Por D. Jorge A. Vera-Ortiz, Caballero Linaje Chancilleres de esta Ilustre Casa Troncal.
Este estudio, con algunas breves modificaciones, es parte de otro del mismo autor, aparecido bajo el título: “Linaje emeritense de don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, un pícaro conde genealogista y una creencia muy arraigada” en el Boletín Nº 257 del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Buenos Aires-Argentina, noviembre-diciembre de 2009, pp. 27 a 50.
Por motivos relacionados con el formato de este blog, como así por razones de espacio, hemos prescindido de las notas marginales sobre la bibliografía consultada por el autor.No obstante ponemos a disposición de cualquiera de nuestros lectores, o de un eventual investigador que lo necesitase, el texto íntegro que compone el artículo.
Por motivos relacionados con el formato de este blog, como así por razones de espacio, hemos prescindido de las notas marginales sobre la bibliografía consultada por el autor.No obstante ponemos a disposición de cualquiera de nuestros lectores, o de un eventual investigador que lo necesitase, el texto íntegro que compone el artículo.
El segundo solar de origen y su posteridad encarnada en la familia originaria del Reino de Aragón, los Vera y Aragón de Estepa y Vera de Mérida, yace en la castellana, Muy Noble y Leal Ciudad de Soria, dentro de la Casa Troncal de sus Caballeros Hijosdalgo de los Doce Linajes, de tal manera que se puede afirmar a ciencia cierta que este linaje tuvo un doble origen: ARAGÓN y SORIA.
Hemos querido, bajo el título: “Un pícaro conde genealogista y una creencia muy arraigada”, dar nuestra opinión sobre la creencia o parecer que tendría la familia Vera y Aragón respecto de una leyenda muy antigua referida a su supuesta y fabulosa ascendencia de la Casa real de Aragón, dado que por la época en que les tocó vivir, debieron alternar su relación con obras genealógicas apócrifas de los Vera de Aragón, en donde la pluma del conde de la Roca, don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, no permaneció ajena.
Al escribir sobre este personaje, hombre de ingenio, nacido en el siglo de oro, embajador, brillante escritor clásico, literato, historiador y genealogista, no podemos soslayar sus peculiares sesgos personales vinculados a su quehacer genealógico. Su participación, sin que le temblara el pulso para falsificar autorías en diferentes obras sobre el linaje de su familia paterna, ha ejercido influjo en genealogistas de su tiempo y en epígonos posteriores que, lamentablemente para la ciencia genealógica, ha dejado huellas dignas de censura. Cabe expresar que el presente estudio forma parte de otro que tenemos en preparación en el que nos extendemos y profundizamos sobre esta cuestión.
A la izquierda: retrato realizado por Goya actualmente en el Museo de San Diego, en California) del Marqués de Sufraga o Sofraga, don Vicente María Vera Ladrón de Guevara, Duque de la Roca , con grandeza de España de 1ª clase por gracia de Carlos IV, perteneció a la Orden del Toisón de Oro en 1794 ; de la rama emeritense del 1er. Conde de la Roca, don Juan Antonio de Vera y Zúñiga y de su tío el agustino don Fray Fernando de Vera, Obispo del Cuzco, Obispo Auxiliar de Badajoz.
A la derecha: retrato realizado por el profesor Francisco Mansi, que se encuentra en el Museo Histórico de Corrientes, de un deudo de Estepa del Conde de la Roca, Juan de Torres de Vera y Aragón , último Adelantado del Río de La Plata y fundador de Corrientes en 1588, hermano de Carlos de Vera y Aragón y Torres, Alférez Mayor, Familiar del Santo Oficio de la Santa Inquisición de Córdoba y antepasado de los Vera americanos y de Francisco de Vera y Aragón y Torres, Caballero del hábito de Santiago, Comendador de Corral y Almager, Embajador ante la S.S. Gregorio XIII y ante el Dux de Venecia.
De genealogías esclarecidas y citadas, estas personas, en el Capítulo del Linaje Chancilleres de los Doce de Soria, “de los sucesores que descienden de los Caballeros del Linaje Vera de la ciudad de Soria”, por Mosquera de Barnuevo en su Numantina .
UN PÍCARO CONDE GENEALOGISTA Y UNA CREENCIA MUY ARRAIGADA.
Creemos interesante poner de relieve que no obstante nuestro esfuerzo en el estudio historiográfico de los primeros tiempos, a partir del siglo XII en el que aparecen personajes con el apellido Vera, se nos presentó una imposibilidad práctica para hacer su seguimiento genealógico dada por la ausencia o acotada documentación que se conserva en los archivos españoles de la primera época de esta familia. Tampoco son muchas ni bastas las noticias traídas sobre ellos por tratados serios y acreditados de esa época. Esto nos indujo a emprender su estudio no tanto desde el aspecto genealógico, sino orientado principalmente a la “historia del apellido Vera”, ya que sólo a partir del primer tercio del siglo XV y hasta el presente pudimos establecer genealogías que los documente, y aun así, sólo de las ramas más esclarecidas.
Sabido es que los Vera de Mérida en Badajoz y los de Estepa en Andalucía, procedían del reino de Aragón y de Soria como su segunda cuna. Siguiendo el itinerario histórico-geográfico de los de este apellido, se advierte que como consecuencia de la larga guerra contra el infiel, partiendo de Aragón migraron primero a Castilla (Soria) desde donde se esparcieron por Extremadura y de allí, algunas de sus ramas, continuaron su camino hasta establecerse en Andalucía. En los archivos de dichas comarcas, en pruebas de hidalguía, en expedientes para la entrada en distintas hermandades o cofradías de caballería, cartularios, etc., se puede advertir reiteradamente que el apellido Vera aparece sin conjugarse con otro o bien, en escasos casos, acompañado de algún apellido por línea de ombligo, pero cuya antigüedad del compuesto no iba más allá de dos o tres generaciones atrás. Un solo caso detectamos en este apellido que, según afirmaciones, superaría esta barrera y que supuestamente se remontaba a varios siglos atrás, y es el de los Vera y Aragón, y cuyo segundo término del apellido se debería a su ascendencia de un monarca aragonés de mediados del siglo XI, supuesto algo difícil de sostener, dado que en realidad recién se haya documentado el compuesto promediando el siglo XVI.
Hace a parte de este trabajo resaltar que no obstante que los Vera de Extremadura y los de Estepa eran una misma familia originaria de Aragón, lo cual se extrae de diferentes testimonios y declaraciones, sólo los de la última localidad, salvo escasísimas excepciones, se llamaron a sí mismos “Vera y Aragón”, siendo además, que ellos, luego de pasar por Soria y antes de establecerse en Andalucía fueron extremeños. En realidad la aparición de los apellidos “Vera” y “Aragón” unidos en forma inseparable, artificialmente o con pretensión de ser apellido compuesto de larga data, vio la luz como ya expresamos, mucho después de que los primeros personajes en apellidarse Vera, a partir de la figura del primer Vera que fue Fortún Sanz de Vera , nacido por 1125, Senior de la villa de Vera del Moncayo y Caballero de la Orden del Temple aragonesa , hicieran su irrupción en Aragón durante las postrimerías de siglo XII y principios del siglo XIII. Es de advertir que Zurita jamás cita a los Vera con su apellido unido al de Aragón .
Sobre el linaje Vera hubo cronistas que intentaron hacer maravillas genealógicas armándolas a la medida de sus patrocinadores, o de sí mismos en otros casos, remontándose a pretéritos tiempos aun anteriores al advenimiento de los apellidos que, como es conocido, se produjo a fines del siglo XII y principios del XIII, y como forma de identificación de las personas y de sus familias, tal cual se la conoce hoy en día . Así al apellido Vera, según estos autores, se lo conocería como tal desde mediados del siglo XI, a partir del reinado de Ramiro I de Aragón, época en que los apellidos aun no se habían formado, yendo de suyo que esas afirmaciones al menos suenan pretenciosas y ciertas genealogías del apellido Vera son un buen ejemplo de falsedades como esta. Así en el año 1622 don Alonso López de Haro, publica una genealogía, parcialmente errónea de los Vera, que había sido concebida con evidente intención de ensalzar esa estirpe, y de hacerla de antigüedad tan inmemorial que viene “desde donde no se rompe el hilo” . Como muestra de inexactitudes podemos decir que este cronista no hace reparo en llegar a extremos que orillan el absurdo, tal como hacer a esta familia descendiente de patricios romanos, cónsules, “varones excelentes y esclarecidos”, etc.. Luego, ya citando nombres y entrando en la genealogía un tanto más cercana y algo más concreta de esta familia, hace al caballero aragonés llamado Fortún Sanz de Vera, citado más arriba, señor de Los Fayos y descendiente de un Sancho Ramiro de Vera, que se llamaría así por la buena memoria del rey Don Ramiro de Aragón, su abuelo, quien estaba unido en matrimonio con Mencia Salvadores, mientras que a Fortún Sanz lo tiene casado con una dama llamada Guillerma Romeu, de ilustrísimo linaje de ricohombres, y padres ambos, de un Martín de Vera Romeu . No conocemos documento alguno que cite a su supuesto antepasado Sancho Ramiro de Vera, como hombre con alguna actuación o siquiera que haya visto la luz su existencia. Esto también alcanza a la creada consorte de Fortún Sanz, Guillerma Romeu, y a la tenencia del Señorío de los Fayos, pero que sí tuvieron los Vera con posterioridad a la época del citado caballero . Respecto a su supuesto hijo Martín de Vera Romeu, encontramos sí un caballero principal de ese nombre recién en 1278 desempeñándose como justicia mayor de Calatayud , no dando los intervalos generacionales entre uno y otro personaje por lo que esta sucesión no resiste el menor análisis, sino suponemos un vacío a llenar de al menos un par de generaciones. Y así sigue Haro en su incongruente itinerario genealógico por varias vidas.
En su trabajo se ilustra un blasón que aparece en blanco y negro y no lo describe por lo que si nos atenemos a los invariables dibujos que desfilan en los diferentes tratados debemos suponer que lleva los colores tradicionales en el escudo de los Vera: 6 ordenes de veros ondados y alternados de plata y azur (azul) o bien verados de plata y sable (negro) y bordura de gules (rojo) con 8 sotueres de oro y un águila sosteniendo en su pico una cinta ondulante con la divisa «Veritas Vincit» de sable, y la cruz de Santiago –esto último por corresponder en este caso al vizconde de Sierrabrava: don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, caballero Santiaguista-. Arriba aparece un timbre con una corona y la especificación de que pertenece a la Casa de los señores de las villas de Sierrabrava y San Lorenzo, que fueron los Vera de Mérida y a los que considera los parientes mayores de esta familia .
Portada de “El Enbaxador”.En su parte superior se visualiza el escudo de armas del primer conde de la Roca, con la Cruz de Santiago.
En esa genealogía aparece la conocida leyenda sobre los supuestos hijos naturales del infante Ramiro, luego primer monarca de Aragón (1035-1063), y fueron, según el cuento, don Carlos y don Luis, habidos en una señora del castillo de Vera llamada Geloyra de Vera, de quiénes, a través del infante don Luis, descenderían los Vera de Aragón (Ver: Nota 2).
Nota 2: Pero aquí, en la descripción de la fábula por Haro, se mezclan hechos que corresponden a la tradición histórica con lo legendario conformando una sola. Siguiendo a Zurita en sus Anales, el rey Sancho, el Mayor, que le sucedió a su padre, Don García el Tembloroso, en los reinos de Navarra y Aragón, casó 1º con una señora que se llamaría Cala, en quien hubo un hijo, luego casó con Doña Mayor, a quien algunos llamaron Elvira, princesa castellana, en quien tuvo tres hijos, Don Fernando, Don Gonzalo y el primogénito llamado Don García. Este último exhortó a sus hermanos a que acusaran a la reina de adulterio por el sólo hecho de que ella, aconsejada por el caballero Pedro Sesse, no permitió que le diesen el caballo más preciado del Rey, por lo cual publicaron que la reina tenía deshonesto amor con este caballero, y por ello fue puesta en prisión en el castillo de Nájera. Se juntó la corte y determinó que la reina salvara su honor, según costumbre de la época, en juicio de batalla, mediante un caballero que la defendiese. No habiéndose presentado nadie, salió en su defensa, contra sus hermanos, el infante Don Ramiro hijo bastardo del rey (*). Ya en trance de armas, un monje al que le fue revelado el hecho en confesión, aconsejó al rey y fue puesta en libertad la reina con gran loor para Don Ramiro. A instancias del rey, Don García (de Nájera) y sus hermanos fueron perdonados por la reina, con la condición de que el primogénito no heredase a Castilla, que era patrimonio de la reina, pero sí se le entregó Navarra . Si bien esta historia es algo singular, hasta aquí es lo relatado por el prestigioso Zurita. Esta antigua crónica habría ocurrido alrededor del año 1030, en donde el encuentro de armas no se dio, y para nada aparecen los citados infantes don Luis y don Carlos que refiere López de Haro.
(*) A partir de aquí comienza la leyenda que dice: “Don Ramiro el Alnado, salió al campo el día fijado llevando sobre las armas una sobreveste bordada con veros, y un águila sobre celada en lugar de penacho con un lema que decía “Veritas Vincit” a defender la justicia y salvar la honra de la Reina. De allí el apellido “Vera” en los supuestos hijos, Don Carlos y Don Luis, del infante Don Ramiro que fuera luego primer Rey de Aragón” .
Por lo dicho es que es bueno citar aquí la verdadera descendencia que tuvo el rey don Ramiro I de Aragón, hijo natural de Sancho III el Mayor, rey de Navarra y de doña Sancha de Aybar, la cual ha sido esclarecida. De su matrimonio, en 1036, con doña Gisberda o Ermesenda, hija de Bernardo Roger, conde de Foix-Bigorra y de su mujer la condesa Garsenda tuvieron por hijos a:
– Sancho Ramírez, luego rey de Aragón, quién casó con Isabel, hija del conde de Urgel;
– García Ramírez, luego Obispo de Jaca;
– Sancha, quien fue casada con Ermengol III de Urgel;
– Urraca, monja de Santa Cruz de la Serós;
– Teresa, mujer del Conde de Provenza, Guillem Beltrán;
– Sancho Ramírez, conde de Ribagorza, vástago de Ramiro en una doncella, doña Amuña.
En un casamiento posterior de don Ramiro con doña Inés de Aquitania, no se registra sucesión .
Y como acertadamente expresa Olmos Gaona, ni la señora de Vera y sus hijos, ni otra sucesión aparecen en los dos testamentos de Don Ramiro: Anzanigo (1559) y San Juan de la Peña (1561) .
También relata Haro, que en tiempos del encuentro entre los reyes de Castilla y Navarra en la batalla de Atapuerca, quedó preso don Carlos de Aragón y llevado a la fortaleza de Soria donde murió y cita al cronista Gracia Dei , quien, evidentemente alude a esta historia en sus coplas –que reproducimos aquí por su vinculación con las armas de los Vera y versan así: “Vi a don Carlos de Aragón – de alta sangre y nobleza, – y a la su generación – en Soria puesto en prisión – con Veros de fortaleza, – y un Águila por firmeza – encima, por grande honor, – publicando la nobleza – que asoló con gran crudeza – el Rey Alfonso el Mayor” . Según de desprende de estas estrofas, Gracia Dei debió conocer la romancesca leyenda, ya que aluden al supuesto origen del apellido Vera y de su escudo. Si bien no establece ninguna vinculación genealógica, su cita a don Carlos de Aragón, asociado a las estrofas “veros por fortaleza” y el “águila por firmeza” a nuestro criterio es elocuente. Estas coplas, también nos revelan que este monje, rey de armas de los Reyes Católicos, ya tenía conocimiento de esta fábula hacia fines del siglo XV, época en que transcurrieron sus días. Es decir, la remota crónica histórica ya corría vinculada a la legendaria por ese tiempo, y la antigüedad de este cuento sobre el origen Regio de los Vera y su escudo de Veros con un águila llevando el lema “Veritas Vincit” nos sugiere que la leyenda estaba instalada mucho antes de que a partir de López de Haro fuera echada “a los cuatro vientos” y quien no hace más que incorporar esas “noticias” en su trabajo, contrario a lo que sugiere Olmos: que ese cronista modificó la historia –relatada por Zurita- introduciendo la leyenda para justificar el origen del apellido y su vinculación con la realeza . Ya veremos más adelante que hay todavía ejemplos más precisos, con las noticias que traen Martel y Mosquera de Barnuevo, de que esta leyenda estaba instalada antes que Haro la introdujera en su trabajo. El cronista López de Haro, a principios del siglo XVII, debió basarse en pretéritos autores para sus “noticias”, en donde el más cercano en su tiempo era Velazquez de Mena.
Don Carlos Luque Colombres afirma que el licenciado Velazquez de Mena (en 1617) , en quien se apoyó Alonso López de Haro (en 1622) , inició la “serie de publicaciones apologéticas” sobre la genealogía de este apellido con patrocinio evidente de ciertos personajes del apellido Vera, de tal suerte que en ellos recaería el ser los primeros que traen las apócrifas noticias que exaltan la remota procedencia y estirpe de este linaje . Creemos apropiado resaltar aquí, por el interés que reviste en cuanto a la actitud respecto de este asunto que habrían tenido los Vera hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, que esta crónica legendaria se gestó mucho antes que entre 1617 y 1622, e inclusive de los trabajos preparatorios de estos dos autores, sin olvidar lo escrito por Argote de Molina: quien dice en 1588, que los de ese apellido vienen de “un infante de Aragón” , aunque no aclara cuál. Esto tal vez nos lleve a entender finalmente, acerca del verdadero temperamento y criterio que a nuestro juicio tenían los Vera y Aragón sobre este tópico, evidentemente como resultado del conocimiento de esta historia y su derivación en la cristalización del apellido compuesto “Vera y Aragón” y en el uso de sus blasones.
Sabemos que los Vera y Aragón usaban ya el apellido compuesto mucho antes que los mencionados cronistas citaran la leyenda (que como vimos fue en 1617 y 1622).
Según parece, de tiempo antiguo, al menos de una o tal vez dos centurias atrás de que los Vera y Aragón y los de Mérida, hubiesen tenido contacto con la lectura del Nobiliario de López de Haro y de sus preparativos, la leyenda ya estaba instalada. Por ello, no creemos que esta familia haya intentado influir a sabiendas, por lo tanto con engaño, de que el citado cuento era sólo una leyenda, con el fin de enaltecer la estirpe en base a ese mítico origen. La antigüedad de esa “historia”, concurrente con que el apellido Vera viene desde antiguo y del reino de Aragón, la sancionaría como cierta para ellos.
Se advierte también que en documentos para el ingreso a la caballería de Santiago o para entrada a Indias de caballeros, Vera de Mérida y de Estepa, numerosos testigos declaran que es sabido que los de esta Casa descienden de los reyes de Aragón ; no obstante que ambas ramas de la familia estaban separadas geográficamente y en tiempo, unos 200 años en cuanto su antepasado común. Esto nos induce a sospechar que la leyenda tenía escala de tradición en la familia toda y que venía de antiguo.
Es cierto que hubo algunos personajes que asomaron por esa época, que tal vez por sus peculiares características psicológicas pudieron, en su afán de lograr sus fines de grandeza nobiliaria, carecer de escrúpulos para faltar a la severidad histórica. Para desbaratar la trama de mendacidades, falsificaciones y genealogías apócrifas con fines apologéticos y váyase a saber qué otros, ellos ameritan ser citados, exhibidos y contrastados en escritos, ante la elocuencia de la verdad que finalmente surge como en el caso que nos ocupa. Y esto debería ser así particularmente por el daño que han creado al conocimiento de la antigua genealogía de los Vera, ya que es de pensar que dentro de sus falsedades es posible que hayan intercalado noticias venidas de documentos auténticos y hoy, tal vez algunos desaparecidos, pero que nos obliga a descreer por estar vinculadas a la mentira y al descrédito de sus autores. Particularmente en este aspecto podemos citar a Ruy Martínez de Vera, antepasado común de los Vera, quien figura como hemos visto en un Registro General de Mercedes, es decir un documento oficial del reino de España, pero noticia de la que hoy desconfiamos, y la existencia de este Vera para nosotros es dudosa porque su nombre aparece en un solo documento que probadamente salió a la luz y justamente asociado al registro de su elevación al título de conde de uno de los personajes que han falseado la genealogía de los Vera.
Portada de la obra citada de Blas de Salazar.
Estas figuras tan particulares, fueron el obispo del Cuzco, don Fernando de Vera y Becerra y su sobrino, don Juan Antonio de Vera y Zúñiga , nombrado primer conde de la Roca, hombres del siglo XVII, quienes no supieron comprender ni honrar desde el aspecto genealógico-heráldico, el lema de sus propios blasones citados más arriba: y tal vez su remoto pariente: un hijo del cuarto Adelantado del Río de la Plata, Juan de Torres de Vera y Aragón, que fue el indiano don Juan Alonso de Vera y Zárate, quinto Adelantado del Río de la Plata, que con el conde de la Roca mantenía correspondencia epistolar tratándolo de primo “si bien el ascendiente común distaba dos siglos de ellos” como nos refiere Luque Colombres . Sin embargo tenemos nuestros reparos sobre si, don Juan Alonso, en realidad habría mantenido similar actitud que la del conde y su tío como se ha dicho -pese a que tenían en común rasgos megalómanos en sus personalidades-. El doctor Carlos Luque Colombres expresa que Vera y Zárate no debió estar muy desvinculado de los trabajos preparatorios de la obra de López de Haro y habría buscado su apoyo apelando a todos lo medios para alcanzar sus pretensiones, de ahí el uso indebido en sus blasones que hacen uno las amas de Vera y las de Aragón. Dice Luque que “las armas de Aragón en el escudo de Don Juan Alonso de Vera y Zárate” le sugirió el capítulo apendicular “Veritas Vincit” ; ya que Vera y Zárate usaba los blasones que ostentaba su familia es decir el de los “Vera” a los que agregó, debido a su temperamento no exento de fantasías nobiliarias, el de “Aragón”, o sea con ambas casas presentes en un cuartel del dibujo, además de la alianza con su línea materna en otro cuartel . “Ni el conde de la Roca se había atrevido a estampar en sus armas los emblemas aragoneses, a pesar de su indiscutible prurito nobiliario”, dice Luque . El expresado autor opinaba que las armas de los Vera y Aragón en el que sólo figurarían los “veros” de los Vera, eran las plenas en este linaje, expresadas en el escudo del cuarto Adelantado del Río de la Plata, Juan de Torres de Vera y Aragón, fundador de Corrientes y padre de don Juan Alonso , y es por tal motivo que realiza el citado artículo que sugiere que don Juan Alonso habría apelado al extremo del uso indebido de dichos blasones con el agregado de la armas de Aragón para lograr su fines. Más allá de que las armas de Aragón no le correspondían a su familia, en realidad todos los Vera y Aragón hacían uso en sus blasones de los veros de los Vera y de los bastones o palos de Aragón , acompañados o no de las armas de alianza, asunto acerca del cual nos extendemos y probamos en un estudio que tenemos en preparación. Esto último, nos condujo a la convicción de que en realidad don Juan Alonso de Vera y Zárate no utilizó indebidamente esas armas, como un instrumento para buscar el apoyo del cronista López de Haro, como se dijo en el citado estudio “Veritas Vincit” por error involuntario, ya que el quinto Adelantado del Río de la Plata las concebía como correctas por ser las que había heredado de su familia, y ya vimos la creencia que pudieron tener sus ancestros aceptando como verídica la fábula de su supuesta ascendencia de la Casa reinante aragonesa.
También expresamos que la importancia de cuándo pudo aparecer la leyenda, no sólo radica en el conocimiento de su historicidad en sus aspectos heráldico-genealógicos, sino también respecto de los citados personajes y su creencia en un supuesto origen regio; y como se dijo, en sus armas con los dibujos de “Veros” y de “Palos”, presentaban su linaje, simbolizado en instrumento heráldico, ante la sociedad en que les tocó vivir: ¡tal sería su convicción!.
Blasón de D.Juan Alonso de Vera y Zárate, Caballero de Santiago, hijo de Juan de Torres de Vera y Aragón. Que fuera hallado por el doctor don Carlos Luque Colombres.
En él se observan las armas de Vera, ostentando 4 (cuatro) ordenes de veros, unidas a los palos de Aragón en el primer cuartel y las de Zárate en el segundo. El escudo aparece sobre una cruz de Santiago .
Aunque nos alcanzan las generales de la Ley, intentamos evitar sesgos en nuestra opinión y, a riesgo de equivocarnos, debemos manifestar nuestra honda convicción en este asunto, por ello de acuerdo a los fundamentos citados creemos que los Vera de esa época sabían de esta “épica historia”, pero no la percibían como mito y la aceptaban tal como lo habían hecho sus mayores, siendo que no fueron concientes de su falsedad.
Es sabido que en aquellos tiempos circulaban toda clase de historias romancescas enaltecedoras del origen de algunas familias, esto era moneda corriente dentro de la nobleza. El conocimiento de antiguas obras nobiliarias necesariamente debió influir en ellos, aun antes de la lectura de las publicaciones de los citados cronistas, así como el autor del presente estudio, en sus 20 años, creía en ella, cuando llegó a sus manos un ejemplar del Nobiliario de Carlos Calvo, en donde aparece la citada historia romancesca ; luego, por supuesto con el pasar del tiempo, mayor experiencia e información y desde el enfoque de la genealogía moderna dejamos de lado esa creencia, pero comprendimos como admisible que aquellos personajes del pasado, la tomaran como cierta de buena fe: se había instalado en sus mentes “una creencia muy arraigada”.
Nada de lo escrito sobre ese legendario y novelesco origen Real, ha sido probado, ni fundamentado seriamente siquiera como hipótesis medianamente sustentable . Y, como hemos afirmado, resulta imposible o árido en el mejor de los casos, el rastreo genealógico de generaciones hasta los primeros de los de este apellido, como de tantos otros, remontándose a antes del siglo XIII e inclusive del XIV. De la ausencia de rastros documentales que los vincule, como vástagos legítimos o bastardos, con la monarquía aragonesa de aquellos remotos tiempos es de lo único, en este asunto, que tenemos certeza.
Por el origen aragonés de esta familia, el segundo término del apellido debió ser «de Aragón”, lo cual hubiese sido legitimo, ya que de ese reino provenían y se halla el primero de sus personajes que conozcamos. Nuestra opinión no pudo dejarse de verse influida por aquel pensamiento del Hidalgo de la Mancha, que “…. acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y su patria …. y se llamo Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declara muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre de ella.” . Este es a nuestro criterio, cómo nació el apellido combinado, tiempo después, como hemos dicho de que muchos de sus miembros se esparcieron a causa de las vicisitudes de las guerras contra los moriscos desde Aragón y Soria, de donde luego se los ve aparecer en Mérida y Llerena, en Badajoz y desde allí algunos de sus miembros terminaron estableciéndose en Estepa. Pero, no obstante su antiguo desarraigo, siempre en la tradición y recuerdo permanecía Aragón como la tierra de sus primeros ancestros, y en sus blasones, Soria por la presencia de la bordura de gules con ocho sotueres de oro, que aparece a partir de su segunda cuna en las tierras castellanas del Duero , dentro del Linaje Chancilleres de los Doce de Soria. Y es en Estepa, y en función de no olvidar su identidad de origen, los Vera, ya muy lejos de su primitiva cuna, y en un momento del que no nos ha a llegado la memoria ni testimonio alguno, donde debió cristalizarse la forma compuesta: suponemos primero “Vera de Aragón” y luego su mutación a “Vera y Aragón”. Tal vez no sepamos nunca cuándo y quién, aun cuando adivinemos por qué esta familia enarboló por primera vez el apellido bajo la forma compuesta “Vera y Aragón”.
Si este apéndice “y Aragón” evidentemente artificial fue interesado, o no, lo ignoramos y mucho se podría especular al respecto, pero ¿acaso la leyenda no era relatada por distintos cronistas de diferentes épocas?…, así estaban escritos tan valerosos hechos desde tiempo inmemorial, y los autores que los recordaban (ver más abajo) gozaban de prestigio y fama, incluso, algunos de ellos habían sido acreditados por la confianza del mismo monarca, con su desempeño como reyes de armas (Gracia Dei). Y como humanos que eran …. satisfecho su orgullo, algunos de ellos la difundieron como cierta hasta donde les alcanzó el aliento, seguramente conscientes de que ello les añadiría prosapia y beneficios. Además los propios intereses sociales y económicos así lo indicaban como conveniente, dentro de un orden nobiliario en donde era tenida en alta estima la circulación de sangre real por las venas de los vasallos de la corona. Y como cierta y antigua noticia, siempre bienvenida por el cortesano, algunos de los propios cronistas, sin apearse de la ingenuidad caían vencidos ante ella, y a coro e invariablemente se transformaban en epígonos de tan fantástica historia. Genealogistas prestigiosos han tenido como cosa juzgada a la ascendencia regia de los Vera, son numerosos y conocidos los tratados donde esto así consta, y el mismo Atienza dice: “Vera: descendientes de don Luis y don Carlos de Vera, hijos del Rey de Aragón Don Ramiro I …” , pero ese tema no se revisaba, simplemente se aceptaba. Sea como fuere, la forma que adoptaron para escribir su apellido los Vera de Estepa, fue “Vera y Aragón”, y la época en que nos ha llegado constancia de ello fue a fines del siglo XVI , que es cuando aparecen los primeros personajes así llamados como se dijo.
Respecto de si las publicaciones con la fábula venían de antes de lo consignado por López de Haro (1622), no parece difícil develar este aparente enigma. Miguel Martel, ya en el año 1590, 32 años antes que Haro, en su “Canto tercero de la Numantina”, entre las páginas 112 a 115, cuando se refiere al origen de los Vera: relata en términos semejantes a otros autores, la ya “clásica leyenda” y dice con referencia a don Ramiro, que iba “…… su persona armada de buenas armas, con unas sobrevistas azules sembradas de veros de plata. llevaba por cimera un Águila de oro y en el pico una letra, que decía la verdad es la que vence …..“, y que de uno de sus hijos, don Luis, que tomó a partir de allí el apellido Vera, desciende esta familia aragonesa, etc.; y escribía también que “Para escribir la descendencia de los Veras vi un tratado antiguo escrito de mano sin nombre de Autor”, sobre la genealogía de los antepasados de los Vera enlazados con los Reyes de Navarra y de Aragón . También en esa obra cita un manuscrito dedicado al gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, “compuesto por persona natural de Soria, y que tenía por título Vergel de Nobles” , del que tal vez le haya llegado un borrador , se extrae de ello que supuestamente hacia fines del siglo XV ya corría esta historia. Encontramos en 1612 párrafos concordantes con el autor anterior, escritos 10 años antes que la obra de Haro viera la luz, por Francisco Mosquera de Barnuevo , en que repite lo mismo, sumándose a la leyenda, cuando menciona el lema “Vincit Veritas” (sic) y cita a los Infantes don Carlos y don Luis , y no se olvida tampoco de la copla de Gracia Dei vista más arriba . Esto confirma que Alonso López de Haro no modificó la crónica de Jerónimo de Zurita como se ha dicho … , la “historia” venía de antes.
Quienes elaboraron intencionalmente genealogías falsas de los Vera, pero hechas con posterioridad al siglo XVI son los ya citados, obispo del Cuzco y su sobrino el primer conde de la Roca, como se describe en este estudio. Relacionado con esto, creemos importante dedicar unas líneas a la figura del licenciado Velazquez de Mena, autor de una genealogía de los Vera y quién, según señalara Luque Colombres, inicio la serie de publicaciones apologéticas sobre esta familia en 1617. Al tratar de indagar sobre la biografía de este personaje, nos encontramos con la sorpresa y la imposibilidad de hacer un perfil sobre su persona por más escueto que fuera, ya que este hombre jamás existió y fue puro invento, debemos decirlo: de dolosa actitud intelectual del astuto y “pícaro conde genealogista”, de la Roca, que fuera don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, también llamado Vera y Figueroa o Vera y Ávila, en quien recae en realidad, la verdadera autoría del “Tratado del Origen Generoso e Ilustre del Linaje Vera” -obra que además se dedica a sí mismo, a través de la “firma” de Velazquez de Mena -, siendo que el nombre Velazquez de Mena, supuesto autor de la obra, ni siquiera era un pseudónimo de Vera y Zúñiga, sino que, con inusitada e inescrupulosa habilidad, hizo creer a los hombres de su tiempo y también de épocas contemporáneas a la nuestra, que este personaje era de carne y hueso, y con la sola intención de dar credibilidad a una parte de la genealogía de los Vera que él sólo imaginó, y con gran maña, intercaló en la verdadera y autentica de esta familia, aparentando así, ya que la obra era supuestamente de otro autor, severidad, rigurosidad e imparcialidad en un estudio más cercano a fantasías literaria, en la que este autor se movía como pez en el agua, que a una obra genealógica, y que por añadidura era de su propio cuño. Tal vez hasta el propio Haro fuera engañado o ¿acaso este cronista no cita a Velazquez de Mena como una de las fuentes principales en su conocido estudio sobre los Vera? . El conde de la Roca, habría patrocinado a Haro, como se ha sugerido , quien, según Fernández-Daza Álvarez, habría consentido en introducir la fabulosa genealogía de los Vera en su Nobiliario a cambio de “una generosa contribución económica de don Juan Antonio” , pero lo que es seguro es que ideo algo más escabroso y sutil, editando este “estudio” (Velazquez de Mena) de su propia cosecha en la imprenta clandestina que tenía en los sótanos de su palacio veneciano. De esta forma burló a los genealogistas posteriores a López de Haro quienes creyeron de buena fe que Haro era finalmente el último responsable de la apócrifa genealogía. A nuestro parecer, no descartamos el influjo de parte del conde en este cronista y aun en otros, pero Haro, si bien habría aceptado el “trato” con este noble emeritense, basó principalmente su trabajo en la fuente vista más arriba posiblemente ignorando, como tantos otros, de que se trataba del propio don Juan Antonio. El conde, en su delirio genealógico, no tuvo en cuenta la posibilidad de que, años después, sería desnudada su trama no exenta de motivaciones con aspectos psicológicos personales difíciles de desentrañar … ¡Veritas Vincit!.
El conde y su pariente el obispo del Cuzco inundaron el mercado editorial con obras genealógicas apócrifas y que hacían cosecha erudita de otros como el citado Velazquez de Mena, Martínez de Bahamonde, Sylva de Chaves, Mogrovejo de la Cerda, Francisco de la Puente y otros . El Centón Epistolario de Fernán Gómez de Cibdadreal , obra supuestamente publicada en 1499, también es cosecha de este hombre y en que aparecía repetidamente antepasados suyos, entre ellos Ruy Martínez de Vera, citado en nuestro estudio: “…altos caballeros que la historia no había recogido,”, impreso en su imprenta clandestina que albergaba en su casa como editor con experiencia en el mundo de lo falso . No obstante del Centón, dice Pidal, es una joya literaria del siglo XV y “…hay en aquellas epístolas, una naturalidad, un abandono, una gracia elegante y urbana que sazona y embellece la narración …” pero esas cartas ”son hoy en día miradas por algunos como de fe dudosa: se desconfía de su autenticidad” y que en realidad no fueron impresas sino hasta muy entrado el siglo XVII .
Un pseudónimo que habría usado el conde fue el de Pedro Fernández Gayoso para escribir en 1627: “Parentescos que tiene D. Juan de Vera y Zúñiga, señor de las villas de Torremayor … con los Reyes Católicos”, citado más abajo. Tampoco vaciló en descuidar sus escrúpulos para atribuir a Lope de Vega, una comedia que versaba sobre su propia familia llamada “El Desprecio de Lomas” , no obstante y con el agravante de tener con este eminente escritor ¡una suerte de amistad!. Nuestro conde era hombre de múltiples facetas, de gran talento, singular cultura y de buena pluma y fue elogiado con entusiasmo por muchos escritores de su tiempo, lo que da idea del prestigio de que gozó. Con Quevedo mantenía nutrida correspondencia epistolar, quien en una carta dirigida al secretario real, Francisco de Oviedo, le pide que le de noticias del “venerable conde de la Roca” y que le “avise en qué figura de demonio anda, que lo quiero saber” , estas palabras de Francisco de Quevedo y Villegas, nos sugiere una suerte de definición sobre ciertas aristas de la personalidad de Vera y Zúñiga, y del sesgo en el aprecio que debieron mantener Quevedo y el conde. Cervantes le ofrenda versos en su “Viaje de Parnaso”, y Lope de Vega le dedicó su comedia “La felisarda”, y habla elogiosamente de él en “Jerusalén Conquistada” y en su “Laurel de Apolo” escribe: “Mas ya Mérida antigua, siempre ilustre, las dulces Hipocrénides provoca, para que eternamente las ilustre el Conde de la Roca” . Había logrado fascinar a estos autores con sus obras, de “El Embaxador” –que se convirtió en el vademécum de los que se iniciaban en la carrera diplomática-, “Fragmentos históricos de la vida de don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares” en 1627, “El Fernando o Sevilla restaurada” y comedias y poesías, pero al que su pasión por la genealogía y veleidades nobiliarias lo arrastraron a falsificar la historia y su propio linaje paterno.
“El Centón …”, citado más arriba, es una obra extensa de contenido histórico escrito a través de epístolas que supuestamente relataban verídicos hechos pasados. Pero si reparamos que allí aparecen como protagonistas los Vera siendo ensalzados con proezas inventadas a su propio molde, dentro de una base de hechos que realmente acontecieron y que relata la historia general de España, podemos imaginarnos aun con mayor calado la magnitud de su obsesión genealógica la cual era mucho, mucho más que un simple prurito, y que además compartía con su pariente el obispo del Cuzco …, “temperamento que fue común en la familia” dice Luque , palabras suyas que hacemos nuestras, pero nos permitimos agregar, que ese temperamento sólo fue común y envuelve a esa rama de la familia de Mérida y así, sólo se estrecha a algunas de sus figuras, personificados en un conde y un obispo; y por lo visto más arriba, su lejano deudo don Juan Alonso de Vera y Zárate permanecería ajeno a ello, pese a que el erudito cordobés lo supone parte de esta singular manera de enaltecer el linaje.
El conde no hubiese satisfecho su vanidad con patrocinar a López de Haro o a otros estudiosos, servirles una genealogía de sello propio, y presentarla como tal. Más bien debía dar la vuelta y proporcionar al mundo no sólo de la genealogía, sino social, esto último en la que se movía con la soltura de elegante y gran cortesano que era, su ilustrísimo linaje y quedar bien exhibido frente a los intereses propios de la época muy ligados a los blasones y antecedentes familiares. Y esto sin olvidar que a través de esas cartas “centonianas” de prosapia con fragmentos integrados de “historias” generalmente asociadas a hechos destacados que beneficiaban a la Corona …. y a los Vera, era conciente Juan Antonio que allanaba el escenario para acceder a altos cargos, prebendas y hasta mercedes. No ignoraba esto, por supuesto, este gentil-hombre muy adepto al mundo palaciego, del poder y de las artes literarias, donde él formaba parte activa con sus obras en ese género . Creo que debemos reconocer hasta cierta maestría para las falsificaciones si nos atenemos a la influencia que ejerció en su generación y en sus seguidores posteriores, ecos de la farsa sin saberlo, de esas genealogías de los Vera, haciendo ver que descendía de los monarcas más antiguos e ilustres y que era pariente muy cercano de Felipe IV, del emperador Fernando II rey de Francia, del de Polonia, del de Hungría, de la princesa de Transilvania, de los duques de Baviera, de Lorena, de Saboya, de Toscana, de Parma, de Mántua, etc., etc.. Y además de todos los duques y grandes señores de Castilla, Aragón y Portugal (ver: Nota 3). Pero ya dijimos que no estaba solo en estos andares, ya que al conde y su tío los unía algo más que el parentesco, dado que, fray Fernando de Vera además de las tareas propias de su ministerio, fue también entrañable amigo de llevar estas urdimbres casi al extremo. Así conviene decir que este prelado es el verdadero autor de otra obra que ensalza la genealogía de su familia, se trata del “Tratado breve de la antigüedad del linaje Vera, y memoria de personas señaladas del, que se hallan en historias y papeles auténticos” , editado en Lima en 1633, embozado bajo el nombre de don Francisco de la Puente, presbítero de la ciudad del Cuzco y natural de Burgos, y dedicado a un hijo del conde de la Roca , y del que Luque en “Veritas Vincit”, creyó que era, dicha obra de Puente, porque ni siquiera este distinguido historiador podía suponer la magnitud de talengaño, si bien la denunciaba como otra obra apologética . Desde 1617 a 1635, asombra el cúmulo de estudios que aparecen enalteciendo el linaje del conde de la Roca (ver Nota 3).
Nota 3: dice P. J. Pidal en su obra Historia literaria sobre la legitimidad del Centón Epistolario del Bachiller Fernán Gómez de Cibdareal, citada en este estudio, que: todas esas obras se publicaban unas veces bajo el nombre de autores y genealogistas muy nombrados y otras no tanto, pero de todas tanto los genealogistas Pellicer y Salazar y Castro, como el bibliotecario Nicolás Antonio y Franckenau, dan por supuesto y sentado que eran parte de la fecunda inventiva del mismo Vera y Zúñiga, que bajo nombres supuesto los hacía publicar para darles mayor autoridad. Entre estas obras, Pidal cita:
-“Tratado del origen generoso e ilustre del linaje Vera y sucesión de los Señores de Vera y villa de Sierra Brava”: del licenciado Velázquez de Mena, 1617. Sin Lugar.
-“Primera junta de sangre imperial de Roma, Alemania y Constantinopla con la Real de Castilla y algunas sucesiones de ella”, por el licenciado Silva de Chaves. Sin lugar, pero la dedicatoria a J. A. De Vera está fechada en Salamanca en 1617.
-“Parentescos que tiene J. A. De Vera … con los reyes Católicos y otros príncipes y grandes señores”, por el doctor Pedro Fernández Gayoso. En Arrás pour Guillaume de la Riviere, 1727. Don Luis de Salazar y Castro dice que es del mismo Vera y Zúñiga.
-“Tratado breve de la antigüedad del linaje Vera”, por don Francisco de la Puente, dirigido a Don Fernando de Vera, hijo del Conde de la Roca. Lima, 1635. Atribuido a don Fernando de Vera, Obispo del Cuzco. Aquí, desde la primera página, se deja sentado que el apellido y linaje Vera tuvo su origen poco después que Roma y aun antes.
-“Árbol de los Vera”, por Juan Mogrovejo, Milán, 1636. También sería del conde de la Roca.
-“Elogio de los ascendientes de don Juan A. de Vera”, por Juan Martínez Bahamonde, posiblemente impreso antes de 1627. Atribuido al conde de la Roca.
-“Historia de los Veras”, por Juan de Mena, citado en los márgenes de la Historia de Mérida. Sin noticias.
-“Casa de los Señores de las villas de Sierra Brava y San Lorenzo, del apellido Vera”, en Nobiliario Genealógico de los Reyes y Títulos de España”, Vol. I, Madrid, 1622, pp. 461 a 492 ,por Alonso López de Haro, citado por nosotros y del que hicimos nuestros comentarios.
– “El Centón Epistolario”, del Bachiller Fernán Gómez de Cibdareal, 1499: OCHOA, Eugenio, Epistolario Español, Colección de Cartas de españoles ilustres antiguos y modernos, Biblioteca de autores españoles, Tomo I, Madrid, 1850.
Por último, no podemos olvidar y estimamos justo tener presente que don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, primer conde de la Roca, nacido en abril de 1583 contaba con 7 años de edad por 1590, cuando ya circulaba la leyenda y vio la luz la obra de Martel, por lo que a principios del siglo siguiente, ya adulto, debió ser influido por las convicciones de dicho autor, por las de Gracia Dei (siglo XV), por Argote de Molina (1588) y luego por Mosquera de Barnuevo (1612) y, tal vez, hasta él mismo tenerla como historia verdadera.