Fuente: http://www.oessh.va/content/ordineequestresantosepolcro/es/gran-magistero/le-feste-dell-ordine.HTML

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Fiestas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén

Desde hace tiempo, la Iglesia católica insiste en la importancia de las celebraciones que ritman el año litúrgico. A diferencia de otras tradiciones religiosas, el calendario católico propone desde la Edad Media, una solemnidad, fiesta o santo que se conmemora cada día.

La alegría de revivir la solemnidad, para acontecimientos como Navidad o Pascua, o de ponerse en oración, inspirados por el ejemplo de los que vivieron la llamada a la santidad antes de nosotros, es, efectivamente, un apoyo importante para el pueblo de Dios en la tierra, sabiendo que los que ya están en el Cielo interceden por nosotros.

En la Iglesia vemos trabajar numerosos carismas, como se recuerda en la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium: “El Espíritu guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga 5,22)” (Lumen gentium, 4a). Y es normal que diferentes realidades sean asociadas con fiestas particulares y con la memoria de ciertos santos.

La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro celebra con alegría particular las siguientes fiestas:

● La fiesta de la bienaventurada Virgen María, Reina de Palestina (25 de octubre)

● La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)

● La memoria de san Pío X (21 de agosto)

● La memoria de santa Elena (18 de agosto)

Armas de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalen

Armas de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalen

La Bienaventurada Virgen Maria Reina de Palestina

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En todas las Lugartenencias de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro, la fiesta de Nuestra Señora, Reina de Palestina, es celebrada con alegría en torno al 25 de octubre, fecha exacta de la fiesta según el calendario litúrgico.

Fue el Patriarca Luigi Barlassina (1920-1947), con motivo de su entrada solemne en la Basílica Catedral del Santo Sepulcro, el 15 de julio de 1920, y de la consagración de la Diócesis a María, cuando la invocó por primera vez con el título de “Reina de Palestina”.

El vínculo particular de Nuestra Señora, Reina de Palestina, con la Orden de Caballería del Santo Sepulcro remonta al pontificado de san Juan Pablo II. En 1983, 50 años después de la institución de la fiesta, san Juan Pablo II – dirigiéndose a los Caballeros y Damas de las Lugartenencias de Italia septentrional y central – les exhorta a ser testigos de Cristo en la vida diaria y continuar la obra de la Orden en Tierra Santa bajo la protección de Nuestra Señora.

Diez años después, en 1993, el Gran Maestre de la Orden, el cardenal Giuseppe Caprio, pidió a san Juan Pablo II la elección de Nuestra Señora, Reina de Palestina, como patrona de la Orden. El Santo Padre respondió el 21 de enero de 1994 con un decreto que acordaba lo que había sido pedido.

 La memoria de Santa Elena

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Las reliquias de santa Elena están en la cripta de la iglesia Saint-Leu-Saint-Gilles en París, iglesia capitular de la Orden del Santo Sepulcro de la Lugartenencia de Francia, donde son objeto de un culto ecuménico y una peregrinación en pleno desarrollo desde el acercamiento del Patriarcado de Moscú y de la Santa Sede manifestado en Cuba por el encuentro del Patriarca Cirilo I y del Papa Francisco el pasado 12 de febrero de 2016.

La Orden celebra a una de sus patronas el 18 de agosto, santa Elena, pero los Caballeros y Damas, ¿saben dónde se encuentran las reliquias de la madre del emperador Constantino a quien se debe la conversión del imperio romano al cristianismo y la construcción de la basílica del Santo Sepulcro?

 Elena nació en una familia humilde, en Asia menor, hacia 248. Fue sirviente en un albergue. Un tribuno romano, originario de Iliria, llamado Constancio Cloro, fue seducido por las cualidades de la muchacha y se casó con ella. Acompañó a su marido en todas las etapas de su carrera militar, en Germania, Inglaterra… De su unión nació el joven Constantino.

En 293, Constancio Cloro fue nombrado César en las Galias, Gran Bretaña y España. Entonces fue obligado por la ley romana, y por la política de entonces, a repudiar a Elena para casarse con la princesa Teodora. Constantino es sustraído a su madre y educado por la corte de Nicomedia, medio paje, medio rehén, se reúne más tarde con su padre en Gran Bretaña y le ayuda en las campañas militares. A la muerte de éste en 306, sus tropas le suben al poder. En 312, habiéndose proclamado emperador de Roma su rival Majencio, tomó la ruta de la Ciudad eterna. Ganó la batalla en el puente Milvio, atribuyéndola a una visión que habría tenido con antelación: una cruz en el cielo y las palabras que decían: “con este signo, vencerás”. Constantino favoreció el auge de la fe cristiana promulgando el edicto de Milán que puso fin a las persecuciones.

En 317, Constantino nombró a Elena “Augusta”, Emperatriz madre. Decidió ir de peregrinación hacia los lugares santos. Una vez en Jerusalén hizo destruir el tempo de Venus que Adriano había mandado construir en el monte del Calvario. Al excavar se descubrieron varias cruces, una de ellas fue identificada milagrosamente como la del Salvador. La madre del emperador puso las primeras piedras de las basílicas deseadas por Constantino: la iglesia del Calvario y del Santo Sepulcro, la iglesia de la Ascensión en el monte de los olivos, la iglesia de la gruta de Belén.

Elena murió en Constantinopla, al lado de su hijo. Su cuerpo fue llevado a Roma. Constantino decidió transformar su residencia en una iglesia, la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén. Hacia 840, un monje, Theutgise, robó una parte del cuerpo y lo llevó a la abadía benedictina de Hautviller, donde fue colocada en un relicario detrás del altar mayor. Por petición del arzobispo de Reims, el Papa hizo regularizar ese traslado. Enriquecida por varias reliquias, la abadía veneró durante siglos a santa Elena.

Era principalmente durante el día aniversario de su muerte, el 18 de agosto, así como el día de la fiesta de la Santa Cruz, que se celebraba un oficio solemne seguido de una procesión, en la que con gran fervor, muchos peregrinos imploraban la intercesión de santa Elena para obtener la curación. Durante la revolución francesa, Dom Jean-Baptiste Grossard salvó las reliquias de santa Elena que fueron depositadas, en 1820, en la iglesia de Saint-Leu-Saint-Gilles de París, iglesia capitular de la Orden del Santo Sepulcro en Francia. Hoy son objeto de una veneración ecuménica, por parte de fieles católicos y cristianos ortodoxos que van muy numerosos de peregrinación para invocar a aquella que tanto amó la Tierra Santa.