POR EL DR. D. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN. 
Le recuerdo en mis lejanos días del Instituto, como uno de los mejores maestros que haya tenido nunca, Medardo Fraile (1) , por aquel entonces, era un profesor pelirrojo, extremadamente educado, amable a la par que firme, con gran sentido del humor, por veces irónico, que enseñaba literatura española a unos mozalbetes imberbes que despertaban a la vida y no se interesaban nada por la asignatura. Pero no desfallecía. Entre mi padre y él, hicieron de mí, un lector empedernido. Después de ir a una excursión del Ramiro al Escorial, con él y con Julia López Gómez, la profesora de Geografía, unas piernas increíbles, me cateó el trimestre y mi padre, preocupado, fue a hablar con él. Volvió encantado. Medardo, con aquel gracejo tan suyo, le dijo que uno tenía mucho porvenir en la danza. Ni qué decir tiene que aprobé aquel trimestre, en el examen de recuperación, con sobresaliente cum laude.


Luego nada supe de él, hasta que lo encontré en una Feria del Libro en el Parque del Retiro, hará treinta y tantos años. Cuando le dije quién era, se le iluminó el semblante y me dijo, reconociéndome: Tu eres Pepito!!! El que mejor bailaba el twist…Afirmación que no dejaba de ser una concesión a mis dotes de danzarín, muy escasas, por cierto. Era bondadoso de natural.
Desde aquella fuimos amigos. Siempre que venía de Glasgow, me llamaba y quedábamos. Le gustaba mucho venir a casa y saludar a mi gato Manolito, que le hacía reverencias.  A mis hijos les dedicó un libro de cuentos maravilloso. Yo fui el editor inexperto que le publicó su Autobiografía, una novela que acaba de reeditarse con el título de Laberinto de Fortuna, en ediciones Menoscuarto. La novela que marcó un poco la resurrección literaria de Medardo, porque apartado de los circuitos intelectuales de Madrid, los críticos le tenían algo olvidado. Luego publiqué su Entre paréntesis, una colección de artículos y él hizo para mi revista Doña Berta, que regalaba a los amigos, una selección del cuento español de posguerra, verdaderamente magistral. Siendo un escritor fundamental de la literatura española, era también un gran conversador. Escucharle era una delicia. Tenía la palabra justa y la anécdota sorprendente para dejarnos entusiasmados. Su compromiso con la verdad era radical, aunque la verdad le perjudicase. Era un gran observador y escribía en un castellano sencillo, límpido, pulido, elegante, de hecho fue un hombre elegante en todos los aspectos de la vida. 
Cuando recibí la noticia de su muerte en Glasgow, me quedé helado. No lo esperaba. Medardo, con algunos achaques, estaba espléndido. Siempre con proyectos y  magníficamente lúcido. La última vez que le vi fue en noviembre en la librería Alberti de Madrid, en la presentación de su Laberinto de Fortuna. Estaba feliz. Lo cierto es que yo he pensado que Medardo viviría siempre. No ha sido así y Dios ha querido darme el disgusto de saber que ha dado el alma. Le voy a echar mucho de menos.


Medardo era fervoroso creyente y estoy seguro que ya estará en las puertas del Paraíso. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid, Catedrático Emérito de la Universidad de Strathclyde (Glasgow, Reino Unido), antiguo Becario de la Fundación Juan March y de la Fundación Carnegie, Premio Sésamo 1956, Premio de la Crítica 1965, Premio Estafeta Literaria 1970, Premio Hucha de Oro 1971, Premio Ibáñez Fantoni, Era Académico de Número de la Belgo-Española de la Historia, Gran Placa de la  Orden de Carlos V y Comendador con Placa de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
Medardo Fraile se nos ha ido, pero su obra quedará para siempre y ocupará el lugar que merece en la historia de la  literatura española. Y si no al tiempo
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(1)(1925-2013).