Templarios: la sangrienta defensa de San Juan de Acre durante la última Cruzada
El 5 de abril de 1291 los «Pobres caballeros de Cristo» lucharon contra un gigantesco ejército musulmán liderados por Guillaume de Beaujeu
Defensa de San Juan de Acre en 1291 – VÍDEO: David G. Triadó
Manuel P. Villatoro – ABC_Historia 06/04/2016
Hablar de los templarios es hacerlo también -y de forma irremediable- de sus mitos y sus misterios. De su leyenda negra y del ocultismo que les rodea. Sin embargo, la realidad es que fueron una orden formada por monjes guerreros que destacaron por su arrojo en decenas de batallas. Una de ellas fue, precisamente, la defensa de la última ciudad cristiana de envergadura en Tierra Santa: San Juan de Acre.
Y es que, el 5 de abril de 1291 los «Pobres caballeros de Cristo» se vieron obligados a defender esta región ubicada en la actual Israel de un gigantesco ejército musulmán. Semanas después perdieron la urbe, la batalla y la guerra. Con todo, no perdieron su honor, pues lucharon espada en mano hasta la última gota de sangre liderados por Guillaume de Beaujeu, su Gran Maestre.
Un nuevo Gran Maestre
«Guillaume de Beaujeu, ese es tu nombre. Tienes 40 años y acabas de ser nombrado Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo este 25 de marzo de 1273. Fuiste en otro tiempo comendador de Trípoli y de Apulia. Pero la tarea que acometes ahora no tiene comparación con aquellas. Debes proteger las escasas tierras que quedan a los Templarios en Tierra Santa, cada vez más virgen de cruzados. El estandarte de tu orden apenas ondea ya en algunas regiones como Sidón, pero has jurado proteger a los peregrinos que emigran hasta la zona en la que vivió Jesucristo para expiar sus pecados, y lo harás hasta tu muerte».
Acre pasó a ser la principal ciudad cruzada tras la pérdida de Jerusalén
Cuando Guillaume de Beaujeu fue elegido Gran Maestre de la Orden del Temple la situación no podía ser peor para los cristianos en Tierra Santa. Todo había comenzado en 1187 con la pérdida de la ciudad de Jerusalén -sagrada para los cristianos por ser en la que murió Cristo- a manos de Saladino. A partir de ese momento las derrotas se generalizaron en territorio cristiano.
Primero cayó la ciudad de Antioquía en 1268. Luego fueron las fortalezas de Chastel Blanc, el Krak y Monfort en 1272 (todos importantes enclaves de los cruzados). Para terminar 16 años después -en el marco de una nueva ofensiva musulmana- le tocó el turno a Trípoli. Poco podían hacer los cristianos para resistir aquella avalancha militar. De hecho, tan solo lograron llegar a un acuerdo (una tregua) para evitar que los hombres de la media luna atacasen Acre. Una ciudad ubicada a orillas del Mediterráneo en la que residían las principales órdenes religiosas y militares.
Acre, el nuevo reino de los cielos
«Ya han pasado 13 años desde que fuiste nombrado Gran Maestre. Tus posaderas se asientan en Acre Guillaume, la última gran ciudad cristiana en una región en la que antes la enseña con la cruz se extendía hasta donde abarcaba la vista. La tregua con el enemigo es precaria. Sabes que no durará mucho. Pero contra más tiempo se evite la lucha, menos sangre cruzada se derramará en la arena. Sé que intentas mantener la paz, pero hay algo contra lo que ni tu podrás luchar: los pendencieros cruzados italianos».
En 1290 los cristianos se esforzaban por no romper la tregua con los musulmanes. Y no porque no quisieran, sino porque sabían que enfrentarse al poderoso ejército del sultán significaría la destrucción. Sin embargo, el destino quiso que ese mismo año desembarcara en Acre una partida de cruzados italianos que fueron definidos como bebedores, revoltosos y difíciles de mandar.
Desesperados por no conseguir riquezas, los recién llegados faltaron a su honor robando y asesinando a multitud de mercaderes musulmanes en la ciudad. La situación fue aprovechada por el Sultán Qalawun, que armó un ejército de 160.000 infantes y 60.000 jinetes para tomar, de una vez por todas, Acre. El 5 de abril Al-Ashraf (nombrado líder tras la muerte de Qalawun) posicionó a sus tropas frente a la ciudad. La batalla iba a comenzar y los cristianos, viendo el contingente que llegaba a sus puertas, eligieron a Guillaume de Beaujeu para dirigir las defensas.
Comienza la batalla
«Poco puedes hacer ante un ejército musulmán tan grande Guillaume. Apenas tienes a 20.000 valientes bajo tus órdenes. Y sumando entre ellos a tus caballeros templarios y a los hospitalarios. Muchos de ellos temblando por el repicar de los tambores enemigos. Pero deberás defender los muros de Acre hasta tu último aliento si quieres ganarte un lugar en el Paraíso. Prepárate para la batalla. Será la última en la que blandas tu espada».
A mediados de mayo los musulmanes se lanzaron contra la muralla interior
El día 7 comenzó el asedio musulmán, cuyo ejército se apoyó en sus máquinas de guerra para, en menos de un mes, atravesar la primera muralla y llegar hasta la Torre Maldita, una de las defensas más destacadas. El 16 de mayo fue tomada la Torre del Rey, lo que dejó el paso franco a los hombres del sultán para lanzarse en tromba contra la muralla interior de la ciudad dos días después. La última defensa correría a cargo -principalmente- de los Templarios y su Gran Maestre.
«Apenas acaba de salir el sol y los musulmanes ya han disparado el fuego griego y han arrasado las murallas con sus arqueros Guillaume. La carga ha comenzado y la lucha es encarnizada. Atento a tu izquierda, esas espadas árabes son rápidas y pueden acabar contigo en un santiamén. Si, lo que oyes es cierto. Los hombres del sultán están a punto de atravesar la puerta de San Antonio. Ya puedes correr con un puñado de tus hombres o la ciudad caerá».
La muerte de un héroe
Al acudir con un venablo a la puerta de San Antonio, el Gran Maestre recibió el impacto en la axila izquierda de una flecha envenenada. La herida le causó unos daños tan severos que tuvo que ser trasladado por varios de sus hombres hasta el cuartel de su orden. Murió por la noche, a los 60 años. Por suerte, sin ver cómo sus enemigos tomaban y saqueaban Acre.
«”Señores, no puedo más, pues muerto estoy”. Esas han sido tus últimas palabras antes de morir Guillaume. Pero no te preocupes, tienes mi bendición para entrar en el paraíso como gran valedor del Temple. Te lo dice tu Señor»