Juan de Urbieta. El infante vascongado que capturó al rey de Francia Francisco I en la batalla de Pavía; por D. José M. Huidobro
Artículo de fecha 15-04-2016 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 55 libros y más de 700 artículos.
Juan de Urbieta. El infante vascongado que capturó al rey de Francia Francisco I en la batalla de Pavía
Caballero de la Orden de Santiago y Contino de S. M., Capitán de Caballería bajo el mando de Hugo de Moncada. Prendió al rey de Francia en la batalla de Pavía, lo que supuso una de las capturas más sobresalientes de toda la historia de España.
Juan de Urbieta Berastegui y Lezo, militar guipuzcoano natural de Hernani casó con Doña Marta de Alcayata y murió en dicha villa el 23 de agosto de 1553. Urbieta había nacido en tiempos de los Reyes Católicos y, después de servir como criado en la Casa de los Artola, durante su estancia en San Sebastián consideró que la mejor forma de defender a su país era comenzar con la carrera militar.
El destino de Juan de Urbieta parecía estar ya marcado por el contexto en el que nació. Su llegada a este mundo se produjo cuando los Reyes Católicos acababan de dar las primeras Ordenanzas Municipales con las que, a partir de entonces, debía regirse su Villa natal, pero la entrada del ejército francés en Guipúzcoa para apoyar a Navarra contra las tropas de Fernando el Católico provocó enfrentamientos que, en el caso de Hernani, supusieron un incendio que destruyó el lugar echando por tierra todos los planes previstos para su desarrollo económico, social y político.
Así, tras su estancia como criado a la Casa de los Artola, y durante su estancia en San Sebastián tomó la decisión de tomar la carrera de las armas llegando a Italia como arcabucero, según versión de Juan de Oznayo, paje que era del Marqués del Vasto y uno de los testigos de la batalla: Francisco I «iba casi solo cuando un arcabucero le mató el caballo, y yendo a caer con él, llegó un hombre de armas de la Compañía de don Diego de Mendoza, llamado Joanes de Urbieta, natural de la provincia de Guipúzcoa, y poniéndole el estoque a un costado por la escotadura del arnés, le dijo que se rindiese».
Urbieta adquirió celebridad por haber hecho prisionero a Francisco I, Rey de Francia, en la batalla que se libró entre españoles y franceses en los campos de Pavía (Italia) el 24 de febrero de 1525. Esta hazaña, se halla plenamente demostrada. Entre otras pruebas se podría aducir la carta que el citado Rey le escribió a Urbieta con fecha 4 de marzo del año siguiente, demostrando su gratitud por lo bien que le había defendido, ayudándole con todo su poder a salvar la vida.
La captura fue y sigue siendo disputada por algunos historiadores al incluir en la misma a otros protagonistas. Aunque la Historia acepta a Juan de Urbieta como la persona que hizo prisionero al rey de Francia, de la misma forma que lo aceptó la Corona cuando decidió otorgar las debidas recompensas, no faltaron cronistas para hacerse eco de las demandas formuladas por Diego de Ávila, Alonso Pita y Juan de Aldama que reclamaban para sí la detención del monarca. Carlos I otorgó también privilegios a estos soldados, entre ellos el de hacerles hidalgos, pero no en la medida en que se le concedió a Urbieta, que ascendió a capitán de caballería e ingresó como caballero en la Orden de Santiago.
El motivo de la confusión lo encontramos de nuevo en la versión que de los hechos dejó escrita el ya citado Juan de Oznayo. Según este hombre, cuando Juan de Urbieta puso el estoque en el cuello a su prisionero sin saber de quién se trataba, el prisionero, viéndose en peligro de muerte, le dijo: «La vida, que soy el Rey». Entonces el hernaniarra, en mal francés, le ordenó rendición, contestando Francisco I: «Yo solo me rindo al Emperador».
Mientras se producía este diálogo, debemos imaginarlo en medio del fragor de la batalla, Juan de Urbieta observó que a pocos metros de distancia unos franceses habían cercado al alférez de su compañía con ánimo de arrebatarle la bandera y no estando dispuesto a dejar que tal cosa ocurriera se dirigió al preso diciéndole: «Si de verdad sois el rey, hacedme una merced»; obtenida la promesa, se alzó la visera del almete que protegía su cabeza y mostrándole sus dientes mellados, le dijo al monarca: «En esto me reconoceréis», y dejándole en el suelo con una pierna aprisionada debajo del caballo se alejó en defensa del pendón y de su oficial.
Parece ser que fue en este momento cuando llegaron Ávila, Pita y Aldama quienes viendo al rey caído creyeron poderle detener aún cuando de él mismo salieron las palabras de «Ya he sido hecho preso».
Confirma este hecho el escudo de armas que Carlos V concedió a Urbieta en Bolonia a 20 de marzo de 1530, en cuyo diploma se hace mérito del suceso. El mismo Urbieta hace mención de este escudo, y de la merced que de él le hizo el emperador, por la prisión del rey de Francia y otros servicios, en el testamento que otorgó en Hernani el 22 de agosto de 1553. Dicho escudo representa un campo verde junto a un río, un medio caballo blanco en cuyo pecho hay una flor de lis con corona, y la rienda caída al suelo, más un brazo armado con su estoque alzado. La significación de este emblema no es dudosa. El campo verde es el sitio donde ocurrió la prisión, el río representado es el Tesino, el medio caballo con la rienda caída, el que montaba el rey Francisco y cayó, la flor de lis y corona las armas de este monarca, el brazo armado alzado es Urbieta, que le rindió.
Sus restos mortales yacen al pie del Presbiterio de la iglesia parroquial de su pueblo natal con el epitafio correspondiente, restos que fueron ultrajados por los soldados, dos siglos y medio después de su muerte, durante la francesada. La espada tomada a Francisco I durante la batalla de Pavía adornó la Armería Real hasta que Napoleón la hizo volver a Francia durante la ocupación de 1808.
Tres siglos después, el duque de Rivas recrearía esta hazaña en su romance La victoria de Pavía:
El hidalgo vizcaíno
Juan de Urbieta, que cubierto
de tosco arnés, es un potro
escaramuzaba suelto,
pasa y ve bajo el caballo
tan lucido caballero,
que por levantarse pugna
con inútiles esfuerzos.
Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro