A una persona que cuenta con muchos ascendientes asturianos, como es el que suscribe, le parecía inexplicable que Asturias, la región cuna por excelencia de la nobleza española, no contase con ninguna corporación que representase los intereses de la misma, como ocurre en otras regiones del Reino de España. Máxime cuando, como todos sabemos, por sus peculiaridades y características, una gran parte de la población podría probar descendencia de hijosdalgos, ya que en 1773 los hidalgos censados en Asturias alcanzaban el 86% de la población, encontrándonos casos como el de la Parroquia de San Martín de Vega de Poja (Siero, Oviedo) donde por aquellas se alcanzaba el 100 % de pobladores hidalgos.
Así mismo es notoria la solicitud que en el siglo XVIII se realizó ante la Junta General del Principado, para que se reconociera la hidalguía universal del asturiano.
Como resulta facilmente comprensible una mayoría de ellos mal vivían con rentas muy bajas es por lo que , para subsistir, se veían obligados a desempeñar todo tipo de oficios, circunstancias que desmienten el tópico muy arraigado que asocia a la nobleza con una clase social ociosa e improductiva, así como económicamente poderosa.
Habida cuenta, como ya hemos dicho, de la pobreza de muchas de las familias hidalgas y de la amplia tradición militar de la que gozaron tanto asturianos como cántabros, así como de las actuaciones individuales en los Tercios Viejos de Infantería Española, la Junta General del Principado, a comienzos del XVIII establece el alistamiento de Compañías nutridas íntegramente por hidalgos compensado de esta manera la exención impositiva de la que gozaban, siendo la profesión de las armas el sustento y forma de vida de muchos hidalgos asturianos.

La nobleza de Asturias ha ocupado siempre un papel importantísimo en el devenir histórico de España. Íntimamente ligada a la Monarquía, los asturianos han apoyado siempre a los monarcas hispanos a lo largo de la historia, cristalizándose ese mutuo afecto en la propia denominación del heredero a la corona del Reino de España, como Príncipe de Asturias.
El día 05 de noviembre de 1989 un grupo de nobles asturianos , con pretensiones de agrupar a los descendientes de la antigua nobleza, constituyen en Oviedo una asociación que un año después pasaría a denominarse “Cuerpo Colegiado de la Nobleza de Asturias”.
Entre sus primeros impulsores cabe destacar las figuras del Conde de Toreno, el Marqués de Canillejas y el Conde de Güemes, siempre rodeados de prestigiosos profesionales muy entendidos en estos campos y materias.
Sus actuales Estatutos datan del 26 de mayo de 1995, de ellos podemos destacar , además del firme propósito de organizar y representar a la nobleza asturiana, su afán por el estudio de los fondos heráldicos y genealógicos del Principado, así como la defensa del patrimonio artístico cultural y medioambiental de la región asturiana.
En la actualidad, y con una intensa vida corporativa y cultural, esta corporación nobiliaria se define con una nueva nomenclatura que la mantiene más próxima a su ideario e intereses, bajo el nombre de “Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias” organiza y otorga anualmente los premios “ Trelles-Villademoros”, a la labor cultural, “Conde de Toreno”, a la cooperación humanitaria, “Carreño- Miranda”, al mérito en las artes, y “Conde de Campomanes” en el campo de la economía.

En su emblema corporativo se cristalizan los símbolos más ancestrales que han caracterizado siempre a la nobleza asturiana: El yelmo de los guerreros que iniciaron y propiciaron con su participación la Reconquista. Los Caballos de Asturias que han acompañado a sus guerreros desde el 300 antes de cristo, como queda datado en las pinturas del “Camarín de la Peña de Candamo” (Grado). El Asturcón, caballo fuerte y ágil símbolo del guerrero astur , que ahora se ve rampante y bravo luciendo su tradicional color negro. Los pendones que simbolizan a las grandes casas nobiliarias, cargando ahora en sus trapos el color de la paz. Y la flor de Lis símbolo de nuestra casa reinante, todos ellos sobre campo de azur , color que por excelencia define a esa región y a su bandera.

En la Orla el lema “Asturias Nunca Vencida”, que el Rey D. Fernando VII otorgó al ejército asturiano en 1808, pero que realmente podríamos aplicarlo a toda la historia del Principado.
El óvalo que contiene todas estas piezas, se cierra con las hojas de laurel, símbolo de las victorias, pendiendo a su vez de su más importante símbolo histórico, La Cruz de la Victoria, surmontada de la corona de Príncipe de Asturias, simbolizando la situación del Principado y su histórica lealtad a la Corona.


Feliciano Riestra Conejo, Asesor de Información del Presidente de la Diputación de Linajes