(2016) (405)
Algo de mis libros y de mis exlibris
Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala
La manía de coleccionar libros la tuve desde muy pequeño. Probablemente obedece a razones genéticas: tanto por mis cuartos de Contreras y López de Ayala, como de Gila. Porque los Ceballos de la Escalera montañeses somos un linaje de espantables guerreros, quizá con poca afición a la cultura hasta tiempos recientes, si bien es cierto que mi tatarabuelo don Joaquín de Ceballos-Escalera y de la Pezuela, I Marqués de Miranda de Ebro (1828-1904), general de Artillería y caballero de Malta, fuese gran aficionado a la pintura, a la música y a la historia genealógica, e incluso escribiese en los periódicos artículos y versos.
Tampoco el linaje de mi abuela paterna doña Angelina de Contreras Girón, o sea el de los Marqueses de Lozoya, destacó mucho en ese campo cultural, sino en su gran afición a las cosas de la caza y del campo. Aunque también es de recordar que ya en el Setecientos tenían una cumplida biblioteca, identificada mediante un bonito sello de tinta, heráldico. Lo mismo que hacía don Julián Tomé de la Infanta, padre de una Marquesa de Lozoya, allá por el 1830.
O sea que por el lado paterno solo la boda en 1880 de mi bisabuelo don Luis de Contreras Girón y Tomé, VII Marqués de Lozoya, con doña Ramona López de Ayala y del Hierro, dama noble de María Luisa e hija primogénita de los Condes de Cedillo, vino a cambiar las cosas. Porque esos López de Ayala, Condes de Cedillo, vástagos del celebérrimo don Pero López de Ayala, canciller de Castilla y eximio cronista y literato, fueron linaje cultísimo, tanto en cosas de Letras e Historia, como de Arte. Mi tío bisabuelo don Jerónimo López de Ayala y del Hierro, XVI Conde de Cedillo (1862-1934), fue catedrático y numerario de la Real Academia de la Historia, y usó de exlibris heráldico.
Su sobrino y hermano de mi abuela, don Juan de Contreras Girón y López de Ayala, IX Marqués de Lozoya con Grandeza de España (1893-1978), fue catedrático de la Universidad, numerario de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, director de esta última, premio Fastenrath de poesía, gran cruz de Isabel la Católica y de Alfonso X el Sabio, y por fin presidente del Instituto de España y vocal del Consejo del Reino; también usó un exlibris paisajístico que representa el famoso Torreón de Lozoya segoviano.
De mis tíos, doña Isabel de Ceballos-Escalera y Contreras (1919-1990) fue vicedirectora del Museo del Prado y directora del Museo Nacional de Artes Decorativas, y miembro de la Hispanic Society, y usó exlibris paisajístico que muestra una vista infrecuente de la catedral de Segovia; don Luis Felipe de Peñalosa y Contreras, Vizconde de Altamira de Vivero (1912-1990), fue director de los museos de Segovia y de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, también usuario de exlibris heráldico; y doña Dominica de Contreras y López de Ayala, X y actual Marquesa de Lozoya, es historiadora del Arte y numeraria de dicha Real Academia.
Mis abuelos paternos, don Rafael de Ceballos-Escalera y Sola, III Marqués de Miranda de Ebro y VI Vizconde de Ayala (1894-1980), coronel de Artillería, usó de un exlibris paisajista y heráldico, que muestra la vista del Pinarillo y la Mujer Muerta desde el jardín de su casona segoviana. Por fin, mi padre don Antonio de Ceballos-Escalera y Contreras, VII Vizconde de Ayala y cruz de honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, en vez de seguir la tradición familiar de la Milicia se orientó al Foro; pero además de ser un gran abogado se doctoró y fue profesor titular en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, habiendo dejado algunas obras estimables. En su juventud, mi padre identificaba sus libros mediante un sello de tinta con su nombre. Esto, muy resumido, por mi parte paterna.
Cuanto a la materna, resulta que mis pasados Gila fueron también gentes destacadas en los campos culturales. Mi tatarabuelo don Antonino Sancho Tejero (1824-1901), cirujano y político segoviano, caballero de Carlos III y de San Fernando, fundó y dirigió el periódico local El Porvenir Segoviano, allá por el 1860. Y su yerno don Segundo de Gila Sanz (1873-1939), destacado médico y cirujano, gran cruz de Beneficencia, fue gran publicista, fundador y director del mejor periódico que se ha editado nunca en Segovia –La Tierra de Segovia, 1919-, fundador también de la Universidad Popular Segoviana (hoy Real Academia de Historia y Arte de San Quirce), fue amigo de los grandes intelectuales y literatos de su tiempo, cual los Machado y los Zambrano, y formó una gran biblioteca, acrecentada por su hijo y mi abuelo materno, el también doctor y cirujano don Alfonso Gila Sancho (1905-1971); y por mi madre, gran bibliófila y propietaria de un bonito exlibris.
Volviendo a mis libros, el caso es que todavía guardo con cariño en mi librería mi primer ejemplar impreso, el Cuchifritín en casa de su abuela, de Elena Fortún (edición de Aguilar, 1957), que me fue regalado al tiempo de hacer la Primera Comunión, creo recordar. Después, con los años, esa librería ha alcanzado un volumen de unos quince mil ejemplares -para comparar: las bibliotecas públicas municipales de Madrid suelen contar con unos 4.000 títulos-, y se encuentra malamente distribuida entre mis casas de Segovia y de Madrid.
Notemos que, sea querencia innata o manía adquirida, mi librería se ha formado en buena parte a partir de otras. Señaladamente de tres, que merecen comentario. La primera fue la de mis abuelos Gila, que como digo era extensa, y sobre todo integraba muchas publicaciones de Historia y de Política -en especial del periodo 1870-1936-; otra parte, la tocante a la Medicina, no ha llegado a mis manos. La segunda, la librería de mi aludida tía doña Isabel de Ceballos-Escalera y Contreras (1919-1990), que estaba formada sobre todo por libros atinentes a la Historia del Arte, y contenía bastantes ejemplares procedentes de las de sus sabios y académicos tíos el Marqués de Lozoya y el Conde de Cedillo. Por último, llegó a mis manos en 1996, por voluntad generosa de su hija María Luz -dueña de un soberbio exlibris heráldico-, una gran parte de la espléndida librería genealógica del registrador don Jesús Larios Martín (1897-1978), gran genealogista y nobiliarista que, entre otras cosas, fue alcalde mayor del Solar de Tejada y su verdadero restaurador en la década de 1950. Este fue un legado ciertamente magnífico, porque la suya era una biblioteca grande, muy bien concebida y formada a lo largo de la larga vida de Larios, y contenía las mejores obras de la genealogía y la heráldica hispanas de su tiempo, algunas verdaderas rarezas. El resto de mis libros los he ido adquiriendo yo a lo largo de los años, o me los han querido obsequiar tantos amigos -Dios les bendiga-.
Desde hace tres años, será cosa de la edad, me preocupa el futuro destino de este gran patrimonio librario, porque no les será posible a mis hijos reservar un edificio para su conservación. Por eso estoy considerando la posibilidad de crear una fundación cultural que lo salvaguarde y que permita el acceso a tal depósito de los lectores e investigadores. No sé si será en mis casas principales de Segovia, en mi castillo de Arbeteta, o en el convento de San Francisco de Alfaro.
Pero yo me proponía glosar, no tanto mis libros, sino los exlibris que los identifican como de mi librería. Estos han sido, hasta ahora, cuatro; y creo que pueden encuadrarse en una antigua tradición de mi familia, pues usaron tales marcas mis bisabuelos los Condes de Cedillo, mi abuela paterna doña Angelina, Marquesa de Miranda de Ebro; su hermano el gran Marqués de Lozoya; mi tía doña Isabel de Ceballos-Escalera y Contreras; y mi madre.
El primero, que se data hacia 1980, es de mi mano y sigue el modelo de las ruedas heráldicas de los privilegios rodados castellanos de la Bajada Edad Media. Contiene en su centro el escudo de la Pezuela -tronco de los Condes de Cheste y Vizcondes de Ayala-, y lo rodean dos círculos concéntricos que, en caligrafía medieval, contienen el lema heráldico del linaje –Primus mori quam foedari, antes morir que traicionar-; y la atribución de pertenencia a su dueño: Ex:libris:Arch:Biblt:Dom:Alfonso:de:Ceballos-Escalera:Vic:Ayala. Todo en tonos rojos, blancos y negros, mide 9×9 cm, y está diseñado para colocarse en forma de rombo o losanje, para que las armerías queden en su disposición correcta.
El segundo exlibris, que he usado desde 1990, contiene una imagen del Torreón de Lozoya y de la aneja casa de los Administradores, en la plaza de las Sirenas de Segovia. En esas casas residí con mi familia desde 1980 a 1996. La imagen es una copia realizada por mí -hubo una época en que tenía tiempo para dibujar-, de una conocida acuarela, realizada hacia 1920 por el gran pintor segoviano Torreagero. En mi opinión, la copia es algo mejor que el original, pues los colores son más vivos. La inscripción que rodea la composición es meramente identificativa, aunque la caligrafía es de inspiración medieval: Ex-libris bibliot. Ceballos-Escalera, Segovia. Mayor que mi primer exlibris, este segundo mide 13’5×11 cm.
Mi tercer exlibris data del año 1999, y es una excelente obra de la buena mano de mi viejo amigo Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, eximio heraldista lucense y gran tratadista de los asuntos de la Ciencia Heroyca. Contiene mis armerías ceballescas -las célebres fajas orladas de jaqueles-, timbradas de la marquesal corona, y acoladas de la cruz de la Orden de San Juan de Malta, y de la cruz de caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Bajo las armerías, la simpática imagen de un cronista y rey de armas bajomedieval, en la que el autor quiso representarme a mí y a mi oficio de cronista de armas de Castilla y León, alto cargo que ostento ha casi ya un cuarto de siglo. El rótulo es de una bella simplicidad: De Alfonso de Ceballos, Marqués de la Floresta. Este exlibris mide 9×6 cm.
Mi cuarto y por ahora último exlibris, es igualmente armero, y he comenzado a utilizarlo desde este mismo verano. El escudo está dibujado a plumilla con gran maestría, ya que es obra del grande Carlos Navarro. Trae mis puras armas ceballescas, acoladas de las insignias de las Órdenes de Carlos III (de la que soy caballero), Isabel la Católica y Mérito Civil (de las que soy comendador de número), y Santiago de la Espada (de la que soy comendador), todo puesto bajo el manto de la dicha de Carlos III, y timbrado de la corona marquesal (cubierta para hacer evidentes los honores de la Grandeza de España que son anejos al Marquesado de la Floresta). El rótulo identificativo dice así: De la librería del Dr. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta – Segovia. La composición es esta vez monocroma -se han impreso ejemplares tanto en sepia como en lila-, y mide 9×6’5 cm.
Me propongo, en la Pascua de Navidad de este mismo año, diseñar sendos exlibris para el uso de mis hijos menores don Ramiro y doña Isabel, ambos grandes lectores. Mi hija mayor doña Angelina, lo tiene y lo usa desde su adolescencia, y es un diseño mío con su cifra, representada con adornos florales -muy femenino-.
Y hasta aquí la breve glosa de mi patrimonio librario y de mis exlibris, apresuradamente redactada a petición de tantos buenos amigos que siempre se interesan por mis cosas. Aunque, ya se ve, ni yo ni ellas merezcamos tanta atención.