Diseño de las armas de D. Carlos Navarro, realizado por D. Fernando Martínez Larrañaga
Magnífico diseño de las armas de D. Carlos Navarro; realizado por el reputado heraldista y miembro de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, D. Fernando Martínez Larrañaga.
D. Fernando es Master en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía (UNED) Diplomado en Heráldica General y Militar por el Instituto de Historia y Cultura Militar. Heraldo del Real Colegio Heráldico de Georgia, Heraldo Mayor de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria. Correspondiente de la Academia de Genealogía, Nobleza y Armas «Alfonso XIII». Del Colegio Heráldico de España y de las Indias. De la Sociedad Heráldica Española y Caballero de San Gregorio Magno.
La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, por Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Vizconde de Ayala; recensión del Prof. Dr. D. Félix Martínez Llorente
RECENSIÓN por el Prof. Dr. D. Félix Martínez Llorente, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Valladolid.
Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Vizconde de Ayala: La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Madrid, Boletín Oficial del Estado, 2016. 518 páginas, con DVD anejo. ISBN 978-84-340-2334-5.
RECENSIÓN por el Prof. Dr. D. Félix Martínez Llorente, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Valladolid.
En el sistema premial español, ocupa el lugar de mayor preferencia la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, establecida el 19 de septiembre de 1771, hace ya dos siglos y medio, en pleno auge del poderío hispano en Europa y en América, de la mano del gran Monarca cuyo tricentenario acabamos de conmemorar hace pocos meses. Aquella Orden Española será una de las creaciones más importantes de su reinado, y ese legado ha llegado hasta nuestros días. En los últimos dos siglos y medio, sus cruces han premiado y distinguido a las personalidades políticas y sociales, y a toda la ciudadanía española, por sus servicios a la Corona y al Estado: el conjunto de los más de treinta y tres mil condecorados es un elenco de lo mejor de la Política, las Ciencias, las Letras y las Artes en España, y también de los países extranjeros. Y sus símbolos forman parte de la historia del Arte europeo.
Creada para premiar con ella a Sugetos beneméritos aceptos a mi Persona, que hubiesen acreditado su zelo y amor al Real Servicio; y distinguir notoriamente el talento y virtud de los Nobles en qualquiera profesión o carrera que sigan, y en que acrediten aquellos requisitos -es decir, a los altos cargos de la Administración del Estado y de la Real Casa-. Entonces aquel buen Rey la otorgó con justicia y con parsimonia, y muy pronto mereció el aprecio de la sociedad hispana, peninsular y americana.
Su hijo y sucesor Don Carlos IV, muy respetuoso de la obra paterna, la fomentó y la reformó. Durante la invasión francesa, la Orden Española se mostró decididamente patriota, y se mantuvo activa en Sevilla y Cádiz, hasta el retorno a Madrid en 1814. También Don Fernando VII la protegió mucho y le concedió nuevos honores. Después, durante la transición del Antiguo Régimen al sistema constitucional, la Orden Española pasó a ser, en la década de 1830 a 1840, la primera condecoración de la Monarquía española. A partir de 1846, las concesiones aumentaron prodigiosamente, y se dirigieron a todos los estamentos de la sociedad española, tanto peninsulares como ultramarinos. También acogió desde entonces la Orden a un crecido número de extranjeros, sobre todo políticos y diplomáticos. La revolución de 1868 y el sexenio revolucionario que siguió, confirmaron el carácter estatal de la distinción y el carácter de primera condecoración civil española, mantenido por todos los regímenes políticos que se han sucedido en España -salvo por las dos breves repúblicas-.
La historiografía premial, llena de señalados vacíos hasta hace muy pocos años, adolecía de estudios solventes sobre sus principales instituciones: defecto sin duda achacable al hecho de que ese campo histórico, hasta tiempos recientes, ha estado en manos de eruditos y aficionados -por otra parte beneméritos, aunque los historiadores británicos los denominen, despectivamente, anticuarios-. Solo a partir del segundo lustro de los 90’ del siglo XX han ido apareciendo estudios dedicados a la Insigne Orden del Toisón de Oro, la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, la Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, y, en fin, las Órdenes del Mérito Civil, de Alfonso XII, de la República, y otras. Estaba aún pendiente el imprescindible estudio sobre la Orden Española, cuya bibliografía atinente era hasta ahora bien escueta.
Todo cuanto antecede viene a explicar, incluso a justificar, la necesidad que se venía observando de contar con un texto que historiase, desde un punto de vista preferentemente institucionalista, los orígenes y la evolución histórica de esta prestigiosa y prestigiada Orden Española. Y la ocasión del tricentenario del nacimiento del Rey Fundador, acaecido en Madrid el 20 de enero de 1716, ha parecido a las autoridades -la Presidencia del Gobierno, el Boletín Oficial del Estado y la Real Casa de la Moneda- la más oportuna para llevarlo a efecto.
Faltando, pues, tales fuentes impresas, el autor ha desarrollado su trabajo durante más de una década, mediante la consulta de los fondos documentales originales de la Cancillería de la Orden, del Archivo Histórico Nacional (Estado y Fondos Contemporáneos), y del Archivo General de Palacio.
El estudio desarrollado es, ante todo y sobre todo, un estudio de Historia del Derecho y de las Instituciones españolas; por ello hace uso del método y el estilo acostumbrado en tales campos científicos, excluyéndose interesadamente cualquier aparato erudito -que, sin embargo, existe-, principalmente por tratarse de una monografía profunda sin concesiones a la galería.
El texto aparece dividido en dos partes sucesivas y complementarias. La primera consiste en un relato histórico de los orígenes y la evolución de la Orden, desde 1771 a 2016, y de sus características institucionales y premiales. El autor persigue a través de ella el proporcionar una secuencia cronológico-diacrónico del panorama histórico del sistema premial español, desde la baja Edad Media a nuestros días, a fin de poder ubicar en su preciso contexto histórico y premial a la institución objeto de estudio conjunto; continúa con una breve semblanza del Soberano que le da nombre, y de la de su principal auxiliar en la tarea fundacional, Grimaldi. Le siguen algunas breves consideraciones sociales y estadísticas de la Orden y de sus miembros, misceláneas e incluso anecdóticas, porque las Órdenes no son solo instituciones, sino que las conforman las personas que a ellas pertenecen y que lucen sus insignias -de ahí el interés de la glosa cualitativa y cuantitativa de quienes han encarnado y encarnan esta parte humana-.
En la segunda parte de este estudio el autor ha dispuesto el imprescindible apéndice documental -en este caso, más bien legislativo-, en el que se transcriben íntegramente los principales documentos y un centenar largo de disposiciones legales atinentes a la Orden Española objeto de estudio. También a modo de apéndices, el estudio incluye una relación de los ministros y empleados de la Asamblea Suprema, a más de la relación de las fuentes archivísticas y bibliográficas utilizadas. El trabajo realizado incluye un amplio y novedoso aparato gráfico, que ilustra cumplidamente el buen resultado del proyecto de investigación histórica acometido. A más, hay que decir que la edición ha sido muy cuidada, y aparece soberbiamente encuadernada.
Por todo ello, podemos afirmar sin exageración que este gran volumen, que merece todos nuestro plácemes, marca un antes y un después en la bibliografía carolina y también en la bibliografía premial.
Del autor, Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, vizconde de Ayala y marqués de la Floresta, diremos que, nobleza obliga, es uno de los poquísimos españoles en posesión de tres doctorados, ganados en tres universidades públicas distintas (en Derecho, en Ciencias Políticas y en Historia), y ha publicado, hasta ahora, 47 libros y 444 artículos. Entre esos libros, no debo dejar de recordar los titulados La Insigne Orden del Toisón de Oro (1996), Las Reales Órdenes civiles del Reino de España (2000), La Real Junta de Nobles Linajes: sociedad y gobierno municipal en Segovia entre los siglos XIV y XIX (2006), El Tribunal Supremo del Reino de España (2007), El Almirantazgo General de España e Indias en la Edad Moderna (2012), La sombra de Argo: ciencia y marina españolas en el siglo XVIII (2014), y La Real y Americana Orden de Isabel la Católica (2015). También me consta ha sido uno de los principales coautores del Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia, habiendo redactado más de 400 referencias -el 1% del total de la obra-, y entre sus actividades de promoción cultural se cuentan la fundación de la Real Academia Matritense, y de la Real Academia de la Mar, por citar tan solo las más famosas. Es, desde 1991, el Cronista Oficial de Castilla y León, y ha merecido las más altas condecoraciones del Reino de España -hasta catorce veces ha sido distinguido por el Rey, a propuesta de los sucesivos Gobiernos-, e internacionales -otra decena de condecoraciones, entre ellas las primeras de Francia, Italia y Portugal-, a más de varios premios nacionales e internacionales. Serían muchas las páginas que habríamos de dedicar a su gran acervo cultural: baste decir que el “tres veces docto” Marqués de la Floresta es hoy uno de los más reputados especialistas hispanos en la Historia y el Derecho nobiliarios, en la Historia y el Derecho premiales, y en la Historia naval y marítima, y por eso es uno de los más destacados representantes de la Nobleza histórica española en el ámbito de la Cultura. Al condecorarle con la cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, S.M. el Rey declaró públicamente que el doctor Marqués de la Floresta, con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos, ha prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.
Programa de actos de la JUNTA GENERAL DE DIVISEROS DEL SOLAR DE TEJADA. 2017
PROGRAMA DE ACTOS DE LA JUNTA GENERAL DE DIVISEROS DEL SOLAR DE TEJADA. 2017
La fecha de la próxima Junta General del Solar de Tejada, que se celebrará en nuestra casa solariega, será los días 30 de septiembre y 1 de Octubre de 2017.
ANTIGUO ESCUDO DEL SOLAR DE TEJADA DE 1542
ECCE BEATIFICAMUS EOS QUI SUSTINUERUNT
A BATALHA DE MATAPÃO – Comemoração dos 300 Anos-; por D. Alfredo Souto Neves da Corte Real
D. Alfredo Souto Neves da Corte Real del Instituto D. João VI, nos remite amablemente este interesantísimo artículo histórico para su publicación en el blog de la Casa Troncal
A BATALHA DE MATAPÃO
– Comemoração dos 300 Anos da Batalha de Matapão –
19 – VII – 1717
A célebre e histórica Batalha de Matapão (ou Matapan) recebeu o seu nome devido ao cabo situado na extremidade do espigão central da Moreia, antigo Peloponeso na Grécia, no Golfo da Lacónia e onde ocorreu a referido evento bélico, onde as forças navais portuguesas se opuseram à armada do Império Otomano. Este cabo é o ponto mais meridional de todo o continente europeu.
Pela sua localização geoestratégica, este cabo foi palco de inúmeras actividades e passagens ao longo da história, tendo dado origem ao nome de duas batalhas, sendo um delas mais célebre do que outra: a primeira e histórica Batalha de Matapão opôs a esquadra Portuguesa, enviada por D. João V e comandada pelo Conde do Rio Grande, à armada Turca no dia 19 de Julho de 1717, a segunda, ocorreu durante a II Guerra Mundial, no dia 29 de Março de 1941, e confrontou a esquadra inglesa comandada pelo Almirante Cuningham a uma divisão italiana de contratorpedeiros e cruzadores os quais, curiosamente, não chegaram a disparar um único tiro.
No século XVIII, o Sultão Ahmed III tentava recuperar o que o Império Otomano perdera no Tratado de Karlowitz em 1697. Para isso procurava expandir-se para o Mediterrânio ocidental fazendo com que a armada turca assola-se insistentemente a costa veneziana em Itália. Isto levou a que o Papa Clemente XI pedisse auxílio ao Rei de Portugal, D. João V o Magnânimo. Portugal vivia uma época de esplendor e de grandeza derivada das receitas oriundas dos Descobrimentos Portugueses e das suas Províncias Ultramarinas. No ano de 1716, e em resposta ao Santo Padre, D. João V envia uma esquadra portuguesa em auxílio dos italianos contra os turcos que percorriam amiúde as águas mediterrânicas.
Assim, no dia 5 de Julho de 1716 zarpa de Lisboa uma pequena esquadra de nove navios composta por cinco naus (1), uma fragata (2), um brulote (3), uma tartana (4) e um navio de transporte sob o comando do Chefe de Divisão Lopo Furtado de Mendonça, Conde do Rio Grande para fazer frente a esta força turca que ameaçavam a serenidade e tranquilidade dos venezianos. Esta frota fez escala em Livorno, tendo seguido posteriormente para a ilha de Corfú, então defendida por um General austríaco e que se encontrava bloqueada pelos turcos. Quando os turcos receberam a notícia da aproximação da esquadra portuguesa, levantaram o cerco e retiraram. Esta missão não teve grande sucesso pois durante o tempo da mesma não foram avistadas as forças navais turcas, tendo a esquadra portuguesa regressado a Portugal sem ter entrado em confronto.
Por continuidade das ameaças sob as possessões venezianas, e por nova solicitação Papal em Dezembro de 1716, no ano de 1717 foi constituída uma nova esquadra de 11 navios a qual era composta por cinco naus (1) e duas fragatas (2), as quais se fizeram acompanhar por dois brulotes (3), por uma tartana (4) e por um navio de transporte logístico onde se transportaram os mantimentos e materiais necessários a tal empresa. Esta esquadra possuía um poder de fogo de 448 peças de artilharia nas suas naus.
A esquadra era comandada pelo Conde do Rio Grande, Lopo Furtado de Mendonça, Almirante da frota e embarcado na nau ”Nossa Senhora da Conceição”(Capitania). A nau “Nossa Senhora do Pilar”(Almiranta) estava sob o comando do Conde de S. Vicente, Manuel Carlos de Távora e Sargento-Mor de Batalha do Mar, a nau “Nossa Senhora da Assunção”(Fiscal) era comandada pelo Coronel do Regimento da Armada Real e Fiscal da esquadra, Pedro de Sousa Castelo Branco. A nau “Nossa Senhora das Necessidades” estava sob o comando do Capitão de Mar-e-guerra Gillet du Bocage e, por último, a nau “Santa Rosa” que era comandada pelo Capitão de Mar-e-guerra João Baptista Tolhano. Sob os comandos do Capitão de Mar-e-guerra João Pereira de Ávila e pelo Capitão de Mar-e-guerra Bartolomeu Freire estavam respectivamente as fragatas “Rainha dos Anjos” e “S. Lourenço”. Os dois brulotes tinham o nome de “Santo António de Lisboa” e de “Santo António de Pádua”. O navio de apoio logístico e de apoio, transporte de sobressalentes e destinado a servir também como navio-hospital tinha o nome de “São Tomás de Cantuária”.
Esta esquadra fundeou na enseada de Paço de Arcos no dia 25 de Abril de 1717, tendo levantado ferro e saído da barra de Lisboa no dia 28 de Abril seguinte em direcção a Corfú. Assim, fizeram-se ao mar, passando o estreito de Gibraltar passados quatro dias, no dia 2 de Maio. No dia 10 de Maio avistaram Alicante, tendo cruzado as águas mediterrânicas ao largo das ilhas de Ibiza e Formentera, pertencentes ao arquipélago das ilhas Baleares, a 12 do mesmo mês. A 19 de Maio avistaram a Sardenha e a 21 a Sicília. No dia 24 de Maio fundearam em Palermo, Itália. Com o intuito de se reunirem com as armadas dos Estados Pontífícios, de Veneza, de Florença (Toscana) e de Malta. No dia 25 de Maio festejam a bordo o dia de “Corpus Christi”. No dia 28 de Maio levantam ferros de Palermo e passaram por Messina a 30 de Maio, pelas ilhas de Zante e finalmente por Corfu onde de se reuniram com as armadas aliadas cristãs no dia 10 de Junho. Assim, ficou constituída uma força capaz de fazer frente à armada turca. Após a reunião de todos os elementos da nova frota, a bordo da capitânia de Veneza forma-se o conselho, tendo ficado decidido ir no encalço do inimigo que, segundo informações várias, se encontrava perto. Assim, a esquadra levanta ferro, navegando a todo o pano em busca do confronto com o inimigo turco. No dia 4 de Julho de 1717, é avistada a Armada turca perto do cabo de Santo Ângelo.
A armada Papal foi dividida em três esquadras, como era hábito, e ficando constituída pela vanguarda, centro e retaguarda. De acordo com as ordens Papais, o comando supremo de toda a armada ficou a cargo a Pisani, que seguia à parte, a bordo da armada de remo.
Por decisão e nomeação Papal, o comandante em chefe de toda a esquadra aliada onde se inseriam os navios portugueses, era o Tenente-General da armada francesa Jacques-Auguste Maynard, Cavaleiro de Belfontaine, navegando na nau maltesa com o nome de “Santa Catarina” e já com grande experiência naval. Isto causou algum mal-estar aos Portugueses que se recusaram determinantemente ficar sob a alçada do francês Maynard, como também se recusaram veementemente a substituir a Bandeira Real de Portugal pelo pavilhão Papal nos seus navios. Assim foi notificado o Cavaleiro de Bellefontaine de que eles apenas obedeceriam a Pisani. Foi dito aos Portugueses que ficassem na retaguarda.
Durante dias, a esquadra aliada tentou perseguir e alcançar os navios turcos, mas sem sucesso. Passados alguns dias os turcos perderam-se de vista. Por questões logísticas, como a falta de água e de lenha, a força aliada fundeou para reabastecimento na enseada de Passavia. No dia 18 de Julho, chega a notícia de que a frota turca se aproximava. No dia 19 a armada aliada levanta ferro, iça as velas, e avistam os turcos. Pela falta de vento, não conseguiram sair da enseada. A força da frota turca era composta por 54 navios contra um total de 35 naus e fragatas da frota dos cristãos. O pouco vento que havia era altamente favorável aos turcos, os quais se posicionaram criando vasta linha ofensiva, fechando a baía encurralando e obrigando as forças aliadas a permanecerem dentro da enseada. Tudo isto agravado pela falta de vento, o que impossibilitava grande parte das manobras das naus e fragatas aliadas. Assim, fica a frota cristã em grande desvantagem e em situação deveras complicada. A armada aliada assume uma posição na primeira linha de confronto com os turcos, deixando no interior da enseada os navios menores, buscando a protecção destes com as naus e fragatas na primeira frente de batalha. Os navios portugueses, comandados pelo Conde do Rio Grande, posicionaram-se no extremo posterior da linha de combate. Tem inicio assim, uma batalha sangrenta onde o fogo de artilharia se mostra de uma violência brutal e implacável. Passado algum tempo os navios italianos, com excepção da nau “Fortuna Guerreira” retiram-se para o interior da enseada. Assim, ficam em combate os navios portugueses, os navios de Malta e uma nau veneziana. Passado pouco tempo o Tenente-General Belfontaine e as naus de Malta seguem o exemplo dos navios venezianos, retirando-se para o interior da baía e abandonando à sua sorte a esquadra portuguesa e a nau “Fortuna Guerreira”. Desta forma, abandonados ao seu destino, vêem-se obrigados os portugueses a susterem e enfrentarem a ira e os ataques dos turcos, num combate totalmente desequilibrado e desigual, numa situação precária e altamente desvantajosa para os lusitanos. O Conde do Rio Grande, Almirante da armada portuguesa, decide a todo o custo manter-se em combate apesar da situação delicada em que o colocaram. Os turcos lançaram feroz ataque à nau “Nossa Senhora do Pilar”, sendo a mais atacada por dez navios turcos. O Almirante da armada portuguesa, decide colocar-se entre a “Nossa Senhora do Pilar” e o inimigo, tentando salvar a nau portuguesa e desferindo um fogo intenso sobre os turcos. Esta posição foi de tal forma defendida e o fogo português de tal ordem intenso que Ibrahim-Paxá, Almirante da armada turca, faz sinal à sua armada para bater em retirada, deixando a vitória de tão dura e desigual batalha aos portugueses. Por solicitação do Papa Clemente XI e dos Almirantes venezianos, o Conde do Rio Grande resolve manter a esquadra portuguesa mais algum tempo naquelas águas mediterrânicas como protecção das mesmas, permanecendo até ao dia 15 de Agosto de 1717. Nesta data, a esquadra portuguesa retira-se, chegando a Messina no dia 24 de Agosto, sendo recebidos com muito entusiasmo pela população. É solicitada ao Conde do Rio Grande (5) ajuda, o qual prontamente acedeu. A vitoriosa Armada regressa a Portugal, tendo entrado no Tejo e fundeado em Lisboa no dia 6 de Novembro de 1717.
Esta importante Batalha Naval reveste-se de extrema e singular importância pelo facto de ter sido a derradeira tentativa turca de expansão para o Mediterrâneo ocidental, tornando-se num marco indelével na História da Europa, mantendo-a fiel às suas matrizes fundacionais até aos dias de hoje.
Alfredo Côrte-Real
Instituto D. João VI
Notas do Texto:
- Nau – antigo navio de vela de um, dois ou três mastros, que envergava pano redondo no mastro grande e no de proa e às vezes latino no de ré (no caso de 3 mastros). Designavam-se naus de três pontes quando tinham de 100 a 120 bocas-de-fogo, naus de duas pontes e meia, com 60 a 80 bocas-de-fogo e nau de linha quando tinha mais de 80 bocas de fogo.
- Fragatas – antigo navio de guerra, à vela, com três mastros de pano redondo, com duas cobertas e montando 30 a 60 peças de artilharia. Denominada por fragata de força quando tinha mais de 44 peças de artilharia. Fragata ligeira quando com menos de 44 peças de artilharia. De categoria imediatamente inferior à nau.
- Brulote – pequena embarcação carregada de matérias inflamáveis ou explosivas, utilizada antigamente pelas esquadras navais para incendiar e destruir navios inimigos.
- Tartana – embarcação comprida típica do Mediterrânio, a remos e com uma vela latina.
- Lopo Furtado de Mendóça foi Conde do Rio Grande pelo seu casamento com D. Francisca Barreto, filha herdeira do General Francisco Barreto de Menezes, Restaurador de Pernambuco e Senhor do Morgado da Quarteira, Herói das batalhas dos Guararapes contra os invasores holandeses no nordeste do Brasil, a quem El-Rei D. Pedro II em 1668 concedeu a mercê do título de Conde de Rio Grande. Tendo-se extinto a geração deste casal, a representação da Casa dos Condes do Rio Grande passaria para a Casa dos Duques de Loulé, permanecendo nesta Casa até que o Sereníssimo Senhor Dom Alberto (1923-2003), Chefe da Linha Dinástica Constitucional da Casa Real de Portugal, Duque e Marquês de Loulé, 3.º Conde do Rio Grande, etc., houve por bem outorgar este último título a seu filho – o Sereníssimo Senhor Dom Filipe Folque de Bragança e Bourbon de Mendóça, actual 4.º Conde do Rio Grande.
Por motivos vários, como o terramoto de 1755 onde se perderam muitos registos, há elementos em que não há uma certeza absoluta, havendo por vezes até, algumas informações ligeiramente díspares.
O texto não segue o novo acordo ortográfico.
Nuevo reconocimiento a D. José Mª de Montells y Galán
El CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS EN DERECHOS HUMANOS «Diego de Torres y Moyachoqué» reconoce con la medalla al Mérito a D. José María de Montells y Galán
Don José María de Montells
Desde esta redacción del Blog de la Casa Troncal (y este redactor a título privado) felicitamos muy cordialmente a D. José María Montells, por este nuevo reconocimiento a su brillante trayectoria.