Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos diarios: 5 octubre, 2017

5 10, 2017

La Real Maestranza de Caballería de Sevilla se suma al apoyo por la unidad de España

Por |2020-11-13T03:36:20+01:00jueves, octubre 5, 2017|

Sin título

La Real Maestranza de Caballería de Sevilla se suma al apoyo por la unidad de España

Desde este sábado, una bandera nacional pende de la balaustrada de la Puerta del Príncipe por su parte exterior, siendo objeto de las miradas de multitud de turistas y sevillanos. La institución, estrechamente ligada a la Corona, defiende así el conjunto de la nación.

untitled copia

5 10, 2017

Muerte, traslado y entierro de Don Juan de Austria; por D. Rafael Portell Pasamonte

Por |2020-11-13T03:36:20+01:00jueves, octubre 5, 2017|

Artículo original sobre su ponencia en el seminario de Santoña; que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.

Armas de D. Rafael Portell, por D. Carlos Navarro

Armas de D. Rafael Portell, por D. Carlos Navarro

23

Muerte, traslado y entierro de Don Juan de Austria

 

Rafael Portell Pasamonte

 

 Septiembre de 2017

Excelentísimos e Ilustrísimos señores y señoras:

 

 Cuando tuvo noticias Juan de Austria del asesinato de su secretario Escobedo, el 31 de Marzo de 1578, cuando se disponía a regresar a Flandes y las circunstancias en las que se había producido, mientras negociaba el envío de más tropas y dinero a los Países Bajos, (crimen planeado por con toda seguridad por Antonio Pérez, con la aprobación del Rey y que tenía como trasfondo la desconfianza que existía en la Real Persona hacia su medio hermano desde que el maquinador Antonio Pérez, había convencido a Felipe II de que su hermano tramaba a espaldas suyas atacar Inglaterra  y casarse con María Estuardo), cayó en un estado profundo de depresión, al tiempo que progresaba la enfermedad que padecía desde hacia algún tiempo: el tabardillo, que es como se denominaba en aquella época al tifus. Algunos días debía incluso guardar cama.

 A finales de Abril trasladó su cuartel general a Namur, pero al llegar el mes de Septiembre se hizo trasladar, para estar más cerca de sus soldados, al campamento instalado a 3 Kms de Namur y a 6 kms. de Tirlemont, sobre las colinas fortificadas de Bouges, desde donde se dominaba la confluencia del Sambre y el Mosa y no teniendo mejor sitio para instalar su puesto de mando, se eligió el palomar de una granja, que servía de alojamiento al capitán de Infantería, Bernardino de Zuñiga. El palomar que se hallaba destrozado por los cañonazos recibidos, fue limpiado a toda prisa y para hacerlo algo más agradable fue decorado con tapices, alfombras, damasquillos y cortinas, rociando toda la estancia con agua de olor.

Escudo Juan Austria

Escudo Juan Austria

 A mediados del mes de Septiembre, en concreto al anochecer del martes 16, se sintió repentinamente enfermo, con gran calentura y desazón en todos sus miembros, que duraron todas la noche. Al día siguiente, aún con fiebre y dolorida la cabeza, se levantó a la hora acostumbrada, desayunó, oyó misa, despacho unos cuantos asuntos ordinarios y a continuación celebró Consejo, y terminado este, visitó los cuarteles de la tropa en Tirlemont, pero al volver al inmundo cuchitril que le servía de residencia, tuvo que acostarse debido a la fiebre que le consumía.

 El día 28 mandó llamar a sus Maestres de Campo, a los Consejeros de Estado y demás altas autoridades del ejército y ante ellos, como testigos, resignó el mando, entregándole el bastón de mando, a Alejandro de Farnesio, Príncipe de Parma, que estaba postrado de rodillas a los pies de su cama, tan afligido que el Conde de Mansfeld tuvo que levantarle y consolarle. Don Juan, a continuación, se dirigió a su confesor Fray Francisco de Orantes, diciéndole en la voz más alta que pudo pronunciar para que todos le oyesen:

 “Que no dejaba testamento porque nada poseía en el mundo que no fuese de su hermano y Señor el Rey, y que a este, por lo tanto, le tocaba disponer de todo”

“Que encomendaba al Rey su alma y su cuerpo; su alma, para que le mandase hacer sufragios y su cuerpo, para que lo hiciese enterrar junto a su padre”

“Que respetara su hermano el nombramiento que había hecho a su sobrino Alejandro Farnesio”

Final de la carta autógrafa de don Juan de Austria a Felipe II

Final de la carta autógrafa de don Juan de Austria a Felipe II

 Dio después algunas recomendaciones y consejos a Alejandro de Farnesio y al resto de los presentes, para poco después caer un profundo sopor y sufrir constantes delirios, que le duraron dos días.

 Al amanecer del día 1 de Octubre recobró la lucidez por un breve periodo, en el cual, postrado en el lecho, oyó misa, quitándose un bonetillo que le habían puesto en la cabeza, en el momento del alzamiento del Santísimo Sacramento. Terminado el Santo Sacrificio, recibió la extremaunción, pero poco después le acometió con extrema fuerza, un nuevo delirio, en el cual, creyendo que estaba mandando una batalla, arengó a sus hombres, ordenó militarmente a sus batallones, llamó por sus nombres a sus Capitanes para reprenderles por dejarse cortar el paso por sus enemigos. Mientras todo esto acontecía no dejaba de clamar por el Marqués de Santa Cruz, a quien llamaba “Don Álvaro amigo”.

 Poco a poco se fue sosegando hasta quedar sumido en muy profundo sopor, sin duda precursor de la inmediata muerte. A eso de las once, don Juan, dio un profundo suspiro mientras, con voz muy débil, articulaba “¡Tia!…¡Tia!…¡Señora tía!.” Fueron sus últimas palabras y a la una y media, placenteramente, fallecía el vencedor de Lepanto. Era el 1 de Octubre de 1578 a los 38 años de edad. Sobre su pecho descansaba el Cristo de los moriscos.

 Ahora bien, ¿Don Juan de Austria murió realmente de tabardillo como nos hace creer la historiografía. Pues no. La realidad es más prosaica y vulgar. Don Juan, efectivamente, padecía el tifús, como la mayoría de sus capitanes, pero la causa inmediata y real fueron unas hemorroides mal tratadas, pero resultaba más honorable y solemne decir que falleció de “fiebres”.

 El hijo natural del Emperador padecía al igual que su padre de la misma dolencia, dolorosa en extremo al montar a caballo. Según el testimonio de su médico en la Batalla de Lepanto, Dario Daza, una fallida operación de hemorroides y el debilitamiento causado por el tifus acabaron con su vida.

 Este médico nos narra:

 “El remedio de tratar las almorranas con sanguijuelas es más seguro que el rajarlas o abrirlas con lanceta, porque de rajarlas algunas veces se vienen a hacer llagas muy corrosivas, y de abrirlas con lanceta lo más común es quedar con fístula y alguna vez es causa de repentina muerte; como acaeció al serenísimo Don Juan de Austria, el cual, después de tantas victorias vino a morir miserablemente a manos de médicos y cirujanos, porque consultaron y muy mal darle una lancetada en una almorrana que provocó una fuerte hemorragia en el cuerpo del general, desangrándole en cuestión de horas

 Las órdenes recibidas de Felipe II eran que se oficiasen sus funerales y se depositase su cuerpo en la catedral de Namur.

 Para poder trasladarlo, su cuerpo fue embalsamado en la cercana aldea de Bouges y sus entrañas colocadas dentro de una vasija. Pocos días después en cortejo solemne fue llevado a Namur. El cadáver, al que se vistió con un jubón holandés con pasamaneria de plata y oro, su armadura con el collar del toisón de oro al pecho y en la cabeza, un bonete de raso carmesí (Ya que había sido rapado completamente) y sobre este, una corona ducal de tela de oro adornada con piedras preciosas (en recuerdo de las coronas que nunca ciñó), a los pies, la celada y manoplas, fue colocado en un féretro de ceremonias ricamente adornado con brocados negros.

 Todos querían tener el honor de llevarlo; los españoles porque era hermano de su Rey; los alemanes porque había nacido en Alemania y los flamencos porque era su gobernador, tal es así que se hubieron de formar turnos y seleccionar soldados de cada unidad para que todas ellas pudieran participar en la comitiva, que roncos los pifanos, destampladas las cajas, banderas y picas arrastrando, los arcabuces puestos al revés conducían los restos del joven general. Tropas españolas y walonas, en doble hilera, cubrían la carrera desde Bouges hasta Namur. Primeramente fue llevado a hombros por gentileshombres de su confianza, luego por maestres de campo, a los que acompañaban el conde de Mansfeld, Octavio Gonzaga, Pedro de Toledo y el Marqués de Villafranca y detrás de ellos, a cierta distancia, Alejandro de Farnesio acompañado del obispo de Arrás, y finalmente, seguían a continuación los oficiales y soldados elegidos.

Soldados a caballo

Soldados a caballo

 El triste cortejo cruzó toda la ciudad de Namur hasta la Catedral de Saint-Aubain, de estilo gótico y de la que solo se conserva en la actualidad la torre. El cuerpo de don Juan de Austria fue allí depositado, en la nave central rodeado de un bosque de cirios encendidos, comenzándose los funerales, presididos por el obispo de Namur, que duraron desde las diez de la mañana hasta el anochecer. Terminadas las honras fúnebres el féretro fue inhumado.

 A los cinco meses, Felipe II ordenó que fuese trasladado a El Escorial, pero con la máxima discreción y secretismo que fuera posible. Se pidió permiso a Francia para poder cruzar su territorio sin ser molestados y ocultando en la petición el motivo real. Se quería evitar un traslado oficial porque significaba un cortejo solemne que tendría numerosas paradas que retrasarían el viaje y lo exponían a dudosas cortesías, recibimientos fríos y posibles fricciones en un momento en que las relaciones entre ambos vecinos era, como en tantas ocasiones, tensas.

 El cuerpo embalsamado de don Juan, fue desenterrado, desnudado y convenientemente perfumado, verificándose que tenia la nariz «un poco desgastada«. Para no tener que responder a preguntas embarazosas, se decidió que el cadáver fuera cortado. Se seccionó la momia por dos sitios, una por el «cabo de la espina» (la base del cuello) y otra por la coyuntura de las rodillas, de tal forma que en el momento del entierro definitivo el cuerpo estuviera otra vez entero. Se metieron las tres partes en sendas bolsas de cuero, que fueron aromatizadas con hierbas olorosas y mirra, que a su vez se introdujeron en un cofre cerrado, forrado de terciopelo negro, que sería llevado a lomos de caballos de los soldados como bagaje personal.

 Un mes después de haberlo sacado de la tumba, el 18 de Marzo de 1579, una comitiva de un centenar de soldados inició, a pie el retorno hacia España, sin ningún tipo de estandarte ni bandera.

 En cuanto a sus entrañas, que como ya se ha dicho estaban depositadas en una vasija, quedaron en Namur, Alejandro Farnesio dispuso que se retirara el corazón y  lo depositaran en una urna para que fuese guardado en la Catedral de Namur. Cuando se hizo la nueva Catedral el corazón del príncipe fue depositado tras el altar mayor, bajo su lápida original, la que mandara hacer Farnesio.

 “El Serenísimo Príncipe don Juan de Austria, hijo del Emperador Carlos V, después de haber reducido en la Bética a lo moros rebeldes, puesto en fuga y destruido por entero la inmensa flota turca en Patras, murió en la flor de la edad en Bouges, siendo Virrey en Bélgica, en recuerdo suyo, su amado tío Alejandro Farnesio, Príncipe de Parma y de Placencia, sucesor en el Imperio por orden de Felipe, rey poderoso de España, mandó colocar esta lápida sobre su cenotafio. 1578”

 Pero volvamos a la comitiva fúnebre. Como ya se ha dicho el 18 de Marzo de 1579, partió de la ciudad de Namur dirigiéndose a la ciudad francesa de Nantes, en donde embarcaron con rumbo a Santander, sin haber tenido sin ningún contratiempo digno de mencionar.

 Ya en tierra firme, se formó, nuevamente, la gris y silenciosa comitiva hasta llegar a la provincia de Segovia, donde se encaminaron directamente a la Abadía de Parraces, que alcanzaron el 21 de Mayo de 1579.

 En la Abadía se recompuso el cuerpo de Don Juan e introducido en un lujoso ataúd de dos puertas, forrado de negro, para seguidamente exponerlo al publico parta anular los rumores que circulaban de que el cadáver no había llegado entero a España. Durante toda la noche fue velado y por la mañana, con gran ceremonial, se formó el cortejo fúnebre, con una escolta de cuatrocientos hombres a caballo, abandonada ya toda la discreción tomada durante el viaje por tierras extrañas, para recorrer los 60 kms. que separan la abadía del Monasterio de El Escorial. Alcaldes, capellanes, frailes, caballeros e incluso Mateo Vázquez de Leca, secretario del Rey y el Obispo de Ávila con su séquito, formaban el acompañamiento.

 En cada pueblo en que pernoctaba el séquito, se rezaban responsos y misas durante toda la noche. Cada vez se iba añadiendo más gente al cortejo fúnebre.  

Llegaron a San Lorenzo el 24 de Mayo a las siete de la tarde donde salieron a recibirle todos los clérigos encabezados por el Vicario. Allí estaban a esperarle

todos lo prohombres del reino. Incluido Don Juan de Tarsis, el correo de Su Majestad. Al día siguiente el Obispo dijo la misa de pontifical, en presencia de Felipe II y de la corte, con todo el boato y ceremonial que reclamaba la ocasión, es decir, el tratamiento reservado a los miembros de la familia real. Al terminar la ceremonia se leyó una cédula del Rey en la que mandaba: “que se dejase allí en depósito el cuerpo de su “muy amado hermano” donde están los demás cuerpos reales hasta que se le lleve a enterrar en Iglesia principal”

Sus restos descansan actualmente en el Panteón de Infantes de San Lorenzo de El Escorial en la 5ª cámara.

 El sepulcro, realizado en mármol blanco de Carrara, está colocado en el centro de la cámara. Sobre él, cubierta con un paño mortuorio, hecho del mismo mármol, yace la estatua del héroe, de tamaño natural. Viste un completo arnés de guerra, ostenta el collar del Toisón de oro, tiene la espada cogida con ambas manos, en las que luce diez y seis anillos, y descansa la descubierta cabeza en dos cojines. A un lado y otro de los pies se ven los guanteletes, y en el centro un león. Esta preciosa estatua.

Estatua yacente de Juan de Austria

Estatua yacente de Juan de Austria

Detalle tumba - Manos

Detalle tumba – Manos

Detalle tumba - Guanteletes

Detalle tumba – Guanteletes

 En el tablero que mira al altar se lee la inscripción siguiente:

      JOHANNES AVSTRIACVS

     CAROLI V FIL. NATVRALIS

(Juan de Austria — Hijo natural de Carlos V.)

 Como curiosidad hay que apuntar que por no morir en combate, está representado con los guanteletes quitados. Se trata sin duda de una tumba de extraordinaria importancia, no sólo por el personaje de que se trata sino por la maestría de la talla. La delicadeza de la talla y los detalles son verdaderamente asombrosos. La obra está tallada por el escultor italiano, Giuseppe Galleoti, según dibujos de Ponciano Ponzano. 

 “Hizome eterno Lepanto,

mozo he muerto viejo fui;

que al mundo en un tiempo di,

lástima, envidia, espanto”

 

Lope de Vega

 

Muchas gracias por la atención prestada.

Cartel anunciador

Cartel anunciador

5 10, 2017

MONARQUÍA Y PROGRESO.

Por |2020-11-13T03:36:21+01:00jueves, octubre 5, 2017|

Sin título-1

MONARQUÍA Y PROGRESO.

 El sistema monárquico europeo es el resultado de un largo proceso histórico basado en la experiencia y los resultados y no en la razón filosófica o la utopía ideológica.

 La monarquía surge como remedio al fracaso de las repúblicas que, llegado a un punto, impiden el progreso. Así ocurrió en GRECIA, donde las ciudades republicanas terminaron siendo absorbidas por el imperio de ALEJANDRO MAGNO, que llevó a la cumbre del desarrollo al mundo antiguo. El Imperio creó un espacio mundial de libre circulación que superaba las fronteras de cada polis.

 Con la republica Romana pasó lo mismo. AUGUSTO la sustituyó por el Imperio creando por segunda vez un mundo global más propicio para los trabajadores, las empresas y los negocios.

 La Iglesia Católica, el Imperio Español y el Imperio Británico fueron sistemas de progreso que perfeccionaron la helenización y la romanización y ampliaron el mundo, superaron la Edad Media y Moderna y nos llevaron a la contemporaneidad, la democracia, el bienestar y los derechos humanos. Este progreso se vio interrumpido por las invasiones bárbaras primero y los sistemas republicanos después.

 Los bárbaros suponen resistencias tribales al concepto de civilización global, de ciudadanos del mundo. Las repúblicas surgen en los periodos de crisis como un intento insolidario de buscar el bienestar a nivel personal, local y de Nación. Muchas ciudades se convirtieron en repúblicas en la Edad Media, ferozmente enfrentadas entre sí.

 Las repúblicas nacionales que surgieron en la Edad Contemporánea lo hicieron de una forma revolucionaria, sangrienta, genocida y destructiva.

 La república Francesa de 1789 fue la que inició esta reacción al progreso. Fue la República del Terror de Robespierre la primera que inauguró el terrorismo de Estado con su Comité de Salud Pública. La Reina María Antonieta fue su primera víctima de la guillotina, su asesinato abrió la puerta a los asesinatos en masa, a la sed insaciable de sangre, hasta que terminó con los mismos que la inventaron y aplicaron en el cadalso.

 La consecuencia del sistema republicano es que siempre acaba con un tirano llevando al exterminio y al fracaso a su propio pueblo. Esta es una ley Histórica que no tiene ninguna excepción. En este caso fue la reacción termidoriano de Napoleón, un monstruo de la revolución francesa, responsable directo de 6 millones de asesinatos en Europa y África. Ganó muchas batallas, pero perdió todas las guerras, dejando abandonados a su fatal suerte dos de sus ejércitos en Egipto y Rusia. Lo que más lamentó este carnicero revolucionario no es los seis millones de personas que mató, sino el millón de caballos que maltrató hasta la muerte. Sus cuerpos de caballería eran detectados por el enemigo a diez kilómetros de distancia por el hedor que desprendía su falta de higiene.

 La republica soviética de 1917 se inspiró en la francesa. También empezó asesinando al Zar Nicolás II y de toda la Familia Imperial, lo que abrió la puerta al asesinato de 30 millones de rusos cuando se impuso otro tirano como Lenin. Después llegó la republica Alemana de Weimar, que acabó con el Káiser, y que terminó, como no puede ser de otra forma, con el tirano de turno, que en este caso se llamaba Hitler, ejecutando a 6 millones de judíos y provocando la II Guerra Mundial con 50 millones de víctimas, la mitad civiles, 8 de los cuales fueron alemanas.

 La lista de las repúblicas que terminaron con monarquías para acabar imponiendo tiranos y provocando la ruina, el desastre y grandes genocidios es interminable porque todas las que existen en la actualidad lo han hecho.

 EEUU, después de proclamar la república, exterminó a los indios y sufrió su mayor matanza humana en la Guerra de Secesión, a diferencia de Australia, Canadá y Nueva Zelanda que siguieron fieles al Imperio Británico.

 En Camboya la república terminó con la tercera parte de su población. El comunista POL POT asesinó a todo el que tenía algo de cultura para imponer su razón filosófica.

 La II república española intentó asesinar a todos los católicos y burgueses para dinamizar la revolución comunista, pero sólo llegaron a 70.000 asesinatos porque perdieron la guerra civil que provocaron ellos mismos. Si la hubieran ganado habrían superado las cifras de Pol Pot en Camboya.

 En China el tirano de turno que se impuso con la República se llamaba Mao Tse Tung, que asesinó a unos 50 millones de chinos por motivos políticos. Con su Revolución Cultural borró de la memoria histórica a una de las civilizaciones más importantes de la humanidad.

 Lo que nos cuenta la realidad histórica actual es que los países más demócratas, justos y progresistas del mundo son aquellos que no han pasado por una experiencia republicana, como Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Un Rey es la mejor vacuna contra los tiranos.

 Cuanto más larga y profunda ha sido la experiencia republicana de un pueblo, más tarado ha quedado para el progreso y el desarrollo. Ese es el problema de los sudamericanos, africanos y comunistas.

 El Reino de España tuvo dos breves repúblicas que acabaron en las más grandes masacres de su historia y en la ruina total. Bastó una I República de un año en 1873 para provocar una gravísima crisis que dejó secuelas. Y la II República, que duró seis años, fue la protagonista de la más grande masacre, robo y saqueo que se ha perpetrado en nuestro país en su dilatada historia.

 El problema que siguen arrastrando los españoles para seguir en su camino de progreso es el deterioro de su autoestima y de su memoria histórica por los desastres que causaron y el veneno ideológico que inyectaron esas dos breves pero cruentas repúblicas.

 *written by Casa Real de España

Ir a Arriba