Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos diarios: 31 marzo, 2015

31 03, 2015

Manifiesto de los representantes de la Casa Troncal de los doce Linages de Soria, en contestación al que con fecha 6 de julio de 1842 le dirigió la Excma. Diputación Provincial de la misma, sobre el despojo de los bienes y propiedades acordado por S.E. y llevado a efecto en 7 de junio

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Armorial

Manifiesto de los representantes de la casa troncal de los doce Linages de la M.N. y M.L. ciudad de Soria, en contestación al que con fecha 6 de julio de 1842 le dirigió la Excma. Diputación Provincial de la misma, sobre el despojo de los bienes y propiedades acordado por S.E. y llevado a efecto en 7 de junio

 La Casa Troncal hasta el siglo XIX fue una corporación nobiliaria, pero también fue una «institución política» del antiguo régimen, que intervenía en el gobierno y administración de la ciudad de Soria. 

Al comenzar la etapa constitucional, cesa en el ejercicio de sus funciones políticas y administrativas, que pasan a ser desempeñadas por las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos (Real Orden de 8 de Noviembre de 1836).

A partir de esta nueva etapa nos encontramos con una serie de acontecimientos, que van todos ellos dirigidos a conseguir el despojo de los bienes de la Casa Troncal y su desaparición física como tal.

La Diputación Provincial fundamentaba su pretensión contra la Casa Troncal en el hecho de considerar que esta Corporación era incompatible con el sistema constitucional y, en consecuencia, había dejado legalmente de existir.

-El 14 de diciembre de 1841 la Diputación Provincial de Soria realiza el primer despojo a la Casa Troncal de Linajes de sus bienes, para que ella en superior escala, o el Ayuntamiento en inferior, los administre.

-El 25 de febrero de 1842, se suprime la Diputación de Linajes en cumplimiento de la Primera Disposición de la Real Orden del 8 de noviembre de 1836, facultándose al Ayuntamiento para que se posesione de la propia Casa principal y de sus bienes.

Aunque posteriormente en 1844 se le restituyen los bienes a la Casa Troncal de los Doce Linajes  hubieron distintas restituciones y sucesivos despojos en sucesivos catorce años siguientes.

 Pero el objeto de la presente entrada es hacer referencia a 1842, en la que los representantes de los Linajes sabedores de que este era el verdadero punto crucial, ya en 1842 manifestaban:

«… es de saber, que al restablecimiento del sistema constitucional en 1834, dieron 1os individuos de los Linajes la prueba más sincera y convincente de su adhesión a él, resignando sin repugnancia sus derechos políticos en las autoridades constituidas, colocándose en la clase de una casa particular, que no se ocupa sino de administrar los bienes de su familia, y distribuirlos siempre con aquella generosidad caballerosa con que sus antepasados atendieron a los establecimientos de beneficencia y al bien procomunal del Pueblo Soriano. Esta ultima parte es una verdad reconocida de todos, porque ni uno dirá, que los Linajes se han mezclado desde entonces en acto alguno del gobierno económico, político ni administrativo, ni es creíble que si lo hubieran hecho, las autoridades constituidas y las anteriores Diputaciones Provinciales se lo hubieran consentido par el largo espacio de ocho años que llevamos de sistema representativo».

Más adelante, puntualizaban:

«… nótese bien que ni desde el 8 de Noviembre de 1836 en que se expidió la Real Orden para la supresión de las comunidades de tierra, que ahora sirve de fundamento al acuerdo de S E, no siendo más que un pretexto, se la había puesto en duda la legitimidad de su posesión, ni se la había dejado de considerar oficialmente como una asociación útil y beneficiosa al País, sin oposición ni mengua al sistema constitucional, sobre lo que conserva documentos de las mismas Autoridades, que ahora la pretenden proscribir y despojar de sus bienes».

La Casa Troncal entraría en un prolongado letargo, a la espera de poder relanzar sus actividades en tiempos mejores.

Perdidas sus competencias políticas y económicas, la Casa Troncal podía haber continuado con el ejercicio de las honoríficas. De hecho así lo vino haciendo desde 1836 hasta su inactividad.

El texto constituye todo un grito de socorro. Si el pleito se pierde todo estaría perdido. Y el pleito se perdió.

Reproducimos pues íntegro la respuesta de la Casa Troncal.

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apendice

31 03, 2015

Mensaje Pascual de Michele Pennisi. Arzobispo de Monreale y Gran Prior Eclesiástico de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro

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Mensaje Pascual 2015

   “El Señor ha resucitado de entre los muertos”. El mensaje de Pascua resuena en la Iglesia y en el mundo desde hace veinte siglos y llega hasta nosotros, hombres dudosos a pesar de que nos profesamos creyentes, decepcionados y angustiados del miedo a la muerte en una época que busca crear la vida en un laboratorio, prolongar la vejez, pero también anticipar la muerte natural.

   San Pablo afirma “si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es vana” (1Cor 15,17). Refiriéndose a este texto el filósofo Ludwig Wittgenstein afirma: “Si no resucitó, se pudrió en el sepulcro como cualquier hombre. Está muerto y podrido. Es, pues, un maestro como cualquier otro y ya no puede ayudar; estamos de nuevo desterrados y solos. Y debemos conformarnos con la sabiduría y la especulación. Estamos como en un infierno, donde sólo podemos soñar, separados del cielo por una cubierta. Pero si realmente debo ser redimido, necesito certeza —y no sabiduría, sueños, especulación— y esta certeza es la fe. Quizá pueda decirse: sólo el amor puede creer en la resurrección; persevera en creer en ella”.

   “La Pascua – ha dicho el Patriarca de Moscú Kirill- no es una bella leyenda, no es una teología teórica y no es un tributo a la tradición popular establecida en el pasado lejano. Es la esencia y el nucleo del cristianismo. Es la victoria que nos concede Dios”.

   A partir de la resurrección de Jesucristo tenemos la certeza de que Él no es contemporáneo nuestro en un sentido metafórico, para indicar su presencia en nuestra memoria o para motivar nuestro empeño para seguir su ejemplo, como con cualquier otro personaje histórico, sino en un sentido propio y real.

   El filósofo danés Soren Kierkegaard escribía: «La única relación ética que se puede tener con Cristo es la contemporaneidad. Relacionarse con un difunto, es mantener una relación estática: su vida ha perdido el aguijón, no juzga nuestra vida, no me obliga a juzgarme a mí mismo, me permite admirarlo y me deja también vivir en otras categorías: no me obliga a juzgar el sentido definitivo”.

   Nosotros no somos admiradores de un difunto famoso, sino discípulos de un Viviente, que está realizando el Reino de Dios como un reino de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz en la tierra como en el cielo.

   Nosotros, que en Pascua lo celebramos como nuestro contemporáneo, estamos encargados de trabajar con Él en su proyecto y de luchar por la venida del Reino de Dios en la época presente.

   Y la presencia de Cristo resucitado en la Iglesia a través de su Espíritu hoy en día, no su realidad que puede exigir mi fe. Para el que cree en Él, relegar a Jesús en el pasado es imposible, porque significaría cortar el enlace que une nuestra existencia a la suya.

   La resurrección de Jesús es la fuente de la cual podemos extraer el amor misericordioso de Dios, que es más fuerte que el mal y que la misma muerte y puede transformar nuestra vida, hacer florecer cualquier zona de desierto que se encuentre en nuestro corazón y en nuestra sociedad.

   El obispo anglicano Nicholas Thomas Wright ha escrito: “La resurrección y el perdón son, después de todo, dos lados de la misma medalla; si se cree en una, es necesario creer en la otra

[…] en el Evangelio descubrimos lo que significa conocer a Jesús resucitado como nuestro contemporáneo, el que enjuga nuestras lágrimas, el que responde a nuestras preguntas difíciles, pero que sobre todo nos invita a que vayamos con humildad y amor, el amor a través del cual el poder de su vida resucitada, su ser de pastor de su rebaño, pueda llegar a trabajar de nuevo en nuestro tiempo”.

   Hago mía la invitación que el Papa Francisco en su último mensaje de Pascua dirigió a todos: “¡Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo! Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la potencia de su amor transforme también nuestra vida y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz”.

   El testimonio de una vida transformada por el encuentro con Jesús es la base a partir de la cual podamos cumplir la misión de anunciar la alegría del Evangelio que Cristo resucitado, nuestro contemporáneo, nos dirige a los cristianos en este tercer milenio.

   Si la resurrección de Jesucristo es un cuento para niños, nosotros los cristianos, somos unos impostores, pero si se trata de un hecho real a la vez que misterioso entonces tiene sentido intercambiar felicitaciones de Feliz Pascua.

Michele Pennisi
Arzobispo de Monreale
Gran Prior Eclesiástico de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro

31 03, 2015

EL BLASÓN Y EL ANILLO DEL PAPA FRANCISCO

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Interesante artículo del Ilmo. Sr. D. Rafael García Herranz, Caballero de Yuste

Publicado en la revista Cultural de la Real Asociación y Fundación «Caballeros de Yuste en su número 29 Año 2014

EL BLASÓN Y EL ANILLO DEL PAPA FRANCISCO

Papa Francisco

   Los Papas, desde Inocencio III, han venido utilizando armorial, como signo distintivo de su alta dignidad y jerarquía; a este respecto, Su Santidad el Papa Francisco ha adoptado como escudo el que ya ostentaba como Cardenal, con leves modificaciones identificativas de su  nuevo status. Se trata de un armorial que podríamos describir heráldicamente como «En campo de azur (azul) hay un sol radiante y flameante de oro, cargado en el centro con las  letras IHS de gules (rojo), estando la H sumada por una cruz de pasión, también de gules  y, en la parte inferior, cargado con tres clavos de sable (negro) puestos en palo; en el cantón  diestro de la punta una estrella de 5 puntas de oro y en el cantón siniestro de la punta una  rama de nardos o de San José, también de oro.

   Acolado con dos llaves entrecruzadas en la zona media de la parte superior del escudo, la de la diestra de plata y la de la siniestra de oro, ambas con empuñadura cuadrada, unidas por un cordón de gules y paleta con 2 muescas.

   Timbrado con una mitra de plata, cargada con los brazos de la cruz de San Pedro, de gules, de la que parte un palium (palio petrino), también de gules, cargado con una cruz de oro en sus extremos, rematados por 7 flecos de oro. Como divisa la leyenda «miserando atque eligendo».

   En líneas generales este armorial es el que ya tenía Su Santidad como Cardenal, si bien, en el escudo cardenalicio, tenía acolada la cruz patriarcal de oro y por timbre el capelo cardenalicio de gules, con borlones de 5 órdenes en el mismo color.

    Del escudo del Papa Francisco destaca el timbrado, ya que ha adoptado la mitra y el palium, en vez de plasmar la tiara papal; en este sentido, ha imitado a su predecesor, el Papa Emérito Benedicto XVI, que rompió con la tradición de timbrar el escudo con la tiara y, en su lugar, representar la mitra, con lo que quería remarcar su labor evangelizadora, antes que la alta dignidad que ostentaba.

Armorial del Papa

Armorial del Papa

   Como sucesor de San Pedro y máximo representante de la Iglesia católica, el armorial de Su Santidad lleva acoladas dos llaves entrecruzadas y unidas por un cordón; a este respecto, hay quien dice que esta unión simboliza la de los poderes espiritual (la de oro) y terrenal (la de plata).

   Por lo que concierne a los elementos componentes del escudo, nos encontramos con un sol radiante y flameante cargado con las letras IHS, 3 clavos y una cruz de pasión; Las letras son el acrónimo de lesus Hominen Salvatore (JesúsSalvador de los Hombres) y los tres clavos y la cruz rememoran la crucifixión de Jesús. Estos elementos son los’ que lleva el blasón de la Compañía de Jesús, Orden religiosa de la que procede el Papa Francisco, a la sazón el primer Papa que procede de esta Orden y la estrella de 5 puntas de oro, del cantón diestro de la punta, según tradición heráldica, simboliza a la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia Universal.

   Más controvertido es el elemento que figura en el cantón siniestro de la punta ya que, a todas luces, parece que lo representado es un racimo de uvas y no un ramo de nardos, como se ha informado desde El Vaticano. Creo que, efectivamente, lo representado es un racimo de uvas, del que se obtiene el vino, que simboliza la sangre de Cristo. Basta consultar las redes sociales, para comprobar las controversias suscitadas sobre esta cuestión.

   Lo ideal hubiera sido representar un ramo de nardos, con alguna flor abierta, tal como aparece en la abundante iconografía de San José, que es a quien se ha querido representar simbólicamente en el armorial de Papa. De hecho, el ramo de nardos también es conocido como vara de San José.

   Según el portavoz del Vaticano, el Cardenal Lombardi, lo representado son nardos, con lo que se ha simbolizado la figura de San José, patrono de la Iglesia Universal, cuya fiesta se celebra el día 19 de marzo, fecha en la que tuvo lugar la entronización o inauguración oficial del pontificado del Papa Francisco. Con la estrella de 5 puntas y con el ramo de nardos, Su Santidad ha querido expresar su especial devoción a la Virgen Santísima y a su esposo, San José.

   En lo concerniente al lema «miserando atque eligendo» (lo miró con misericordia y lo eligió) hay que remontarse al momento en el que Jorge Mario Bergoglio sintió la llamada sacerdotal; concretamente, el año 1953, cuando contaba con 17 años, el joven Bergoglio se disponía a festejar el día de la Juventud con sus compañeros, pero antes se encaminó a rezar a su parroquia; allí se encontró con un sacerdote, al que no había visto antes, y que le trasmitió una gran espiritualidad, por lo que decidió confesarse con él; «en esa confesión  me pasó algo raro, no sé que fue pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja» según sus palabras.

   Lo cierto es que notó la llegada de la misericordia divina que, con tierno amor, le llamaba a la vida religiosa, a imagen y semejanza de San Ignacio de Loyola.

   En rememoranza de ese momento, que lo marcó profundamente, adoptó el lema «miserando atque eligendo» en su armorial de Obispo

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