Por el Dr. D. Luis Valero de Bernabé, Marqués de Casa Real, Director del Colegio Heráldico de España y de las Indias. |
Todo blasón es una superposición de colores, cuyo efecto se logra mediante el contraste obtenido utilizando un reducido número de esmaltes llamativos, todos ellos caracterizados por su coloración brillante y luminosa, pues están desterrados por completo los tonos neutros o difusos. A diferencia del amplio número de colores que puede utilizar un pintor mezclando entre sí los diferentes colores primarios del espectro, en la heráldica solo está permitido utilizar los tres colores primarios que componen el espectro, llamados así por que ninguno de ellos puede obtenerse por mezcla: Rojo, Azul y Amarillo, a ellos se unen el Blanco y el Negro, como colores puros. Mezclando los colores primarios entre sí obtenemos los secundarios, mezclas de dos, y los terciarios, mezclas de primarios y secundarios para obtener tonos intermedios, pero de toda esta extensa gama de colores posibles el heraldista solo está autorizado utilizar tres colores secundarios: Verde, obtenido mezclando azul y amarillo; Violeta, mezclando rojo y azul; y excepcionalmente el Naranja, mezclando rojo y amarillo; así como un terciario, el Marrón, mezclando Rojo, Azul y Amarillo.
En efecto las Leyes Heráldicas limitan la aplicación de los colores en los blasones a un estricto número de ellos denominados “Esmaltes”. En la mayoría de las Armerías europeas se utilizan siete Esmaltes diferentes a los que se subdividen en dos categorías: colores (azul, rojo, verde y violáceo) y metales (oro, plata y hierro), todos ellos conocidos por una denominación que es muy similar en casi todos los idiomas. Así al color azul los heraldistas españoles desde antaño llamaron Azur o zafiro (Alemán: Blau; Fancés: Azur; Inlés: Azure; Italiano: Azzurre; Porugués: Azul); Al color rojo se le denominó Gules o rubí, (Al. Rot; Fr. Gueules; Ing. Gules; It. Rosse; Port. Vermelho); al verde como Sinople o esmeralda, (Al. Grün; Fr. Sinople; Ing. Vert; It. Verde; Port. Verde); y al violáceo como Purpura o amatista; (Al. Braun; Fr. Pourpre; Ing. Purpure; It. Porpora; Port. Púrpura); mientras que en los metales tenemos al Oro o topacio, característico por su tonalidad amarillenta, (Al. Golden; Fr. Or; Ing. Or; It. Oro; Port. Ouro); a la Plata o perla, característico por su tonalidad blanca (Al. Silbern; Fr. Argent; Ing. Argent; It. Argento; Port. Prata); y al Hierro al que se llama Sable o diamante, característico por su tonalidad negra, (Al. Schwarz; Fr.Sable; Ing. Sable; It. Nero; Port. Negro). A estos esmaltes añaden los anglosajones, en sus Armoriales tres colores más, desconocidos en el resto de Europa, el naranja o Tenne, el sanguíneo o Sanguine, y el morado o Murrey.
Salvo estos esmaltes indicados no esta permitido utilizar otros colores dentro del campo del escudo, admitiéndose solo dos excepciones: el color Carnación o naranja claro, para colorear el cuerpo humano, y el color Fustado o amarronado, para colorear los troncos de los árboles heráldicos. Son contrarias a las normas de la heráldica las veleidades que algunos heraldistas se han permitido, a veces, para iluminar las figuras animales o vegetales, en lo que erróneamente se suele decir su “color natural”, cuando en la paleta del heraldista no caben otros esmaltes que los antes indicados. Respecto al Púrpura, en la heráldica española, debe quedar reservado para los leones del escudo real, hoy en día las armas del Reino de España. Por lo que debemos censurar el que últimamente haya aparecido algún escudo gentilicio con leones púrpura.
León púrpura coronado, armado y lampasado en gules. |
En todos los Armoriales medievales que han llegado a nuestros días, observamos que siempre se han respetado estos esmaltes heráldicos, si bien la pátina que da el tiempo a todas las pinturas y el natural descolorimiento u oxidación a que han sido expuestos ha alterado a veces su coloración, circunstancias que deberán ser tenidas en cuenta por el heraldista que en nuestros días los consulte. A fin de evitar estos problemas, y por que era también muy costoso el colorear todos los Armoriales, se recurrió a dibujarlos simplemente sin coloración alguna, utilizando diversos procedimientos o claves más o menos ingeniosas para indicar cual era el esmalte de cada cuartel o figura heráldica. Hasta que en el año 1638 el jesuita P. Silvestre Pietrasanta inventó en Roma un original sistema de puntos y rayas para substituir la representación cromática de los esmaltes, en su “Tessere Gentilitiae Ex Legibus Fecialium Descriptae”. Afortunado sistema que rápidamente sería adoptado por todos los heraldistas y que es el único que ha seguido vigente hasta nuestros días.
La regla de empleo de los esmaltes prohíbe superponer dos esmaltes pertenecientes al mismo grupo; Es decir no puede ponerse metal sobre metal o color sobre color. Surgen así diversas combinaciones dicromáticas posibles, así si el campo es de metal, como el Oro, las figuras no pueden ser más que de alguno de los cuatro colores; mientras que si el campo es de un color, como el Gules, las figuras solamente podrán ser de Oro o Plata, pero nunca de otro color como el Azur, Púrpura o Sinople. A veces, el Sable juega como comodín, usándose tanto con metales como con colores. En ocasiones excepcionalmente no se cumplen estas reglas dicromáticas, lo que en heráldica se denomina “armas a inquirir”, pues no se sabe en principio si son producidas por un error cometido por algún heraldista o bien se trata solamente de una variación producida por el paso del tiempo que ha oxidado los colores iniciales.
Ejemplo de «armas a inquirir». |