Artículo original que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal, de D. Rafael Portell Pasamonte, Vicerrector de la Academia Alfonso XIII.

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Armas de D. Rafael Portell por D. Carlos Navarro

 

S. M. el Rey Carlos III

 con motivo del III centenario de su nacimiento

(Desde Rey de España a su muerte)

II Parte

                                                                               Rafael Portell Pasamonte           

Noviembre de 2016

ENFERMEDAD, MUERTE Y ENTIERRO DE CARLOS III

  Continuación……  

   A las cuatro de la tarde del martes día 16, se formó la Real Capilla, presidida por don Agustín Rubín de Cevallos, Obispo de Jaén e Inquisidor general y acto seguido se cantaron tres responsos en el salón, terminados los cuales se comenzó a formar la comitiva fúnebre en la Plaza de la Armería de Palacio. Al  Real cadáver se le quitaron los mantos de las Ordenes y lo llevaron hasta la escalera los Gentileshombres de Cámara y Mayordomos de Semana de S. M., de quienes lo recibieron los Gentileshombres de Boca y Casa, que le bajaron hasta el fin de la escalera, donde aguardaban el Marques de Villena, Caballerizo Mayor y el Marqués de San Leonardo, como primer caballerizo de S. M., que cubrieron el féretro con el gran paño de tisú que había tenido puesto en el salón y cuatro Caballerizos de Campo, con la estufa en que debía conducirse el Real cadáver, que rodeado siempre de la servidumbre y guardia que había tenido en el salón grande, fue colocado en ella saliendo por la puerta principal de Palacio para ocupar su preeminente sitio en la comitiva fúnebre.

Alabardero

Alabardero

Fusilero

Fusilero

Granadero

Granadero

El orden en que esta compuesta era el siguiente:

           1º Abría la marcha un escuadrón de la Compañía Española  de Reales Guardias de Corps, a las ordenes del Alférez de la misma don Laurencio Sánchez

         2º Un escuadrón de la Compañía flamenca de las propias Reales Guardias, al mando del Alférez Santiago Cumes.

          3º Doce religiosos de cada una de las Ordenes de Santo Domingo, San Francisco, Carmen Calzado y Agustinos calzados, con hachas y a caballo.

           4º Los Alcaldes de Casa y Corte don José López Oliver, don Luis Melgarejo, precedidos de Alguaciles y Ministros de Justicia.

          5º Los Gentileshombres de Boca y Casa También a caballo

6º Los timbales y trompetas de la Real caballeriza con sordinas, y en medio el Guión Real llevado por uno de los Caballeros pajes de S.M.

          7º La Cruz de la Patriarcal y a sus lados otros dos caballeros pajes con hachas.

8º Doce Capellanes de Honor de S. M. también a caballo con la música y dependientes de la Real Capilla.

          9º Doce Lacayos de S.M. a pie entre filas con hachas encendidas

        10º Cuatro Mayordomos de S. M.

        11º Los Duques de Alburquerque, Marqués de Velamazán, Príncipe de Monforte, Marqués de Cogolludo, Marqués de Villadarias, Conde de Altamira, Duque de Osuna, Duque de  Montellano, Duque de Granada de Ega, Conde de Mora,  Marqués de Belgida y Marqués de Alconchel, todos ellos Grandes de España y Gentileshombres de Cámara, que de  propia voluntad siguieron hasta el Real Monasterio de San Lorenzo.

12º El Marques de San Leonardo, el Conde de Aranda, el Duque de Hijar y el Duque del Arco, que como gentiles hombres de Cámara más antiguos fueron nombres por S. M. el Rey Carlos IV para acompañar al cadáver.

       13º Cuatro Cadetes de Reales Guardias de Corps de batidores

       14º Un Sobrestante de la Real Caballeriza

       15º La estufa con el Real cadáver

       16º A los lados de la estufa cuatro Caballeros Pajes de S. M. a  caballo

        17º En el mismo orden cuatro Caballerizos de Campo

        18º A los estribos de la estufa dos Monteros de Cámara también a caballo.

       19º El Mayordomo Mayor Marqués de Santa Cruz, el Príncipe de  Maserano, Capitán de Guardias y el Obispo de Jaén,  Inquisidor general en calidad de prelado de la comitiva                                                                                                                                                                             

20º De escolta a la estufa un piquete de veinte hombres del Real Cuerpo de Guardias de Corps, mandados por el segundo Teniente de la Compañía Flamenca don Juan Van der Veler y el Exento Barón de Amerstad con un subalterno         

        21º El escuadrón de la Compañía Italiana de Reales Guardias de Corps a las ordenes del Alférez de ella don José Sexti. Este Escuadrón, así como los referidos al principio los mandaba en jefe el Marqués de Miravel, ayudante general del Real Cuerpo de Guardias de Corps.

        22º La estufa de respeto del Real cadáver

        23º Nueve coches de la servidumbre de la comitiva  

        24º Cuatro ayudantes y otros oficiales de la Regalada, Real caballeriza y otros oficios de la Real Casa por lo pudiera pasar en el trayecto.                                                                                                                                                

  Por donde debía pasar la comitiva las compañías de Reales Guardias de Infantería Española y Walona y los Regimientos de Infantería de la guarnición de Madrid , con armas a la funerala y música de réquiem, ocupaban en dos filas la carrera.

Guardia-Valona

Guardia-Valona

   En el Sitio del Buen Retiro se habían colocado desde el día en que falleció el Rey, diez cañones, que a la salida del cortejo fúnebre hicieron lasa salvas correspondientes, además del cañonazo que de cuarto en cuarto de hora  preveían las Reales Ordenanzas.

   Salió el cortejo por el arco de la plaza de la Armería, siguiendo por la calle del Sacramento, Puerta Cerrada, calle y puerta de Segovia, fuera de la cual se hallaba formado en orden de batalla el Regimiento de Caballería del Príncipe. Siguió por la puerta de San Vicente, camino de El Pardo, puente de San Fernando y camino de Castilla.

Puerta Cerrada

Puerta Cerrada

Puerta de San Vicente

Puerta de San Vicente

   Sobre las nueve y media de la noche, la fúnebre comitiva, llegó al pueblo de Galapagar, donde el Real cadáver fue depositado en la Iglesia de parroquial, custodiado por la Guardia de Corps, los Alabarderos, dos compañías de Guardias de Infantería  Española y Jalona, de los Monteros de Cámara y de aquellas personas, que por razón de su empleo, les correspondía estar presentes.

   Al día siguiente a las cinco y media de la mañana se continuó el viaje en el mismo orden que habían salido de Madrid, llegando al Real Monasterio de San Lorenzo sobre las ocho y media, donde ya se hallaban dispuestas dos Compañías de Granaderos de Guardias de Infantería Española y Walona. En la misma puerta principal del Monasterio se encontraba  un piquete de Reales Guardias de Corps, al mando de su Sargento Mayor, el Mayor de Ruchena.

Monasterio de San Lorenzo del Escorial

Monasterio de San Lorenzo del Escorial

 Acercada la estufa a la puerta principal el ataúd  fue bajado por los Gentileshombres de Boca y Casa, ayudados de los Caballerizos de Campo, que lo condujeron hasta donde se encontraba la Comunidad religiosa con velas encendidas, al frente de los mismos estaba el Padre Prior y Diputados revestidos de capas pluviales con la Cruz y los ciriales. El citado ataúd fue colocado encima de una mesa y acto seguido el Mayordomo Mayor, teniendo a su lado al Notario mayor de los Reinos, don Pedro López de Lerena, leyó una carta dirigida al padre Prior por S. M. el Rey reinante Carlos IV en la que le notificaba la muerte de su padre el Rey Carlos III y el envió de su Real cadáver a ese Monasterio para que se le sepultase con la solemnidad acostumbrada para los reyes.

   La Real Capilla, presidida por el Obispo Inquisidor general, cantó un solemne responso, terminado el cual, la comunidad del monasterio entonó un Miserere, mientras el cadáver del que fuera Rey, fue conducido al túmulo dispuesto en el crucero de la iglesia. Al lado de la caja se situaron cuatro Monteros de Cámara, los dos de adelante sin insignia alguna y los dos de atrás con la Real Corona y el cetro. El testero era guardado por el capitán de Guardias con varios oficiales y garzones. A los lados del túmulo, un piquete de las mismas Guardias con las armas al hombro y delante de ellos, dos cadetes, montaban guardia. Entre ellos y el túmulo se pusieron los dos Alcaldes de Casa y Corte que habían ido en el acompañamiento. Cerraba el circulo un piquete de Alabarderos.

   Concluida la vigilia y la misa que fue oficiada por el padre Prior, la comunidad del Monasterio bajo de nuevo a la Iglesia donde cantó tres responsos y los laudes y se dio principio al oficio de sepultura. Los Gentileshombres de Cámara ayudados por los que fueron Mayordomos de Carlos III, bajaron el ataúd al Panteón donde fue puesto sobre una mesa al pie del altar. El Mayordomo Mayor abrió la caja exterior y a través de un cristal que tenía la caja de plomo sobre el rostro de S. M. reconoció el cadáver y con toda la formalidad hizo entrega del cuerpo al padre Prior.

   El Capitán de Guardias de Corps rompió su bastón de mando arrojándolo al pie del ataúd. Mientras en el exterior del Monasterio las compañías de Reales Guardias Españolas y Walonas hacían las tres descargas de ordenanza.

  Una vez en el exterior todas las personalidades que habían estado en el Panteón se dio por concluido el acto de inhumación de Carlos III. Eran las doce y media de la mañana del miércoles día 17 de Diciembre de 1788.

   “Lamentos de España por la muerte de su amado Rey Carlos III”, escrito por don Juan José Heideck, profesor de lenguas orientales.

                   Oímos voces de lamentos y muy amargas lagrimas;

                  los cielos de cubren de tinieblas;

               los astros retiran sus brillos;

                  porque Carlos, el piadoso Monarca,

                  ya no existe entre nosotros.

                  Fue a unirse con su Señor.

                  El que en temor santo reinó sobre la tierra,

                  se ausentó de nuestra vista.

                  Hizo su viaje a las moradas eternas

                                                                                             

 Estufa. Era un carruaje utilizado fúnebre de gran lujo. El sarcófago quedaba cerrado por cristales, permitiendo ver el interior. Era propio su uso por la realeza y la alta aristocracia.