Por una de esas casualidades, que se presentan sin buscarlas, tuve conocimiento hace escasas semanas de una noticia asombrosa que entra de lleno en el ámbito de nuestros estudios e investigaciones. La persona con la que me encontraba hablando, Krzysztof Jacek Hinz, Embajador de Polonia en Caracas, me confiesa, de golpe, que desciende de un Rey de Haití. Intrigado por conocer el fondo de esta historia, acordamos una cita para charlar más profundamente sobre este tema. El resultado de esa entrevista, y algunas consultas realizadas a través de internet, es lo que a continuación voy a relatar.
En la segunda década del Siglo XX la isla de La Gonâve, en el golfo de Haití y frente por frente de su capital, Puerto Príncipe, fue gobernada durante unos años por un rey de raza blanca, Faustino II, antepasado reciente de mi amigo el embajador polaco.
Durante la ocupación americana de Haití (1915-1934), un joven sargento de la marina de las fuerzas de ocupación fue destinado a administrar en 1925 la isla de La Gonâve, de 60 kilómetros de longitud, entonces poblada por unos doce mil habitantes, encerrados en sus tradiciones y dedicados a la agricultura y actividades artesanales. Cuando a la edad de 20 años Faustino Wirkus pisó el suelo de Haití por primera vez, no sabía aún que, muy poco tiempo después, iba a ser protagonista de una extraordinaria aventura.
Faustino era hijo de padre de origen francés y madre franco-polaca y había nacido en 1894 en Pittston, Pensylvania. Su destino, de no haberse enrolado en la marina, hubiera sido trabajar en las minas de carbón de la localidad, lo mismo que el resto de los varones del pueblo.
Una vez en La Gonâve, Faustino conoce la existencia de una sacerdotisa, o hechicera, la vieja Méminne, que reinaba desde hacía más de 30 años en la isla y habitaba en lo alto de una montaña, rodeada de su Consejo de Gobierno, sus ministros de la Guerra, del Interior y la Agricultura. Méminne dirimía las disputas familiares, aplicaba la justicia y mantenía el orden y la harmonía en esta especie de cooperativa agrícola, una singular monarquía “comunista” que poseía sus propias leyes y reglas, independiente de las autoridades de Puerto Príncipe. Una semana después del primer encuentro con la reina y su consejo, Faustino Wirkus recibía una llamada de la soberana que deseaba presentarlo a su corte. Wirkus, para su gran sorpresa, fue acogido con cantos y gritos de alegría. Enseguida se le cubre de flores, se le reviste con una estola de seda amarilla, y se le sienta en un rústico trono, recibiendo la adhesión de sus súbditos.
La razón de todo ello era la creencia de los nativos de que un día desembarcaría en la isla un rey, llamado Faustino II y que sería la reencarnación de Faustino I Souluque, quien un 18 de abril de 1852 se había convertido en Emperador de Haití.
Instalado modestamente en Anse-à-Galets, la capital de la isla, Faustino II recorría con frecuencia su reino, auxiliado siempre por Méminne, administrando con justicia y equidad los más variados asuntos, en medio del profundo respeto y veneración de sus súbditos. No consta que contrajera matrimonio ni que dejase descendencia.
En 1931, una vez retirado de la armada, dejó constancia de su aventura en el libro The White King of La Gonâve, obra de la que se publicó, también, una edición en francés.
Faustino II falleció el 8 de octubre de 1945 en Hazleton, Pensilvania, permaneciendo, todavía, su recuerdo de forma nebulosa en la memoria colectiva de los descendientes de quienes un día fueron sus súbditos.
Dr.D. Francisco M. de las Heras y Borrero, Presidente de la Diputación de Linajes de esta Ilustre Casa Troncal.