PRODIGIOS DE SIRENA.

Por |2020-11-13T03:44:23+01:00miércoles, abril 16, 2014|

POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.

Han sido tres días de sol y en Madrid, ya han florecido los prunos. Saludan a la primavera con un algo de altanería. Como es muy sabido, el pruno es un ciruelo silvestre, casi salvaje, que se ha aburguesado en nuestros jardines y los alhaja con unas hermosas flores rosadas, muy bien acompañadas de una parafernalia de mirlos y gorriones. El canto del mirlo es un gorjeo aflautado y melodioso, por veces grave e intenso, con un repertorio variado y en ocasiones, improvisado, que a mí me reconcilia con el mundo, cuando estoy melancólico o mohíno. Melancolizarse es lo que hacía la sirena Doña Eloísa cuando mi antepasado Don Suero de Veriño la requería de amores, hasta que descubrió que se podía quitar la cola de pez como si fuese una falda y entonces, todo fueron carantoñas y arrumacos. Antes de descubrir estas propiedades del apéndice natatorio, cuando doña Eloísa entristecía, procuraba escuchar al mirlo y le volvía la sonrisa al rostro. 
Armas de los Sueyras.
Doña Eloísa está de manteniente en el escudo jaquelado de plata y sable de los Sueyras de mi sangre. Manteniente, por si alguien no lo sabe, es voz castellana medieval para designar soportes y tenantes por igual. De esta Doña Eloísa tengo escrito mucho. Es la sirena que guio la barca de piedra del Señor Santiago cuando el Apóstol vino a evangelizar las Españas. Carlos del Valle-Inclán, el hijo de Don Ramón, me dijo en una ocasión que la sirena que figura en sus armas de Marqués de Bradomín, es seguramente la misma Doña Eloísa del pazo de Lontañón, que algo de primos tendríamos. Nada me haría más ilusión que emparentar con Valle-Inclán, pero no veo por dónde. Que yo sepa Don Ramón  no tenía un ápice de Sueyras. 
Armas del Marqués de Bradomín.
En una garantía de armas que conservo, la tal sirena ejerce de alférez abanderado ya que figura sosteniendo una bandera cuadra con mis armas. Doña Eloísa era afónica, de los que no cantan ni embelesan marineros para luego pasaportarles a la vida eterna. Uno la tiene imaginada de muy hermosas facciones, los ojos verdes, la melena rubia. Sería una doñita cariñosa y conversadora, proporcionada de formas y cola, que enloquecería a cualquier humano, tal como le ocurrió a mi Don Suero de Veriño, en los tiempos de Mari Castaña. Tengo para mí que a Doña Eloísa la apaciguó el Amor.
Guión de José María de Montells.
Como aficionado que soy por estos seres tan enigmáticos, colecciono noticias de algunas damas de esta raza que tanto me interesan. Así, por ejemplo  la sirena lusitana, Doña Dulce de nombre, que vino por el Guadiana a sentar sus lares en la comarca de La Serena (La Sirena, en castellano antiguo) y vive en los escudos de Villanueva de la Serena y de Malpartida. Es, como su nombre indica, sirena de agua dulce, pero perversa, de las que conociera Ulises. Esta quiso apiolarse a don Pedro de Valdivia, conquistador de Chile, pero él hizo oídos sordos. Doña Dulce provenía del Tajo y esperaba a los navegantes en su desembocadura, cerca de Lisboa y luego les seguía, para en alta mar hacer de las suyas.
Pedro de Valdivia.
Las sirenas aparecen por vez primera como mujeres-pez en el bestiario anglosajón titulado ‘Liber monstruorum’ (siglo VII-VIII). Antes habían sido semejantes a las harpías, de las que hablaré largo y tendido en otra ocasión. La sirena es la mujer inalcanzable, mujer escurridiza, la mujer sensual sin sexo, la mujer peligrosa y devoradora. No hay que olvidar que practican la antropofagia. Las sirenas comienzan a aparecer en los capiteles románicos y en las miniaturas. La mujer inquietante. La mujer que atrae con el cuerpo y mata con el canto. Las sirenas darán la vuelta al planeta cuando las carabelas españolas y portuguesas inicien la circunvalación de los océanos. Cuando esto escribo, los chinos dicen que han recibido señales acústicas del avión malayo desaparecido, aunque pienso yo que esos sonidos son un canto sirénido que los del Imperio del Centro no saben identificar.
Tengo escrito que me hubiese gustado ser farero en el pantano de Valmayor, por escuchar el canto de la sirena que allí mora. Encargaría que me atasen como a Ulises, por no ceder al canto fatal y siguiendo los consejos de Circe, pondría cera blanda en los oídos de los varones vecinos. Así no habría nada que lamentar. Me consta que la sirena del pantano vive en la ciudad sumergida de Foringal de Valmayor y que en sus jardines subacuáticos, canta inexplicablemente el mirlo. Me malicio que es un prodigio que habrá que atribuir a la sirena.