Artículo original; que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.
ONNA-BUGEISHAS
LAS GUERRERAS JAPONESAS
Rafael Portell Pasamonte
Noviembre 2017
En el mundo occidental, desde la antigüedad a los días presentes, siempre se han mencionado las mujeres luchadoras y guerreras, bien sean seres mitológicos y legendarios, como las amazonas y las valquirias, bien mujeres reales que destacaron por su valentía en el combate. Así, entre otras, destacaron, en la antigüedad: Zenobía, de Palmira; la reina Tamar, de Georgia; Boudicca, de Britania, Juana de Arco; en la Francia de la Edad Media; María Pita y Agustina de Aragón en la España del siglo XIX.
El mundo oriental no iba a ser una excepción y mucho menos en una sociedad que llevaba la guerra en lo más profundo de su ser: JAPON.
Las crónicas de las guerras en los períodos de Heian, Kamakura, y Muromachi, se centraron casi completamente en los hechos de la nobleza y las clases guerreras. Estas historias eran cantadas por bardos ciegos, igual que Homero en la Grecia clásica recitaba “La Iliada” y “La Odisea”. Las mujeres guerreras casi nunca fueron mencionadas.
Desde el siglo X, puede decirse que este pueblo nunca ha estado mucho tiempo seguido en paz. Pero alrededor de 1467 d.c, todo el país se sumió en el caos y en la guerra, en lo que se conoce como el periodo Sengoku Jidai (Estados guerreros) hasta 1568 d.C. Fue un tiempo en el que todas las clases sociales fueron arrastradas a la guerra. Los dominios feudales fueron a veces despoblados de casi todos los hombres sanos, pues se alistaban como mercenarios o los reclutaban mediante glebas en los ejércitos para emplearlos como fuerzas de choque por lo que era común que resultasen masacrados en las batallas.
Pero por encima de todos los guerreros destacaban los samurái. Estos luchaban para defender a su señor “daimyo”. La mayoría eran gente del campo que acompañaban a su señor en el combate, recibiendo por sus servicios un salario a base de arroz. Tenían el privilegio de poder usar dos espadas; siendo la principal la katana que era y es un sable curvado, de un único filo, con una longitud de un metro aproximadamente y un kilogramo de peso.
Los hombres de las aldeas no siempre se encontraban cerca, pues se dedicaban a la pesca, la caza o el comercio en otras ciudades. Además de los anteriores menesteres, los campesinos también marchaban a la guerra. Con todo lo mencionado ocurría que dejasen los poblados y aldeas indefensos, siendo objeto de saqueos y pillaje por bandidos y merodeadores de pueblos cercanos.
En general, la idea de cómo debía ser la mujer y las funciones que desempeñaban en la sociedad de la época, no era tan diferente de otras culturas, incluso de la occidental. Se pensaba que la mujer era obediente, frágil y vulnerable comparada con el hombre. Su responsabilidad era cuidar sus hogares y su familia, pero, sin hombres, las mujeres necesitaban defenderse por lo que estas fueron instruidas en el manejo de unas armas que fueran idóneas para ellas y que les compensase su menor fuerza física frente a los hombres y así, de este modo, pudiesen defender la familia, el hogar, el honor y las posesiones.
A estas mujeres se las llamó “Onna-bugeishas”, literalmente “Maestra en artes marciales”, es decir “Mujeres guerreras”. Estas mujeres eran más o menos el equivalente de los samurái en el periodo del Japón feudal. El papel que desempeñaron estas mujeres fue importante en su momento, a pesar de que modernamente no se las valore y reconozcan en su justa medida.
En el campo de batalla, los samuráis y las bugeishas luchaban a la par, difiriendo tan solo en las armas utilizadas.
Las mujeres de bushi fueron entrenadas principalmente en el uso de la naginata debido a su versatilidad y longitud. Una mujer fuerte y ágil armada con un naginata podía mantener a raya a la mayoría de los guerreros (menos a los más expertos) en los espacios donde las ventajas de la fuerza, el peso o la espada contaban mínimamente.
Para el uso del kaiken no se las adiestraba con técnicas de combate sofisticadas, sino más bien sencillas, así, si una mujer se veía obligada a luchar, debía agarrar el arma por la empuñadura con ambas manos, plantar la culata firmemente contra su estómago y correr hacia adelante, procurando no ser vista, para apuñalar al enemigo, si era posible, por la espalda, con todo su peso, convirtiéndose por un momento una lanza viviente.
Cuando se daba el caso de que eran capturadas con vida por el enemigo, para evitar la deshonra y la vergüenza de estar cautiva o de ser violada, el único modo posible era darse muerte por sus propias manos. La manera de realizarlo se llamaba “jigai” en contrapisón al “seppuku” que era el ritual que practicaban los hombres, también llamado “hara kiri” en japonés vulgar.
El ritual “jigai” era distinto al de los hombres ni tenia la misma solemnidad. Se debía realizar en la puerta de su hogar, así de esta manera seguiría recibiendo a los visitantes aún después de su muerte. Se sentaba de rodillas y ataba sus piernas, a la altura de las rodillas o de los tobillos, para que al fallecer su posición no perdiera gracia y equilibrio y no mostrara sus interioridades si desfallecía con las piernas abiertas y seguidamente se seccionaba la yugular, la carótida o ambas con el “”kaiken” o con el “tanto jutsu”, para que la muerte fuera lo más rápida posible.
Vivieron su mejor momento períodos Heian y Kamakura, para después decaer rápidamente durante el periodo Edo.
En tiempos de paz, cuando los hombres no se encontraban en los castillos, pueblos o aldeas, por marchar a trabajar o comerciar a otros lugares, las mujeres quedaban al cuidado del mantenimiento del orden.
Si ocurría alguna perturbación por el día o por la noche o un personaje sospechoso entraba en el pueblo, las mujeres, con su naginata en la mano, acudían prestas a resolver el posible disturbio o conjurar el peligro que se había presentado; sin embargo la protección del vecindario simplemente era una de las muchas funciones que ejercían a modo de policía, ejército, sanidad etc.. La mujer de más edad era la líder del grupo formado dentro de la aldea.
A mediados del siglo XVII, el Japón, entró en una etapa de paz bajo el gobierno shogunato Tokugawa, por lo que las necesidades de guerreros fue casi inexistente, pero no por ello dejaron de existir sino que, además, los códigos de conducta de los guerreros anteriores fueron codificados en las doctrinas del bushido: el “camino del guerrero”.
El autosacrificio, el honor y la lealtad se convirtieron en ideales fijos, enfocando las energías de la clase guerrera a otros oficios como burócratas gobernantes y agentes de policía. Las reglas de la conducta entre hombres y mujeres, antes algo más igualitarias, se volvieron más rígidas que en cualquier otro período de la historia japonesa. Se decía que la relación de una mujer con su marido era similar a la de un samurai con su señor. Se esperaba que la mujer centrara su vida alrededor de su hogar, sirviendo primero a su esposo; después a sus hijos y finalmente a su suegra. Los estudios y la actividad física fuerte se consideraron indecorosos.
La entrada en este periodo marcó el declive de la mujer guerrera. Las bugeishas defendiendo sus hogares y sus familias, dejaron de existir, pero siguieron entrenándose con la naginata, no para el combate como antaño, sino para tener las virtudes necesarias para ser la esposa de un samurai, entre ellas la de ser fuerte moral y físicamente. Para poder aprender a usarla se crearon muchas escuelas enfocadas exclusivamente a la enseñanza y practica de la naginata.
Con el paso de los años Onna-bugeishas han entrado a formar parte de las leyendas japonesas y se duda de que alguna haya sido real.
Las más famosas y citadas son:
LA EMPERATRIZ JINGU (169-269 d.C.).
Se hizo famosa por relevar al frente del ejército a su marido Chuai cuando éste falleció intentando conquistar Corea. Pero la historia de Jingu es dudosa y muchos expertos creen que tiene más de leyenda que de realidad, habiendo sido creada para explicar el interregno que hubo en el gobierno hasta que su hijo Ojin subió al trono.
En 1881 la Emperatriz Jingu fue la primera mujer en aparecer en los billetes de un banco de Japón.
TOMOE GOZEN (1157?-1247?)
Su vida y aventuras tuvieron lugar en la guerra entre los clanes Minamoto y Heyke en el siglo XII, donde ya es un general que lucha siempre en la vanguardia de los ejércitos.
Fueron relatadas en verso, en un poema épico titulado “Heike Monogatari” que fue escrito en el siglo XIII, describiéndola:
Tomoe era especialmente hermosa, con la piel blanca, el pelo largo y facciones encantadoras.
Era un arquero notablemente fuerte y empuñando la espada era una guerrera que valía mil. Estaba siempre dispuesta a pelear, tanto fuese contra un hombre, un demonio o un dios, tanto a caballo o a pie.
Montaba los caballos con una habilidad magnífica.
Cada vez que una batalla era inminente se equipaba con armadura fuerte, una espada de gran tamaño y un arco poderoso.
Hay varias versiones acerca de su muerte, ya dentro del campo de las leyenda, y así, una dice que murió en la batalla de Awazu junto a su esposo Minamoto. Otra relata que Minamoto fue acusado de traidor por un shogun y ejecutado y que ella solo era una sirviente de el. Otra dice que fue tomada cautiva y tuvo un hijo, Asahina, considerado como el guerrero más fuerte de la era de Kamakura. Más aún, incluso se dice que se convirtió en una en una monja budista.
Sin embargo, Tomoe Gozen nunca se ha podido demostrar ser una figura histórica, a pesar de los muchos intentos que se han hecho para comprobarlo.
HANGAKU GOZEN
También llamada “Itagaki”
Era hija del “Jo”, una familia guerrera de la provincia de Echigo.
Muy diestra por su fuerza y precisión con el arco y la flecha.
En el año 1201, después de que el gobierno feudal intentara subyugar a uno de sus sobrinos, los guerreros de Echigo y Shinano se rebelaron.
Sitiada en el castillo de Tossaka, concretamente en el techo de un almacén, mantuvo durante mucho tiempo a raya a los invasores. Pero después de haber sido herida en ambas piernas por lanzas y flechas, fue tomada prisionera y presentada ante el shogun Yoriie, quien atraído por su belleza y dignidad, la desposó.
Según una cuenta leyenda, vivieron el resto de sus vidas en paz, pero en otra se dice que fue muerta mientras ayudaba en la defensa del castillo de Torizakayama.
HOJO MASAKO (aprox.1150 d.c.-1225 d.c.)
Fue una bushido que existió realmente, aunque como todas las busheidas no se libró de entrar en la leyenda. .
Estuvo casada el primer shogun de Japón, Minamoto Yorimoto (1147-1499), al que ayudó en laconquista de Japón.
Después de la muerte de su marido se convirtió en monja, pero cuando en 1204, su hijo mayor
Yoriie, sucesor de Yoritomo, fue asesinado, su hermano Sanetomo, el segundo hijo de Masako, lo sucedió como shogun; pero, sin embargo, el poder real, lo ejerció Hojo Masako hasta su muerte a los sesenta y nueve años de edad.
Se la conocía por el sobrenombre de “La monja shogun”.
NAKANO TAKEKO (1847 d.c.–1868 d.c)
Esta bugeisha no nació en tiempos medievales, ni forma parte de leyendas, sino a mediados del siglo XIX y es considerada como la última “mujer guerrera”.
Nakano nació en Edo siendo hija del oficial del ejército japonés Nakano Heinai.
Desde muy pequeña fue enseñada en las artes marciales y también literarias, con tales progresos en el año 1860 era instructora.
Durante la Guerra Boshin, que enfrentó al soghunato Tokugawa contra un grupo de clanes opositores que querían devolver el poder al Emperador, Nakano, estaba al frente de un contingente de bugeishas, llamado “Joshitai” que participó en la batalla de Aizu, de forma independiente, ya que el ejército no les permitió luchar junto a ellos. En la contienda fue herida gravemente cuando cargaba contra el enemigo (El ejército Imperial Japonés) empuñando una naginata. Para no caer prisionera se hizo el seppuku, en plena batalla. Su hermana Yuko fue la encargada de cortarle la cabeza. (Por estar en batalla y luchar como un hombre podía hacerse el seppuku y no el jigai)
Fue enterrada bajo un pino en el templo de Hokaiji, en Fukushima.
En su memoria se erigió un monumento junto a su tumba y todos los años durante el Festival de Otoño, un grupo de jóvenes vistiendo un “hakama” con cintas blancas participan en la procesión, en conmemoración de las acciones de Nakano y sus guerreras.
LEXICO:
GOZEN: Esta palabra japonesa significa literalmente “señor joven” o “señorita”. Pero en el vocablo samurai es un titulo honorifico que se concedía normalmente a las mujeres más valientes y destacadas. También se podía conceder a los hombres, pero raramente.
HAKAMA: Era un pantalón largo cuya función era la de proteger las piernas de los samurai, por lo que se confeccionaba con telas fuertes y resistentes. Desde el periodo Edo, lo podían llevar tanto hombres como mujeres. Este pantalón tiene siete pliegues, cinco delante y dos detrás, que tienen un significado simbólico cada uno.
NAGINATA: Era una especie de alabarda, muy robusta y ligera. Constaba de dos partes: la hoja, que era curva y estaba forjada con la misma técnica que las katanas, poseía un largo de entre 30 a 60 cm. La otra parte era el asta hecha principalmente de roble y solía tener una longitud de 120 a 240 cms.
Con el transcurso del tiempo, la naginata se convirtió en un símbolo del linaje de la mujer de las familias samuráis. Solían ser transmitidas por las madres a sus hijas cuando contraían matrimonio, formando parte importante de la dote matrimonial.
KAIKEN: Era una daga muy pequeña que por su tamaño, podía ser usada para punzar, cortar e incluso ser arrojada para clavarse en cualquier objeto. Su longitud toral variaba de 20 a 25 cms., podía tener uno o dos filos y su empuñadura era plana y sin adornos. Era usada normalmente en lugares cerrados por su corta longitud. Se portaban en un bolsillo del kimono o en la bolsa de la manga.
TANTO JUTSU: Era un cuchillo también corto que las mujeres niponas llevaban encima como protección personal. Sin embargo las bugeishas también los usaban en la batalla
BIBLIOGRAFÍA
Ellis Amdur: “The Development and History of the Naginata,” in Journal of Asian Martial Arts, Vol. 4, . 1995
William Wilson: “Hogen Monogatari”, Sophia University Press, Tokyo, 1971.