La cetrería y los reyes de España
Por el Excmo. Sr. D. Antonio de Castro García de Tejada
Halconero Mayor del Reino, y del Subpriorato Español de la Orden de Malta
Siempre me ha llamado la atención, lo que yo llamo “las casualidades de la Historia”. Y siempre me he preguntado si son siempre casualidades. Muchas veces he sentido como si una mano discreta e invisible fuera cerrando y abriéndome puertas, guiándome casi imperceptiblemente.
El señorío de la Ilustre Villa antigua Casa y Solar de Tejada es el único señorío colectivo que ha llegado hasta nuestros días con el amparo de los poderes públicos. Estudiando hace años el conocido privilegio de confirmación dado por los Reyes Católicos a los señores de Tejada descubrí, no sin emoción, que entre los magnates que confirmaron tal privilegio se encontraban el conde de Fuensalida, heredero de la casa de D. Pero López de Ayala, fénix de la cetrería española, y Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías, a cuyo linaje estuvo vinculado durante siglos el oficio honorífico de cazador mayor o halconero mayor del rey, que de ambas maneras se denominaba tal distinguido oficio. Gracias a la curiosidad que me produjo esta circunstancia, conozco hoy los documentos sobre los que escribo.
LA CETRERÍA Y LA CORONA:
La realidad es que la cetrería, desde tiempo inmemorial, era ya practicada no sólo como una modalidad cinegética sino como un arte sutil y magnífico. Repleto de emociones indescriptibles que formó a los jóvenes caballeros medievales, fomentando en aquella sociedad a veces primitiva y un tanto cruel, pero también amable y sofisticada, los altos valores de la cortesía, de la medida y la gentileza, así como los de la valentía y el esfuerzo. El joven caballero, mientras practicaba la cetrería vivía alejado de las intrigas cortesanas o de la vida licenciosa; crecía robusto y sano, siempre a caballo trastejando el campo en pos del lance. Desarrollaba los sentidos, su curiosidad se acrecentaba y aprendía de la Naturaleza. Se buscaba la belleza y ¡cuántas veces, el espíritu de esos halconeros junto con sus halcones, se elevarían hacia las alturas de aquellos cielos castellanos, que una vez dominaron el mundo y, donde en un fugaz arabesco, se entrelazaron con los versos de los místicos! De esta forma digo que los halconeros estamos más cerca de Dios pues siempre nos hallas mirando al cielo. Así, la cetrería se encaramó hasta ser ejercida por papas, reyes y emperadores que se afanaron en mantener costosísimos equipos de halconeros, siendo el cargo de Halconero Mayor del Rey uno de los más distinguidos de entre los de la corte.
Una vez más, como en muchas otras materias de índole histórica en España, debe el estudioso encaminar sus pasos a Asturias, pues del vetusto solar norteño nos llegan las primeras noticias escritas sobre la práctica de la cetrería. Los obispos Severino y Ariulfo refugiados ensu territorio en el siglo IX, hablan de sus azoreras, y lo mismo hace D. Ordoño I en 897, al confirmar el testamento de Alfonso el Casto.
La noticia más antigua que se tiene de un halconero al servicio del rey se remonta al reinado de Alfonso IX de León (1188 –1230), en cuya corte vivió el primer halconero conocido en la historia de España, don Juan de la Espina, citado por Lucas de Tuy en su Chronicón Mundi. Fueron los monarcas plenomedievales los que más profusamente practicaron la cetrería, manteniendo costosos equipos de halconeros y halcones. En la misma Crónica General -como señala D. Jaime de Salazar en su obra “La Casa del Rey de Castilla y León en la Edad Media”- existen numerosos pasajes en los que se menciona la caza con aves de presa. Lo mismo que en Las Cantigas, – CCCLXVI, en la que se narra un milagro de la Virgen que se produce al haber perdido el Infante D. Manuel un halcón -. D. Fernando III el Santo, concedió a sus halconeros, en el repartimiento de Sevilla, el pueblo de Colera, llamado por ello, la Aldea de los Falcones (Ballesteros, Alfonso X, op. cit., p. 81). En las Cortes de Valladolid de 1527, se acuerda que el monarca moderase el lujo suntuario de alguno de los funcionarios de su Casa, mencionando entre ellos a sus halconeros (Ballesteros Alfonso X, op. cit., p. 963).Se sabe que D. Sancho IV llegó a tener 36 halconeros (Gaibrois, Sancho IV, op. cit., p.39).
El primer halconero mayor que se conoce de un rey de España es don Juan Jofre Tenorio, que fue al mismo tiempo Repostero mayor del rey don Pedro hasta el año 1353, (Salazar y Castro, Casa Farnese, op cit.,p,598). Entre 1420 y 1441, don Pedro Carrillo de Huete fue halconero mayor de don Juan de Castilla, con quien mantuvo una estrecha relación debido a la pasión que sentía este monarca por la cetrería (Crónica de Juan II, op, cit., 1420, cap. XXVI, p. 390 y 1433, cap. I, p. 512 y 1439, cap. XVI,p,558). Don Miguel Lucas de Iranzo fue halconero mayor de don. Enrique IV. Don Fernando el Católico también debió ser un monarca apasionado por la cetrería, pues mandó alojar siempre a sus halconeros muy cerca de la corte, como en otro momento relataré. Don Carlos I, demuestra, con la donación a los caballeros de S. Juan de Jerusalén de la isla de Malta, Gozo y la fortaleza de Trípoli -imponiendo anualmente el tributo del halcón como derecho de feudo-. También en 1535, al rey de Túnez (doce halcones y seis caballos berberiscos como testimonio de vasallaje), en cuan alta estima se tenía a los halcones y la gran carga simbólica que los adornaba. Uno de los monarcas que también demostró verdadera afición por la cetrería fue don Felipe III, primer monarca español en cazar con las rapaces, traídas de las posesiones americanas y conocidas como aletos. Don Felipe IV, mandó ordenar y recopilar muchos de los privilegios que beneficiaron a este gremio que llegó a servir con 55 caballos y más de 100 halcones. El duque de Pastrana sirvió como halconero mayor a este monarca y se manifestó como uno de los más hábiles de entre todos los que sirvieron en la Casa Real.
Don Felipe V también demostró ser aficionado a este noble arte, como demuestra el hecho de que a pesar de necesitar, por importantes cuestiones de seguridad personal, alojar a sus Reales Guardias de Corps en el mismo lugar que a los halconeros, por su proximidad a la Corte, no desalojó a estos, sino que sin cambiar su ubicación, el monarca, sensible al incremento de gastos que suponía mantener tan numeroso contingente, trasladó esta obligación pecuniaria a los pueblos manchegos de Borox y Seseña, quienes a cambio de esta contribución recibieron numerosos privilegios y exenciones.
Don Fernando VI, fue el monarca que mandó disolver el Gremio de Halconeros de la Real Caza de Volatería. Varios fueron los motivos que le impulsaron a tomar esta determinación lo que, por su importancia e interés para conocer la historia de la cetrería y de España, relataremos en posteriores artículos.