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Archivos diarios: 24 enero, 2016

24 01, 2016

¡laus Deo!. El Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid celebró la fiesta de san Ildefonso

Por |2020-11-13T03:40:26+01:00domingo, enero 24, 2016|

El Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid celebró la fiesta de san Ildefonso

Escudo Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid

Escudo Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid

  El pasado 23 de Enero,  fue la festividad de San Idelfonso , arzobispo de Toledo, patrono del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid. La Casa Troncal de Los Doce Linajes de Soria felicita a tal corporación nobiliaria

  ¡laus Deo!

   El pasado sábado 23 de enero, el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid honró a su patrono en la fiesta litúrgica de san Ildefonso, en la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación de Monjas Agustinas Recoletas (Plaza de la Encarnación, 1), sede de este cuerpo desde 1958. Los actos dieron comienzo con el ingreso de nuevos caballeros y damas, para continuar con la celebración de la Eucaristía en honor a san Ildefonso quién, junto con Santa María la Real de la Almudena, son los patronos del cuerpo.

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  Además de la felicitación extensiva a todos los miembros de la Real Corporación, tenemos el honor de individualizar la felicitación  a nuestro querido Dr. D. Alfonso de Ceballos Escalera y Gila, Marqués de la Floresta y Vizconde de Ayala;  ya que en los actos se formalizó solemnemente el ingresó de su hijo don Antonio, el cual juró fidelidad al Rey y a España; siendo ya tres de sus hijos los que pertenecen a tan distinguida institución.

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   A continuación, damos cuenta de los nuevos Caballeros y Damas que fueron recibidos en el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid (por el mismo orden de la jura):

   Ilmos. Señores D. Antonio de Ceballos-Escalera y Moyano; D. Alberto de Satrústegui y Pérez-Caballero; D. Jorge de Barriobero y de la Peña, Barón de Río Tovía; D. Carlos Méndez de Vigo y Löwenstein-Wertheim-Rosenberg; D. Landolfo Ambrogio Caracciolo di Melissano y d’Aquino di Caramanico, Príncipe de Scanno y de Melissano, Duque de Barrea, Patricio de Nápoles; D. Manuel Gullón de Oñate, Conde de Tepa, gentilhombre de Su Santidad; D. Fernando Coello de Portugal y Mola; D. José Francisco y D. Alfonso Fanjul y Gómez-Mena.

  Damas, Ilmas. Sras. Dª María Dolores de la Campa y Alonso; Dª María Inés Fernández de Luanco y Muñoz; y Dª Fabiola Pinedo de Zúñiga y Noriega.

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 El Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid, fue fundado en 1782, siendo  el jefe supremo del Real Cuerpo es S.M. Felipe VI. Es copatrono San Ildefonso y se hace coincidir su festividad, el 23 de enero, con la imposición de manto de los nuevos caballeros, ceremonia que se efectúa todos los años en el Real Monasterio de La Encarnación. 

Para ingresar el pretendiente debe de presentar expediente donde pruebe la nobleza de sus dos primeros apellidos, paterno y materno, si bien a quienes ostentan títulos del reino solo se les exige la prueba del primer apellido y los grandes de España ingresan directamente. El Real Cuerpo es una de las corporaciones españolas donde la apreciación de los tres actos positivos de nobleza se realiza con mayor rigor y pulcritud.

Su insignia es una cruz púrpura formada por cuatro puntas de lanza y su venera un escudo cortado con las armas de Castilla y León, timbrado con un yelmo y rodeado de una cinta con el lema Ex virtute nobilitas, de evidentes resonancias ilustradas.

Placa del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid

Placa del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid

SAN ILDEFONSO

San Idelfonso por El Greco

   San Ildefonso nació en Toledo en el 607, durante el reinado de Witerico, de estirpe germánica, era miembro de una de las distintas familias regias visigodas. Según una tradición que recoge Nicolás Antonio (Bibliotheca Hispana Vetus, PL 96,11), fue sobrino del obispo de Toledo San Eugenio III, quien comenzó su educación.

   Por el estilo de sus escritos y por los juicios emitidos en su De viris illustribus sobre los personajes que menciona, se deduce que recibió una brillante formación literaria. Según su propio testimonio fue ordenado de diácono (ca. 632-633) por Eladio, obispo de Toledo (De vir. ill. 7: PL 96,202). En un pasaje interpolado del Elogium, se dice que siendo aún muy niño, ingresó en el Monasterio de Agali o agaliense, en los arrabales de Toledo, contra la voluntad de sus padres. Más adelanté se afirma que «se deleitaba con la vida de los monjes», frase que debe interpretarse siguiendo a Flórez (V,276) en el sentido de que desde niño se inclinó al estado religioso.

   Ildefonso estuvo muy vinculado a este monasterio, como él mismo recuerda al hablar de Eladio, y como se deduce del De vir. ill. con el que pretende exaltar la sede toledana y quizá mostrar el papel privilegiado que correspondía al monasterio Agaliense. Estando ya en el monasterio, funda un convento de religiosas dotándolo con los bienes que hereda, y en fecha desconocida (650?), es elegido abad. Firma entre los abades en los Concilios VIII y IX de Toledo, no encontrándose su firma, en cambio, en el X (656). Muerto el obispo Eugenio III es elegido obispo de Toledo el a. 657, y según el Elogium obligado a ocupar su sede por el rey Rescenvinto.

   En la correspondencia mantenida con Quirico, obispo de Barcelona, se lamenta de las dificultades de su época. A ellas atribuye el Elogium que dejase incompletos algunos escritos. Muere el 667, siendo sepultado en la iglesia de Santa Leocadia de Toledo, y posteriormente trasladado a Zamora.

24 01, 2016

Millán Astray usó el código samurai para crear la Legión española

Por |2020-11-13T03:40:27+01:00domingo, enero 24, 2016|

D. Alfredo López Ares, colaborador habitual del Blog, nos remite este artículo para su publicación en el Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria. 

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Madrid – 20/10/2015

Millán Astray usó el código samurai para crear la Legión española

El cojo, manco y tuerto Millán Astray usó las directrices de estos guerreros japoneses -presentes en el Bushido- para idear una de las unidades más famosas de la historia

José Millán Astray y Terreros, ideólogo de la Legión española - Archivo

José Millán Astray y Terreros, ideólogo de la Legión española 

Aguerrido, valiente, duro como una roca ante las adversidades, y dispuesto a dar la vida por cada uno de sus compañeros. Cuando -hace casi un siglo- la Legión llegó a este mundo alumbrada por el cojo, manco y tuerto Millán Astray, todo aquel que se unía a sus filas debía saber que entraba en una de las unidades de élite de la época y que adquiría una serie de compromisos -como los anteriormente explicados- con el ejército de Alfonso XIII. Su vida, a partir de ese momento, pasaba a ser casi como la de un samurái. O al menos así lo entendía su creador quien, según dejó sobre blanco en varios textos, ideó dicha unidad teniendo en la mente el Bushido, un libro que explicaba pormenorizadamente los principios de dichos guerreros japoneses. La obra, según se dice, le marcó tanto que no dudaba en repasarla noche tras noche para intentar exprimir hasta la última gota de su sabiduría.

A pesar de que la fundación de esta unidad se sucedió en 1920, su historia está este 2015 de actualidad. Y es que, en primer lugar, el pasado septiembre se celebró el 95 aniversario de su creación (la cual se realizó con el objetivo de idear un grupo de soldados de élite capaces de enfrentarse a los nativos en la Guerra del Rif). Por otro lado, el calendario no ha avanzado ni una semana desde que varios grupos de legionarios desfilaran –chapiri sobre la cabeza y fusil G-36 al hombro- frente a Don Felipe y Doña Letizia por las calles de la capital durante la Fiesta Nacional del 12 de octubre. Y todo ello, portando a sus espaldas casi un siglo de historia en la que se incluyen desde heroicos combates en el norte de África hasta la defensa de Melilla a sangre y fuego.

La creación de la Legión

Para hablar del nacimiento de la Legión es necesario referirse a José Millán Astray y Terreros, un gallego que, con apenas 15 años de edad, ingresó en la Escuela Superior de Guerra en 1894. Destinado primero en Filipinas y posteriormente en Marruecos (donde España andaba a bofetones con los rifeños por el control del territorio), este militar se percató de que la contienda sucedida en el norte de África no traía más que calentamientos de cabeza para la Península. Y es que, al hacer falta combatientes que se enfrentaran a los nativos, se había decidido enviar desde la metrópoli a decenas de soldados extremadamente jóvenes sin ninguna preparación militar para, mediante gónadas, dar de fusilazos a los lugareños. La idea no pudo ser peor pues, aunque los moros estaban mal armados, contaban con un mejor conocimiento del terreno y hostigaban y asesinaban constantemente a los militares bisoños (novatos, que diríamos en la actualidad).

«La Guerra de Marruecos era extraordinariamente impopular. Los reclutas eran enviados con poca preparación, poca comida, poco equipo… Además, desde España la población tenía la impresión de que perder soldados allí no ayudaba en nada en la Península. Es decir, un español de a pie creía que luchar en Marruecos solo traía penurias», explica, en declaraciones a ABC, Luis E. Togores, historiador experto en Historia militar y autor de «Millán Astray. Legionario». De la misma opinión es Guillermo Rocafort, ex legionario y estudioso de la unidad: «El problema era el sistema de levas. Los soldados acudían forzosos al Norte de África».

En esas andaban los militares (en una situación desesperada, pues sufrían constantemente las críticas de la prensa y de la población) cuando se planteó la necesidad de profesionalizar a los soldados que se desplazaban hasta la región. Así fue como nacieron los Tabores de Regulares, grupos formados por indígenas que, a las órdenes de oficiales españoles, servían de fuerza de choque contra los rifeños.

Sin embargo, su carácter de nativos no inspiraba demasiada confianza en los oficiales españoles, que sospechaban que les dejarían «colgados» cuando la situación se pusiese negra. Así pues, cuando apenas contaba con 26 primaveras a sus espaldas, Astray decidió proponer la creación de una unidad todavía más efectiva que, entrenada específicamente para resistir las penosas condiciones de África, se enfrentase a los rifeños hasta la muerte y estuviese siempre la vanguardia de las tropas españolas. «Hacía falta una unidad formada por europeos para detener aquella sangría. Un grupo de soldados que se moviera por unos valores y que no tuviera nada que ver con aquellos que hacían la “mili” en el Rif», completa Togores. Así fue como nació la Legión española.

Astray, durante su juventud

Astray, durante su juventud

La unidad nació en principio con el nombre de Tercio de Extranjeros, pues permitía la incorporación no solo de españoles, sino de cualquiera que pudiese enfrentarse al enemigo. «Un extranjero vale por dos soldados, uno español que ahorra y otro extranjero que se incorpora», solía decir Millán Astray. A su vez, y como sucedía en la Legión francesa, se estableció que cualquiera que quisiera podría inscribirse. Independientemente de sus antecedentes penales o de las maldades que hubiese hecho anteriormente.

«Astray era hijo de un director de prisiones que le inculcó la idea de que se podía reinsertar a los criminales en la sociedad. Por ello, en la Legión no importaba tu vida anterior. Todos podían acceder, desde los que huían de la política, hasta los que huían de una mujer (que los hubo) pasando por los que tenían una vida vacía. Esto se facilitaba no pidiendo un nombre real a los reclutas», destaca Togores.

De hecho, no fueron pocos los criminales políticos que prefirieron arriesgarse a dejarse la vida en el Norte de África que apostar por quedarse en España y ser atravesados por algún que otro cuchillo enemigo. «Curiosamente, unos de los primeros legionarios fueron anarquistas catalanes», destaca Rocafort. ¿Qué era lo que anhelaba Astray con esta medida? Lo primero era, como es lógico, llenar la Legión hasta los topes de combatientes. No obstante, y según los expertos, también pretendía buscar el perdón para todos aquellos que no estuvieran en paz con la justicia.

«Buscaba la redención, que los criminales llegaran al reino de los cielos mediante la Legión. Tenía esa visión católica de que todo el mundo puede ser salvado y solía afirmar que podía cambiar a todos ellos y convertirles en verdaderos patriotas, en la flor y nata de la infantería española. Además, les ofrecía dignidad, una nueva vida que empezaba a partir de entonces…», destaca el ex legionario.

Los Tercios y la Legión francesa

Sobre blanco, la teoría quedaba impoluta. Había que formar una unidad que fuese siempre en vanguardia y se enfrentase antes que ninguna otra a los rifeños. Sin embargo, conseguir esto en la práctica era, cuanto menos, dificultoso. Y es que, no todo el mundo estaba dispuesto a dejarse las gónadas en un desierto perdido de la mano de Dios para salvar la vida de unos reclutas bisoños que apenas sabían atarse las botas sin ayuda. No obstante, Astray –que no andaba falto de ideas a pesar de no llegar a la treintena- señaló que había que rodear a esta unidad de una mística increíble para que, todo aquel que entrase a formar parte de ella, se sintiese comprometido a dejarse la vida por España. Por ello, se basó en los antiguos Tercios para imbuir en la mente de los combatientes la idea de que, como antaño se hiciera en Flandes, allá por el siglo XVI, había que dejarse hasta la última gota de sangre por el monarca hispano.

Astray, junto a Francisco Franco

Astray, junto a Francisco Franco

El primer paso de Millán Astray fue dar un nombre a la Legión que recordase a aquellas unidades: «Tercio de extranjeros». Resultó perfecto, pues –con dicho término- se aunaba el nombre tan conocido gracias a los libros de las unidades al servicio de los Austrias y se daba a entender que –como pasaba ya por entonces- estarían formados en buena medida de foráneos. Posteriormente, y tal y como explica Togores a ABC, se usaron como modelo las cornetas y los tambores de los Tercios presentes en el Museo del Ejército para crear los de este nuevo grupo de combatientes. Estos detalles eran básicos para que naciera la mística. Todo ello se basaba además en el modelo organizativo de otros grandes ejércitos europeos de probada eficacia. «Su intención era crear un cuerpo militar al estilo de la Legión Extranjera francesa, con el espíritu combativo de los tagalos filipinos, por eso Millán Astray copió el modelo francés, del que eran partidarios otros grande militares españoles», afirma a ABC José M. Fernández Caamaño, coautor de «José Millán Astray, el coruñés que fundó la Legión».

Podría parecer que nadie se tragaría esta «milonga», pero lo cierto es que a Millán Astray no le pudo ir mejor. «Era un gran publicista, un personaje bastante teatral. Hay que tener en cuenta que, por entonces, no se había ideado la comunicación a través de la televisión, por lo que personajes como este militar, con capacidad para hablar en público, eran muy apreciados. Fue además muy bueno vendiéndola y rápidamente se puso de moda. A los pocos días de fundarla acudieron personas de todo el mundo a alistarse. Además, en aquella época el discurso de dar la vida por unos ideales estaba de moda. Su discurso caló en la gente, como caló en su momento el de Mussolini», añade Togores a ABC.

El Bushido

La valentía y multiculturalidad de los Tercios españoles, la organización de la Legión francesa y el espíritu de los tagales (una etnia filipina). Todos estos elementos fueron claves para Millán Astray a la hora de elaborar la Legión. Sin embargo, hubo uno aún más determinante si cabe. Este fue el Bushido, un texto que recogía la esencia de la vida del samurais japonés y que fue escrito (o recopilado) en 1895 por Inazo Nitobé, un catedrático de la Universidad Imperial de Tokio. Desde que el miliar español leyó su traducción al francés, quedó prendado de sus enseñanzas.

De hecho, cuando se pasó al castellano, él fue el encargado de hacer el prólogo. Lo definió del siguiente modo: «El Bushido es el código de moral ascética de los samurais —antiguos guerreros medievales—; su origen es antiquísimo, quizá de hace varios miles de años. Se ajusta a las virtudes del alma japonesa: caballerosa, guerrera, sencilla, de culto profundo a los antepasados y veneración religiosa a su Emperador, que representa para ellos a Dios y a la Patria

[…] El Bushido se inspira en reglas de la más pura moral e iguala en su práctica, como el Cristianismo, a todos los hombres, sin separaciones ni privilegios de casta ni edades».

Tal fue su fascinación por esta obra que Millán Astray quiso impregnar con sus ideas a los soldados de la Legión. Lo cierto es que no era algo extraño, pues las enseñanzas de este libro oriental eran similares en esencia a las que podía impartir la religión católica.

«El Bushido era lo equivalente a los viejos manuales de caballería. Era un código de filosofía de vida. Una forma de afrontar la muerte. Tenía unos valores castrenses muy marcados, pero era en esencia una especie de tratado existencial.. Fue más o menos como los códigos de caballería del rey., Los mismos principios, pero basados por el tamiz oriental», completa Togores. De entre ellos, el que más le atrajo era el que afirmaba que el samurai no sentía miedo ante la muerte y que estaba dispuesto a entregarla por su señor. Ese principio lo dejaría el gallego grabado a fuego en la nueva unidad, a cuyos miembros se les conocería como los «novios de la muerte».

Varios militares atienden a Millán Astray mientras este pronuncia un discurso

Varios militares atienden a Millán Astray mientras este pronuncia un discurso

A día de hoy se desconoce exactamente cuándo comenzó la relación de Astray con el Bushido, pero la mayoría de las teorías sentencian que fue durante su estancia en Filipinas, cuando no era más que un soldado ansioso de defender los intereses de su país al otro lado del mundo. Así lo cree Rocafort, quien es partidario de que se empapó de la cultura oriental en esta región. Caamaño coincide: «Comenzó a interesarse durante la campaña de la I Gran Guerra, su principal preocupación radicaba en crear un cuerpo de combate de la nada, sus armas, propiciar las tesis del Bushido basado en la mentalidad Occidental, lográndolo gracias a su persuasión de gran orador», determina en declaraciones a ABC. Togores es de la misma opinión: «El Bushido fue un ejercicio intelectual para Millán Astray, lo descubrió en Filipinas en la época en la que se creía que esta tierra iba a ser invadida por Japón».

Sea o no desde su estancia en Filipinas, lo cierto es que Millán Astray se sintió tan fascinado por el Bushido que, además de ser un libro que leía de forma recurrente y tenía siempre a mano en su mesita de noche, a partir de 1911 empezó a impartir sus enseñanzas (así como muchas otras) en la Academia de Infantería de Toledo, donde era profesor. El militar –según la mayoría de los historiadores- tenía tan interiorizadas las enseñanzas de los samuráis que, cuando creó la Legión , solo todo que revestir sus principios con esa pátina oriental que conocía desde hacía 15 años.

«La relación con el Bushido estaba preconcebida en su mente y la llevó a cabo cuando tuvo la luz verde para ejecutar el alistamiento y creación del Cuerpo de Voluntario de la Legión Extranjera. Supo extraer la parte más interesante para imbuir el espíritu legionario e inculcarlo a sus fuerzas de choque, demostrando al mundo la inteligencia y genio militar de uno de los Cuerpos de Ejército que más asombró a las naciones de Europa y América, desde su creación hasta la actualidad, pues sigue perviviendo en el fondo el mismo espíritu que inculcó», destaca, en este caso, Caamaño. De hecho, el propio Astray dejó constancia de ella en el prólogo que dedicó a este libro: «En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas a los cadetes de Infantería en el Alcázar de Toledo, cuando tuve el honor de ser maestro de ellos en los años 1911-1912».

Las enseñanzas del Bushido

Según señaló Millán Astray en su traducción, los principios básicos del Bushido pueden resumirse en cuatro:

1-«No dejarse sobrepasar por nadie en sus ideales».

2-«Servir al jefe supremo».

3-«Ser fiel a los padres».

4-«Ser piadoso y sacrificarse en bien de los demás».

A su vez, este texto contaría, siempre según el fundador de la Legión, con cuatro votos.

1-«La muerte».

2-«La fidelidad».

3-«La dignidad».

4-«La prudencia».

Las «pestes» impuestas por el Bushido (es decir, aquello que hay que evitar) son cuatro:

1-«El sueño».

2-«La disipación».

3-«La sensualidad».

4-«La avaricia».

Finalmente, este libro establece que hay que seguir un camino regido por los siguientes principios:

1-«Culto al honor».

2-«Culto al valor».

3-«Culto a la cortesía».

4-«Culto a la Patria».

Todos ellos, sin embargo, podían resumirse en la idea de que había que seguir el camino del samurai, un personaje mitificado por los libros que en el siglo XX causaba verdadera sensación entre los militares. «Un samurái luchaba por la defensa de su honor y el juramento al emperador, los legionarios luchaban por el honor dado en el juramento a la bandera y el Credo Legionario, es la muestra más palpable de su similitud, salvando las diferencias culturales entre ambas sociedades», explica Caamaño.

«Un samurai luchaba por la defensa de su honor y el juramento al emperador»

De estas reglas Millán Astray extrajo además la norma fundamental de todo legionario: la idea de que no había que sentir miedo ante la posibilidad de morir en batalla. Este principio se exacerbó hasta el máximo al señalar que los miembros de esta unidad eran auténticos «novios de la muerte». Todo ello, en base a las enseñanzas confucianas del Bushido. Una serie de principios que establecen que hay que morir por un bien superior sabiendo que, de esa forma, se consigue la vida eterna. Unas bases, por otro lado, patentes también en la religión católica.

«Al igual que el samurai se hacía el seppuku (mal llamado harakiri), los legionarios tenían que ser capaces de dar su vida por un bien superior. Pero eso no significa que sean amantes de la muerte. El grito de “viva la muerte” es en realidad un “viva la vida” de soldados a los que no les importa dar la vida por la Patria si es necesario», añade Togores. Rocafort, como ex legionario, es de la misma opinión: «La Legión es la muerte vestida con el uniforme de la infantería española. Lo que se pide a un legionario es que pueda, llegado el momento, morir por su patria. Millán Astray supo sintetizar muy bien esos tres puntos tras extraerlos del Bushido».

Así pues, para Milán Astray el legionario era, en esencia, un samurái, como bien dejó claro el propio militar en sus textos: «Y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión, con su espíritu legionario de combate y muerte, de disciplina y compañerismo, de amistad, de sufrimiento y durezade acudir al fuego. El legionario español es también samurai y practica las esencias del Bushido: Honor, Valor, Lealtad, Generosidad y Espíritu de Sacrificio. El legionario español ama el peligro y desprecia las riquezas».

24 01, 2016

«A ÉL DEVEMOS TODO»; artículo del Dr. D. JUAN CARTAYA BAÑOS

Por |2020-11-13T03:40:27+01:00domingo, enero 24, 2016|

Interesante artículo de D. JUAN CARTAYA BAÑOS, Doctor en Historia Moderna y Licenciado en Historia del Arte, publicado en el blog  «Aristocracias»  

Fuente original: http://aristo.hypotheses.org/2287

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23/01/2016 JUAN CARTAYA

«A ÉL DEVEMOS TODO»

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Michel Sittow: Fernando el Católico. Gemäldegalerie, Viena

   Así, con v en lugar de b, como Carlos V pronunciaría -bueno, escribiría- esta frase que según quiere la tradición dijo a su hijo, el futuro Felipe II, ante un retrato del Rey Católico (quién sabe si este de Michael Sittow, según parece el más realista y certero de todos los que en su día se realizaron de Fernando V de Castilla y Aragón).

   Su agudeza política, su inteligencia y su resolución -celebradas por Maquiavelo o por Gracián-, que hoy celebramos en el aniversario de los 500 años de su muerte en Madrigalejo -hace un par de días celebrábamos el feliz natalicio de Carlos III- permitió crear y dar forma a la entidad que hoy llamamos España, aunque esa unidad pudo verse más que comprometida debido a su afanosa búsqueda de un heredero para su reino de Aragón, una vez viudo de Isabel de Castilla. 

  En cualquier caso aquí van, como siempre, varios enlaces sobre el tema: los dos tomos (uno y dos) de la Historia del Rey Fernando el Católico, del cronista Jerónimo de Zurita; su testamento, cambiado poco antes de su muerte para asegurar la sucesión en su nieto Carlos; y un ensayo sobre su vis política de la mano de diversos académicos de la RAH, con ocasión de la recepción en la misma de don Juan Pérez de Guzmán (1906).

   Y el consejo de que no dejen de leer las últimas biografías publicadas sobre el rey: la excelente de Luis Suárez Fernández, maestro de historiadores y de medievalistas, y la divulgativa y amena del hispanista Henry Kamen. Así es que como siempre: a aprender y a disfrutar.

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Sevilla, 1965. Doctor en Historia Moderna y Licenciado en Historia del Arte. De las Academias Andaluza de la Historia y Belgo-Espagnole d\’Histoire. Pertenece al Centro de Estudios Históricos de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Dentro del grupo de investigación del PAI de la Universidad de Sevilla y de la Junta de Andalucía HUM202, especializado en historia social y de las instituciones, su línea de trabajo es el estudio de las élites sevillanas en los siglos XVI y XVII.

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