POR DÑA.MARIOLA DE LAS HERAS OJEDA, DAMA DEL LINAJES SANTIESTEBAN.
 
Pretendiente es aquel que pretende o solicita algo. Así, el pretendiente a un trono será aquel sujeto que dice contar con el derecho de acceder al mismo. Por ejemplo, se diría que Alfonso Carlos I, fue pretendiente carlista al trono de España desde 1931 a 1936. Heredero en cambio es aquel que está destinado a suceder al rey, siendo legítimo si su accesión al trono es conforme a las leyes y normas del momento.
Pero, ¿Qué diferencia hay entre ser un falso pretendiente o ser un heredero ilegítimo?
De acuerdo a lo anterior y a nuestro buen entender, un heredero ilegítimo sería simplemente aquel que no accede al trono según las leyes vigentes en el momento, sin que por ello se le pueda tildar de falsedad.
A lo largo de toda la historia son numerosos los casos de personas que han pretendido ocupar el lugar de otro (reyes, príncipes, zares, incluso papas), ya sea por tener mejor derecho, ya sea por querer aprovechar la oportunidad de alcanzar nuevas metas, o simplemente por usurpar un lugar que no les correspondía.
A continuación nos proponemos contar lo acontecido con algunos falsos pretendientes que han querido ser parte de la historia. 

EL PASTELERO DE MADRIGAL.
 
La crónica oficial cuenta que el Rey de Portugal, Don Sebastian I (1554-1578) murió en la Batalla de Alcazarquivir (4 de agosto de 1578, Marruecos) también conocida como Batalla de los 3 reyes, llamada así porque en ella murieron los tres monarcas que peleaban en la contienda: el rey de Portugal y los dos sultanes que disputaban el trono de Marruecos; Muley al-Mutawakil y su adversario, el sultán Abd el-Malik. Fue a partir de este momento, y aprovechando de la falta de pruebas contundentes, en el que comenzó a fraguarse el mito del «Sebastianismo», que trataba de mantener la esperanza y la ilusión del pueblo a través de la difusión de la leyenda que el rey aún seguía vivo, esperando el momento adecuado para volver al trono y eliminar la dominación extranjera.
Tras la mencionada muerte en batalla del joven rey Sebastián I de Portugal sin dejar descendencia alguna, le sucedió en el trono el cardenal Enrique I el Casto, tío-abuelo de Sebastián. El rey-cardenal moriría dos años más tarde también sin descendencia, dejando un vacío de poder en el trono de Portugal que provocaría una crisis dinástica.
Ante esta situación sobrevenida, se tuvo que buscar un sucesor. Como en todos estos casos, fueron numerosas las personas y personalidades que quisieron subirse al “carro de la fortuna”. Herederos legítimos, ilegítimos y falsos pretendientes todos quisieron ser reconocidos como las personas de mejor derecho.
Así doña Catalina de Braganza, hija del Infante don Duarte y nieta del rey don Manuel I de Portugal, fue una de las pretendientes a la corona vacante. Su debilidad ante otros candidatos no era otra que ser mujer.
Antonio I (1531-1595), prior de Crato, fue otro de los reclamantes del trono portugués durante la crisis de 1580. El 20 de junio de 1580, anticipándose a la decisión del consejo regente, Antonio se autoproclamó rey de Portugal en Santarém, siendo aclamado en varias localidades del país; su gobierno duró solo treinta días, hasta que fue derrotado en la batalla de Alcántara por el Duque de Alba en nombre de Felipe II de España. Antonio era hijo ilegítimo de Luis de Avis (1506 – 1555), y por lo tanto nieto del rey Manuel I de Portugal. Precisamente por su carácter ilegítimo, sus pretensiones eran débiles y fueron consideradas inválidas.
Felipe II, hijo de la Emperatriz doña Isabel de Portugal (Isabel de Avis y Trastámara) y nieto de don Manuel I de Portugal. El rey de España tenía la ventaja de ser varón y descendiente legítimo de los reyes de Portugal, siendo éste el afortunado elegido de entre los que reclamaron dicho trono. Felipe II fue aclamado como rey el 12 de septiembre de 1580, y jurado por las Cortes en Tomar el 15 de abril de 1581, con el nombre de Felipe I de Portugal.
Felipe II de España y I de Portugal.
En 1594 llegó a Madrigal Gabriel de Espinosa, de profesión pastelero. Como dato histórico decir que Madrigal de las Altas Torres, Ávila, fue cuna de Isabel la Católica. De gesto orgulloso, destreza en el arte de la equitación y conocimiento de idiomas, al menos francés y alemán, formación ésta cuanto menos excesiva teniendo en cuenta su profesión, a muchos les parecía más un caballero encubierto que un humilde oficial.
También había llegado a parar a Madrigal, Fray Miguel de los Santos, monje portugués de la Orden de los Agustinos y vicario del convento de Nuestra Señora de Gracia el Real de Madrigal, que, por apoyar a Don Antonio I (Prior de Crato), en el fallido intento sucesorio de ser rey en contraposición a los intereses de Felipe II, había sido desterrado de Portugal. También se dice que Fray Miguel fue confesor de Don Sebastian y que por lo tanto había conocido al desaparecido rey personalmente.
A Fray Miguel, como a tantos otros, a pesar de que la aceptación de Felipe II como Rey de Portugal se hizo bajo la condición de que los territorios portugueses y sus colonias mantuvieran sus propias Cortes, derechos y privilegios, sin ser anexionadas a Castilla como provincia española, le preocupaba el poder mantener la independencia de su país y buscaban a la persona que pudiese devolver el trono a manos portuguesas.
El hecho de no recuperar el cuerpo del joven rey Sebastian tras su muerte, y dado el enorme parecido físico de Gabriel de Espinosa al del desaparecido rey de Portugal, acrecentó la leyenda de que en realidad éste no había muerto, dando alas a la tesis de la mencionada corriente del «sebastianismo».
Al religioso luso no le fue difícil encontrar adeptos de entre todos aquellos que habían militado juntos a favor del Prior de Crato, y algunos meses después de su llegada a Madrigal, el pastelero ya era firme candidato a «Rey de Portugal» y tratado de «Majestad» por muchos nobles portugueses que, añorantes de un rey propio, le habían mostrado su apoyo al reconocerlo.
Gabriel de Espinosa.
Cierto día, estando Gabriel de Espinosa en Valladolid, es detenido por don Rodrigo de Santillán, alcalde del crimen de la Real Chancillería de Valladolid, al intentar vender unas señoriales y suntuosas joyas con la intención de investigar la procedencia de las mismas. Al ser registrado nuestro querido personaje, cual no fue la sorpresa de don Rodrigo al encontrar junto a las joyas cuatro cartas dirigidas al detenido, dos de ellas firmadas por Fray Miguel  en las que el extraño caballero recibía el tratamiento de «majestad» y otras dos de contenido amoroso firmadas por doña María Ana de Austria, hija de don Juan de Austria, nieta de Carlos I de España y sobrina por tanto de Felipe II, en las que le trataba como si fuera su prometido.
Don Rodrigo, ante la incomprensible titulación de las cartas que ponía en duda la legitimidad del rey español, el desconcierto que le provocaba el poco respeto con que se refería al rey el altanero acusado, diciendo ser además prometido de una sobrina del rey y por que no, las deudas de más que tenía, vio con astucia la oportunidad de alcanzar los favores de la corona, motivando finalmente al alcalde del crimen a informar del asunto directamente a Su Majestad Felipe II.
Todo el proceso está documentado en el Archivo Histórico de Simancas, concluyéndose el mismo con ambas sentencias a morir en la horca acusados, tanto el fraile como el pastelero, del delito de lesa majestad.  Espinosa fue decapitado la tarde del 1 de agosto de 1595 en la plaza pública del pueblecito abulense, siendo expuestos sus despojos ante el pueblo y De los Santos, una vez trasladado a Madrid y desposeído de su condición de religioso fue juzgado como laico.  Igualmente, su cuerpo fue descuartizado y sus restos devueltos y expuestos en Madrigal.
Muchas preguntas continúan hoy en el aire: ¿Por qué ambos mantuvieron hasta el final la convicción de que Gabriel de Espinosa era el auténtico Sebastian I, Rey de Portugal? Siendo de otro modo, ¿Cómo pudo un pastelero comprometerse con la sobrina del Rey Felipe II?
Este apasionante caso ha dejado muchos cabos sueltos. La leyenda también  apunta que Gabriel de Espinosa pudiese ser un hijo natural de don Juan Manuel de Portugal, padre del rey don Sebastián, y de ahí el inmenso parecido. ¿Habría devuelto Felipe II la independencia al país luso de demostrarse la verdadera identidad de Espinosa? ¿Tendría mejor derecho un hijo ilegítimo que un rey extranjero? ¿Por qué durante el duro interrogatorio sufrido no se sacó nada en claro acerca de la familia y cuna de éste? ¿Quién fue realmente Gabriel de Espinosa?
He aquí uno de los muchos «enigmas» de nuestro pasado. En una próxima entrada del blog desvelaremos, o más bien dejaremos abiertas, las correspondientes preguntas sobre otro interesante episodio de supuestos falsos pretendientes o ilegítimos herederos que ha dado la historia.