Artículo original que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.
Armas de D. Rafael Portell por D. Carlos Navarro
MARÍA LUISA ISABEL DE ORLEÁNS
Mademoiselle de Montpensier
Rafael Portell Pasamonte
Abril 2017
“De suerte que no veo otro remedio que encerrarla lo más pronto posible, pues su desarreglo va en aumento”
Se puede decir que desde antes de su nacimiento nuestra protagonista ya comenzó a ser desagradable a los demás, pues su parto duró cuarenta horas, que fueron de dolor constante para su madre.
María Luisa Isabel nació en el palacio de Versalles el 11 de Diciembre de 1709. Era hija del presidente del Consejo de Regencia de Francia durante la minoría de edad de Luis XV, Felipe, duque de Orleáns y de María Francisca de Borbón, hija natural y legitimada en 1681, de Luis XIV y de madame de Montespán. Hay que recordar que Luis XIV dictó una ley por la que los hijos legitimados por la familia real, habidos fuera del matrimonio, eran considerados descendiente suyos y podía celebrar matrimonios iguales entre la realeza.
Las condiciones vitales de la recién nacida fueron muy delicadas, por lo que peligraba su vida, dado lo cual se la bautizó de “socorro” en la propia cámara de su nacimiento. En el registro oficial de la Casa Real se la inscribió como Mademoiselle de Montpensier, sin nombre propio alguno, considerando que con eso ya bastaba para que fuese identificada y ya más tarde, si vivía, en el bautismo formal se le pondrían. Pero a nadie se le ocurrió, pasado el peligro de muerte, celebrar la ceremonia bautismal, por lo que la niña creció careciendo de un nombre propio.
Su nacimiento supuso una decepción para todos, especialmente para su padre, que esperaba un varón, después de que su mujer ya le dado otras cuatro hijas previamente. Esta desilusión se vería reflejada posteriormente en la negligencia y faltas de atenciones que recibiría a lo largo de su niñez.
Para su educación, a los cinco años fue ingresada en el convento de Saint-Paul-les-Beauvais, cercano a Paris. A los pocos meses de su ingreso hubo de sacarla del colegio pues no había manera de hacerse con ella dado carácter violento y de difícil convivencia. Ya en su casa, se puede decir, que fue abandonada a su suerte en medio de la indiferencia de sus padres; nadie vigilaba sus juegos, nadie la reprendía de sus constantes rabietas, comía, bebía y dormía sin control, su higiene era nula al igual que la educación que recibía.
En el otoño del año 1716, sus padres la llevaron a París, pasando a residir con ellos en el Palais Royal. Fue nombrada como aya suya Marie de Johanne de La Carré de Sauméry, condesa de Cheverny, mujer afable pero de muy escasa cultura, que la dio una educación escasa y descuidada. Basta decir que a los doce años no sabía leer ni escribir.
Aún no había cumplido los doce años, cuando su padre Felipe de Orleáns acordó con el rey español Felipe V, una triple boda. María Luisa Isabel, se casaría con Luis, Príncipe de Asturias; la Infanta María Ana Victoria lo haría a su vez, cuando tuviese la edad, con el futuro Luis XV y otra hija del Regente, Mademoiselle de Beaujolais lo haría, a su debido tiempo con el el Infante Carlos, hijo del Rey español y de la Reina Isabel de Farnesio.
El compromiso matrimonial se publicó en el Real Sitio de La Granja el 9 de Octubre de 1721.
GAZETA DE MADRID
El Jueves se recibió, en el Real Sitio de Balsayn, la plausible noticia, de averse publicado en Paris el casamiento del Príncipe nuestro señor, con la señora Princesa de Montpensier, quarta hija del señor Duque de Orleáns, Regente de Francia; inmediatamente que se tuvo, se publicó con el mayor alvorozo, aisí de sus Magestades, como de toda la Corte, aviendo tenido aquella mesma noche vn gran Bayle, y passado el dia, por la tarde a Segovia a visitar a Nuestra Señora de la Fuencisla, en cuya Iglesia se cantó el Te Deum, y se ha celebrado esta noticia en esta Corte con tres noches de luminarias y Repique de Campanas
Fue entonces cuando la Casa Real francesa cayó en la cuenta de que futura Reina de España no había recibido ningún Sacramento, por lo qué, aprisa y corriendo, celebró su bautismo el día 22 de Octubre en la Capilla del Palacio Real de Paris, siendo sus padrinos el Duque de Chartres y la Duquesa viuda de Orleáns, poniéndole el nombre oficial Luisa Isabel de Orleáns a continuación tomó su primera comunión y acto seguido la confirmación.
Poco después la Corte española, con los Reyes, el Príncipe de Asturias y la Infanta Maria Ana Victoria partió hacia Burgos. Al llegar a Lerma la Infanta se despidió de los Reyes y fue conducida hasta la frontera francesa para ser entregada a los franceses y ellos a su vez entregarían a Luisa Isabel. El intercambio de prometidas se efectuó el 9 de Enero de 1722. El Príncipe de Asturias y sus padres se acercaron de incognito, el día 19, a Cogollos, pueblecito de la provincia de Burgos, para conocerla personalmente y conducirla hasta Lerma.
El matrimonio se celebró el 20 de Enero de 1722, en el palacio ducal de Lerma, actuando como oficiante el cardenal Francisco de Borja, patriarca de las Indias Occidentales. Terminada la ceremonia y después de celebrarse un baile de gala, de acuerdo con el protocolo los jóvenes príncipes fueron exhibidos a la Corte acostados vestidos en el lecho, testificando de esta manera su sagrada unión y custodiados por el duque de Pópuli y la marquesa de Montellano. La consumación del matrimonio tuvo que esperar a la aparición de la menarquía de la princesa.
De regreso a Madrid la Corte hizo su entrada en Madrid el día 26, donde fue agasajada como era tradicional, no obstante los animados festejos no pudieron celebrarse por indisposición de María Luisa que tuvo que permanecer en cama, al parecer enferma de erisipela.
Felipe V e Isabel de Farnesio se trasladaron a vivir a La Granja dejando a los recién casados solos en el Palacio del Buen Retiro. Fue entonces cuando la princesa comenzó a multiplicar sus extravagancias. Al principio su joven marido le reía todas las gracias, pero a medida que estas iban en aumento comenzaron a preocuparle muy seriamente. Se burlaba de todo, incluso del propio Rey, no haciendo el menor caso al protocolo; se presentaba ante toda la corte sucia y maloliente; eructaba y ventoseaba en publico sin ningún pudor; se negaba a utilizar ropa interior, intentando provocar al personal palaciego exponiendo sus partes intimas. Una de las anécdotas que más se comentaron ocurrió en el jardín de palacio. María Luisa llevaba puesta nada más que una fina enagua y sin medias cuando, de pronto, se le ocurrió encaramarse en lo alto de una escalera de mano que apoyó sobre el tronco de un manzano. Tal vez por que le diese vértigo o miedo a caerse pidió socorro a gritos; el mayordomo de semana, el marques de Magny, acudió en su auxilio, y al alzar la vista para tratar de cogerla y ayudarla a bajar, vio lo que no buscaba ver, aunque lo desease. Al rato Luisa Isabel se dirigió a su marido con palabras soeces, impropias de su rango, contándole que el marques la había querido violar. A pesar de ser mentira el Rey no tuvo más remedio que desterrar al marques.
El día 25 de Agosto de 1723 el joven Príncipe de Asturias cumplió los dieciséis años y como la princesa ya había tenido la primera regla, decidió Felipe V, que los esposos pudiesen consumar su matrimonio ese mismo día. Un diplomático francés en carta dirigida a la corte francesa escribió:
“Los Príncipes aguardaban con impaciencia la llegada de Sus Majestades para ejecutarlo que ya les había sido permitido. Cuando arribaron los Soberanos, pasó el Rey a la alcoba de su hijo y le mandó desnudar en su presencia; la Reino efectuó lo propio con la Princesa y la hizo acostar, tras lo cual Felipe V condujo a don Luis al aposento de Su Alteza y lo metió en el lecho. A la mañana siguiente los Reyes volvieron a la cámara. El Príncipe parecía satisfecho; la Princesa acalorada; ambos muy alegres»
Pocos meses después tuvo lugar un hecho que cambiaria la vida de la Corte. El 2 de Diciembre de 1723 falleció el padre de Luisa Isabel, el duque de Orleáns y el 15 de Enero de 1724, Felipe V abdica la Corona de España, a favor de su hijo Luis. El 9 de Febrero siguiente tuvo lugar la proclamación de Luis I en la iglesia de San Jerónimo el Real.
El ser la Reina de España no la hizo cambiar en nada su atribulada conducta, seguía paseándose semidesnuda por Palacio, desayunaba con las criadas, no asistía a la capilla y seguía comiendo desmesuradamente. La servidumbre se acostumbró a verla borracha mas de una vez. Se tiene constancia que, en cierta ocasión comió, de una sentada, un potaje con guarnición y su caldo, dos clases de carne de cuatro libras cada una, dos huevos frescos, dos platos de asado con su correspondiente ensalada y como postre cuatro clases de dulces. Llegó a tal extremo su insensatez que jugaba con tres de sus camaristas, todas desnudas, a un juego conocido como “broche-en-cul”, que viene a decir más o menos “palo en el culo”. El descarado juego consistía en agredirse con un bastón, teniendo las manos y los pies atados, hasta hacer rodar al contrincante por el suelo y reírse luego con lo complicado que le resultaba ponerse de nuevo en pié.
Su temperamento empeoraba con el tiempo, llegando a sufrir una obsesión frenética por la limpieza, se la veía lavando pañuelos, limpiando cristales, baldosas, azulejos y tejidos de toda índole en el palacio. Era muy frecuente que la Soberana se desnudase y haciendo girones su vestido y enaguas se afanase en limpiar con ellos los cristales del salón jarrones, relojes etc.
Una carta del mismo Luis I, con fecha 1 de Julio de 1724, a su padre describe el comportamiento de María Luisa:
«Voy a contar a vuestras majestades todo lo que me ha sucedido desde que ayer por la tarde les besé las manos. A mi vuelta me preguntó cuándo volvería a saludar a vuestras majestades y le respondí que no era preciso que fuese, diciéndolo de manera que pudiese comprender que no quería verla sino se enmendaba. Salimos a las cuatro y llegamos a las siete y cuarto dadas: desde el primer momento la reina se puso en «robe de chambre» y así ha estado hasta las cuatro. Yo he estado de caza en Molinilla… y de allí he vuelto a casa, donde, habiendo comido, no me he atrevido a volver a salir por el fuerte sol. La reina ha estado en la mesa de las camaristas y señoras de honor, donde temo que haya comido porquerías, y ha pasado por delante de mí y de muchos otros, enseñándonos sus pies y hasta sus piernas.
A las cuatro y media salimos de Campillo y hemos legado aquí a las siete y media dadas, en perfecta
salud, habiendo encontrado bien a los infantes, que se ponen a los pies de vuestras majestades.
Acabo de enviar a Benito para ver que hace la reina, y dice que está en el jardín, donde se encuentra a esta hora, que son las nueve, y termino por suplicar a vuestras majestades me consideren como el hijo más sumiso.
He vuelto a enviar a Benito y me dice que la reina «n’a que la robe de chambre sur son corps, comme de coutume».
En otra carta fechada el día siguiente les relataba a sus padres:
Voy a contar a VV.MM, que la reina, cuando fue anoche a cenar, estaba tan extraordinariamente alegre, que me parece que se encontraba borracha, aunque no esté muy seguro de ello.
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Esta mañana ha estado en San Pablo, en «robe de chambre», ha almorzado después y se ha ido a lavar pañuelos.
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Después ha comido bastantes porquerías, y después de haber comido se ha puesto en camisa, y en esta forma se ha asomado a la gran galería de cristales, en donde la veían desde todas partes lavar los azulejos…».
En otra misiva que les escribió refleja la desesperación y tensión que tenía que soportar:
“Preferiría estar en galeras a vivir con una criatura que no observa ninguna conveniencia, que no me complace en nada, que no piensa más que en comer y en mostrarse desnuda a sus criados. No conviene a una reina de España llevar una vida de la que no puede su marido apartarla, pues aunque le he hablado más de cuarenta veces, no ha hecho ella más que burlarse de mis observaciones”.
Las peleas entre ambos esposos eran cada vez más frecuentes, motivadas por los escándalos que Luisa Isabel protagonizaba y que llevaron a Luis I a tomar una drástica solución, para intentar acallar en lo que se pudiese las habladurías de la Corte.
El 4 de Julio de 1724 estaba dando la Reina un paseo en carroza por la Casa de Campo, cuando fue detenida a su vuelta por un escuadrón de la Guardia de Corps al mando de un oficial que inclinándose con el máximo respeto, le entrego un oficio firmado por el Rey. Se le ordenaba recluirse en el Alcázar sin poder salir, no teniendo a su servicio mas que las personas que habían sido nombradas. Atónita, la Reina no tuvo mas remedio que dejarse conducir al Real Alcázar, donde quedo arrestada.
El encierro solo duró seis días, puesto que Luis I, sintiendo pena, le levantó el castigo y ambos esposos se reconciliaron; parecía que se habían acabado las excentricidades, como si la reclusión hubiese obrado un milagro.
Pero esta armonía iba a durar poco y con consecuencias fatales.
El día 21 de Agosto de 1724 el Rey se sintió indispuesto, con fiebre, malestar y dolor de cabeza, por lo que se llamó a los médicos de Cámara, doctores José Suñol, Alfonso Sánchez y Antonio Díaz, que decidieron practicarle el mismo día una sangría en el tobillo. La extracción la efectuó el primer cirujano Ricardo Le Preux, comprobándose la existencia de algunas manchas cutáneas, que se diagnosticaron como viruelas. Además la enfermedad se complicó con el tabardillo, por lo que el Rey otorgó testamento, firmando un acta por la cual devolvía el trono a su padre.
Entre tanto la enfermedad seguía su curso, brotando y supurando las lesiones de viruela y los médicos decidieron tratar al enfermo con jarabe de diacodión simple y con un cordial para facilitarle el sueño.
A las dos y media de la tarde del 31 de Agosto falleció después de recibir los auxilios espirituales que le fueron administrados por el cardenal Borja, en el palacio del Buen Retiro. Terminaba con su muerte el reinado más efímero de la Historia de España.
Mientras tanto que hacia su esposa. Nadie en la Corte esperaba el comportamiento que tuvo hacia su esposo; no se separó de el ni un instante, curándole ella misma las llagas que producían la enfermedad, expuesta a contagiarse, como así sucedió, pero de una forma tan suave que no pasó de leve, por lo que se recuperó prontamente.
Pasados algunos meses de la muerte de Luis I, se puso de manifiesto que Luisa Isabel se había convertido en un personaje molesto. No tenía hijos que le habrían dado el tratamiento de Reina Madre y no se había sabido ganar la simpatía del pueblo, de la Corte ni de sus suegros, especialmente de Isabel de Farnesio y se la consideraba un lastre.
El 15 de Marzo de 1725 salió de Madrid con todos los honores debidos a una Reina, aunque estuviese viuda. El 1 de Julio llegó a Vicennes, instalándose en el palacio.
Felipe V le había asignado una generosa renta que, sin embargo, no era suficiente para mantener su tren de vida, por lo que el Rey español le impuso una serie de condiciones . Luisa Isabel se negó a ello y despidiendo a toda su servidumbre, se recluyó en un convento de carmelitas.
Como su salud se viera afectada, en 1733, abandonó el convento, fijando su residencia en el palacio de Luxemburgo, de Paris, donde llevó una vida tranquila y austera, sobre todo porque Corte española dejó de enviarle la renta que recibía, aunque siempre mantuvo su rango de Reina.
Falleció a los treinta y dos años en el Palacio de Luxemburgo, de París, el 16 de Junio de 1742 a causa de una hidropesía causada por un coma diabético.
Fue enterrada provisionalmente en la iglesia de San Sulpicio de París a la espera de que sus restos fueran trasladados al Escorial, donde siguen en espera, de que algún día se produzca tal evento, como es tradicional en la monarquía española y descansen en el Panteón de Infantes.
Sobre su lápida se puede leer este sencillo epitafio:
«Aquí yace Isabel, reina viuda de España».