EL PATRIMONIO ECUESTRE DE LA CASA REAL DE RUANDA.

Por |2020-11-13T03:49:16+01:00miércoles, agosto 4, 2010|

Por el Dr. Don José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.

Mis lectores habituales conocerán, sin duda, mi desmedida querencia por la caballería exótica y lejana. A ella he consagrado algunos artículos, publicados en libros y revistas, aquí y allá, porque soy de los que creen que el hecho de su existencia merece más atención de los eruditos y de aquellos que piensan que las ordenes dinásticas de caballería se acaban en Europa. Es una muestra más de esa actitud tan eurocéntrica algo paleta, muy común en nuestro país y en todo Occidente que desprecia cuanto ignora, por decirlo con palabras del poeta.
Durante algún tiempo en diversos foros europeos y americanos fue muy discutida la fecha de fundación de la Orden del León o del Intare, la primera de aquel reino, en 1959, por el Rey Mutara III, (el año de su extraña muerte) cuando éste trató de occidentalizar las tradiciones locales. Los malpensantes sostenían que todo era un invento de Kigeli V y que su hermano y predecesor no había creado un corpus caballeresco.

Un conocido tratadista me aseveró confidencialmente que era impensable tal cosa para un país africano como Ruanda, a punto de salir de la órbita colonial. También se argumentaba que el Rey no había concedido esta orden del Intare en treinta y un años de exilio, como si un Rey en plenitud de sus prerrogativas (Kigeli V no ha abdicado nunca) no pudiese suspender temporalmente el ejercicio de una de ellas a su albedrío.

Hubo quien cuestionó la capacidad del Rey para conferir títulos a la manera occidental, desconociendo la propia tradición nacional de los reyes tutsis que discernían recompensas perfectamente equiparables al sistema premial establecido en casi todas las monarquías del mundo. Cuando el Imperio de Japón decidió occidentalizar a su nobleza, también surgió entre los pretendidos entendidos una corriente contraria a que los nipones pudieran ser distinguidos por sus emperadores con títulos nobiliarios europeos.
Pese a esta incomprensible oposición, negando la legitimidad de su origen, la fundación de la Orden del León fue comunicada al Vaticano y debidamente registrada, como correspondía a una orden católica fundada por un monarca convertido al catolicismo en 1943 y otorgada mediante Cartas Patentes fechadas, ya en 1950, a S.S. el Papa Pio XII, en forma de una piel de león que era su insignia tradicional, ya que la orden recogía la costumbre ancestral de recompensar a los guerreros destacados, con un collar de hierro para ser inmediatamente investidos con una piel de león.
Su Santidad correspondió concediendo a Mutara III, el dictado de Muy Cristiana Majestad, o si me apuran Majestad Cristianísima, como el de Francia, aunque la concesión se atribuye más a la devoción del Rey ruandés por el Sagrado Corazón de Jesús que al agradecimiento papal. De todo lo expuesto se colige, que el Rey Mutara deseaba constituir un patrimonio ecuestre propio, comparable al de la potencia colonial e independiente de ella y que las dificultades políticas con la Metrópoli entorpecieron su puesta en marcha.
No obstante, Mutara III distinguió con el León de Ruanda al Rey Balduino de Bélgica, al Padre Alexis Kagame, su valedor ante el Santo Padre y al Emperador Haile Selassie de Etiopía. Su sucesor ha galardonado con la Orden a numerosos nobles europeos, miembros de casas reales y personalidades de distintos ámbitos, que han destacado en su apoyo a la Casa Real de Ruanda.
La insignia de esta caballería consiste en un rafagado de rayos dorados ondeados, cargado en su centro de un óvalo rojo con un león rampante de oro. La venera pende de la corona del Mwami o penacho tradicional. La banda es roja con filetes morados en sus bordes.

Las preseas fundacionales del León fueron manufacturadas, después de descartados varios diseños, por la casa Spink de Londres y Arthus Bertrand de París. Ahora, según mis noticias, se fabrican en EEUU y en Portugal. En 2007, S.M. el rey Kigeli quiso que el Vaticano registrase todas las órdenes de su Casa, haciéndolo el Gobernatorato, presidido por el Cardenal Prefecto de la Ciudad del Vaticano, Szoka.
Creada como una Orden de Estado, la Orden del León fue olímpicamente ignorada por las autoridades belgas que ejercían el protectorado del país. Los gobiernos republicanos locales tampoco oficializaron su existencia por su origen monárquico, por lo que en la actualidad, es otorgada por el rey Kigeli, no en su condición de Jefe de la Casa Real, sino en su calidad de Jefe de Estado en el exilio. La Orden del León lleva aparejada la nobleza personal al agraciado con su concesión. El León simboliza el espíritu guerrero, con las cualidades anexas de dominio, soberanía y una bravura sin igual ante las adversidades. Es metáfora del coraje y de la voluntad de no ceder ante nada o ante nadie. No es la única Orden de Caballería con este nombre, existe en Finlandia, Países Bajos, Luxemburgo, Senegal y un sinfín de naciones de todos los continentes, pero quizá influyó en el ánimo de Mutara, la orden belga de igual nombre, establecida en 1891 y abolida de facto en 1960, a raíz de la independencia del Congo..
Otra de las distinciones tribales occidentalizada por el Rey Mutara III fue el brazalete trenzado o Impotore, galardón que se otorgaba a los miembros de la Guardia Real que hubieran realizado un hazaña frente al enemigo, causándole más de siete bajas. Mutara concibió equiparar este antigua recompensa a una nueva orden, la de la Grulla, pero su muerte impidió que esta se sancionase en un decreto.
El rey Kigeli, fiel a los deseos de su hermano, le dio carta de naturaleza en 1997, otorgando la Gran Cruz a su fiel canciller, Boniface Benzinge. Las concesiones de esta Orden no se han prodigado mucho. Curioso resulta que la extrema generosidad del Rey me hiciese el inmenso honor de agraciarme con la Gran Cruz en 2006.

La grulla crestada es el ave nacional de Ruanda. Figura también como soporte de las armas reales. Es un animal elegante, de rara belleza. Lo que le caracteriza es su plumaje y los colores que despliega. El plumaje corporal suele ser gris, las alas son blancas pero con plumas aisladas de variados colores. Tiene los lados del rostro blancos, con una bolsa inflable roja bajo el pico. Y un penacho de plumas doradas sobre la cabeza. En el lenguaje heráldico, es símbolo de vigilancia y majestad. A mí se me antoja, feliz alegoría de una futura restauración de la monarquía en Ruanda, una señal de la tradición nacional y de la vigilancia que se ha de ejercer para preservar el don precioso de la paz.
Se otorga en dos categorías o grados: Gran Cruz y Encomienda, normalmente a nobles titulados por Su Majestad y es de carácter hereditario. La insignia es una placa de ocho puntas azul, cargada de un círculo blanco con la figura de la grulla en sus colores naturales y tres estrellas de oro en representación de las tres etnias del país, cargado a su vez de una bordura de gules, donde se lee en letras doradas ORDER OF CRESTED CRANE, RWANDA, todo sobre un rafagado de rayos ondeados de plata. En las intersecciones de los brazos, la cifra real en oro. La banda es de moaré amarillo, con dos franjas rojas, cargadas en su centro de otra azul, cercanas a los bordes.
La Orden de la Corona, la segunda en importancia de las que forman parte del patrimonio de la Casa Real de Ruanda, hereda la tradición de la incineración de la jabalina, ceremonia con la que se agasajaba al mejor guerrero, un verdadero héroe nacional, que había logrado eliminar a más de veinte enemigos en combate. Tal distinción otorgaba el derecho al guerrero agraciado de ser tratado como familiar del Rey, una categoría similar al título nobiliario de Duque. El héroe en cuestión (el que lleva la Corona, traducido al cristiano) podía portar la corona del Mwami, cuando ésta no era utilizada por el monarca, demostrando así la confianza que se depositaba en él.
La Orden de la Corona (Ikamba, en su idioma nativo) fue proyectada por Mutara III en 1950 y formalmente instituida por su sucesor, Kigeli V en 1959, aunque con ocasión de la visita del Rey Balduino de los belgas a Ruanda, en 1950, Mutara III le regaló una miniatura de la corona de Ruanda tejida a mano, regalo que se considera un antecedente físico de la Orden y que preludia su institucionalización algo más tarde. Se concede en tres grados: Gran Collar, Gran Cruz y Encomienda. Ha sido conferida en su clase de Gran Collar a príncipes de distintas casas reales, entre ellos a mi admirado Don Duarte de Braganza, Jefe de la Casa Real de Portugal.

Su insignia es una cruz de Malta de color azul claro fileteada de blanco, cargada en su centro de un círculo blanco con la corona dorada en su centro. En las intersecciones de los brazos, la K por Kigeli. El color de la banda es azul celeste, con dos franjas blancas cercanas a los bordes. Confiere la nobleza personal al agraciado con ella, que no la gozase previamente. Por último, la Orden del Tambor, (Kalinga) es el más alto honor que concede la Casa Real de Ruanda. Como la de la Corona, fue diseñada por el Rey Mutara y finalmente establecida por el Rey Kigeli en 1959. El tambor es la señal real de los Mwami y tiene extraordinaria importancia en el universo simbólico de toda la región de los Grandes Lagos. Se le atribuyen poderes mágicos y se asocia al ejercicio del poder.
La orden se concede en dos grados: Gran Collar y Encomienda, aunque el Gran Collar puede otorgarse también como Gran Cruz, siendo ésta considerada, como Gran Collar de Segunda Clase. Su insignia es una cruz maltesa de azur, cargada de un círculo de lo mismo, fileteado de oro, cargado del tambor dorado. En las intersecciones de los brazos de la cruz, se alternan un león y una grulla dorada. Los grandes cruces llevan una banda de moaré azul, fileteada de blanco. El collar lleva como eslabones alternados, el tambor y la cifra real.
En 2005, algo tuve que ver con la concesión del Gran Collar de esta Orden, a mi inolvidable amigo, SAR don Jorge Bagration de Moukhrani, Jefe de la Casa Real de Georgia. Fue una gran satisfacción personal haber contribuido, siquiera modestamente, al entendimiento entre ambas Casas Reales.

Añadir tan solo, que conozco personalmente al Rey Kigeli y que me parece un extraordinario personaje. Educado, afable, culto, devoto católico, sumamente inteligente, es un imponente activo para el futuro de su castigada nación.

Las órdenes caballerescas de su patrimonio, son eficaz instrumento para dar a conocer al mundo la penosa situación de su patria y ayudar al sufrido pueblo ruandés. Ojalá que Ruanda logre reconciliarse con su propia tradición de tolerancia, bajo el gobierno paternal de su buen Rey. Amén.

D.José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.