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TODO COMO UN CUENTO ANTIGUO

Un libro admirable (tenía que ser un libro), que me envía un gallego de la diáspora, Fernando Blanco Dopazo, su autor, nacido en Buenos Aires, un precioso libro, decía, llamado Los hidalgos de Noalla, me impele a repasar algunas lecturas olvidadas de mi querido Valle-Inclán.

En esa atmósfera brumosa y vagamente galaica siempre me siento tan ricamente, como si hubiese vivido las escenas que Valle escribe y las tuviera guardadas en el desván de la memoria mía.

Blanco Dopazo ha escrito un trabajo muy interesante, diría que riguroso, sobre las familias de la pequeña nobleza de la dicha parroquia y exhaustivamente sobre los linajes de Trelles, Paadín y Radio y sus enlaces, que para el curioso de estas cosas será el punto de partida necesario para imaginar grandes historias repletas de oscuras venganzas, inconfesables intereses y tremendos sueños. Todo el dramatismo del paisaje gallego está en este libro. Y también y sin pretenderlo, mucho de su literatura y de su historia.

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 No sé cómo se me figura que mi propio personaje, el vizconde de Portadei, protagonista de alguno de mis relatos, tiene un antepasado Paadín, a los que Blanco Dopazo ha dedicado buena parte de su obra. No tengo la más remota idea, que Blanco Dopazo ni lo menciona siquiera, de dónde saqué que estos Paadín del Salnés son de origen Paladín. Ser descendiente de un paladín no es moco de pavo. 

Mi Portadei lo tiene a gala. Seguramente será fruto de mi revoltosa fantasía. A mí no se me da bien el estudio pormenorizado de un linaje, como hace Blanco Dopazo tan académicamente, yo prefiero soñar con la vida de los demás.

Así leo en Los Hidalgos de Noalla que don Pedro de Paadín cobraba alcabalas para la hacienda del Rey a finales del siglo XV y no veo yo a un paladín cobrando vil metal para su señor. Ni siquiera el buen Rey Arturo encargaba a Sir Lanzarote de recaudarle los cuartos. Al vizconde de Portadei le gusta pensar que su antepasado, don Pedro de Paadín mataba el dragón por rescatar a una doncella, tal que un nuevo San Jorge y desdeña lo de cobrador de impuestos. Yo mismo he visto a Pedro de Paadín retar en duelo al mismo Fierabrás por el amor de doña Ginebra, la señora reina. Fue justa, todo hay que decirlo, muy igualada que finalmente se llevó Paadín, hiriendo al pobre de Fierabrás. Cuando Paadín le pidió el pañuelo azul a doña Ginebra por adornar la lanza y proclamar su victoria, la reina, arrogante, le volvió la espalda. Que yo recuerde a Paadín se le escapó una lágrima.

En resumen, me ha gustado el libro que me regalado Fernando Blanco Dopazo. En él, está todo un mundo que se ha ido a los recovecos de la Historia, como en un cuento antiguo.

Y, por añadidura, he vuelto a leer a Valle-Inclán, he soñado con los lejanos Paadín de las sangres de Portadei y sólo me ha faltado un buen lomo de ciervo en escabeche para ser feliz del todo. Aunque he estado a punto.