Miguel Pardo Bazán. Militar y político. El condado pontificio de Pardo Bazán; por D. José M. Huidobro
Artículo de fecha 26-03-2017 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 57 libros y más de 1.000 artículos.
Miguel Pardo Bazán. Militar y político. El condado pontificio de Pardo Bazán
Miguel Pardo Bazán de Mendoza y Castro, abuelo paterno de Doña Emilia Pardo Bazán, nació en Cambados (Pontevedra) el 5 de julio de 1784. Procedía de dos familias hidalgas: la de los Pardo, que tenían su casa principal en Meirás (Sada, A Coruña) y la de los Bazán, de Cambados.
Sus padres, don Juan José Pardo de Lama y doña Luisa Bazán Ojea de Mendoza, habían tenido problemas para contraer matrimonio. El padre de don Juan José, don Pedro Pardo de Lama, una vez que la pareja había celebrado los esponsales, se opuso al casamiento por entender que los Bazán eran de inferior extracción social (había ciertos rumores acerca de su ascendencia judía), pero un Real Auto de 1787 reconoció que los Bazán eran “ilustres, nobles, y dignos”, obligando a don Pedro a que consintiera el matrimonio e imponiéndole una multa de 2.000 escudos. Esto es lo que explica que don Miguel Pardo Bazán naciera en el pazo de Santa Maríña Dozo (en Cambados) el 5 de agosto de 1784 y que el matrimonio de sus padres no se celebrase hasta el 11 de enero de 1788.
Don Miguel estudió Leyes y Cánones en la Universidad de Santiago y en el año 1806, acreditada su limpieza de sangre y su origen hidalgo, ingresó en el selecto Colegio de Fonseca de Santiago.
La Guerra de Independencia interrumpió sus estudios y le animó a enrolarse en el Batallón de Literarios de Santiago, iniciando una carrera militar de corto recorrido: en 1809, era teniente; en 1817 capitán y el 14 de febrero de 1818 se retiró del ejército con el grado de teniente coronel y el derecho al uso del uniforme, gozando por ello del fuero militar.
Dedicado a la administración de sus bienes, en el Trienio Constitucional (1820-1823) se puso de manifiesto su compromiso con el liberalismo, en la línea de su suegro don Gonzalo Mosquera. Por ello formó parte de la Sociedad Patriótica de A Coruña, la primera constituida en España en 1820. Fue miembro destacado de la Diputación de Galicia (cuando había una Diputación única para todo el territorio gallego) y al dividirse esta en cuatro provincias, fue nombrado jefe político o gobernador de la provincia de Lugo, cargo que ostentó entre el 11 de septiembre de 1822 y el 13 de abril de 1823.
A pesar de su activismo político, siempre a favor del liberalismo, no consta que hubiera tenido que exiliarse a partir de la restauración del absolutismo, sino que se mantuvo en un discreto segundo plano, dedicándose de nuevo a la administración de sus bienes.
Caído el absolutismo y recuperadas las elecciones, don Miguel fue elegido Procurador en Cortes o diputado en las elecciones de 1834, por la provincia de Pontevedra. El pazo de Miraflores y las extensas propiedades que la familia tenía en esta provincia explican que se hubiera presentado por Pontevedra y no por A Coruña, ciudad en la que había excesiva oferta de candidatos para conseguir ser diputado. O don Miguel estaba realmente enfermo, lo que le impedía estar en las Cortes, o demostró una grave irresponsabilidad al dejar a la provincia sin su representación: en la legislatura de 1834 ni juró ni tomó posesión de su acta. Volvió a ser elegido en las elecciones de 1836 y en esta ocasión sí tomo posesión. Sin embargo, a los veinte días ya había obtenido licencia para retornar a Galicia. Es decir, fue un diputado virtual que no formó parte de ninguna comisión, ni habló una sola vez en las Cortes.
De hecho, el periódico de Madrid, El mensajero de las Cortes (1-IX-1834) denunció la ausencia de don Miguel en las Cortes por enfermedad, resaltando, sin embargo, que en A Coruña aparecía “en público a todas horas del día, sin que se note en su robustez y en su muy buena salud, la más mínima alteración”. Debía estar, de todos modos, realmente enfermo, porque falleció el 7 de enero de 1839, dejando una viuda de 34 años y un hijo de 12, don José Pardo Bazán.
Miguel, a la edad de treinta y siete años, había contraído matrimonio con Doña Joaquina Mosquera y Ribera en la parroquia de Santiago (A Coruña) el 13 de diciembre de 1821. A su muerte, doña Joaquina permaneció en A Coruña, residiendo en la casa de la calle Tabernas en la que habitaba su madre, viuda también. Don Miguel, en su testamento, la nombró curadora y tutora de su hijo menor y desde entonces fue ella la encargada de administrar los bienes y rentas dejados por su marido.
De los cinco hijos que tuvo el matrimonio, solo uno sobreviviría a su padre, José Mª (Silverio) Pardo Bazán y Mosquera, nacido en A Coruña el 20 de junio de 1827 y fallecido en la misma en marzo de 1890. Recayó, pues, sobre él, el derecho a heredar todos los vínculos y mayorazgos que habían disfrutado sus padres. José Mª caso con Amalía de la Rúa-Figueroa y Mendoza y fueron padres de Emilia Pardo Bazán, famosa novelita, poeta, periodista, dramaturga y ensayista española.
Conde pontificio de Pardo Bazán
Las ideas de José Mª y su obra llamaron la atención de conocidos peritos e ilustres personalidades españolas por sus frecuentes intervenciones parlamentarias muy notorias, amén de una personalidad muy sobria y desinteresada, por cuanto, «ajeno a toda ambición, y contento con su fortuna, rehusaba la admisión de cargos retribuidos». Estas y otras facetas, entre las que fundamentalmente destaca la defensa hecha en las Cortes, en relación con ciertas pretensiones de la Iglesia, debieron ser muy valoradas para que en un Breve de Su Santidad el Papa Pío IX, le otorgara, el 13 de junio de 1871, la condición de «conde pontificio de Pardo Bazán».
A los pocos meses, el nuevo conde pontificio de Pardo Bazán, solicitó autorización para usar en España dicho título, prerrogativa que le sería concedida y firmada por Don Amadeo I de Saboya, en Real Despacho de 3 de febrero de 1872, reconociéndosele oficialmente a don José Pardo-Bazán y Mosquera, el condado de su primer apellido que ostentaría hasta su fallecimiento, dieciocho años más tarde. Su única heredera, la escritora Emilia, Antonia, Socorro, Josefa, Amalia, Vicenta y Eufemia Pardo Bazán de la Rúa-Figueroa, según aparece en la partida bautismal del Archivo Parroquial de San Nicolás, en La Coruña, contaba veintiún años de edad, pero no hizo uso de ese derecho -pedir la continuidad del título pontificio a la Santa Sede-, hasta muchos años más tarde.
Por otra parte, los méritos de doña Emilia y los apoyos recibidos de muchos sectores de la intelectualidad y, muy probablemente, la reconocida familiaridad que le unía con los monarcas -en alguna ocasión, SS. MM. incluso, habían visitado a la condesa pontificia viuda de Pardo Bazán, en las Torres de Meirás-, pudieron ser causas referentes para que el Rey Alfonso XIII, años más tarde, en 1908, y recompensando su considerada valía, le concediese el título del Reino con la denominación de su apellido, es decir, condesa de Pardo Bazán, en Real Decreto firmado el 16 de mayo. El Real Decreto de 1º de mayo de 1916 autoriza el cambio del referido Título de Conde de Pardo Bazán por el de la «Torre de Cela».
Para saber más: Doña Emilia Pardo-Bazán y su efímero título nobiliario
Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro