de los preceptos de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, las Familias Reales de España y de las Dos Sicilias son y forman una sola y única Casa[13]. Por esta razón los Reyes de España se han venido considerando siempre -al menos en los ámbitos moral y familiar- como cabeza de la Casa de las Dos Sicilias. Por eso el título de Rey de las Dos Sicilias ha formado parte siempre del llamado título largo de los Reyes de España, desde Don Carlos III -que sin embargo había abdicado aquella Corona en su hijo Don Ferdinando- hasta Don Alfonso XIII. Y, en fin, por eso mismo en las denominadas Armas Grandes de España se han integrado hasta la actualidad los emblemas heráldicos napolitano-sicilianos[14].

[13]. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 42 y 50. Esta circunstancia, olvidada de buena o de mala fe, es fundamental a mi juicio para la solución definitiva del conflicto dinástico que aqueja a la Casa Real de las Dos Sicilias.

[14]. Fernando GARCÍA-MERCADAL, Los Títulos y la Heráldica de los Reyes de España (Bosch, Barcelona 1995), páginas 163-204, y 351-376. Para las armerías debe consultarse el tratado de don Faustino MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, Heráldica medieval española. I. La Casa Real de León y Castilla (Madrid 1982).

    Restituido el maestrazgo de la Orden de San Genaro al Rey de Nápoles y de Sicilia por los años de 1766, la Corona española continuó reconociendo y autorizando el uso de sus insignias en todo el territorio de la Monarquía, tanto a los propios súbditos españoles como a los extranjeros. Por eso es frecuente encontrar las insignias de las principales Órdenes de las Dos Sicilias en los retratos de militares y de empleados civiles españoles, durante la primera mitad del siglo XIX, puesto que ya entonces estaba expresamente autorizado su uso público sobre toda clase de uniformes, militares y civiles[15].

[1]. Recordemos tres retratos debidos al pincel de Vicente López, que adornan estas páginas: los de los ministros don Pedro Labrador y don Manuel González Salmón, y el del general Navarro Sangrán, Conde de Casa Sarriá.

   De hecho, los propios Monarcas y sus familiares hicieron un uso frecuente de estas insignias, como nos muestran los retratos conservados del Rey Don Carlos IV con la roja banda de San Genaro y la placa de San Ferdinando e Merito[16]; de Don Fernando VII con la banda de San Genaro y la placa de San Ferdinando e Merito[17]; del Cardenal Borbón con las bandas y veneras de ambas Órdenes[18]; y por último del Infante Don Francisco de Asís, que fue retratado con la placa de la gran cruz de la Orden de San Ferdinando e Merito en una fecha tan tardía como septiembre de 1846, en vísperas de su boda con la Reina Doña Isabel II[19]. Notemos que estas Personas Reales, después de 1814, jamás lucieron otras insignias que las de las Órdenes Reales españolas -Toisón de Oro, Carlos III, Isabel la Católica, San Fernando…-, con la única y particular excepción de éstas de las Dos Sicilias, circunstancia que nuevamente pone de relieve la peculiaridad institucional de que han venido gozando en España, donde sin duda se consideraban entonces Órdenes de familia casi propias.

[16]. De este Monarca conozco al menos cinco retratos de nuestro interés para este asunto: el de Vicente López, con ocasión del homenaje de la Universidad de Valencia, hoy en el Museo del Prado; el de Goya, en el Museo del Prado, con uniforme de coronel de Reales Guardias; el del mismo Goya, en el Palacio Real, ecuestre, con uniforme de Reales Guardias; y, en fin, el celebérrimo del mismo artista titulado La familia de Carlos IV, en el Prado. Además, es muy notable el que le hizo José de Madrazo en Roma cuando ya estaba exiliado, en 1813 -hoy conservado en el Palacio Real de Aranjuez-. En todos ellos, el Rey luce la placa o la banda roja de San Genaro, y la placa de San Ferdinando e Merito.

[17]. Con la banda de San Genaro está en el ya aludido de La familia de Carlos IV, por Goya. Con la banda y placa en el que le hizo Goya, vistiendo de capitán general, que está en el Prado. También en el retrato ecuestre pintado por el mismo Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando. Por fin, en el bonito retrato de Vicente López Portaña, en el Museo Naval (inv.2.679), luce la placa de la Orden de San Ferdinando e Merito.

[18]. Lo retrató Goya, y la pintura se conserva en el Museo del Prado.

[19]. El retrato, obra de José de Madrazo, se conserva en la colección del Ministerio de Economía y Hacienda. Véase el catálogo publicado de la reciente exposición celebrada sobre este pintor en Santander y en Madrid, obra de don José Luis Díez, en las páginas 340-341. En la página 243 figura también el de Don Carlos IV al que acabo de referirme.

    La caída y desaparición del Reino de las Dos Sicilias a manos de los piamonteses, en 1859-1860, no modificó un ápice de la situación aludida, hasta el punto de que los ciudadanos españoles condecorados por el exiliado rey Francisco II fue-ron autorizados a usar las insignias en España, como nos muestran los dos libros de registro de autorizaciones de uso de condecoraciones extranjeras que se conservan en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores[20]: entre 1860 y 1877 fueron autorizados los siguientes españoles a usar en España las insignias de Órdenes Reales napolitanas: uno, las de la Orden de San Genaro; tres, las de la Constantiniana de San Jorge; veintiuno, las de la Orden de Francisco I; y otros dos, las de la Orden de San Ferdinando e Merito. Y notemos que España reconoció el nuevo Reino de Italia ya desde el año de 1865; sin embargo de lo cual continuó reconociendo y autorizando el uso de las insignias de las Órdenes Reales de la derrocada Monarquía de las Dos Sicilias.

[20]. Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos-Ministerio de Asuntos Exteriores, libros 354 (años 1850-1866), 355 (años 1867-1884) y 356 (años 1875-1899).

   Y, de hecho, lo siguió haciendo durante muy largos años, toda vez que todavía en 1900 el embajador de Italia protestaba sobre el uso de las insignias de la Orden de San Genaro, sobre el uniforme militar español, por parte de los Príncipes Don Ferdinando y Don Carlo de Borbón-Dos Sicilias, hijos del Conde de Caserta[21]. Del primero, futuro Duque de Calabria, conocemos además un retrato fotográfico anterior al 1900, que lo muestra como capitán de Artillería luciendo sobre su pecho la insignia de la Orden de San Jorge de la Reunión. Un año después, en 1901, se autorizaba al mismo Don Carlos, ya Infante de España, el uso sobre el uniforme militar de la gran cruz de la Orden de San Ferdinando e Merito, que le había concedido su padre el Conde de Caserta, Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, por los méritos militares contraídos durante la campaña de Cuba, unos años antes[22]. Existen también testimonios fotográficos del uso de las cruces napolitanas sobre su uniforme militar español por parte de los Príncipes Rainiero y Felipe de Borbón-Dos Sicilias, precisamente de sus bodas, en 1916 y 1923. Y notemos también que, si durante el reinado del último Alfonso apenas se conservan antecedentes de esta clase de autorizaciones a favor de particulares, más bien ha de deberse a que entonces no se verificaron concesiones a favor de ciudadanos españoles -y no a un cambio de criterio del Gobierno español-.

[21]. Sobre ello interpeló un diputado: sesiones de las Cortes del 3 al 20 de diciembre de 1900. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 115.

[22]. Archivo General Militar de Segovia, 1ª sección (Personal), legajo B-14: expediente personal y hoja de servicios del interesado.

   Hay, además, una noticia de aquellos días por cierto sugestiva: todavía en una época tan tardía como 1928 -hacía ya casi setenta años que el Reino de las Dos Sicilias había sido destruido- el Rey Don Alfonso XIII conservaba entre sus condecoraciones la siguiente: Orden de San Fernando de Nápoles. Cruz y banda con venera, cinta azul marino y roja[23].

[23]. Inventario de las condecoraciones extranjeras de S.M. el rey Nuestro Señor (q.D.g.) hecho en 14 de junio de 1928. AGP, Alfonso XIII, caja 15.771, expediente 2. Ha sido publicado por este autor: «Un inventario de condecoraciones de Don Alfonso XIII», en Cuadernos de Ayala, 2 (abril-junio 2000), págs. 15-18.

   Tras las turbulencias del periodo que corrió desde 1931 a 1939, el Gobierno español mantuvo el secular reconocimiento de las Órdenes Reales de las Dos Sicilias. Aparte de la tácita tolerancia gubernativa al uso público en ceremonias oficiales de dichas insignias napolitanas, tres hechos más especiales así nos lo evidencian: me refiero a la pública ostentación de las respectivas insignias durante los funerales de Estado de los Infantes Don Carlos de Borbón (Sevilla, 1949), y de su hijo Don Alfonso de Borbón-Dos Sicilias (Madrid, 1964), éste último por cierto titulado Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias. Pero, sobre todo, la invitación oficial a la Orden Constantiniana española para la asistencia en El Escorial a los capítulos bianuales de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo. Efectivamente, al menos desde 1961 la Cancillería de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y de San Hermenegildo, siguiendo instrucciones del Gobierno español, ha venido cursando oficialmente las invitaciones para que la  Orden Constantiniana de San Jorge española acudiese y se hallase presente, por medio de una representación, a los solemnes capítulos que cada dos años celebran dichas instituciones españolas en el Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, ocupando allí un lugar de honor expresamente reservado a ella. De hecho, ha sido muy frecuente que los propios pretendidos grandes maestres de las Órdenes Reales napolitanas -o sea, los Infantes Don Alfonso y Don Carlos-, hayan acudido allí por sus propias personas, y luciendo las insignias correspondientes a su alta dignidad -como también lo han hecho siempre los dignatarios de la Orden Constantiniana comisionados al mismo efecto-. Notemos que en dichas ocasiones solemnes lo representantes constantinianos han ostentado siempre públicamente las insignias de su rango e incluso, en los últimos años, el manto capitular azul. El caso de que a dicho capítulo escurialense sea invitada y acuda una representación de la Orden Constantiniana de San Jorge es único, pues ninguna otra Orden dinástica o estatal extranjera goza de esta especialísima consideración.

   Desde el mes de febrero de 1960, y hasta su fallecimiento en 1993, el Augusto Señor Conde de Barcelona (q.S.G.h.), Jefe de la Casa Real Española, lució en varias ocasiones públicamente los collares de las Órdenes de San Genaro y Constantiniana de San Jorge -con los que había sido condecorado por su primo el Infante Don Alfonso-, como nos muestran algunos testimonios gráficos. Notemos de nuevo que dicho Augusto Señor jamás lució las insignias de ninguna otra Orden extranjera -salvo en ceremonias de Estado muy señaladas, en que estaba obligado a ello por razones de cortesía y de etiqueta-, lo que podemos interpretar como una recuperación del criterio tradicional respecto de la jefatura y patronato que la Corona de España ha venido ejerciendo sobre su filial la Casa de las Dos Sicilias, a tenor del vigente Tratado de Nápoles de 3 de octubre de 1759 y de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, a que antes nos hemos referido. De hecho, es en tal cualidad como se dirigió a su tío Don Raniero de Borbón-Dos Sicilias en julio de 1960, para mediar en la disputa que desde aquel año afecta a la Real Casa de las Dos Sicilias[24]. También es muy demostrativo del profundo aprecio que la Casa Real de España ha sentido hacia su filial la Casa Real de las Dos Sicilias, el hecho de que fuese precisamente la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge española la primera gran cruz que ostentó el Rey Don Juan Carlos, desde el 19 de febrero de 1960, como consta del libro registro o inventario oficial de las condecoraciones recibidas por Su Majestad a lo largo de su vida, que obra en poder de la propia Casa del Rey[25].

[24]. Carta reproducida por el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 626.

[25]. Debo esta noticia al teniente coronel don Rodolfo Diaz Lussnigg, quien ha incluido dicho inventario oficial en su estudio Reales Órdenes de los actuales reinos de Europa, de próxima publicación.

    Restaurada la Monarquía española en 1975, resulta que se han producido importantes novedades que han venido precisamente a consolidar esta particular consideración institucional  de las Órdenes Reales napolitanas en España, hasta desembocar en un reconocimiento oficial expreso.

    De una parte, notemos que el uso de las insignias está no solamente aceptado por costumbre en España -se lucen públicamente tanto en las audiencias ante el Rey en Palacio[26], como en el ámbito de la Diplomacia[27]-, sino que es más bien autorizado oficial y expresamente: por ejemplo, en el ámbito castrense, donde el Ministerio de Defensa autoriza mediante orden comunicada o resolución, que se publican en el Boletín Oficial de Defensa, el uso de las insignias napolitanas sobre el uniforme militar de los oficiales condecorados con ellas[28]. Por eso hace pocos meses mi buen amigo el comandante Crespo-Francés me comunicaba que estaban ya incluidos en el Sistema Informático del Personal del Ministerio de Defensa los códigos 8753 al 8761, correspondientes a los nueve grados de la Orden Constantiniana (de bailío gran cruz de justicia, a capellán) conque están condecorados muchos oficiales españoles.

[26]. Son muchas las personas condecoradas que traen las insignias en ceremonias y audiencias palatinas; conservamos testimonio fotográfico, por ejemplo, del Duque de Huéscar luciendo la banda y placa de la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge española al tiempo de saludar a SS.MM. durante una audiencia en el Palacio Real de Madrid, hacia 1985.

[27]. El 23 de abril de 1997, los dos embajadores españoles ante la Santa Sede y ante el Gobierno italiano, hallándose juntos durante una misa solemne convocada por la Orden Constantiniana de San Jorge en la iglesia romana de Santa María al Flaminio, lucían ambos sobre el uniforme diplomático las insignias de dicha Orden, con las que ambos están condecorados.

[28]. Por ejemplo, y por tratarse de casos recientes, recordemos las autorizaciones concedidas a don José Antonio Crespo-Francés Valero, comandante de Infantería, mediante resolución del Jefe del Estado Mayor del Ejército fechada en 22 de enero de 1997; y a don Fernando García-Mercadal y García-Loygorri, comandante auditor, mediante resolución del Subsecretario de 20 de octubre de 1998 (B.O.D. número 2210, de 28 de octubre, página 8422).

   También el Ministerio de Asuntos Exteriores, a quien corresponde conceder la autorización de uso en España de las Órdenes y condecoraciones de Estado extranjeras, viene otorgando esas licencias a los miembros de la Orden Constantiniana que lo solicitan; en este caso a los de ambas Órdenes Constantinianas, la antigua radicada en Nápoles, y la moderna radicada en Madrid.

   De otra parte, y esto es lo más importante en el contexto de que tratamos, Su Majestad el Rey Don Juan Carlos, por medio del Jefe de Su Casa -lo era entonces el General Marqués de Mondéjar, caballero del Toisón de Oro- solicitó en 1983 el parecer y dictamen del Consejo de Estado, del Ministerio de Justicia, del Ministerio de Asuntos Exteriores, y de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, acerca de la  Jefatura de la Real Casa de las Dos Sicilias, y del gran maestrazgo de la Orden Constantiniana de San Jorge. Notemos que el caso es insólito, toda vez que las autoridades españolas jamás se han interesado por las pretensiones dinásticas de ninguna Casa Real europea -ni siquiera la de Francia, tan vinculada históricamente-, y menos aún por las Órdenes correspondientes a ellas. Es de destacar que el Rey de España intervino así en la disputa que divide a la Real Casa de las Dos Sicilias desde 1960 precisamente al amparo de lo prevenido en el Tratado de Nápoles de 1759, y la subsiguiente Pragmática de 6 de octubre del mismo año. Pues bien, los dictámenes solicitados a los organismos públicos españoles fueron unánimes en sus conclusiones: tanto la condición de Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, como la de gran maestre de la Orden Constantiniana, corresponden legítima y legalmente a S.A.R. Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, a quien S.M. confirió la dignidad de Infante de España en 16 de diciembre de 1994. Consecuentemente, el Jefe de la Casa del Rey así lo comunicó por escrito a S.A.R. el Duque de Calabria con fecha de 8 de marzo de 1984. Notemos que se trata, esta vez, de un reconocimiento expreso, indubitado, y sobre todo oficial, de la Orden Constantiniana española -e indirectamente de la Orden de San Genaro española, por estar íntimamente vinculada a la Jefatura de la Real Casa napolitana-, expresado de un modo solemne y público por las  autoridades españolas del máximo rango cual son el Jefe de la Casa el Rey, los Ministerios de Justicia y de Asuntos Exteriores, o el Consejo de Estado.

   No es de olvidar que Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I es caballero de la Insigne Orden de San Genaro española, y bailío gran cruz de Justicia, condecorado con el collar, de la Orden Constantiniana española -ya he advertido que ésta fue la primera gran cruz que obtuvo el Monarca-; porque recibió ambos collares el 19 de febrero de 1960, por disposición de su tío el Infante Don Alfonso, Duque de Calabria -no siendo costumbre de S.M. aceptar ni usar condecoraciones dinásticas de Casas no reinantes, incluida la Casa de Francia-. De hecho, la Familia Real española ha utilizado frecuentemente y en público las insignias de la Orden Constantiniana, incluso en tiempos recientes: por ejemplo, durante la cena ofrecida por los Condes de Barcelona para festejar sus bodas de oro, en 1985, la Condesa de Barcelona lució la insignia de dama gran cruz de justicia, entre otras condecoraciones que posee.

 Conclusiones

   Examinando los hechos relatados en las páginas antecedentes a la luz de las disposiciones legales españolas, y de la costumbre secular, resulta:

– Que el Rey de España intervino activa y notoriamente en la gestación y fundación de la Orden de San Genaro entre 1735 y 1738, redactando los Estatutos y aprobando las primeras concesiones;

– Que el mismo Rey Católico se reservó y ejerció la concesión de un determinado número de bandas de la misma a favor de súbditos españoles;

– Que el Rey de España concedió tratamiento de excelencia a los caballeros de San Genaro en 1738;

– Que el gran maestrazgo de la Orden Insigne de San Genaro permaneció unido a la Corona de España desde 1759 a 1766;

– Que en la misma época el collar de San Genaro ornó frecuentemente las Armas Reales españolas;

– Que desde 1759 la fiesta y octava de San Genaro fueron festivos en todos los Reinos de España y de las Indias;

– Que los Monarcas españoles lucieron con frecuencia -casi cotidianamente-,  desde 1738 a 1833, las insignias de las Órdenes Reales napolitanas;

– Que los súbditos y ciudadanos españoles fueron siempre autorizados a lucir estas insignias, incluso muchos años después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias tras la invasión piamontesa de 1859;

– Que la S. y M. Orden Constantiniana de San Jorge viene siendo invitada de un modo oficial, desde hace cuarenta años al menos, a los capítulos de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo;

– Que los militares españoles están autorizados por el Ministerio de Defensa a lucir sobre el uniforme las respectivas insignias de ambas Órdenes napolitanas;

– Que los ciudadanos españoles son autorizados por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, cuando lo solicitan, a usar en España las insignias de la Orden Constantiniana;

– Que las mismas insignias se lucen libremente en actos públicos palatinos y diplomáticos;

– Que Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, como antes su Augusto Padre, ha aceptado y ostentado los collares de las Órdenes de San Genaro y Constantiniana de San Jorge -no teniendo por costumbre aceptar condecoraciones dinásticas de Casas no reinantes-; y, en fin,

– Que algunos organismos públicos del Estado español han reconocido en 1984, de un modo oficial y expreso al Infante Don Carlos, Duque de Calabria, su doble condición de Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias -y en consecuencia gran maestre de la Real e Insigne Orden de San Genaro-, y de gran maestre de la Orden Constantiniana de San Jorge -como primogénito farnesiano-.

   ¿Existen hechos o antecedentes semejantes en relación con alguna otra Orden dinástica o estatal extranjera? En modo alguno. Ni la Corona de España ni el Gobierno español -ningún Gobierno español desde 1833 a nuestros días- han reconocido jamás ni han autorizado nunca el uso de las insignias de Órdenes dinásticas o estatales pertenecientes a Monarquías o regímenes derrocados o extinguidos -ni siquiera en lo tocante a la Casa de Francia, raíz de la Dinastía española-. Las circunstancias atinentes a las Órdenes Reales napolitanas en España son, pues, evidentemente únicas y extraordinarias.

  En conclusión, resulta acreditado el hecho cierto de que desde los mismo orígenes del Reino de las Dos Sicilias (1734), hasta su extinción en 1860, e incluso después hasta nuestros días, las Órdenes Reales napolitanas -en particular las de San Genaro y Constantiniana de San Jorge-, han gozado siempre en España de una consideración jurídico-institucional peculiar y privilegiada, y de un reconocimiento oficial expreso por parte de las más altas autoridades españolas -caso único y extraordinario respecto de otros  análogos-, y por consiguiente lo cierto es que está autorizado en España, tanto por varias disposiciones legales como por una costumbre secular -que también es fuente del Derecho español-, el uso de las respectivas insignias en actos oficiales, y en toda ceremonia pública o privada.

Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio

1. Novísima Recopilación, .. Puede verse en impreso circular en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, .., Reales Cédulas, número 4..

2. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 471.

3. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpetas 1 y 4 (en esta última hay antecedentes desde 1735, que permiten afirmar que efectivamente los Estatutos se redactaron en Madrid).

4. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 465.

5. En fecha de 28 de julio de 1738: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Notemos que no fue hasta 1817 que el Rey de las Dos Sicilias reconoció este tratamiento a los caballeros italianos de la Orden: Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 469.

6. Por ejemplo el celebrado en la real cámara el 19 de septiembre de 1739: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 3.

7. Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado (Reino de las Dos Sicilias), libro 136, folio 136; libro 320, folios 49, 51, 77; libro 324, folio 101v; libro 331, folios 38 y 70; libro 336, folios 41 y 86; libro 339, fol. 4; legajo 6096, doc. 17, folios 242-243; legajo 6099, fol. 35; legajo 5878, folio 139. Archivo Histórico Nacional, legajo 6349. Sobre todo este asunto, véase cuanto relata el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 63-68, 473, y 554-577.

8. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 475.

9. Son más frecuentes las representaciones documentales de esta clase: por ejemplo en la obra de Martínez Compañón titulada Trujillo del Perú en el siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca de Palacio. También figuran los collares napolitanos en el primer proyecto para las Armas Reales de Carlos III, que finalmente no se llevó a efecto: documento y dibujos en el Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo .. Citado y estudiado por Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..El Escudo Grande de Carlos III, en «Emblemata», III (1997), pág. 229.

10. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 6.

11. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 42 y 50.

12. Cf. Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..

13. De este Monarca conozco al menos cuatro retratos: el de Mengs, en el Museo del Prado, con traje de cazador -era entonces Príncipe de Asturias-; el de Goya, en el mismo Museo, con uniforme de coronel de Reales Guardias; el del mismo Goya, en el Palacio Real, ecuestre, con uniforme de Reales Guardias; y, en fin, el celebérrimo del mismo artista titulado La familia de Carlos IV, en el Prado.

14. Por .., en el Museo Naval.

15. Con la banda está en el ya aludido de La familia de Carlos IV, por Goya. Con la banda y placa en el que le hizo Goya, vistiendo de capitán general, que está en el Prado. También en el retrato ecuestre pintado por el mismo Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando. Por fin, en el bonito retrato de Vicente López Portaña, en el Museo Naval (inv.2.679), luce la placa de la Orden de San Ferdinando e Merito.

16. AGMAE, Condecoraciones, libros 354 (años 1850-1866), 355 (años 1867-1884) y 356 (años 1875-1899).

17. Sobre ello interpeló un diputado: sesiones de las Cortes del 3 al 20 de diciembre de 1900. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 115.

18. Ha sido publicado por Guy S. SAINTY en su obra citada, página 102.

19. Archivo General Militar de Segovia, 1ª sección (Personal), legajo B-14: expediente personal y hoja de servicios del interesado.

20. Carta reproducida por el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 626.

21. Son muchas las personas condecoradas que traen las insignias en ceremonias y audiencias palatinas; recordamos, por ejemplo, al Duque de Huéscar luciendo la banda y placa de la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge durante una audiencia con SS.MM. en el Palacio Real de Madrid, en ..

22. El 23 de abril de 1997, los dos embajadores españoles ante la Santa Sede y ante el Gobierno italiano, hallándose juntos durante una misa solemne convocada por la Orden Constantiniana de San Jorge en la iglesia romana de Santa María al Flaminio, lucían ambos sobre el uniforme diplomático las insignias de dicha Orden, con las que ambos están condecorados.

23. Por ejemplo, y por tratarse de casos recientes, recordemos las autorizaciones concedidas a don José Antonio Crespo-Francés, comandante de Infantería, mediante Orden comunicada de ..; y a don Fernando García-Mercadal y García-Loygorri, comandante auditor, mediante .., en febrero de 1998.