Artículo original que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.

Armas de D. Rafael Portell  por D. Carlos Navarro

Armas de D. Rafael Portell por D. Carlos Navarro

LA PRINCESA DE LOS URSINOS

 Desterrada con lo puesto

Rafael Portell Pasamonte

Agosto de 2016

ANA MARÍA DE LA TRÉMOUILLE

 

Princesa de los Ursinos y de Nerona

Duquesa de Bracciano y de San Gemini

Marquesa de Roca Antica y de la Penna

Condesa de Anguillara y de Galera

Nació en Paris en el año de 1642

Era hija primogénita de Luis II de La Tremouille, duque de Noirmontiers y de

Renata Julia Aubry.

En la pila bautismal se le impusieron los siguientes nombres:

Marie Anne de la Tremouille de Nourmoutier

Princesa de los Ursinos

Princesa de los Ursinos

   Contrajo primeras nupcias, muy joven, en el año 1657, con Adrián Blaise de Tayllerand, príncipe de Chalais, marqués d’Excideuil, con quien vivió largo tiempo en España, a causa de que su marido tuvo que huir de Francia a consecuencia de un duelo. Residiendo en Venecia se quedó viuda en el año 1670, sin haber tenido hijos, pasando a vivir varios años en un convento.

    En el año 1675 contrajo segundas nupcias con el aristócrata romano Flavio degli Orsini, Príncipe de Orsini y duque de Bracciano, que era mucho mayor que ella.

   Ana, hizo del palacio Orsini el centro de la influencia francesa en Roma, pero por esta causa  se enemistó con su esposo, que defendía al Papa en las disputas con Luis XIV de Francia y dejando al Principe Orsini, se trasladó a París en 1677. En 1698 volvió a Roma para pedir al Papa el favor de elegir un príncipe francés en la sucesión de la corona de España.

   Viuda por segunda vez, en el año 1698, e igualmente sin hijos, se vio precisada a sostener contra el príncipe Odelscalchi, un pleito que terminó con la venta del ducado de Bracciano y adoptando para lo sucesivo el título de «princesa de los Ursinos», corrupción castellana del apellido Orsini.

   Como el nuevo monarca español, Felipe V, estaba soltero se buscó entre las hijas de los soberanos europeos su futura esposa y la elegida fue María Luisa Gabriela de Saboya, hija de Víctor Amadeo II, duque de Saboya y de Ana María de Orleáns, sobrina de Luis XIV, nacida en Turín el 17 de Septiembre de 1688, siendo, pues, todavía una niña ya que aún no había tenido la menarquía.  Era de pequeña talla, cabellos castaños, ojos negros, y la tez muy blanca, al mismo tiempo era muy inteligente y de carácter firme. Así mismo era bondadosa y caritativa.

Felipe V

Felipe V

El Consejo de Estado aprobó este matrimonio con fecha 1 de Mayo de 1701, y las capitulaciones matrimoniales fueron firmadas el 23 de Julio del mismo año, habiéndose pedido con anterioridad la correspondiente dispensa al papa Clemente XI por razón de parentesco.

 María Luisa Gabriela, abandonó Turín camino de Niza, donde aguardaban las galeras que Felipe V había dispuesto que la llevasen a España. En esta población, por orden de Luis XIV, las damas piamontesas que la acampanaban fueron sustituidas por otras de nacionalidad francesa. Entre estas damas se encontraba María Ana de la Tremouille, a la que se le había asignado el cargo de Camarera Mayor, con el encargo de dirigirla y enseñarla..

   La Camarera Mayor era el cargo palaciego que estaba al cuidado directo de la Reina de España y a la que debía servía de manera inmediata según lo requiriere la soberana. Sus principales obligaciones era la de acompañarla en todo momento, hasta el punto de dormir en su misma cámara, cuando no lo hacía el Rey, y en una estancia inmediata cuando esto sucedía. También se encargaba de proporcionar la ropa mientras la vestían, así como de acercarle el agua y la toalla que utilizaba para lavarse, asistir a su tocado y a cualquier otra actividad relacionada con el aseo y arreglo diario.  

Todas estas funciones suponían, como es natural, una gran intimidad.

   La princesa de los Ursinos, debido a su experiencia mundana, supo ganarse enseguida la confianza de la jovencísima e inexperta reina, quien la veía como a una servidora fiel, con quien departía sus secretos y se dejaba asesorar en asuntos de Estado.

   Durante los primeros años del reinado de Felipe V, y hasta después de  la muerte de la reina María Luisa de Saboya, en 1714, se convirtió en el árbitro de la política española, dando muestras de una rapacidad sin escrúpulos, hasta el punto de que la gente acudía a la casa de su amante a comprar favores e influencias.  

Maria Luisa de Saboya

Maria Luisa de Saboya

   Para ganarse el afecto de los españoles, se puso al frente del partido formado por el conde de Montellano, que, aceptando la dinastía borbónica, quería que esta se españolizase.

   Enemistada Ana María con Portocarrero, consiguió derribarle del poder, logrando también que el cardenal de Estrées, embajador francés en España,  fuese despedido de la corte y le sucediera el duque de Berwick.

   Las pugnas entabladas entre las diversas camarillas francesas en la corte española, obligaron a Luis XIV a llamarla a Francia en el año 1704. La princesa se presentó en Versalles, en Enero de 1705, para justificarse, y después de haber hablado con el rey francés, regresó nuevamente a la Corte española, convirtiéndose junto con Orry, en uno de los personajes dirigentes de la política española, enorgulleciéndose de no encontrar otro estimulo para servir a sus majestades que el amor que les profesaba,

   En diversas ocasiones se enfrentó al monarca francés, y aconsejó firmeza a Felipe V, al tiempo que lograba de Luis XIV, en 1710, el envió a Luis José de Borbón Vendome, duque de Vendome, mariscal del ejército de Francia, para ayudar al rey español en la guerra contra el archiduque austriaco, el cual, con sus actuaciones en la contienda, logró afianzar la corona española en las sienes de Felipe V.

   La naturaleza sensual de Felipe V, le impedía no estar sin el acompañamiento de una mujer, pero, buen creyente, no quería buscarla fuera del matrimonio, por lo que hubo que encontrarle una nueva esposa. En la corte se afirmaba “el rey sólo necesita dos cosas para vivir, la Biblia y una mujer”.

   Esta vez la elegida fue Isabel de Farnesio, nacida en Parma el 22 de Octubre de 1692, hija de Eduardo III Farnesio, duque de Parma y de Dorotea Sofía de Neoburgo, condesa Palatina del Rhin y duquesa de Baviera.  Era alta, bien formada, obesa, su cara estaba desfigurada por la viruela, pero poseía unos ojos azules muy expresivos. Versada en idiomas, llegó a dominar siete de estos. En su infancia y juventud estudió: gramática, retórica, filosofía, geografía, historia, música, pintura, costumbres de naciones y hechos de varones ilustres. Era una gran aficionada a la historia, a la política y las actividades artísticas e intelectuales. Se decía que comía sin parar mantequilla y queso de Parma, lo cual hizo que se la llamase “La Parmesana

Isabel de Farnesio

Isabel de Farnesio

   La princesa de los Ursinos, engañada por Julio Alberoni, aprobó sin dilación la designación de Isabel de Farnesio como nueva soberana, convencida de que sería tan fácil dominarla como a la anterior reina. Cuan lejos estaba de sospechar que con este beneplácito, cometía el mayor error de su vida.

   Después de viajar desde Italia, Isabel de Farnesio, llegó a Jadraque (Guadalajara) el 23 de Diciembre de 1714. Había llegado a España alertada contra la había prepotencia y comportamiento de Maria de la Tremouille, ya que su tía, Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II, le había advertido.

   Hasta Jadraque había salido a recibir a la nueva reina, por orden del rey, la princesa de los Ursinos, quien, como ya se ha dicho, creía que podría tratarla como a la dulce María Luisa. Nada más ser presentadas, no tuvo muchos reparos la princesa en tratarla con cierto desdén e incluso falta de respeto, sin llegar hacer la reverencia completa y tomándose la confianza de cogerla por la cintura le espetó “ ¡Dios mío, pero que gorda estáis !” Isabel de Farnesio, que tenía bastante mal carácter, desde el principio quiso dejar muy claro a la corte en general, quién era ella, y mandando llamar al jefe de su guardia de Corps, le ordenó que partiera inmediatamente para Francia, llevándose a la Ursinos, expulsada para siempre, acusándola de haberla insultado y sin darle tiempo a mudarse de traje ni a preparar el equipaje, con tan solo la compañía de una doncella. Tan sorprendente e insólita era esta orden que el jefe de la guardia solicitó que la orden de expulsión se le diera por escrito. Ante lo cual Isabel escribió ella misma y sobre sus rodillas dicho mandamiento.

   Las órdenes eran terminantes, viajar de noche y día hasta llegar a la frontera, con una guardia de cincuenta soldados. No se la autorizó a hablar con nadie e incluso el alimento solo consintió en huevos pasados por agua.  Al pasar por Bayona, la princesa, pidió audiencia a doña Mariana de Austria, pero esta no quiso recibirla.

   Alberoni fue en esta misma noche a dar cuenta de los sucedido a Felipe V, llevándole una carta de Isabel de Farnesio donde esta le explicaba su versión de lo que había pasado. El rey quedó convencido e incluso firmó un documento por el cual expresaba su satisfacción.

   A su llegada a París se hospedó en casa de su hermano, Antoine-François de La Tremouille, duque de Royan, para después, en marzo de 1715, visitar en Versalles a Luis XIV, quien a pesar de todo le concedió una pensión vitalicia de 40.000 libras. El 6 de agosto de ese mismo año fue a despedirse del moribundo Rey Sol, que se encontraba descansando en el castllo de Marly; para a continuación, el día 14, partir de París a Utrecht, donde no fue muy bien recibida

  Más tarde se instaló en Roma, donde estrechó la relación con su hermano, el cardenal La Tremouille y tuvo contactos con el intento de corte de Jacobo Francisco Eduardo Estuardo al trono inglés.

  Falleció en Roma el 5 de Diciembre de 1722.