LA MEDALLA CONMEMORATIVA DEL BICENTENARIO DE LA CRUZ DE DISTINCIÓN DEL EJÉRCITO ASTURIANO (1814-2014).
POR EL DR. ALFONSO DE CEBALLOS-ESCALERA Y GILA, VIZCONDE DE AYALA Y MARQUÉS DE LA FLORESTA.
La breve noticia recientemente difundida desde el Principado de Asturias, de la creación de esta medalla, me mueve a redactar estas líneas para ampliarla y así ilustrar al lector interesado.
Antecedentes históricos.
Para abordar este bonito asunto, he de remontarme un poco en nuestra historia, ya que tuvo su origen en el fatídico año de 1808, cuando todo el Principado se levantó contra los franceses. El alzamiento del Principado de Asturias contra los invasores estuvo dirigido por la Nobleza asturiana -el estamento social dirigente de la España de aquel tiempo-, pero tuvo un carácter marcadamente popular.
Ya el 9 de mayo de 1808, la Junta General del Principado de Asturias se reunió en Oviedo para decidir lo que convendría hacer ante la actitud hostil de los franceses en Madrid y otros puntos. Las diferencias de los diputados -divididos entre los sólitos halcones y palomas-, se hicieron notar enseguida. Y cuando a punto estaban de vencer los partidarios de someterse al Emperador, se puso en pie allí el anciano general don Joaquín de Navia Osorio -hombre de grandes arrestos y descendiente del célebre tratadista militar Marqués de Santa Cruz de Marcenado-, y pronunció aquellas célebres palabras que honran toda su vida y que emocionan a cuantos le leen:
La tierra que pisamos quisiera yo que se abriese en este instante y nos tragase a todos, para que se sepultase en sus entrañas tanta pusilanimidad y cobardía. Queden aquí en su abyección y en su egoísmo los que se resignan a ofrecer sus cuellos a las argollas que les remachará el usurpador; pero yo me marcharé solo a encontrar sus legiones en el confín de Pajares, con un fusil cuya bayoneta clavaré en el primero que intente poner en él su planta. Me matarán y pasarán sobre mi cadáver, si no lo hiciesen pedazos; más la posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro que murió resistiendo solo a la invasión de este noble suelo…
Ante estas terribles palabras, la conmoción fue enorme: se disiparon las dudas, y toda la Junta del Principado, Asturias toda, se pusieron a sus órdenes y se declaró la guerra al Emperador de los franceses, en nombre del Rey Don Fernando, cautivo y ausente.
Todo el pueblo -mozos hidalgos, mozos aldeanos, mozos marineros- corrió a empuñar las armas, mientras las mujeres cosían a destajo banderas y uniformes. En muy pocas semanas se crearon, organizaron, vistieron y armaron treinta batallones de tropa asturiana, encuadrada, por su orden alfabético, en los nuevos Regimientos de Avilés, de Candás y Luanco, de Cangas de Onís, de Cangas de Tineo, de Castropol, de Cazadores, de Colunga, de Covadonga, de Fernando VII, de Gijón, de Grado, del Infante Don Carlos, de Infiesto, de Lena, de Luarca, de Llanes, de Navia, de Oviedo, de Pravia, de Ribadesella, de Salas, de Siero y de Villaviciosa. Además, ya existía el Regimiento Provincial de Oviedo, de larga y gloriosa historia. Casi todos los nuevos cuerpos contaban con un solo batallón de cuatro compañías y plana mayor, nominalmente de 840 hombres -pero en realidad nunca llegaron a estar tan nutridos-. Unos 16.000 infantes en total.
Entonces se creó además un pequeño cuerpo de Caballería, llamado de Húsares de Asturias -o Dragones de Asturias-, y una Guardia de Honor de la Junta del Principado, formada por dos compañías de infantería y una sección montada. A estas fuerzas se sumaron las fuerzas locales de Artillería e Ingenieros.
El Ejército de Asturias, que debía alcanzar una fuerza de 25.000 hombres, sólo alcanzó a tener 20.000 soldados. A ellos se sumaron las milicias de la Alarma, y los guerrilleros, que enseguida surgieron por doquier.
El bautismo de fuego de los asturianos comenzó en la desgraciada batalla de Espinosa de los Monteros (10-11 de noviembre de 1808), al mando del general Vicente María de Acevedo. Allí, el Regimiento Provincial de Oviedo, y los de Lena y Villaviciosa, se enfrentaron dignamente a las mejores tropas francesas: nada menos que la llamada Grande Armée que entraba en España al mando del propio Napoleón. Las cargas a la bayoneta de aquellos asturianos fueron épicas, aunque no pudieron remediar la derrota. Simultáneamente, otra división asturiana, al mando del general José Woster, operó en el occidente, recuperó Ribadeo y llegó hasta Mondoñedo.
Solo un año más tarde, en mayo de 1809, tres divisiones del Ejército Imperial, al mando del mariscal Ney, penetraron en el Principado desde León y Santander. El Ejército asturiano, muy mermado porque sus fuerzas combatían en otras regiones, luchó a la desesperada, y defendiendo el puente de Peñaflor, en el camino de Oviedo, cayeron aniquiladas dos compañías del Regimiento de Luarca, resistiendo hasta el último hombre frente a la acometida de los imperiales con el propio mariscal Ney puesto a su cabeza. Los invasores llegan hasta Oviedo, que había sido completamente evacuada, donde fueron hostigados por los escasos defensores, que cayeron enseguida. La represión -saqueos, confiscaciones, prisiones, fusilamientos- fue muy severa.
La Junta del Principado y las fuerzas patriotas supervivientes se radicaron en Luarca, desde donde continuaron una lucha de guerrillas y hostigamiento al invasor, que solo llegó a dominar el suelo que pisaba, en un territorio hostil y muy yermo. Las cartas conservadas de los generales franceses son muy explícitas: el general Bonet se limitó a conservar Oviedo y Gijón, porque fuera de esa zona solo pudo operar con fuertes columnas, que nunca podían separar sus fuerzas por temor a caer en emboscadas de las tropas de los Reales Ejércitos -mandadas por Bárcena, Llano Ponte, Ballesteros, Arce, Cienfuegos Jovellanos y otros-, o de los guerrilleros -Porlier, Escandón, Castañón, Jove, Cuéllar, Balmori…-
Mientras tanto, conquistado y ocupado casi todo el Principado por los imperiales, algunos cuerpos asturianos continuaron la lucha en otras partes de España. Dos divisiones asturianas, al mando de los generales Acevedo y Ballesteros, habían salido a combatir en Burgos y en Granada, respectivamente, dejando atrás sus casas y sus familias.
Paradigma de una lucha tan constante como heroica fue el Regimiento de Castropol, uno de los creados en junio de 1808. Combatió en Asturias, norte de Castilla, Galicia, Vizcaya y Álava durante 1808, y quedó deshecho en la desgracia de Espinosa de los Monteros (Burgos) a finales de 1808. Reconstituido enseguida en Oviedo con nuevos voluntarios, defendió Comillas, Colombres y Siejo, y participó en el desastroso ataque contra la ciudad de Santander. Después salió de Asturias hacia Zamora, para defender esta plaza; entró en Portugal, volvió hacia Salamanca y combatió en Tamames y en Medina del Campo (Valladolid), en noviembre de 1809. En 1810, de nuevo a través de Portugal, llegó a Badajoz, e integrado en el Ejército de Extremadura operó en Huelva. Ya en Andalucía participó en la expedición al Condado de Niebla (1810); mereció el título de Benemérito de la Patria, dado por la Regencia, por su valor en el combate de Villanueva de los Castillejos (Huelva); y de nuevo lo obtuvo por su comportamiento en la batalla de La Albuera (Badajoz), el 16 de mayo de 1811. Integrado en el 41 Ejército, al mando del general Ballesteros, se distinguió en las acciones de Huelva, Ayamonte, Alcalá de los Gazules, Jimena, La Línea, Bornos, Tarifa y Campillo. Después entró triunfante en Granada el 17 de septiembre de 1812, y en Baeza y Valdepeñas, y de allí pasó a las tomas de Valencia (julio de 1813), Tarragona, Zaragoza y Pamplona, y por fin entró en Francia, donde se le encuentra al fin de la guerra. Mereció el honroso título de Inmortal, y como inmortales se apellidaron todos sus jefes, oficiales y soldados.
Por fin en junio de 1812, como consecuencia de su derrota en Los Arapiles, las fuerzas imperiales, muy debilitadas, salieron de Asturias para no volver jamás. Pero los asturianos continuaron empuñando las armas hasta la victoria de Toulouse (10 de abril de 1814) y la derrota final de Napoleón, haciendo honor al lema de aquel Ejército formado en 1808: Asturias nunca vencida.
La Cruz de Distinción del Ejército Asturiano.
Su Majestad el Rey Don Fernando VII tuvo a bien crear, por real decreto de 4 de junio de 1815, una cruz de distinción destinada a premiar a todos quienes habían combatido a los franceses con el Ejército Asturiano durante la Guerra de la Independencia:
El Rey nuestro Señor ha sido instruido por diferentes conductos del entusiasmo, valor y bizarría con que se conduxo el Exército asturiano en el tiempo en que, circundada de enemigos aquella provincia, y sin auxilios del supremo Gobierno, fue acometida por los que estaban en Galicia, Castilla y Montañas de Santander, mandados por el Mariscal Ney y por los Generales Kellerman y Bonet; habiéndose sostenido a pesar de su corto número cerca de un año, con escarmiento de los mismos enemigos, a quienes batió y rechazó con mucha gloria de las Reales armas y honor de sus naturales, especialmente de su Junta Provincial, que con su acreditado zelo y acertadas medidas supo mantener el espíritu público en favor de la buena causa, y proporcionar auxilios de todas clases a las tropas, no obstante los pocos recursos que ofrece aquel exhausto país, por las escasas producciones de su estéril suelo;
Y queriendo S.M. dar a dicho Exército una prueba positiva de su aprecio, y de lo grato que le han sido sus buenos servicios y sacrificios, ha venido en concederle para perpetuar su memoria una cruz de distinción, que se compondrá de quatro aspas esmaltadas en blanco, y en ellas un triángulo isósceles de color de amaranto, las quales caen sobre un escudo circular, en el que se ven las armas de Asturias, que son una cruz de plata en campo azul, con el lema en el exergo AAsturias nunca vencida@; y en el mismo escudo por su reverso AExército Asturiano 1808″; teniendo sobre el aspa superior una corona por mitad de laurel y encina; y debiendo llevarse en el ojal de la casaca o chaqueta pendiente de una cinta, mitad color de caña subido y mitad de color de amaranto.
La calificación de los aspirantes a usar dicha condecoración se hará por la comisión de grados establecida en esta capital, en observancia de la circular de 29 de mayo último. Lo que de orden de S.M. comunico a V. Para su inteligencia y efectos correspondientes. Dios guarde a V. Muchos años. Madrid, 4 de junio de 1815.
Esta cruz de distinción se concedió generosamente a partir de 1815, y durante los largos años de aquella posguerra, a todos cuantos habían combatido en las filas del Ejército Asturiano, e incluso a quienes después de la desaparición de aquél en 1810, siguieron sirviendo con las armas en la mano, integrados en las filas de los Regimientos y Batallones asturianos.
Durante las conmemoraciones del I Centenario de la Guerra de la Independencia, tanto la Diputación Provincial de Oviedo como el Centro Asturiano de Madrid promovieron en 1910 la creación de una medalla conmemorativa. La propuesta del segundo tenía un diseño era algo distinto del original -llevaba al centro la imagen de Don Pelayo, y estaba adornada de laureles y timbrada de una corona mural-. Sin embargo, a pesar de la favorable acogida y respuesta del entonces Presidente del Consejo de Ministros, la propuesta de la medalla del centenario nunca fue aprobada oficialmente.
La Medalla conmemorativa del bicentenario del Ejército Asturiano.
Recientemente, el Boletín Oficial del Principado de Asturias, en su edición del 17 de mayo de 2014, ha publicado el siguiente edicto:
Creación de la Medalla Conmemorativa del Bicentenario del Ejército Asturiano.
En rigurosa observación de cuanto dispuso el Rey Don Fernando VII, es decir que la Cruz de Distinción otorgada en 1808 sirviese para perpetuar su memoria de los combatientes del Exército Asturiano, el Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias ha acordado la creación de la Medalla Conmemorativa del Bicentenario del Ejército Asturiano, promoviendo la participación activa de los poderes públicos y de las instituciones en su difusión y concesión. Todo ello mediante el siguiente
Acuerdo
En la ciudad de Oviedo, cabeza y capital del Principado de Asturias, a 4 de diciembre de 2013, reunido el Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias;
Considerando que tiene la particular obligación de honrar la memoria de sus pasados, y de no permitir que el olvido sepulte sus buenas obras y acciones;
Considerando que las campañas del Ejército Asturiano, erigido en 1808 en medio de un país rodeado de enemigos, merecen la gratitud perpetua de todos los buenos españoles, y muy en particular de los asturianos;
Considerando también que cuando el Rey Don Fernando VII creó la Cruz de Distinción del Ejército Asturiano para premiar los servicios y sacrificios de aquellos bravos, quiso que tal gracia tuviese el carácter de perpetua, y que no cayesen nunca en el olvido tales méritos;
Acuerda:
1. Crear la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias, y destinarla a guardar y a perpetuar la buena memoria de los bravos combatientes del Ejército Asturiano formado en 1808.
2. La Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias se administra por la Comisión de Grados y Premios que integran el presidente Excmo. Señor Don Francisco de Borbón, Duque de Sevilla, junto a representantes de las Instituciones públicas y Corporaciones afectadas, y de los descendientes de los condecorados de 1815.
3. El modelo de la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias es el mismo de la Cruz de distinción que concedió el Rey Don Fernando VII en 1815 a los integrantes del Ejército Asturiano, sin ninguna diferencia.
4. La Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias podrá ser concedida a quien acredite ser descendiente de uno de los miembros de la Junta del Principado de Asturias entre 1808 y 1814; o de uno de los generales, jefes, oficiales, sargentos, cabos, cornetas, tambores y soldados de las unidades que formaron entonces el Ejército Asturiano, o bien que hubieran combatido en ellas desde la declaración de guerra al Imperio francés en mayo de 1808, hasta su completa derrota y rendición en junio de 1814.
5. También podrá ser concedida la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias a cualesquier otras Autoridades o personas que acrediten méritos y servicios hacia el Principado de Asturias, o hacia las instituciones referidas.
6. La entrega e imposición del diploma y las insignias de la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias se efectuará por el Excmo. Señor D. Francisco de Borbón, Duque de Sevilla, con la solemnidad pública que conviene al premio.
7. La Comisión de Grados podrá privar de esta gracia de la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Cruz de Distinción del Ejército de Asturias a cualquier persona que, por sus actos y manifestaciones, se haga indigno de ella.
8. El presente Acuerdo se publicará en el Boletín Oficial del Principado de Asturias, para general conocimiento.
Oviedo, 4 de diciembre de 2013. El Consejero Magistral. El Canciller Secretario.
Y en consecuencia, habiéndose realizado ya los troqueles y las primeras insignias, las personas deseen recibir esta Medalla, pueden dirigirse al Excmo. Señor Duque de Sevilla, bien por carta dirigida al Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias, calle de Asturias 41 (8º), en Oviedo 33004, o bien por mensaje al correo electrónico cuerponobleza@gmail.com. A la instancia de solicitud habrán de unir una relación de sus méritos y servicios.