D. Alfredo López Ares, colaborador habitual del Blog, nos remite este artículo para su publicación en el Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.
Madrid – 20/10/2015
Millán Astray usó el código samurai para crear la Legión española
El cojo, manco y tuerto Millán Astray usó las directrices de estos guerreros japoneses -presentes en el Bushido- para idear una de las unidades más famosas de la historia
Aguerrido, valiente, duro como una roca ante las adversidades, y dispuesto a dar la vida por cada uno de sus compañeros. Cuando -hace casi un siglo- la Legión llegó a este mundo alumbrada por el cojo, manco y tuerto Millán Astray, todo aquel que se unía a sus filas debía saber que entraba en una de las unidades de élite de la época y que adquiría una serie de compromisos -como los anteriormente explicados- con el ejército de Alfonso XIII. Su vida, a partir de ese momento, pasaba a ser casi como la de un samurái. O al menos así lo entendía su creador quien, según dejó sobre blanco en varios textos, ideó dicha unidad teniendo en la mente el Bushido, un libro que explicaba pormenorizadamente los principios de dichos guerreros japoneses. La obra, según se dice, le marcó tanto que no dudaba en repasarla noche tras noche para intentar exprimir hasta la última gota de su sabiduría.
A pesar de que la fundación de esta unidad se sucedió en 1920, su historia está este 2015 de actualidad. Y es que, en primer lugar, el pasado septiembre se celebró el 95 aniversario de su creación (la cual se realizó con el objetivo de idear un grupo de soldados de élite capaces de enfrentarse a los nativos en la Guerra del Rif). Por otro lado, el calendario no ha avanzado ni una semana desde que varios grupos de legionarios desfilaran –chapiri sobre la cabeza y fusil G-36 al hombro- frente a Don Felipe y Doña Letizia por las calles de la capital durante la Fiesta Nacional del 12 de octubre. Y todo ello, portando a sus espaldas casi un siglo de historia en la que se incluyen desde heroicos combates en el norte de África hasta la defensa de Melilla a sangre y fuego.
La creación de la Legión
Para hablar del nacimiento de la Legión es necesario referirse a José Millán Astray y Terreros, un gallego que, con apenas 15 años de edad, ingresó en la Escuela Superior de Guerra en 1894. Destinado primero en Filipinas y posteriormente en Marruecos (donde España andaba a bofetones con los rifeños por el control del territorio), este militar se percató de que la contienda sucedida en el norte de África no traía más que calentamientos de cabeza para la Península. Y es que, al hacer falta combatientes que se enfrentaran a los nativos, se había decidido enviar desde la metrópoli a decenas de soldados extremadamente jóvenes sin ninguna preparación militar para, mediante gónadas, dar de fusilazos a los lugareños. La idea no pudo ser peor pues, aunque los moros estaban mal armados, contaban con un mejor conocimiento del terreno y hostigaban y asesinaban constantemente a los militares bisoños (novatos, que diríamos en la actualidad).
«La Guerra de Marruecos era extraordinariamente impopular. Los reclutas eran enviados con poca preparación, poca comida, poco equipo… Además, desde España la población tenía la impresión de que perder soldados allí no ayudaba en nada en la Península. Es decir, un español de a pie creía que luchar en Marruecos solo traía penurias», explica, en declaraciones a ABC, Luis E. Togores, historiador experto en Historia militar y autor de «Millán Astray. Legionario». De la misma opinión es Guillermo Rocafort, ex legionario y estudioso de la unidad: «El problema era el sistema de levas. Los soldados acudían forzosos al Norte de África».
En esas andaban los militares (en una situación desesperada, pues sufrían constantemente las críticas de la prensa y de la población) cuando se planteó la necesidad de profesionalizar a los soldados que se desplazaban hasta la región. Así fue como nacieron los Tabores de Regulares, grupos formados por indígenas que, a las órdenes de oficiales españoles, servían de fuerza de choque contra los rifeños.
Sin embargo, su carácter de nativos no inspiraba demasiada confianza en los oficiales españoles, que sospechaban que les dejarían «colgados» cuando la situación se pusiese negra. Así pues, cuando apenas contaba con 26 primaveras a sus espaldas, Astray decidió proponer la creación de una unidad todavía más efectiva que, entrenada específicamente para resistir las penosas condiciones de África, se enfrentase a los rifeños hasta la muerte y estuviese siempre la vanguardia de las tropas españolas. «Hacía falta una unidad formada por europeos para detener aquella sangría. Un grupo de soldados que se moviera por unos valores y que no tuviera nada que ver con aquellos que hacían la “mili” en el Rif», completa Togores. Así fue como nació la Legión española.
La unidad nació en principio con el nombre de Tercio de Extranjeros, pues permitía la incorporación no solo de españoles, sino de cualquiera que pudiese enfrentarse al enemigo. «Un extranjero vale por dos soldados, uno español que ahorra y otro extranjero que se incorpora», solía decir Millán Astray. A su vez, y como sucedía en la Legión francesa, se estableció que cualquiera que quisiera podría inscribirse. Independientemente de sus antecedentes penales o de las maldades que hubiese hecho anteriormente.
«Astray era hijo de un director de prisiones que le inculcó la idea de que se podía reinsertar a los criminales en la sociedad. Por ello, en la Legión no importaba tu vida anterior. Todos podían acceder, desde los que huían de la política, hasta los que huían de una mujer (que los hubo) pasando por los que tenían una vida vacía. Esto se facilitaba no pidiendo un nombre real a los reclutas», destaca Togores.
De hecho, no fueron pocos los criminales políticos que prefirieron arriesgarse a dejarse la vida en el Norte de África que apostar por quedarse en España y ser atravesados por algún que otro cuchillo enemigo. «Curiosamente, unos de los primeros legionarios fueron anarquistas catalanes», destaca Rocafort. ¿Qué era lo que anhelaba Astray con esta medida? Lo primero era, como es lógico, llenar la Legión hasta los topes de combatientes. No obstante, y según los expertos, también pretendía buscar el perdón para todos aquellos que no estuvieran en paz con la justicia.
«Buscaba la redención, que los criminales llegaran al reino de los cielos mediante la Legión. Tenía esa visión católica de que todo el mundo puede ser salvado y solía afirmar que podía cambiar a todos ellos y convertirles en verdaderos patriotas, en la flor y nata de la infantería española. Además, les ofrecía dignidad, una nueva vida que empezaba a partir de entonces…», destaca el ex legionario.
Los Tercios y la Legión francesa
Sobre blanco, la teoría quedaba impoluta. Había que formar una unidad que fuese siempre en vanguardia y se enfrentase antes que ninguna otra a los rifeños. Sin embargo, conseguir esto en la práctica era, cuanto menos, dificultoso. Y es que, no todo el mundo estaba dispuesto a dejarse las gónadas en un desierto perdido de la mano de Dios para salvar la vida de unos reclutas bisoños que apenas sabían atarse las botas sin ayuda. No obstante, Astray –que no andaba falto de ideas a pesar de no llegar a la treintena- señaló que había que rodear a esta unidad de una mística increíble para que, todo aquel que entrase a formar parte de ella, se sintiese comprometido a dejarse la vida por España. Por ello, se basó en los antiguos Tercios para imbuir en la mente de los combatientes la idea de que, como antaño se hiciera en Flandes, allá por el siglo XVI, había que dejarse hasta la última gota de sangre por el monarca hispano.
El primer paso de Millán Astray fue dar un nombre a la Legión que recordase a aquellas unidades: «Tercio de extranjeros». Resultó perfecto, pues –con dicho término- se aunaba el nombre tan conocido gracias a los libros de las unidades al servicio de los Austrias y se daba a entender que –como pasaba ya por entonces- estarían formados en buena medida de foráneos. Posteriormente, y tal y como explica Togores a ABC, se usaron como modelo las cornetas y los tambores de los Tercios presentes en el Museo del Ejército para crear los de este nuevo grupo de combatientes. Estos detalles eran básicos para que naciera la mística. Todo ello se basaba además en el modelo organizativo de otros grandes ejércitos europeos de probada eficacia. «Su intención era crear un cuerpo militar al estilo de la Legión Extranjera francesa, con el espíritu combativo de los tagalos filipinos, por eso Millán Astray copió el modelo francés, del que eran partidarios otros grande militares españoles», afirma a ABC José M. Fernández Caamaño, coautor de «José Millán Astray, el coruñés que fundó la Legión».
Podría parecer que nadie se tragaría esta «milonga», pero lo cierto es que a Millán Astray no le pudo ir mejor. «Era un gran publicista, un personaje bastante teatral. Hay que tener en cuenta que, por entonces, no se había ideado la comunicación a través de la televisión, por lo que personajes como este militar, con capacidad para hablar en público, eran muy apreciados. Fue además muy bueno vendiéndola y rápidamente se puso de moda. A los pocos días de fundarla acudieron personas de todo el mundo a alistarse. Además, en aquella época el discurso de dar la vida por unos ideales estaba de moda. Su discurso caló en la gente, como caló en su momento el de Mussolini», añade Togores a ABC.
El Bushido
La valentía y multiculturalidad de los Tercios españoles, la organización de la Legión francesa y el espíritu de los tagales (una etnia filipina). Todos estos elementos fueron claves para Millán Astray a la hora de elaborar la Legión. Sin embargo, hubo uno aún más determinante si cabe. Este fue el Bushido, un texto que recogía la esencia de la vida del samurais japonés y que fue escrito (o recopilado) en 1895 por Inazo Nitobé, un catedrático de la Universidad Imperial de Tokio. Desde que el miliar español leyó su traducción al francés, quedó prendado de sus enseñanzas.
De hecho, cuando se pasó al castellano, él fue el encargado de hacer el prólogo. Lo definió del siguiente modo: «El Bushido es el código de moral ascética de los samurais —antiguos guerreros medievales—; su origen es antiquísimo, quizá de hace varios miles de años. Se ajusta a las virtudes del alma japonesa: caballerosa, guerrera, sencilla, de culto profundo a los antepasados y veneración religiosa a su Emperador, que representa para ellos a Dios y a la Patria
Tal fue su fascinación por esta obra que Millán Astray quiso impregnar con sus ideas a los soldados de la Legión. Lo cierto es que no era algo extraño, pues las enseñanzas de este libro oriental eran similares en esencia a las que podía impartir la religión católica.
«El Bushido era lo equivalente a los viejos manuales de caballería. Era un código de filosofía de vida. Una forma de afrontar la muerte. Tenía unos valores castrenses muy marcados, pero era en esencia una especie de tratado existencial.. Fue más o menos como los códigos de caballería del rey., Los mismos principios, pero basados por el tamiz oriental», completa Togores. De entre ellos, el que más le atrajo era el que afirmaba que el samurai no sentía miedo ante la muerte y que estaba dispuesto a entregarla por su señor. Ese principio lo dejaría el gallego grabado a fuego en la nueva unidad, a cuyos miembros se les conocería como los «novios de la muerte».
A día de hoy se desconoce exactamente cuándo comenzó la relación de Astray con el Bushido, pero la mayoría de las teorías sentencian que fue durante su estancia en Filipinas, cuando no era más que un soldado ansioso de defender los intereses de su país al otro lado del mundo. Así lo cree Rocafort, quien es partidario de que se empapó de la cultura oriental en esta región. Caamaño coincide: «Comenzó a interesarse durante la campaña de la I Gran Guerra, su principal preocupación radicaba en crear un cuerpo de combate de la nada, sus armas, propiciar las tesis del Bushido basado en la mentalidad Occidental, lográndolo gracias a su persuasión de gran orador», determina en declaraciones a ABC. Togores es de la misma opinión: «El Bushido fue un ejercicio intelectual para Millán Astray, lo descubrió en Filipinas en la época en la que se creía que esta tierra iba a ser invadida por Japón».
Sea o no desde su estancia en Filipinas, lo cierto es que Millán Astray se sintió tan fascinado por el Bushido que, además de ser un libro que leía de forma recurrente y tenía siempre a mano en su mesita de noche, a partir de 1911 empezó a impartir sus enseñanzas (así como muchas otras) en la Academia de Infantería de Toledo, donde era profesor. El militar –según la mayoría de los historiadores- tenía tan interiorizadas las enseñanzas de los samuráis que, cuando creó la Legión , solo todo que revestir sus principios con esa pátina oriental que conocía desde hacía 15 años.
«La relación con el Bushido estaba preconcebida en su mente y la llevó a cabo cuando tuvo la luz verde para ejecutar el alistamiento y creación del Cuerpo de Voluntario de la Legión Extranjera. Supo extraer la parte más interesante para imbuir el espíritu legionario e inculcarlo a sus fuerzas de choque, demostrando al mundo la inteligencia y genio militar de uno de los Cuerpos de Ejército que más asombró a las naciones de Europa y América, desde su creación hasta la actualidad, pues sigue perviviendo en el fondo el mismo espíritu que inculcó», destaca, en este caso, Caamaño. De hecho, el propio Astray dejó constancia de ella en el prólogo que dedicó a este libro: «En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas a los cadetes de Infantería en el Alcázar de Toledo, cuando tuve el honor de ser maestro de ellos en los años 1911-1912».
Las enseñanzas del Bushido
Según señaló Millán Astray en su traducción, los principios básicos del Bushido pueden resumirse en cuatro:
1-«No dejarse sobrepasar por nadie en sus ideales».
2-«Servir al jefe supremo».
3-«Ser fiel a los padres».
4-«Ser piadoso y sacrificarse en bien de los demás».
A su vez, este texto contaría, siempre según el fundador de la Legión, con cuatro votos.
1-«La muerte».
2-«La fidelidad».
3-«La dignidad».
4-«La prudencia».
Las «pestes» impuestas por el Bushido (es decir, aquello que hay que evitar) son cuatro:
1-«El sueño».
2-«La disipación».
3-«La sensualidad».
4-«La avaricia».
Finalmente, este libro establece que hay que seguir un camino regido por los siguientes principios:
1-«Culto al honor».
2-«Culto al valor».
3-«Culto a la cortesía».
4-«Culto a la Patria».
Todos ellos, sin embargo, podían resumirse en la idea de que había que seguir el camino del samurai, un personaje mitificado por los libros que en el siglo XX causaba verdadera sensación entre los militares. «Un samurái luchaba por la defensa de su honor y el juramento al emperador, los legionarios luchaban por el honor dado en el juramento a la bandera y el Credo Legionario, es la muestra más palpable de su similitud, salvando las diferencias culturales entre ambas sociedades», explica Caamaño.
«Un samurai luchaba por la defensa de su honor y el juramento al emperador»
De estas reglas Millán Astray extrajo además la norma fundamental de todo legionario: la idea de que no había que sentir miedo ante la posibilidad de morir en batalla. Este principio se exacerbó hasta el máximo al señalar que los miembros de esta unidad eran auténticos «novios de la muerte». Todo ello, en base a las enseñanzas confucianas del Bushido. Una serie de principios que establecen que hay que morir por un bien superior sabiendo que, de esa forma, se consigue la vida eterna. Unas bases, por otro lado, patentes también en la religión católica.
«Al igual que el samurai se hacía el seppuku (mal llamado harakiri), los legionarios tenían que ser capaces de dar su vida por un bien superior. Pero eso no significa que sean amantes de la muerte. El grito de “viva la muerte” es en realidad un “viva la vida” de soldados a los que no les importa dar la vida por la Patria si es necesario», añade Togores. Rocafort, como ex legionario, es de la misma opinión: «La Legión es la muerte vestida con el uniforme de la infantería española. Lo que se pide a un legionario es que pueda, llegado el momento, morir por su patria. Millán Astray supo sintetizar muy bien esos tres puntos tras extraerlos del Bushido».
Así pues, para Milán Astray el legionario era, en esencia, un samurái, como bien dejó claro el propio militar en sus textos: «Y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión, con su espíritu legionario de combate y muerte, de disciplina y compañerismo, de amistad, de sufrimiento y dureza, de acudir al fuego. El legionario español es también samurai y practica las esencias del Bushido: Honor, Valor, Lealtad, Generosidad y Espíritu de Sacrificio. El legionario español ama el peligro y desprecia las riquezas».