Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos mensuales: enero 2017

5 01, 2017

Su Santidad Francisco I nombra nuevo Obispo de Osma-Soria

Por |2020-11-13T03:37:54+01:00jueves, enero 5, 2017|

http://infovaticana.com/2017/01/05/ultima-hora-abilio-martinez-varea-nuevo-obispo-osma-soria/

Desde el Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, damos la bienvenida y felicitamos a nuestro nuevo Obispo y le deseamos el mejor de los éxitos con la ayuda de Dios en su labor pastoral con todos los sorianos.

Osma-Soria

La Santa Sede ha anunciado a las 12 de hoy el nombre del nuevo obispo de Osma Soria: Abilio Martínez Varea.

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El obispo electo de Osma-Soria nació en Autol (La Rioja) el 29 de enero de 1964. Ingresó en el seminario diocesano de Logroño, donde estudió Filosofía y Teología entre los años 1982 y 1987. Después se trasladó a Roma, donde obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (1989). Fue ordenado sacerdote el 30 de septiembre de 1989.

Su ministerio sacerdotal lo ha desarrollado en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. Su primer destino fue como vicario parroquial de la parroquia de San Barlotomé de Aldeanueva de Ebro (La Rioja) (1989-1994). Entre 1994 y 1996 realizó los cursos de doctorado en la Universidad Pontificia de Salamanca. A su regreso,  fue nombrado vicario parroquial de San Pío X de Logroño. Ha desempañado los cargos de delegado de Apostolado Seglar, profesor en el instituto diocesano de Ciencias Religiosas y delegado de Enseñanza. Desde el año 2005 es vicario episcopal de Pastoral y Enseñanza.

5 01, 2017

Historia y evolución del escudo de Madrid; por D. José M. Huidobro

Por |2020-11-13T03:37:54+01:00jueves, enero 5, 2017|

Artículo de fecha 25-11-2016 de D. José Manuel Huidobro 

Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 57 libros y más de 1.000 artículos.

Historia y evolución del escudo de Madrid

 El escudo de la ciudad de Madrid (no de la Comunidad, que es muy diferente) se remonta, supuestamente, hasta la Edad Media, y adquirió su actual disposición hace unos 50 años, en 1967. 

 El más antiguo que se conserva se encuentra en un paredón de la Casa del Pastor, bajo el viaducto de la calle Segovia, que en su tiempo fue casa de la moneda (ceca de Madrid). Sin embargo, hasta llegar a este escudo (muy parecido al que hoy representa a Madrid), sufrió una profunda evolución.

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Escudo actual de Madrid (dibujo de Xavier García)

* Esta entrada es un resumen del artículo publicado en el Nº 547 de la revista HIDALGOS

La villa de Madrid se halla en posesión de los títulos de Muy noble, Muy leal, Imperial y Muy heroica.

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Recreación de las murallas y el alcázar de la Villa de Madrid

El “presunto” escudo primitivo

Se ha dicho que el primer “presunto” escudo de Madrid, ya que no hay prueba laguna de ello, es anterior al año 1200 y representaba un pedernal semisumergido en agua, con dos eslabones a los lados entrelazados que frotan una piedra y que hacen que de ésta salgan chispas y rodeando el conjunto llevaba una cinta azul, en la que había una inscripción, y se completa con una leyenda en castellano que dice:

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Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón. Esta leyenda hace referencia a la gran cantidad de agua existente en el primigenio asentamiento de la ciudad (cerca del Viaducto, al lado de la actual Catedral de la Almudena y el Palacio Real), y la parte de «mis muros de fuego son» es debido a las piedras de pedernal con las que estaban levantadas las murallas de Madrid, que producían chispas al golpearse con metal (por ejemplo, las flechas del enemigo)

 Aparece el oso…y el madroño

 El oso u osa es el elemento del que se origina el escudo de Madrid. Parece ser que en la Edad Media, en los campos de Madrid abundaban los osos y que tal vez por eso lo tomarían como enseña. Aunque no hay pruebas de su veracidad, se dice que a partir de 1212 en su escudo figuraba, sobre un campo de plata, un oso o una osa, en forma pasante, con siete estrellas en su lomo que representan la Osa Menor. Este habría sido el estandarte o enseña que las Milicias Madrileñas portarían en la expedición mandada por el rey Alfonso VIII de Castilla en 1211 contra la taifa de Murcia y, un año más tarde, en la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades, que tuvo lugar el 16 de julio de 1212.

 El rey Alfonso VIII había concedido, en 1202, los fueros a Madrid, por los cuales le permitía disfrutar de las tierras y montes desde la Villa a la sierra, lo que originó el inicio de un pleito entre la Iglesia y el Concejo por el disfrute del monte y tierras de pasto de ciertos montes en los alrededores de Madrid. El pleito duró veinte años hasta que se llegó a un acuerdo, que se estableció en los siguientes términos, aunque no hay documentación probatoria de tal hecho:

  • Se daría a la Villa de Madrid todos los pies de árbol (madera) y la caza.
  • Se daría al Cabildo eclesiástico todos los pastos.

Así, la solución final adoptada fue que los árboles con sus frutos y los animales pasarían a ser propiedad del Concejo y la Iglesia se quedaría con los pastos. De ahí, que el tradicional oso que andaba y pacía sobre el prado se irguiese sobre el árbol, demostrando así el reparto que se había llevado a cabo.

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Para que el acuerdo quedara bien sellado y para memoria de todos, se acordó que a partir de entonces el escudo de la Villa llevaría el oso (algunos dicen que puede ser una osa) con el añadido de un árbol (supuestamente un madroño), y el escudo del cabildo llevaría el mismo animal paciendo en unos pastos. Se modeló de nuevo el escudo al que se le añadió, además del árbol, una orla azul y sobre ella las siete estrellas de ocho puntas que antes estaban sobre el lomo del animal. El oso, empinado al tronco, serviría para indicar la posesión del árbol.

Incorporación del dragón

 El Consejo madrileño, en 1822, definió un nuevo escudo que incorporaría una corona cívica en la punta, concedida por las Cortes de 27 de diciembre de 1822, durante el trienio liberal, formada de trenzado de guirnalda de hojas de roble y banda carmesí. En el año 1848 el Consejo acordó incorporar al blasón un dragón (de oro) aparecido en la muralla al realizar el ensanche de la Puerta Cerrada, pero, según Ramón Mesonero Romanos (1803-1882), tal dragón no era sino una culebrilla que la gente, al hablar sobre ella, transformó en un dragón, y como tal quedó en el escudo. 

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 El emblema actual

En el pleno del 28 de abril de1967, el Ayuntamiento dispuso un nuevo escudo, eliminando el dragón (o grifo) y la corona cívica, tal y como se puede ver representado, en su colores propios.

 Casi cuatro décadas más tarde, en 2004, la corporación municipal dirigida por Alberto Ruiz-Gallardón, adoptó un nuevo diseño (más bien logo, marca o emblema, que no escudo heráldico), con los mismos componentes pero sólo de color azul, incluyendo la leyenda madrid, como imagen corporativa del ayuntamiento, un logotipo que es el que desde 2007 con variante en la leyenda ¡MADRID!, se ha venido usando hasta que, en junio de 2016, el Ayuntamiento presidido por Manuela Carmena decidió cambios en la marca institucional del consistorio y ha eliminado los signos de admiración, introducidos por Gallardón en 2007; además de otros, como el tipo de letra en el logotipo y los colores de fondo, que se irán introduciendo progresivamente, conforme se vayan reemplazando unos emblemas por otros.

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Evolución del logo/emblema de Madrid, desde 2004 a 2016.

 La evolución del escudo y emblemas de la ciudad de Madrid puede observarse en algunas de las placas que se encuentran en los edificios y que, además de llevar el nombre de la calle, llevan el escudo de la época de la misma.

 Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro

 http://hidalgosenlahistoria.blogspot.com.es/

4 01, 2017

DOS DAMAS LAZARISTAS EN TIEMPOS DE LAS CRUZADAS; por D. Daniel Jesús García Riol

Por |2020-11-13T03:37:55+01:00miércoles, enero 4, 2017|

 

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Artículo de  D. Daniel Jesús García Riol, Honorable Caballero de esta Casa Troncal de Los Doce Linajes de Soria  publicado en las páginas 30-35 del número 41 de la prestigiosa revista «ATAVIS ET ARMIS» de  la ORDEN MILITAR Y HOSPITALARIA DE SAN LÁZARO DE JERUSALÉN  y que reproducimos en esta, su Casa Troncal.

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2 01, 2017

Hoy hace 525 años, el 2 de enero de 1492, con la toma de Granada, se concretó la reconquista cristiana de la Península Ibérica

Por |2020-11-13T03:37:55+01:00lunes, enero 2, 2017|

Fuente: http://www.abc.es/historia/abci-conquista-granada-heroica-cruzada-convirtio-catolicos-reyes-espana-201601050425_noticia.HTML

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Historia

La Conquista de Granada, la heroica Cruzada que convirtió en «Católicos» a los Reyes de España

Los cristianos tenían la superioridad numérica de su lado, pero las características del terreno alargaron una guerra de asedios y escaramuzas durante seis años. El débil Boabdil fue el mejor apoyo para los monarcas

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La rendición de Granada, por Francisco Pradilla – Museo del Prado CÉSAR CERVERA C_Cervera_M 05/01/2016 0

Granada se había convertido en los albores de la Edad Moderna en el último reducto musulmán de la Península ibérica. Pospuesta durante los inestables reinados de Juan II y Enrique IV, la conquista de Granada se situó como prioritaria para los Reyes Católicos, arquitectos de lo que pretendía ser la España moderna. Isabel y Fernando habían crecido bajo la amenaza que suponía el auge del Imperio otomano, que en 1453 logró la caída de Constantinopla,  y no estaban dispuestos a tolerar el desafío de Muley Hacén, el emir de Granada, que durante este periodo se apoderó de varios bastiones en la frontera cristiana y dejó de pagar el tributo estipulado con los cristianos. Con la toma de estos bastiones, entre ellos Zahara, esclavizó y exterminó a los defensores. La Europa cristiana iba, esta vez sí, a aceptar el duelo.

Al enterarse en Medina del Campo de la caída de Zahara, Fernando «El Católico» afirmó en voz alta: «Siento las muertes de cristianos, pero me alegro de poner en obra muy prestamente lo que teníamos en el pensamiento hacer».

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El lema Tanto Monta (Tãto·Mõta) y el yugo inscritos sobre los preexistentes relieves nazaríes de la Alhambra- Wikimedia

El Papa Sixto VI apoyó la empresa militar instituyendo una Cruzada, a modo de asistencia financiera. La bula de Cruzada fue prorrogándose cada dos años hasta alcanzar en su último año, 1492, una recaudación de 500 millones de maravedíes. La nobleza, el alto clero y las comunidades judías aportaron la mayor parte de los fondos. Además, desde distintos países europeos llegaron importantes remesas económicas y, sobre todo, llegaron caballeros y aventureros alemanes, ingleses, borgoñones, alemanes… dispuestos a participar en la última Cruzada del Occidente cristiano. Tampoco era menor el apoyo popular que tenía la Empresa granadina en España. «Por donde quiera que iban, hombres, niños, mujeres, le salían al encuentro de todas partes por aquellos campos y les echaban mil bendiciones: llamábanlos amparo de España (…)», escribió el padre Mariana sobre el fervor popular que desataba el paso de las tropas.

Los cristianos tenían la superioridad numérica y la moral de su lado, pero las características del terreno alargaron una guerra de asedios y escaramuzas, sin grandes batallas en campo abierto, durante seis años. En este plazo de tiempo, los Reyes Católicos desarrollaron un dispositivo militar, una administración y un sistema de fiscalidad, cuya meta final era un Estado moderno que los reyes de la Casa de los Austrias emplearon posteriormente para lograr la hegemonía en Europa. Granada fue el inicio de ese sueño imperial.

«El Rey chico» sembró la discordia en Granada

La primera etapa de la guerra se desarrolló entre 1482 y 1484, donde la improvisación y las actuaciones aisladas de grandes nobles andaluces, entre ellos el Duque de Medina-Sidonia o el Conde de Cabra, hermano mayor de Gonzalo Fernández de Córdoba, marcaron el ritmo del conflicto. La suerte cristiana mejoró en la segunda etapa, porque los ejércitos de Isabel y Fernando aumentaron sus prestaciones y conquistaron los valles de Ronda, Loja, Marbella, Málaga, un puerto imprescindible para la recepción de suministros y refuerzos desde el Norte de África, y Baza. La otra noticia positiva para los cristianos en esas fechas fue la asociación de los Reyes con Boabdil, «El rey chico», que dividió todavía más al bando musulmán. En 1482 el emir Muley Hacén fue destronado así por su hijo Boabdil. A partir de entonces, Hacén y su hermano Ibn Sad, «El Zagal», se unieron para combatir a Boabdil, que había prometido a los Reyes Católicos entregar el reino en cuanto estuviera sentado en el trono y su tío, proclamado emir en 1485, hubiera muerto o salido del país.

Boabdil mantuvo en todo momento contactos secretos con los Reyes Católicos, muchos de ellos a través de su amigo y confidente Gonzalo Fernández de Córdoba, que adquirió gran protagonismo en la fase final del conflicto. Sin embargo, Boabdil era esclavo de sus circunstancias y su poder era demasiado precario como para salir con vida si rendía la ciudad sin combatir. Poco quedaba por entonces de la tan cacareada tolerancia entre musulmanes, cristianos y judíos, ni del esplendor cultural que había dado lugar a una de las ciudades más bellas de Occidente. Paulatinamente, la ciudad de Granada fue llenándose así de refugiados radicalizados que buscaban un último lugar donde resistir hasta la muerte.

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Los Reyes Católicos conquistadores de Granada.- Wikimedia

Las acciones de 1490 demostraron lo precario de las defensas granadinas. Como relata José María Sánchez de Toca y Fernando Martínez Laínez en «El Gran Capitán» (EDAD, 2015), aquel invierno, Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hañazas, entró de noche en Granada con 15 de los suyos, clavó con su daga el Avemaría en la puerta de la mezquita mayor y al salir incendió el mercado de la ciudad. A su vez, en esas mismas fechas fracasó el intento de liberar a los 7.000 cautivos cristianos que estaban encarcelados en las prisiones granadinas. La mayor parte murió de hambre durante el asedio.

Las capitulaciones incluían la promesa de que no habría castigo para los tornadizos, elches, y marranos refugiados

Para intensificar la presión sobre el emir, los Reyes Católicos comenzaron en el verano de 1491 la construcción del campamento de Santa Fe, construido de forma cuadricular frente a Granada, con la firme decisión de que solo lo levantarían tras la caída de la ciudad. No trajeron artillería pues en ningún caso pretendían destruir la ciudad. El 25 de noviembre de 1491, los Reyes firmaron con Boabdil el acuerdo definitivo para rendir la ciudad. Los monarcas se comprometían a respetar los bienes y las personas que vivían en Granada, a garantizar la libertad de culto, y que se siguiera empleando la ley coránica para dirimir conflictos entre musulmanes. Las capitulaciones, asimismo, incluían la promesa de que no habría castigo para los tornadizos, elches y marranos refugiados en Granada, a quienes se facilitaría el traslado al Norte de África. A cambio de este acuerdo tan benigno, «El Rey chico» consistió entregar Granada en un plazo de dos meses, una condición complicada de llevar a efecto a causa de la amenaza de un motín generalizado contra el último rey de Granada. Con el permiso del emir, una avanzada cristiana ocupó la Alhambra, adelantándose a cualquier reacción violenta del pueblo, lo que fue seguido por la entrega de la ciudad. Un cronista vasco describió aquel día como el que «redimió a España, incluso a toda Europa» de sus pecados.

El emir no lloró; se retiró a sus nuevas posesiones

En Roma, el final de la Cruzada fue celebrado con campanadas, encierros y corridas de toros. Los conquistadores recibieron la calificación de «atletas de Cristo», y los Reyes el título de «Católicos»  con el que hoy son conocidos en los libros de Historia. No es casual por tanto que Isabel y Fernando eligieran Granada para el reposo de sus restos en la Capilla de los Reyes de la Catedral.

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Cuadro de Francisco Padilla «El suspiro del moro»

El 2 de enero de 1492 se escenificó la rendición en una ceremonia desprovista de humillaciones, como demuestra el hecho de que Boabdil no besara las manos de los Reyes. Entregó las llaves de la ciudad al Conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, que sería el primer capitán general de la Alhambra.  Según recoge la Crónica de los Reyes Católicos, Boabdil avanzó sobre su caballo de cara al enemigo que acampaba más allá de los muros de Granada y entonces un tropel de gentes famélicas, compuesto de madres gimiendo y niños «dando voces diciendo que no podrían sufrir el hambre; y que esta causa vendrían a desamparar la ciudad e irse al real de sus enemigos, por cuya causa la ciudad se tomaría y todos vendrían a ser cautivos y muertos». La rendición había sido la única salida posible. El último emir siguió viviendo en la Península, en un territorio asignado por los Reyes en las Alpujarras, pero al cabo de dieciocho meses cruzó el Estrecho para morir en Fez muchas décadas después.

Las condiciones firmadas por los Reyes fueron solo respetadas inicialmente. La población mudéjar pasó en poco tiempo a ser tratada con mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor, el Cardenal Cisneros (1499). Como resultado, se obtuvo un incremento de las «conversiones», pero también una serie de desórdenes que se extendieron hasta avanzado el siglo XVI. Estos episodios, no en vano, fueron considerados como una ruptura de las condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los Reyes emitieron la Pragmática de 11 de febrero de 1502, que obligaba al bautismo o al exilio de los musulmanes

2 01, 2017

Isabel de Bobadilla. Esposa de Hernando de Soto y Gobernadora de Cuba; por D. José M. Huidobro

Por |2020-11-13T03:37:55+01:00lunes, enero 2, 2017|

Artículo de fecha 22-11-2016 de D. José Manuel Huidobro 

Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 57 libros y más de 1.000 artículos.

Isabel de Bobadilla. Esposa de Hernando de Soto y Gobernadora de Cuba

Dama de la nobleza española, esposa de Hernando de Soto, a quién sustituyó como gobernadora de Cuba cuando éste partió a la conquista de la Florida. Tal matrimonio influyó de manera poderosa en la rápida y feliz organización de la empresa conquistadora acometida por de Soto en tierras de La Florida.

Isabel, o Inés, de Bobadilla, nacida probablemente hacia 1505, fue hija de Pedro Arias de Ávila (o Dávila) e Isabel de Bobadilla y Peñalosa. Su padre, conocido también como Pedrarias fue un noble, político y militar castellano destacado por su participación en América, donde alcanzó los cargos de gobernador y capitán general de Castilla del Oro (actuales Panamá y Colombia), y gobernador de Nicaragua. Su madre, Isabel de Bobadilla y Peñalosa era hija de María de Peñalosa y de Francisco de Bobadilla, conquistador de Granada y comendador de Calatrava. La familia Bobadilla tenía una gran ascendencia en la corte española.   

La Giraldilla ( Isabel de Bobadilla)

La Giraldilla ( Isabel de Bobadilla)

El padre de Isabel lo era Pedrarias Dávilas, apellidado El Galán y El Justador, por su gracia y destreza en los torneos; natural de Segovia, que se había distinguido en las guerras de Granada y África; gobernador de Castilla del Oro, como en 1514 se llamaba al Darién, del Darién en 1520, de Nicaragua hasta 1530; fundador de las ciudades de Panamá, Granada y León, estas dos últimas en Nicaragua.

Isabel tuvo, al menos, cuatro hermanos: Arias Gonzalo Dávilas, Elvira de Bobadilla, fray Francisco de Bobadilla (que vivió en el monasterio de Santo Domingo y viajó junto a su hermana y Hernando de Soto a Cuba, residiendo en La Habana) y María Arias de Peñalosa.

Hernando de Soto

Hernando de Soto

Isabel de Bobadilla se casó en 1537 con Hernando de Soto y Arias de Tinoco, que era ya un reputado y rico conquistador español, protegido de su padre, que había participado en la conquista del Perú con Pizarro. Gracias a su fama, de Soto logró entrevistarse en 1538 con el emperador Carlos V, a quien solicitó autorización para realizar una nueva expedición a La Florida, que costearía con sus propios medios y ofreciendo a la Corona la mitad de las ganancias de la empresa. La dote de Isabel, firmada en Valladolid el 14 de noviembre de 1536, consistía en todo el ganado que poseía su padre en Panamá, sus esclavos y caballos. No tuvieron hijos en común, pero de Soto fue padre de dos hijas de madres indias en América.

El emperador Carlos V le nombró adelantado, capitán general de todas las tierras descubiertas y gobernador de Cuba. De Soto vendió gran parte de sus bienes y se equipó para realizar la expedición en aquellas tierras inexploradas. Su misión sería conquistar, situarse, y «pacificar» los territorios desconocidos. Comprometía toda su fortuna, pero en caso de éxito, sería dueño de un inmenso territorio, prácticamente todo lo que había al norte del entonces virreinato de la Nueva España.

La nobleza de Isabel, su fortuna, la protección que desde muy niño le había prestado su padre a de Soto, la riqueza de su familia y las amplias y valiosas relaciones que poseía con personajes de la época, así como la belleza, inteligencia y discreción que adornaban su persona, han hecho de esta mujer una figura que se destaca con caracteres propios y relevantes junto a su marido, siendo imposible hablar de éste ni de su gobierno en Cuba ni de su expedición a La Florida, sin mencionar, también, de manera muy singular, a doña Isabel de Bobadilla.

Tras ese nombramiento Isabel y Hernando, con la expedición que este había organizado, se trasladaron a Cuba, llegando a Santiago de Cuba el 7 de junio de 1538, y en el mes de agosto partió Isabel con su familia y la infantería, en los cinco barcos que constituían la flota, rumbo a la villa de La Habana, mientras Soto, sus oficiales y caballerías, hacían el viaje por tierra. En las Navidades de aquel año ya se encontraba reunida en La Habana toda la familia.

La Habana en esa época era solo una aldea: en 1540 su población se contaba en 40 vecinos blancos, 120 indios naborías (de servicio doméstico), 200 esclavos negros e indios, un clérigo y un sacristán.

Fue Hernando de Soto el iniciador de las obras de la primitiva fortaleza habanera. Más tarde, y al mismo tiempo que se construía la fortaleza, edificó Inés una casa (en la que aún residía en marzo de 1544, un año y nueve meses después de fallecido su marido, y cuando se preparaba ella para regresar a España.)

Cuando Soto viajó a Florida en mayo de 1539, el 17 de mayo del mismo año dejó su cargo de administrador del archipiélago a su esposa, quien ejerció como Gobernadora y Capitán General entre 1539 y 1544. Isabel de Bobadilla se convirtió, así, en la primera y única mujer que ostentó la máxima autoridad de la Isla, durante el largo período colonial de cuatro siglos. En esa función estuvo asesorada por civiles y militares, fundamentalmente por Juan de Rojas, quien se ocupó de los problemas de la defensa.

De Soto, antes de partir para La Florida, otorgó en 17 de mayo de 1539 un poder general a favor de su esposa, ante el escribano Francisco de Alcócer. …»y de esos 300.000 maravedís de renta anual, se hagan dos partes, la una para que su mujer la goce por todo el tiempo de su vida, y la otra para dotar cada año a tres doncellas huérfanas y pobres, hijasdalgos, lo que dará cumplimiento su esposa a quien ella nombrase.» En enero de 1544 tenía Isabel a su servicio particular y el de sus fincas, once esclavos.

Para saber más

La leyenda

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En La Habana, en lo alto del Castillo de la Real Fuerza, fue construida una estatua de Isabel de Bobadilla, basándose en la leyenda que señala que, tras la ida de De Soto a Florida, Isabel lo estuvo esperando en ese castillo durante años hasta que supo de su muerte, tras lo cual habría fallecido ella también al no ser capaz de sobreponerse al dolor que esta desgracia le produjo. Esta estatua es actualmente conocida como La Giraldilla (a similitud de El Giraldillo que es el nombre popular que recibe la escultura que corona la Giralda de Sevilla), y es considerado el símbolo más importante de La Habana. En la mano izquierda, la cruz de Calatrava, de las armas de su linaje.

El almirante Juan de Bitrián y Viamonte, quien gobernó Cuba entre 1630 y 1634, ordenó su fundición en bronce. La estatua original está en el Museo de La Habana para protegerla del deterioro por su exposición al medio ambiente, siendo la del castillo una réplica.

Pero la realidad es que, aunque mucho sufrió por lo sucedido, doña Isabel no murió de amor, como cuenta la leyenda, sino que retornó a España, (probablemente en 1544) junto a algunos de sus familiares, con los cuantiosos bienes heredados de su consorte. Murió dos años después, en 1546.

La doliente esposa no pudo esperar a su amado desde lo alto de la torre del castillo de la Real Fuerza pues este se erigió después de 1555, al ser destruida por el corsario francés Jacques de Sores la antigua Fortaleza, aposento de doña Isabel durante su estancia en Cuba.

 

 

Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro

 http://hidalgosenlahistoria.blogspot.com.es/

1 01, 2017

Cuadernos AYALA: “Bicentenario de la Orden del Mérito Naval – Cruz de Distinción de la Marina (1816-2016)”

Por |2020-11-13T03:37:56+01:00domingo, enero 1, 2017|

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Artículo que reproducimos de la prestigiosa revista «CUADERNOS DE AYALA», en esta ocasión Bicentenario de la Orden del Mérito Naval – Cruz de Distinción de la Marina (1816-2016)»artículo  firmado por D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila; Marqués de la Floresta y Vizconde de Ayala.

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Bicentenario de la Orden del Mérito Naval

Cruz de Distinción de la Marina

(1816-2016)

 Luis y Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila

de la Real Academia de la Mar

 

            El pasado 2 de febrero se han cumplido los primeros dos siglos de existencia de la Orden del Mérito Naval, antigua Cruz de Distinción de la Marina o Cruz de Marina de Diadema Real, y parece obligado ofrecer al lector de la Revista General de Marina algunos comentarios sobre esta institución tan añeja y tan propia de la Armada.

            Al tiempo de iniciarse la guerra de la Independencia en 1808, el sistema premial de la Monarquía hispánica estaba preferentemente destinado a recompensar solo a las más altas jerarquías sociales, fuesen civiles o militares: así las Órdenes del Toisón de Oro, de Carlos III, de Santiago, de Calatrava, de Alcántara y de Montesa. Mientras que las clases sociales medias y bajas carecían de toda clase de premio o recompensa, salvo las militares, que contaban con la Medalla de la Real Efigie creada hacia 1630, y con los premios de constancia. Fue durante la campaña contra los franceses cuando los premios militares se hicieron más generales, y pasaron a ser dependientes solo del mérito personal, y no ya de la cuna o del empleo.

            También entonces nació y se difundió la moda de las cruces de distinción, una por cada batalla o acción memorable, que llenaron los pechos de los militares españoles de cruces y cintas, con desagrado de algunos ilustres soldados: la Real Armada no quiso seguir esa moda -aunque en 1808 había creado la Medalla de la Rendición de la Escuadra francesa en Cádiz-, y por eso estableció una sola cruz de distinción como premio general: la Cruz de Distinción de la Marina, creada por el Rey Don Fernando VII el 2 de febrero de 1816, conforme a las consultas que le elevaron el secretario de Estado y del despacho de Marina, don José Vázquez Figueroa, y el Infante Don Antonio María Pascual, almirante general de España e Indias.

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            El modelo adoptado fue el de una cruz aproximadamente maltesa, esmaltada de blanco para los oficiales y toda en plata para la tropa, con un ancla azul acolada, y en el centro un óvalo rojo con el busto del Rey en oro -y esto es notable, porque denota el recuerdo de la antigua Medalla de la Real Efigie-; en el reverso, el lema Al valor de los Marinos. La cinta era de los colores del pabellón bicolor dado a la Real Armada y a las plazas y fortalezas costeras en 1785, colocado en sentido vertical: rojo-amarillo-rojo, el central de ancho doble que los laterales. También esto es notable, porque confirma la absoluta identificación de la Real Armada con esos colores, como ya se había hecho en las precedentes medallas del Corso Marítimo (1777 y 1810), y de la Rendición de la Escuadra francesa (1808). Por cierto, que este premio pasó pronto a denominarse también Cruz de Distinción de la Diadema Real de Marina, debido a una modificación del modelo de la insignia, a la que se añadió la Corona Real española.

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            Según el reglamento aprobado por real orden de 6 de enero de 1817, los méritos y servicios imprescindibles para obtener esta recompensa eran los de rendir un buque de iguales fuerzas; sostener un combate obstinado contra fuerzas mayores sin rendirse; mantener un bloqueo impidiendo constantemente las entradas y salidas de los buques enemigos; privar de comunicación una plaza sitiada; remediar averías con facultativa maestría en casos de extremo apuro; verificar navegaciones muy difíciles y peligrosas con feliz suceso; y otras semejantes, calificadas todas debidamente. Además, este premio podía concederse también a los marinos civiles, y a los marinos extranjeros.

            La primera Cruz de distinción de la Marina que se concedió, queremos decir la primera que hemos podido documentar, se data el 9 de abril de 1816, y se dio a don José Mariano Ortega, brigadier de la Real Armada; y la primera dada a oficiales de mar y subalternos -los que después se llamaron clases de tropa, y hoy suboficiales-, se dio en octubre de 1816 a don Juan Nepomuceno Echave, condestable, graduado de teniente de brulote. Las primeras cruces que se dieron a marinos mercantes y a marinos extranjeros, parecen ser las concedidas en septiembre de 1816 a los oficiales portugueses del navío São Sebastião.

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            Durante medio siglo, la Cruz de Distinción de la Marina, o Cruz de Diadema Real de Marina, alcanzó un gran prestigio corporativo, debido a las estrictas exigencias de su concesión: baste decir que, durante el reinado fernandino, con tantas campañas navales, no llegaron a concederse ni doscientas cruces, incluyendo las muchas dadas a marinos mercantes y extranjeros, y a miembros de los Reales Ejércitos. Y esta misma prudencia y mesura en el otorgamiento de las concesiones parecen haberse observado en todo el reinado de su hija Doña Isabel II.

            Desde pocos años después de la fundación menudearon los intentos (1829, 1832, 1856) de convertir esta cruz de distinción naval en una verdadera Orden Militar, y esos intentos se inspiraron siempre en la antigua y extinguida Orden Militar de Santa María de España, que en el siglo XIII había establecido el Rey Don Alfonso X el Sabio. Tales intentos no se llevaron a cabo hasta que, a consecuencia de la reforma de la Real y Militar Orden de San Fernando por el general O’Donnell en 1862, y la subsiguiente creación de la Orden del Mérito Militar en 1864, la Armada tuvo necesidad de un premio que no se limitase a las acciones de campaña y de valor, sino que fuese más abierto a recompensar servicios más generales.

            La Junta Consultiva de la Armada elevó en 1866 una documentadísima propuesta al Gobierno, redactada por el sabio don Cesáreo Fernández Duro, manifestando el constante deseo de la Armada de contar con una Orden propia para premiar los servicios especiales, e instando a su creación a partir de la reforma y ampliación de la Diadema Real, de cuya insignia se conservarían el lema Al Valor de los Marinos, y la cinta con los colores de la antigua bandera de la Real Armada -que ya para entonces era, desde 1843, la Bandera Nacional-, ampliándose a cuatro grados o categorías. La Dirección del Personal de la Armada informó favorablemente la propuesta, pero cambiando el lema por el de Al Mérito Naval, que por ser más amplio y general serviría también para premiar servicios que no requiriesen de valor personal. Además, ese organismo propuso que esta Orden pudiera concederse también al personal de la Marina civil o mercante. Aprobado el proyecto por S.M. la Reina el 26 de abril de 1865, la Junta Consultiva redactó el reglamento, que elevó al ministro de Marina en 7 de junio de 1865.

            A los pocos meses, un hecho célebre en los anales de la Armada -las brillantes acciones de guerra de la Escuadra del Pacífico contra las repúblicas de Chile y Perú-, y la urgente necesidad de conceder diversas recompensas a aquellos valientes marinos, fue el detonante de la definitiva creación de la Orden del Mérito Naval, llevada a efecto por la Reina mediante su real decreto de 3 de agosto de 1866, firmado en el Real Sitio de San Ildefonso y refrendado por el entonces ministro de Marina, teniente general don Joaquín Gutiérrez de Rubalcava. Apareció publicado en la Gaceta de Madrid el 7 de agosto siguiente, constaba de 13 artículos, y enseguida se imprimió en tirada aparte -con grabados de las nuevas insignias-, para circularlo a toda la Armada.

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            En su preámbulo, ese real decreto inserta una interesante exposición de motivos, mencionando expresamente que no se trataba de establecer entonces una nueva institución premial, sino tan solo de dar nueva forma y ensanche de la condecoración existente de la Cruz de Distinción de la Marina, pero bajo una nueva faz, y reiterando, al referirse a los servicios especiales de mar o facultativos, que la cruz destinada a premiar semejantes hechos, como queda dicho, no es otra que la creada en 1816, con mayor prestigio…

            En consecuencia, la Orden del Mérito Naval, antes denominada Cruz de distinción de la Diadema Real de Marina, se organizaba a partir de entonces como recompensa especial de los servicios prestados por los Generales, Jefes, Oficiales, Guardias marinas y demás integrantes de los distintos cuerpos de la Armada. La Orden contaría con cuatro clases de cruces: la de primera clase, para distinguir en la Armada a los guardiamarinas, subtenientes, alféreces de navío y tenientes, tenientes de navío y capitanes; la de segunda clase, para tenientes de navío de primera clase y comandantes, capitanes de fragata y tenientes coroneles, y capitanes de navío y coroneles; y la de tercera clase, para los brigadieres, jefes de escuadra, tenientes generales y capitanes generales. La de cuarta clase, denominada gran cruz, se reservaba a los mismos empleos que tenían derecho a la cruz de tercera clase, pero en circunstancias más especiales. Además, para las clases inferiores a la de guardiamarina, se creó una cruz de plata. Los integrantes de los demás Cuerpos de la Armada optarían a dichas cruces según su asimilación a los citados empleos. También los miembros del Ejército, cuando hubiesen prestado servicios a bordo de los buques de la Armada, o en sus instalaciones o comisiones. Por último, también tenían derecho a ellas los marinos mercantes: los capitanes y pilotos podían obtener la cruz de primera clase; y las clases inferiores a la de tercer piloto, la cruz de plata.

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            Las insignias adoptadas entonces en sustitución de las de la Cruz de Diadema Real no eran del todo diferentes: una cruz latina de oro, esmaltada de blanco, y sobre ella un ancla; en el brazo superior, un pequeño rectángulo de oro para grabar en él la fecha de concesión; y timbrada de una corona real de oro. La cinta bicolor de aquella se mantuvo.

            Las acciones y servicios que daban derecho al ingreso en la Orden, serían las siguientes para los miembros de la Armada:

Primero, las acciones de guerra que se especifican en el reglamento de la cruz de San Fernando, u otras que sin llegar al grado heroico y eminentemente distinguido que se requieren para merecer esta, lo sean sin embargo a juicio del Gobierno, previo informe de la referida Junta.

Segundo, las acciones marineras, en el mismo caso.

Tercero, la redacción de obras originales de reconocida utilidad para cualquiera de los ramos de la Marina.

Cuarto, la economía justificada de gastos en provecho del Erario, comprendiendo a los comandantes que terminen el periodo de mando efectivo del buque que se les hubiere confiado sin que por efecto de su celo haya necesitado obra o reparación de ningún género, ni la necesite al ser relevado, por declaración de los estados de la revista de inspección; y los que, navegando por lo general a la vela, demuestren haber evitado considerable consumo de combustible, no en una navegación, sino en el mismo periodo y obrando dentro de las instrucciones recibidas.

Quinto, el distinguido desempeño de destinos en tierra, especialmente en los Arsenales, del Profesorado en el Colegio Naval y otras Academias o establecimientos científicos, de comisiones diplomáticas y científicas, y de trabajos no previstos que reporten beneficio al buen nombre y fomento de la Armada y al servicio general del Estado.

            Para los miembros de la Marina mercante, los méritos y servicios señalados para la concesión de la cruz eran los siguientes:

Primero, los prestados en buques de guerra o establecimientos de la Marina.

Segundo, el Capitán que con riesgo de su buque auxilie a otro español en varada, naufragio, incendio u otro accidente peligroso de mar.

Tercero, el que en circunstancias de mar y viento que hagan difícil la operación, salve la vida de náufragos españoles con riesgo de la suya.

Cuarto, el que en puerto español bloqueado por el enemigo, logre introducir auxilio de víveres, pertrechos o correspondencia, y el que en las mismas circunstancias salga del puerto con esta última.

Quinto, las acciones marineras especificadas en el reglamento de la Orden de San Fernando, que sin llegar al grado heroico y eminentemente distinguido que se requieren para merecer esa cruz, lo sean sin embargo a juicio del Gobierno, previo informe de la referida Junta.

Sexto, la redacción de obras originales de reconocida utilidad para cualquiera de los ramos de la Marina.

Séptimo, el descubrimiento y situación de escollos en la mar, la rectificación de los inciertos o dudosos, las observaciones y noticias hidrográficas que reportan beneficio a la navegación.

Octavo, el celo por la seguridad y rapidez de la correspondencia pública o de oficio, demostrado en el mando del buque correo por tres años consecutivos sin accidente y habiendo hecho cuando menos seis viajes en menor plazo del señalado en el itinerario oficial.

Noveno, el rendimiento sin accidente de tres viajes

[en] dos días más breve del plazo señalado, verificados en cualquier tiempo.

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Las primeras concesiones, ciento treinta, tuvieron lugar enseguida, puesto que el 14 de aquel mismo mes de agosto de 1866 la Reina otorgaba diversas cruces a favor de los integrantes de la Escuadra del Pacífico, que se había cubierto de gloria en la expedición a las islas de Chiloé y el combate naval de Abtao (7 de febrero de 1866), en el bombardeo de Valparaíso (31 de marzo de 1866), y en el durísimo bombardeo del Callao (2 de mayo de 1866). Hemos logrado identificar a todos y cada uno de los recipiendarios, que fueron 3 capitanes de navío, 2 capitanes de fragata, un comandante de Infantería de Marina, 17 tenientes de navío, 8 alféreces de navío, dos tenientes de Infantería de Marina, 2 contadores, 4 médicos, 2 capellanes, 94 guardiamarinas, 3 contramaestres y 3 condestables. La primera cruz de 2ª clase se dio al capitán de navío don Miguel Lobo y Malagamba; la primera cruz de 1ª clase, al teniente de navío don Joaquín de la Torre Figueroa; y las primeras cruces de plata, al contramaestre don Antonio Sagristá Fernández y al condestable don Andrés López Parra. Del Cuerpo de Infantería de Marina, recibió entonces la primera cruz de la Orden el entonces comandante don Pedro Pastor Landero.

            La más antigua cruz otorgada a un marino civil parece que fue la de caballero de primera clase que dio la Reina con fecha de 20 de junio de 1867 a don Pedro Sabater García, piloto segundo particular, de la dotación de la goleta de guerra Wad-Ras, y se le premió por sus servicios durante el temporal que sufrió dicho buque en su travesía desde el Río de la Plata al Janeiro, en los días 2, 3 y 4 de agosto de 1866. La primera cruz dada a un marino extranjero fue la cruz de plata que, por los mismos hechos, se dio el 27 de septiembre del mismo año 1867 a mister John Kau Koow (sic), primer maquinista de la citada goleta. Notemos que, en ambos casos, se trataba de personas al servicio de la Armada.

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            Ya durante el Sexenio revolucionario se concedió la primera cruz de 3ª clase -que entonces era muy rara-: la que correspondió el 11 de enero de 1871 al capitán de navío de primera clase don Jacobo Oreiro y Villavicencio, comandante de Marina del puerto de La Habana. También se dieron entonces las primeras cruces a marinos mercantes y a civiles no vinculados directamente a la Armada: correspondieron a don Salvador Ybáñez, piloto de la matrícula de Villajoyosa (porque en la madrugada del 8 de octubre de 1870 salvó con grave riesgo de su vida la de los náufragos de la fragata inglesa Otodini, que se perdió por un temporal en la rada de Montevideo); y a mr. Auguste Decerf, capitán el puerto de Ismailía (por haber dirigido personalmente el paso de la fragata Berenguela por el Canal de Suez). La primera cruz dada a un miembro del Ejército fue la concedida el 18 de junio de 1869 al comandante don Virgilio Cabanellas Tapia.

            Las primeras grandes cruces o cruces de 4ª clase se retrasaron algunos años desde la reforma de 1866, hasta el 27 de abril de 1870, y curiosamente no se dieron a generales de la Armada, sino a dos civiles de La Habana, don Ramón de Herrera y Sanciprián, Conde de la Mortera, y don Pedro de Sotolongo Alcántara, financieros y armadores, por haber construido a su costa un buque semejante al cañonero Rápido, perdido en un naufragio, y ofrecerlo al comandante general del Apostadero de La Habana -ese buque fue el cañonero Cuba Española-. Desde entonces se han concedido 68 grandes cruces con distintivo rojo y al menos 2606 grandes cruces con distintivo blanco, la última hace pocas semanas, en junio de 2016. Tres de ellas lo han sido a título colectivo: al Excmo. Ayuntamiento de Palos de la Frontera (1959), a la Excma. Diputación Provincial de Pontevedra (1993), y al Excmo. Ayuntamiento de Pontevedra (1993). Hemos formado, y publicaremos pronto, la relación de todos los agraciados.

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            Las cruces con distintivo rojo, es decir por méritos y servicios en campaña, se crearon en 1869. Las primeras se dieron respectivamente: la gran cruz, al almirante Vigodet (por razón de su cargo). La cruz de 3ª clase, al capitán de navío de primera clase don Victoriano Sánchez Barcáiztegui (por permuta de una de las antiguas cruces blancas dadas por mérito de guerra). La cruz de 2ª clase, al coronel de Estado Mayor don Luis de Cubas (por sus servicios durante un huracán en Batabanó, Cuba). Las cruces de 1ª clase a don Antonio Rovira Revosillas, ayudante de Marina de Torrevieja, y a don Simón de Juan Puigservet, notario de Torrevieja (por sus servicios durante un temporal ocurrido en aquellas aguas a finales de octubre de 1869, que causó la pérdida de once buques); mientras que el primer marino de guerra que tuvo la cruz roja de 1ª clase fue el teniente de navío don Salvador Carviá López, futuro almirante y ministro de Marina-. Las primeras cruces de plata con distintivo rojo correspondieron al contramaestre don Andrés Fernández Alonso, y a los cabos de cañón don Juan Carmona Sanabria y don José Martínez Baeza.

            Las cruces con distintivo rojo se dieron durante todas las campañas que España sostuvo desde entonces en Cuba, Filipinas y África; pero curiosamente apenas se concedieron durante la guerra civil y la posguerra – entonces sí se dieron a marinos mercantes, pero apenas a miembros de la Armada, los que, por imposición reglamentaria, recibieron en cambio abundantes cruces rojas del Mérito Militar-. En los días 10 de enero de 2010 y 26 de octubre de 2011, el Boletín Oficial del Estado publicó respectivamente las concesiones de la Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo a favor de don Lorenzo Vingut Harrington, teniente de Infantería de Marina, y de don Rafael López de Anca García, capitán de Infantería de Marina. El entonces teniente Vingut Harrington, ibicenco, se distinguió en un combate habido en Afganistán en septiembre de 2009; mientras que el capitán López de Anca lo hizo a su vez durante el peligroso rescate de una ciudadana francesa secuestrada por piratas somalíes, en aguas de Yemen, en septiembre de 2011. Ambos son, por ahora, los últimos condecorados con la Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo.

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            A partir de aquellos años del turbulento Sexenio de 1868-1874, la Orden del Mérito Naval se difundió enormemente y pasó por muy diversas vicisitudes. Pero para no ser prolijos, diremos solo de las principales, que se fechan en 1869 (creación de las cruces con distintivo rojo), 1870 (segundo reglamento), 1891 (tercer reglamento, que creó las cruces pensionadas), 1921 (cuarto reglamento), 1925 (quinto reglamento, con cruces bicolores, derogado en 1931), 1970 (sexto reglamento), 1976 (séptimo reglamento), y 1995 (octavo reglamento, que suprimió los grados intermedios y que introdujo los distintivos rojo, azul, amarillo y blanco), 2003 (noveno reglamento), 2007 (concesión de cruces con distintivo rojo) y 2015 (normas de tramitación y uso de insignias).

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            Actualmente, la institución premial se rige por ese Reglamento general de recompensas militares promulgado el 1º de agosto de 2003, que en esencia es muy semejante al de 1995; después se han promulgado algunas normas complementarias. Ha perdido el dictado de Orden, y se denomina simplemente Cruz del Mérito Naval -tal y como en sus orígenes, en 1816, se llamó solo Cruz de distinción de la Marina-.

            Notemos que la Orden del Mérito Naval, creada en 1816 y reformada en 1866, no ha sido derogada nunca, por ninguno de los sucesivos regímenes políticos que han regido en España desde aquel ya tan lejano reinado de Don Fernando VII -aunque, eso sí, algunos de ellos han modificado las insignias o las cintas-.

Es una condecoración muy apreciada, no solamente en el seno de la Armada, no solo en todo el ámbito marítimo nacional e internacional, sino por toda la sociedad española.

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1 01, 2017

FELIZ Y VENTUROSO AÑO NUEVO 2017

Por |2020-11-13T03:37:56+01:00domingo, enero 1, 2017|

Como cada año, el blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, en nombre de los Caballeros y Damas que componen la institución, quiere desear a todos nuestros lectores y amigos un venturoso año 2017.

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