Interesante artículo de opinión y/o reflexión de D. Tomás Ramos Garrido, Canciller de la Orden de Caballeros y Ballesteros Santa Vera Cruz del Rey Fernando III; que reproducimos en el blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.
¡RECUPEREMOS EL HONOR!
El honor es la cualidad moral que obliga al hombre al más estricto cumplimiento de sus deberes consigo mismo y con los demás.
El honor es un símbolo de la vida virtuosa y un elemento esencial de la dignidad humana y pertenece al inconsciente colectivo como un valor esencial en el arquetipo del héroe.
La consecuencia de la conducta virtuosa es el honor de la buena reputación y la buena opinión ejemplar; y en el caso de las acciones heroicas, la gloria.
El Honor:
El honor se adquiere con el comportamiento honesto que pone en evidencia la propia dignidad para merecerlo.
El honor es una alabanza que expresa un homenaje a la buena actitud y a la correcta disposición como forma de vida.
Un cargo de honor se brinda a todo aquel que por sus virtudes se hace acreedor al uso de ese título y a sus favores como si realmente lo tuviera.
Las personas que merecen honores son consideradas en un nivel de jerarquía superior, más importante, porque han sido capaces de cumplir escrupulosamente con sus compromisos, han observado una conducta laboriosa y desinteresada y se han destacado por su honestidad y sus virtudes morales.
Los honores militares son demostraciones de honra y respeto por una trayectoria impecable. De manera que una persona honorable es aquella que es digna de ser honrada.
La mayoría de los hombres actuales no son dignos de honor, no piensan a largo plazo, se reducen a la inmediatez, por lo tanto no intentan proyectarse con una conducta estable y comprometida, sino que se permiten cambiar según los dictados de las tendencias en las cuales se alistan para pertenecer.
El honor ha dado lugar al actor que necesita ser aceptado y no segregado, adecuándose a las circunstancias para ser igual a los demás, evitando esfuerzos o conductas pasadas de moda, como la honradez o la honorabilidad, para no ser tildado de pacato y fuera de onda.
Es que el ser honorable como modo de vida parece reducir las posibilidades de su reconocimiento en una sociedad que se desarrolla sobre la base de la supervivencia del más apto.
Las grandes ciudades recrean los modos de vida del hombre primitivo, donde la lucha por sobrevivir anula toda capacidad simbólica y vuelve al hombre a una condición infrahumana.
¡RECUPEREMOS EL HONOR!
«Al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios… «
Don Pedro Crespo, personaje ficticio en la inmortal obra de D. Pedro Calderón de la Barca:
«El Alcalde de Zalamea»