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02, 2011
Por el Dr. D. José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
No es ninguna novedad ni a nadie le parecerá extemporáneo que me refiera al revuelo que ha causado en los ambientes nobiliaristas, la publicación de un librito del genealogista Armand de Fluviá sobre la falsificación documental que supuso en su momento la rehabilitación el título inexistente de Barón de Gavín. No me voy a extender en ello. Supongo que el lector ya tendrá suficientes datos para tener su propia opinión.
Vaya por delante, antes de nada, que tengo admiración por la imaginación creadora de los impostores. Sus piruetas intelectuales me han fascinado siempre.
Que conste que conozco el percal y me sé casi de memoria muchas de sus añagazas y artificios. El impostor inventa un mundo a su medida, porque el mundo real no admite sus ensoñaciones y eso que para ser aceptado por todos, se necesita abundante sangre fría, grandes dosis de autocontrol, desvergüenza a raudales y un objetivo muy definido y relativamente asequible.
Con frecuencia, se reviste de una afectada simpatía, una aparente erudición y una fingida petulancia. Se lanza, entonces, a la descalificación de los otros y traza, desde la más completa amoralidad, la línea de lo que está bien y lo que está mal. Se erige en una especie de oráculo de Delfos. Su fingimiento es tal que consigue el respeto reverencial que tanto anhelaba.
El falsario aparece en todos los órdenes de la vida, no sólo en el mundillo nobiliario, hay imposturas en el ámbito de la empresa, en el de la comunicación, en el de la política, en el de la literatura, etc, aunque aquí nos centraremos, como es natural, en la impostura genealógica.
Los hay inofensivos, dispuestos al cuento sin pretensiones de llegar a la cima. Son aquellos que en una conversación o en un escrito, dejan caer como quien no quiere la cosa, su pretendida descendencia agnada del Cid o que a su sexto abuelo, le hizo hidalgo don Carlos V, porque le ofreció agua, viniendo sediento el señor Emperador, por poner dos casos comprensibles y usuales. Su impostura es de menor cuantía. Se conforman con ingresar en alguna orden de caballería prestigiosa para coronar una aseada carrera en la administración o los negocios. Saben que no son lo que dicen ser, pero se permiten la mentirijilla, con el convencimiento de que no hacen mal a nadie y lustran así una vida aparente. Y son los menos.
Los hay discretos, que una vez conseguido el objetivo, se retiran a sus cuarteles de invierno y no vuelven a la escena social, pero los más, necesitan del engreimiento y la jactancia. Padecen el síndrome de avidez social, como acertadamente lo calificó el embajador y tratadista don Emilio Beladíez, de grata memoria, al que cada día que pasa, echo más de menos. Han llegado allí donde querían llegar merced a su inteligencia y capacidad de engaño. Todos los que nos hemos creído sus embustes nos merecemos la engañifa porque no pasamos de lilas.
Existe también el falsario decididamente esperpéntico (la red está repleta de estos personajes) que se presenta como heredero de una dinastía imperial o real y reparte distinciones y títulos estrafalarios, asociados generalmente a ayudas económicas a la dinastía que el supuesto príncipe dice representar. A estos individuos habría que clasificarlos en un apartado dedicado a los estafadores sin más.
Sin embargo, el transformista nobílico, el dispuesto a escalar puestos en la sociedad, es otra cosa. Es un hombre que no repara en transgresiones para dar verosimilitud a sus embustes, si es necesario proveerse de una genealogía, se pertrecha de papeles falsos que le hacen descender de un rey o de un título, según sea la cuantía de su falacia. Si para acceder a un sillón académico precisa de una obra escrita, la fusila, más o menos bien o paga un negro. ¡¡Sí lo sabré yo que he ejercido de tal!!
Se elige el camino de la ficción porque el embustero, deseoso de pertenecer a la aristocracia, tiende a reproducir el comportamiento de esa clase social a la que considera superior. Muchas veces imita las características del señorío, ya sea en el lenguaje, los gustos, o el estilo de vida.
Por otro lado, el falaz nunca reconoce obstáculos y ante las dificultades, se crece. El descubrimiento de su ficción, le impele a nuevas falsificaciones para documentar aún más el territorio de sus fantasías.
O simplemente, ofendido, decide ignorar la denuncia de su falsía con una mueca de desdén. Bien resguardado por los que le han encumbrado previamente, decide esperar a que escampe. Y muchas veces lo consigue. Yo no conozco a ninguno que se haya apeado del burro. Mueren aferrados a la ficción que fabricaron sus mentes calenturientas. No hay ninguna grandeza en ellos, pero a la vista de los demás, resultan afectados de un cierto patetismo.
No hay que dejarse embaucar. Aprovechan cualquier muestra de debilidad, para seguir con su monótona cantinela. Aparentan lo que no son: no son nobles, ni honrados ni eruditos. Solo tienen una envidiable capacidad de adaptación al medio y las dosis precisas de una descomunal desfachatez. No conocen ni por asomo, lo que tratan de emular con tanta vehemencia: la caballerosidad. Para nombrarse caballero hay que estar firmemente comprometido con la verdad. Es evidente que quien fabrica antepasados a su antojo desconoce lo que la verdad supone y ahí radica su felonía.
Esta Casa Troncal, no tiene porque estar necesariamente de acuerdo con el contenido de los artículos firmados que se publican en este blog. Siendo éstos responsabilidad única y exclusiva de sus autores.
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02, 2011
III CURSO DE INTRODUCCIÓN A LA GENEALOGÍA Y HERÁLDICA PORTUGUESA.
Integrado en el plan de estudios correspondiente al III CURSO DE INTRODUCCIÓN A LA GENEALOGÍA Y HERÁLDICA, el día 12 de febrero, se inició un ciclo de conferencias auspiciadas por la FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD LUSÓFONA DE HUMANIDADES Y TECNOLOGÍA, en colaboración con la ACADEMIA INTERNACIONAL DE HERÁLDICA y el NÚCLEO LUSÓFONO DE HISTORIA.
El mismo finalizará el día 12 de marzo con una interesante ponencia a cargo de nuestro amigo VITOR ESCUDERO.
El programa completo de este ciclo de conferencias es:
-12/02/2011 : A Heráldica Militar em Portugal, a cargo de D.José Sasifredo Estevéns Colaço.
-19/02/2011: A Arte do Exlibris, a cargo de D. Sergio Avelar Duarte.
-26/02/2011: Introduçao á Ceramica Brazonada, a cargo de D. Segismundo Pinto.
-12/03/2011: Introduçao á Falerística-novos olhares, novas visioes, por D.Vítor Escudero.
Las ponencias se celebrarán en el campus universitario “Campo Grande” de Lisboa.
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02, 2011
(II) UNA GRAN DESCONOCIDA: La Orden Militar de la Constancia del Protectorado Español en Marruecos (1946-1957).
Por.D.Antonio Prieto Barrio y de D. Francisco Javier Hernández Navarro.
-.SEGUNDA PARTE.-
Las propuestas para el ingreso en la Orden de la Constancia, así como la organización de su fichero, sus estadísticas, etc., estarían gestionadas (Arts. 3º y 4º de su Reglamento) por un “Consejo de la Orden”, de carácter militar, integrado por un Presidente, con el grado de Teniente Coronel “con destino en estas fuerzas”; un Secretario de la misma, que sería el Jefe del “Negociado de Hojas y Recompensas” de la Subinspección de Fuerzas Jalifianas; y, finalmente, se designarían dos Caídes como vocales, pertenecientes a dicha orden pero que hasta que se concediese el ingreso a los primeros miembros de dicha Orden, estos serían Caídes de “intachable conducta”. El domicilio oficial de dicho consejo sería el mismo que el de la Subinspección de las Fuerzas Jalifianas en Tetuán.
Las condiciones que recoge el reglamento para el ingreso en la Orden y recibir las pensiones de cada categoría, se establecen en sus Arts. 5º y 6º. Para la Medalla, debían de tener los interesados 25 años de servicio, “con abonos de campaña” en las Fuerzas Jalifianas, al menos cinco de ellos, en el empleo de Caíd “sin ninguna clase de abonos” y seguir perteneciendo a la plantilla de dichas fuerzas militares. En el caso de la Placa, debían reunir las mismas condiciones para la obtención de la Medalla y llevar 10 años de servicios desde la fecha “en que se haya perfeccionado el derecho de concesión”.
En su Art. 7º se especifican los citados “Servicios y abonos de campaña”, indicando que el tiempo de servicio y de empleo exigido a los candidatos para ambas categorías debería haberse prestado en unidades militares jalifianas. Se le descontaría de este tiempo el que hubiera estado privado de libertad, aún estando invalidada la nota que lo especificara en su informe personal; el haber permanecido en excedencia voluntaria, o forzosa si ésta hubiera sido fuera de filas; y todo tiempo que excediese de 60 días consecutivos por cualquier otra causa, excepto por tratamiento médico por heridas recibidas en campaña. Los abonos de campaña sólo serían los que constasen en la 3ª subdivisión de su hoja de servicio.
En su Art. 8º se especifica la Tramitación de Propuestas para que dicho consejo diese el visto bueno a las concesiones e ingreso en la Orden. El proceso era el siguiente: primeramente, las propuestas serían formuladas por los “Jefes Instructores respectivos (e intervenidas por el Interventor Delegado correspondiente)”, para aquellos candidatos o interesados que reuniesen las condiciones necesarias. Estas propuestas deberían ser cerradas con un informe emitido por este primer jefe y elevadas a la Subinspección adjuntando tanto el formulario de la propuesta, la demostración del tiempo servido y empleado del candidato, una copia legalizada del Interventor Delegado del documento que acreditase su ascenso y nombramiento como Caíd, y finalmente una copia de su Hoja de Servicios así como “la de hechos y de la de castigos” si procedían del Mocadden. Este informe, junto con la propuesta sería enviada al Negociado de Hojas y recompensas de la Subinspección que la cursaría a su vez al Consejo de la Orden para su examen e informe final; una vez que hubiese dictamen favorable para el interesado, el Coronel Subinspector sometería la propuesta a la aprobación del General Inspector de dichas fuerzas jalifianas, publicándose su aprobación en el BOZPM mediante dahir para dar legalidad a la concesión, que sería registrada en la Hoja de Servicios del interesado procediéndose por las Pagadurías al abono de la pensión asignada desde la fecha señalada.
Como ya hemos comentado, otra similitud de la Orden de la Constancia con la Orden de San Hermenegildo son los periodos de servicio para el ingreso en las diferentes categorías, que podemos comparar en la siguiente gráfica , junto también a los de la Cruz de la Constancia aunque ésta última fuera creada y destinada para los suboficiales; en ella se observa que coinciden los años de servicio para el ingreso en las categorías para ambas órdenes.
Comparativa de años de servicio entre varias condecoraciones. |
Aún teniendo en cuenta dichos parecidos, sería posible conjeturar que si hipotéticamente el Protectorado español en Marruecos se hubiese prolongado unos años más, no sería extraño que se hubiera creado una nueva categoría superior a las anteriores de placa y medalla, o al menos una mejora de la pensión, que igualase a la de San Hermenegildo para aquellos Caídes que tuviesen más de treinta y cinco años de servicio en las Fuerzas Jalifianas.
También vienen recogidos las condiciones y el tipo de infracciones que merecían la expulsión de la Orden (Art. 9º), en este caso para aquellos que tuvieran una condena o “pena aflictiva o infamante… impuesta por los Tribunales, tanto civiles como militares” previa instrucción de un expediente por el Consejo; indistintamente también valdría para casos cuya “índole especial los sustraiga a la acción de los Tribunales, pero que afecten a la honorabilidad o a la conducta privada de algún miembro de la Orden”. Todos los casos de expulsión serían publicados en un Dahir en el Boletín Oficial (6) .
Pero el texto del reglamento no tardaría mucho en ser reformado: un par de semanas después, aparece su primera modificación legislativa, en este caso en las condiciones de ingreso. Como en el Reglamento no se indicaba nada sobre los Caídes encuadrados en la Mejaznía Armada –los cuales procedían de las fuerzas jalifianas–, se intenta buscar una solución a dicha circunstancia en enero de 1947 cuando se publica un dahir indicando “la conveniencia de que este beneficio” lo disfrutasen los destinados en la Mejaznía Armada que tuvieran el mismo empleo, con derecho a las pensiones vitalicias que se otorgan para ambas categorías que forman la Orden.
Sirva de introducción, que ya desde 1908 se estaba organizando una fuerza policial de carácter local, denominada Policía Indígena, en la zona de Melilla para el control del territorio; esta entidad sería impulsada y expandida gracias al Tratado de Fez cuando se crean diversos Tabores de Policía marroquí con oficiales y suboficiales españoles para la vigilancia del Protectorado; estarían organizados y supervisados bajo la Subinspección de Tropas y Asuntos Indígenas debido a que sus funciones serían tanto policiales como militares. En 1922, en plena guerra del Rif, son disueltos, articulándose dichas funciones policiales en las Mehal-las donde se integrarían. Pero no sería hasta mayo de 1925 cuando se crea la Inspección General de Intervención y Tropas Jalifianas, donde se organizan las fuerzas de seguridad pero dentro del Majzén, disponiendo la creación de la Mejaznía (o Mejasnía) Armada y las Mejaznías Auxiliares. De nuevo se reorganizó años después, en junio de 1934, pasando a depender militarmente de las Fuerzas Jalifianas pero en sus funciones policiales actuaban bajo las órdenes de los distintos Interventores locales o de las Cabilas. Al año siguiente, en 1935, se unificaron las distintas fuerzas de seguridad y de Mejaznía que dependerían del nuevo departamento de la Jefatura de Seguridad, las cuales serían divididas y distribuidas en regiones y gestionadas por mandos y suboficiales procedentes de la Guardia Civil que actuarían como auxiliares de los Interventores de las Cabilas. Estos mandos también se encargarían de las labores de instrucción de sus efectivos, normalmente personal que hubieran servido anteriormente en las fuerzas Jalifianas y en la desaparecida Policía Indígena. Con esta reorganización, su estructura así como sus funciones estarían basadas en las de la Guardia Civil, para de este modo reforzar el carácter militar de la Mejaznía, aunque introduciendo a su vez algunas peculiaridades locales. Antes de la independencia de Marruecos, dicha fuerza de seguridad contaba con alrededor de 2.152 efectivos indígenas.
Pero la estructura que tenía el Consejo de la Orden, en cuyo reglamento se fijaba el trámite para las propuestas de aquellos miembros pertenecientes a las Fuerzas Jalifianas, no era válido para los pertenecientes a la Mejaznía Armada, que aunque en sus orígenes dependían de la Subinspección de las Fuerzas Jalifianas, desde 1939 lo hacían de la Delegación de Asuntos Indígenas dependiente de la Secretaría General de la Alta Comisaría.
La solución a este problema llegaría meses después, cuando ya se habían publicado las primeras concesiones a miembros de las Fuerzas Jalifianas, en un dahir de abril de 1947. En éste, se da fin a la situación descrita, con la promulgación de un reglamento paralelo para su aplicación exclusiva a los Caídes de la Mejaznía, que mantenía las mismas categorías y pensiones.
Tramitación ingreso en la Orden de la Constancia. |
Sus características y diferencias principales giraban esencialmente en la creación de otro Consejo de la Orden pero dentro de la Mejaznía Armada (Arts. 3º y 4º); éste estaría presidido por su Comandante Jefe, teniendo como Secretario al “Capitán Jefe del detall”, y como vocales a dos Caídes del mismo cuerpo (con las mismas obligaciones que en el reglamento para las Fuerzas Jalifianas). La sede de este Consejo estaría en el mismo domicilio oficial que la de la Inspección de la Mejaznía en Tetuán.
La tramitación de las propuestas (Art. 8º) sería formulada por el Comandante Jefe de la Mejaznía; con el visto bueno del Interventor Delegado, éste elevaría a su vez al Inspector de la Mejaznía un informe con los mismos documentos exigidos para las de los militares jalifianos; desde ahí, se cursaría al Consejo de la Orden. Si dicho organismo fuese favorable a la concesión propuesta, se sometería a la oportuna y definitiva aprobación del Inspector de la Mejaznía que daría su conformidad para su publicación, mediante dahir, en el BOZPM, e indicándose a la pagaduría oportuna para efectos de cobro de la pensión al agraciado. Las condiciones de ingreso para las dos categorías de la Orden serían las mismas que las del primer reglamento (Arts. 6º y 7º), pero reservado a los Caídes de la Mejaznía, igual que los tiempos de servicio en la misma.
Las condiciones de baja o expulsión en la orden (Art. 9º) también son idénticas al primer reglamento. Una vez solucionado este obstáculo legislativo, tras haberse creado una curiosa reglamentación paralela a la de las Fuerzas Jalifianas, en septiembre de ese mismo año se empezarían otorgar ya las primeras concesiones para los miembros de la Mejaznía.
En total, desde enero de 1947 hasta junio de 1957 (incluso después de la independencia de Marruecos) se registraron 167 concesiones para ambas categorías, publicadas todas ellas en el BOZPM. Para la categoría de Placa se concedieron 33, y para la de Medalla 134. Del análisis del listado de condecorados, observamos que la suma total de individuos condecorados con las mismas fue realmente de 145; esto es debido a que 22 Caídes recibieron excepcionalmente en dos dahires, y a la vez, salvo en un caso que fue posterior, la medalla y la placa de la orden en 1947. A lo largo de sus casi once años de existencia registrada, la mayor parte de las concesiones se realizarían en dos años puntuales, en 1947 y en 1952; en el resto de los años se otorgaron de manera discontinua unas pocas para ambas categorías y en 1954 no se registró ninguna.
Gracias a los listados podemos observar algunos datos más. De los condecorados con la Placa, un 79% procedían de unidades de la Mehal-las, un 12% de la Mejaznía y el 9% restante pertenecían a la Guardia del Jalifa; de todos ellos el 25% tenían el empleo de Caíd Rahá, un 66% el de Caíd de 1ª y el 9% el de Caíd de 2ª. De los receptores de la Medalla, un 88% procedían de las Mehal-las, un 8% de la Mejaznía y un 4% de la Guardia Jalifiana; de todos ellos, el 34% son Caídes de 1ª, el 61% Caídes de 2ª y el 5% Caídes Rahá. De este modo, se puede apreciar que las placas se otorgaban en un alto porcentaje a los Caídes de 1ª y la medalla para los de 2ª, y por ser el colectivo con mayor número de efectivos, los miembros de las Mehal-las son los que más concesiones reciben.
No disponemos de información sobre el número total de Caídes que estarían sirviendo en las fuerzas del Majzén los años finales del Protectorado, ya que no hay estudios que lo indiquen ni hemos encontrado documentación relativa a esos años. En el caso de las Mejaznías, tenemos constancia de un dato bibliográfico de 1955 sobre su personal que nos lleva plantear una pequeña hipótesis. Nos reseña que en este cuerpo policial estaba compuesto por “un Kaid Raha, 3 de primera, 7 de segunda”; en total once Caídes; prestando atención al listado nominal, vemos que ingresaron en la Orden trece Caídes procedentes de este cuerpo: tres de 1ª y diez de 2ª; los que nos indica que la mayor parte de los oficiales indígenas de esta institución, excepto el Caíd Rahá, ingresaron en alguna de las categorías de la Orden.
Igualmente, ¿sería igual esta proporción para el resto de los Caídes?. Como desconocemos el número total de Caídes jalifianos que estaban activos entre los años 1949 y 1956, una plantilla conservada en el IHYCM –la más completa que hemos encontrado–, fechada en 1940 sobre las diversas unidades de las Mehal-las participantes en la Guerra Civil española, nos indica que el número total de Caídes sirviendo en las seis unidades de las mismas era de noventa y seis. Si a este total le sumamos los once Caídes mencionados anteriormente de la Mejaznía; y como también desconocemos exactamente la plantilla de la Guardia Personal del Jalifa, sólo agregamos a los cinco caídes del listado nominal de la Orden, nos saldrían en total alrededor de 112 Caídes que podrían estar sirviendo regularmente en las Fuerzas Armadas y de Seguridad Jalifianas. Teniendo en cuenta que durante los once años de existencia de la Orden, habría cambios cuantitativos (como retiros, fallecimientos, etc.), podemos reseñar que los 145 individuos que ingresaron en la Orden representarían, si no la totalidad de todos los oficiales Jalifianos en activo, sí un altísimo porcentaje de ellos.
Respecto al tema de las dobles concesiones de categorías en un mismo dahir, sobre todo en las primeras relaciones de ingresados en la Orden en 1947, a primera vista puede llevar a extrañeza que se le otorgasen a un mismo Caíd la medalla y la placa a la vez. Esto indudablemente fue posible teniendo cumplidos los 25 años requeridos para la concesión de la primera categoría, seguramente incluyendo los abonos de campaña que ya hemos descrito, mas los diez años adicionales según el Art. 6º del Reglamento “contados a partir de la fecha en que se haya perfeccionado el derecho a la concesión de la Medalla” para la segunda de las categorías, es decir, 35 años con anterioridad a la publicación de la concesión de las mismas. En el listado manejado podemos ver algunas incoherencias un tanto anecdóticas como la concesión de la Placa a dos caídes que no cumplían los años exigidos, uno por unos días y otro por un año, aunque éste último caso sería el último ingreso en la Orden de la Constancia en 1957, por lo que no sería de extrañar que fuese una manera de asegurar para él una pensión con la independencia ya otorgada.
Otro detalle observado en el ingreso en la categoría de Placa es que, a partir de 1950, se conceden a Caídes de los que no existe constancia de haber recibido la medalla anteriormente, lo cual era un requisito previo. Esto último podría ser resultado, y no es de extrañar, de que no todos los ingresos en la categoría de medalla se hubiesen publicado en el BOZPM.
En un intento de confirmar la fabricación de piezas originales y de su ostentación entre los condecorados, tuvimos éxito en nuestra búsqueda de algún indicio gráfico o fotográfico en diversos archivos nacionales, y también de algún vestigio material. Esto último fue posible por cortesía de Carlos Lozano, quien nos proporcionó una fotografía de lo que los especialistas llaman un “corte de cinta”, correspondiente a la categoría de medalla de la orden que estamos tratando, lo que nos permite visionar los colores y la disposición de su franja vertical en su centro tal y como se recoge en su Reglamento.
Corte de cinta. |
De igual forma tuvimos éxito en el fabuloso, como poco estudiado, fondo fotográfico de la Colección García Figueras de la Biblioteca Nacional(7) , al encontrar una magnífica y, hasta la fecha, única, fotografía de un grupo de personas probablemente en un acto oficial. Esta foto exclusiva, protegida por un papel vegetal pegado a su dorso y silueteado, identifica a un individuo de dicho grupo como “Caíd Jarjor”, el cual porta en su chilaba, junto a otras condecoraciones españolas, las dos categorías de la Orden Militar de la Constancia de una manera clara y nítida(8) .
Vista de la fotografía del acto oficial de julio de 1949. (Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura) |
Detalle del Caíd Jarjor |
De este modo, se constata la ostentación de ejemplares reales de todas las categorías de la Orden. Respecto a su portador, lo identificamos como Si Mohammed Hach Mohammed Jarjor, Caíd de 1ª de la Mehal-la Jalifiana nº 1 de Tetuán, al cual le concedieron ambas categorías mediante dahir de 19 de mayo de 1947. Una simple ojeada al retrato de este Caíd, y al conjunto de sus condecoraciones(9) , nos muestra un ejemplo del perfil de beneficiarios para la que iba destinada esta condecoración: un fiel militar jalifiano con una larga trayectoria en sus fuerzas militares y con experiencia tanto en las Guerras de Marruecos como en la Guerra Civil española.
No tenemos información sobre si esta Orden, como otras condecoraciones del Protectorado (10) , se siguió ostentando públicamente o fue asimilada después de la independencia de Marruecos en su Ejército, aunque entendemos que si ya en los años del Protectorado –como demuestran los fondos fotográficos consultados– no existía la costumbre de portarla, mucho menos lo sería una vez integrados sus miembros en un nuevo ejército.
(6)En los BOZPM consultados no hemos encontrado ninguna expulsión.
(7)Es un fondo especializado en África y mundo árabe en general, pero especialmente del Protectorado de España en Marruecos; donado a la BNE por Tomás García Figueras en 1966. Cuenta con cerca de 100.000 documentos, pertenecientes a su legado y a la antigua Biblioteca de la Dirección General de Marruecos y Colonias.
(8)BNE, Afr. G.ª Fª, Caja 9, Retratos, nº 870 (julio 1949), realizada por el fotógrafo Francisco García Cortés. De izquierda a derecha, se identifican al Caíd Jarjor, al Gran Visir El Mocri, a un personaje desconocido y a Elías Cohen.
(9)Las condecoraciones que porta el Caíd son: en la fila superior y de izquierda a derecha: Medalla de la Mehdauía, Medalla única de las Campañas de la II República (suprimida oficialmente en 1937), Cruz de 1ª clase de la Orden del Mérito Militar (distintivo rojo), Cruz de 1ª clase de la Orden del Mérito Militar (distintivo blanco), Cruz de 1ª clase de la Orden del Mérito Militar (distintivo rojo, pensionada) y Medalla de la Paz de Marruecos; en la fila inferior: Cruz de la Orden de María Cristina, Medalla de Sufrimientos por la Patria, Placa de la Orden Militar de la Constancia, Medalla de la Orden Militar de la Constancia y otra Cruz de la Orden de María Cristina; en el lado derecho ostenta el distintivo de la Casa de S.A.I. el Jalifa. Tenemos constancia de la concesión de una de las cruces de María Cristina por “haberse comprobado … sus méritos y servicios de campaña en nuestra zona de Protectorado en Marruecos durante el lapso de primero de octubre de 1926 a 12 de octubre de 1927”.
(10)Durante el período del Protectorado se crearon otras dos condecoraciones de carácter civil: la Orden de la Mehdauía en 1926 y la Orden de la Hasanía en 1949.
(10)Durante el período del Protectorado se crearon otras dos condecoraciones de carácter civil: la Orden de la Mehdauía en 1926 y la Orden de la Hasanía en 1949.
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02, 2011
UNA GRAN DESCONOCIDA: La Orden Militar de la Constancia del Protectorado Español en Marruecos (1946-1957).
-.PRIMERA PARTE.-
En el núm. 107 de la prestigiosa «Revista de Historia Militar», editada por el Instituto de Historia y Cultura Militar, aparece un excelente trabajo de D.Antonio Prieto Barrio y de D. Francisco Javier Hernández Navarro, que por su interés queremos reproducir en este blog.
El artículo titulado “Una gran desconocida: la Orden Militar de la Constancia del Protectorado Español en Marruecos (1946-1957)», es el primero, de una buena muestra de artículos, que poco a poco iremos subiendo a nuestro blog, relacionados con las condecoraciones militares españolas e hispanoamericanas.
Escudo del Instituto de Historia y Cultura Militar, dependiente del Ministerio de Defensa. (España). |
D.Antonio Prieto Barrio,nace en Madrid en 1966 y es Capitán de Ingenieros desde julio de 2007.Ha realizado diversos cursos impartidos en el actual Instituto de Historia y Cultura Militar, como son los de Heráldica, Uniformología Militar Española y el de Introducción a la Historia Militar de España. Ha colaborado en las exposiciones de » El Mundo Militar en 1993″ y en la conmemorativa del » V Centenario del Sargento» en 1994.Ha colaborado con trabajos y datos para la confección de las páginas web de la Orden de San Fernando y San Hermenegildo, y es autor de libros como: «Diccionario de cintas de recompensas españolas» publicado por el Ministerio de Defensa , «Recompensas y distintivos (1989-2011)», o el ya comentado en este blog «Compendio Legislativo de Órdenes, Medallas y Condecoraciones. Edición del autor
[CD]», actualizado hasta febrero de 2011, por citar alguno de sus importantes trabajos.
D.Francisco Javier Hernández Navarro, es nautuarl de Sevilla, Licenciado en Historia, Diplomado en Estudios Avanzados y Master en Archivística, autor, como coautor, de diversos trabajos sobre temas militares, demografía histórica, Memoria Histórica; Historia Urbana e Institucional.
Portada del núm 107 de la «Revista de Historia Militar», número donde aparece por primera vez, y en su integridad, el artículo que hoy nos ocupa. |
Hacer constar,que el presente artículo es una edición resumida y adaptada, para este blog, de otro mucho más extenso publicado en la anteriormente mencionada revista. Aún así, lo hemos dividido en dos entradas, la correspondiente al día de hoy y la que pretendemos subir mañana.
Para poder ver el artículo completo, así como cualquier otro publicado en el mencionado número de la Revista de Historia Militar, pueden visitar el siguiente enlace: http://www.portalcultura.mde.es/Galerias/revistas/ficheros/RHM_107.pdf
La Orden militar de la Constancia fue creada en 1946; sin embargo, es una de las condecoraciones militares de influencia española, como del propio Protectorado Español en Marruecos, menos conocida y estudiada. Una de sus principales peculiaridades era que se otorgaba únicamente a los Caídes (oficiales) marroquíes pertenecientes a las Fuerzas Jalifianas del Protectorado con una dilatada carrera en las mismas. Este personal estaba encuadrado en las distintas unidades militares y de seguridad –que, aunque gestionadas y administradas por el Majzén (gobierno jalifiano), estaban subordinadas al ejecutivo y a los Interventores españoles del Protectorado–, como eran las Mehal-las, Mejaznías y la Guardia Personal del Jalifa. Este trabajo analiza tanto la creación y la evolución legislativa de la Orden en sus dos categorías de medalla y placa durante sus nueve años de existencia, como el proceso y las particularidades de concesión, así como el perfil y naturaleza de los condecorados. Asimismo se incorpora imágenes inéditas de dicha condecoración.
La Orden Militar de la Constancia del Protectorado Español en Marruecos, creada en 1946, ha suscitado muy poco interés por parte de los especialistas en condecoraciones. La falta de un estudio específico sobre la misma ha tenido como consecuencia referencias bibliográficas tan escasas como breves y repetitivas. Las causas de este vacío pueden ser varias, entre ellas estaría la de ser otorgada exclusivamente a los Caídes marroquíes de las fuerzas Jalifianas del Protectorado; y por otra, la inexistencia de ejemplares originales en colecciones privadas, instituciones y museos españoles, que hacían incluso dudar que realmente se otorgase o se fabricase algún ejemplar de las dos categorías de que constaba la misma (1) . A pesar de la multitud de gestiones que los autores han realizado, no se ha podido localizar ni encontrar –hasta ahora– ninguna pieza confeccionada de esta Orden. Sin embargo, y como se demostrará en este trabajo, sí se concedieron y fabricaron ejemplares de la misma, llegándose incluso a ostentar públicamente.
La exigua bibliografía que ha explicado o indicado algo sobre esta condecoración tiene su origen en la tan frecuentemente citada obra de Fernández de la Puente –editada en 1953–, donde sólo incorporó la transcripción del dahir de su primer reglamento, así como ilustraciones muy logradas de sus dos categorías realizadas a partir de fotografías de ejemplares originales –como en el resto de su obra–; por lo demás, no aportó ningún dato e información adicional sobre esta Orden. A partir de ahí, son contadas las ocasiones en que se ha escrito algo referente a la Orden de la Constancia. Carlos Lozano, en su instructivo trabajo sobre las condecoraciones de la “acción española” en África, basándose en la información y una ilustración del autor anterior, sólo hace breves comentarios y una descripción de la misma. También las obras de Juan Luis Calvó y José Manuel Pérez Guerra, y el interesante trabajo sobre los premios a la constancia militar de Francisco Yáñez incluyen imágenes procedentes de Fernández de la Puente tanto en blanco y negro como en color, con breves descripciones y resúmenes del mencionado dahir transcrito; el segundo de estos autores incluye además, una tasación totalmente artificiosa, desde nuestro punto de vista, de esta condecoración, debido a la nula circulación de ejemplares (entre 150-200 € por una placa y 100-120 € por una medalla) (2).
Por ello, y basándonos en la información recogida principalmente del Boletín Oficial de la Zona del Protectorado de España en Marruecos (BOZPM), conservado en diversas bibliotecas públicas, junto a otras fuentes archivísticas, fotográficas y bibliográficas, hemos intentado hacer un primer estudio pormenorizado sobre esta desconocida Orden.
No es nuestra intención hacer un balance y una extensa introducción histórica sobre el Protectorado Español en Marruecos desde su creación a finales de 1912 gracias al Tratado de Fez, ni tampoco del desarrollo de las tan difíciles como trágicas operaciones militares originadas durante su ocupación y la posterior pacificación hasta la desaparición oficial del mismo con la independencia de Marruecos en abril de 1956, ya que excedería de los objetivos de este estudio. Pero sería inconsciente por nuestra parte el no indicar que la creación de la Orden Militar de la Constancia tuvo un condicionante muy especial al ser la única de las condecoraciones del Protectorado que se fundó y reglamentó exclusivamente para los Caídes (oficiales) pertenecientes a las fuerzas militares Jalifianas (Mehal-las y Guardia Jalifiana) bajo administración del Majzén (o Mahzen) (3) . Después, y como explicaremos más adelante, se ampliaría a los pertenecientes a su policía, o Mejaznía Armada, creándose un nuevo reglamento para ellos(4) .
Simultáneamente, y a pesar de que no se ha estudiado su repercusión en las fuerzas jalifianas, la administración franquista, desde la finalización de la Guerra Civil hasta la independencia de Marruecos, realizó diversas reformas en el Protectorado de Marruecos; concretamente, en el mismo año de la promulgación de esta condecoración se reformaría ampliamente el Majzén, alcanzando altas cuotas de autonomía respecto a reformas y políticas anteriores. Por ello, no es extraño que repercutiese en el control y financiación de sus fuerzas militares, y se crease este premio pensionado tan particular para sus Caídes.
La figura colonial del Protectorado era simplemente una manera de justificar la denominación de unos territorios teóricamente gobernados por instituciones propias pero que realmente estaban bajo la tutela de un país extranjero o “nación protectora”, en este caso España, en la Zona Norte de Marruecos, donde ejercía su patrocinio en los ámbitos tanto económicos como políticos del mismo. Dentro de esa dualidad administrativa estaba el Majzén, el órgano de gobierno administrativo civil marroquí en el Protectorado cuya figura más representativa y principal era el Jalifa; aunque con algunas competencias específicas, era muy dependiente política y económicamente de la administración española. Disponía de una fuerza militar propia, aunque subordinada al Ejército español, que fue ampliamente reformada en mayo de 1925 cuando se crea específicamente la Inspección General de Intervención y Tropas Jalifianas que gestionaría sus fuerzas militares como eran la muy representativa Guardia Jalifiana, las Mehal-las y, en menor medida debido al carácter irregular y temporal de su reclutamiento, las Harcas (o Harkas); además del resto de las fuerzas de seguridad del Majzén. El Jalifa poseía una Casa militar dirigida por un ayudante militar el cual era normalmente un Comandante o un Capitán español, con un Teniente adjunto y un Caíd; encuadrada en ella estaba su Guardia Personal o Jalifiana, creada en 1923 con personal de la Sección Local de Policía de Tetuán y de la Sección de Música de la Mehal-la de la misma localidad, y cuya principal función era dar escolta y protección al Jalifa mediante una heterogénea serie de unidades: una mía de infantería, una sección montada y una banda de música. Las Mehal-las Jalifianas fueron creadas a iniciativa del general José Marina Vega después del Tratado de Fez para crear un cuerpo militar indígena bajo dependencia del Alto Comisariado de España en Marruecos con intervención del Majzén; estaría organizado para dar guardia al Jalifa, formar en las solemnidades del mismo, participar activamente en acciones militares cuando se les solicitase, dar consistencia a las distintas Cabilas organizadas en Harcas y principalmente servían también de fuerzas de seguridad o de policía dentro y fuera de los límites de Tetuán como garante del pago de los tributos a las Cabilas. Organizadas a finales de 1913, no sería hasta 1915 cuando alcanzarían su primer desarrollo y expansión. A lo largo de 1921 y 1926 –momento en que dejan de proporcionar la Guardia del Jalifa y se integran en las mismas la Policía Indígena de Marruecos después de su disolución y algunas Harcas irregulares–, se crearían nuevas unidades de Mehal-las que sufrirían diferentes cambios de denominación con el paso de los años. Participarían en las operaciones finales de la Guerra del Rif, en la ocupación del territorio de Ifni en 1934, en la Guerra Civil española y en la ocupación de la Zona Internacional de Tánger en 1940. Finalmente, en 1956, las unidades bajo control del Majzén serían disueltas, aunque el personal proveniente de las mismas, junto a los procedentes de las unidades coloniales francesas locales (Goumiers), formarían el grueso de las recién creadas Fuerzas Armadas Reales (Forces Armées Royales) de Marruecos. Cada unidad de Mehal-la, según la reforma de 1937, estaba formada por un rahá o batallón que estaba compuesto a su vez por dos o tres tabores, cada uno de ellos con tres mías complementadas por un grupo de caballería, siendo sus efectivos inferiores respecto a otras unidades con personal local como los Regulares. Una particularidad de estas unidades era su alta proporción de tropa y suboficiales marroquíes con respecto a otras fuerzas indígenas como eran los Regulares, que procedían de enganches y reenganches tribales; sus empleos eran los de Askari (Soldado), Askari de 1ª, Maun (Cabo) y Mokaddem (Sargento). Su oficialidad era un tanto atípica: los oficiales españoles destinados en dichas unidades ostentaban el cargo de instructores de las mismas aunque tenían mando y control sobre ellas. El jefe superior de los instructores era el mando directo (normalmente un Coronel o Teniente Coronel) y requería teóricamente de la aprobación Jalifiana en sus decisiones. Como ya hemos comentado, la mayor parte de los oficiales eran marroquíes, siendo sus empleos los de Caíd Rahá (Capitán) donde podían servir hasta los 60 años de edad, Caíd Tabor o de 1ª (Teniente) y Caíd Mía o de 2ª (Alférez) empleos en que podían servir hasta los 55 años. Desgraciadamente, no hay estudios específicos que nos aclaren la procedencia y trayectoria de estos oficiales y nos oriente sobre si provenían de determinadas capas sociales de las Cabilas donde se reclutaba generalmente al personal de estas unidades o si procedían en su mayor parte de la clase de tropa y suboficiales de estas unidades. Sabemos que, en parte, esta última premisa se cumplía por lo menos en los últimos años ya que los Caídes de 2ª se seleccionaban entre los Mokaddemin con tres años de servicio y para ascender a Caíd de 1ª eran necesarios al menos diez años de servicio en el empleo anterior. Con la ampliación de las unidades de las Mehal-las durante la Guerra del Rif, y como gran parte de sus efectivos procedían de la disuelta Policía Indígena, no contaban con oficiales marroquíes, por lo que se les proveyó de Caídes procedentes de los Regulares y de las Harcas que se hubiesen distinguido, a modo de recompensa.
La Orden Militar de la Constancia se creó mediante un dahir del 18 de agosto de 1946 “para recompensar la constancia en el servicio de las armas y premiar con señalada distinción”, con sus “dos categorías de Medalla y Placa pensionadas, en la que podrán ingresar los Caídes de las Fuerzas Jalifianas”. Su reglamento se publicó unos meses después en el BOZPM, mediante dahir del 17 de diciembre de 1946 describiendo su diseño y desarrollando los artículos sobre las condiciones y el objeto de concesión de la misma; y a finales del mes siguiente, enero de 1947, se publicaron las primeras concesiones.
En su momento, Carlos Lozano puntualizó que la Orden de la Constancia se inspiró en la Orden Militar de San Hermenegildo, y con carácter general es indudable la influencia de esta condecoración creada en 1814 para recompensar la constancia intachable de los Jefes y Oficiales al servicio en los ejércitos españoles; aunque estéticamente no se pareciesen mucho, los años de servicio mínimos para ingresar en las dos categorías inferiores de que constaba en esos años, así como las pensiones para dichas categorías, eran similares a las de la Orden de la Constancia.
La descripción de las insignias de la Orden objeto de nuestro estudio nos la proporciona su Reglamento, indicando que la medalla estaría formada por “una estrella de cinco puntas en esmalte verde esmeralda, con un filete dorado en su contorno, de un milímetro de ancho; las puntas forman dibujo de Hayte, y por cada uno de los cinco ángulos de la estrella salen cinco rayos dorados; su parte central está formada por un emblema de Mehal-la (5) , también de cinco puntas y 12 milímetros de radio, en esmalte blanco con sus iniciales doradas en el centro y trazado en filete dorado de un milímetro de ancho; su radio total es de 20 milímetros, y en la punta superior, unida a ella por detrás, lleva una media luna en plata, de 5 milímetros de radio, cuyas puntas se unen al manguito esférico de una argolla de oro, que lleva la cinta en su parte inferior. Esta es de color rojo granate, con una franja verde en su centro y en sentido vertical”.
Sorprendentemente, se conserva en una colección privada una cinta de esta Orden–. Al respecto de esta descripción, hay un elemento denominado como “dibujo de Hayte” al que los autores no hemos encontrado significado después de indagar, solicitar opiniones a profesores e historiadores de Arte, arabistas y jugar semánticamente en la búsqueda bibliográfica de dicho término. Quizás se trate de un modo de definir esa forma geométrica para la estrella, pero sospechamos fue resultado o de una mala traducción de un dahir (también se imprimía en árabe) o de la invención de dicho término para describirla. Por otro lado, la descripción de la Placa nos indica que estaría formada “por la misma Medalla con radiaciones en plata sobre estrella de cinco brazos de doble punta de oro, y de 32 milímetros de radio”. Ambas categorías se llevarían en el costado izquierdo de la indumentaria del portador.
Las láminas originales con el diseño de la placa y de la medalla , se publicaron en el número del BOZPM siguiente al del reglamento, rubricada y fechada por el diseñador de la misma “Isvente 46”, del cual no hemos encontrado datos.
Según el reglamento, los Caídes que ingresaban en la Orden “previa propuesta documentada”, en alguna o en ambas categorías, disfrutarían de unas significativas pensiones anuales de carácter vitalicio; por la Medalla sería de 1.200 pesetas (Art. 5º), y por la Placa la cantidad de 2.400 pesetas (Art. 6º). Años después, en 1955, en un dahir de 15 de marzo sobre la mejora de devengos, créditos supletorios y extraordinarios para el personal de las Fuerzas Jalifianas, en su Art. 5º, se especifica el incremento de dichas pensiones “de la Orden de la Constancia en un cien por cien sobre los beneficios reconocidos hasta fin de diciembre de 1953 en las Cruces y Placas”, situándolas finalmente en 2.400 y 4.800 ptas. para sus respectivas categorías.
Meses después, la Delegación de Hacienda publica unas instrucciones complementarias del dahir de marzo anterior sobre este incremento de las pensiones, disponiendo que los perceptores de las mismas presentaran dos copias originales de su consignación y alta en nómina de las distintas pagadurías, remitiéndolas a su vez a la Delegación de Hacienda, Sección Clases pasivas. Ésta Delegación gestionaría a su vez la expedición de esta nueva documentación, donde se ajustarían las pensiones anuales de las placas y las medallas, a la Subinspección de las Fuerzas Jalifianas y Mejaznía Armada y al propio interesado; para la reclamación de los atrasos, habría que solicitar el reintegro por la cuantía total de la nueva pensión. Todos estos haberes como los atrasos, se imputarían al Presupuesto Ordinario de Gastos.
Dichas retribuciones no eran en absoluto despreciables en comparación con otras órdenes militares españolas coetáneas; y después del incremento de 1955, la situaría como una de las más generosas para sus beneficiarios. A modo de comparativa, una orden homónima como la Cruz de la Constancia en el Servicio, en 1958 (Art. 3º de su reglamento) para los suboficiales estaba pensionada anualmente con 1.200 ptas.; hasta 1961 no se aumentaría hasta las 2.400 ptas. al cumplir 20 años de servicio el beneficiario, 3.600 por 25 años y 4.000 ptas. por 30 años. Otra análoga, como la Orden de San Hermenegildo, en su reglamento de 1951 establecía las pensiones anuales para los que tuvieran derecho a la Cruz en 1.200 ptas., las de la Placa en 2.400 ptas., y estos últimos, con dos años de servicio en los empleos de Coronel, Capitán de Navío o asimilado y 40 años de servicio activo como oficial, en 5.000 ptas. Otras condecoraciones pensionadas en los años que estamos tratando, lo eran con cantidades inferiores en comparación: las cuantías anuales asignadas en 1955 para la Cruz de Plata del Mérito Militar, con distintivo blanco, eran de 300 a 600 ptas. para cabos y 300 ptas. para soldados, y las de la Cruz Roja del Mérito Militar, en su categoría de plata, temporales –5 años– o vitalicias, de 600 a 1.200 ptas. para cabos y de 420 a 600 ptas. para los soldados. Las cuantías máximas de las pensiones temporales –5 años– o vitalicias de la Cruz de Guerra, en 1955, se establecieron de 1.200 a 1.800 ptas. para cabos y de 600 a 1.200 ptas. para soldados. Caso de la Cruz de Guerra con Palmas, las cuantías se elevaban a 1.800 a 2.400 ptas. para cabos y 1.200 a 1.800 ptas. para soldados.
Como podemos observar en la gráfica superior,con la comparativa de las cuantías de las pensiones de la Orden de la Constancia con las condecoraciones y órdenes que hemos reseñado, es evidente el elevado importe de las pensiones de la Orden objeto de nuestro estudio, sobre todo en el periodo que comprende los tres últimos años de existencia, cuando se duplican las mismas, equiparándose, en el caso de la Placa de la Orden de la Constancia, con los máximos importes de la de San Hermenegildo y superando ampliamente al resto de las condecoraciones; el caso de su medalla, también es equivalente cuantitativamente a la Placa de la Orden de San Hermenegildo, pero sigue teniendo un alto importe en su pensión respecto al resto. Otras condecoraciones, que se crearon años después, aunque en la misma década, como es el caso de la Cruz a la Constancia al Servicio para suboficiales, no la superarían en cuantía hasta mucho tiempo después de la extinción de la del Protectorado.
(1)No hemos encontrado constancia de su existencia entre los fondos de las escasas empresas actuales dedicadas a la confección de estas insignias. Tampoco forma parte de ninguna colección museística conocida y los coleccionistas consultados tampoco poseen ninguna de estas piezas.
(2)LOZANO LIARTE, Carlos: “El Premio a la acción de España en África”, en Revista de Historia Militar, nº 71 (1991), pp. 82-83. Dicho autor afirma que esta orden estaba inspirada en la española Real Orden Militar de San Hermenegildo “existente para recompensar los mismos servicios de los oficiales europeos componentes en dichas fuerzas”, aunque estéticamente no eran parecidas. CALVÓ PASCUAL, Juan Luis: Cruces y Medallas 1807-1987. La historia de España en sus condecoraciones. Edición del autor. Pontevedra, 1987, pp. 132 y 164 (imágenes). PÉREZ GUERRA, José Manuel: Órdenes y Condecoraciones de España 1800-1975. Ed. Hermanos Guerra. Zaragoza, 2000, p. 105. YÁÑEZ GINER, Francisco: “El Premio a la Constancia Militar (tercera parte)”, en Armas y Cuerpos, nº 102 (2003), pp. 94-95. Una publicación extranjera que habla brevemente sobre esta Orden basándose en Fernández de la Puente: WERLICH, Robert. Orders and Decorations of all Nations. Ancient and Modern. Civil and Military. Quaker Press, Washington, 1965, pp. 291-292.
(3)Para un mejor entendimiento de nuestro trabajo, indicamos un breve glosario de términos y de abreviaturas: BOZPM: Boletín Oficial de la Zona del Protectorado de España en Marruecos. BNE: Biblioteca Nacional de España. Dahir: decreto visirial o legislativo. Jalifa: término genérico con uso relativamente frecuente en Marruecos y significado de sustituto o delegado; representante del Sultán de Marruecos en el Protectorado y máxima autoridad marroquí en el Protectorado. Majzén: órgano de administración marroquí del Jalifa. S.A.I.: Su Alteza Imperial, título del Jalifa.
(4)Los oficiales moros de Regulares, tenían opción a ingresar en la Orden de San Hermenegildo, según el reglamento de 1951, con los mismos requisitos señalados para el resto de oficiales.
(5)El emblema de la Mehal-la Jalifiana consistía en una estrella de seis puntas formada de la interposición de dos triángulos, sobre fondo blanco y un filete dorado, que en su interior lleva en dorado las letras “min” y “já”, iniciales de su nombre en árabe.
La entrada correspondiente a manaña día 25, la dedicaremos a dar a conocer la segunda parte de este interesante artículo.
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02, 2011
EL ESCUDO DE DON FRANCISCO PIZARRO, CONQUISTADOR DEL PERÚ.
Por D. Alexis Rolando Arévalo Vergara, Caballero Linaje de esta Casa Troncal. |
La figura de Francisco Pizarro, conquistador del Perú ha sido innumerablemente tratada en la historiografía hispanoamericana. Si bien puede surgir en América Latina cierto recelo por los conquistadores españoles, debe uno también pensar que la conquista de América fue un proceso que tarde o temprano iba a ocurrir; abandonando así “su histórico aislamiento para ingresar al concierto de las Naciones del Nuevo y Viejo Mundo” (1). Es costumbre en el Perú escuchar opiniones encontradas sobre esta interesante etapa de nuestra historia. Hasta hace poco tiempo se podían encontrar dos posturas claramente diferenciadas, la primera, de carácter eminentemente indigenista, y la segunda hispanista pura. Aunque también cabe resaltar que hubo algunos pocos que vieron en ambos mundos, inca y español, la verdadera esencia del Perú.
En tal sentido, uno debe darse cuenta que no hay blanco ni negro absoluto. Si bien hubo una serie de actos contra la cultura autóctona también hubo grandes aportes por parte de la cultura española; sin esto hubiera sido imposible el mestizaje, tanto étnico como cultural, de lo que es hoy América Latina. Considero que la historia debe ser apreciada tal como se dio, y no mirar con una visión actual, algo que sucedió hace más de cinco siglos.
Uno debe tener cierta admiración por estos hombres, que cruzaron un océano desconocido con la esperanza de encontrar un destino mejor en tierras que nadie conocía y con los peligros latentes de tamaña hazaña. Primero fue Colón, luego vino Cortés en México y finalmente Pizarro en el Perú; tres hombres que dieron grandes riquezas y poderío al imperio más poderoso e importante sobre la faz de la tierra.
D.Francisco Pizarro, conquistador del Perú. |
Me refiero al glorioso imperio español que envidiado en demasía por sus vecinos, finalmente menguaría convirtiéndose tristemente a partir del siglo XVII en una potencia de segundo orden. Acaso habrá alguna forma de recuperar tal brillo, ahora que está tan difundido el derecho comunitario. Acaso habrá alguna forma para que Hispanoamérica unida resurja cuál ave fénix. Eso lo dejaremos al tiempo y a los futuros gobiernos que se sucedan; que espero sepan ver que la unión hace la fuerza.
Luego de esta breve alocución, comentarles que teniendo gran apasionamiento por la historia inca y española de mi patria, trato de descubrir y estudiar datos poco conocidos con la intención de publicarlos y así sean conocidos por todos; pues la cultura no es privilegio de un pequeño sector sino que debe ser patrimonio de todos. En tal sentido, considero que es menester de todo aquel amante de su tierra, el hacerla sentir y amar así por todos. En esta ocasión he querido publicar algo en relación al descubridor y conquistador del Perú, Marqués don Francisco Pizarro.
Casa de D. Francisco Pizarro en Trujillo, Extremadura (España). |
Aunque no soy un experto en las ciencias heroicas, siento gran afición a ellas por la belleza artística del trazo e imaginación del heraldista. Francisco Pizarro, aunque ilegítimo nació en noble cuna en la histórica ciudad de Trujillo de Extremadura en 1478. Por su ascendencia agnaticia le correspondía el blasón de los Pizarro Añasco (Añascos por Añejos en antigüedad). El blasón de los Pizarro Añasco estaba compuesto de “un escudo con campo de plata cargado por un pino sinople cargado de frutos de oro , en cuyo tronco se apoyan dos osos rampantes en sable de pie sobre sendas pizarras en su color” (2). Este escudo inmemorial del que no se sabe ni cuándo ni por quién fue otorgado, es la prueba de la antigüedad del linaje de los Pizarro, que como otros hidalgos, ostentaban orgullosos sus escudos labrados en piedra.
Francisco Pizarro fue definitivamente el más connotado de este linaje al haber conquistado el más rico imperio de América; luego convertido en Gobernador del Perú y con goce de un marquesado. A todos estos honores se le sumó uno especialísimo que era el de gozar de nuevos cuarteles en su escudo de armas. La concesión de un escudo o blasón por parte de un monarca es quizás, tras un título nobiliario, el más alto honor que puede recibir una persona por parte de un monarca, en agradecimiento a ciertos actos que engrandecen a su real causa. El emperador Carlos I de España y V de Alemania (Sacro Imperio Romano Germánico), vio con buenos ojos a este intrépido conquistador; por ello, tuvo a bien concederle un escudo de armas para él y su ilustre descendencia.
Esta concesión de armas se puede consultar en el Archivo General de Indias, sección Patronato Real; forma parte de una Real Cédula otorgada en Madrid, el 13 de noviembre de 1529 a “Francisco Pizarro, adelantado, gobernador y capitán general de la provincia de Tumbes en el Perú, hijo del capitán Gonzalo Pizarro, por la que se le concede un escudo de armas que podrá usar en su casa y reposteros, sin perjuicio de las concedidas a sus antecesores, en atención a sus grandes y dilatados servicios hechos a la Corona en las Indias” (3).
El blasón concedido por Carlos V está compuesto por: “un águila negra con una corona, la cual abraza dos columnas que Nos traemos por divisa, y la ciudad de Tumbes que vos hallásteis en la dicha tierra al tiempo que la descubristeis, con un león y un tigre por porteros de la puerta principal della, por guarda de su entrada, con cierta parte de mar, y navíos delos quehay en aquella tierra, e por orla certos ganados de ovejas y otros animales con unas letras que digan: Karoli Cesaris auspitio el tabore ingenioac impesa ducis Picarro inventa et pacata” (4).
Imagen para una mejor comprensión del escudo. |
Como verán, se encuentra bastante deteriorado, pero aún se observa el magnífico colorido y trazos que caracterizan a este antiquísimo escudo concedido hace más de 482 años.
Resulta curioso que la ciudad prehispánica de Tumbes fuera vista como una ciudad europea con torres, muros y almenas; a lo que se debe agregar un león en el pórtico, animal que nunca existió en América. Asimismo, unos navíos con velas, que más parecen carabelas españolas que naves indígenas. Si bien esto puede parecer error del dibujante, quizás no lo sea.
Sobre Tumbes, se decía que era una ciudad bellísima que hacía recordar a Valencia (5) por sus torres y muros de cal y canto. Era tal la magnificencia de aquella ciudad, que incluso fue pintada detalladamente por el conquistador Pedro de Candía, quien recorrió libremente la ciudad. Ciertamente una arquitectura maravillosa que dejó deslumbrados a los españoles; aunque a su regreso al Perú se darían con la triste sorpresa de ver a Tumbes totalmente destruida. Tumbes había sido atacada y saqueada por la hueste de Atahualpa, al haber sido partidaria de Inca Huáscar en la ignominiosa guerra. Sobre el león, creo que pudo ser una equivocación bastante aceptable del heraldista. En aquella época los felinos no habían sido tan bien estudiados como lo son ahora. Seguro se trataría o de un otorongo (el felino más grande de América) o quizás un puma (felino por excelencia de la sierra peruana).
Estatua ecuestre de D. Francisco Pizarro. |
Sobre los navíos con grandes velas no debe resultar extraño pues en el Perú se conocía ya desde tiempos remotos el uso de todo tipo de embarcaciones. Recordemos que las culturas prehispánicas que se asentaron en la costa peruana eran expertos e intrépidos navegantes. Así tenemos al reino de los Chincha (Ica, Perú) que llegaron a las costas ecuatorianas de Puná para comerciar el famoso Mullu o conchas Spondylus. También se puede mencionar a los tumbesinos que fueron los primeros en entrar en contacto con los españoles estando en una de esas grandes embarcaciones con velas. Y porque no mencionar al mismísimo Inca Túpac Yupanqui, abuelo de Huáscar y Atahualpa, que en su juventud conquistó el imperio de los Chimú, y estando en Chan Chan (Trujillo, Perú) escuchó noticias de ricas tierras más allá del mar. Armó una poderosa escuadra de grandes navíos a vela y surcó con éxito el Pacífico descubriendo parte de Oceanía (6).
Es así como resulta interesante el estudio de la historia, a través de la heráldica, ya que uno puede descubrir muchísima información contemplando de un simple dibujo, como lo es un escudo, que no solo guarda belleza artística sino también innumerables secretos y anécdotas como lo hemos podido corroborar en este pequeño estudio de las armas del Marqués Francisco Pizarro. A partir de ese momento, Francisco Pizarro y sus descendientes ostentarían orgullosos un blasón (7) en el que claramente se podía ver parte de la extraordinaria historia del Perú prehispánico.
Fuentes:
(1)Rostworowski de Diez Canseco, María. Historia del Tahuantinsuyo. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1988, p. 291.
(2)Gamarra y Hernández, Enrique. Nobiliario de las ciudades del Perú. Lima: Empresa Gráfica T. Sheuch S.A., 1938, p. 137.
(3)Portal de Archivos Españoles. Archivo General de Indias. Patronato Real. PATRONATO,90A,N.1,R.2. ES.41091.AGI/16416.3.12.1//PATRONATO,90A,N.1,R.2
(4)Gamarra, op. cit., p. 143.
(5)Busto Duthurburu, José Antonio del. Francisco Pizarro. El Marqués Gobernador. Lima: 1978, Librería Studium S.A., p. 46.
(6)Busto Duthurburu, José Antonio del. Túpac Yupanqui. Descubridor de Oceanía. Lima: Fondo Editorial del Congreso de la República, 2007.
(7)El blasón de don Francisco Pizarro sería acrecentado por Real Cédula firmada el 19 de enero de 1537; en ella habrían nuevos cuarteles, llamando la atención el cuartel inferior donde se muestra al Inca Atahualpa capturado.
22
02, 2011
A PROPÓSITO DE SUPUESTOS RECONOCIMIENTOS Y PADRINAZGOS DE SU MAJESTAD EL REY JUAN CARLOS:MATERIAL PARA UN DEBATE.
A propósito de la polémica suscitada entre dos asiduos seguidores del blog, que, por ahora, prefieren permanecer en el anonimato, estimamos que sería de gran utilidad ampliar el debate a otros comunicantes y recoger un abanico más amplio de opiniones. El tema tan traído y llevado de los apadrinamientos del Rey Juan Carlos a determinadas corporaciones nobiliarias o distinguidas, nos da pie para reflexionar sobre el alcance de dichos reconocimientos y si estos tendrían un carácter «oficial», como Jefe del Estado, o si se trataría de un acto privado de Don Juan Carlos. Desde aquí invitamos a nuestros lectores a comunicarnos lo que ellos piensan al respecto.
El tema de la «expresa tutela y jefatura del actual monarca» – nos escribe nuestro anónimo comunicante a propósito de la dúplica efectuada el 14 de febrero pasado en este mismo blog – que alegan diferentes corporaciones nobiliarias debería ser objeto de un tratamiento más, llamémosle así, técnico. Don Juan Carlos es el Jefe del Estado reconocido por la Constitución de 1978. Como Jefe del Estado ejercita las competencias que le otorga la Constitución con arreglo a las leyes. Decir que Don Juan Carlos, en su condición de Jefe de Estado, reconoce tal o cual corporación, sometida al derecho de asociaciones, o reconocida como asociación pública de fieles por el derecho eclesiástico, se nos antoja excesivo, por mucha correspondencia privada que haya podido producirse o la existencia de fotografías tomadas en visitas protocolarias.
Armas de S.M. el Rey D.Juan Carlos I. |
Lo que nosotros queremos decir, y mantenemos, es que todos los actos que realiza el Rey Juan Carlos no los realiza en su condición de Jefe de Estado, sino que podrían tratarse de actos «privados» del monarca. Tan privados como cuando compra una vivienda o abre una cuenta bancaria. Los actos realizados por Don Juan Carlos como Jefe del Estado únicamente son los realizados conforme a la Constitución y necesita siempre el refrendo de un miembro del gobierno. El que el Rey Juan Carlos apadrine o acepte figurar a la cabeza de una asociación integrada por «hidalgos», «infanzones», etc, no significa que el estado español reconozca la existencia de la «hidalguía», ni que el Rey, como Jefe de Estado, esté otorgando tal distinción, que, de común acuerdo con el gobierno de la nación, podría hacer, pero que no lo ha hecho hasta la presente fecha. El Rey es respetuoso del asociacionismo amparado por las leyes, incluido obviamente, las asociaciones de carácter histórico-nobiliario.
Hoy día, la nobleza sólo puede ser acreditada en España de forma oficial por aquellas personas que sean poseedores de una merced nobiliaria. Las órdenes de caballería de Santiago, Calatrava, Montesa y Alcántara, se rigen actualmente por la ley de asociaciones sin que haya intervenido en su reactivación la Santa Sede. Como bien dicen sus estatutos, se trata de unas asociaciones de descendientes de caballeros que pertenecieron a dichas órdenes. Que el Rey se reúna con ellas y figure en su nómina al más alto nivel, no significa que sea un acto realizado como Jefe de Estado, sino como persona privada que tiene, como es lógico, perfecto derecho a participar de este tipo de asociacionismo. La misma posición compartimos respecto de las Reales Maestranzas de Caballería y Reales Cuerpos Colegiados de la Nobleza. La única nobleza reconocida en España es la que figura compendiada en la «Guía Oficial de Títulos y Grandezas», publicada periódicamente por el Ministerio de Justicia.
Sí actúa, en cambio, Su Majestad Don Juan Carlos como Jefe de Estado cuando concede el Toison de Oro, que en España ha dejado de ser una orden de familia para convertirse en la máxima expresión del derecho premial del estado. En estos casos vemos cómo siempre la concesión se efectúa mediante Real Decreto, firmado por el Rey y el Ministro de Justicia, y se publica en el Boletín Oficial de Estado.
S.M. D. Juan Carlos I, Rey de España. |
¿Somos demasiado exigentes al hacer estas reflexiones?, ¿demasiado «talibanes» de la nobleza? Entendemos que no, lo que no puede iniciarse es una carrera sin fondo en la que el Rey estaría apadrinando como Jefe de Estado a cualquier asociación nobiliaria con la que por cortesía se fotografíe, extrayéndose luego de este acto unas conclusiones que no tienen ningún asidero ni fundamento en el derecho vigente. Entendemos que estos actos caen en el ámbito privado de las actuaciones de Su Majestad. En España tenemos como sistema político la monarquía parlamentaria y no es lícito establecer toda una «tramoya» paralela de instituciones, corporaciones y reconocimientos a las que se le atribuyan un rango legal que no les corresponde.
Por ello, en consecuencia, habría que distinguir los reconocimientos, o apadrinamientos, efectuados por Don Juan Carlos, a título privado, incluidos los realizados antes de ostentar su condición de Jefe de Estado, y aquellos reconocimientos que hayan podido producirse ya ostentando esta condición.
Somos de la opinión que hablar de la expresa tutela y jefatura del actual monarca respecto de ciertas corporaciones nobiliarias sometidas al derecho de asociaciones, civil o eclesiástico, puede llevar a confusión pensando que son actos ejecutados en su calidad de Jefe de Estado constitucional. El recurso a la utilización de la figura del monarca debe ser mesurado y no dar lugar a falsos sobreentendidos de reconocimientos nobiliarios de clase alguna y, sobre todo, sin que intervengan para ello los órganos estatales competentes en la materia.
Reiteramos nuestro criterio de que en materia de gracia, honores y distinciones, el Rey actúa siempre sometido al mandato constitucional y avalado por la firma de un miembro del gobierno. No así cuando realiza actos privados atinentes a las corporaciones histórico-nobiliarias sometidas al derecho de asociaciones civil o eclesiástico. Por ello, el reconocimiento del Duque de Calabria como Jefe de la Casa de Borbón Dos Sicilia y Gran Maestre de la Orden Constantiniana de San Jorge (cualidades éstas, por cierto, no reconocidas por el Vaticano), el nombramiento del Conde de Barcelona como presidente del órgano colegiado de las órdenes militares, y el nombramiento del Infante don Carlos para este mismo cargo, al ser privados, no llevaron el endoso de ningún miembro del Consejo de Ministros ni se publicaron en el Boletín Oficial del Estado. En cambio, la concesión del título de Infante de Gracia a Don Carlos de Borbón, que fue otorgado conforme a la legislación vigente (artículo 3 – 2 del Real Decreto 1368/1987) fue refrendado por el entonces Presidente del Gobierno Don Felipe González Márquez y publicado en el BOE.
Armas Grandes de S.M. El Rey D. Juan Carlos I. |
La concesión del calificativo «Real» a algunas asociaciones, de carácter histórico-nobiliario o no, pone de manifiesto el aprecio del monarca por esas entidades, que no es poco, pero no se trata de un reconocimiento efectuado como «Jefe del Estado», al no llevar el refrendo de ningún miembro del gabinete. El Betis, por ejemplo, oficialmente se denomina Real Betis Balompié (numerosas entidades deportivas también gozan de este calificativo), sin que ello signifique que tienen un parangón o rango de especial naturaleza, sino simplemente, y repetimos que no es poco, que gozan de la simpatía personal del monarca que le otorgó ese calificativo.
Por ello, estimamos que sería bueno, antes de que este asunto se desborde más de lo que está y pueda verse comprometida la figura institucional de nuestro Jefe de Estado, que por la Casa de Su Majestad el Rey se haga pública una lista de hermandades, órdenes y corporaciones nobiliarias, o de índole caballeresca, que, a parte de las órdenes conferidas en nombre del estado español, oficialmente reconozca, apadrine o presida en el ámbito privado el Rey Don Juan Carlos.
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02, 2011
CAPITÁN FEDERICO CAPDEVILA MIÑANO: UN HÉROE DE SANGRE NUMANTINA
Por Enrique Sancho-Miñano (h)
«Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí,
el decoro de muchos hombres» (José Martí).
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El 27 de noviembre de 1871, durante la Guerra de los Diez Años (Cuba 1868-1878), se produjo en La Habana un hecho que elevaría al pedestal reservado a los héroes a un joven capitán español que, por su lado materno, llevaba sangre soriana, sangre de numantinos… raza de héroes. Aquel trágico día, como afirmaría años después Fermín Valdés, el capitán Federico Capdevila Miñano salvó la honra de España al defender la dignidad humana y, simultáneamente, se hizo acreedor del eterno agradecimiento del pueblo cubano.
Descendiente de numantinos, raza de héroes.
Federico Capdevila Miñano nació en Valencia el 17 de agosto de 1844. Su padre el coronel Medardo Capdevila Sorribas, era natural de Benabarre (Huesca-Aragón). Pero, por sus venas, también corría sangre soriana.
En efecto, doña Petra Sancho Miñano, la madre del héroe, había nacida en Narros (Soria) el 7 de junio de 1825, siendo hija legítima del coronel Rufo Sancho Miñano y Beltrán de Salazar, condecorado con la cruz de Iª clase de la Orden de San Fernando, y de doña Francisca Domínguez del Río y Buiza Toledo. Por ella, Federico venía de los Doce Linajes de Soria: de los Chancilleres y los Santa Cruz. Los de este último linaje, según la leyenda, serían descendientes del capitán Megara, caudillo de Numancia, ciudad conocida como el terror del imperio romano, “antes quemada por el fuego, que vencida por las armas”.
“El último día de Numancia”, de Alejo Vera (1880)
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También por su madre, Federico era vástago del gran tronco de doña Sevilla López de Villalobos, descendiente del rey don Alfonso IX, y considerada por Luís de Salazar y Castro como “…casi abuela universal de toda la antigua nobleza de Extremadura”.
El padre de Federico fue caballero de la Orden de Carlos III y de la Orden de Isabel la Católica, y por su valor distinguido en combate fue condecorado con la cruz de Iª clase de la Orden de San Fernando.
La Guerra de Cuba.
Federico ingresó como cadete en el Colegio de Infantería de la Reina el 30 de diciembre de 1859, de donde egresó el 1º de julio de 1862 con el grado de sub-teniente de infantería.
Fue asignado al Batallón de Cazadores de Barcelona, donde permaneció hasta marzo de 1866. De allí pasó a servir en el IIº Batallón de Tarragona, con el que pasó al Ejercito de Cuba, siendo ascendido a teniente. El 29 de septiembre de 1868 es ascendido al grado de capitán por gracia general. El 18 de diciembre de 1869 es capitán por mérito de guerra. El 24 de febrero de 1870 se le otorga el grado de Comandante, también por mérito de guerra. Su carrera como oficial era ciertamente prometedora.
Sin embargo, el destino lo encontró en La Habana un día 27 de noviembre de 1871, enfrentado –casi en soledad– con el Cuerpo de Soldados Voluntarios de La Habana, batallón que había sido creado como refuerzo de los regimientos españoles para luchar contra los revolucionarios cubanos. El Cuerpo de Voluntarios reclamaba la vida de 44 estudiantes de medicina, acusados falsamente de profanar la tumba de quien había sido su coronel, don Gonzalo Castañon, recientemente fallecido en un tiroteo con cubanos en Cayo Hueso (La Florida). El capitán Federico Capdevila Miñano, consciente de que se trataba de una venganza y de que los estudiantes eran absolutamente inocentes, no estaba dispuesto a permitir semejante crimen, aunque con ello fuera su vida.
Esta heroica conducta sería recordada por el prócer José Martí, cuando expresó que “España en aquella vergüenza no tuvo más que un hombre de honor: el generoso Capdevila, que donde haya españoles verdaderos, tendrá asiento mayor, –y donde haya cubanos”.
Tragedia en la habana.
La historia comenzó unos días antes, el 23 de noviembre, cuando los alumnos del primer año de Medicina de la Universidad de la Habana, entre los que había adolescentes de 14 y 16 años, antes de dirigirse a clases, comenzaron a jugar y hacer bromas en el cementerio cercano al anfiteatro donde tendrían clase de Anatomía. Algunos jugaron con una carretilla utilizada para transportar cadáveres a la sala de disección; otro cortó una flor.
Dos días después, el Gobernador de la Isla junto con la policía, se hizo presente en la clase y arrestó a todos los estudiantes de primer año de medicina, acusados de profanar la tumba del español Gonzalo Castañón, coronel de los Voluntarios de La Habana y propietario de un diario, recientemente fallecido en La Florida (EE.UU.) luego de un tiroteo con cubanos que se sintieron ofendidos por publicaciones vertidas en su periódico.
Gonzalo Castañón. |
El día 27 de noviembre de 1871 se constituyó un Consejo de Guerra para juzgar a los jóvenes estudiantes. Como abogado defensor de los estudiantes, se designó al capitán Federico Capdevila Miñano.
El juicio oral y público comenzó con la presencia de más de 2000 soldados voluntarios de La Habana, que a viva voz reclamaban la pena de muerte para los estudiantes.
Luego de leída la acusación del Fiscal, y presentadas las pruebas del supuesto delito, el capitán Capdevila Miñano tomó la palabra y, dirigiéndose al Tribunal, expresó enérgicamente lo siguiente:
“Triste, lamentable y esencialmente repugnante, es el acto de comparecer y elevar mi humilde voz ante este respetable Tribunal, reunido aquí, en esta fidelísima Antilla, por la violencia y por el frenesí de un puñado de revoltosos, pues ni aun de fanáticos puede conceptuárseles. Que hollando la equidad y la justicia, pisoteando el principio de autoridad, abusando de la fuerza, quieren sobreponerse a la sana razón: a la ley. Nunca jamás en mi vida podré conformarme con la petición de un caballero fiscal que ha sido impulsado, impelido, a condenar involuntariamente, sin convicción, sin prueba alguna, sin hechos, sin el más leve indicio sobre el ilusorio delito que únicamente de voz pública se ha propalado.
“Dolorosa y altamente sensible me es, que los que se llaman Voluntarios de La Habana hayan resuelto ayer y hoy dar su mano a los sediciosos que forman la Comunne de París, pues pretenden irreflexivamente convertirse en asesinos ¡y lo conseguirán!, si el Tribunal a quien suplico e imploro, no obra con la justicia, la equidad y la imparcialidad de que están revestidos. Si es necesario que nuestros compatriotas, nuestros hermanos bajo el seudónimo de voluntarios nos inmolen, será una gloria, una corona por parte nuestra para la nación española. Seamos inmolados, sacrificados, pero débiles, injustos, asesinos, ¡jamás! De lo contrario será un borrón que no habrá mano hábil que lo haga desaparecer.
“Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra como caballero y mi pundonor como oficial, es proteger y amparar al inocente. ¡Y lo son mis 45 defendidos! Defender a esos niños que apenas han salido de la pubertad para entrar en esa edad juvenil en que no hay odios, no hay venganzas, no hay pasiones. En que como las pobres e inocentes mariposas revolotean de flor en flor aspirando su aroma, su esencia y su perfume, viviendo sólo de quiméricas ilusiones. ¿Qué van ustedes a esperar de un niño? ¿Puede llamárseles, juzgárseles como a hombres a los 14, 16 o 18 años poco más o menos? ¡No! Pero en la inadmisible suposición de que se les juzgue como a hombres: ¿Dónde está la acusación? ¿Dónde consta el delito que se les acrimina y supone?
“Señores: Desde la apertura del Sumario, he presenciado, he oído la lectura del parte, declaraciones y cargos verbales hechos. Y, o yo soy muy ignorante o nada absolutamente encuentro de culpabilidad. Antes de entrar en la sala, había oído infinitos rumores de que los alumnos o estudiantes de medicina habían cometido desacatos y sacrilegios en el cementerio. Pero en honor a la verdad, nada absolutamente aparece en las diligencias sumarias. ¿Dónde consta el delito, ese desacato sacrílego? Creo, y estoy firmemente convencido, que sólo germina en la imaginación obtusa que fermenta la embriaguez en un pequeño número de sediciosos.
“Señores: Ante todo somos honrados militares; somos caballeros. El honor es nuestro lema, nuestro orgullo, nuestra divisa. Con España siempre honra, siempre nobleza, siempre hidalguía. ¡Pero jamás bajezas, pasiones ni miedo! El militar pundonoroso muere en su puesto. Pues bien, ¡que nos asesinen!
“Los hombres de orden, de sociedad, las naciones, nos dedicarán un opúsculo, una inmortal memoria. He dicho”.
Ante estas duras y valientes palabras, los Voluntarios reaccionaron violentamente intentando agredir al capitán Capdevila Miñano, quien tuvo que extraer su sable para contenerlos. Ese fue el clima en que se desarrolló el juicio. Pero gracias a la decidida intervención de Federico, los estudiantes sólo fueron condenados a unos días de cárcel y penas de multa.
Sin embargo, ante las amenazas de los Voluntarios de La Habana, el Tribunal anuló la condena y volvió a juzgar a los estudiantes. De este nuevo juicio fue excluido el capitán Capdevila Miñano. Para conformar a los soldados de La Habana, el Tribunal condenó a muerte a ocho estudiantes: el niño que arrancó la flor, los cuatro estudiantes que jugaron con el carro, y tres elegidos por sorteo.
En la tarde del fatídico día 27 de noviembre de 1871, eran fusilados de dos en dos, de espaldas –como si se tratara de traidores– y con los ojos vendados, los inocentes estudiantes de medicina. El primero en ser fusilado fue el niño de la flor.
Fusilamiento de los estudiantes. |
Los voluntarios también pidieron la cabeza del capitán Capdevila Miñano, pero fue defendido por sus camaradas. Estando la situación fuera de control, el 29 de noviembre los superiores de Capdevila decidieron, ante el riesgo que corría su vida, trasladarlo fuera de La Habana, al 2º Batallón de Tarragona, que se encontraba en la ciudad de Sancti Spíritus.
Matrimonio y venganza de los Voluntarios de La Habana.
El 29 de octubre de 1873, Federico contrajo matrimonio en Sancti Spiritus con doña Isabel María de los Dolores Pina Estrada, hija de don Manuel Víctor Pina y doña Antonia María Estrada.
A pesar del tiempo transcurrido, los Voluntarios de La Habana no habían olvidado a este oficial que se atrevió a enfrentarlos, y las amenazas ahora recaían sobre su familia, situación que posiblemente motivó el traslado del capitán a la península.
El 17 de noviembre de 1876, a pocos días de un nuevo aniversario de la tragedia, Federico Capdevila Miñano regresó a La Habana con el grado de teniente coronel. El clima seguía siendo hostil hacia su figura. Los Voluntarios de La Habana tramaban una venganza, y esta llegaría en 1883 con el armado de una falsa causa penal. Inmediatamente fue recluido en prisión, donde contraería tuberculosis. La causa se dilató por más de 10 años, hasta que en 1893 el teniente coronel Capdevila Miñano fue pasado a retiro.
A los pocos meses de su retiro, Federico fue absuelto de la falsa acusación. Sin embargo esta absolución llegaba demasiado tarde; al teniente coronel Federico Capdevila Miñano no sólo le habían truncado su carrera, le habían dañado irreversiblemente su salud, a tal punto que por las afecciones contraídas en prisión, fallecería el día 1 de agosto de 1898, a la edad de 53 años.
Agradecimiento del pueblo cubano al héroe del 27 de noviembre.
Los restos del Tte. Cnl. Capdevila Miñano fueron trasladados en 1903 al cementero de La Habana, donde descansan junto a los ocho estudiantes fusilados, en el Panteón erigido en sus memorias.
Panteón donde descansan los restos de los estudiantes fusilados y del Tte. Cnl. Federico Capdevila Miñano (Foto del Sr. Artaud) |
En 1887 se creó un Comité para rendirle homenaje y obsequiarle una espada de honor con empuñadura de oro. El Tte. Cnl. Capdevila Miñano declinó aceptar, señalando que en aquel trágico día sólo había hecho lo que su honor le ordenaba; y propuso que se hiciera un mausoleo a los ocho estudiantes ejecutados. El Comité insistió y le obsequió la espada en nombre del pueblo cubano, con la siguiente leyenda grabada en la empuñadura: “Al Señor Federico Capdevila, el héroe del 27 de noviembre de 1871: Cuba agradecida”.
José Martí, el Prócer Nacional cubano, recordaría la conducta del capitán Capdevila Miñano, expresando que “España en aquella vergüenza no tuvo más que un hombre de honor: el generoso Capdevila, que donde haya españoles verdaderos, tendrá asiento mayor, –y donde haya cubanos”.
Busto del Tte. Cnl. Federico Capdevila Miñano.
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Fermín Valdés Domínguez, también Prócer cubano, y compañero de los infortunados estudiantes asesinados, dijo que: “El nombre de Capdevila es sagrado para los que en noviembre de 1871 le vimos dominar la furia de los amotinados”.
Monumento a los estudiantes fusilados.(Foto del Sr. Artaud) |
Para finalizar, es oportuno recordar un hecho que pone fuera de toda duda el patriotismo del Tte. Cnl. Capdevila Miñano. En 1898, poco antes de su muerte, un grupo de soldados del ejército revolucionario que pasaban vitoreando la bandera cubana, al cruzar frente a su casa –donde estaba parado- lo reconocieron e inmediatamente le llevaron la bandera para que la jurara, pero el digno oficial español respondió: “Me complace el contento de los cubanos; pero esa no es mi bandera: la mía es la española, y la llevo aquí, en mi corazón”.
Firma de Federico Capdevila Miñano (dorso de fotografía del 6 de enero de 1872, dedicada a sus tíos el cnel. Alejandro Sancho-Miñano y Da. Amalia García Quijano) |
Fuentes documentales y bibliográficas.
Expedientes personales del Tte. Cnl. Federico Capdevila Miñano, Sección Iª, legajo C-1119; y del Cnl. Medardo Capdevila Sorribas, Sección Iª, legajo C-1137, que se custodian en el Archivo General Militar de Segovia.
Valdés-Domínguez, Fermin, El 27 de noviembre de 1871, varias ediciones.
Guerra Ávila, María Julia, El héroe del 27 de noviembre de 1871. Trabajo facilitado por el Sr. Rubén Rodríguez, a quien agradecemos su gentileza.
Bernal Velázquez, Y.: España en Cuba, Federico Capdevila una página de honor y valentía, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, noviembre 2010, www.eumed.net/rev/cccss/10/ .
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02, 2011
LA BELLA OTERO, AMANTE DE REYES.
Semanas atrás, un asiduo lector del blog nos hacía la pregunta de quién era esa española de humilde condición que logró entrar en el círculo íntimo de la realeza europea de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Satisfaciendo la curiosidad de nuestro amable comunicante y para conocimiento general de nuestros seguidores, vamos a dar a conocer unas breves pinceladas de la vida de Carolina Otero Iglesias, la Bella Otero, Amante de Reyes.
El 4 de noviembre de 1868 nacía en Ponte de Valga, aldea de Pontevedra, una niña a la que su madre le puso sus apellidos porque su progenitor se negó a reconocerla como suya. Ninguno de sus paisanos sospechó que Agustina Carolina Otero Iglesias llegaría a adquirir fama universal, siendo considerada en su época como la gallega más bella del mundo.
Casa natal de Carolina Otero. |
La niña iba creciendo entre mil dificultades económicas, destacando muy pronto por su gracia y hermosura. A los 11 años vivió una brutal experiencia, que la marcaría para siempre, al ser violada por un hombre en un bosque cercano a la aldea. La madre, para mejor proteger a su hija de los peligros que le acechaban, decidió internarla en un colegio de religiosas. Allí, a cambio de recibir una formación elemental, Agustina Carolina se encargaría de ayudar en las labores domésticas.
La Bella Otero. |
A los 14 años, convertida en una adolescente desenfadada y muy atractiva, se enamora perdidamente de Paco, un joven más o menos de su misma edad al que, como a ella, le apasionaba el baile. Una noche se escapa del internado para ir con su pareja a bailar a un local de los alrededores. Agustina ya no volvería nunca más al colegio de monjas, marchando a Lisboa, donde de inmediato obtiene trabajo como bailarina. A partir de ahora comienza a llamarse Carolina, abandonando el más rígido y adusto nombre de Agustina.
Abandonada y burlada por Paco, Carolina Otero decide, tras la traumática experiencia de la violación y el desengaño amoroso sufrido, que nunca más llorará por amor y decide vengarse de los hombres en general y de los poderosos en particular, cuidándose muy bien de no enamorarse de ninguno de ellos.
Libro sobre la Bella Otero. |
Su carrera artística fue meteórica. De Lisboa salta a Barcelona, donde actúa en el Palacio de Cristal. Tras su éxito de Barcelona pasa a Marsella, donde, por primera vez, se le anuncia en los carteles como «La Belle Otero». Finalmente, con solo 22 años debuta en la acreditada sala de fiestas parisina «Follies Bergère», alcanzando el cenit de su carrera. La Bella Otero se convierte en la reina indiscutible de las noches de París y pronto empezaron a lloverle contratos para actuar en las más importantes capitales del mundo: Londres, Budapest, Viena, Moscú, Sao Paulo, Buenos Aires, Nueva York…y hasta la lejana y exótica Tokio. La artista cobrará cifras siderales por cada actuación, alcanzando una sustanciosa fortuna que incrementaba con largueza gracias a la generosidad de sus amantes, lo más florido de la realeza europea.
Carolina Otero, la Bella Otero, apuntó en sus conquistas amorosas siempre a lo más alto de la escala social, sin molestarse en fingir un falso amor ni prometer eterna fidelidad, decepcionada por sus amargas experiencias en este terreno.
Nicolas I de Montenegro. |
La flor y nata de la realeza se la disputaba por amante. Alberto I de Mónaco puso a la Bella Otero un lujoso piso en París, a la vez que la inundaba literalmente de obsequios y atenciones por un valor superior al millón de dólares. Al soberano monegasco, le sucedió en los favores de la artista el príncipe Nicolás de Montenegro.
Al mismo tiempo, la Bella Otero mantenía una relación paralela con el rey Leopoldo II de Bélgica, quien le obsequió con una bonita villa campestre y una residencia en Flandes, donde, el ya achacoso rey, la visitaba de vez en cuando.
Muzafar al-Din de Persia. |
Al concluir ambas relaciones, le toca el turno al poderoso y riquísimo sha de Persia, Muzafar al-Din, quien puso por delante su fortuna para acceder a la alcoba de Carolina. Cada tarde, después de visitarla, Muzafar le enviaba un sirviente con un cuenco en cuyo interior lucía un valiosísimo diamante, cada día más grande y hermoso.
Leopoldo II de Belgica. |
El zar Nicolás II de Rusia, último representante de la dinastía Romanof, también fue un rendido admirador de los encantos de la Bella Otero, a quien fueron a parar gran parte de los millones de rublos que el soberano ruso se gastaba en pasar el tiempo en la capital del Sena.El 4 de noviembre de 1898, fecha del 30 aniversario de Carolina, se celebró una verdadera «cumbre europea» en un salón privado del Casino de París.
Nicolas II de Rusia. |
El zar de Rusia Nicolás II, el rey Leopoldo II de Bélgica, el príncipe Alberto de Mónaco, el príncipe Nicolás de Montenegro, el príncipe Eduardo de Gales, heredero de la Reina Victoria de Inglaterra, todos ellos amantes de la diva, le agasajaron con una suntuosa y elegantísima cena.
La Bella Otero no para en sus conquistas y en los primeros años del nuevo siglo XX, de regreso a España, al filo de los 40, mantiene un idilio con el joven rey Alfonso XIII, que tanta devoción profesaba al sexo femenino.
Alfonso XIII. |
Inmensamente rica y todavía conservando la plenitud de su excepcional belleza, Carolina Otero comienza a recorrer los casinos europeos, víctima de una febril ludopatía, que le haría perder gran parte de su fortuna tan fácilmente amasada.
A los 50 años la Bella Otero opta por refugiarse en Niza, manteniéndose totalmente apartada de la vida social y artística, prefiriendo ocultarse a la vista de todos para mantener la mítica memoria de su hermosura. Allí vivió casi escondida durante largas décadas, hasta morir a la edad de 96 años un 12 de abril del no tan lejano 1965, la que bien podía vanagloriarse de haber conocido muy cerca gran parte de los reyes y soberanos del ayer.
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02, 2011
CURIOSIDADES NOBILIARIAS:El Vizcondado de Termens, o de cómo la hija de un zapatero accede a la alta nobleza.
Un asiduo seguidor de nuestro blog, quien prefiere reservar su identidad, nos envía estas curiosidades nobiliarias, relativas al vizcondado de Termens, que con gusto reproducimos.
El Vizcondado de Térmens es un título nobiliario concedido por el rey Felipe IV a Gregorio Brito en 1648, por su contribución a la rendición en Térmens, provincia de Lérida, del Conde de Ancourt. Tras la muerte de Gregorio Brito, nadie reclamó el título hasta que fue rehabilitado en 1910 por Alfonso XIII para Carmen Giménez Flores, conocida popularmente como «la Infantona», por ser la amante de Antonio de Orleans y Borbón, IV Duque de Galliera e Infante de España por su matrimonio con la Infanta Eulalia de Borbón, hermana de Alfonso XII.
Carmen Giménez Flores, Vizcondesa de Termens. |
El Infante Antonio de Orleáns y de Borbón era hijo de Doña Luisa de Borbón, hermana de la Reina Isabel II, y de Don Antonio de Orleáns, Duque de Montpensier, que tanto intrigó por conseguir para sí mismo la Corona de España durante los años tumultuosos de la Revolución de 1868, que acabó expulsando del Trono a la oronda y voluptuosa Reina Isabel.
Casado con su prima hermana la Infanta Eulalia de Borbón, las excentricidades de su esposa fue causa de su alejamiento de ella, al principio de forma circunstancial y después de una forma más definitiva. Esto sucedería cuando en su vida entra Carmen Giménez Flores, de 26 años, quien había venido al mundo en 1867 en la cordobesa villa de Cabra. Carmen, la menor de cuatro hermanos, había nacido en el seno de una familia muy humilde.
El Infante D. Antonio de Orleans, con D. Alfonso XIII. |
Sus padres fueron José Giménez Brito, zapatero y natural de San Roque (Cádiz), y María de la Sierra Flores Milla, natural de Cabra. Cuentan que era una joven muy guapa, atractiva e inteligente cuya vida transcurría con toda normalidad en su pueblo, donde trabajaba en faenas agrícolas, tales como la recogida de la aceituna o la remolacha. Pero Carmen no desea una vida de jornalera y decide probar fortuna en Madrid, ya que allí tendría más posibilidad de progresar. Presentada al Infante Don Antonio por unos sirvientes, Carmen pronto se convierte en su amante.
La pasión de Don Antonio por su bella Carmela hizo que fuese, mientras duró la unión (1893-1915), muy generoso con ella. Su mujer, la Infanta Eulalia, se quejaba amargamente en sus memorias de “la existencia de un pozo sin fondo en el que iban a morir los caudales del Duque de Montpensier”. Carmela obtuvo de su amante una deslumbrante mansión en París, obras de arte, joyas, importantes sumas de dinero… El Infante de Orleáns, incluso, llegó a regalarle (mediante una venta ficticia que luego sería anulada ante los tribunales) la impresionante finca “El Botánico”, hoy bellísimo parque público de Sanlúcar de Barrameda.
Reciente libro sobre la Vizcondesa de Termens. |
La relación de ambos era pública y notoria, sólo que Carmela no podía acompañarlo a los pocos actos sociales a que aún era invitado Don Antonio. A fin de consolidar su posición social por derecho propio y no como amante de un infante de España, que nunca se separaría de su esposa, aunque razones sobrasen para ello, se puso a la búsqueda de un título nobiliario, cosa que obtuvo gracias a un avezado genealogista que logró, más mal que bien, emparentarla con el primer, y único, titular del Vizcondado de Termens. Para ello se demostró, mediante una simple homonimia, que Gregorio Brito y Carmen Giménez Flores eran parientes, a partir del apellido de la abuela materna de Carmen, que también era Brito.
Este título se encontraba vacante desde hacía doscientos años y, sin dudarlo, Carmela solicitó su rehabilitación a Alfonso XIII, que sin pensárselo dos veces accede a su deseo. El enfado y disgusto de la Infanta Eulalia, porque su sobrino el rey había “ennoblecido” a la amante de su marido, fue mayúsculo. El soberano tal vez, cansado de la conducta atípica de su tía y de las aceradas críticas de esta hacia la corte, quiso así castigarla. Transformada en Vizcondesa de Termens, ya Carmela podría ser recibida por los Embajadores de España y otras autoridades en sus viajes con Don Antonio.
Los IV Duques de Galliera, los Infantes D.Antonio y Dña.Eulalia, y familiares. |
La relación entre el Infante de Orleáns y Carmela termina a finales de 1915, cuando ella conoce a un apuesto sueco, al que pronto hace su novio. El generoso Don Antonio, a pesar de ello, le otorga a Carmela una pensión de 8.000 coronas suecas semanales.
Sólo fue en 1921, superada ampliamente la barrera de los cincuenta años, cuando Carmela se decidió a contraer matrimonio por primera vez. El novio, viudo y con tres hijos, es Luís Gómez de Villavedón y Santos, un capitán de Infantería de Su Majestad que había sido propuesto para la Laureada de San Fernando por su valerosa participación en la guerra que se desarrollaba en Marruecos, y de quien no tendría descendencia.
Pero la Vizcondesa, nada afortunada en su matrimonio, enviuda cinco años más tarde cuando su marido muere en extrañas circunstancias… La noticia, recogida por la prensa de la época, decía que al examinar una pistola tuvo la desgracia de que se disparase y de que el proyectil le ocasionase la muerte.
Tras una peregrinación a Roma, Carmela se convierte en una mujer piadosa, haciéndose muy popular en su pueblo natal, a donde se había retirado, entregada a obras pías y a la ayuda social. Falleció el 3 de enero de 1938, a la edad de 71 años, en plena guerra civil española. Su amante, el Infante Don Antonio de Orleáns había fallecido ya en 1930, ocho años antes que ella.
Mausoleo de la Vizcondesa de Termens. |
Le sucedió en el título nobiliario la hija de Carmen Giménez Amo y Axel von Schmiterlow, nieta de María Amo y José María Giménez Flores, hermano de la II Vizcondesa, por tanto su sobrina-nieta, María de las Mercedes von Schmiterlow, III Vizcondesa de Térmens. Esta casaría con José María Muñiz y Gil, sucediéndole en el vizcondado el hijo de ambos, José María Muñiz von Schmiterlow, IV Vizconde de Térmens.
Carmen Giménez Flores, Carmela, Vizcondesa de Termens, la hija del zapatero, la “infantona”, es un caso excepcional de superación y ascenso en la escala social no exento de admiración.
En la actualidad, la Fundación Vizcondesa de Termens se encarga de honrar la memoria de su fundadora otorgando ayuda y protección a las clases humildes.
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02, 2011
POR CONTESTAR UNA ANTIGUA PREGUNTA: EL TERCIO VIEJO DE BARLOVENTO.
La entrada de hoy , y de la mano de nuestro Heraldo Mayor, queremos dedicarla a pormenorizar sobre una Asociación Cultural de Historia Naval , que por sus extraordinarias peculiaridades, tenemos la completa seguridad de que será del interés de todos nuestros lectores.
Por el Dr. D.José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal. |
Hace ya algunos años un espontáneo me preguntó cuál era el uniforme que uno, en su modestia, lucía entre altanero y circunspecto. Cuando le dije el origen de mi levita, el individuo en cuestión, me espetó impertinente: Eso es falso. Nunca supe si a lo que se refería era yo mismo, el propio uniforme, la institución a la que pertenecía o todo junto. Desapareció como por ensalmo y nunca más lo he vuelto a ver. Bien es cierto que es la única vez que me ha ocurrido.
Me hubiese gustado explicarle, bien y cumplidamente, para que no tuviese dudas que el Tercio Viejo de Barlovento es una asociación cultural de historia naval, fundada en el puerto de Avilés de las Asturias, en 1992, por un grupo de antiguos oficiales de complemento de Infantería de Marina y del Ejército de Tierra, patrones y capitanes de yate, marinos mercantes y aún otros relacionados con la mar, que pretende recoger la tradición del Batallón de Marina de Barlovento, disuelto en el s. XVIII, después de distinguirse en la defensa del puerto de Veracruz y constituirse en un órgano de la sociedad civil de oficiales voluntarios de reserva y de apoyo a los intereses permanentes de la Armada, a la que se siente fuertemente vinculado. Tiene por excelsa patrona a la Virgen del Carmen. Su insignia es un áncora de plata sobrepuesto a una corona de hojas de laurel y de roble, toda de oro. Todo coronado con la real de España.
Emblema del Tercio Viejo de Barlovento. |
Sus misiones se relacionan con la ayuda a la Real Armada en los desastres naturales y los accidentes, el salvamento y los servicios de rescate, y la lucha contra el fuego. En caso de conflicto, proveer a nuestra infantería de marina, de oficiales y voluntarios de reserva, en servicios de vigilancia y retaguardia, sin prejuicio de acudir prestamente a donde la Armada y sus mandos lo demanden.
Son protectores del Tercio, los Almirantes de la Real Armada, don José Ignacio González-Ayer y del Hierro y don Antonio González-Ayer y Suevos, siendo asesores, el Capitán de Navío de la Real Armada, Ilmo. Sr. don Antonio de la Vega y Blasco y el Coronel de Infantería de Marina, Ilmo. Sr. don Fernando de Dueñas Díaz. Fue su primer Maestre de Mar, don Antonio García Jiménez y el actual presidente del Tercio Viejo de Barlovento, es el diputado a Cortes, Excmo. Sr. don Roberto Soravilla Fernández, experto parlamentario en temas de Defensa y eximio pintor retratista.
Alférez de Mar es el Alférez de Complemento del Ejército, Ilmo. Sr. Don Juan Van Halen y Rodríguez. Es Oficial efectivo y Teniente de Mar y Guerra, Abanderado de este Tercio, el Serenísimo Señor don Enrique de Borbón y García-Lóbez, de la Casa Borbón-Sevilla y, son Maestres de Mar Honorarios, los Capitanes de Mar y Guerra (TVB), Excmos. Sres. don José María de Montells y Galán, Jefe del Estado Mayor del Tercio, don Guillermo Torres-Muñoz Osácar, Jefe del Cuartel General del Tercio y el Duque de Santoña, Jefe del Mando Único de Protección Estratégica.
El Tercio, que se gobierna mediante su Junta de Oficiales, se ha estructurado en varios Mandos territoriales: un Mando del Cantábrico, cuya jefatura corre a cargo del Alférez de Navío (R. V.) y Capitán de Mar y Guerra (TVB), Excmo. Sr. Don Manuel Rodríguez de Maribona y Dávila. El Mando Central, a cargo del Capitán de Mar y Guerra (TVB), Excmo. Sr. Don Manuel Tourón y Yebra. Un Mando del Mediterráneo, cuyo jefe es el Comisario de Averías de la Marina Mercante y Capitán de Mar y Guerra (TVB), Excmo. Sr. Don Alfredo Escudero y Díaz-Madroñero y por último, un Mando del Estrecho, bajo la jefatura del Capitán de Mar y Guerra (TVB), Ilmo. Sr. Don Rafael de Román y Pantrigo. Preside la Junta de Oficiales, el Comodoro (TVB), Excmo. Sr. Don Conrado García de la Pedrosa y Campoy.
En su escalafón de oficiales se relaciona una numerosa nómina de empresarios, intelectuales, médicos y otras profesiones liberales, que son destacadas figuras de la sociedad española. Recientemente, se ha abierto en la República Dominicana, una Comandancia de Ultramar, que ostenta el capitán de Mar y Guerra (TVB) Excmo. Sr. Don Wilhem Brouwer, para representar al Tercio en lo que fue escenario de sus antiguas glorias, otra en Italia, a cargo del Conde Olivari de la Moneda y por último, otra en los Mares de Sur, cuyo Comandante es el Capitán de Mar y Guerra, Anthony Raman.
Bandera de Marina. |
El Tercio se ha dotado de un Reglamento de Uniformidad, cuyo articulado reza así:
Para dejar patente el carácter cultural e histórico del Tercio Viejo de Barlovento, al servicio permanente de la Patria, de S.M. el Rey y de la Armada; su vinculación a la Infantería de Marina española; su condición de organización civil voluntaria de oficiales de reserva y su ferviente deseo de rememorar el glorioso pasado del Batallón de Barlovento, se estableció el siguiente reglamento de uniformidad:
ARTICULO UNICO
GRAN GALA: El uniforme de gran gala está reservado para actos solemnes, donde esté presente la bandera nacional y fuerza armada de la Infantería de Marina. Y así mismo, para actos sociales, donde el protocolo civil exija el uso del frac. Se compone de levita, de paño azul turquí de cuello vuelto grana con la insignia del tercio; de largo hasta siete centímetros por encima de la rodilla, con solapa: dos hileras de siete botones de metal dorado con las anclas cruzadas y corona, repartidos a distancias iguales, dos en el talle, y dos en la extremidad inferior de la cartera del bolsillo de los faldones. Bocamangas grana, filiteadas con un soustache dorado y tres sardinetas doradas. Cordones dorados de ayudante, a quienes corresponda ostentarlos. Condecoraciones naturales. Camisa blanca de frac. Corbata de lazo negra. Pantalón azul turquí con ancha franja lateral grana. Botín o zapato negro. Gorra blanca de plato, con visera acharolada de negro, bordada de oro, con carrillera de charol negro y sudadera azul. Al frente, bordado o de metal, emblema del tercio, con ancla de plata y corona real. En los casos que se determine por la superioridad, la prenda de cabeza será el sombrero apuntado o bicornio. Guantes blancos de hilo. Distintivos, los que correspondan al grado, en pala bordada o de metal dorado. Sable con fiador y cinturón de seda amarilla, con dos vivos grana.
GALA: Su uso viene determinado por la clase del acto militar o civil al que se asista. Puede servir de guía, el hecho de que debe vestirse cuando el protocolo civil exija chaqué. Se compone de guerrera azul turquí cerrada, con siete botones dorados, resaltados de las anclas cruzadas con corona real, antiguo emblema de la Infantería de Marina, con cuello y bocamangas grana. El cuello con golpes azules y botón dorado. Cordones dorados. Condecoraciones modelo miniatura. Distintivos dorados sobre la bocamanga y en pala bordada. Pantalón azul turquí con ancha franja lateral grana. Botín o zapato negro. Gorra blanca de plato, en todo igual a gran gala. Guantes blancos de hilo. Sable con fiador y cinturón de seda amarilla con dos vivos grana.
ETIQUETA: Su uso viene determinado para cuando el protocolo civil exija smoking. Para invierno: Chupa azul turquí cerrada modelo inglés, cuello y bocamangas grana. Todo lo demás, igual que para gala. Para verano: Chupa blanca, con vivos azules y botones dorados al cuello. Todo lo demás, igual que para gala.
Placa del Tercio Viejo de Barlovento. |
USO DEL DISTINTIVO DEL TERCIO: Los oficiales con antigüedad superior a cinco años en su empleo, podrán utilizar el distintivo de pertenencia, sobre las condecoraciones naturales, en la parte superior del pecho junto al hombro izquierdo, en el uniforme de gran gala. En todos los demás casos y ocasiones, se utilizará sobre el pecho, en su parte superior, junto al hombro derecho.
USO DE LOS CORDONES: Los oficiales con antigüedad superior a cinco años en su empleo, podrán usar los cordones de ayudante en todas las modalidades del uniforme.
DIVISAS: Las divisas que distinguen los empleos de los oficiales del Tercio son las siguientes.- Para el alférez de mar y guerra, un galón dorado con coca cuadrada. Teniente de mar y guerra, dos galones dorados, el superior con coca cuadrada. Capitán de mar y guerra, tres galones dorados, el superior con coca cuadrada. Cuartelmaestre, dos galones dorados, el inferior de doble anchura que el superior con coca cuadrada. Comodoro, tres galones dorados, los dos inferiores de doble anchura que el superior con coca cuadrada. Mariscal Maestre de mar, dos galones dorados anchos, superados por una corona real.
Después de tantas explicaciones, vuelvo al principio: Quién me preguntó lo del uniforme, hubiera callado. Digo yo. Pero por si me leyese, se lo he explico ahora. Habría que añadir que a este Tercio le tengo yo especial cariño y eso que soy modesto oficial de Infantería ( de Tierra, claro está).