Un asiduo seguidor de nuestro blog, quien prefiere reservar su identidad, nos envía estas curiosidades nobiliarias, relativas al vizcondado de Termens, que con gusto reproducimos.
El Vizcondado de Térmens es un título nobiliario concedido por el rey Felipe IV a Gregorio Brito en 1648, por su contribución a la rendición en Térmens, provincia de Lérida, del Conde de Ancourt. Tras la muerte de Gregorio Brito, nadie reclamó el título hasta que fue rehabilitado en 1910 por Alfonso XIII para Carmen Giménez Flores, conocida popularmente como «la Infantona», por ser la amante de Antonio de Orleans y Borbón, IV Duque de Galliera e Infante de España por su matrimonio con la Infanta Eulalia de Borbón, hermana de Alfonso XII.
Carmen Giménez Flores, Vizcondesa de Termens.
El Infante Antonio de Orleáns y de Borbón era hijo de Doña Luisa de Borbón, hermana de la Reina Isabel II, y de Don Antonio de Orleáns, Duque de Montpensier, que tanto intrigó por conseguir para sí mismo la Corona de España durante los años tumultuosos de la Revolución de 1868, que acabó expulsando del Trono a la oronda y voluptuosa Reina Isabel.
Casado con su prima hermana la Infanta Eulalia de Borbón, las excentricidades de su esposa fue causa de su alejamiento de ella, al principio de forma circunstancial y después de una forma más definitiva. Esto sucedería cuando en su vida entra Carmen Giménez Flores, de 26 años, quien había venido al mundo en 1867 en la cordobesa villa de Cabra. Carmen, la menor de cuatro hermanos, había nacido en el seno de una familia muy humilde.
El Infante D. Antonio de Orleans, con D. Alfonso XIII.
Sus padres fueron José Giménez Brito, zapatero y natural de San Roque (Cádiz), y María de la Sierra Flores Milla, natural de Cabra. Cuentan que era una joven muy guapa, atractiva e inteligente cuya vida transcurría con toda normalidad en su pueblo, donde trabajaba en faenas agrícolas, tales como la recogida de la aceituna o la remolacha. Pero Carmen no desea una vida de jornalera y decide probar fortuna en Madrid, ya que allí tendría más posibilidad de progresar. Presentada al Infante Don Antonio por unos sirvientes, Carmen pronto se convierte en su amante.
La pasión de Don Antonio por su bella Carmela hizo que fuese, mientras duró la unión (1893-1915), muy generoso con ella. Su mujer, la Infanta Eulalia, se quejaba amargamente en sus memorias de “la existencia de un pozo sin fondo en el que iban a morir los caudales del Duque de Montpensier”. Carmela obtuvo de su amante una deslumbrante mansión en París, obras de arte, joyas, importantes sumas de dinero… El Infante de Orleáns, incluso, llegó a regalarle (mediante una venta ficticia que luego sería anulada ante los tribunales) la impresionante finca “El Botánico”, hoy bellísimo parque público de Sanlúcar de Barrameda.
Reciente libro sobre la Vizcondesa de Termens.
La relación de ambos era pública y notoria, sólo que Carmela no podía acompañarlo a los pocos actos sociales a que aún era invitado Don Antonio. A fin de consolidar su posición social por derecho propio y no como amante de un infante de España, que nunca se separaría de su esposa, aunque razones sobrasen para ello, se puso a la búsqueda de un título nobiliario, cosa que obtuvo gracias a un avezado genealogista que logró, más mal que bien, emparentarla con el primer, y único, titular del Vizcondado de Termens. Para ello se demostró, mediante una simple homonimia, que Gregorio Brito y Carmen Giménez Flores eran parientes, a partir del apellido de la abuela materna de Carmen, que también era Brito.
Este título se encontraba vacante desde hacía doscientos años y, sin dudarlo, Carmela solicitó su rehabilitación a Alfonso XIII, que sin pensárselo dos veces accede a su deseo. El enfado y disgusto de la Infanta Eulalia, porque su sobrino el rey había “ennoblecido” a la amante de su marido, fue mayúsculo. El soberano tal vez, cansado de la conducta atípica de su tía y de las aceradas críticas de esta hacia la corte, quiso así castigarla. Transformada en Vizcondesa de Termens, ya Carmela podría ser recibida por los Embajadores de España y otras autoridades en sus viajes con Don Antonio.
Los IV Duques de Galliera, los Infantes D.Antonio y  Dña.Eulalia,  y familiares.
La relación entre el Infante de Orleáns y Carmela termina a finales de 1915, cuando ella conoce a un apuesto sueco, al que pronto hace su novio. El generoso Don Antonio, a pesar de ello, le otorga a Carmela una pensión de 8.000 coronas suecas semanales.
Sólo fue en 1921, superada ampliamente la barrera de los cincuenta años, cuando Carmela se decidió a contraer matrimonio por primera vez. El novio, viudo y con tres hijos, es Luís Gómez de Villavedón y Santos, un capitán de Infantería de Su Majestad que había sido propuesto para la Laureada de San Fernando por su valerosa participación en la guerra que se desarrollaba en Marruecos, y de quien no tendría descendencia.
Pero la Vizcondesa, nada afortunada en su matrimonio, enviuda cinco años más tarde cuando su marido muere en extrañas circunstancias… La noticia, recogida por la prensa de la época, decía que al examinar una pistola tuvo la desgracia de que se disparase y de que el proyectil le ocasionase la muerte.
Tras una peregrinación a Roma, Carmela se convierte en una mujer piadosa, haciéndose muy popular en su pueblo natal, a donde se había retirado, entregada a obras pías y a la ayuda social. Falleció el 3 de enero de 1938, a la edad de 71 años, en plena guerra civil española. Su amante, el Infante Don Antonio de Orleáns había fallecido ya en 1930, ocho años antes que ella.
Mausoleo de la Vizcondesa de Termens.
Le sucedió en el título nobiliario la hija de Carmen Giménez Amo y Axel von Schmiterlow, nieta de María Amo y José María Giménez Flores, hermano de la II Vizcondesa, por tanto su sobrina-nieta, María de las Mercedes von Schmiterlow, III Vizcondesa de Térmens. Esta casaría con José María Muñiz y Gil, sucediéndole en el vizcondado el hijo de ambos, José María Muñiz von Schmiterlow, IV Vizconde de Térmens.
Carmen Giménez Flores, Carmela, Vizcondesa de Termens, la hija del zapatero, la “infantona”, es un caso excepcional de superación y ascenso en la escala social no exento de admiración.
En la actualidad, la Fundación Vizcondesa de Termens se encarga de honrar la memoria de su fundadora otorgando ayuda y protección a las clases humildes.