BARBARA DE BRAGANZA, reina de España -su muerte-; por D. Rafael Portell Pasamonte
Artículo original que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.
Armas de D. Rafael Portell por D. Carlos Navarro
BARBARA DE BRAGANZA
Reina de España
Su muerte
Rafael Portell Pasamonte
Febrero de 2017
Pocos días después de la inauguración del convento de San Francisco de Sales (Salesas) en el año 1758, la reina Bárbara de Braganza, a quien se debía su construcción, en el mes de Julio, cayó enferma con calenturas por lo que los médicos recomendaron su traslado al Real Sitio de Aranjuez, donde podía disfrutar de una vida más sana. No le gustaba vivir en El Escorial pues decía que: «Estaba en compañía de reyes difuntos y de frailes amortajados».
La salud de doña Bárbara se resentía ya desde el año 1748. Su gusto por comer abundantemente hizo que ganara mucho peso, por lo cual se cansaba rápidamente al andar o efectuar algún esfuerzo físico a lo que había de añadirse el asma crónica que padecía presentando desde joven síntomas de diabetes, que se agravaron con el paso de los años. Padecía de asma crónica, presentando desde joven síntomas de diabetes, que se agravaron con el paso de los años. A pesar de las recomendaciones médicas de llevar una vida sana, largos paseos y mas frugalidad en el comer, la reina no hacía mucho caso de ello.
Pero esta vez su enfermedad no se parecía en nada a los achaques y síntomas de antes. Comenzó a tener pérdidas de sangre que se fueron haciendo cada vez más abundantes y le aparecieron unos tumores en el abdomen de gran tamaña y tan dolorosos que casi no podía moverse. Todos los síntomas apuntaban a un posible tumor maligno de útero. La viuda de Felipe V, Isabel de Farnesio, mandó a su médico personal para que la asistiera. Conociendo la manera de pesar de la Reina Isabel, parece más comprensible que fuera para informarla de cuanto acontecía a la enferma, que para curarla realmente.
Durante el mes de Agosto la salud de Bárbara de Braganza se fue quebrantando rápidamente. Según cita la Gazeta de Madrid, el 15 de Agosto, ya se encontraba en inminente peligro de muerte, siendo asistida en todo momento por los médicos de cámara Andrés Piquer y Arrufat, Pedro Virgili, Gaspar Casal y José Suñol. Fernando VI se hallaba sumido en un lastimoso estado de desconsuelo, temiendo el personal de la Corte también por su vida.
Por orden del Rey llevaron al Real Palacio de Aranjuez, el Niño Jesús de Nuestra Señora del Sagrario, el cuerpo incorrupto de San Diego de Alcalá y la sangre de San Pantaleón, que se veneraba en la Iglesia del Real Convento de la Visitación (Salesas) y se colocaron en un cuarto adyacente.
Sabiendo la Reina el grave peligro en que se hallaba, se confesó, comulgó y recibió la extremaunción. El Nuncio de Su Santidad le echó la Bendición “in articulo mortis”
El domingo 27 de Agosto a las cuatro menos cinco minutos de la mañana, Bárbara de Braganza, dejó de existir. Tenía 48 años, 8 meses y 24 días
Había dejado dispuesto que su cuerpo fuese amortajado con el hábito de San Francisco de Sales, pero el aspecto que ofrecía el cadáver, ya en avanzado estado de descomposición, aconsejó envolverlo en la misma sabana del lecho mortuorio y depositarla en el féretro que fue sellado inmediatamente.
Desde el mismo instante que expiró, el Marqués de Montealegre dispuso cuanto correspondía para que se tratase el Real Cadáver con el máximo respeto que se le debía al cadáver, al mismo tiempo de ordenaba que en la Real Cámara se celebrasen misas sin interrupción y mismamente en las Iglesias de Aranjuez y Madrid se le aplicasen, a su alma, todos los posibles sufragios.
El día 28, a la seis de la mañana, se entregó su cuerpo, con las formalidades acostumbradas a la Princesa de Masseran, Dama más antigua de la Reina, que suplía a la Condesa de Lemos, Camarera Mayor, que se encontraba enferma.
El ataúd fue expuesto en el centro del gran salón de Palacio. A los lados del mismo, se habían colocado unos altares, en los cuales no dejaban de celebrarse misas. El Obispo de Santander ofició la misa Mayor, a la que asistieron muchos Grandes de España, gentileshombres de boca y casa y nobleza en general.
Por la tarde, a eso de las siete y media, bajaron el Real Cadáver, el Mayordomo Mayor del Rey y Grandes de España, por la escalera principal; el sequito, además, lo componían, las Damas y Dueñas de Honor y demás criadas de Reina difunta. Al pié de la escalinata esperaban, los caballerizos de campo de S. M. el Rey y los gentileshombres de boca y casa, que fueron los que colocaron el féretro en el coche.
Una vez formada la comitiva se puso en marcha con destino a Madrid, mientras las Compañías de Guardias de la Infantería Española y Walona cubrían carrera hasta salir del recinto del Real Sitio. El acompañamiento, en la citada comitiva, era el acostumbrado en los entierros de las Reinas de España, mucho menos solemne que el de los monarcas. En un profundo silenció avanzó lentamente toda la noche, parando únicamente, para descansar, en Valdemoro, Pinto y Villaverde. Lugares en que se cantaron responsos.
Sobre las ocho de la mañana del día 29 llegó a las puertas del Real Convento de la Visitación, donde en la plazuela y pórtico esperaban dos batallones de Guardias de la Infantería Española y Walona, formados en dos filas, Alabarderos y Guardias de Corps.
Los mismos gentileshombres de boca, que colocaron el féretro en el coche, fueron los encargados de bajarlo y entrarlo en la Iglesia. Una vez dentro fue colocado en un magnifico catafalco preparado en medio del templo. Los Monteros de Espinosa. formaron guardia a los lados, mientras las grandes Damas y las Damas de Honor se situaron al pié de las gradas. A continuación se cantó el Oficio de Difuntos, seguidos de una Misa Mayor. Toda la Real Capilla y la Grandeza estaban presentes, presididos por el Marqués de Montealegre.
Terminados los Oficios Divinos se hizo entrega del Real cadáver a la Madre Superiora que fue colocado en el coro bajo. Tanto en esta ocasión, como la de entrar en la Iglesia y la elevación de la Sagrada Forma en la Misa Mayor, la tropa que estaba emplazada en el exterior, hizo tres descargas generales de fusilería.
Al día siguiente el ataúd fue bajado a la bóveda, donde habría de quedar hasta que se dispusiese de un sepulcro en la Iglesia, según lo había dejado previsto la Reina. En este acto, el Marqués de Campo del Villar, Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, como Notario Mayor de los Reinos, autentificó la entrega del Real cadáver y la apertura del testamento, en el que legaba toda su fortuna, aproximadamente unos siete millones de reales, a su hermano, el futuro Pedro III de Portugal. Este hecho hizo que su popularidad cayera en picado entre el pueblo y que se hicieran muy populares los siguientes versos:
«Testó la Reina y concuerda
con variedad de opiniones
que dio a Portugal millones
y a España ¿qué? mucha mierda.
Está enterrada en la Iglesia de las Salesas Reales de Madrid, junto a su esposo en un mausoleo que mandó erigir Carlos III, bajo la dirección de Sabatini y construido por Juan León. Se encuentra en el antiguo coro de las religiosas o coro bajo, de menor tamaño que el de Fernando VI. Consiste, principalmente, en una urna, con varias esculturas y el siguiente epitafio:
«María Barbara Portugallicae,
Ferdinandi VI Hispaniarum Regis Uxor;
post conditum D.O. Templum Sacris
Virginibus Coenobium,
optato fruitur sepulchro et votis
proprior et aris.
Obiit annos nata XLVII.VI Kal.
Sept, MDCCLVIII.
Que traducido viene a decir:
“María Bárbara de Portugal,
esposa de Fernando VI, rey de las Españas,
después de fundado con la ayuda de Dios el templo
y monasterio
para las vírgenes consagradas,
goza del deseado sepulcro,
cercano a las oraciones y al altar.
Murió a los 47 años, el
27 de Septiembre de 1758”.