El día que España decidió que la primavera empezaría el 21 de Marzo, para siempre
Sí, así es. Fue un 29 de septiembre de 1582 y desde entonces todos los 21 de Marzo, desde 1583, los españoles podríamos celebrar con orgullo sano y cierta sorna que España puso en hora el “reloj” mundial que rige hoy en día. Y, por lo mismo, que “decidimos” que la primavera empezara siempre el 21 de marzo. Y aunque la rúbrica a la decisión dicen que la pone un tal Gregorio, Papa de Roma para más datos, la firma que realmente sirvió fue la de la Monarquía Hispánica. Sin ella lo del Papa hubiera sido papel mojado. No es una exageración, es la pura verdad.
Claro que la monarquía española, concretamente Felipe II, estaba realmente interesada y era la principal impulsora de que se ajustara correctamente el calendario, que estaba claro que hacía aguas con el desajuste de que adolecía desde hacía siglos. Pero vamos por pasos, que el tema tiene su miga:
El germen del calendario gregoriano fueron dos estudios realizados en 1515 y 1578 por científicos de Escuela de Salamanca (El MIT y el Harvard juntos del siglo XVI), que fueron remitidos a la Iglesia, donde se estudiaba el desajuste creado por el calendario juliano vigente (establecido por Julio César). Del primero se hizo caso omiso, pero a partir del segundo, en época de Felipe II y a raíz de uno de los acuerdos en el Concilio de Trento sobre el ajuste del calendario (*), la cosa cambió.
El Papa Gregorio había asistido a ese Concilio como cardenal y lógicamente conocía ese desajuste. También había conocido, en un viaje por España, al propio Felipe II del que supo atraerse su simpatía. Este hecho resulta decisivo. Tanto que, tras la muerte de Pío V, los cardenales reunidos en cónclave eligieron en un solo día al Cardenal Buoncompagni como nuevo Papa. Insólita la celeridad. Se dice y se cuenta que la influencia de Felipe II tuvo mucho que ver (pero mucho-mucho ¿eh?) en la elección.
La cuestión es que, el ya por entonces Papa Gregorio, llegado el momento, toma cartas en el asunto del calendario y le da un empujón. Se rodea de varios expertos entre los que destaca el Pedro Chacón, toledano él, de la Escuela de Salamanca, como matemático y también a Cristobal Clavio, jesuita germano, si bien formado en Portugal y en el Nápoles hispano, para que lideren una propuesta de calendario.
Si buscáis por internet sobre el Calendario gregoriano, casi siempre se habla del tal Clavio como asesor del Papa Gregorio pero poco o nada del matemático Pedro Chacón y menos aún del resto. Qué curioso ¿no? (entiéndase la ironía… :-/).
Los asesores después de varios años de estudio concretan la propuesta: tomando en consideración los textos españoles que enunciaron el problema, excluyen 10 días para ajustar el calendario (del 5 al 14 de octubre de ese año), también corrigen la duración del año (trópico) en 365 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos (365, 2425 días) porque aceptan las Tablas Alfonsíes de Alfonso X de Castilla como correctas (y de nuevo los peninsulares en el meollo) e incluso proponen cómo calcular el año que debe ser bisiesto (y que se sigue utilizando).
Así que, Gregorio, el Papa, a propuesta de sus asesores firma su bula Inter Gravíssimas y rubrica, entre otras cosas, que el año empieza el 1 de enero y que el Equinoccio, el momento en el que da comienzo la primavera, sería para siempre el 21 de Marzo. Haciendo posible que el requisito que la Pascua se celebre siempre en esta estación (*).
La cuestión no acaba aquí. La cuestión es que… el Papa estaba proponiendo cambios en el calendario civil sobre el que no tenía ninguna autoridad (excepto en los Estados Pontificios, situado en medio de la península Itálica). Así que el texto recomienda, exhorta pero no puede obligar. Los cambios que propone requieren la adopción por las autoridades civiles en cada país para que tengan efecto legal. Es decir, en el fondo, papel mojado.
Pero Felipe II había estado al tanto del todo el proceso. De hecho era impulsor junto con la Escuela de Salamanca de la mejora. Incluso estaba implicado personalmente porque la materia le interesaba realmente. Así que no dudó en formular el decreto (Pragmática sobre los 10 días del año que tomaba el nuevo calendario en todos sus territorios.
Y ese es el motivo principal por el que la Monarquía Española decidió de facto que la primavera empezaba el 21 de Marzo. Felipe II bendice el cambio para todos sus territorios y con ello pone en marcha toda su influencia, que es mucha, para que la medida no tenga marcha atrás:
Así España asume el cambio en los términos de la bula en octubre de ese año.
En esa misma fecha también Portugal, de la que Felipe II es Rey, asume el calendario. También la inmensa mayoría de la Península Itálica (de la que Felipe II es soberano, Milanesado, Reino de Nápoles o en la que tiene una absoluta influencia, Génova, Toscana,…) acoge el cambio.
Los Países Bajos, que incluye la actual Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y de los que era soberano Felipe II y a instancia suya, también adoptan el nuevo calendario durante 1582 y 1583. Así mismo Franco-Condado, en la actual Francia, de la que Felipe II es soberano también, asumiría el calendario.
Lorena, Estado independiente por entonces, y aliada de España (por ella transcurría el Camino Español) también asume el calendario en ese año. Influido, o no, por el cambio de… su poderoso aliado.
Francia, por aquel entonces estaba partida y en plena guerra civil religiosa entre hugonotes (protestantes) y católicos. Así que queréis que os diga, difícilmente adoptarían en todo el territorio el cambio de calendario propuesto por un Papa católico de manera uniforme, con lo que resulta complicado evaluar su repercusión. Sea como fuera la facción católica estaba apoyada con recursos económicos por Felipe II. Más claro…
En 1583 son los virreinatos españoles de América los que asumen el cambio (3/4 de continente). También se suman los Estados Católicos Alemanes regidos en aquella época por Rodolfo II, que aunque nacido en Viena fue criado en España bajo tutela de … Felipe II. Que queréis que os diga… la influencia es la influencia.
Luego habría que dejar pasar unas décadas y/o unos siglos hasta que los países protestantes terminaran por ceder y asumirlo. Inglaterra se sumó en 1752. 169 años después…
Finalmente todo el mundo se sumó a la decisión española que el 21 de Marzo coincidiera con el Solsticio y en consecuencia la primavera, que fue lo que decidió Felipe II y con él los españoles de cuatro continentes. La influencia es la influencia.
(*) En el Concilio de Nicea se determinó que la Pascua debía conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Aquel año 325 el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, pero con el paso del tiempo la fecha del acontecimiento se había ido adelantando hasta el punto de que en 1582, el desfase era ya de 10 días, y el equinoccio se fechó el 11 de marzo. Si se seguía acumulando retraso incluso se cambiaría de estación y Jesús, que según los escritos había sido crucificado en primavera, se daría la situación que sería crucificado en invierno, o en otoño, o en verano… Inaceptable según los cánones de la época.
Atención al vivo interés que muestra Felipe II sobre el tema: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3203837.pdf
La implantación del nuevo calendario sorprendió a Felipe II en Lisboa, promulgando allí mismo un decreto al efecto (29-9-1582), señalando que en todos sus reinos “el quinto día del mes de octubre pasara a ser decimoquinto”.