CELEBRACIÓN DEL 354 ANIVERSARIO DEL REGIMIENTO ASTURIAS
CELEBRACIÓN DEL 354 ANIVERSARIO DEL REGIMIENTO ASTURIAS
El pasado día 3 de febrero tuvo lugar en la Base Militar de «El Goloso» la tradicional celebración del Aniversario de Creación del Regimiento de Infantería Mecanizada Asturias Nº 31, en una solemne ceremonia celebrada en el Patio de Armas de la Base Militar.
El acto estuvo por el Coronel Jefe del Regimiento el Ilmo. Sr. D. Luis Martín-Rabadán, en nombre del General Jefe de la Brigada Acorazada Guadarrama XII, Excmo. Sr. D. José Conde de Arjona.
En un brillante discurso el Coronel Martín-Rabadán destacó las actividades y Misiones realizadas por el Regimiento, así como a la lectura de las efemérides del Regimiento. Posteriormente en el mismo acto, el Excmo. Sr. D. Federico Price y Gay-Truyols MBE, Presidente Honorario de los Agregados de Defensa Extranjeros en España, ex Agregado de Defensa de S.M. Británica y Contralmirante (Rt.), en colaboración con el Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias, hizo entrega al Regimiento de un retrato del Capitán General Duque de Wellington y Duque de Ciudad Rodrigo, que en vida fuese el Comandante en Jefe de las fuerzas Anglo-Españolas durante la Guerra de la Independencia. El retrato entregado es una copia del pintado por el maestro Francisco de Goya y expuesto de la Galería Nacional de Londres. El cuadro será expuesto en la sede del Museo del Regimiento, situado en la misma Base de “El Goloso” sirviendo como testimonio de la amistad y buenas relaciones Hispano-Británicas, y en conmemoración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia.
Del mismo modo D. Federico Price hizo entrega de un ejemplar de las dos medallas creadas por Jorge III del Reino Unido con motivo de la Guerra de la Independencia para que fuesen expuestas en el Museo del Regimiento.
Tras la entrega del Cuerpo D. Federico Price MBE leyó unas palabras en las que destacaba el carácter de vocación y servicio a España del Regimiento Asturias a lo largo de su historia, así como la importante labor que realizó el citado Regimiento bajo el mando de Wellington.
Posteriormente tuvo lugar una solemne ceremonia en recuerdos de los soldados caídos por España en todos los tiempos, seguido de una Parada Militar del Regimiento.
Al acto asistió la Plana Mayor del Regimiento, así como una Delegación del Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias, compuesta por Da. Manuel Rodríguez de Maribona, D. Alfredo Leonard, el Conde de Carrión de Calatrava, D. Arturo Llerandi, D. Claudio Chaqués y D. Óscar Gómez de Linares, acudió también una representación del Centro Asturiano de Madrid, de la Asociación Retógenes, y de la Asociación Blas de Lezo, demostrando los fuertes lazos que unen a la sociedad española, sobre todo la asturiana, con el Regimiento que lleva su nombre.
Terminada la Parada Militar, el Coronel Jefe Martín-Rabadán convocó en su despacho a D. Federico Price MBE y a la Delegación del Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias, donde D. Federico Price hizo entrega al Coronel Jefe Martín-Rabadán de un ejemplar de la Cruz de Oro Británica, Medalla creada por el Rey Jorge III con motivo de la Guerra de la Independencia, así como otro ejemplar para el General Jefe D. José Conde de Arjona. Recibieron también un ejemplar el Coronel D. Francisco Javier Fernández y Andrés, D. Manuel Rodríguez de Maribona, D. Claudio Chaqués y D. Arturo Llerandi.
Para finalizar tan emotivo acto se sirvió un excelente cóctel de hermandad en el Comedor de Honor de la Base Militar de “El Goloso” donde se brindó por S.M. el Rey y por España.
Tal día como hoy 11 de febrero de 1873, se producía la abdicación de Amadeo I de Saboya, Rey de España
Abdicación de Amadeo I de Saboya, Rey de España
Carta de abdicación del Rey Amadeo de Saboya a las Cortes:
Amadeo escribió su mensaje de renuncia, que leyó su esposa. No lo dirigió al Presidente del Consejo de Ministros, sino a la representación de la Nación. Decía así:
Al Congreso:
Grande fue la honra que merecí a la Nación española eligiéndome para ocupar su Trono; honra tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado.
Alentado, sin embargo, por la resolución propia de mi raza, que antes busca que esquiva el peligro; decidido a inspirarme únicamente en el bien del país, y a colocarme por cima de todos los partidos; resuelto a cumplir religiosamente el juramento por mí prometido a las Cortes Constituyentes, y pronto a hacer todo linaje de sacrificios que dar a este valeroso pueblo la paz que necesita, la libertad que merece y la grandeza a que su gloriosa historia y la virtud y constancia de sus hijos le dan derecho, creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban a mi vista en las simpatías de todos los españoles, amantes de su patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desgarran sus entrañas. Conozco que me engañó mi buen deseo.
Dos largos años ha que ciño la Corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien prometió observarla. Nadie achacará a flaqueza de ánimo mi resolución. No habría peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles; ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta, como yo, el vivo deseo de que en su día se indulte a los autores de aquel atentado. Pero tengo hoy la firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos.
Éstas son, señores diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores. Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía.
Amadeo.
Palacio de Madrid a 11 de febrero de 1873.