LA BOTICA DE DON VALDOVINOS DE JERUSALÉN.
POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.
Acudo a la presentación de una admirable novela, Seále la tierra ligera, del caballero lazarista don Borja Castellano, Conde de Campo Alange, en la terraza del Club Financiero de Madrid y como es natural me encuentro allí con algunos hermanos de manto. Estuvieron entre otros, mi querido Juan Van Halen, la fiscal doña Rosa Rodrigo, los marqueses de Almazán y un largo etcétera, que haría interminable la lista. Amén de una reunión cultural, constituyó también una magnífica fiesta social. En los corrillos, conversaciones para todos los gustos. Me quedo con una, sobre el origen de la cruz verde, la señal lazarista, en las oficinas de farmacia de nuestro país.
Silueta de la copa de Higea. |
La simbología farmacéutica, la que representa la profesión, es esencialmente la llamada copa de Higea (por la diosa griega de la curación) que muestra una copa o cáliz, generalmente de oro, en la que se enrosca una sierpe verde, encargada de verter el veneno en la copa. Lo cierto es que la copa de Higea, con la serpiente enroscada, simboliza el poder del veneno, que bien puede matar o curar, según la preparación utilizada. De Higea viene higiene. No parece entonces que la cruz verde de ocho puntas del lazarismo tenga algo que ver con la cruz llana griega o patada, las más de las veces, con la que se anuncian las farmacias en España y en otros países europeos. O sí. Veremos:
Sabido es que Balduino IV de Jerusalén, el Rey Leproso, don Valdovinos para entendernos, concedió al Hospital lazarista, la señal de la cruz verde, después de tener una visión de la Virgen y el propio San Lázaro, portando una bandera con el signo de la Pasión de Nuestro Señor. Por si esto fuera poco, una leyenda establece que fue el caballero Gismond D´Arcy, leproso como el rey, hallándose en situación comprometida en medio de la batalla de Montgisard, cercenó su propio brazo, convertido en una llaga purulenta, provocando el pavor de los sarracenos que le rodeaban y haciendo que éstos se dieran a la fuga. En su huida, los turcos abandonaron una bandera verde del Islam, que D´Arcy utilizó para hacerse una cruz que puso sobre su cota, dando lugar al nacimiento de la cruz de sinople de los lazaristas. Sea como fuere, el símbolo prosperó llegando hasta nuestros días.
Birrete con la Cruz de San Lázaro. |
Se me hace a mí que en el Hospital de San Lázaro, situado a extramuros de la ciudad, los galenos que servían a don Valdovinos, preparaban sus pócimas y ungüentos, por aliviarle y, allí bajo la cruz verde, siguiendo la farmacopea del Gran Turco, se mezclaba excremento de víbora con vino de palma, agua milagrosa del río Jordán, algo de hígado de pollo, una pizca de miel, medida y media de jengibre y de resultas, salía una pomada que curaba el mal de la malatía o eso decían. Hubo quien recetase el remedio al rey, pero éste, lamentablemente, no pudo sanar de su mal y como todo el mundo sabe, murió llagado. Dios le tenga en su gloria por siempre jamás.
Sin embargo, en la botica de don Valdovinos, se elaboraban medicinas para los levantes, templarios, lazaristas y sepulcristas, con hierbas secretas del Índico, aceite de abedul, polvos de cuerno del unicornio o lágrimas de dragón, que, en su justa proporción, servían para cicatrizar las heridas de lanza o de mandoble. Otro capítulo era el de los venenos, muy demandado por los infames islámicos en sus conspiraciones contra el sultán. Está en mi maestro Cunqueiro que en Jerusalén se preferían los rápidos y resolutivos, jarabes fértiles en suministrar la boleta para el otro mundo sin dolor alguno. Beber el veneno de la botica de don Valdovinos y morir con la sonrisa en los labios, sin darse cuenta casi, en eso consistía la broma.
Cruz verde en una farmacia moderna. |
El Hospital de la Orden del Resucitado hizo asimismo fama de abundar en extraordinarios cirujanos que cosían las heridas de los cruzados con hilo de barba de ballena, así que bien pensado, si la cruz de sinople de San Lázaro estaba en la botica del señor rey leproso, no sería extraño que se mantuviese por tradición continuada a través de la Historia, en las farmacias europeas como señal propia. Me parece a mí.