Plaza Mayor n° 6, Soria, España

Archivos diarios: 18 enero, 2016

18 01, 2016

El Príncipe maldito. La historia de Don Carlos, el sádico hijo de Felipe II que la leyenda negra convirtió en un mártir

Por |2020-11-13T03:40:29+01:00lunes, enero 18, 2016|

 D. Alfredo López Ares, colaborador de este blog de la Casa Troncal de Los Doce Linajes, nos remite este interesante artículo de D. César Cervera publicado en el ABC,  para su publicación.

logo-abc-2

El Príncipe maldito. La historia de Don Carlos, el sádico hijo de Felipe II que la leyenda negra convirtió en un mártir

El heredero a la Monarquía Hispánica fue prendido en enero de 1568 acusado de conspirar contra su padre. A causa de una arriesgada trepanación cuando era adolescente, el príncipe sufrió graves daños cerebrales y desarrolló un carácter muy agresivo

Retrato del Príncipe de Asturias por Alonso Sánchez Coello - Museo del Prado

Retrato del Príncipe de Asturias por Alonso Sánchez Coello – Museo del Prado

 César Cervera – Madrid – 22/01/2015

 Hasta sus últimos días, Felipe II recordaría con la mayor de las penas la noche del 18 de enero de 1568. Vestido con la armadura real, el Monarca más poderoso de su tiempo condujo a un grupo de cortesanos y hombres armados por los oscuros pasillos del Alcázar de Madrid «sin antorchas ni velas» al aposento del Príncipe Carlos, el hijo del Rey y su único heredero. Al despertarse y hallarse rodeado de hombres armados, Don Carlos exclamó: «¿Qué quiere Vuestra Majestad? ¿Quiéreme matar o prender?». «Ni lo uno ni lo otro, hijo», contestó Felipe II instantes antes de que el Príncipe se llevara la mano a la pistola cargada de pólvora que guardaba siempre en la cabecera de su cama.

El joven heredero fue arrestado, sin que nadie llegara a apretar el gatillo, y acusado de conspirar contra la vida de su padre. Días antes, uno de sus mejores amigos, Don Juan de Austria –hermano bastardo del Rey y a la postre héroe de Lepanto–, se había visto obligado a desvelar los planes de su sobrino al percatarse de la gravedad de su locura. El cautiverio de seis meses, lejos de calmar a Don Carlos, empeoró su salud mental y terminó costándole la vida en un arranque de demencia a los 23 años de edad. En medio de una huelga de hambre, el heredero de la Monarquía Hispánica se acostumbró a calmar sus calenturas volcando nieve en su cama y bebiendo agua helada, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud. Por supuesto, la propaganda holandesa acusó directamente al Rey de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería Don Carlos era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos. El melancólico y misterioso carácter del Monarca, a su vez, prestó los ingredientes para queGiuseppe Verdi, recogiendo la leyenda negra, compusiera siglos después una de sus óperas más famosas: «Don Carlo».

Endogamia, malaria y una caída: las culpables

La propaganda holandesa, sin embargo, no podía estar más equivocada en este caso. Felipe II fue excesivamente permisivo con la actitud de Don Carlos, el cual arrastraba problemas mentales desde que era niño. Del Príncipe maldito se ha dicho, sin excesivo rigor, que siendo solo un infante gozaba asando liebres vivas y cegando a los caballos en el establo real. A los once años hizo azotar a una muchacha de la Corte para su sádica diversión: un exceso por el que hubo que pagar compensaciones al padre de la niña. No en vano, junto a su sobrino biznieto Carlos II «el Hechizado», el primer hijo de Felipe II es el máximo exponente de las consecuencias de la endogamia practicada por la Casa de los Habsburgo.

Solo tenía cuatro bisabuelos, cuando lo normal es tener ocho

Hijo de Felipe II y María Manuela de Avis, los cuales eran primos hermanos por parte de padre y madre, Don Carlos solo tenía cuatro bisabuelos, cuando lo normal es tener ocho. Según estudios recientes (Álvarez G, Ceballos FC, Quinteiro C, «The Role of Inbreeding in the Extinction of a European Royal Dynasty»), la sangre de Don Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211 –casi el mismo que resulta de una unión entre hermanos y solo por debajo de Carlos II, un 0,254 –. No obstante, los trabajos históricos actuales consideran que los genes no estaban directamente relacionados con la locura del Príncipe. Así, según el hispanista Geoffrey Parker en su biogravía sobre Felipe II,   el heredero a la Corona fue un niño relativamente normal, de inteligencia media-baja, que no sufrió graves episodios de demencia hasta la edad madura.

Bien es cierto que, como le ocurrió a Felipe II, el Príncipe heredero se crió lejos de sus padres. Huérfano de madre a los cuatro días de nacer, Carlos quedó bajo la custodia de sus tías, las hijas de Carlos V que todavía no tenían compromisos matrimoniales, puesto que su padre estuvo ausente de España en los primeros años de su reinado. Con 11 años, una plaga de malaria asoló la Corte y afectó al joven, quizás más vulnerable que el resto por sus deficientes genes. La enfermedad provocó en el Príncipe un desarrollo físico anómalo en sus piernas y en su columna vertebral, que, a su vez, pudo estar detrás de la grave caída que sufrió a los 18 años de edad mientras perseguía por el palacio a una cortesana. Los médicos llegaron a desahuciar al joven, dándole apenas cuatro horas de vida, y un grupo de franciscanos trasladaronlos huesos de San Diego de Alcalá a los pies de su cama solo a la espera de un milagro. Contra todo pronóstico, una arriesgada trepanación pudo salvar la vida del Príncipe Carlos; no obstante, pronto se evidenciaría que los daños cerebrales se presumían irreparables.

En los años previos a aquella caída, Don Carlos vivió su periodo más feliz enla Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió junto a su tío, Don Juan de Austria, y Alejandro Farnesio, que contaban prácticamente su misma edad. Sin destacar en los estudios sino todo lo contrario, el hijo del Rey al menos se contagió del ambiente juvenil y saludable del lugar. En 1560, Felipe II –juzgando aceptable su comportamiento– le reconoció como heredero al trono por las Cortes de Castilla.

«Mostraba la desinhibida malicia de un chico con un daño frontal en el cerebro»

Pero tras su caída nunca volvió a ser el mismo. Las fiebres que le afectaban periódicamente, recuerdo de la malaria, empezaron a repetirse con demasiada frecuencia. «Tiene un temperamento impulsivo y violento. A menudo pierde los estribos y dice lo primero que se le pasa por la cabeza», apuntó el embajador imperial en España designado en 1564 sobre el otro síntoma preocupante: sus radicales cambios de humor. En palabras del neurocirujano pediátrico Donald Simpsonque ha estudiado el caso, «mostraba la desinhibida malicia de un chico con un daño frontal en el cerebro».

Fugarse a Flandes para proclamarse Rey

Por el miedo de los embajadores a que se interceptaran sus informes y el Rey pudiera ofenderse, muchas de las actuaciones contra el joven no han podido ser documentadas y se basan en testimonios indirectos. Pero consta, por la correspondencia del embajador Nobili, que el hijo del Rey frecuentaba «con poca dignidad y mucha arrogancia» los burdeles madrileños y trataba con violencia al servicio. En una ocasión, Don Carlos arrojó por una ventana a un paje cuya conducta le molestó, e intentó, en otra jornada, lanzar a su guarda de joyas y ropa. También trascendió por aquellas fechas su intento público de acuchillar al Gran Duque de Alba, al que acusaba de inmiscuirse en los asuntos de Flandes.

Los conflictos entre padre e hijo no tardaron en llegar. Tras su recuperación, Felipe II le nombró miembro del Consejo de Estado en 1564, en un último intento por fingir normalidad, y barajó la posibilidad de casarlo con María Estuardo o con Ana de Austria, la cual sería posteriormente la cuarta esposa del Rey. Pero dentro de su mente enferma, sus prioridades eran otras. Obsesionado con los Países Bajos –en ese momento en rebeldía contra Felipe II–, contactó con varios de esos líderes rebeldes, como el moderadoConde de Egmont o el Barón de Montigny, para organizar su viaje a Bruselas, donde pretendía proclamarse su soberano. En efecto, el Rey en el pasado había sopesado la posibilidad de que su hijo gobernara allí, pero las actuales circunstancias políticas y la mala salud mental del Príncipe descartaban por completo esta opción.

En una reunión mantenida con Don Juan de Austria, al que pidió ayuda para fugarse a Italia, el Príncipe le comunicó sus planes. El general español le reclamó veinticuatro horas a su sobrino para tomar una decisión, e inmediatamente salió a informar al Rey. Advertido de la traición –según varios informadores–, Don Carlos cargó una pistola y pidió a su tío que regresara a sus aposentos. La pistola no pudo efectuar el disparo que habría matado al futuro héroe de Lepanto, puesto que fue descargada previamente por un cortesano, pero Don Carlos se abalanzó daga en mano contra Don Juan de Austria, que, superior en fuerza y habilidad en el combate, redujo a su sobrino. «¡Qué vuestra Majestad no dé un paso más», gritó, apuntándole con su propia daga.

Un adalid de la rebelión de los holandeses

Las noticias de esta agresión precipitaron los acontecimientos. Felipe II mandó el 18 de enero de 1568 encerrar a su hijo en sus aposentos. En los siguientes días, licenció a los servidores de su hijo y trasladó a éste a la torre del Alcázar de Madrid que Carlos V usó como alojamiento para otro distinguido cautivo: Francisco I de Francia, capturado tras la batalla de Pavía. La lectura de la correspondencia privada del joven sacó a la luz una conspiración, más bien el amago de una puesto que ningún noble le prestó mucha atención, para acabar con la vida de Felipe II. Y precisamente porque las cartas descubiertas cada vez elevaban más la gravedad de sus crímenes, el Monarca decretó su cautiverio indefinido en el Castillo de Arévalo.

Cada vez que padecía uno de estos ataques, ordenaba llenar su cama de nieve

Durante los seis meses que el Príncipe permaneció cautivo, en el mismo régimen que había padecido Juana «la Loca», fue perdiendo los pocos hilos de cordura que quedaban sobre su cabeza. Acorde a los síntomas clásicos de las personas que han padecido malaria, sufría súbitos cambios de temperatura, cuya mente enferma convirtió en peligrosos y mortales hábitos. Cada vez que padecía uno de estos ataques, ordenaba llenar su cama de nieve así como ingerir agua helada en grandes cantidades. En medio de sospechas infundadas sobre su posible envenenamiento, falleció el joven a los 23 años el 28 de julio de 1568, probablemente a causa de inanición (se había declarado en huelga de hambre como protesta).

Las vagas explicaciones de Felipe II y su empeño por destruir las cartas que incriminaban a su hijo –quizás buscando ocultar las miserias de su heredero– situaron su muerte en el terreno predilecto para alimentar la leyenda negra que los holandeses, franceses e ingleses usaban en perjuicio del Imperio español. La ópera «Don Carlo» escrita por Giuseppe Verdi siglos después y un drama del poeta alemán Schiller tomaron por referencia el ensayo «Apología», de Guillermo de Orange, que presenta la vida del Príncipe de forma muy distorsionada. El holandés inventó una relación amorosa entre Don Carlos y la esposa de su padreIsabel de Valois, y colocó al joven como adalid de la independencia holandesa y al malvado Rey como el asesino de ambos. Más allá de una inocente literatura, este episodio se convirtió en el más importante pilar de la leyenda negra contra los españoles.

18 01, 2016

Noticias de la BIBLIOTECA del INSTITUTO SANMARTINIANO del PERÚ

Por |2020-11-13T03:40:29+01:00lunes, enero 18, 2016|

El Honorable Señor Caballero Hijodalgo, del Linaje de Don Vela D. Alexis R. Arévalo-Vergara,  Canciller del Capítulo de La Casa Troncal en el Perú; nos hace llegar este artículo para su publicación.

11295675_902995629742912_2846937272278076849_n

La BIBLIOTECA DEL INSTITUTO SANMARTINIANO DEL PERÚ invita a sus distinguidos simpatizantes a colaborar remitiendo un artículo, ensayo, cuento o poema, que será publicado virtualmente en nuestra próxima revista académica Nro. 30.

5236_1548878828769498_1103811158645252296_n

Formato: Word / A4 / Arial 11 / espacio y medio / 03 a 30 págs.
Fecha límite de envío: Lunes, 29 de febrero de 2016
Correo: bibliotecaismp@gmail.com / alexis.arevalo.vergara@gmail.com

http://issuu.com/bibliotecaismp/docs/revista_ismp_nro._29

18 01, 2016

Heráldica: Duque de Sotomayor por D. Carlos Acuña Rubio

Por |2020-11-13T03:40:29+01:00lunes, enero 18, 2016|

D. Carlos Acuña Rubio

D. Carlos Acuña Rubio

Duque de SOTOMAYOR – Soutomaior – Pontevedra – Galicia – España.

-Título concedido en 1703 a don Fernando Álvarez de Sotomayor y Lima, Grande de España, señor de la casa de Sotomayor, marqués de los Arcos y de Tenorio (Cotobade, Pontevedra), conde de Crecente, vizconde de Vilanova de Cerveira (Portugal).

12509213_1668613646732397_7096180731113419903_n

-Dibujo realizado por don Carlos Acuña Rubio

Más información en la Serie de Heráldica Genealogía y Nobiliaria del Proyecto Galicia (editorial Hércules de Ediciones): T-V (LVIII) – página 540.

18 01, 2016

1616 artículo de D. José María de Montells y Galan, Juez de Armas de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén y Vizconde de Portadei

Por |2020-11-13T03:40:29+01:00lunes, enero 18, 2016|

D. José María Montells

D. José María Montells

 Reflexiones que nos deja en un magnífico artículo el Excmo. Sr. D. José María de Montells y Galan, Juez de Armas de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén y Vizconde de Portadei, que reproducimos a continuación:

1616

Desde Utrecht y el expolio de Gibraltar, no tengo simpatía a los ingleses. Admiro a su autor más universal William Shakespeare y el sentido de la tradición que todavía conservan y poco más. Sin embargo, algunos eruditos superferolíticos aseguran ahora que Shakespeare no fue Shakespeare y el asunto me preocupa. Me tranquiliza, eso sí, que aquella teoría de que Cervantes era Miquel Servent, un autor catalán, no haya prosperado, a Dios gracias. Todavía no han dicho que Cervantes era Shakespeare, o que el inglés era de Cardedeu, pero todo se andará. Visto lo visto, la Generalitat es capaz de todo.

12509322_684770154998669_5016666156553120440_n

Tengo leído que los dramas del autor de Stratford upon Avon, son de la autoría de Francis Bacon; de Marlowe; o incluso de Edward de Vere, conde de Oxford. Las dudas se fundamentan en que el dramaturgo era un hidalgüelo de aldea, sin grandes conocimientos ni cultura, por lo que es lógico pensar que no podía escribir lo que escribió, ya que le faltaba, según sus detractores, formación. También he leído que era católico clandestino, un oculto homosexual y en el colmo de los despropósitos, que era una mujer, de nombre Rebecca Honig. Una mujer barbuda, claro está.

12548964_684770431665308_3096528152893787536_n

Esto de la mujer barbuda, no puede ser más de mi gusto. En el famoso óleo de Ribera, una obra maestra del tenebrismo naturalista, aparece la vera efigie de Magdalena Ventura que a mí, me fascina desde niño. Magdalena, fue una dama a la que le empezó a crecer una espesa barba a los 37 años y que 15 años después, dio a luz un hijo con el que aparece retratada. Fue deseo del Señor Virrey de Nápoles, un Afán de Ribera, inmortalizar el extraño caso de Doña Magdalena de la misma manera que Carreño realizará más tarde los retratos de la Monstrua vestida y desnuda, en realidad una niña de enormes proporciones, que en el cuadro aparece como el Dios Baco.

La barbiespesa Doña Magdalena Ventura sale en el centro de la composición, vestida como una señora y dando de amamantar a su pequeño, con un rostro viril, mostrando en el gesto, un cierto malestar, quizá una especial aflicción. A su lado podemos ver a su marido, Felici di Amici, cuyo retrato también espléndido, capta a la perfección, la amarga resignación con la que vive el caso. Seguramente la mujer estaba aquejada de un severo hirsutismo o, acaso con más probabilidad, de hiperplasia suprarrenal congénita, también conocida como pseudohermafroditismo femenino.

12512581_684770301665321_3309413773365446216_n

Años antes de que Ribera retratase a Magdalena Ventura, Juan Sánchez Cotán, pintor de la corte, había inmortalizado a otra dama barbiluenga en su “Retrato de Brígida del Río, la de Peñaranda”’ (1590), obra que, según tengo entendido, se conserva hoy en el Museo del Prado, aunque no está expuesta al público. De esta Doña Brígida famosa, con escudo de armas como hidalga, se dijo que anduvo tras ella, Nuestro Señor Rey don Felipe II, pero no me lo creo. De la misma manera que no creo que Shakespeare fuese una gentil dama de pelo en pecho y luenga barba.

Del autor de Hamlet, se sabe que estudió en su pueblo natal, en la Stratford Grammar School, lo que le dio grandes conocimientos en literatura y gramática latinas, contrajo matrimonio muy joven, a los 18 años, con Anne Hathaway, de 26, que estaba embarazada de tres meses. Tuvo prole, aunque solo sobrevivieron las hembras. De que el escritor fue actor no hay la más mínima duda y de que esa circunstancia le ayudó en su formación autodidacta, tampoco. Igualmente fue empedernido lector. Falleció el 23 de abril de 1616, como nuestro Cervantes.

Estuvo casado con Anne hasta su muerte, y le sobrevivieron dos hijas, Susannah y Judith. La primera se casó con el doctor John Hall. Sin embargo, ni los hijos de Susannah ni los de Judith tuvieron posteridad, por lo que no existe en la actualidad ningún descendiente vivo del escritor. Se rumoreó, sin embargo, que Shakespeare era el verdadero padre de su ahijado, el poeta y dramaturgo William Davenant, un paniaguado del rey Carlos I.

Su escudo de armas, concedido en 1596 al padre del escritor, es lo suficientemente conocido como para reincidir en su descripción, pero no resisto la tentación: De oro, la banda de sable, cargada de una lanza de torneo de plata, fustada de oro, llevando por cimera un halcón de plata con la lanza del escudo.

12509329_684770224998662_8198255522390416291_n

Para concluir que el autor de Otelo fuese impostor, me da a mí que falta investigación y sobran excesivas suposiciones. Ha habido y hay, alrededor de esta historia, demasiada mente calenturienta, interesada en sobresalir a costa del buen nombre de William Shakespeare. No le ocurre lo mismo al manco de Lepanto, don Miguel de Cervantes Saavedra, del que sabemos todo o casi todo. Además contamos con la seguridad de que nadie haya dicho antes que Cervantes fuese una distinguida matrona barbuda, lo que es muy de celebrar en estos tiempos tan inciertos. Vamos, me parece a mí.

Ir a Arriba