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Un 19 de septiembre de 1771, el Rey Carlos III instauró la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III con el lema latino Virtuti et merito, con la finalidad de condecorar a aquellas personas que se hubiesen destacado especialmente por sus buenas acciones en beneficio de España y la Corona, siendo la primera Orden Nacional Española, que cuenta con una grandísima historia y prestigio.

Su origen se debe al nacimiento del primer hijo de su sucesor, que tras cinco años de matrimonio aún no había tenido hijos varones. El 19 de septiembre de 1771 nació en San Lorenzo de El Escorial el primer Infante, a quien se bautizó ese mismo día con el nombre de Carlos Clemente Antonio de Pádua Genaro Pascual José Francisco de Asís, Francisco de Paula, Luis, Vicente Ferrer y Rafael, siendo sus padrinos su abuelo el Rey y el Papa Clemente XIV.

Como muestra de profunda gratitud, quiso el Rey dejar para la posteridad su público y permanente testimonio y reverencia al Altísimo creando esta nueva Orden, que en sus principio fue de Caballería, a la que tituló de” Carlos III”, añadiéndole “distinguida y española”, poniéndola bajo el patrocinio de la Virgen María Inmaculada Concepción, de quien era muy devoto desde muy tierna edad. Se declaró jefe y soberano de la Orden, estableciendo que debían serlo a perpetuidad los Reyes de España, sus sucesores.

El 11 de octubre de 2002 (B.O.E. del 12 de octubre), se aprobó el nuevo Reglamento de la orden que deroga expresamente el Real Decreto de 1910, el Decreto de 1942, el Real Decreto de 1983 y la Orden de 2000, anteriormente referidos. Según este Reglamento, hoy es la “Real y Distinguida Orden Española de Carlos III” la más alta distinción honorífica entre la Órdenes civiles españolas, y tiene por objetivo recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.

El Gran Maestre de la Orden es hoy Su Majestad el Rey Felipe VI, que la gobierna auxiliado por un Consejo. Forman este órgano el Gran Canciller de la Orden, que es siempre el Presidente del Gobierno, el Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey y siete miembros de la Orden.

El número de collares está limitado a 25, las grandes cruces a 100 y las encomiendas de número a 2000. De los números quedan excluidos los miembros de la Familia Real española y los Ministros del Gobierno, así como los ciudadanos extranjeros

Las concesiones efectuadas por el Rey Juan Carlos I superaron los 95 collares, el último al Gran Duque de Luxemburgo, el 11 de mayo de 2001, y 206 grandes cruces.

Existen solamente restricciones de concesión sobre los grados superiores. Así, el collar a súbditos españoles, solamente podrá recaer en los miembros de la Familia Real, los jefes de Estado y de Gobierno, así como en quienes, con tres años de antelación, posean la gran cruz. Únicamente debe conceder el collar a extranjeros que sean Soberanos, Jefes de Estado, Príncipes de Sangre Real, presidentes de Gobiernos y los que tengan la gran cruz de esta Orden, o la más importante de sus respectivos países.

La gran cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III puede ser concedida, además de los expresados para la concesión del collar, a los que fuesen o hubieran sido Presidentes del Congreso de los Diputados, del Senado, del Tribunal Constitucional y del Consejo del Poder Judicial y de Tribunal Supremo, Ministros del Gobierno y otras altas autoridades del Estado, a y a aquellos que con la antelación a tres años tengan otra gran cruz española.

Con carácter general, el ingreso en la Orden de Carlos III se efectuará en el grado de Cruz, siempre y cuando los méritos que concurran sean acreedores de tan alta distinción y no debieran ser recompensados con otras órdenes españolas, salvo que el Gran Maestre de la Orden estime circunstancias especiales que aconsejen obviar esta norma.

Aparte del uso público de sus insignias, los miembros de esta Orden conservan algunos privilegios honoríficos: el tratamiento de Excelencia los caballeros y damas del collar y gran cruz; el de Ilustrísima los restantes. Además, el uso de los trajes y mantos ceremoniales.