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1 11, 2015

CEREMONIAL DEL ACTO DE ENTREGA DEL HALCÓN MALTÉS AL VIRREY DE SICILIA; por D. Antonio de Castro y García de Tejada

Por |2020-11-13T03:41:03+01:00domingo, noviembre 1, 2015|

 Publicamos con mucho gusto, este interesantísimo y documentado artículo, que nos remite como autor del mismo, D. Antonio de Castro y García de Tejada, sobre el «Ceremonial del Acto de Entrega del Halcón Maltés al Virrey de Sicilia».

   Y lo publicamos precisamente hoy día 1 de noviembre, en atención a que en esa fecha el rey Carlos ordenó la entrega del halcón maltés por parte de los caballeros de Malta al virrey de Sicilia, por parte de los caballeros como tributo de feudación..

   Como la ceremonia se celebraba todos los años el  primero de noviembre, día de Todos los Santos, es por lo que se ha creído conveniente publicar el artículo en esa fecha.

     Espero que le guste. En el artículo se trascriben documentos hasta la fecha desconocidos.

ORDEN DE MALTA

cruzmalta

CEREMONIAL DEL ACTO DE ENTREGA DEL HALCÓN MALTÉS AL VIRREY DE SICILIA

(Año 1.760)

Por Antonio de Castro y García de Tejada

Halconero Mayor del Reino y

del Subpriorato Español de San Jorge y Santiago de la Soberana Orden de Malta

Halconero del siglo XVI

Halconero del siglo XVI

  Como quiera que el Rey Carlos I de España cedió la Isla de Malta a los Caballeros de la Religión de S. Juan como rey de las Dos Sicilias, conviene, si breve, un acercamiento a la historia de este  antiguo reino que caminó compartiendo la historia de España desde finales del siglo XIII hasta bien entrado el siglo XVIII.  No obstante, debo matizar, que si bien separado entonces de la Monarquía Universal Hispánica, siguió formando parte del patrimonio de la rama española de la Casa de Borbón hasta la creación del nuevo reino de Italia un siglo después.

 Sicilia hasta el siglo XI, se encontró habitada por población sarracena, a quienes les fue arrebatada por los herederos de Tancredo de Hauteville, cuyo nieto Roger II, fue en 1.130 reconocido por el papado como primer rey de Sicilia. A la muerte de Guillermo II el Bueno, nieto del mencionado, y tras enfrentarse con el pueblo de Sicilia partidario de Tancredo, primo del difunto Guillermo,  heredó el reino su tía Constanza, esposa del emperador Enrique VI  (d.1.197). El poder y la influencia de la familia Hohenstauffen se impuso sobre la voluntad de los sicilianos, consiguiendo imponer su dinastía. De esta casa imperial, destacaremos al rey Federico I de Sicilia, II en el Sacro Imperio Romano Germánico (d. 1.250), quien fue una singular personalidad en su época. Apasionado de la cetrería y autor de la magna obra cetrera “De arte venandi cum avibus” se le atribuye  la frase, muy apreciada por los halconeros modernos, de que un día sin cetrería era un día perdido. Buen poeta, se le considera el fundador de la literatura vernácula italiana. Su enfrentamiento con la Iglesia y el Papado fueron manifiestos, hasta el punto de que el papa Clemente IV, hizo todo lo que estuvo en su mano para destronar a esta dinastía, apoyando las pretensiones de la Casa de Anjou al mencionado reino.

 El ajusticiamiento de Conradino de Hohenstauffen en 1.268 por Carlos de Anjou, coronado rey de Sicilia y de Nápoles, provocó la famosa jornada conocida como las Vísperas Sicilianas y la separación de las Sicilias. Tras estos sangrientos episodios, el pueblo de Sicilia – que no perdonó a Carlos el asesinato de Conradino – ofreció el reino a D. Pedro de Aragón, casado con Constanza de Hohenstauffen, hija de Manfredo, heredero bastardo de Federico II. Aunque Nápoles queda bajo la dinastía de los Anjou, Sicilia desde finales del siglo XIII pasa a la corona de Aragón y aunque durante el siglo XIV, se producen enfrentamientos entre los herederos de Pedro III de Aragón, terminó imponiéndose la línea de Martín II de Trastamara. Posteriormente, tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón, Sicilia se incorpora a la gran dinastía hispánica creada tras el matrimonio de los Reyes Católicos. D. Felipe V la pierde tras la Guerra de Sucesión en 1.713. Desde esta última fecha hasta 1720, perteneció a la Casa de Saboya y más tarde, hasta el año 1.735, a la Casa de Austria. El Rey Felipe V, influido por su esposa Isabel de Farnesio, quien pretendió un trono para cada uno de sus hijos, ayudó a su hijo Carlos que reinaba en Nápoles a recuperar Sicilia. Cuando a la muerte de su hermanastro D. Fernando VI, D. Carlos de Nápoles y Sicilia vuelve a España como Rey deja los reinos de Nápoles y Sicilia a su  segundo hijo D. Fernando, que reinó como Fernando IV de Nápoles y III de Sicilia y posteriormente como I de las Dos Sicilias.

   Es importante constatar que en la donación1 de la isla de Malta a los caballeros de san Juan, Carlos I de España no cedió el archipiélago con total soberanía sino que  tras complejas negociaciones reservó para la corona española, además del tributo anual del halcón de cetrería, el nombramiento de obispo, y en consideración a sus dominios en Italia, reservó a los de esta Lengua, la dignidad de Almirante de la flota de la Orden. En el siglo XVI, el halcón se entregaba al virrey de Sicilia en el día de Todos los Santos. En siglos posteriores se entregó directamente al rey en la Corte de Madrid, como se constata en diversos documentos  que se conservan  en el archivo de Simancas y entre otros en el pasaporte librado en 1.725 al Comendador Jordi de Montaner2. También se cita esta prerrogativa de la corona española en el memorial3 elevado por el Condestable de Castilla al rey Carlos III de España, al solicitar el restablecimiento de la Real Caza de Volatería.

 Conocemos el ceremonial del pleito de homenaje y entrega del halcón maltés por diversos  documentos custodiados en el mencionado archivo, si bien el de más riqueza descriptiva es el que describe la ceremonia celebrada el 22 de julio de 1.760 en Palermo y que se desarrolló siguiendo el siguiente protocolo:

 RELACION DE LA INVESTIDURA DE LA ISLA DE MALTA4

 Dada por el Señor Virrey de Sicilia en nombre de S. M. Siciliana al Gran Maestro de la Orden Gerosolimitano; y de juramento de Devoto Homenaje prestado por el mismo por medio de su embajador el dia 22 de julio 1.760.- Palermo- junto a Stefano Amato. Con permiso de los superiores.

 Habiendo el Gran Maestro de Malta hecho pasar a este puerto la escuadra de sus cuatro galeras, destinando su General y Comendador Fr. D. Pascual Gaetani de Aragona a presentarse a este Señor Virrey, para recibir de sus manos, como procurador de S. M. Siciliana, la investidura de las islas de Malta, Gozzo y el Castillo de Trípoli; y prestar además en nombre de la Religión el juramento de fidelidad y de voto homenaje; adornado a tal efecto el sobredicho Comendador de suficiente poder de  procuración; se celebró el día 29 de julio de la forma siguiente:

 Envió S. E. el Señor Virrey al Comendador una carroza de seis caballos con dos cocheros, en la cual, el sobredicho Comendador acompañado por el príncipe de Butera, por quien fue también asistido en toda la función, se trasladó al Regio Palacio, acompañado por los más nobles de esta capital así como de la Orden de Jerusalén.

 Al llegar la carroza al Regio Palacio, la compañía de la guardia se colocó en posición de armas, el tambor tocó la marcha hasta que el Comendador entró en el portón, donde los centinelas le presentaron armas; que son los mismos honores de la presentación de armas que realiza la tropa al salir y entrar el Virrey; bien entendido que la distinción de tal honor de presentación de armas se le hizo como capitán general que es, de una de las provincias del Reino de Nápoles, elegido por Real gracia de S. M. Subiendo las escaleras al salón, los alabarderos se pusieron en su sala en fila con las propias armas en mano y los Volantes y Patrulla del Virrey hicieron lo mismo en su sala.

 Los caballeros del Comendador se quedaron en el salón y los pajes pasaron a la primera antecámara, y a la puerta inmediata a la sala de los alabarderos llegó el Comendador acompañado de dos gentileshombres de S. E. y de allí pasando a la cámara de la audiencia, encontró en la antecámara anterior a los pajes puestos en fila.

 Estaba el Señor Virrey bajo el dosel en pie con silla a su espalda, almohadón a sus pies; delante había un pequeño buffete con su almohadón, sobre el cual estaba el libro de los Evangelios con el santísimo crucifijo y a los pies del buffete había otra almohadilla para uso del Comendador, donde arrodillado debía de prestar el juramento.

 Su excelencia el Señor Virrey estaba asistido por todo el Sacro Real Consejo, situado a un lado del trono. El protonotario estaba a la derecha de S. E. y precisamente delante del buffete sobredicho y al mismo lado, un poco más atrás, estaba el capitán de la guardia de S. E.

 Habiendo entrado el Comendador en la cámara de la audiencia, después de las acostumbradas reverencias al Señor Virrey, invitado por éste, subió la pequeña escalera del trono, hizo el cumplido a S. E. que entonces se cubrió e igualmente se cubrieron el Comendador y el Protonotario, juntamente con el Sacro Regio Consejo, habiendo podido haber hecho lo mismo los asistentes que suelen cubrirse delante del Señor Virrey.

 Después de esto el Comendador expuso la embajada en nombre de la Religión, alegrándose de la sucesión de este reino por la majestad de Fernando IV, nuestro Señor, a lo que correspondió el virrey en términos de gratitud y asegurando el Comendador que se encontraba en todo feudatario al Real trono de S. M.

 Después de esto, habiendo presentado el Comendador la cédula del juramento al susodicho protonotario del Reino D. Ignacio Papé Duque de Giampilieri, por orden del Señor Virrey fue leída del tenor siguiente; permaneciendo el Señor Virrey con todo el Ministerio y el Comendador en pie, después de haber entregado su capelo al portero de la cámara:

 Yo fray Pascual Gaetani de Aragona, Prefecto General de las armas marítimas de la Orden, procurador y nuncio especialmente destinado para estas cosas, por el eminentísimo y reverendísimo Señor fray Manuel Pinto, Gran Maestro de la sagrada casa del Hospital de Jerusalén y a todos los sucesores en el maestrazgo, a toda la Orden y al convento de la misma casa y a mí mismo y a Vos ilustrísimo y Excelentísimo don Juan Fogliano de Aragona, Marqués de Pellegrino y Valdemozola, Barón de Vico, Ponte, Alvarola, Riva y Carmiano, Señor de Castrinovi y Vichizolo,etc., Caballero de la Real Orden de San Genaro, Comendador en la Constantiniana de San Jorge, con sala y ejercicio de su sagrada Real Majestad; en este reino de la Sicilia ulterior y las islas adyacentes Prorrey y Capitán General, y en esta (Palermo), representando la persona de la sagrada regia Majestad FERNANDO, rey invictísimo de ambas Sicilias y Jerusalén, solemnemente presto y prometo juramento de homenaje y fidelidad según la forma del Privilegio por Dios y la cruz del Señor Nuestro Jesucristo y sus sagrados cuatro Evangelios, tocados por mí corporalmente, por las almas de mis principales, y de mí mismo, (prometo) tener, luchar y reconocer el Feudo noble, libre y franco, conforme a los pactos y condiciones contenidos en el Privilegio de la concesión hecha por la cesárea Majestad de Carlos V Emperador de romanos, dada en Castello Franco el día 23 de marzo de la tercera Indicción 1530; ejecutado en la ciudad de Messina el día primero de junio de predicha tercera Indicción; y por la católica Majestad de Felipe II rey de las Españas, de las Dos Sicilias y Jerusalén, etc. dado en Bruselas de Brabante el día 27 de junio, de la segunda Indicción de 1559; ejecutado en  Palermo el día 14 de febrero de la tercera Indicción de 1560 por la misma sacra regia Majestad, y después de él felices y luengos días a los sucesores en el reino; concedidas las islas de Meliveti y Gaudisi, y también la ciudad y el castro de Trípoli, al dicho gran maestro, a los sucesores y al convento predichos, por la dicha cesárea Majestad de Carlos V emperador de los romanos. Y también se tenga relación de observar todas y cada una de las cosas que se contienen en concreto en el cesáreo y regio Privilegio de la cesión del mismo.

 Estando presentes para toda y cada una de estas cosas, el ilustre marqués Don Vincencio Natoli, presidente del Tribunal regio del patrimonio, el ilustre marqués Don Angelo Cavalcanti Consultor de S. E., y el ilustre marqués Don José Asmundo Paternó Presidente del Tribunal del consistorio de la sacra real Conciencia, y otros muchos en número suficiente. Acabada la lectura y arrodillado el Comendador delante del buffete y puestas sus manos sobre los Evangelios, y la cruz, prestó el juramento de fidelidad y de voto homenaje, conforme a la susodicha fórmula de la Cédula respondiendo ASÍ LO JURO, y besando los Evangelios y la cruz.

 Con la circunstancia que después de tan solemne función, el Comendador estaba adornado del Poder para la presentación del Tributo anual del Halcón, que solía practicarse el día primero de noviembre, y que en esta ocasión era presentado anticipadamente (el halcón) en nombre del Gran Maestro al Señor Virrey, que tomándolo en su mano (en nombre del Católico rey de las Españas), de nuevo respondió en términos de gratitud.

 Terminado con esto el acto, haciendo nuevamente el Comendador reverencia al Señor Virrey, se volvió en la misma forma y con el mismo acompañamiento.

El halcón Maltés (propiedad actual de S.M. el rey), en la catedral de San Juan de Malta

El halcón Maltés (propiedad actual de S.M. el rey), en la catedral de San Juan de Malta

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Lúa y capirorote

Lúa y capirorote

Notas

 1.- Archivo General de Simancas. Secretaría de Estado. Reino de las Dos Sicilias. Siglo XVIII. Legajo 6148, número 10. “Copia de la Certificación de la Cession que hizo el Sr Emperador Carlos 5º de la Ysla de Malta a la Religión de San Juan en 23 de marzo del año 1530. “Nos, Carlos V por la divina clemencia emperador de romanos, siempre augusto; Juana, y el mismo Carlos por la gracia de Dios Rey de Castilla, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de León, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córcega, de Menorca, de Jaén,de los Algarbes, de Argel, de Gibraltar, de las Islas Canarias, y de las Indias, de Tierra firme y del Océano, Archiduque de Austria; Duque de Borgoña, de Brabante,etc.; Duque de Atenas y de Neopatria; Conde de Rosellón y de Cerdeña; Marqués de Oripono y de Gocciano, salud y amistad a los noble caballeros de San Juan de Jerusalén.

 Para restaurar y restablecer el convento, la Orden y la religión del hospital de San Juan de Jerusalén, y á fin de que el muy venerable Gran Maestre de la Orden y nuestros muy amados hijos los priores, bailíos, comendadores y caballeros de dicha Orden, que, desde la pérdida de Rodas, de donde fueron arrojados por la violencia de los turcos después de un terrible sitio, puedan encontrar una residencia fija, luego de haber estado errantes durante muchos años, y para que puedan celebrar tranquilamente las funciones de su Religión para generar beneficio de la república cristiana, y emplear sus fuerzas y sus armas contra los pérfidos enemigos de la Santa Fé, por el particular afecto que tenemos a dicha Orden, hemos voluntariamente resuelto darle un lugar, donde puedan encontrar una residencia fija, para que no vuelvan a verse obligados a errar de un lado a otro.

 Así, por el tenor y en virtud de las presentes letras, de nuestra propia ciencia y autoridad Real…Hemos cedido a perpetuidad y voluntariamente dado al dicho reverendísimo Gran Maestre de la citada Orden, y a la dicha Religión de San Juan de Jerusalén, como feudo noble, libre y franco, los castillos, plazas e islas de Trípoli, Malta y Gozzo…Con la condición sin embargo de que en lo futuro lo conservarán como feudo nuestro, en calidad de Rey de las Dos Sicilias (como dominio del reino de Aragón, n. del a.)y de nuestros sucesores en dicho reino, sin estar obligados á otra cosa que á dar todos los años, en el día de Todos los Santos un halcón que deberán poner en manos del Virrey o Presidente que entonces gobierne dicho reino…”

 2.- La Orden de Malta, Mallorca y el Mediterráneo, Editado por la Soberana Orden de Malta, delegación de Baleares, Sa Llonja, Palma, septiembre de 2000, Página 46

  3.- Archivo Histórico Nacional. Sección Nobleza. Archivo Duque de Frías. Sección Volatería. Memorial del Señor Duque de Frías al Rey Carlos III.

 “Señor, por Real Decreto de 16 de Diciembre de 1748, se sirvió el Rey D. Fernando el VI (que está en Gloria) mandar que por hallarse informado de los gravámenes y perjuicios que resultaban a sus vasallos en la manutención de la Real Caza de Volatería y a la Real Hacienda, deseando por todos los medios atender a aquellos cuidando de ésta, venía en extinguir esta clase de caza, conservando a sus individuos la mitad de los sueldos que gozaban y que debían percibir, como lo hacen de la tesorería general quedando privados de todos los privilegios que disfrutaban.

 Esta paternal resolución, que no exceptuó la Real diversión, por el alivio de sus vasallos tuvo eficacia por la impresión que causó en su Real noticia sobre que los individuos de esta Real Caza de Volatería gozaban desde su inmemorial origen de excesivos privilegio, pues ni Concejo, ni Tribunal alguno, más que el Halconero Mayor o su Teniente, y por delegación de la Real Junta de Obras y Bosques, podía conocer de sus causas, tanto civiles como criminales y, que siendo tan grande el número de halconeros con sueldo y el abuso en el nombramiento de honorarios impedía la buena administración de justicia. Además de esto había que considerar la extorsión a los labradores y trajineros, tomándoles los cazadores cuantas gallinas necesitaban o querían con el motivo de cebar a sus halcones pagando por ellas sólo dos reales y medio gracias a las reales Cédulas que enseñaban y además cuantas palomas querían sin pagar nada por ellas.

No parece necesario Señor esforzarse en acreditar la antigüedad y beneficios de esta Real diversión, además de la prerrogativas de esta Corona de recibir de la Orden de S. Juan anualmente halcones de la isla de Malta, así como la práctica de la cetrería por todos los Reyes y Príncipes de la Europa, tanto es así que esta caza se titula de cetrería por se propia de los cetros, por tanto, pocas ponderaciones necesita, y sólo parece manifiesta que a lo que Su Majestad se ponderaron perjuicios no eran tanto atendiendo a que si los halconeros gozaban de sus privilegios o fueros también lo tienen todos los demás servidores de la Real familia. Además los halconeros mantenían un asesor para lo jurídico así como un Jefe para lo económico y gubernativo por lo que el desorden no era tal como a Vuestra Majestad se expuso. En cuanto al número de halconeros tampoco era tan abultado pues los de sueldo no podían ser más de 35,contando con el Halconero Mayor y su Teniente y los honorarios no podían superar los 50 dentro y fuera de la Corte , los cuales servían  con sus caballos siempre que ejercitaban la caza y, los de fuera se ocupaban de prender halcones para el servicio de ella, siendo el gasto anual que sufría la real Hacienda  por esta Real Caza de Volatería de 95.235 reales por no gozar sueldo el Cazador Mayor y su Teniente.”

Más adelante, el Condestable expone sus sentimientos ante la desaparición del Real Cuerpo de Halconeros de esta forma tan sentida:

«A esta humilde, cuanto verífica exposición, se añade el dolor que causa ver se haya de perder en España el arte tan prolijo y casi sobrenatural con que se domestican, ceban, cazan, cuidan y curan estas aves, por su naturaleza feroces y carniceras, criadas a su libertad en el aire para ponerlas en estado de estar obedientes al hombre, pudiendo sin exageración decir no ejecuta otra obra en cuantas el arte hace brillar las preeminencias con que Dios los crió. Dándose la circunstancia que si este ejercicio se perdiese se perdiera su método. Olvidándose una diversión tan precisa como de ornato a la Real Corona, sin que pudiera salvarse con el método que pudiera mendigarse en las Cortes Extranjeras, porque el uso con el que en España se practica difiere tanto como que allí los príncipes se afanan y arriesgan para su logro y, acá se tiene reglada para la mayor seguridad de las Reales Personas. Hoy en día, además, se hace precisa esta Real diversión así porque pudiera disfrutarla la reina nuestra Señora con la mayor comodidad en los conejos, liebres y perdices mediante su Real afición y aunando el ejercicio de la equitación, como la bendición de la amada Real familia en sus menores edades fueron aficionados a este método, como ocurrió con los Serenísimos Señores hermanos y hermanas de Vuestra Majestad y con la Reina Madre que protegió este ejercicio hasta el exceso, lo que quizá puede ocasionar por la emulación su extinción, a vista del brillante estado en que estuvo, hasta el punto que el Rey de Dinamarca la obsequiaba con halcones que enviaba de aquel reino».

 Es muy conveniente señalar que aunque el Gremio de Halconeros de la Real Caza de Volatería desapareció como tal en el año 1.748, algunos halconeros quedaron adscritos al Real Gremio de Monteros, para mantener y custodiar los halcones que los Caballeros de San Juan enviaban al Rey de España. En la actualidad el Real Gremio de Halconeros ha sido recuperado con el Alto Patronazgo de S. M. el Rey,  a quien las Autoridades de la República de Malta, el 4 de septiembre de 2.005, enviaron a través de la Embajada de España un halcón de cetrería en conmemoración del 475 aniversario del establecimiento de este ancestral tributo. La recuperación de esta tradición fue promovida por el actual Real Gremio de Halconeros a quienes las Autoridades de la República de Malta comisionaron en La Valeta, para que entregaran el mencionado halcón, al que bautizaron con el nombre de Melita en recuerdo al nombre latino de la isla, a S. M. el Rey de España. El rey D. Juan Carlos aceptó el regalo e incluso agradeció el mismo en el Palacio de Oriente, cuando el Presidente de la República de Malta acudió a Madrid en visita oficial, en el año 2.006. En la actualidad, Melita se encuentra, por deseo expreso de S. M., bajo la custodia del Real Gremio de Halconeros de España. Esta recuperación histórica se vio en todo momento apoyada por la Armada Española y por el Honorable Consell de Mallorca. Una vez en la península, el Halcón del Rey fue presentado oficialmente en la Imperial Ciudad de Toledo, en homenaje al Rey Carlos I de España, quien cedió la isla y estableció el tributo.

  4.- Hidalguía. Año V. Septiembre – Octubre 1957. Número 24. Número dedicado a Cataluña, Parte III. Pág. 648. “Un documento para el mayor interés para la historia de la Orden de Malta.- Desde Sicilia nos remite el Sr. Barón de Ritano, el documento que a continuación transcribimos por la importancia que puede tener para la historia de la Orden de Malta, sus relaciones con España y el reino de las Dos Sicilias…”. Este documento en su origen viene enviado en italiano y latín. La traducción del mismo, que acompaña a este artículo, ha sido realizada por el autor, con la inestimable e imprescindible ayuda del capellán de su familia el Rvdo. Padre Agustino Recoleto D. Tirso Alesanco  Reinares, desde el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja), cuna de la lengua castellana, Patrimonio de la Humanidad.

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1 11, 2015

El secreto peor guardado de la historia de España: las mujeres guerreras «de puñal guardado en la liga»

Por |2020-11-13T03:41:04+01:00domingo, noviembre 1, 2015|

 D. Alfredo López Ares, colaborador de este blog de la Casa Troncal de Los Doce Linajes, nos remite este articulo para su publicación.

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El secreto peor guardado de la historia de España: las mujeres guerreras «de puñal guardado en la liga»

De la «Monja Alférez» a la gallega que mató a un abanderado inglés durante el ataque inglés de 1589 a La Coruña, son muchos los casos de mujeres que destacaron en el área militar en época donde su participación estaba limitada a casos de emergencia extrema

Pintura de Agustina de Aragó junto a una batería de artillería - Ferrer Dalmau

Pintura de Agustina de Aragó junto a una batería de artillería – Ferrer Dalmau

Entre la polémica surgida hace unos años con el vilipendiado Diccionario Biográfico Español, la entonces ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, añadió otro elemento crítico al alertar de que entre los volúmenes había una «escasísima presencia de mujeres» (solo un ocho por ciento de biografías) por lo que esperaba se revisasen «esos conceptos que no parecen muy contemporáneos». Obviamente la historia no puede plegarse a conceptos contemporáneos, ni es contemporáneo el peso que las mujeres han tenido en ella hasta fechas más recientes. Más allá de las Reinas, algunas nobles, poetisas, escritoras y pintoras, el bajo número de españolas célebres está condicionado por su escasa participación en la historia militar, un elemento que vertebra la trayectoria de cualquier país. Pocos imaginan, sin embargo, que en España los casos de mujeres guerreras –las que triunfaron en un terreno siempre vetado para ellas– son demasiados cómo para guardar el secreto.

«Difícil es disuadir a la mitad de los habitantes de Europa de que casi todas nuestras mujeres fuman y de que muchas llevan un puñal en la liga»

«A mí me han preguntado los extranjeros si en España se cazan leones; a mi me han explicado lo que es el té, suponiendo que no le había tomado ni visto nunca, (…). Difícil es disuadir a la mitad de los habitantes de Europa de que casi todas nuestras mujeres fuman y de que muchas llevan un puñal en la liga», escribía Juan Valera, novelista y diplomático, en 1868, sobre la percepción que se tenía de España en el extranjero. Eran los tópicos resultantes de la leyenda negra contra lo español y de varios siglos de aislamiento respecto a Europa, pero también suponía los resquicios de las mujeres que se destacaron como milicianas durante la Guerra de Independencia.

La mujer más destacada en la guerra fue Agustina Zaragoza Doménech«la Artillera», la heroína de los sitios de Zaragoza. Esta catalana se casó con un militar profesional trasladado a Zaragoza en medio de la guerra con los franceses. Entre el mito y la realidad, Agustina acudió a la puerta llamada del Portillo durante el sitio de Zaragoza en busca de su marido y acabó, por las circunstancias del combate, disparando un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, abrazaron la retirada al sufrir el disparo de Agustina. Nuevos defensores acudieron a tapar el boquete a tiempo, salvando la ciudad una vez más.

El capitán José Rebolledo de Palafox recompensó a la joven supuestamente con el distintivo de subteniente de la unidad de artillería, aunque probablemente todo se limitó a permitir que Agustina ingresara dentro del cuerpo como soldado raso. Sea como fuere, Agustina continuó en su empeño de defender su ciudad de los franceses vestida con enaguas y «con este atavío de aspecto de soldado». En algunas ocasiones incluso pegó sobre su labio un bigote postizo para incrementar su aire feroz. Tras dos meses de frenética resistencia, la ciudad maña no pudo aguantar la presión napoleónica y cayó irremediablemente. Después de Zaragoza, la artillera catalana también participó en el sitio de Tortosa, fue tomada prisionera por los franceses y, cuando fue liberada como parte de un intercambio de prisioneros, intervino en las batallas de los Arapiles y Vitoria. Sus gestas fueron contadas por el poeta Lord Byron, aunque sin dar su nombre, en la obra «Childe Harold’s Pilgrimage» publicada en 1812.

«Quen teña honra, que me siga»

Mientras Agustina se batía en Zaragoza contra los franceses, otras heroínas populares adquirieron gran peso durante la Guerra de Independencia. Así fue el caso de Manuela Malasaña –la joven madrileña que murió durante el levantamiento del 2 de mayo– o de Clara del Rey –que fue herida de muerte ese mismo día en el Parque de Artillería de Monteleón–. El relato nacional de una mujer guerrera que defiende su tierra frente a una invasión extranjera es, en cualquier caso, un mito recurrente en distintos países de Europa, pero además traza un antecedente directo con la historia de María Pita, la defensora de La Coruña en 1589 frente a la Contraarmada Inglesa. Tras el desastre de la Armada española en 1588, Isabel I de Inglaterra ordenó a Francis Drake lanzar un contraataque contra España, la conocida como «Contraarmada», que curiosamente tuvo un destino tan trágico como el de su precursora española.

Malasaña y su hija batiéndose contra los franceses, por Eugenio Álvarez Dumont- Museo del Prado

Malasaña y su hija batiéndose contra los franceses, por Eugenio Álvarez Dumont- Museo del Prado

A falta de la experiencia española para la organización de una operación de grandes dimensiones, que tampoco había servido de nada a éstos, la aventura de la escuadra inglesa acabó en un irremediable desastre. El primer objetivo fue La Coruña, que albergaba a algunos barcos supervivientes de la Empresa inglesa todavía en reparación. Y aunque los ingleses tomaron parte de la ciudad, la actuación heroica de las milicias, entre las que se contaba la popular María Pita, forzaron la huida de los extranjeros sin obtener botín. Cuando los ingleses abrieron una brecha en la muralla y comenzaron el asalto de la ciudad vieja, María Pita acudió a esta posición y mató a un alférez inglés con una espada.

La historia de Pita, no en vano, guarda muchas similitudes con la que luego protagonizaría Agustina de Aragón. Se dice que la gallega mató al alférez inglés precisamente con la espada de su marido fallecido durante el asalto, Gregorio de Recamonde, en un relato muy parecido al de la defensora zaragozana, que se unió al combate contra los galos por acudir junto a su marido artillero. Según la leyenda, acuchilló al inglés al grito de «Quen teña honra, que me siga» («Quien tenga honra que me siga»), lo cual desmoralizó a la tropa inglesa, compuesta por 12.000 efectivos, provocando su retirada. Junto con María Pita, otras mujeres deLa Coruña ayudaron a defender la ciudad, siendo el caso mejor documentado el de Inés de Ben, herida en la batalla, aunque ninguna adquirió tanta notoriedad.

Tras la contienda, Felipe II concedió una pensión a Pita que equivalía al sueldo de un alférez más cinco escudos mensuales. La guerrera gallega, que se casó otras dos veces (en total fueron cuatro veces), es hoy en día recordada, entre otras cosas, por la estatua de bronce que decora la Plaza de María Pita, en la ciudad de La Coruña, donde se representa a la heroína alzando una lanza y a sus pies el cuerpo sin vida del alférez inglés.

Retrato de Catalina de Erauso

Retrato de Catalina de Erauso

Otro caso de una mujer que consiguió romper todas las barreras sociales que encontraban quienes querían empuñar una espada en el siglo XVI fue la casta Monja Alférez. Bien es cierto que se valió de un enorme ardil para ese propósito: hacerse pasar por un varón. La historia documentada de Catalina de Erauso, nacida en San Sebastián el 10 de febrero de 1592, empezó cuando con cuatro años ingresó en un convento, donde las novicias la humillaban y la maltrataban. A los 15 años, Catalina de Erauso logró escapar de allí y se disfrazó de hombre para no ser reconocida. A partir de ese momento pasó toda su vida disfrazada bajo la identidad de Francisco Loyola y, solo al final de la misma, confesó que era una mujer. No en vano, Catalina llegó a ser durante esos años de mentiras y fingimiento conocida por su exitosa senda de conquistas amorosas con otras mujeres y, lo que es más esperable dadas sus habilidades como espadachín, por ser un excelente soldado en el ejército español que luchaba contra los guerreros indígenas de Chile. Tras batirse contra un jefe indígena y quedar herida de poca gravedad, Catalina de Erauso fue ascendida a alférez.

El carácter pendenciero del alférez conocido como Francisco Loyola, algo habitual entre los soldados españoles de la época, le costó con los años que fuera expulsada del ejército y fuera finalmente prendida por la justicia en Perú. Viéndose ante la posibilidad de ser ejecutada por sus delitos, Catalina reveló su auténtica identidad y su condición de virgen. A partir de entonces, como el historiador José Luis Hernández Garvirelata detalladamente en «Adonde quiera que te lleve la suerte» (Edaf, 2014), se convirtió en un personaje mediático, incluso recibido por el Papa, que viajó por toda Europa ante el interés de reyes y plebeyos. Cansada de su popularidad, que en realidad era una suerte de asombro por lo que se consideraba en la época un bicho raro, Catalina de Erauso volvió a hacerse pasar por un hombre, un mercader español en América, hasta sus últimos días.

Ilustración de Inés Suárez

Ilustración de Inés Suárez

También en el Nuevo Mundo se gestó la historia de una de las españolas más combativas. La extremeña Inés de Suárez fundó Santiago de Chile junto a Pedro de Valdivia y mantuvo una relación considerada escandalosa con este conquistador. Tras quedarse viuda de su primer marido, un aventurero que llevó a su mujer consigo al otro lado del Atlántico, conoció a Pedro de Valdivia e inició algo más que una amistad con él, mientras la esposa de Valdivia, Marina Ortiz de Gaete, esperaba pacientemente en España.

Cuando a finales del año 1539 Pedro de Valdivia inició su expedición a Chile, Inés no dudó en acompañarlo previa autorización del explorador Francisco Pizarro. Inés viajaría como sirvienta de Pedro para no escandalizar a la Iglesia, lo cual hizo igualmente. La principal ocupación de Inés durante las refriegas y enfrentamientos con los caciques locales fue la de asistir a los heridos y a las tropas. En uno de los episodios más oscuros de la conquista de América, la joven convenció a los conquistadores españoles para decapitar a los siete caciques que habían conseguido capturar y lanzar sus cabezas a los enemigos para amedrentar sus ánimos.

Inés y Pedro de Valdivia mantuvieron una relación que se alargó más de diez años, aunque ni la Iglesia ni el virrey aceptaron aquella situación en ningún momento. Finalmente obligaron a Pedro a traer a su esposa a America. La extremeña también se vio obligada por la presión social a casarse por segunda vez, siendo el elegido el capitán Rodrigo de Quiroga, con el que terminaría sus días lejos de las contiendas militares de su juventud.

La «Leona de Castilla» y los comuneros

Prácticamente en el mismo periodo de la conquista de Chile vivió María Pacheco y Mendoza, la fiera esposa del general comunero Juan de Padilla. Casada con un hombre de rango inferior al linaje de ella y de poca ambición, fue María Pacheco quien empujó a su marido a que se uniera en 1520 al levantamiento contra Carlos I de las Comunidades. Así, coincidiendo con la salida del Rey para la elección imperial en Alemania, se produjo una serie de revueltas en las principales ciudades castellanas que tuvieron por protagonistas a miembros de la nobleza media como Padilla.

No obstante, la revuelta duró poco tiempo y en la batalla de Villalarfueron hechos prisioneros los principales líderes comuneros, entre ellos, Juan BravoFrancisco Maldonado y Juan de Padilla, que fueron ejecutados en esta misma localidad. Cuando María Pacheco recibió la noticia de la muerte de su marido cayó en una depresión y se encerró en el luto unos días. Pero al convertirse Toledo en el último reducto comunero, «la Leona de Castilla» apartó el luto de un zapazo para dirigir con el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, la resistencia desesperada frente a las tropas realistas. Y aunque el resto de los dirigentes comuneros de la ciudad se inclinaron por capitular, la viuda de Padilla logró evitar la rendición hasta extremos heróicos y, habiendo huido el obispo Acuña en dirección a Francia, se elevó como el máximo mando en Toledo.

María Pacheco de Padilla después de Villalar (1881)- Wikimedia

María Pacheco de Padilla después de Villalar (1881)- Wikimedia

La resistencia de Toledo se alargó nueve meses más allá de la batalla de Villalar, durante los cuales María llegó a apuntar los cañones del Alcázar contra los toledanos para mantener el orden. Finalmente, la superioridad de las tropas reales forzó la caída de la ciudad. Gracias a la ayuda de los familiares que militaban en el bando realista, María Pacheco logró huir disfrazada de la ciudad con su hijo de corta edad con el objetivo de exiliarse en Portugal. Allí fallecería casi una década después sin lograr jamás el perdón del Monarca, pese a la insistencia de su hermano menor, el poeta Diego Hurtado de Mendoza, que era uno de los hombres de mayor confianza de Carlos I. Suyas son las palabras del poético epitafio de la «Leona»:

«Si preguntas mi nombre, fue María/ Si mi tierra, Granada; mi apellido/ De Pacheco y Mendoza, conocido/ El uno y el otro más que el claro día/ Si mi vida, seguir a mi marido;/ Mi muerte en la opinión que él sostenía/ España te dirá mi cualidad/ Que nunca niega España la verdad».

 

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