Artículo de fecha 27-03-2015 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 55 libros y más de 700 artículos.
Francisco de Quevedo. Poeta, dramaturgo y narrador
Francisco de Quevedo y Villegas, Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan Abad, uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, pertenecía a una familia de la baja nobleza (hidalga), de origen montañés (Cantabria), que se había integrado en el alto funcionariado y en la servidumbre de palacio.
Su padre llegó a ser secretario de la emperatriz Doña María de Austria, y de la reina Doña Ana de Austria (cuarta esposa de Felipe II), mientras que su madre fue dama de la reina y de la infanta Isabel Clara Eugenia. Ambos contrajeron matrimonio en la primavera de 1576.
Quevedo nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580 y murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el 8 de septiembre de 1645. Su padre fue Pedro Gómez de Quevedo y Villegas, natural de Bejoris en el Valle de Toranzo en la provincia de Cantabria, en donde vivía con sus hermanos Juan y Mari Sáenz, hijos todos, de Pedro Gómez de Quevedo el viejo, también de Bejoris, y de Maria Sáenz de Villegas, natural de Villasevil, en el mismo Valle de Toranzo donde igualmente los Villegas tenían sus antiguos y nobles solares. Su madre, María de Santibáñez Ceballos era natural de Madrid, pero oriunda, como el padre, de la Montaña ya que era hija de Juan Gómez de Santibáñez Ceballos, natural de San Vicente de Toranzo.
Quevedo nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580 y murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el 8 de septiembre de 1645. Su padre fue Pedro Gómez de Quevedo y Villegas, natural de Bejoris en el Valle de Toranzo en la provincia de Cantabria, en donde vivía con sus hermanos Juan y Mari Sáenz, hijos todos, de Pedro Gómez de Quevedo el viejo, también de Bejoris, y de Maria Sáenz de Villegas, natural de Villasevil, en el mismo Valle de Toranzo donde igualmente los Villegas tenían sus antiguos y nobles solares. Su madre, María de Santibáñez Ceballos era natural de Madrid, pero oriunda, como el padre, de la Montaña ya que era hija de Juan Gómez de Santibáñez Ceballos, natural de San Vicente de Toranzo.
Francisco, que quedó, en su juventud, huérfano de padre y madre, debido a su ascendencia, noble pero humilde, y a la circunstancia señalada, se vio obligado a llevar una existencia sin carencias graves pero sobria y austera. En 1634 se casó con Doña Esperanza de Mendoza, señora de Cetina, viuda con dos hijos, de la que se separó a los pocos meses y que lo dejó viudo en 1641.
Quevedo anduvo por palacio desde su infancia. Estudió en el Colegio Imperial, situado en la madrileña calle de Toledo y, posteriormente, en las universidades de Alcalá y Valladolid (en ésta última Teología entre 1601 y 1606, años en los que la corte estuvo instalada allí). De estos años data su enemistad con Góngora.
En 1606 vuelve vuelve a Madrid con la corte y comienza a buscar acomodo dentro de ella. Lo hallará en primer lugar con el Duque de Osuna, al que conoció, al parecer, durante sus años de estudiante en Alcalá de Henares. Comienza a escribir sus Sueños y su España defendida de los tiempos de ahora, y traduce a Anacreonte y a Focílides; concurre a academias como la del conde de Saldaña. Al tiempo, orgulloso de su origen nobiliario, inicia un pleito por el señorío de la Torre de Juan Abad, que ganaría en 1631 y que le costaría abundantes esfuerzos y dineros. En 1613, y tras padecer una crisis espiritual que se plasmó en sus Lágrimas de Jeremías castellanas (entre otras obras), acepta el puesto de secretario del Duque de Osuna, con el que parte a Sicilia y, de allí, a Nápoles. Durante sus años en Italia, realiza importantes misiones diplomáticas para el Duque, que, en pago, le consigue el hábito de Santiago en 1618. Entre ellas, además de sobornos en la corte para lograr el virreinato de Nápoles para el duque, destacará la famosa la conjuración de Venecia, en la que el poeta se verá involucrado. Al caer en desgracia su protector en 1620, sufrió destierro en el Monasterio de Uclés y más tarde en la Torre de Juan Abad (Ciudad Real) y prisión hasta 1622 en que la entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del Conde Duque de Olivares (Gaspar de Guzmán y Pimentel,) y es nombrado, incluso, secretario del monarca en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana.
Como literato, Quevedo cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía desde muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que graves poemas en los que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas muestran la desilusión y la melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos centrales de su reflexión poética y bajo la sombra de los cuales pensó el amor.
En 1639, es detenido bajo oscuras acusaciones, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse es conducido al frio convento de San Marcos en León (perteneciente a la Orden de Santiago), donde permanece hasta la caída del valido en 1643, en tan malas condiciones que su salud se resiente. Durante estos años de cárcel, escribe obras como el Marco Bruto, que publica a su regreso a Madrid en 1644. Al año siguiente se retira a la Torre de Juan Abad (cuyo señorío había comprado su madre), donde continúa escribiendo hasta que su enfermedad lo obliga a trasladarse a Villanueva de los Infantes, donde muere.
Francisco de Quevedo fue Señor de la Torre de Juan Abad, constituyendo a su muerte el “Señorío de Quevedo” que ha venido perdurando durante mas de dos siglos a través de sus familiares descendientes, hasta mediados del siglo XIX.
Algunas de sus mejores citas:
“Poderoso caballero es Don Dinero”
“Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”
“El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos”
“Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una”
“La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”
“El amor es fe y no ciencia”
«Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se debe mostrar»
“Creyendo lo peor, casi siempre se acierta”
“Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho”
“El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen”
“Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”
“Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen”
“El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor”
«Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad»
“El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien”
“Más fácilmente se añade lo que falta que se quita lo que sobra”
«Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hemos llegado»
“Mejor vida es morir que vivir muerto”
«Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho»
“Vive sólo para ti si pudieres, pues sólo para ti si mueres, mueres”