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   Interesante artículo que nos remite para su publicación en el Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, D. Fernando D.Rossi y Delgado, presidente de la Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias y que versa sobre las armas de la ciudad de Santa Isabel, de Fernando Poo, fruto de la comparación entre su publicación oficial en 1954 y el informe emitido por las académicos Herrera y Fernández de Béthencourt en 1913

ESCUDO DE LA CIUDAD DE SANTA ISABEL, DE FERNANDO POO

 

Francisco Fernández de Béthencourt es universalmente conocido por su obra Historia genealógica y heráldica de la monarquía española, Casa Real y Grandes de España, publicada entre 1897 y 1920, Nobiliario y blasón de Canarias: diccionario histórico biográfico, genealógico y heráldico de la provincia, que vio la luz entre 1878 y 1886o los Anuario o Anales de la Nobleza de España. Sin embargo, desde que ingresó en la Real Academia de Historia en 1900, demostró una actividad que sólo la enfermedad frenó y que le llevó a redactar numerosos y variados informes. La Historia en general, la genealogía, la heráldica o la nobiliaria en particular, centran su labor académica. Uno de estos informes, signado el 17 de octubre de 1913 y publicado en el Boletín de la Real Academia de Historia

[i], cobró actualidad cuarenta y un años más tarde.

Una Orden[ii] de 7 de diciembre de 1954, firmada por Carrero[iii] hizo oficial el escudo de la ciudad de Santa Isabel, de Fernando Poo, en la entonces colonia española de Guinea Ecuatorial.

Sin hacer referencia a la que era preceptiva consulta con la Real Academia de Historia, dice que a fin de dotar a la ciudad de un escudo heráldico la Presidencia de Gobierno de España “se ha servido” aprobar un escudo, que blasona sin seguir el lenguaje heráldico de la siguiente forma:

Cortado primero: en campo celeste un monte agudo al natura de sinople; segundo partido: a la diestra, en campo de azur una I ele oro sumada de una. Corona y a la siniestra, en oro, un ancla de gules sumergida en ondas de azul y plata y en el Jefe la inscripción BIAFRA en letras negras; bordura general campanada con las armas reales de Castllla y León. Castilla, sobre gules un Castillo Real de oro con tres torrecillas aclarado de azur. León, en plata león de púrpura, coronado, armado y lampasado de oro. Al timbre corona de la época de los Reyes Católicos. Al pie una cartela con fondo sinople y la divisa <<Fides>> en oro.

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Hasta aquí todo normal, un acuerdo gubernamental dotando a un territorios de armas propias en una época en la que comienza a despertarse el interés por extender la heráldica cívica más allá de los territorios que ya la venían usando. Interés particularmente patente en los antiguos territorios africanos que comienzan a llenar el Boletín Oficial del Estado con nuevas concesiones: en 1954 la ciudad de Sidi Ifni;en 1955 el Aaiun, Puerto Iradier, la ciudad de Bata, la Villa Cisneros, la población de Micomeseng, la ciudad de San Carlos y el Patronato Indígena de la Guinea española; en 1956 Villa Bens; en 1957 la población de Annobon ; en 1961 la provincia de Ifni[iv] y  la Provincia de Río Muni; en 1962 el Ayuntamiento de San Fernando y la Diputación Provincial de Fernando Poo. Es evidente el interés oficial por dotar a cada territorio de una imagen propia y distintiva que afiance los vínculos culturales con la metrópolis.

Sin embargo, al menos en lo que respecta a las armas de Santa Isabel, la historia no es tan sencilla y se remonta cuarenta y un años, concretamente al 17 de abril de 1913, fecha en la que Francisco Fernández de Béthencourt[v] y Adolfo Herrera[vi] firman un informe, a solicitud del Ministerio de Estado, en relación al futuro escudo de la ciudad.

Comienzan congratulándose por la iniciativa de los residentes en la ciudad de Santa Isabel, pero no desaprovechan la oportunidad para lamentarse del abandono y el desconocimiento que se tiene de esta materia en España. En este punto nos parece ver la mano de Francisco Fernández de Béthencourt siempre tan pendiente de los incumplimientos y tan puntilloso con el adecuado uso de las normas que son de aplicación, y no desperdicia el momento al criticar el “moderno blasón episcopal español”, tan diferente del de Francia, que, pese a ser una democracia más o menos profunda, conoce a la perfección estos asuntos.

No una, sino dos, fueron las propuestas que se sometieron al juicio, primero del Consejo de Vecinos y de la Junta de Autoridades de Santa Isabel y después al dictamen de Fernández de Béthencourt y Herrera en nombre de la Academia. La primera, presentada por el Sr. López Cantó[vii], fue rechazado por los vecinos; el segundo, del P. Albanel, aunque aceptado por éstos, tampoco obtiene el beneplácito de los Académicos que optaron por rechazar ambas por alejarse de una de las mayores características que debe de primar en la heráldica: la sencillez.

Justo, reconocen, es que se quiera resaltar la unidad de la Patria fundamentada en largos siglos de lucha, grandes esfuerzos y sacrificios y la sangre derramada en ese tiempo, pero para ello nada mejor que hacer uso del simbolismo que de forma sencilla representa la granada que figura en el la punta de las armas de España.

Los académicos se posicionan claramente contra lo que denominan “Heráldico republicana-americana” que, contradiciendo todas las reglas de la ciencia, se presenta recargada sin la necesaria sobriedad y nos recuerdan que lo que quiera decirse al blasonar debe de hacerse de la forma más concisa, lo que siempre es más elegante y elocuente.        

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Dicen los autores recoger las ideas que plantean las dos propuestas que llegan a sus manos: los valores cristianos, la unión con la Patria, la historia compartida con Portugal y la propia España del territorio, así como la representación significativamente paisajística del territorio que aspira a tener armas propias. Aunque en realidad, en nuestra opinión, a la vista de lo que veremos, el dominio de la ciencia heráldica y la claridad y naturalidad con la que tratan estas cuestiones, acabarán por proponer un blasón nuevo, por diferente a los planteados, lleno de simbología histórica.

Comienzan por reflejar el territorio al poner de plata el pico de Santa Isabel, que es la que le da nombre a la ciudad. No se olvidan de Isabel II y de la reina Santa Isabel de Hungría, patrona de la ciudad, al cargar las armas, en un segundo cuartel, con una Y, griega, de oro recortada de la corona real. Otro elemento fundamental de Santa Isabel, su puerto, lo hacen figurar representado en el tercer cuartel empleando para ello un áncora de sable sobre ondas de plata y azur y de sable en el jefe la palabra BIAFRA que recuerda el golfo en el que se encuentra.

Y la vinculación con España, de la que ya comentamos se pretendía reflejar en los bosquejos heráldicos en el primer caso haciendo figurar los colores de la bandera española o el propio escudo de la nación, en el segundo, la resuelven de la mejor manera posible, añadiendo una pieza honorable como la bordura que, componada de Castilla y León, es la más clásica forma de simbolizar a España.

Esta bordura, en la propuesta que realizan Herrera y Fernández de Béthencourt, lleva en jefe el escusón de Borbón-Anjou en recuerdo de Carlos III, durante cuyo reinado este territorio se incorpora a la Corona, constituyendo la primera de las dos diferencias entre la propuesta de los académicos de la de la Historia en 1913 y la aprobada por el gobierno de España en 1954, ya que en esta última versión las armas de Borbón-Anjou no figuran.

Rematan la propuesta académica recuperando el lema FIDES que el Sr. López Cantó sitúa en el corazón de su diseño heráldica, colocándolo en letras de oro sobre una cinta de sinople bajo el escudo.

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Escudo cortado y partido, primero, de plata el pico de Santa Isabel; el segundo de azur la Y de oro recortada de la corona real; el tercero de oro, el ancla de sable entre ondas de plata y azur y en jefe las letras BIAFRA de sable. Bordura companada de Castilla y León, en jefe el escusón de Borbón-Anjou.

Ni las ideas pseudo heráldicas ni el blasonado académico timbran las armas. Es el escudo heráldico oficial el que aparece timbrado con la corona o coronel de la época de los Reyes Católicos. Realidad ésta que se repite en prácticamente todos los escudos de los territorios africanos de España aunque en su blasonado no figure.

De 1913 a 1954, casi medio siglo y un nuevo dibujante que, como no podía ser de otra manera, no restaron corrección al blasonado realizado por los académicos Herrara y Fernández de Béthencourt.

 Islas Canarias, 29 de abril de 2016

 

[i] Boletín de la Real Academia de Historia (número 63, 1913), pp 566-570.

[ii] Boletín Oficial de Estado, nº 346, pg. 8191, del 12 de diciembre de 1954.

[iii] Este Carrero que figura como firma del Director General de Marruecos y Colonias, no es otro que el que años más tarde sería nombrado presidente del Gobierno de España, Luís Carrero Blanco.

[iv] En 1962 fue modificado.

[v] FERNÁNDEZ DE BÉTHENCOURT, Francisco, nació en Arrecife (Lanzarote – Islas Canarias) el 3 de agosto de 1850 y falleció en Madrid el 2 de abril de 1916. Tomó posesión como Académico Numerario de la Real Academia de Historia el 29 de junio de 1900. Renovador de la ciencia genealógica fue también Académico de la Real Academia Española, en la que tomó posesión el 10 de mayo de 1914.

[vi] HERRERA y CHIESANOVA, Adolfo de, nació en Cartagena en 1847 y falleció en Madrid en 1925. Historiador y numismático. Tomó posesión como Académico Numerario de la Real Academia de Historia el 29 de diciembre de 1901.

[vii] En la edición del 3 de octubre de 1912 del diario ABC el Sr. López Cantó figuraba como el Delegado del Comité de defensa agrícola de Fernando Poo, y el 19 de diciembre de 1918 el mismo periódico lo identificaba como director del periódico La Voz de Fernando Poo.