RECENSIÓN por el Prof. Dr. D. Félix Martínez Llorente, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Valladolid.
Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Vizconde de Ayala: La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Madrid, Boletín Oficial del Estado, 2016. 518 páginas, con DVD anejo. ISBN 978-84-340-2334-5.
RECENSIÓN por el Prof. Dr. D. Félix Martínez Llorente, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Valladolid.
En el sistema premial español, ocupa el lugar de mayor preferencia la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, establecida el 19 de septiembre de 1771, hace ya dos siglos y medio, en pleno auge del poderío hispano en Europa y en América, de la mano del gran Monarca cuyo tricentenario acabamos de conmemorar hace pocos meses. Aquella Orden Española será una de las creaciones más importantes de su reinado, y ese legado ha llegado hasta nuestros días. En los últimos dos siglos y medio, sus cruces han premiado y distinguido a las personalidades políticas y sociales, y a toda la ciudadanía española, por sus servicios a la Corona y al Estado: el conjunto de los más de treinta y tres mil condecorados es un elenco de lo mejor de la Política, las Ciencias, las Letras y las Artes en España, y también de los países extranjeros. Y sus símbolos forman parte de la historia del Arte europeo.
Creada para premiar con ella a Sugetos beneméritos aceptos a mi Persona, que hubiesen acreditado su zelo y amor al Real Servicio; y distinguir notoriamente el talento y virtud de los Nobles en qualquiera profesión o carrera que sigan, y en que acrediten aquellos requisitos -es decir, a los altos cargos de la Administración del Estado y de la Real Casa-. Entonces aquel buen Rey la otorgó con justicia y con parsimonia, y muy pronto mereció el aprecio de la sociedad hispana, peninsular y americana.
Su hijo y sucesor Don Carlos IV, muy respetuoso de la obra paterna, la fomentó y la reformó. Durante la invasión francesa, la Orden Española se mostró decididamente patriota, y se mantuvo activa en Sevilla y Cádiz, hasta el retorno a Madrid en 1814. También Don Fernando VII la protegió mucho y le concedió nuevos honores. Después, durante la transición del Antiguo Régimen al sistema constitucional, la Orden Española pasó a ser, en la década de 1830 a 1840, la primera condecoración de la Monarquía española. A partir de 1846, las concesiones aumentaron prodigiosamente, y se dirigieron a todos los estamentos de la sociedad española, tanto peninsulares como ultramarinos. También acogió desde entonces la Orden a un crecido número de extranjeros, sobre todo políticos y diplomáticos. La revolución de 1868 y el sexenio revolucionario que siguió, confirmaron el carácter estatal de la distinción y el carácter de primera condecoración civil española, mantenido por todos los regímenes políticos que se han sucedido en España -salvo por las dos breves repúblicas-.
La historiografía premial, llena de señalados vacíos hasta hace muy pocos años, adolecía de estudios solventes sobre sus principales instituciones: defecto sin duda achacable al hecho de que ese campo histórico, hasta tiempos recientes, ha estado en manos de eruditos y aficionados -por otra parte beneméritos, aunque los historiadores británicos los denominen, despectivamente, anticuarios-. Solo a partir del segundo lustro de los 90’ del siglo XX han ido apareciendo estudios dedicados a la Insigne Orden del Toisón de Oro, la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, la Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, y, en fin, las Órdenes del Mérito Civil, de Alfonso XII, de la República, y otras. Estaba aún pendiente el imprescindible estudio sobre la Orden Española, cuya bibliografía atinente era hasta ahora bien escueta.
Todo cuanto antecede viene a explicar, incluso a justificar, la necesidad que se venía observando de contar con un texto que historiase, desde un punto de vista preferentemente institucionalista, los orígenes y la evolución histórica de esta prestigiosa y prestigiada Orden Española. Y la ocasión del tricentenario del nacimiento del Rey Fundador, acaecido en Madrid el 20 de enero de 1716, ha parecido a las autoridades -la Presidencia del Gobierno, el Boletín Oficial del Estado y la Real Casa de la Moneda- la más oportuna para llevarlo a efecto.
Faltando, pues, tales fuentes impresas, el autor ha desarrollado su trabajo durante más de una década, mediante la consulta de los fondos documentales originales de la Cancillería de la Orden, del Archivo Histórico Nacional (Estado y Fondos Contemporáneos), y del Archivo General de Palacio.
El estudio desarrollado es, ante todo y sobre todo, un estudio de Historia del Derecho y de las Instituciones españolas; por ello hace uso del método y el estilo acostumbrado en tales campos científicos, excluyéndose interesadamente cualquier aparato erudito -que, sin embargo, existe-, principalmente por tratarse de una monografía profunda sin concesiones a la galería.
El texto aparece dividido en dos partes sucesivas y complementarias. La primera consiste en un relato histórico de los orígenes y la evolución de la Orden, desde 1771 a 2016, y de sus características institucionales y premiales. El autor persigue a través de ella el proporcionar una secuencia cronológico-diacrónico del panorama histórico del sistema premial español, desde la baja Edad Media a nuestros días, a fin de poder ubicar en su preciso contexto histórico y premial a la institución objeto de estudio conjunto; continúa con una breve semblanza del Soberano que le da nombre, y de la de su principal auxiliar en la tarea fundacional, Grimaldi. Le siguen algunas breves consideraciones sociales y estadísticas de la Orden y de sus miembros, misceláneas e incluso anecdóticas, porque las Órdenes no son solo instituciones, sino que las conforman las personas que a ellas pertenecen y que lucen sus insignias -de ahí el interés de la glosa cualitativa y cuantitativa de quienes han encarnado y encarnan esta parte humana-.
En la segunda parte de este estudio el autor ha dispuesto el imprescindible apéndice documental -en este caso, más bien legislativo-, en el que se transcriben íntegramente los principales documentos y un centenar largo de disposiciones legales atinentes a la Orden Española objeto de estudio. También a modo de apéndices, el estudio incluye una relación de los ministros y empleados de la Asamblea Suprema, a más de la relación de las fuentes archivísticas y bibliográficas utilizadas. El trabajo realizado incluye un amplio y novedoso aparato gráfico, que ilustra cumplidamente el buen resultado del proyecto de investigación histórica acometido. A más, hay que decir que la edición ha sido muy cuidada, y aparece soberbiamente encuadernada.
Por todo ello, podemos afirmar sin exageración que este gran volumen, que merece todos nuestro plácemes, marca un antes y un después en la bibliografía carolina y también en la bibliografía premial.
Del autor, Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, vizconde de Ayala y marqués de la Floresta, diremos que, nobleza obliga, es uno de los poquísimos españoles en posesión de tres doctorados, ganados en tres universidades públicas distintas (en Derecho, en Ciencias Políticas y en Historia), y ha publicado, hasta ahora, 47 libros y 444 artículos. Entre esos libros, no debo dejar de recordar los titulados La Insigne Orden del Toisón de Oro (1996), Las Reales Órdenes civiles del Reino de España (2000), La Real Junta de Nobles Linajes: sociedad y gobierno municipal en Segovia entre los siglos XIV y XIX (2006), El Tribunal Supremo del Reino de España (2007), El Almirantazgo General de España e Indias en la Edad Moderna (2012), La sombra de Argo: ciencia y marina españolas en el siglo XVIII (2014), y La Real y Americana Orden de Isabel la Católica (2015). También me consta ha sido uno de los principales coautores del Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia, habiendo redactado más de 400 referencias -el 1% del total de la obra-, y entre sus actividades de promoción cultural se cuentan la fundación de la Real Academia Matritense, y de la Real Academia de la Mar, por citar tan solo las más famosas. Es, desde 1991, el Cronista Oficial de Castilla y León, y ha merecido las más altas condecoraciones del Reino de España -hasta catorce veces ha sido distinguido por el Rey, a propuesta de los sucesivos Gobiernos-, e internacionales -otra decena de condecoraciones, entre ellas las primeras de Francia, Italia y Portugal-, a más de varios premios nacionales e internacionales. Serían muchas las páginas que habríamos de dedicar a su gran acervo cultural: baste decir que el “tres veces docto” Marqués de la Floresta es hoy uno de los más reputados especialistas hispanos en la Historia y el Derecho nobiliarios, en la Historia y el Derecho premiales, y en la Historia naval y marítima, y por eso es uno de los más destacados representantes de la Nobleza histórica española en el ámbito de la Cultura. Al condecorarle con la cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, S.M. el Rey declaró públicamente que el doctor Marqués de la Floresta, con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos, ha prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.