Por el Dr. D.José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
Un reciente artículo de mi querido y admirado amigo, Francisco Manuel de las Heras, Presidente de la Junta de esta Casa Troncal, me mueve, por afán aclaratorio y en modo alguno polémico, a escribir estas líneas sobre la orden carlista por excelencia. Al mismo tiempo, por si existía alguna duda, no me importa confesar abiertamente, que tengo por don Sixto de Borbón-Parma, simpatía ideológica. La Orden en cuestión, fue creada por don Jaime III, en carta dirigida el 16 de abril de 1923 desde París a su Jefe-Delegado, el Marqués de Villores. Su fundación está en la persecución desatada contra sus fieles por los sucesivos gobiernos liberal-progresistas.
En dicha carta, especifica que desea otorgarla “a todos los que por sus sufrimientos o sus servicios se hagan dignos de ella”. Así, “los condecorados con esta distinción o sus herederos podrán atestiguar públicamente los derechos que han adquirido a mi gratitud y a la de España, por el ejemplo de fidelidad que han dado a todos”.
Es evidente por las palabras de su Fundador, que su voluntad contemplaba el hecho de que fuese hereditaria. Don Carlos Luis del Valle-Inclán, primer Marqués de Bradomín e hijo de don Ramón, con el que mantuve hasta su fallecimiento, cordial correspondencia, se lamentaba muy vehementemente de no haber incluido en sus armerías las insignias de la Orden, que don Jaime había concedido a su padre y de la que el escritor se mostró siempre tan orgulloso, como ya comenté extensamente en una artículo sobre el carlismo valleinclanesco publicado en Cuadernos de Ayala (1).




Jaime III, fundador de la Orden de la Legitimidad Proscrita.

 

Como Grandes Maestres han ejercido su Jefatura, los Reyes carlistas sucesores de don Jaime, don Alfonso Carlos I y don Javier I, para sus fieles. A la muerte de éste en 1977, como es sabido, se desarrolla ampliamente la disputa producida en los años anteriores entre sus dos hijos varones don Carlos Hugo y Don Sixto Enrique, aquél ilegitimado según la doctrina tradicional por su deriva ideológica, de corte socialista auto-gestionario, y convertido éste en Abanderado de la Causa ante la deserción de su hermano mayor. Por eso, hay que decir que la Orden se divide en dos obediencias, la liderada por el recientemente fallecido don Carlos Hugo y actualmente, por su hijo y heredero don Carlos Javier y la que reconoce la Jefatura de la Orden en don Sixto.
D.Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, para sus partidarios Alfonso Carlos I
Creo yo que es importante subrayar que la Legitimidad Proscrita es una recompensa a la lealtad ideológica y que sólo desde esa perspectiva, se sustenta la Jefatura del Infante.
Así, cuando Don Sixto tomó las riendas de la orden, fue muy severo con su difunto hermano: Conservada y acrecentada la Orden por mi tío abuelo el Rey Don Alfonso Carlos y por mi padre el Rey Don Javier, mi hermano Carlos Hugo, pese a haber traicionado nuestra Causa, y tras haberse apartado de toda actividad durante años, ha venido últimamente usurpando también la función de Gran Maestre de la misma, para escarnio de nuestros muertos, sin abjurar de sus errores, antes bien permaneciendo en ellos y aun prolongándolos con actos incalificables como el despojo de parte del archivo de nuestra Familia, que ya no le pertenece ni en derecho ni moralmente, entregado a una dependencia del Gobierno de Madrid.
D. Javier de Borbón Parma, para sus seguidores Javier I.
Como dice Fernando Agudo en su libro (2): Un punto de santa intransigencia se desprende de esta diatriba fraterna. La Orden no puede convertirse, por los avatares políticos del propio carlismo, en una distinción vacía de contenido ideológico y por tanto, superflua. Don Sixto defiende con vehemencia la pureza del ideario caballeresco. La Legitimidad Proscrita no debe transformarse en una contra-caballería al uso ni en una recompensa administrativa, al modo de una orden estatal.
Desde mi punto de vista, no se puede comprender el derecho que asiste a don Sixto para discernir esta Orden, si antes no se conoce el sentido último de lo que representó el carlismo en el contexto político de nuestro país. Ciertamente, el carlismo fue una reivindicación esencialmente popular ante la usurpación producida en 1833, a la muerte del Rey Fernando VII.
Cruz de la Orden de la Legitimidad Proscrita.
La legislación española determinaba que la sucesión a la Corona debiera haberse producido en la persona del hermano del Rey, el Infante Don Carlos, conocido como Carlos V por sus seguidores. Un verdadero golpe de Estado llevó al trono a Isabel, la hija de cortísima edad del fallecido Fernando VII y María Cristina de Nápoles. La guerra estalló con fuerza en toda España, en especial en el País Vasco, Navarra, Castilla y Cataluña, y duró siete años. Todavía en el decenio de los cuarenta, con el hijo de Carlos V, Carlos VI, volvería la guerra, la conocida como segunda guerra carlista, y entre 1872 y 1876, con Carlos VII, nieto de Carlos V, una tercera guerra durante la que gobernó en diversas zonas de España. Incluso, en la guerra civil del 36, la Comunión Tradicionalista fue una de las fuerzas decisivas en el Alzamiento y posterior victoria del Generalísimo Franco, aunque luego se produjese un alejamiento paulatino del régimen.
D. Carlos Hugo de Borbón Parma.
Alejamiento, sin embargo, no se olvide, del todo distinto al de la progresía izquierdista al estar inspirado en los viejos principios de la tradición española y no en las ideologías de la modernidad. Para mí que si la doctrina tradicionalista estuviese originada en un simple pleito dinástico difícilmente hubiera podido sobrevivir más allá de algunos decenios. Su prolongación en el tiempo viene a demostrar, en cambio, que la cuestión legitimista actuó como banderín de enganche de otras motivaciones con las que se fundió en íntima comunión y sobre todas ellas, la continuidad venerable de la tradición común de los pueblos hispánicos, asentados en los cinco continentes.
De manera que tan españolísima filosofía ha venido a prolongar un modo de ser que sucesivamente el liberalismo, el socialismo y el propio carlismo desnaturalizado, han dado por cancelado. El carlismo no es otra cosa que la expresión política del tradicionalismo más puro.
El Tradicionalismo en nuestros días sería el deseo de volver a fundar la sociedad sobre el orden natural y divino, y por lo mismo reconstruir constantemente el tejido social. Así, frente al nihilismo del sedicente nuevo orden mundial globalizado que se fundamenta en la destrucción de la familia, de la sociedad y del propio Dios, la Tradición pretende la instauración de todas las cosas en Cristo, por medio de poderes sometidos al orden ético que la Iglesia custodia, de manera que puedan reconciliarse la libertad de los pueblos con la historia común de las patrias.
D. Carlos Javier de Borbón Parma.
La Orden de la Legitimidad Proscrita es expresión, por tanto, de un sistema premial, cuyo ideario, queda sintetizado en los siguientes principios que expresó muy bien, el Archiduque don Carlos de Habsburgo y Borbón (don Carlos VIII para sus fieles), en el llamado programa político carlosoctavista:
«I. La Religión Católica, Apostólica Romana, con la unidad y consecuencias jurídicas con que fue amada y servida tradicionalmente en nuestros reinos;
II. La constitución natural y orgánica de los estados y cuerpos de la sociedad tradicional;
III. La federación histórica de las distintas regiones y sus fueros y libertades, integrante de la unidad de la Patria española.
IV. La auténtica Monarquía tradicional, legítima de origen y ejercicio;
V. Los principios y espíritu y, en cuanto sea prácticamente posible, el mismo estado de derecho y legislativo anterior al mal llamado derecho nuevo
Dado que estos principios inmutables son encarnados, a su pesar, por don Sixto, puede concluirse que son muchos los títulos que asisten al Infante para ejercer la Suprema Magistratura de la Orden, independientemente de las razones que pueda esgrimir su sobrino y actual Duque de Parma, don Carlos Javier, cabeza de la otra y transfigurada Legitimidad Proscrita.



D.Sixto Enrique de Borbón Parma.



(1)El carlismo de Don Ramón del Valle-Inclán y la Orden de la Legitimidad Proscrita. Cuadernos de Ayala, 17. Madrid. 2004.
(2)El mundo caballeresco y la sociedad igualitaria. Jesús Fernando Agudo y Sánchez. Academia Internacional de Heráldica. Madrid. 2008.