Artículo de fecha 28-10-2016 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 57 libros y más de 1.000 artículos.
Juan de Oñate. Adelantado de Nuevo México; fundador de la ciudad de Santa Fe
La familia Oñate fue una familia de aventureros y visionarios. Durante tres generaciones conquistaron territorios, fundaron ciudades y descubrieron y explotaron algunas de las minas más ricas del mundo, como la de Zacatecas. Una vez obtenida la independencia de España, sus descendientes siguieron figurando entre los líderes políticos, intelectuales e industriales más importantes de México.
Esta familia provenía de uno de los linajes más antiguos e hidalgos de España: la Casa de Haro. Nacieron con los privilegios de los que gozaba la vieja nobleza española, y aún así, salieron en busca de nuevos mundos y oportunidades, convirtiéndose en una familia altamente fecunda y honrada en América. A diferencia de muchos otros conquistadores, ninguno de los Oñate es recordado por su crueldad ni maltrato a sus enemigos, al contrario, muchas calles, barrios, plazas y monumentos aún honran su valentía, generosidad, y mecenazgo, y son recordados con gran respeto.
Juan de Oñate nació en 1550 en la ciudad de Pánuco, Zacatecas (Nueva España). Fueron sus padres Cristóbal de Oñate, compañero de Cortés en la conquista de México, conquistador vasco del noroeste mexicano y fundador de ciudades, y Catalina de Salazar y de la Cadena, hija de Gonzalo de Salazar, un funcionario que trabajaba en la Tesorería Real de la Nueva España. Sus abuelos paternos fueron Juan Pérez Narria (o de Narriondo), que al cambiar de asentamiento fue conocido como Juan de Oñate, y de Osana González de Cleverzo y San Llorente. Su padre, Cristobal Pérez de Oñate figura como «hidalgo» en el libro «Los encomenderos de Nueva España, 1521-1555. Su antecesor Cadena había luchado en la batalla de las Navas de Tolosa, y fue el primero en romper la línea de defensa que protegía a Mohámmad Ben Yácub. A la familia se le concedió un escudo de armas, y a partir de entonces fueron conocidos como los Cadena. Juan de Oñate perteneció por nacimiento a la Ilustre Casa de Haro, que fueron Señores de Vizcaya.
Desde muy joven tomó la carrera de las armas y encabezó campañas militares contra los rebeldes indios chichimecas que habitaban en el norte de la Nueva España y asolaban los asentamientos españoles. Entre campaña y campaña se dio tiempo para prospectar en busca de placeres (minas) de plata, siendo uno de los descubridores de la mina de Zacatecas.
Contrajo nupcias con Isabel de Tolosa Cortés de Moctezuma, hija de Juan de Tolosa y Leonor Moctezuma y, por ello, nieta de Hernán Cortés y de la princesa Isabel Moctezuma (una de las hijas del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin). Tuvieron dos hijos, Juan de Oñate Cortés (1580) y María de Oñate Cortés (1582).
En Nueva España surgió un interés por las tierras situadas al Norte, las narraciones fantásticas de Cabeza de Vaca y de fray Marcos de Niza acerca de las Siete Ciudades de Cibola, el desastre de la expedición de Vázquez de Coronado dirigida a Nuevo Méjico, motivó la formación de una nueva expedición. La Real Cédula concede permiso a Juan de Oñate para dirigirla con los títulos concedidos de Capitán General, Adelantado y Gobernador de Nuevo México. El rey Felipe II, para asegurar los territorios concedía el título de “hidalgo de reconocida nobleza y lugar conocido a cuantos fueran a establecerse en Nuevo México, recibiendo el titulo ellos y sus descendientes”.
Fruto de la amistad que le profesaba Luis de Velasco, marqués de Salinas y virrey de México, Juan de Oñate fue encargado de organizar una expedición para explorar el territorio de Nuevo México, misión en la que había fracasado años atrás el explorador Francisco de Urdiñola. El 21 de septiembre de 1595, el rey Felipe II le concedió permiso (capitulación) para colonizar el territorio que hoy son los estados de Nuevo México y Texas, en los Estados Unidos. El permiso tenía como objetivo principal difundir la fe católica entre los nativos americanos y establecer nuevas misiones.
Juan de Oñate comenzó a reclutar varios centenares de soldados, educadores, religiosos y ganaderos, hasta que logró tener casi medio millar y emprender el camino. Cabe decir que la financiación que el virrey Velasco dispuso atrajo a muchísima gente para la expedición, además de que el propio Oñate, que había sido nombrado previamente gobernador y capitán general de los territorios que encontrase, no cesó de prometer riquezas a todo su contingente. La expedición contaba con un gran número de religiosos, dado que la cristianización territorial era uno de los motivos principales de su puesta en marcha; sin embargo, todos albergaban la esperanza de hallar ricas minas de platas que, según era mítico, existían en Nuevo México.
Juan de Oñate acometió la empresa real en 1598 y partió con 400 colonos y soldados más varios centenares de indígenas mexicanos, 11 frailes, 1.000 caballos, 7.000 animales de granja y 83 carromatos cargando aperos y comida en abundancia. De principio a fin, la caravana se extendía a lo largo de 7 km. Cruzaron el Río Bravo por Ciudad Juárez y El Paso, hasta llegar a Santa Fe.
A finales de abril de 1598 llegaron al río Bravo (también llamado Río Grande del Norte), el límite natural de Nuevo México, después de haber cruzado el llamado Paso del Norte (lugar donde se ubican las ciudades fronterizas de El Paso y Ciudad Juárez), que Oñate descubrió. A los pocos días el capitán tomó posesión de las tierras en nombre del rey español, Felipe II. Animado por la relativa facilidad de la conquista, la expedición de Juan de Oñate se dirigió hacia Acoma*, donde sí encontraron muchísima resistencia por parte de tribus indígenas, pero al final lograron imponer la superioridad militar de sus tropas. Hacia 1599 puede hablarse del total control de Nuevo México por parte del gobernador Juan de Oñate, que estableció un primitivo asentamiento en San Juan, donde enseguida se levantó una misión cristiana.
En los primeros años del siglo XVII, el gobernador quiso explorar nuevas rutas. Para ello, se dirigió hacia la llanura de Kansas, llegando hasta Texas por el río Pecos y a Oklahoma por el río Colorado, pero finalmente volvió a bajar hacia el sur, hacia las fértiles tierras del golfo de California. Allí llegó en abril de 1604, estableciendo otro puesto de control hispano que validaba el dominio total de Nuevo México y el éxito en la expedición de Juan de Oñate.
Con la fundación de Santa Fe, en 1605, su riqueza, como gobernador de Nuevo México era inmensa, además de controlar tal vez el territorio más rico del virreinato. Sin embargo, los constantes ataques indígenas, además de problemas de orden interno, hicieron que la colonia de San Juan entrase en declive, lo que aprovecharon sus enemigos para desprestigiarle. Gaspar Pérez de Villagrá, un capitán de la expedición, relató la crónica de la conquista de Oñate de los pueblos indígenas de Nuevo México en su épica «Historia de Nuevo México» (1610).
En 1606, por orden del rey español Felipe III, Juan de Oñate fue obligado a regresar a la capital virreinal para someterse a juicio, pues fue acusado de haber desobedecido las órdenes del virrey. La intriga política parece ser evidente, toda vez que el veredicto fue la inocencia del acusado, pero a cambio se le desposeyó de todos sus títulos y rentas en Nuevo México por no haber actuado conforme a las órdenes del virrey durante una rebelión de San Juan.
Aunque Oñate intentó clamar justicia, lo cierto es que sus planes de colonización de Santa Fe se llevaron a cabo sin él, que, además, fue obligado a exiliarse de México. En tal tesitura, Oñate regresó a España, donde la intercesión de Felipe III le hizo obtener un puesto en las compañías mineras peninsulares. Falleció hacia el mes de junio de 1626, sin ninguna restitución de su anterior estado social.
*La batalla de Acoma
Acoma (Nuevo México). Su resplandor con el Sol confundió a los primeros exploradores españoles, que creyeron que era una de las siete ciudades de oro de Cíbola y Quivira. Los indios Pueblo que vivían aquí se negaron a entregar comida a los españoles del Adelantado Juan de Oñate y mataron a varios soldados el 4 de diciembre de 1598, tras lo cual Oñate, el 21 de enero de 1599, ordenó tomar la ciudad con 70 hombres al mando de Vicente Zaldivar, y castigar el crimen como escarmiento y advertencia.Acoma albergaba entonces unas 4.000 personas. El asedio duró varios días y la conquista resultaba casi imposible dada la privilegiada posición defensiva de la población. Se cuenta en las crónicas que uno de los infantes españoles, Gaspar Pérez de Villagrá, logró subir a un risco cercano y tender una pasarela que sirviera de puente a sus compañeros. En número muy desigual, los españoles conquistaron el poblado en una terrible lucha cuerpo a cuerpo. Es considerada la batalla más sangrienta de Norteamérica junto a la toma de México-Tenochtitlan por Cortés, y resultó decisiva para acabar con la rebelión indígena y permitir la colonización de los nuevos territorios situados al norte de Nuevo México.
Oñate tuvo que responder en un tribunal de México por los hechos de Acoma y otros relacionados con su gobierno en Nuevo México. Fue condenado en primera instancia pero absuelto en la metrópoli en su recurso porque los jueces españoles entendieron que las circunstancias de un pequeño contingente de apenas 100 hombres, rodeados de indios hostiles y en un territorio tan vasto e inhóspito, justificaron la acción de guerra y las ulteriores represalias.
El Camino Real de Tierra Adentro
España en el suroeste de los EE UU: De Cabeza de Vaca a Juan de Oñate
El Último Conquistador, La batalla de Acoma.
Publicado en el blog «Hidalgos en la Historia» cuyo blogmaster es D. J. Manuel Huidobro