Tenemos el honor de publicar en el Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, este magnífico artículo obra del Doctor en Historia Medieval D. Carlos de la Casa Martínez, Caballero Hijodalgo de esta Casa Troncal (y quién honra a este redactor del blog con su amistad); en el que aborda la vida y obra de Santa Teresa de Jesús y su relación con Soria.

   Al pie del presente, transcribimos parte del excepcional «Currículum» del autor

    Artículo que  ha sido publicado en la Revista de Soria nº 91,  2ª época, págs.3-26.

 

TERESA DE JESÚS

Doctora de la Iglesia Universal

Fundadora del Carmen soriano

[1]

 

Carlos de la Casa[2]

Elena María de la Casa Martínez[3]

  Las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca  a ellas hablar, sino vivir sujetas,  como dice la Ley San Pablo (1 Cor 14,34)  

   Nos gustaría iniciar este texto afirmando que Santa Teresa, en este quinto centenario de su nacimiento, continua siendo un personaje que ha producido, produce y seguirá produciendo una extensa bibliografía sobre su vida y especialmente sobre su obra.

   Esta religiosa, que vino al mundo en tierras abulenses y lo abandonó en tierras salmantina, es uno de los casos más fascinantes del mundo de las letras hispanas en general y del Siglo de Oro español en especial.

  Ya lo dijo el Arzobispo de Madrid, don Casimiro Morcillo González, en el discurso que pronunció en el Templo Nacional de Santa Teresa de Jesús en Madrid, 15 de octubre de 1970, en su calidad de Presidente de la Conferencia Episcopal Española: Si difícil es hacer una síntesis  porque Santa Teresa es un mar sin orillas que no puede encerrarse en una orza, no es menos difícil disertar extenso de ella, porque los caminos de su vida van hasta el infinito y no podemos seguirla tan lejos y tan alto[4].

  Un día de San Vicente de Paúl, domingo 27 de Septiembre de 1970, un hombre de la localidad lombarda de Concesia, Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, un Papa, Pablo VI, hacía la solemne proclamación de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa de Jesús, como Doctora de la Iglesia Universal.

    La Iglesia Católica había dado un “paso de gigante”, un acontecimiento impensable unos años antes. Una mujer había accedido al Doctorado de la Iglesia, había finalizado, gracias al Concilio Vaticano II, gracias pensamos nosotros a Juan XXIII, el olvido de Roma hacia las santas mujeres.

   La institución eclesiástica se venía absteniendo de otorgar el doctorado a ninguna mujer, ni siquiera a la Santa abulense que tenía más que reconocido su prestigio como una gran mística. Prueba de ello es que en 1923 se había intentado su nombramiento, bajo el papado de Pío XI, con el clásico resultado: Obstat sexus[5].

Entrada de Pablo VI en la Basílica de San Pedro el día de la proclamación de Santa Teresa como Doctora de la Iglesia Universal. Foto. Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús Entrada de Pablo VI en la Basílica de San Pedro el día de la proclamación de Santa Teresa como Doctora de la Iglesia Universal. Foto. Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús

   La realidad no era entendible, pues nunca han existido ni principios dogmáticos, ni disposiciones del derecho eclesiástico que lo prohibiesen.

  La verdad, como ha dicho fray Simeón de la Sagrada Familia, es que una mentalidad fue cristalizando a lo largo de los siglos con una rigidez exagerada[6], y absurda diríamos nosotros, en la interpretación de las palabras de San Pablo.

  La  llegada al papado del Cardenal Ángelo Giuseppe Roncalli supuso un giro radical en las formas y en las actuaciones de la Iglesia. Una apertura de ventanas, se ha llegado a decir desde el seno de la propia Iglesia, dando lugar a la caída de viejos perjuicios e iniciando una etapa ascendente y progresista que buscaba fundamentalmente salir del ostracismo eclesiástico que se venía padeciendo, y cuyo mayor ejemplo era el olvido permanente de la mujer, aunque fuesen figuras de relieve en el mundo literario ya español, ya italiano, caso de Santa Teresa de Jesús o de Santa Catalina de Siena. Personajes que estaban a la altura de un Dante o un Petrarca, como ha afirmado el Cardenal Lehmann[7].

 

¿Qué es un Doctor de la Iglesia?

   El título de Doctor de la Iglesia es otorgado oficialmente por el Papa a ciertos santos, con el fin de reconocerles su excelente erudición como maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos[8].

     Son santos teólogos sobresalientes cuyo aporte se reconoce cualitativamente decisivo para el desarrollo en la comprensión de la fe o la moral de la Iglesia, por acción de un don particular del Espíritu Santo.

        Recordemos a este efecto las palabras de Juan Pablo II: (…) Cuando el magisterio proclama a alguien Doctor de la Iglesia, desea señalar a todos los fieles (…) que la doctrina profesada y proclamada por una persona puede servir de punto de referencia, no sólo porque es acorde con la verdad revelada, sino también porque aporta nueva luz sobre los misterios de la fe, una comprensión más profunda del Misterio de Cristo[9].

      En la actualidad han alcanzado esta nominación algo más de una treintena de personas, predominando las procedentes del occidente sobre las de oriente y evidentemente los hombres sobre las mujeres.

      No vamos a relacionar aquí a cada uno de ellos, no es nuestro objetivo, pero sí debemos al menos reseñar a los que estimamos más significativos. Tenemos a auténticos genios que han marcado de forma indeleble y radical la comprensión de la fe, como San Agustín o Santo Tomás; teólogos de una erudición y profundidad exquisita como San Roberto Belarmino o maestros de la mística y la vida espiritual como San Juan de la Cruz y San Juan de Ávila.

     Arranca esta categoría eclesiástica desde la centuria octava, con un reconocimiento casi espontáneo debido al sensum fidelium con cuatro doctores de la iglesia latina: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio Magno, a los que no tardando mucho se unieron, procedentes de la iglesia oriental: San Juan Crisóstomo, San Basilio Magno y San Gregorio de Nacianzo. Lista que sería aumentada con los nombramientos otorgados por los Santos Padres Bonifacio VIII y Pío V.

    Tras el Concilio de Trento la lista se ampliaría de forma ostensible, desde Santo Tomás de Aquino, en 1556, hasta San Lorenzo de Brindisi en 1959[10].

    Hasta ese momento eran exclusivamente hombres importantes de la Iglesia Católica y grandes hombres de la humanidad los que habían alcanzado tan significativo reconocimiento.

     Sin embargo, siguiendo literalmente las palabras de San Pablo, citadas como preámbulo en este texto, las mujeres continuaban vetadas con el alegato ya manifestado por Antonio Royo.

     No vamos a plantearnos la interpretación, realizada por diferentes miembros del papado, del precitado texto de San Pablo. Pero sí, nos gustaría recoger los comentarios al respecto de un gran teólogo, Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI: Debemos a San Pablo una documentación más amplia sobre la dignidad y el papel eclesial de la mujer. El Apóstol toma como punto de partida el principio fundamental según el cual para los bautizados «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer». El motivo es que todos somos un Cristo Jesús (Ga. 3,28). Es decir, todos tenemos la misma dignidad de fondo, aunque cada uno con funciones específicas (cfr. 1 Co. 12, 27-30). El Apóstol admite como algo normal que en la comunidad cristiana la mujer pueda «profetizar» (1 Co 11,5), es decir, hablar abiertamente bajo el influjo del Espíritu, a condición de que sea para la edificación de la comunidad y de modo digno. Por lo tanto hay que relativizar la sucesiva y conocida exhortación: «Las mujeres cállense en las asambleas» (1 Co.14, 34)[11].

       Pero la realidad nos dice que la mujer no entraría a formar parte de este grado eclesiástico hasta el 27 de septiembre de 1970, bajo el papado de Pablo VI, y esta no podía ser otra que la Santa abulense.

     Es más, para evitar que esta situación se pudiese volver a dar con las mujeres o los simples bautizados San Juan Pablo II al conceder el título a Santa Teresa de Liseux, y partiendo de fundamentos eclesiológicos y pneumatológicos especifica: El Concilio nos recordó que, con la asistencia del Espíritu Santo, crece continuamente en la Iglesia la comprensión “depositum fidei” y a ese proceso de crecimiento no sólo contribuyen el estudio rico de contemplación a que están llamados los teólogos y el magisterio de los pastores, dotados del “carisma cierto de la verdad”, sino también el “profundo conocimiento de las cosas espirituales que se concede por vía de la expiración, con riqueza y diversidad de dones, a quienes se dejan guiar con docilidad por el Espíritu Santo de Dios” (Cf. Dei Verbum 8). La Lumen Gentium, por su parte, enseña que en los santos “nos habla Dios mismo”. Por esta razón, con el fin de profundizar en los divinos misterios, que son siempre más grandes que nuestros pensamientos, se atribuye un valor especial a la experiencia espiritual y de los santos, y no es casualidad que la Iglesia escoja únicamente entre ellos a las personas a quienes quiere otorgar el título de doctor[12].

  

Requisitos para la declaración de Doctor de la Iglesia

    Sería el canonista Próspero Lambertini, Benedicto XIV, quien en 1738 estableciera los requisitos para ser declarados Doctores de la Iglesia Universal[13].

    El ya mencionado Concilio Vaticano II, ratificaría, mediante la constitución Apostólica Pastor Bonus, la citada doctrina. Es más, al establecer la competencia de la congregación para las Causas de los Santos, disponía: Además, corresponde a la congregación examinar la concesión del título de Doctor a los Santos, después de haber obtenido el parecer de la congregación de la doctrina de la Fe, por lo que se refiere a la doctrina eminente[14].

     De ahí que la santidad notoria constituya un requisito previo, y la declaración del Papa o del Concilio Ecuménico sea un acto formal de reconocimiento. Por ello, la doctrina eminente es la cualidad específica y determinante para la concesión del título de Doctor o Doctora de la Iglesia Universal[15].

   Es más, el decreto Gloriosus de Bonifacio VIII: Errorum tenebrae fuerint profugatae, obscura fuerint dilucidata, dubia declarata, Scripturarumve aenigmata, reserata, ya fue recogido, en lo referente a los requisitos para estos nombramientos, por el citado Lambertini[16]

    Es evidente que podemos afirmar que se trata de principios de índole doctrinal, siempre al servicio de la verdad de la Revelación: es decir, si la doctrina propuesta disipa las tinieblas del error, dilucida las cosas oscuras, aclara las dudas y hace accesibles los misterios de las Escrituras[17].

    Los criterios fueron ampliados con motivo de la nominación de San Alfonso María de Ligorio, en la segunda mitad del siglo XIX, y el objetivo era incluir el reconocimiento del influjo de una doctrina in bonum Ecclesia, no solamente en el ámbito de las verdades reveladas y de la teología, sino también en el campo específico de la moral cristiana.

      Pablo VI, en la proclamación tanto de Santa Teresa de Jesús, como posteriormente en la de Santa Catalina de Siena, fundamentó tal decisión en la doctrina del Concilio Vaticano II, sobre los carismas en la Iglesia y el valor de los testimonios de los místicos en la profundización del depósito de la revelación.

      Posteriormente, al tratar el nombramiento de Santa Teresa del Niño Jesús, se vio la necesidad de mantener los principios tradicionales y hacerlos compatibles con el ya citado Concilio Vaticano II.

       Como muy bien ha dicho la cisterciense Forastieri: La doctrina eminente puede pertenecer tanto al ámbito de la teología como de la vida espiritual[18].

             En definitiva, y siguiendo la intervención de San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Divini Amoris Scientia de 19 de octubre de 1997[19], se pueden establecer los criterios en relación a cuatro ejes: contenido, fuentes, universalidad y actualidad de la doctrina:

 Contenido:

 –       Calidad o cantidad de los escritos.

–       Altura y profundidad de la doctrina.

–       Madurez de la síntesis sapiencial obtenida.

–    Coherencia entre las verdades de la fe y la experiencia de la vida.

–       Influjo positivo efectivo ejercido sobre el pueblo de Dios.

 Fuentes:

 –       La inspiración en la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, ubicándose siempre a continuación de ellos.

–       Constitución de un progreso en la comprensión o una incisiva profundización sapiencial de las verdades reveladas, fruto de la acción del Espíritu Santo.

–       Presentación de una visión original e inédita de los misterios de la fe, adaptada a la realidad contemporánea del santo y de vigencia permanente.

 Universalidad:

 –       Amplia difusión del mensaje doctrinal.

–      Influjo benéfico particular en el Pueblo de Dios, confirmado posiblemente por el uso que de ella hubiera hecho el Magisterio, y por la particular atención que le hubiera prestado la teología católica, en el estudio e ilustración de los misterios de la fe.

–    El citado influjo debe tener carácter de universalidad, de tal modo que afecte a toda la Iglesia y no sólo a una parte o a un grupo de personas.

–       Aceptación positiva por parte la Iglesia.

 Actualidad

 El mensaje doctrinal del candidato debe ser:

 –       Seguro y duradero.

–     Capaz de contribuir a confirmar o profundizar el depósito de la fe.

–       Apto para iluminar nuevas perspectivas de doctrina y de vida.

–     Con una incidencia y una actualidad particulares para la Iglesia y para el Mundo.

 

Doctoras de la Iglesia

     Se ha puesto de manifiesto, y así lo entendió en su momento (1970) la sociedad, que la concesión del doctorado eclesial a dos mujeres era un hecho de relieve lo suficientemente importante como para interesar tanto a la fe como a la inteligencia cristiana.

Santa Teresa de Jesús, de Gregorio Fernández. Museo Nacional de Escultura.  Foto: C. de la Casa Santa Teresa de Jesús, de Gregorio Fernández. Museo Nacional de Escultura. Foto: C. de la Casa

    Prácticamente dos mil años de historia de la Iglesia y está sólo había recibido en su seno como Doctores de la Iglesia Universal a miembros varones. En 1970, año del reconocimiento a Santa Teresa de Ávila, ya habían alcanzado este estadio treinta hombres.

     Pero como ya hemos dicho, el Concilio Vaticano II, y su propulsor San Juan XXIII, abrió las ventanas de la Iglesia y las puertas del doctorado a las mujeres y el 27 de septiembre de 1970 “La Santa” obtendría el más que merecido grado de doctor.

    El cuatro de octubre del mismo año sería la italiana Santa Catalina de Siena[20] quien obtendría esa distinción.

    Siete años después, la francesa Santa Teresa de Lisieux se uniría a ellas de la mano de Juan Pablo II y más recientemente Santa Hildegarda de Bingen en 2012 y con esta última finaliza el grupo de damas Doctoras de la Iglesia Universal.

     Una serie de fenómenos paralelos y complementarios de la conciencia eclesial había hecho posible este acontecer, la propia Iglesia lo entendió como un gesto sintético: progreso exegético, teológico, espiritual; en definitiva un cambio de mentalidad y cultura[21].

   Con estos reconocimientos y especialmente con el primero, o quizás deberíamos decir con los dos primeros, se había dado, la Iglesia había dado, un paso de gigante.

    Desde aquel lejano año de 1925, cuando el papa Bonifacio VIII reconoció y otorgó los cuatros nombramientos, hasta 1970 sólo los varones eran considerados con méritos y la verdad es que existía una representación de santa mujeres que no sólo por el esplendor de sus virtudes heroicas y el brillo de sus gracias místicas, sino también, como afirma Fray Simeón de la Sagrada Familia[22], por las riquezas de sus enseñanzas y el valor inmarcesibles de sus escritos que han honrado las letras cristianas, merecieron el reconocimiento.

      Cuatro mujeres fuertes que, cada una en su momento y en su espacio, demostraron su gran valentía al enfrentarse, alguien ha dicho al relacionarse, con príncipes ya seculares ya de la Iglesia. Cuatro religiosas cuyos escritos y relaciones con los clérigos y príncipes fueron tan convincentes que lograron, incluso en diferentes ocasiones, hacerles cambiar de opinión y nunca dudaron de utilizar palabras fuertes para ello.

    ¿No ha habido más mujeres con méritos para ser proclamadas Doctoras de la Iglesia Universal? Evidentemente sí. Pero la realidad ahí está.

     Hoy existe lo que podríamos denominar una causa abierta, nos referimos a la petición para que se reconozca con el mencionado privilegio a Santa Gertrudis de Hefta.

     Para ello están trabajando una serie de hombres y mujeres, especialmente miembros de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, con el abad General Dom Mauro-Giuseppe Lepori a la cabeza e íntimamente unido a él personajes como Dom Olivier Quenardel, Abad de Cîteaux y nuestro querido monje de Oseira, Damián Yáñez Neira.

    Pero dejemos a Santa Gertrudis para un futuro y centrémonos en las tres religiosas que siguieron a Santa Teresa en la llegada al doctorado.

    Santa Catalina, natural de Siena, fue una mujer asombrosa del siglo XIV, a decir de sus biógrafos fue una dama iletrada que tuvo que acudir a secretarios y amanuenses para redactar sus obras. Tomó el hábito de la Tercera Orden de Penitencia de Santo Domingo. Su experiencia y especialmente, su contacto con Dios fueron claves para que comenzase a cartearse con primeras figuras de la Iglesia y de la vida civil. A ella se le atribuye el que Gregorio XI abandonara Aviñón y regresase a la residencia de Roma, siendo pieza clave desde entonces en el acontecer, incluido el famoso cisma, del siguiente papado.

      Desde un punto de vista histórico sus cartas fueron y son esenciales; pero doctrinalmente su obra es Diálogo. No vamos a profundizar en ella, lo importante es introducirse en esta obra y conocer a la religiosa de Siena. Santa que fue ante todo mujer de Iglesia y así lo hizo patente con un desbordante amor hacia ella. Poseía una personalidad humana y sobrenatural que ha recogido perfectamente Ángel Morta[23] y que tan bien ha esquematizado Antonio Royo[24].

     Y ¿qué decir de la francesa nacida en Alençon? Teresa de Lisieux, Santa Teresita del Niño Jesús, quien apenas tuvo vida terrenal, falleció a los 24 años.

    Esta joven carmelita siguió un perfecto camino de fe, sembrado de duras pruebas, en la gran oscuridad de la pura fe, en el amor a Dios. Llegando a ser un ejemplo del auténtico “pequeño camino” de perfección, como ha escrito el alemán Lehmann[25].

   La benedictina Santa Hildegarda de Bingen sería proclamada por el Papa  Benedicto XVI, nació a fines del siglo XI, 1098, en la localidad de Bremersheim. Desde su más tierna infancia fue consagrada al servicio de Dios. Creció en un eremo[26] y posteriormente vivió en un pequeño convento de clausura en Disibodenberg, emitiendo votos perpetuos a los dieciséis años. Fundaría dos monasterios en Rupertsberg,  ¿1150? y en Eibingen, ¿1165?

    Recorrió los territorios de Renania y el sudoeste de la actual Alemania, visitando monasterios y conventos, predicando contra la decadencia, especialmente del clero. Fue una luchadora nata contra la herejía de los cátaros.

    Su sabiduría y su capacidad expresiva hacen de ella, a decir de sus biógrafos, un auténtico enigma. Sus 309 cartas son el testimonio de una abundante correspondencia con los grandes de una época de sumo interés. Es igualmente autora de un estudio  fundamental sobre la ética, de una gran obra sobre el mundo, e incluso elaboró una cosmología con una importante orientación espiritual, donde se puede apreciar una doctrina sobre el hombre y su salvación. Scivias, 1141-1151, Liber vitae meritorium, 1158-1163 y Liber divinorum operum, 1165-1174, relatan sus visiones y el encargo recibido del Señor de transcribirlas.

    Sabiduría y espiritualidad difícilmente explicables y que se pueden seguir de la mano de Pernoud,[27] Lorenzo [28] o de Cirlot[29].

  

Santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia Universal

     El domingo día 27 de septiembre de 1970 su Santidad el Papa, Pablo VI, pronunció una magnífica homilía en el acto de proclamación de Santa Teresa como Doctora de la Iglesia Universal[30].

    Inició el Santo Pontífice sus palabras de la siguiente forma: Acabamos de conferir o, mejor dicho, acabamos de reconocer a Santa Teresa el título de doctora de la Iglesia.

      El solo hecho de mencionar, en este lugar y en esta circunstancia el nombre de esta santa tan singular y tan grande, suscita en nuestro espíritu un cúmulo de pensamientos.

   Pero ¿quién era esta mujer?; numerosos investigadores han procedido a biografiar a esta religiosa abulense. Nosotros, para establecer una breve referencia, dadas las características de este texto, vamos a seguir literalmente al historiador carmelita descalzo fray Pedro Ortega[31].

      Nació, Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, en Ávila, el 28 de marzo[32] de 1515. Desde su más tierna infancia manifestó su afición a la lectura y especialmente a las vidas de santos; fruto de ella fue su huida, junto a su hermano Rodrigo, hacia tierras de moros para ser martirizados por Dios.

Vista de Ávila desde los Cuatro Postes. Foto: C. de la Casa Vista de Ávila desde los Cuatro Postes. Foto: C. de la Casa

    Pronto quedaría al cuidado de su padre, tras el fallecimiento de su madre, y ya con catorce años se aficiona a otro tipo de literatura[33], ella misma dice: Por aquel entonces me aficioné a leer novelas de caballería.

    Es más que probable que esas nuevas lecturas frenasen, aunque sólo momentáneamente, su fervor. A los quince años ingresó, con el fin de formarse, en el convento de las Agustinas, en su ciudad natal. Pero una enfermedad la hizo regresar a casa. Esta nueva circunstancia la llevó a reflexionar sobre su vida y decidir ingresar en el convento de la Encarnación, en donde pronto emitió sus votos de castidad, pobreza y obediencia.

         No debemos de olvidar que el citado monasterio de la Encarnación, fue el espacio en el que transcurrió la mayor parte de su vida la madre Teresa. Unos treinta años en su primera etapa (1535-1562) y posteriormente, en el retorno como priora, ya en otras circunstancias (1571-1574)[34].

        De nuevo en su casa, por enfermedad, fue una mujer de salud endeble, lee el Tercer abecedario espiritual del franciscano Osuna y las Confesiones de San Agustín. De ahí a su intensa vida interior sólo hubo un paso.

     Su obra se puede sintetizar en tres campos: Fundación de la nueva Orden de las Carmelitas Descalzas, escritos de carácter espiritual junto a varios miles de cartas y fundación de monasterios y conventos.

          Pero, volvamos a su proclamación como Doctora de la Iglesia. Pablo VI, en su etapa de seminarista, entró en contacto con el pensamiento teresiano a través de la obra de nuestra mística universal. Curiosamente, fue elegido Papa durante la celebración del IV Centenario de la Reforma Teresiana del Carmelo (1962-1963).

          En 1965, en una audiencia privada con el carmelo vallisoletano, fue obsequiado con el manuscrito de Santa Teresa Camino de Perfección y dicen que exclamó: ¡Oh, el padre Nuestro de Santa Teresa! Ese mismo año la declaró Patrona de los Escritores Españoles en prosa.

     En 1967, el día 15 de octubre, al concluir la concelebración en San Pedro con motivo de la clausura del III Congreso del Apostolado Seglar, el Pontífice intervino como era habitual en varios idiomas y al utilizar el español manifestó su intención de declarar a Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia junto a Catalina de Siena: El compromiso de apostolado en medio mundo no destruye estos presupuestos fundamentales de toda espiritualidad, sino los supone, incluso los exige. ¿Quién estuvo más «comprometido» que la gran Santa Teresa, festejada cada año en este día 15 de octubre? ¿Y quién, más que ella, supo encontrar su fuerza y la fecundidad para su acción en la plegaria y en una unión con Dios de todos los instantes? Nós nos proponemos reconocerle a ella un día, igual que a Santa Catalina de Siena, el título de doctora de la iglesia[35].

        En diciembre de ese mismo año, en la Sagrada Congregación de Ritos, se analizó la posibilidad y oportunidad de reconocer y otorgar el título y los honores de Doctoras de la Iglesia a algunas santas mujeres. En esta ponencia existen bastantes y extensas alusiones a nuestra Teresa de Ávila.

       La respuesta, afirmativa y unánime de los miembros de la Comisión a la duda propuesta, fue ratificada por el Santo Padre el 21 de marzo de 1968.

    El 12 de septiembre el Prepósito General de los Carmelitas Descalzos, P. Miguel Ángel de San José, elevaba a Su Santidad la petición de la Orden en favor de la pronta proclamación de Santa Teresa como Doctora de la Iglesia. Petición que fue trasladada para su estudio e informe correspondiente a la Sagrada Congregación de Ritos.

   Con la documentación preparada, la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, nueva denominación, el 15 de julio de 1969, la sometió a discusión[36]. El Ponente de la Causa fue el Cardenal Arcadio Larraona[37], quien intervino docta, amplia y brillantemente. El resultado fue positivo por aclamación y se elevó a su Santidad, quien la aprobaría el 21 de julio de 1969.

      Habían sido diferentes Sumos Pontífices los que venían reconociendo la sabiduría de las cosas divinas y el buen magisterio, magisterio espiritual, que ejercían los escritos de esta sencilla monja castellana.

            Gregorio XV, en la Bula de Canonización el 22  de marzo de 1622 decía: Aparte de todas las misericordias de la divina largueza, con que el soberano Esposo quiso adornar a su amada, como de preciosísimas joyas, la enriqueció también abundantemente con otras muchas gracias, iluminando su entendimiento, para que no sólo dejase en la Iglesia de Dios ejemplos de buenas obras que imitar, sino también escribiese libros de mística religiosa, llenos de piedad de los cuales sacan los fieles abundantísimos frutos[38].

       Pío IX dijo: juzgaba muy oportuna y de gran utilidad la difusión y asidua lectura de los libros de esta gran mujer. León XIII afirmaba: que sus escritos poseían una fuerza más divina que humana. Pío X, llegó a denominarla: maestra preclara. Pío XI: maestra eximia de la contemplación. Pío XII: maestra singular de santidad y ascesis cristiana y Juan XXIII: resplandeciente lumbrera de la Iglesia[39].

       Es más, existen infinidad de elogios tributados a los libros de la madre Teresa, por su profundidad de pensamiento y por la excelencia y sublimidad de su doctrina.

     Así vemos como fray Sebastián de la Parra, en el proceso remisorial “in specie” hecho en Salamanca en 1610, respondió al artículo 46: Que tiene la doctrina de los libros que se refieren en esta pregunta por doctrina eminente, no adquirida ni enseñada por industria humana, sino dada por especial gracia y privilegio con luz particular, por exceder no sólo la capacidad de una mujer, sino de varones muy doctos y o ventajados también en virtud, espíritu y religión; y por contener cosas que, si la experiencia del haber pasado por ella no se las enseñara, no cayeran en imaginación humana. Lo cual sabe este testigo por haberlos leído y pasado los dichos libros… muchas veces[40].

        Es más, hay reconocimientos de literatos a su obra y así vemos como Lope de Vega, en 1614, en el certamen poético celebrado con motivo de la beatificación de la Santa y reconociendo los méritos de la misma, concluye una oración poética con los siguientes versos:

 Pues destas y otras partes por testigos

Traje a Josefo, Origenes, Eusebio,

Cesariense y Filón, que Vos Señora

De toda la Escritura sois Doctora[41].

     E incluso Bernardino de Almanza cantó en un bello epigrama el doctorado de Santa Teresa y finaliza con el siguiente dístico:

 Fons Deus est, tu infusa Deo, quae praemia fonti?

Hanc doctoratus candida fila tegant[42].

      Fray Eulogio de San José, docto carmelita descalzo, a finales de la centuria del XIX solicitaba al papado que Santa Teresa fuese incluida entre los doctores de la Iglesia Universal: Sólo resta que también ilumine Dios Nuestro Señor a algún Pontífice y le inspire que declare cuanto antes a esta Santa gloriosa Doctora Mística de la Iglesia[43].

      Azorín la consideró incluso superior a Descartes[44].

      En la homilía del llamado Papa intelectual, parte en italiano y parte en español[45],  no faltó la referencia al carisma de la doctrina teresiana que brilló por su verdad y fidelidad a la fe católica y la utilidad para la formación de las almas. Y por supuesto, no podía ser de otra forma, su sabiduría. Esa sabiduría, quizás el aspecto más atrayente y al mismo tiempo más misterioso, dijo el Santo Padre a la vez que se centró en el influjo de la inspiración divina en esta prodigiosa y mística escritora.

      No olvidemos que junto a los hechos excepcionales de su vida y de sus egregias virtudes, destacó, en palabras del Secretario de Estado del Vaticano, Pablo Puente, también por el destello de su sabiduría cristiana[46].

     De todos es sabido su inteligencia y su formación cultural y espiritual, su permanente contacto con la lectura y con los grandes maestros de la teología y la espiritualidad.

     Pero se preguntaba Pablo VI ¿era ésta la única fuente de su <eminente doctrina>? ¿O acaso no se encuentran en Santa Teresa hechos, actos y estados en los que fenómenos pasivos y sufridos, místicos en el verdadero sentido de la palabra, de tal forma que deban ser atribuidos a una acción extraordinaria del Espíritu Santo?

Monseñor Pablo Puente, de la Secretaría de Estado, durante la lectura de las Letras Apostólicos sobre el doctorado Teresiano. Foto. Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús

Monseñor Pablo Puente, de la Secretaría de Estado, durante la lectura de las Letras Apostólicos sobre el doctorado Teresiano. Foto. Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús

     Seguro que el Santo padre tendría en su mente aquella afirmación de Santo Tomás de Aquino: Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est[47].

     Recordemos el énfasis que puso a la hora de remarcar el don de la doctrina teresiana: La doctrina de Teresa de Ávila brilla por los carismas de la verdad, de la fidelidad a la fe católica, de la utilidad para la formación de las almas. Y podríamos resaltar de modo particular otro carisma, el de la sabiduría, que nos hace pensar en el aspecto más atrayente y al mismo tiempo más misterioso del doctorado de Santa Teresa, o sea, en el influjo de la inspiración divina en esta prodigiosa y mística escritora[48].

Éxtasis de Santa Teresa de  Gian Lorenzo Bernini Madrid, Real Biblioteca, Patrimonio Nacional Tomada del libro: Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad Éxtasis de Santa Teresa de Gian Lorenzo Bernini Madrid, Real Biblioteca, Patrimonio Nacional Tomada del libro: Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad

    Era tal el reconocimiento internacional de la carmelita española que dice el Santo Padre en su intervención: Pero no esperéis que, en este momento, os hablemos de la persona y de la obra de Teresa de Jesús. Sería suficiente la doble bibliografía recogida en el volumen, preparado con tanto esmero por nuestra Sagrada Congregación de las Causas de los Santos, para desanimar a quienes pretendiesen condensar en breves palabras la semblanza histórica y biográfica de esta Santa que parece desbordar las líneas descriptivas en las que uno quisiera encerrarla[49].

  La consagración de la vida de Teresa a la contemplación y su compromiso en la acción, no faltó en la homilía y es más, se hizo con una delicadeza digna de un hombre con un cerebro como el de Pablo VI, baste para comprobar esta afirmación el siguiente párrafo: Al llegar aquí, las preguntas se multiplican. La originalidad de la acción mística es uno de los fenómenos psicológicos más delicados y más complejos, en los que pueden influir muchos factores, y obligan a los estudiosos a tomar las más severas cautelas[50].

     Y todos esos secretos, continúa la homilía, están o mejor dicho son los secretos de la oración, de ahí que fuese considerada como “Maestra de oración”. Nadie puede negar que la Santa abulense es reconocida como madre y maestra de las personas espirituales.

      Pablo VI quiso aprovechar, aquel lejano domingo del año setenta del pasado siglo, para justificar, en algún modo, las palabras de San Pablo y para ello utilizó el Mensaje a las mujeres del Concilio Vaticano II.

    Pues reconociendo que el doctorado no es un título que comporte funciones jerárquicas de magisterio, asume que la mujer al incorporarse a la Iglesia por el bautismo, participa de ese sacerdocio común de los fieles. Y en este caso más, pues las palabras y los escritos han sido luz y guía para todos los hermanos.

   El Papa tampoco obvió en sus palabras el temple reformador de la santa española, haciéndose eco de su temple frente a los sinsabores e incomprensiones de toda índole.

    La lectura de la magnífica homilía marca, a nuestro entender, dentro de la labor de Santa Teresa tres aspectos que, aunque someramente, nos gustaría reseñar: reformadora, fundadora y escritora.

 

 Su obra

    Para hablar de Santa Teresa, como fundadora del Carmelo Teresiano, seguiremos al ya mencionado historiador carmelita fray Pedro Ortega[51].

    Es evidente que desde lo acontecido en 1554 la religiosa fue asumiendo una vida en la que lo espiritual y lo místico fueron alcanzado grados superlativos y que tiene un hito importante el 29 de junio de 1560: Estando un día del glorioso S. Pedro en oración, vi junto a mí a Cristo, o lo sentí, por mejor decir -que no vi nada con los ojos del cuerpo ni del alma-… Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión, dióme gran temor al principio y no hacía sino llorar, aunque en diciéndome unas palabras, me quedaba quieta y con regalo y sin ningún temor[52].

     Locuciones, visiones, transverberaciones llevaban a nuestra protagonista a un estado de necesidad, diríamos nosotros. De necesidad, de dar un paso importante y para ese avance decisivo fue clave su relación con fray Pedro de Alcántara.

      Las continuas conversaciones con sus hermanas de orden y el apoyo económico de algunas damas muy vinculadas a Teresa y a su forma de vivir la religión, caso de Guiomar de Ulloa o María de Ocampo, fueron un impulso importante para ese significativo lance.

      Paso que ha quedado demostrado que surgió de la personal e íntima vivencia espiritual y carismática de la monja abulense y no como un intento de reforma de la Orden del Carmen[53].

     La intención de Teresa de Jesús era crear en el «Carmelo Descalzo» conventos en los que las almas, mediante la oración mental, pudieran beber libremente del torrente de Dios que emanaban de las propias religiosas, según afirma el académico García de la Concha[54].

        El camino estaba iniciado, pero las circunstancias no eran propicias en la Encarnación y además empezaron a surgir nuevos problemas. La sociedad abulense, al tener noticias, se opuso al proyecto al igual que las religiosas de su convento.

    Pero el entorno más cercano a la Santa, doña Guiomar, el P. Ibáñez, fray Pedro de Alcántara, etc., continuaron trabajando en el proyecto y Roma llegó a conceder primero un Breve, que no fue útil dado su aspecto excesivamente genérico. De ahí que se solicitase un segundo. Esperando este nuevo documento papal, la familia de la religiosa, su hermana Juana y el esposo de esta, Juan de Ovalle, adquirieron una casa en donde ubicar el nuevo convento.

      El 7 de febrero de 1562 se obtuvo un rescripto apostólico de Pío IV para la fundación del primer convento. El obispo don Álvaro de Mendoza, por influencia de fray Pedro de Alcántara, puso bajo su obediencia la nueva fundación. Y así, en  San José en Ávila, el 24 de agosto, la propia Teresa dio el hábito a cuatro novicias que empezaron a vivir una nueva vida.

      A partir de ese momento se iniciaron las fundaciones tanto de monjas como de frailes, éstas últimas de la mano de San Juan de la Cruz.

     Para este desarrollo fue clave la reunión que mantuvo la Santa con el general de los carmelitas, Rubeo, en 1567[55].

  Teresa, bajo un carisma basado en: una fuerte dimensión contemplativa, una vida en obsequio a Cristo y una clara dimensión mariana y sin una blanca, según sus propias palabras, y fiada únicamente en la prudencia de Dios, fundó diecisiete conventos de religiosas carmelitas descalzas[56].

     El ya mencionado de San José de Ávila[57], 24 de agosto de 1562; Medina del Campo, 15 de agosto de 1567; Malagón (Ciudad Real), 11 de abril de 1568; Valladolid, 15 de agosto de 1568; Toledo, 14 de mayo de 1569; Pastrana, 23 de junio de 1569; Salamanca, 1 de noviembre 1570; Alba de Tormes, 25 de enero de 1571; Segovia; 19 de marzo de 1574, Beas de Segura (Jaén), 24 de febrero de 1575; Sevilla, 25 de mayo de 1575; Caravaca de la Cruz (Murcia), 1 de enero 1576; Villanueva de la Jara (Cuenca), 25 de febrero de 1580; Palencia, 29 de diciembre de 1580; Soria, 3 de junio de 1581; Granada, 20 de enero de 1582[58] y Burgos, 19 de abril de 1582.

Exterior del monasterio de San José de Ávila. Dibujo de Hye Hoys (1866-1867) Exterior del monasterio de San José de Ávila. Dibujo de Hye Hoys (1866-1867)

        En vida de ella se fundaron los siguientes conventos de frailes carmelitas descalzo: el primero sería el ya mencionado de Duruelo, 1568, por San Juan de la Cruz y el Padre Antonio de Jesús, no sin ciertas dificultades, este se trasladaría posteriormente a la cercana localidad de Mancera, 1570; a este seguirían Pastrana, 1569; Alcalá de Henares, 1570; Altomira, 1571; la Roda, 1572; San Juan del Puerto, 1572; Granada, 1573; La Peñuela, 1573; Los Remedios-Sevilla, 1574; Almodóvar del Campo; 1575; El Calvario, 1576; Baeza, 1579, Valladolid, 1581; Salamanca, 1581 y Lisboa en 1582[59].

      Otras muchas ciudades se ofrecieron para ser sede de conventos, ya femeninos, ya masculinos, pero diferentes circunstancias, a las que no fueron ajenas las económicas, desaconsejaron, momentáneamente, su fundación[60].

      Tras la fundación del convento de Burgos, Teresa de Jesús se dirigió hacia la localidad salmantina de Alba de Tormes, en donde entraría enferma y fallecería el 4 de octubre de 1582.

       Soria, es el fin del mundo[61] a decir de la Santa, fue su  antepenúltima fundación a la que no fue ajena Beatriz de Beaumont[62]. Este convento aún se mantiene hoy con comunidad de religiosas y religiosos[63]. Queda perfectamente reflejada  en la obra de García Abad e Higes[64] y más recientemente en la del historiador y carmelita descalzo P. Fray Pedro Ortega[65].

Mapa de España con las fundaciones realizadas por Santa Teresa de Jesús entre los años 1562-1582. Tomado del libro El Carmen de Soria de fray Pedro Ortega OCD Mapa de España con las fundaciones realizadas por Santa Teresa de Jesús entre los años 1562-1582. Tomado del libro El Carmen de Soria de fray Pedro Ortega OCD

        El monasterio soriano se fundó bajo el nombre de la Santísima Trinidad y lo hizo la madre Teresa en unos momentos en que poseía una madurez manifiesta, y no por su edad, 66 años, sino más bien por una humanidad y una espiritualidad altamente significativa.

     Permítasenos  reflejar la transcripción que realizó el P. Silverio de Santa Teresa, de un documento que salió de la pluma de P. Gracián, y que se conserva en el archivo conventual de las Madres Carmelitas Descalzas de Soria:

     Jesús María- En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de la Sacratísima Virgen María del Monte Carmelo y del gloriosísimo San Joseph, a quince días del mes de junio del año del Señor de mill y quis.º y ochenta y vn años, siendo pastor universal de la Yglesia romana nr.º santísimo Padre Gregorio XIII, reinando en España el cristianísimo rey D. Felipe II, siendo Prior de la Orden del Carmen el Rmo. pe. fray Juan Bapt.ª Caffardo y Prouincial de los Padres Carmelitas Descalzos Rdo. Fr. Gerónimo Gracián de la Madre de Dios, se fundo este moneste.º de la Santísima Trinidad de Soria con licencia del Ilm. Y Rmo. Sor. Don Alonso Velázquez, obispo de osma. Fundóle la muy Iltr. S.ª. D.ª Beatriz de Beamonte y nauarra, natural de la ciudad de Pamplona, hija de los muy ilustres señores D. Caffardo y Prouincial de los Padres Carmelitas Descalzos Rdo. Fr. Gerónimo Gracián de la Madre de Dios, se fundo este moneste.º de la Santísima Trinidad de Soria con licencia del Ilm. Y Rmo. Sor. Don Alonso Velázquez, obispo de osma. Fundóle la muy Iltr. S.ª. D.ª Beatriz de Beamonte y nauarra, natural de la ciudad de Pamplona, hija de los muy ilustres señores Francés de Beamonte y nauarra y D.ª Beatriz

Monasterio de la Santísima Trinidad de Soria. Foto: P.  Fray Pedro Ortega OCD Monasterio de la Santísima Trinidad de Soria. Foto: P. Fray Pedro Ortega OCD

 de ycarte, su muger. Dió limosna para la fundación quinientos ducados, a rrazón de juro de a veynte, situados en las yeruas de la serena, y la casa en que viuen y axuares y plata (esta plata llebo a la fundación de panplona) y ornamentos para la yglesia, y el dicho Imo. Sr. obispo dió la yglesia, que se llamaua ntr Sr. de cinco Villas, y a deuoción de la dicha señora su fundadora se llamó de la Santísima Trinidad. Vinieron a fundar la dicha casa la Madre Theresa de jesús, fundadora de las Carmelitas desçalzas, y las madres y hernas Catalina de xp.º, Maria de xpº, María de S. Joseph, María de jesús, Juana Bapt, Catalina. del Spu. Sto., Beatriz de Jesús. Acompañó a la dicha fundación el muy Rdo. fray Nicolás de jesús María, socio del pe. Prouincial, y primer definidor del capítulo prouincial. Están obligadas las religiosas de este convento a recibir sin limosna alguna tres religiosas durante la vida de la dicha Doña Beatriz y a zacer tres fiestas, es a saber: misa cantada, sermón y vísperas, que son el día de la Stma. Trinidad, día de Santa Ana y de S. Gregorio, y que no se muden de la dicha ciudad sin que pierdan la renta de dicho Conuento, como paresce por la scriptura que de yuso va incorporada[66].

     Durante su estancia en Soria, dos meses y medio, su actividad, como era habitual, fue plena, amén de preparar a la nueva comunidad religiosa, se encargóde la organización y adaptación del convento recientemente fundado. Teresa escribió desde Soria diez cartas[67] y los números 1-11 del capítulo 30 del libro de las Fundaciones[68].

   Conviene recordar, como ha puesto de manifiesto recientemente fray Pedro Ortega, prior de los carmelitas descalzos de Soria, que Santa Teresa enviaría diversas misivas a las gentes que dejó en esta tierra. Una carta a la Comunidad[69]; una a Catalina de Cristo, es la última del epistolario teresiano[70]; tres a la hermana Leonor de la Misericordia[71] y una al canónigo Diego de Vallejo[72].

    Teresa fue una voraz lectora desde su más tierna infancia, y serían los libros los que marcarían su vida: libros de caballería, lectura de San Jerónimo, de San Agustín, etc. Prueba de su amor por ellos la tenemos en su lamento[73] , por la decisión de Valdés de prohibir numerosos libros en lengua romance[74]. La religiosa afirmó sentirlo, la daba recreación leerlos y ya no podía, por estar sólo las versiones en latín (Vida 26,6)

Escritura de la Fundación del Convento de las madres Carmelitas Descalzas de la ciudad de Soria Escritura de la Fundación del Convento de las madres Carmelitas Descalzas de la ciudad de Soria

     Y ¿qué decir de Teresa de Jesús escritora? Ya lo dijo Pablo VI, el 14 de octubre de 1965, cuando hizo público el Breve Pontificio Lumen Hispaniae. Desde ese momento nuestro personaje fue proclamado Patrona de los escritores españoles.

   Esta idea había surgido en el IV Centenario de la Reforma Teresiana con el Instituto Español a la cabeza, rápidamente, fue apoyada por diferentes organismos literarios y culturales, incluidas universidades y ateneos. Igualmente contó con el respaldo de las autoridades eclesiásticas españolas.

    Muchos han sido los investigadores y estudiosos que han escrito sobre la obra literaria de Santa Teresa y en verdad que existen diferentes opiniones, pero nadie niega su pasión por escribir y el valor de sus textos.

  Tomás Álvarez nos dice textualmente. Si no excepcional, si es absolutamente singular en su época el ingreso de Teresa en la constelación de grandes maestros[75].

    Teresa de Jesús vive su pasión por escribir en su obra; sin tiempo, con prisas por sus muchas ocupaciones, escribe lo que puede, pero lo hace con la intensidad que su caligrafía desvela[76].

   Su propio lenguaje adquirió matices significativos. Todo lo decía en plural, como si su alma fuese el alma de todos los asociados a ella[77].

  Sus escritos nacen de sus conversaciones y disertaciones con confesores y letrados; del examen de conciencia y de la reflexión; de las meditaciones y de la contemplación; de las diversas maneras de oración que práctica y, en fin del desahogo personal, dice el Prf. García de la Concha[78].

      Creemos que la prosa de Teresa de Jesús está muy por encima de su poesía. Es una prosa sencilla, con una claridad sintáctica y con un perfecto contenido de adjetivación. Basta leer Camino de la perfección, para darse cuenta que estamos ante una expresión de la belleza por medio de la palabra. Es lo que Menéndez Pidal denominó “estilo ermitaño”[79].

     Los últimos veinte años de su vida, 1562 a 1582, fueron los más fructíferos en todos los campos y es en estos años donde tiene el pleno desarrollo su labor como escritora.

    Estamos, sin duda alguna, ante una de las mejores plumas de la literatura en lengua española. A este respecto dice el académico Ansón: La prosa de Teresa de Jesús es, tal vez, después de la de Cervantes, la más destacada del siglo de Oro[80].

     Incluso a nivel internacional es reconocida y así Pilot, en las obras de Santa Teresa editadas por las carmelitas de París, llega a afirmar: Santa Teresa es la escritora más personal que ha engendrado el genio español, y se puede decir, el genio humano[81].

    En 1565 concluye la nueva redacción del Libro de laVida, en este trabajo explica su itinerario de ascensión a la cumbre del misticismo, es una autobiografía introspectiva, teniendo un antecedente en las Confesiones de San Agustín.

      Entre 1562 y 1564 escribe Camino de Perfección, es la que podríamos denominar como su obra ascética, es la guía espiritual para sus hermanas de orden y en cierto modo también puede ser interpretada como un programa de acción contra la reforma, de ahí que esté considerado como su primer libro formativo.

Santa Teresa escritora de José Risueño, hacia 1700 Museo San Juan de la Cruz. Úbeda (Jaén). Foto: C. de la Casa. Santa Teresa escritora de José Risueño, hacia 1700 Museo San Juan de la Cruz. Úbeda (Jaén). Foto: C. de la Casa.

       Esta obra fue impresa, al año siguiente de la muerte de madre Teresa, en Évora; editada por el arzobispo de Braganza Teutonio de Braganza y Mendoça.[82]

     En 1577 redacta Vejamen y comienza Castillo Interior o Las Moradas, estimada por los especialistas como la construcción más sistemática del misticismo teresiano. En una auténtica lección magistral, donde se refleja el estadio definitivo de su evolución espiritual y completa el mensaje de obras anteriores.

     De 1573 a 1582 trabaja en Las Fundaciones, y lo hace por obligación e incluso nos atreveríamos a decir por obediencia. El mandato del P. Ripalda era preciso y múltiple: escribir la fundación de los siete monasterios fundados después de San José de Ávila[83]. Es una auténtica obra de madurez.

     Las Constituciones, están compuestas por una serie de escritos, redactados a lo largo de veintiún años (1560-1581). Sin una unidad interna, son piezas heterogéneas, relatos autobiográficos, apuntes sueltos, avisos proféticos, etc. Esta obra que vio su edición príncipe en Salamanca en 1581 y puede ser considerada como una verdadera legislación para el ideal de la nueva forma de vida carmelitana.

     Exclamaciones del alma a su Dios, nos dice sobre este texto el P. Tomás Álvarez: En la edición príncipe de este escrito teresiano (Salamanca, 1588), fray Luis de León le dio el título: Exclamaciones o meditaciones del alma a su Dios, escritas por la Madre Teresa de Jesús en diferentes días, conforme al espíritu que le comunicaba nuestro Señor después de haber comulgado: año de 1569.

    Este epígrafe contiene prácticamente todo lo que sabemos del libro, aunque por desgracia, no todos los datos consignados por fray Luis son seguros: ni la fecha de composición, ni su relación con las comuniones eucarísticas de la Autora[84].

      Los superiores de los carmelitas descalzos, en 1586, decidieron editar las «obras completas» que serían preparadas por fray Luis de León[85].

     El verano de 1576 durante su estancia en la Ciudad Imperial fue escrito a instancias del P. Gracián un opúsculo, Modo de visitar los conventos. El manuscrito fue requisado por el rey de España y depositado en su Biblioteca de El Escorial[86]. Viendo la luz en 1613, impreso por Alonso Martín de Madrid.

      Debemos reseñar, según dice Teófanes Egido, que no está muy claro si los depósitos que el monarca, a quien la Santa había conocido en Ávila[87], mandó hacer de los libros de la Santa en la biblioteca escurialense fue por el valor de las obras o como reliquias[88].

     En esta pequeña obra nos encontramos con una serie de sugerencias, brigadas con fragante sencillez, como dice el P. Tomás Álvarez, y exquisita finura, a los visitantes a los monasterios o conventos del Carmelo.

    Igualmente, podemos destacar Desafío, un sucinto escrito, especie de versión literaria a lo divino, de los antiguos torneos o justas de caballería, que tuvo su importancia y arraigo en los primeros momentos de la Reforma. Debió ser escrito en 1573y hasta el siglo XVIII se conservó autógrafo en conventos de las carmelitas en Burgos y Guadalajara.

      No queremos olvidarnos de Avisos. Estos textos, que nunca fueron  titulados, se tienen hoy día como «pseudoteresianos», incluso algunos autores creen que son anteriores a la abulense, véanse los trabajos de P. Tomás Álvarez en Monte Carmelo de los años 1983 y 1992 al respecto.

      Así mismo debemos mencionar Meditaciones de los Cantares o Concepto de amor a Dios, en este último se interpretan cinco textos del Cantar de los Cantares y reflexiona sobre la verdadera paz que ofrece el estado religioso y la falsa del mundo. Manuscritos de este texto fueron quemados por orden de su confesor, pero afortunadamente se ha conservado uno en la Biblioteca Nacional, que ha sido estudiado por Varas García[89].

      Y, Cuentas de Conciencia, publicado también con los títulos de Libro de relaciones; relaciones y mercedes y Relaciones Espirituales y mercedes, sesenta y seis cuentas, breves anotaciones de carácter espiritual, que han sido definidas como una síntesis de «los tesoros de Dios depositados en el alma de Teresa, en situaciones y momentos concretos de su vida». Vienen a completar o mejor dicho complementar algunos de los capítulos de libro de la Vida[90].

    Entre estos escritos de índole menor tenemos una serie de cartas de pago o poder, memoriales, documentos oficiales y pensamientos.

    Las cartas conservadas se cifran en cuatrocientas ochenta y dos[91], pero se habla de unas quince mil cartas[92] de esta doctora de la Iglesia, siendo una documentación única por la riqueza que posee en varios aspectos: psicológico, idealismo, etc. Claro ejemplo de estilo improvisado y coloquial, siendo documentos magníficos para introducirse en el lenguaje de la centuria del dieciséis.

  Como ya hemos indicado varias veces, los investigadores unánimemente han reconocido su alta calidad como prosista. Sin embargo, no ha sucedido lo mismo a la hora de hablar de su poesía.

       No obstante, hemos de reconocer y así lo han hecho personas más doctas que nosotros que en su obra poética se aprecia su sencillez y espontaneidad, siendo su contenido ampliamente heterogéneo y especialmente de lo que acontecía, como dejó escrito la religiosa y poetisa Madre María de San José[93].

Retrato de Santa Teresa, según fray Juan de la Miseria.  MM. Carmelitas Descalzas de Sevilla Tomada del libro: Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad Retrato de Santa Teresa, según fray Juan de la Miseria. MM. Carmelitas Descalzas de Sevilla Tomada del libro: Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad

        Sí nos gustaría manifestar como García de la Concha destaca por encima de otras escritos, de la monja abulense, las que él denomina su gran trilogía: El libro de la vida, Camino de Perfección y el Castillo Interior[94]. La Prfa. Navarro Durán considera su obra capital el Libro de la Vida[95].  A este respecto, y con humildad, queremos manifestar que Castillo de Interior, libro escrito en 1577 llega cuando Teresa está en la cumbre de la mística[96] y sin embargo la Vida fue redactada en unos momentos en que nuestro personaje aún no había alcanzado la citada cumbre mística.

   No es nuestra intención en este espacio seguir profundizando en su obra literaria, a los interesados en la misma les recomendamos que acudan a los textos de los profesores Víctor García de la Concha[97] y Rafael Lapesa[98], y la síntesis de Mercedes Llorente[99].

     No quisiéramos finalizar este sucinto comentario sobre su trabajo literaro, sin manifestar la opinión que ella misma tenía de sus escritos y que llego a confesar a Julián de Ávila. Teresa gustó de los mismos, y seguro que esto provenía de su seguridad en que eran consecuencia de la inspiración divina.

Texto autógrafo de Santa Teresa. Obtenido del artículo de Tomás de la Cruz: Nuevos autógrafos teresianos Texto autógrafo de Santa Teresa. Obtenido del artículo de Tomás de la Cruz: Nuevos autógrafos teresianos

      Veamos lo que dice al respecto el carmelita descalzo fray Efrén de la Madre de Dios: No disimulaba la admiración por sus propios libros, que consideraba insinuados por Dios, su Maestro, y aseguraba que haría mucho bien, como confesó a Julián de Ávila: <Calla, le dijo, que vos veréis el provecho que ha de hacer esto que escribo después de muerta>. Y refiere Isabel de Santo Domingo <que algunas veces le decía la Santa, leyéndola lo que en el libro había escrito, que no pensaba que había de salir tan bueno, admirándose de que, sin haberlo pensado, saliese con tanto concierto, y más siendo cosas tan altas las que escribió, y que hablando con sus monjas les decía, después de haber leído lo que escribía: Bendito sea el que lo da, que por ellas lo hace, porque yo bien poco lo havía pensado>[100].

    Su labor fue reconocida en su época, especialmente entre sus fieles, caso de su capellán Julián de Ávila: componía coplas, y muy buenas, porque lo sabía bien hacer[101].

   Como se ha podido observar, estamos ante una escritora fecunda en el último tercio de su vida. Sin embargo, no entregó a la imprentas ninguno de sus manuscritos, si acaso, hizo publicar por el padre Jerónimo Gracián en Salamanca, 1581, las Constituciones de sus monjas, pero ya no era el texto original redactado por ella, sino el retocado y reelaborado en el capítulo de Alcalá de Henares de ese mismo año.

      Por eso, al morir en Alba de Tormes (1582), dejaba un buen lote de manuscritos autógrafos en la arquilla reservada del Carmelo abulense de San José o confiados a manos amigas[102].

     Sus textos fueron el motivo que llevó a la Universidad de Salamanca, el 4 de marzo de 1922, a nombrarla Doctor Honoris Causa, la primera mujer en acceder a este reconocimiento universitario en Salamanca.

       El diez de enero del citado año, el entonces obispo de la diócesis salmantina, Dr. Don Julián de Diego García Alcolea[103], propuso al rector y claustro de la universidad el citado reconocimiento.

        La comisión encargada de estos asuntos, en la que participó el vicerrector don Miguel de Unamuno, aceptó la propuesta motivada en: el gran compromiso personal, espiritual y social de Teresa de Cepeda y Ahumada, así como sus extraordinarias aportaciones a la literatura y la mística española.

         El dictamen de la comisión de claustrales fue leído por el profesor de literatura doctor don Antonio García Boiza y el pleno acordó: conceder por aclamación a la santa el título de doctora honoris causa de la universidad, y celebrar un acto literario.

         Acto que se celebró con la máxima solemnidad en el paraninfo de la universidad el 6 de octubre del mencionado año. El discurso fue realizado por el propio rector, prf. Dr. don Rodrigo Maldonado de Talavera, y contó con la presencia del arzobispo de Valladolid, el presidente del gobierno don José Sánchez Guerra, estando presidido por el Rey Alfonso XIII. El birrete de doctora se le impuso a la imagen de la Santa en Alba de Tormes.

      Permítasenos concluir parafraseando a Pablo VI aquel domingo 27 de septiembre de 1970. Itaque, certa scientia et matura potestatis plenitudine, Sanctam Teresiam a Iesu, Virginem abulensem, Ecclesiae Universalis Doctorem declaramus.

 

ANEXO[104]

 INSTRUCCIÓN DE LA MADRE TERESA DE JESÚS PARA LA MADRE PRIORA DE SORIA[105]

Soria, Agosto, 1581

             Lo que se ha de hacer en esta casa de cosas forzosas.

 1.- Para el locutorio haga un marco, con sus puertas, para clavar los velos a manera de encerados, como está en otras partes. Ha detener este marco unas varillas de lanza delgada, u otra cosa semejante, tan menudas que ninguna mano quepa por ellas. Este encerado ha de tener llave, que tenga la madre priora, y jamás abrirla, si no fuere con las personas que dice la Constitución, padres, madres y hermanos, y esto se guarde con todo rigor; y ha de estar apartado de la de hierro poco menos de media vara.

 2.- En el coro alto se pongan otros marcos con sus velos y llaves; varillas no, salvo en el coro bajo, que las pongan como en el locutorio. Las rejas, como tengo dicho, cada una como la mitad de las que están puestas, y se ponga otra en mitad, y por causa del altar tengo por mejor que se añadan.

 3.- El coro alto y bajo se enladrille, y se haga la escalera como tenga concertado con Vergara.

 4.- A las ventanillas que quedan en la sala grande, adonde decían misa, y las demás de aquel cuarto, pongan sus marcos con vidriera, que importa mucho, y .-en pudiendo- una reja en el coro alto; porque aunque está alta, para monasterio no se sufre estar sin reja. En la del bajo, si yo no pudiere dejarla puesta (ya están hechas las varillas), han de ser seis.

 5.- El torno, en ninguna manera se ponga al lado adonde está la ventanilla de comulgar, por causa del altar, sino al otro rincón.

 6.- Confesionario hagan adonde mejerles pareciere, con rallo de hierro y velo clavado.

 7.- Ya se sabe que la llavecica del comulgatorio ha de tener la madre prior; y en teniendo torno, encargo la conciencia a la madre priora que para ninguna cosa se abra sino para comulgar.

Estandarte realizado para las fiestas de canonización de Santa Teresa (1622).  Cortesía fray Pedro Ortega OCD Estandarte realizado para las fiestas de canonización de Santa Teresa (1622). Cortesía fray Pedro Ortega OCD

8.- A la ventana que se ha de quedar frontero del coro en el pasadizo, se echará reja, y sea angosta y larga.

 9.- Las llaves de las ventanillas que quedan para hablar a la señora doña Beatriz[106], tenga siempre la madre priora, y póngase unos velos, porque si alguna de sus criadas acertare a venir, la puedan echar.

 10.- Por las patentes que tengo de nuestro padre provincial, pongo todas las penas y censuras que puedo para que a ninguna persona se hable por allí, si no fuere a su merced y a la señora dona Leonor y alguna vez a la señora doña Elvira, mujer del señor don Francés. Sean pocas, porque su traje no puede ahora ser sino como de recién casada, que la señora doña Leonor antes se edificará, como lo ha hecho hasta aquí.

 11.- En todo lo que se pudiere servir a la señora doña Beatriz y darle contento, es mucha razón se haga, que su merced antes ayudará a la religión, que querrá que se quebrante. Siempre que se tomare alguna monja, sea con su parecer; porque de esta suerte no errarán, y en cualquier negocio que se haya de tratar con los de fuera, que sea de importancia.

 12.- En las ventanas que salen a la huerta se pongan rejas que no puedan sacar la cabeza; mientras no pudieren de hierro, de palo, lo más presto que pudieren.

 13.- Procure con diligencia que hagan celdas como las hemos trazado, pues la señora doña Beatriz gusta de ello y nos hace esta merced. No haya descuido, pues importa tanto para la religión, que hasta estar hechas no puede haber mucho concierto, como vuestra reverencia sabe, y no duerman ni estén en ellas hasta que estén muy secas, en ninguna manera; ni en los coros cuando se enladrillen, aunque el alto está bueno, y hay inconvenientes de estar así, en especial el del fuego.

 14.- De traer la fuente no se descuide, pues ya está tratado, y lo hace de buena gana.

 15.- Siempre, después que salgan de maitines, se encienda una lamparilla que llegue hasta la mañana; porque es mucho peligro quedar sin luz, por muchas cosas que pueden acaecer, que un candil con torcida delgada es muy poco la costa, y mucho el trabajo que, se a una hermana le toma un accidente, será hallarse a oscuras. Esto pido yo mucho a la madre priora que no se deje de hacer.

 16.- Este papel se guarde para mostrarlo cuando venga a la visita el padre provincial, porque vea su paternidad si se ha cumplido.

            Teresa de Jesús

 Soria 28 de marzo 2015

Santos Cástor y Doroteo

Vº Centenario del nacimiento de Santa Teresa

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[1].- Nuestra gratitud a fray Pedro Ortega OCD, prior de los Carmelitas Descalzos de Soria, por su inestimable colaboración.

[2].- Doctor en Historia. UNED. Soria.

[3].- Licenciada en Historia del Arte. Centro de Estudios Sorianos (C.S.I.C.)

[4].- VV.AA. (1970). Proclamación de Santa Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia Universal. Homenaje Nacional de España a la Mística Doctora. Textos y Discursos. Madrid, Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús, pág. 39.

[5].- ROYO MARÍN, Antonio. (1970). Doctoras de la Iglesia. Doctrina espiritual de Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, pág. 1.

[6].- SAGRADA FAMILIA, Simeón de la, OCD. (1970). Santa Teresa doctora entre los doctores de la Iglesia. Ephemerides Carmeliticae, XXI, nº 1 y 2, 1970, pág. 301.

[7].- LEHMANN, Karl. (2012). Hidelgarda de Bingen: Doctora de la Iglesia. La profetisa alemana. Cistercium, nº 259, pág. 65

[8].- MARTÍN GAVILLERO, María Carmen.  (2012). Las tres doctoras de la Iglesia. Sororidad. Enero, nº. 203.

[9].- JUAN  PABLO II. (1979). Homilía en la misa de Proclamación de Santa Teresa del Niño Jesús como doctora de la Iglesia Universal, 19 de octubre de 1997. L‘ Osservatore Romano, 24 de octubre de 1997, pág. 529. Edición semanal en lengua española.

[10].- O’ DONNELL, Christopher & PIÉ-NINOT, Salvador. (2011).Diccionario de Eclesiología. Madrid, San Pablo. Voz de doctores de la Iglesia, págs. 317-318.

[11].- BENEDICTO XVI. (2008). Las mujeres al servicio del Evangelio. Los orígenes de la Iglesia. Los apóstoles y los primeros discípulos de Cristo. Madrid, San Pablo, págs. 171-175.

[12].- JUAN PABLO II. (1997). Op. cit. Pág. 529.

[13].- LAMBERTINI, Próspero. (1738). De servorum dei beatificatione et beatorum canonizatione, Liber IV, Par II. Cap. Nº 13. Bonn. (En Opera Omnia Editio Novisssima, Prati 1841), pág. 512. Existe una edición de 2014 editada por Congregazione delle Cause dei Santi, Ciudad Vaticano

[14].- JUAN PABLO II. (1989). Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana. L’Osservatore Romano, 29 de enero de 1987, artículo 73, págs. 69-82. Edición semanal en lengua española.

[15].- CASTELLANO CERVERA, Jesús, OCD. (1997). La doctrina eminente de San Teresa de Lisieux. L’Osservatore Romano, 7 de noviembre de 1997, págs. 559-560. Edición semanal en lengua española.

[16] .- LAMBERTINI, Próspero. (1738). Op. cit. Pág. 513.

[17].- FORASTIERI, Ana Laura, OCSO. (2012). Santa Gertrudis: ¿doctora de la Iglesia? Planteamiento de la cuestión y perspectivas de estudio. Cistercium, nº 258, pág. 42.

[18] .- FORASTIERI, Ana Laura, OCSO. (2012). Op. cit. Pág. 43

[19].- JUAN PABLO II. (1997). Carta Apóstolica Divini Amoris Sciencia, en la Homilía en la Misa de Proclamación de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Doctora de la Iglesia Universal, 19 de Octubre de 1997. L’Osservatore Romano, 24 de octubre de 1997. Edición semanal en lengua española.

[20].- MAIOLI, Graziano, OCD. (1970). Sancta Catharina Senensis. Doctrinae fama et influxus. Ephemerides Carmeliticae, XXI, nº 1 y 2, págs. 261-299.

[21].- Presentación del número monográfico dedicado a Santa Teresa de Ephemerides Carmeliticae, XXI, nº 1 y 2, 1970, pág.1.

[22].- SAGRADA FAMILIA, Simeón de la, OCD. (1970). Op. cit. Pág. 301.

 [23].- MORTA, Ángel. (1955). Obra de Santa Catalina de Siena. Madrid, Biblioteca de Autores  Cristianos

[24].- ROYO MARÍN, Antonio, OP. (1970). Op. cit. Págs. 91-178.

[25].- LEHMANN, Karl. (2012). Op. cit. Pág. 65.

[26].- Ermita.

[27].- PERNOU, Régine. (1998). Hildegarda de Bingen. Una conciencia inspirada del siglo XII. Barcelona, Ed. Paidós.

[28].- LORENZO ARRIBAS, Josemi. (1996). Hidelgarda de Bingen (1098-1179). Madrid, Ediciones de Oro, Biblioteca de Mujeres.

[29].- CIRLOT, Victoria. (1997). Vida y visiones de Hildegarda  von  Bingen. Madrid, Ed. Siruela.

[30].- PABLO VI. (1970).  L’Osservatore Romano, 4 de octubre de 1970. Edición semanal en lengua española.

[31].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2013). Figuras del Carmelo. Tras las huellas de Teresa de Jesús. Burgos, Monte Carmelo, págs. 19-22.

[32] .- Fue un miércoles de Pasión. En miércoles, veinte e ocho días del mes de marzo de quinientos e quince años- Nació Teresa, mi fija, a las cinco horas de la mañana, media hora más o menos, que fue el dicho miércoles casi amaneciendo. En MADRE DE DIOS, Efrén de la & STEGGINK, Otger. (1968). Tiempo y vida de Santa Teresa. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, pág. 20.

[33] .- En su casa natal debió existir una biblioteca más que digna, véase: RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique. (1987). Libros y lecturas para el hogar de don Alonso Sánchez de Cepeda. Salmanticensis, 34, fasc 2, págs. 169-188.

[34] .- EGIDO, Teófanes. (2015). Santa Teresa de Jesús: de Ávila a Alba. Mirada histórica. VV.AA. (2015) Teresa de Jesús. Maestra de Oración. Valladolid, Edades del Hombre, libro de estudios, pág. 41.

[35].- SAGRADA FAMILIA, Simeón de la. OCD. (1970). Op. cit. Pág. 350.

[36].- Para ver la referencia documental de este tema: SAGRADA FAMILIA, Simeón de la, OCD. (1970). Op. cit. Pág. 323, nota 72.

[37].- Arcadio María Larraona Sardegoi (Oteiza de la Solana 1887- Roma 1973). Profesor y colaborador de Pablo VI, primer Cardenal Claretiano, Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, Camarlengo del Colegio de Cardenales. Para más datos ver: FRISÓN, Basilio. (1979). Cardenal Larraona. Madrid, Instituto Teológico de Vida Religiosa.

[38].- LLAMAS MARTÍNEZ, Enrique. (1968). Santa Teresa de Jesús, gloria de España y doctora de la Iglesia. Salmanticensis, 15 (3), pág. 662. Véase también: SANTA TERESA, Silverio de OCD.(1934). Procesos de beatificación y canonización de Sta Teresa de Jesús. Burgos, Biblioteca Mística Carmelitana.

[39].- VV.AA. (1970). Op. cit. Pág. 14.

[40].- LLAMAS MARTÍNEZ, Enrique. (1968). Op. cit. Pág. 664.

[41].- SAN JOSÉ, Diego OCD. (1615). Compendio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la beatificación de N.B.M.S. Teresa de Jesús. Fundadora de la Reformación de Descalzos y Descalzas de N.S. del Carmen. En Prosa y Verso. Madrid, Viuda de Alonso Martín de Balboa, fol. 10r.

[42].- SAN JOSÉ, Diego, OCD. (1615). Op. cit.  fol 17V.

[43].- SAN JOSÉ, Eulogio. (1896). Doctorado de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Córdoba, Imprenta y librería del “Diario”, pág. 119.

[44] .- GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor. (2015). Teresa de Jesús. En VV.AA. (2015). Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad. Madrid, Biblioteca Nacional de España & Acción Cultural Española, pág. 3.

[45].- Además del texto editado en L’Osservatore Romano, existen otras versiones españolas de la homilía y entre ellas debemos destacar la de la Revista Ecclesia, nº 1.552, de 10 de octubre de 1970.

[46].- PUENTE, Pablo. (1970).  L’Osservatore Romano, 28-29 de septiembre de 1970.

[47].- AQUINO, Tomás de. (2001). Suma Teológica. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos. Edición dirigida por los Regentes de Estudios de las Provincias Dominicanas en España. Edición cuarta. Traducción: Toda la verdad, dígala quien la diga, es del Espíritu Santo.

[48].- VV.AA. (1970). Op. cit. Pág. 21.

[49].- VV.AA. (1970). Op. cit. Pág. 20.

[50].-  ROYO MARÍN, Antonio. (1970). Op. cit. Págs. 83-84.

[51].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2010). Historia del Carmelo Teresiano. Burgos, Monte Carmelo. 3ª Edición.

[52].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2010). Op. cit. Pág. 121.

[53].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2010). Op. cit. Pág. 124.

[54] .- GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor. (2015). Op. cit. Pág. 6.

[55].- STEGGINK, Otger. (1965). La Reforma del Carmelo Español: la visita canónica del general Rubeo y su encuentro con Santa Teresa (1566-1567). Roma, Institutum Carmelitanum.

[56].- En la mayoría de las publicaciones figuran dieciséis al no incluirse San José de Granada que tuvo a la Venerable Ana de Jesús, coadjutora de la Santa, como fundadora. En otras aparece el Convento de la Concepción de Alcalá de Henares, 1652, hecho a iniciativa de María Jesús de Yepes. MUÑOZ JIMÉNEZ, José Miguel. (1990). La arquitectura Carmelitana (1652-1800). Arquitectura de los  Carmelitas  Descalzos en España, México y Portugal durante los siglos XVI al XVIII. Ávila, Institución Gran Duque de Alba, pág. 79, notas 1 y 2.

[57] .- Con la fundación de San José se había conseguido la idea de Teresa de Jesús de volver con todo rigor a la regla carmelitana. EGIDO, Teófanes. (2015). Op. Cit. Pág. 49.

[58] .- Como ya hemos indicado se atribuye su fundación, en época de la Santa, a la Venerable Ana de Jesús. Para más información ver: GALLEGO BURIN, Antonio. (1982). Guía Artística e Histórica de la Ciudad. Granada, Ed. Quijote, pág. 185.

[59] .- MUÑOZ JIMÉNEZ, José Miguel. (1990). Op. cit. Págs. 110-117.

[60] .- ÁLVAREZ VÁZQUEZ, José Antonio (2000). Trabajos, dineros y negocios: Teresa de Jesús y la economía del siglo XVI. (1562-1582). Roma. Trotta.

[61].- PÉREZ, Joseph. (2015). Teresa de Ávila y la España de su tiempo. Madrid, Algabe Ediciones, 3ª. Edición,  pág. 119.

[62].- ORTEGA Pedro, OCD. (2014). Beatriz de Beaumont, Beatriz de Cristo. Monte Carmelo, vol. 122, nº 2, págs. 387-416.

[63].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2012). El Carmen. 75 años de la restauración de los Carmelitas Descalzos. Soria, Carmelitas Descalzos.

[64].- GARCÍA ABAD, Albano. C.D. & HIGES, Víctor. (1966). Soria, fundación de Santa Teresa. Burgos, Editorial “El Monte Carmelo”.

[65].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2012). Op. cit.

[66].- SANTA TERESA, Silverio, C.D. (1919). Obras de Santa Teresa de Jesús. Tomo VI. Constituciones. Modo de visitar los conventos. Avisos –Desafío Espiritual. Vejamen-Pensamientos-Poesías. Biblioteca Mística Carmelitana. Burgos, Editorial “El Monte Carmelo”, apéndice XC, pág. 356. Este texto, pero con unas variantes no significativas, se puede leer en GARCÍA ABAD, Albano, C.D.&HIGES, Víctor. (1966). Op. cit. Págs. 2-3.

[67].- ORTEGA, Pedro. OCD. (2015). Textos teresianos escritos en Soria y enviados a Soria. Soria, págs. 24-26.

[68].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. pág. 5-17.

[69].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. págs. 12-14.

[70].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. págs. 14-17.

[71].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. págs. 17-23.

[72].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. págs. 22-23.

[73] .- Fue vehemente en este aspecto. Véase EGIDO, Teófanes. (1998). La contrarreforma, los libros y la lectura. VV.AA. (1998). Felipe II. Un monarca y su época. Las tierras y los Hombres del Rey. Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, pág. 150.

[74].- CATÁLOGO. (1559). Cathalogus librorum, qui prohibentur mandato Illustrissimi E Reuerend[issimi] D.D. Ferdinandi de Valdes Hispalen[sis]. Archiepi[scopi] Inquisitoris Generalis Hispaniae necnon et Supremi Sanctae ac generalis Inquisitionis Senatus. Valladolid, Sebastián Martínez. Biblioteca Nacional de España, R/1378

[75].- SANTA TERESA. (1994). Obras Completas. Burgos, Editorial Monte Carmelo, Séptima edición preparada por Tomás Álvarez.

[76].- NAVARRO  DURÁN, Rosa. (1984). Prólogo. En Rosa Rossi: Teresa de Jesús biografía de una escritora. Barcelona, Icaria Editorial, pág. 7

[77].- MADRE DE DIOS, Efrén de la. (1970). Bases biográficas del doctorado de Santa Teresa. Ephemerides Carmeliticae, XXI, nº 1 y 2, pág. 9.

[78].- GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor. (2015). Op. cit. Pág. 11.

[79].- MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. (1942). La lengua de Cristóbal Colón. El estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI. Madrid, Espasa Calpe.

[80].- ANSÓN, Luis María. (2015). El éxtasis de Santa Teresa. El Cultural, 28-2-2015.

[81].- LLAMAS MARTÍNEZ, Enrique. (1968). Op. cit. Pág. 650, nota 11.

[82] .- VV.AA. (1988). Op. cit. Pág. 517.

[83].-  SANTA TERESA, (1994). Op. Cit. Pág. 833.

[84]. – SANTA TERESA. (1994). Op. cit. Pág. 1240.

[85] .- SANTA TERESA. (1588). Los libros de la Madre Teresa de Jesús, fundadora de los monasterios de monjas y frayles Carmelitas descalços de la primera regla. Salamanca, Guillermo Foquel. Biblioteca Universitaria de Salamanca. Signatura BUSA 3668.

[86].- Debemos recordar que Felipe II fue uno de los grandes admiradores de Santa Teresa y entre otros aspectos que demuestran esta afirmación está el de depositar en su Biblioteca Escurialense algunos de sus manuscritos.

[87] .- El monarca, en su época de Príncipe recorrió las tierras castellanas y en uno de esos viajes conoció a Teresa de Jesús en su ciudad natal de Ávila. CABOT, José Tomás. Felipe II. Barcelona, Editorial Planeta.

[88] .- EGIDO, Teófanes.  (1988). Op. cit. Pág. 150.

[89].- VARAS GARCÍA, Julio Cesar. Meditaciones sobre los Cantares, de Santa Teresa de Jesús, en ms.868 de la Biblioteca Nacional de España. Revista electrónica Manuscrt. Cao, nº 12.

[90].- Véase SANTA TERESA, (2014). Experiencias Místicas. Relaciones y Cuentas de Conciencia. Edición crítica de Salvador Ros. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.

[91].- VILCHES CRESPO, Susana. (2015). Cartas de Santa Teresa de Jesús, Madre y fundadora de la reforma de la orden de Nuestra Señora del Carmen, de la primitiva observancia. En MARTÍNEZ CABALLERO, Santiago. (Coord.). (2015). Santa Teresa en Segovia. Segovia, Junta de Castilla y León, pág. 108.

[92].- ORTEGA, Pedro, OCD. (2015). Op. cit. Pág. 4.

[93].- SALAZAR, María. (1913). Libro de recreaciones. Burgos, Ed. Archivo Silveriano, pág. 314. BARRIENTOS, Alberto & RODRÍGUEZ, José Vicente. (2005). Lírica mística. Madrid, Editorial de Espiritualidad.

[94].- GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor. (2015). Op. cit. Pág. 11.

[95].- NAVARRO DURAN, Rosa. (2015). La Palabra de Teresa de Jesús y su camino de perfección. En VV.AA. (2015). Teresa de Jesús. La prueba de una verdad. Madrid, Biblioteca Nacional de España & Acción Cultural Española, pág. 27.

[96] .- Matrimonio Espiritual (20.11.1572). Es interesante leer el libro PÉREZ GONZÁLEZ, María José. (2012). Amor con amor. Páginas escogidas de las Moradas de San Teresa de Jesús. Madrid, Editorial de la Espiritualidad.

[97].- GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor. (1978). El arte literario de Santa Teresa. Barcelona, Ariel.

[98].- LAPESA, Rafael. (1983). Estilo de lenguaje de Santa Teresa en las Exclamaciones del alma a su Dios. Aurem Saeculum Hispanium. Festschrift für Hans Flasche, Wiesbadem, págs. 125-140.

[99].- LLORENTE ROMERA, Mercedes. (2015). La escritora Teresa de Jesús. En: CASA, Carlos de la et alii. (2015). Teresa de Jesús 1515-1582. Soria, Junta de Castilla y León, págs.10-16.

[100].- MADRE DE DIOS, Efrén de la. (1970). Op. cit. Pág. 33.

[101].- ÁVILA, Julián de. (1881). Vida de Santa Teresa. Madrid, Antonio Pérez Dubrull. Edición de Vicente la Fuente.

[102].- ÁLVAREZ, Tomás. (2015). Santa Teresa de Jesús. Primera Onda difusora de sus escritos. En VV.AA. (2015). Teresa de Jesús. La prueba de una verdad. Madrid, Biblioteca Nacional & Acción Cultural Española, pág. 149.

[103].- Doctor en Teología y Cánones por la Universidad Pontificia de Santiago, fue obispo de Salamanca entre 1913 y 1923.

[104].- Entre los escritos menores, autógrafos, que han llegado a nosotros se encuentran unos que por su interés, para Soria, nos gustaría transcribir en este anexo. SANTA TERESA, (1994). Op. cit. Págs. 1390-1392.

[105].- Madre Catalina de Cristo. GARCÍA ABAD, Albano, CD. & HIGES, Víctor. (1966). Op. cit. págs. 226-227. ORTEGA, Pedro, OCD. (2012).Op. cit. Págs. 46-47. ORTEGA, Pedro. OCD. (2013). Op. cit. Págs.39-43.

[106] .- Beatriz de Beaumont. ORTEGA, Pedro, OCD. (2014). Op. cit. ORTEGA, Pedro, OCD. (2015b). Beatriz de Beamonte. En CASA, Carlos de la & MARTÍN DE MARCO, José Antonio. (Coord). (2015). Soria. Su historia, sus monumentos, sus gentes. Soria. Págs. 395-396.

DR. CARLOS DE LA CASA MARTINEZ

El Doctor D. Carlos de la Casa Martínez

El Doctor D. Carlos de la Casa Martínez

   Nació en 1953, se licenció, con Premio Extraordinario, en Historia Moderna, por la Universidad Complutense de Madrid en 1978, diplomándose en Antropología Médica por la Facultad de Medicina de la misma Universidad en 1980.

    En 1990 obtuvo, con la máxima calificación, el título de Doctor en Historia Medieval por la Universidad Central de Barcelona. Por la que se le otorgó Premio de Investigación de la Diputación Provincial de Soria.

  Ha sido colaborador del Museo Arqueológico Nacional (1973-1978), del Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid (1977-1978). Becario Investigador del Departamento de Prehistoria y Etnografía de la Universidad Complutense (1979-1981). Miembro de la Misión Española en la República de El Sudán (1978-1979).

   En 1981 creó el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación Provincial de Soria, fecha desde la que fue su Director, asumiendo en 1989 la máxima responsabilidad del Departamento de Cultura de la misma Institución, encontrándose en situación de Servicios Especiales desde Enero de 1992 hasta Enero 2001 que pasa a servicios activos en la Administración General del Estado.    Desde 1987 es Director de la Universidad Internacional Alfonso VIII, con Sede en Soria.   De 1990 a 1993 fue Comisionado de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León en Soria.    Asesor del Presidente de la Junta de Castilla y León (1992-1993).   Director General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla (1993-1998).    Director del Gabinete del Gabinete del Presidente de la Junta de Castilla y León (1998-2000).   Vicepresidente de la Comisión Mixta, Junta de Castilla y León-Obispos de Castilla y León, para el Patrimonio Cultural, desde 1993 a 1998.  Vicepresidente y Presidente del Comité Ejecutivo de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León (1997-1998).    Subdelegado del Gobierno en Soria (2000-2004). Jefe de la Unidad de Estudios y Coordinación Junta de Castilla y León. Soria (2004). Jefe del Servicio Territorial de la Junta de Castilla y León. Soria. (2004-

  Su trayectoria profesional, de forma paralela a su actividad en la Administración Pública, se ha centrado en el mundo de la Cultura y específicamente en el Campo del Patrimonio Cultural, participando en numerosos Congresos Nacionales e Internacionales siendo Presidente y formando parte del Comité Ejecutivo o Científico de diversos de ellos.

 Fundó la Sección Española del Comité Internacional de Conservación de Mosaicos (Aquileia, Italia 1983) y posteriormente la Asociación Española del Mosaico (Soria, 1984), siendo en ambas Secretario, y desde 1985 hasta 1993 Presidente de esta última. En 1995 se le nombró Presidente de Honor.

  Desde 1986 forma parte de la Junta de Gobierno de la Asociación Española de Arqueología Medieval y, a partir de 1992, de la del Centro de Estudios Sorianos (C.S.I.C.).

  Profesor en el Master de Restauración y Rehabilitación del Patrimonio, de la Universidad de Alcalá de Henares desde sus orígenes en el curso 1995-1996.

   Profesor de Doctorado del Departamento de Construcción en la Escuela Politécnica de la Universidad de Burgos.2001-2002

  Profesor en el Master Europeo en Conservación y Gestión de los Bienes Culturales, de la Universidad de Salamanca, los bienios 2000-2002, 2002-2003 y 2004-2005.

   Profesor-Director de las Jornadas de Estudios Europeos, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia –Centro Asociado de Soria-. 2001-2002

  Ha pronunciado más de doscientas conferencias en Universidades, Museos, Centros Institucionales, etc. de: España, Bélgica, Francia, Italia, Méjico y República de El Sudán.

  Entre sus casi trescientas cincuenta publicaciones destacan los siguientes estudios: Tiermes I (Madrid, 1980), Santa María de Huerta (Almazán, 1982), Estelas medievales de la provincia de Soria (Soria, 1983), Colección Sigilográfica del Archivo Municipal de Agreda (Soria, 1983), Tiermes II (Madrid, 1984), Agreda Medieval (Madrid, 1985), Tiermes, Guía del Conjunto Arqueológico (Madrid, 1985), Tiermes Guía del yacimiento arqueológico y Museo (1ª Ed. Soria, 1988 y 2ª Ed. Soria, 1989), Castillos de Soria: aproximación a la arquitectura militar medieval de Soria (Soria, 1990), Mundo funerario del medievo hispano cristiano de Soria: estudio arqueológico de sus necrópolis (Barcelona, 1991), Las necrópolis medievales de Soria (Valladolid, 1992), Islám: Política y Religión (Madrid, 1993), Tiermes III (Madrid, 1994), El patrimonio catedraliceo de Castilla y León (Alcalá de Henares, 1995), Mecenazgo cultural y patrimonio histórico (Valladolid, 1997), Las artes plásticas castellano y leonesas de nuestro 98 (Madrid, 1998), Fe e imaginería riosecana. Siglos de Gloria (Valladolid, 1999), Sellos Reales y eclesiásticos del monasterio del Sancti Spiritus, Toro Zamora (Valladolid, 2000). La Iglesia de San Esteban, reconstrucción histórico-artística de un “expolio legal”, (Soria, 2002)

  Esta en posesión de diversas condecoraciones y distinciones entre las que destacan las de “Honorary Member of the International Commitee for the Conservation of Mosaics”, “Tesela de Oro de la Asociación Española del Mosaico”, “Collar de la Alquitara”, “Caballero de la Orden de Yuste”, «Caballero de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria», “Miembro de Honor del Instituto de Estudios Bercianos”, “Hijo Adoptivo de Mogarraz (Salamanca) y de Agreda (Soria)”, “Hijo insigne de Villanueva de Valdueza, El Bierzo (León)”, etc.

  Es Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes San Jorge de Cataluña y de la Reial Acadèmia de Bonnes Lletras de Barcelona.