Para el Blog de la Casa Troncal de Los Doce Linajes de Soria; D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia de Genealogía, Nobleza y Armas de Alfonso XIII; nos remite este interesantísimo artículo de su autoría.
ENRIQUE I DE CASTILLA, UN REY INFORTUNADO
Rafael Portell Pasamonte
Diciembre 2015
A veces la vida nos ofrece situaciones en la que por un pequeño detalle, una palabra dicha en momento inoportuno, un accidente inesperado etc. puede cambiar el curso de nuestra vida, de nuestros semejantes o incluso el de una nación y el de la historia. Esto es lo que le pasó al reino de Castilla a comienzos del siglo XIII a causa de un juego infantil en el patio de un palacio.
El 14 de Abril del año del Señor de 1204, la Reina de Castilla, Leonor de Inglaterra, hija de Enrique II Plantagenet, daba a luz, en Valladolid, a un infante hijo de Alfonso VIII de Castilla, de la casa de Borgoña y a quien se le impuso el nombre de Enrique en memoria de su abuelo materno.
Pasó su infancia, al igual que sus hermanos, viviendo en la corte rodeado de cuidados, atenciones, privilegios, criados y cortesanos, como correspondía a un Infante de Castilla, pero mantenido siempre en un segundo plano, por no ser el príncipe heredero.
A la muerte de Alfonso VIII y como todos sus hermanos varones mayores, Fernando, Sancho, otro Sancho y otro Fernando, ya habían fallecido muy prematuramente antes que el, supuso que fuese coronado Rey de Castilla, cuando contaba solamente 10 años de edad. Dada esta edad, era necesario establecer un periodo de regencia
El testamento de su padre preveía la separación de la regencia y de la custodia del heredero de la corona a su fallecimiento; la primera fue encomendada a la reina doña Leonor, quien falleció inesperadamente veinticuatro días más tarde, no sin dejar a su hija doña Berenguela, hermana de Enrique, que ya había sido reina de León, la tutela. La custodia le fue confiada al caballero palentino García Lorenzo, ayo del joven rey.
La poderosa familia de los Lara se sintió atraída por la ambición de gobierno, comenzando a intrigar para hacerse con la tutela del Rey, y relegar de este modo a doña Berenguela y a García Lorenzo, para poder, así, dominar el gobierno
La persona más influyente de los Lara, era el conde don Álvaro Núñez de Lara, Alférez del reino, quien apoyado en sus pretensiones por sus hermanos Fernando y Gonzalo, procuró captarse la voluntad de Enrique I. Pronto consiguió que García Lorenzo cediese a don Álvaro su parte de la custodia y lo mismo sucedió con doña Berenguela que debía de cederle la tutoría, estableciéndole, además, una serie de condiciones y obligaciones, que fueron sistemáticamente ignoradas.
Así, de esta manera, se fueron formando dos bandos: la de los partidarios de doña Berenguela, entre los que se encontraban las familias de los Girones, los Téllez de Meneses, los señores de la Tierra de Campos etc., y la de aquellos que eran partidarios del conde de Lara.
No voy a relatar las situaciones, falsos juramentos, odios, traiciones, cautiverios y batallas que se produjeron a continuación, ya que excederían con mucho este trabajo, por lo que haciendo un salto en el tiempo nos encontramos ya en Palencia donde don Álvaro Núñez de Lara había llevado al adolescente Rey.
Un hecho imprevisto, penoso, lamentable y desolador, vino a suceder poco más tarde, exactamente el día 6 de Junio de 1217, que cambiaría la suerte de Castilla y demás reinos peninsulares.
Hallándose el Rey hospedado en el palacio episcopal de Palencia, donde residía el obispo don Tello Téllez de Meneses, ese día mientras jugaba, como casi todos, en el patio del palacio con otros muchachos de su misma edad, una teja desprendida del alero del tejado a causa de una pedrada, según unas versiones o una piedra arrojada por otro muchacho, Iñigo de Mendoza, vino a herirle tan profundamente en la cabeza, que instantáneamente le hizo perder el sentido.
Horas después fallecía a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron por intentar salvarle la vida, entre ellos una trepanación, para intentar cortar la hemorragia interna, que no dio resultado. Tenía 13 años.
El cadáver del Rey fue trasladado al castillo de Turiego de Cerrato, a pocas leguas de Palencia, donde recibió sepultura, siendo mas tarde cuando se le trasladó al Monasterio de las Huelgas de Burgos por orden de su hermana doña Berenguela.
Actualmente sus restos mortales están depositados en un sepulcro de piedra caliza sin ornamentación alguna, aunque originariamente estaba policromado, puesto sobre cuatros leones, en la nave de Santa Catalina, en la cual están también su hermano Fernando y el Infante don Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X.
La suerte que corrieron sus dos compañeros de juegos no pudo ser peor. Fueron acusados de ser ellos los que tiraron la piedra, siendo hechos presos y trasladados a la villa de Madrid, donde se les encerró en la torre de la casa de los Laso del Castillo para ser, mas tarde, degollados y enterrados en la cercana Iglesia de San Andrés.
Hay una leyenda, que tal vez sea real, que el lugar de los degollamientos, fue llamado, por este motivo calle de los Dos Mancebos, que todavía existe en la actualidad con el nombre de calle de los Mancebos.