Artículo original (Enero 2015) para el Blog de la Casa Troncal de Los Doce Linajes de Soria remitido por D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia de Genealogía, Nobleza y Armas de Alfonso XIII
El Condado de Alcolea del Torote
Es frecuente, y con la actual ley más todavía, que títulos nobiliarios se declaren en situación de vacantes, se cancelen y acaben, finalmente, por suprimirse. También puede ocurrir, el caso contrario, aunque en muy contadas veces, salvo los vizcondados previos que constituyen un caso aparte, que títulos otorgados con la denominación gentilicia de alguna villa, lugar, ciudad o territorio subsistan en la actualidad en pleno vigor y no así el lugar con la denominación con el que fueron concedidos.
Este es el caso del Condado de Alcolea del Torote.
A la altura del punto kilométrico 306 de la carretera N-320, que comienza en La Gineta (Albacete) para acabar en la N-I a la altura de Venturada (Madrid), pasados unos 4 Kms. del pueblo Torrejón del Rey, en la margen izquierda del ostentosamente llamado rio Torote, que en realidad no es más que un arroyo grande, con tanto caudal, que, en la estación estival, se seca totalmente. Su nacimiento está situado entre Matarrubia y Fuentelahiguera de Albatages (Guadalajara) y termina desembocando en el Henares entre Alcalá de Henares y Torrejón de Ardoz (Madrid).
Al llegar al punto citado, abandonando la carretera y a pié nos adentramos por el campo en dirección al río, por un camino, huérfano de hierbas, hecho a base de patearlo los pastores, y el ganado lanar, nos encontraremos, a poco de caminar, unas cuantas piedras dispersas, no muchas. Son los restos que quedan de la otrora importante villa de Alcolea del Torote, también llamada de las Amargas, por unas hierbas que por esos lares crecían que tenían esta particularidad gustativa.
Parece ser que ya en tiempos de la dominación romana, estuvo el lugar habitado, pues, en el año 1974, fueron desenterradas, por un labrador mientras araba en unos campos próximos y en buen estado de conservación, dos estelas funerarias, aunque bien pudiera ser que hubiesen sido trasladadas desde algún otro lugar.
Ya documentado, originariamente fue una fortaleza árabe, ya su nombre “alcolea” lo significa, construida del siglo X, para proteger, en primer lugar, los territorios adyacentes, además de servir de contención y protección de la cercana Guadalajara, distante apenas a 20 Km., de las cada vez más numerosas incursiones cristianas.
Por su situación geográfica, Alcolea, debió de ser amenazada y atacada en numerosas ocasiones, algunas conquistada y abandonada a continuación, pero según las crónicas fue ganada definitivamente para la causa cristiana por Alvar Fañez de Minaya, sobrino que fue de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, poco antes de su conquista de Guadalajara y como paso previo a la misma.
Dicha ocupación debió ocurrir por la misma fecha de la toma de Guadalajara en el año 1086. El estado de la fortaleza debió de quedar bastante dañado.
Aunque no se menciona explícitamente por los historiadores, posteriormente, debió de ser arrasada, juntamente con Madrid, Alcalá de Henares, Talamanca, Guadalajara y otras poblaciones y fortalezas en la gran invasión que efectuaron los almohades durante el reinado de Alfonso VIII, después de la derrota sufrida por este Rey en la batalla de Alarcos en el año 1195.
A finales del siglo XII adquirió independencia geográfica por si misma, al mismo tiempo que empezó a ejercer jurisdicción eclesiástica y jurídica sobre las aldeas de Torrejón de Alcolea, Valdeavero, Ribatejada y Galápagos, estas tres ultimas poblaciones aún existen hoy en dia, y por su aproximación geografica a Alcalá de Henares, Guadalajara y Madrid, han desarrollado muchas y grandes urbanizaciones, con lo que han conseguido un pequeño, pero próspero comercio.
Desde el siglo XIII perteneció, sucesivamente, al monasterio de la Vid, al monasterio de Santa Clara de Guadalajara, y finalmente a los arzobispos de Toledo.
A finales del siglo XVII, Alcolea, ya había quedado despoblada y abandonada y sus casas derribadas.
El diccionario de Madoz dice:
“Alcolea, a orillas del arroyo Torote, lindaba por el norte con Galápagos, por el oeste con Rivatejada y por el este y sur con Torrejón del Rey, en cuyo término municipal se integró tras la desaparición del pueblo y derribo de sus casas en 1836 a excepción de la iglesia, derribada, con autorización del Vicario en 1841. El último vecino fue José Álvarez que se trasladó a Torrejón del Rey donde murió a la edad de 72 años”
Pero ¿por qué desapareció Alcolea del Torote? Las razones no están claras y se han formulado muchas hipótesis y distintas hipótesis, pero la más comúnmente aceptada obedece a razones sanitarias.
La villa estaba literalmente situada en la misma orilla del Torote y cuando este rio fue perdiendo caudal, debido a diversas causas, la escasa cantidad de agua que fluía propiciaba la formación de múltiples charcas y con ellas, al ser aguas estancadas, la aparición de enormes cantidades de mosquitos, que junto a las moscas y los tábanos que convivían con el ganado, hacían muy molesto y desagradable el residir en el lugar, amén de aparecer múltiples enfermedades transmitidas por las picaduras, y, como consecuencia, un número mayor de mortandad. También se apunta con bastanes probabilidades de realidad a una pertinaz epidemia de cólera que causó una gran mortandad.
Poco a poco se fue originando una emigración a terrenos no lejanos y más sanos. En poco tiempo la población entera cambió su residencia a la no distante y mencionada aldea de Torrejón del Rey. En Alcolea, como refiere el diccionario de Madoz, el último edificio en pie fue la iglesia que fue derruida por ser cobijo de forajidos y bandoleros.
Las más nobles piedras fueron usadas en siglo XVIII para construir el Ayuntamiento de Torrejón del Rey.
El condado de Alcolea del Torote fue concedido por el Rey Carlos II por Real cédula de 30 de Agosto de 1697 y Real despacho del 20 de Octubre siguiente, con el Vizcondado previo de Jaraquemada a Jerónimo de Tordesillas Francisco de Tordesillas y Cepeda, I Marqués de San Felices, Regidor de Segovia, Tesorero del Real Alcázar de Segovia, Caballerizo de S. M. el Rey, De los Nobles Linajes de Segovia (1675).
Era hijo de don Rodrigo Antonio de Tordesillas Cepeda y Calderón, Tesorero del Real Alcázar de Segovia y Regidor de la ciudad y de Juana de Brizuela y Gamboa.
Testó en Segovia el 24 de Marzo de 1691 ante el escribano Mateo López de Montalvo. Falleció, sin sucesión, en Segovia en el mes de Marzo de 1691
Actualmente es poseedor de esta merced nobiliaria desde el año 2013, doña Belén Juliá Diez de Rivera, nacida el 23 de Diciembre de 1942 e hija de don Camilo Juliá y de Bacardi, III Marqués Pontificio de Juliá y de doña María de los Dolores Diez de Rivera y Guillamás, Grande de España, Condesa de Almodovar. Doña Belén está casada desde Figueroa y Melgar