Retrato de Miguel de Cervantes
Hijo de Rodrigo de Cervantes, un hidalgo arruinado de oficio médico-cirujano, y de su mujer doña Leonor de Cortinas, de familia bien acomodada. Los Cervantes poseían ejecutoria de hidalguía, como se encargó de acreditar el propio Rodrigo en varios momentos de apuro a lo largo de su calamitosa existencia. Miguel, como hombre de su tiempo, buscó fama y dinero en la vida soldadesca. Casó con Catalina Palacios Salazar, casi veinte años menor que él, en diciembre, 1584.
Su familia, de la cual se ha afirmado sin muchas pruebas que era judeo-conversa por ambas líneas, deambuló por Castilla en busca de trabajo como cirujano para su padre, cuya situación económica nunca fue buena. Sin estudios universitarios, pero dispuesto a no ser más una carga para su familia, Cervantes se trasladó a Madrid en 1566, donde escribió sin mucho éxito varios poemas y mostró vivo interés por el teatro. Una providencia de Felipe II de 1569 ordenó prender al castellano –que se había hecho discípulo de López de Hoyos– acusado de herir en un duelo al maestro de obras Antonio Sigura. Como haría Lope de Vega, Alonso de Contreras o Calderón de la Barca tiempo después, el hidalgo se alistó en los tercios de Flandes para prevenirse de la persecución del Rey, quien firmaba encantado sumar otro infante a su incansable maquinaria bélica.
Destinado en Flandes, en el Tercio del capitán Lope de Figueroa del que formaba parte –el mismo al que sirvió mucho después Lope de Vega– fue reclamado para tomar parte en la llamada Santa Liga que se proponía combatir al turco. La actuación de los tercios embarcados es bien conocida. A grandes rasgos sostuvieron la victoria, en detallado: la compañía de Cervantes, que armaba la galera la Marquesa, soportó uno de los ataques de mayor crudeza. Cuando la batalla parecía sentenciada, Uluch Ali, tras dejar a atrás a Andrea Doria, buscó llevarse en su retirada a todo bajel que encontró de costado: la galera donde iba el escritor fue una de las que peor parte se llevó. La Marquesa fue víctima de una sangría de la cual solo Cervantes y unos pocos pudieron salir con vida. El joven escritor se encontraba con fiebre en la bodega del barco cuando fue informado de que el combate amenazaba con engullirlos.
«Señores – ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura», bramó el escritor de solo veintiún años que, pese a las protestas de su superior Francisco San Pedro, fue puesto a cargo de 12 soldados junto a los cuales situó su vida en liza. Cervantes fue herido por dos veces en el pecho y por una en el brazo. Aunque no fue necesario amputación, el escritor perdió la movilidad de la mano izquierda “para gloria de la diestra”.
Tan osada actuación no pasó desapercibida para el almirante capitán, don Juan de Austria, que le dedicó una elogiosa carta que, por seguro, le hubiera garantizado patente de capitán en la corte de Felipe II –para obtener una compañía de soldados era necesario el consentimiento real–. Sin embargo, la galera en la que regresaba, junto a su hermano Rodrigo, fue atacada por piratas berberiscos cerca de la costa catalana. El escritor –en posesión de la elogiosa carta– fue tomado por un noble hidalgo, y, en consecuencia, por un cautivo de enorme valor.