Fernando Huidobro Polanco. Capellán y legionario; por D. José M. Huidobro
Artículo de fecha 14-04-2017 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 57 libros y más de 1.000 artículos
Fernando Huidobro Polanco. Capellán y legionario
El 11 de abril de 1937 (hace 80 años) murió el capellán de la Legión Fernando Huidobro, que volvió a España al estallar la guerra Civil para ejercer su sacerdocio en el frente. Su entrega y valentía es reconocida desde entonces a quien nunca empuñó un arma, alentó a todos y fue compasivo con el enemigo.
El Padre Huidobro fue un joven jesuita que, como Capellán Castrense, ayudaba a los Legionarios en la guerra Civil asistiéndoles espiritualmente, igual que al resto de los soldados que caían heridos en el campo de batalla, de cualquiera de los dos bandos.
Murió cumpliendo con su misión de asistencia a los militares, muy cerca de Moncloa, en el km 8,800 de la carretera de La Coruña, donde tiene erigido un Monumento.
Fernando Huidobro Polanco, hijo de José Huidobro y Ortiz de la Torre y de María Polanco y Bustamante, nació en Santander en 1903, en el seno de una familia santanderina hidalga, muy conservadora y muy católica. Su infancia y adolescencia van a estar marcadas por diferentes traslados. El primero de ellos se produjo en 1908, cuando Fernando junto a sus padres y sus ocho hermanos, se trasladó a Melilla, ya que su padre era Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y fue elegido por la Compañía Transatlántica para dirigir la construcción del nuevo Puerto de aquella ciudad. El segundo traslado familiar se produjo en 1911, en esta ocasión a Madrid, donde Fernando completó su formación escolar y acabó el Bachillerato obteniendo excelente puntuación. A pesar de que había decidido ingresar en la Compañía de Jesús, estudió la carrera de Filosofía y Letras, para no contrariar a su madre. Su padre murió en septiembre en 1916. Aunque ya, desde 1919, pertenecía a los jesuitas, tuvo que acudir al examen de doctorado vestido de civil, pues, en 1931, corrían malos tiempos para los clérigos. Uno de los miembros del tribunal examinador era nada menos que Julián Besteiro, catedrático de la Universidad Central de Madrid y entonces secretario general del PSOE. Tras contestar en el examen oral sobre las teorías de Kant, fue calificado como sobresaliente y felicitado por el tribunal.
En 1932, el Gobierno de la II República, como habían hecho otros anteriormente en España, decretó la expulsión de los jesuitas. A él le pilló destinado en el monasterio de Oña (Burgos) y allí se presentó nada menos que el gobernador civil de la provincia, acompañado por varios mientras de la Guardia Civil, obligándoles a entrar en un autobús, con el que atravesaron la frontera francesa. Su destino final fue Bélgica, donde residió varios años, y Holanda, donde, más adelante, fue nombrado diácono.
Al comienzo de la guerra Civil escribe al general de su orden (fundada por San Ingancio de Loyola), pidiendo que le permitan volver a España para ayudar, en lo posible, como capellán militar. En agosto de 1936 le otorgan el permiso y a finales del mismo mes se halla en Pamplona, desde donde se traslada a Cáceres, donde radicaba en ese momento el cuartel general de Franco. Ante él se presenta y es destinado a la IV Bandera de la Legión, en la columna Castejón, que se hallaba por entonces en Talavera de la Reina (Toledo). Era muy popular entre los soldados, porque, a pesar de tener, como Capellán, graduación de oficial, prefería estar entre ellos y comer el mismo rancho.
En noviembre se encontraba en la Casa de Campo y una bala le perforó una pierna, le pusieron un torniquete y se mantuvo en su puesto atendiendo espiritualmente a los combatientes. Recuperado de la herida, se reincorporó a su unidad, que ahora luchaba en el Hospital Clínico de Madrid. Allí le pilló, sin consecuencias para él, la voladura de los cimientos de este hospital, realizada por los milicianos.
Después de múltiples combates en ese frente, el domingo 11/04/1937 el padre resultó, muerto en una contraofensiva republicana, alcanzado, supuestamente, por un proyectil de artillería que explotó en un puesto de socorro, justo a la entrada de Aravaca, en la famosa Cuesta de las Perdices* (Avda. del Padre Huidobro), junto a la actual autovía A-6 (Madrid-A Coruña). En el punto kilométrico 8,6 se ha levantado un “monolito” en su memoria.
*Ha sido escenario de batallas en la guerra Civil y junto a ella se encuentra el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el Hipódromo de la Zarzuela. Se dice que el Rey Alfonso XIII gustaba de subir a este alto para abatir algunos perdices, que allí eran frecuentes. Este mismo rey consiguió otro triunfo deportivo con su H6 de la Hispano-Suiza, que coronó la cuesta a una velocidad media de 102 km/h, todo un record para la época.
Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro