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LA AMANTE DEL SEÑOR VIZCONDE

El señor vizconde ha desayunado unos huevos fritos con bacon y un cafelito con leche.

Desde que le dejó su mujer ha engordado mucho, porque se ha abandonado un poco y come como un descosido. Yo le tengo dicho que se eche una amante, pero no me ha hecho caso,….hasta ahora.  Emilia dice que, de seguro, ha seguido mi consejo, pero yo tengo la mosca detrás de la oreja. No me pega que tenga novia.

Cierto es que en estos últimos días ha adelgazado algo, aunque no se deba a una dieta voluntaria. Le veo preocupado y ausente. Le pasa algo que no alcanzo a comprender.  Quiero creer que Emilia no se equivoca y por cerciorarme le aconsejo que le tire los tejos. Aunque Emilia besa por donde el vizconde pisa, no se ve en la tesitura de sugerirle un romance.

Se ofende ante mi osadía y me mira con ira. Le pido perdón. No quería agraviarla. A todo esto, Portadei sigue en la inopia.

Después del desayuno, se ha vestido con un terno cruzado gris del año del pum y ha salido a la calle. Está citado en Embassy con una periodista muy pizpireta que ha tenido una experiencia rara, que pudiera ser, a juicio de la interfecta, una intervención demoníaca. Ya se sabe que al vizconde le priva el estudio del diablo y que ha escrito mucho sobre Satán y por eso va al encuentro de la mema. No le dirá nada que Portadei no sepa que, en tocante a belcebúes, el señor vizconde está muy al día, pero por si acaso.

Emilia malicia que no va a Embassy por allegarse noticias de Belfegor, sino por intimar con el zorrón de la periodista que ya tuvo un asunto con el primo del vizconde, el tal Pepe Montenegro que siempre la recuerda como un vendaval en el catre. Una tigresa con poderío.  Pienso que los tiros no van por ahí. Al vizconde no le niego un desahogo con fémina de buen ver, pero conociéndole como le conozco, me da mí que esto no es un tema de bajos. Una curiosidad científica y para de contar.

Es lo mismo que cuando le dio por visitar a doña Engracia, la viuda de la calle general Oraá. Un bellezón de grandes ojos negros. Todo el mundo pensó que el vizconde se quería beneficiar a la viuda. Nada más falso. A doña Engracia le rondaba la sensación de que estaba poseída por un espíritu maligno. Había llamado a un sacerdote, pero las oraciones no tuvieron el resultado apetecido. El vizconde se instaló en casa de la viuda para observarla de cerca y tratar de ahuyentar las malas vibraciones. Al cabo de una semana, el vizconde abandonó a la viuda. “Histerismo imaginativo” diagnosticó, sin un ápice de generosidad por su parte. En aquel episodio, no hubo coyunda ni nada que se le pareciera. Solo investigación y nada más. 

Ahora, le ha intrigado lo que le puede contar la periodista, pero no creo que se apreste a una aventura amorosa. Contrariamente a lo que piensa Emilia que siempre ve motivaciones eróticas, no imagino que esta cita de Embassy varíe la rutina del señor. Llevo tantos años a su servicio que no me engañan las apariencias.

La única mujer en la vida del señor vizconde ha sido doña Beatriz. Cuando le dejó por un francés más joven, el vizconde cayó en una profunda depresión, de la que fue saliendo gracias a su interés por el demonio.

Se ha refugiado en su estudio. Ha publicado algunos libros sobre el tema de gran mérito y se le considera un erudito en la materia, sin que ello signifique reputación o general estima. La Demonología no está de moda y mucha gente opina que Portadei es un pánfilo insufrible.

De Embassy ha vuelto cabizbajo y lejano. No sé lo que le ha contado la loca de la periodista, pero me huele que su actitud se debe a otra cosa y no a sus cuentos. Nada más llegar a casa me ha pedido que le prepare un gin tonic. Cosa extraña en él, bebe muy poco. No me extrañaría nada que todo fuese un calentón por lo de Cataluña.

Desde que abdicó don Juan Carlos anda revenido con la monarquía parlamentaria, si por él fuera, como buen carlista, don Felipe sería rey absoluto.

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Cuando los separatistas quisieron dar su golpe, escribió al Rey de malas maneras, aconsejándole que tomase las riendas. El Rey ni le contestó. A estas alturas, barrunto que la amante figurada del vizconde es su tristeza.  Un hombre atormentado por el abandono de su mujer o quizá no.

Emilia no abandona su idea de que el vizconde tiene un amor oculto. A eso se debe que se vea más delgado. Está preocupado por lo que la noticia de un noviazgo pueda afectar a su hijo. Le digo a Emilia que, si tan segura está, que me diga quién es el nuevo amor del señor vizconde, pero no lo sabe porque no existe.

Todo esto me recuerda el verano del 2006, cuando creímos que el señor había cambiado de acera y bebía los vientos por un muchacho. Pensamos seriamente que había enloquecido. Luego Emilia averiguó que el jovenzuelo era un estafador que comerciaba con supuestas apariciones del Maligno. El vizconde no paraba de visitarle y al pagarle algunas cantidades desorbitadas para su maltrecha economía, creímos en que se había convertido en un seguidor de la cáscara amarga. Cuando supimos la verdad, por poco le pedimos perdón.

Ahora me temo que la sospecha de Emilia sobre la existencia una amante es una estupidez, porque el señor no tiene manceba. Al menos que se sepa. Eso creo.